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Bonus track: el fin

Hace mucho tiempo atrás...

Estaciono mi coche en un lugar alejado de mi departamento. ¿Pero acaso es sabio decir que es mío? En términos legales, es del club.

Sinceramente, ya no me importa.

Nada es mío. Nada es propio.

Tengo una esposa que se ha casado conmigo solo por "cariño". Ni siquiera me ama, al menos no como yo a ella. He vivido bajo la sombra de mi amigo Ezequiel y nunca seré como él.

Tampoco puedo decir que Enzo es mi hijo, no de sangre y de hecho, ni siquiera en crianza, ya que jamás me he comportado como un buen padre.

Es obvio que la mínima grieta en nuestra relación bastó para que se acostaran; no los culpo, a su tensión sexual solo le bastaba un poquito de chispa cerca para que todo explotara por los aires.

Jamás pregunté si fue algo casual de una sola vez - en la que no se cuidaron- o no les importó un carajo y dejaron todo librado al azar. Después de nuestro aborto adolescente, Coni siempre fue bastante inflexible con el tema de tomar anticonceptivos y usar profiláctico.

¿Por qué quebró su regla de oro con él? ¿El forro se pinchó y ella olvidó ponerse su parche?¿Cómo carajo quedó embarazada?

Cuando me lo contó, toda emocionada y con amor en sus ojos, tuve que huir de casa, tomar aire, pensar. Sí, me comporté como un hijo de puta teniendo en cuenta que ella genuinamente creía que yo era el padre de su criatura.

Al principio, sospeché que sabía perfectamente bien quién era el verdadero padre. Eso, o fue una gran mentirosa, manipulándome para que no la dejara en banda con el niño.

¿Ezequiel no quiso al bebé?¿Él sospechó alguna vez que era su bebé?

Ahora ya es tarde. El secreto me come vivo y no soy lo suficientemente valiente para hablar.

Mi carrera se ha resumido a cenizas. No hay nada por salvar.

Mi cuerpo no responde como antes y nunca lo volverá a hacer.

He fracasado. Mi padre debe estar retorciéndose en su tumba, señalándome desde el más allá, apuntándome con el dedo y sermoneándome con un "yo te lo dije", acompañado de su ceño fruncido y  voz grave y acusatoria.

Por supuesto que papá me había dicho que sería un fracaso.

Me lo había repetido noche tras noche, apuntando que no debía enfocarme en una sola cosa, en que debía estudiar una carrera, en que mi vida no podía pasar por "patear la pelotita".

Sin embargo, yo me sentía distinto, capaz de ser el mejor.

Quizás no tuve la suerte de estar en buenos grupos de trabajo o fui yo el que no supe adaptarme, pero confiaba en mis capacidades y habilidades. En mi destreza deportiva y cualidades.

Nada de eso sirvió.

Años de esfuerzo. Años de entrenar, años de dolor físico.

Miro mi pierna, la muy bastarda. Culpable de todo mis demonios o la mayor parte de ellos.

Abro la guantera del lado del acompañante con los frascos de píldoras que conseguí por una vía no tradicional. Hace años que no voy a terapia, pero todos saben lo que puede hacer algo de dinero en el submundo de las drogas. Solo basta saber dónde tocar la puerta y listo.

Muchos de los chicos del club han acudido a estos tipos sin escrúpulos que prescriben medicación de toda clase; yo solo quiero calmar mi dolor. Mi angustia interior. 

¿Quién puede culparme?

Imploro acallar los fantasmas que gritan cuán perdedor soy, cuán perdedor seguiré siendo aunque cambie de trabajo o de vida.

No tengo nada.

No puedo más.

Hace días pienso en este momento. ¿Alguien me echará de menos?¿Dejaré una huella en mis seres queridos? ¿Cuánto tardarán en darse cuenta de que Enzo no es mi hijo?

Es injusto llevarme esto a la tumba. Después de todo, el niño no tiene la culpa de nada.

El trago de wiski quema en mi esófago. Pocas veces he tomado bebidas fuertes, ¿y para qué? He sido un tipo sano, disciplinado. Con una conducta deportiva intachable.

Nada fue útil. Mi pierna se rompió al igual que mi cabeza.

Las dos primeras pastillas me hacen toser. Bebo más wiski. La segunda y la tercera ya pasan por mi garganta con mayor rapidez. Dos tragos de wiski después, me duele la cabeza.

Miro mi teléfono. No he dejado una carta. Ni siquiera creo que alguien pudo haber visto este giro argumental.

Claro, nadie esperaba nada de mí, ni siquiera una depresión acuciante.

"Está pasando por un mal momento", "está triste esperando por su recuperación", "está trabajando muy duro para volver".

Blablablá.

Estos últimos años he sido una sombra de lo que fui. Un ente sin vida ocupando un cuerpo que se movía por inercia. ¿El sexo? Un acto sin compromiso, mecánico e insensible, casi inexistente.

Me ha dolido vivir por mucho tiempo. Necesito liberarme.

Paso el pulgar por sobre el listado de contactos. El nombre de Zeke se burla de mí.

Fuimos buenos amigos. Por un momento lo sentí mi hermano.

Hasta que Coni lo cambió todo.

Hasta que Coni nos cambió a los dos.

Escribo algo entre dedos torpes y vista nublada. Tengo ganas de vomitar y me ahogo con la primera náusea. Toso, escupiendo algo que rápidamente empujo hacia adentro.

Es asqueroso, lo sé, pero no quiero que se escape ni un solo gramo de droga de mi sistema.

Quiero que el dolor escape de mi. Quiero escaparme del dolor.

Me duele el pecho. Me duele el alma.

Nunca fui el hijo que mi padre quiso. Las expectativas que jamás puso en Iñaki, fueron depositadas en mí.

Exigencias, palabras duras, anhelos ajenos...todo fue puesto sobre mis hombros.

Por un momento, fui feliz. Lo tenía todo: una carrera que iba en ascenso en un país lleno de oportunidades, una novia dispuesta a esperarme y a luchar por nosotros, unos padres que parecían enorgullecerse por mis logros.

Una lesión me dejó estéril. El chiste se cuenta solo: jamás podría darle a Coni un hijo. Al principio, no creí que fuera un problema; habíamos quedado los suficientemente asustados como para no pensar en ello por un buen tiempo.

Hasta que me quedé sin tiempo cuando ella empezó a obsesionarse con quedar embarazada. ¿Con qué apuro?¿Con qué necesidad? Para entonces, hablar que una vieja lesión me había dejado "sin nadadores", era absurdo. Se enojaría conmigo y con razones.

Cuando se fue a Buenos Aires tomando distancia, significó más que un simple viaje "para pensar". No, se estaba alejando para siempre. ¿Y qué hice como idiota que soy? Le prometí todo, incluso aquello que no podía darle: un bebé.

Pensé que intentarlo al menos apaciguaría su ansiedad. Claro, cuando el milagro no se diera, consultaríamos a diversos especialistas y ¡pum!, el diagnóstico no me tomaría por sorpresa, claro aunque sí a ella. Nos someteríamos a diversos procedimientos y si la suerte estaba de nuestro lado, seríamos padres.

Para ese momento, yo habría ganado tiempo. Mi continuidad en el Milan estaría garantizada y Coni estaría feliz de tener un hijo en el que ocuparse.

Ya tendría yo una oportunidad de pensar en mi retiro. Algo que proyectaba en cámara lenta.

Pero como era de esperar, la vida no resultaría lineal de ningún modo y el diablo metería la cola.

Coni resultó embarazada.

Sí, como de un hombre que no era el Espíritu Santo, ni yo.

Apenas prometí que le daría un hijo, repetí mis estudios. Mi caso era irreversible. No había modo en que pudiera concebir un bebé naturalmente. Así que cuando vino con el evatest en la mano, no había que ser muy brillante para darse cuenta de que ella había cometido un "desliz".

Ese niño era de otro.

Y supe perfectamente de quién.

Mi respiración se aquieta en mi pecho. A veces se hace más intensa. Se me resbala el frasco de las manos hacia el piso cuando quiero capturar un par más.

Espero haber tomado las suficientes como no caer en un hospital y me salven al limpiarme el estómago.

Quiero morirme. Irme de una buena vez por todas.

No he llegado ni siquiera a tomar media botella de wiski, por lo que hago los honores y bebo. Bebo y bebo. Rescato una píldora de otro frasco. El doctor que me las recetó me indicó que tuviera cuidado con estas "porque eran fuertes".

Pobre idiota, pensó que solo eran para calmar el dolor de mi rodilla.

Paso dos más como caramelos. Los párpados me pesan, las náuseas regresan y esta vez, me siento tan adormecido que el vómito sale sin resistencia.

Bebo más wiski hasta terminarlo. Me obligo a tomar otra píldora y espero porque sea el final.

No tengo más fuerzas. No ofrezco más batalla.

Adiós mundo.

*********************

Nota de la Autora:

Este mini capítulo era necesario. Para entender qué le pasaba a Juani. Para cerrar su historia.

Lo puse aquí para no perder la continuidad de la historia y al mismo tiempo, no "spoilear" el tema de su no-paternidad.

Espero que esta historia les haya gustado.

Las quiero <3


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