15 de noviembre.
"Hola diario, hace mucho que no escribo acá. El estudio no me deja. Estoy teniendo muchos exámenes de fin de curso; este lunes rindo matemática y estoy muy nerviosa. De hecho, lo estuve desde que volvimos del viaje de San Pedro, aunque por otras cuestiones.
Por fin di mi primer beso. Y fue con Ezequiel. Bueno, con Zeke. Ya lo conocés con ese nombre. Al menos es como vengo escribiéndolo por acá.
Hace muchos meses que había querido besarlo. Aunque también imaginé cómo sería besarme con Juani. Ambos son chicos lindos y mis amigos. ¿Qué mejor que saber cómo besar a alguien practicando con alguno de ellos primero?
Sinceramente, pensé que Zeke tenía experiencia. En los pijamas partis que hicimos con las chicas siempre estaba el nombre de Ezequiel en la mezcla. Eran rumores y me molestaban. Él no me había dicho nada al respecto, siendo que yo siempre le fui honesta. Cuando dijo que eran todas mentiras, me tranquilicé.
Yo también sería su primera.
Sé que tendría que haber esperado a que él se animara a besarme, pero estaba hablando mucho y yo estaba nerviosa. Fui quien dio el primer paso y se sintió genial. ¡Como super lindo! Lástima que después lo arruinó cuando no quiso que nadie lo supiera por miedo a la reacción de Juani. Juani no es mi novio. Me gusta Juan Cruz, sobre todo ahora que creció varios centímetros y su entrenamiento en fútbol está haciendo que su cuerpo se llene un poco más, pero no estamos juntos.
Está mal que mire a mi amigo con "esos ojos". Supongo que son las hormonas. Josefina siempre está hablando de ellas.
Pronto nos estaremos yendo de viaje de egresados de séptimo grado. ¡Iuuuujuuu! Pero también hay muchos chicos que se van a ir del curso y eso me pone triste.
Como Ezequiel.
Nos dijo que no quería saber nada con las finanzas y que prefería anotarse en el industrial; es lógico, teniendo en cuenta que la idea es que siga con el negocio de su papá.
Ya no nos veremos todos los días. Me arrepiento de haberle dicho idiota y de no haberle dado cabida. Me las arreglé para no venir caminando con él estos días, diciéndole que me quedaría con las chicas estudiando o que me iba a merendar a la casa de alguna de ellas. Cuando él aparecía a hacer la tarea en lo de Juani, yo me levantaba diciendo que mi mamá me necesitaba en casa.
Naty dice que soy una exagerada. Lo que nadie sabe es que me dolió que no quisiera alardear de su primer beso conmigo.
Supongo que no habrá sido tan importante para él, ¿no?"
26 de noviembre – Viaje de Egresados de fin de curso
"¡¡¡No puedo creer que me acabo de hacer señorita justo ahora!!!! Me duelen los ovarios y la mamá de Lucía, quien vino con nosotros al viaje, me dio un ibuprofeno. Todos están aprovechando a zambullirse en la pileta del hotel que alquilamos, menos yo. Bueno, tampoco lo hace Zeke, que se quedó conmigo, haciéndome compañía.
Finalmente, decidí olvidar nuestro malentendido.
Después de que nos confirmara que había entrado en su nuevo colegio, decidí que no valía la pena seguir enojada con él. Ya no nos veríamos como antes ni haríamos la tarea juntos, así que tendría que aprovechar hasta mi último momento con él.
Claro, es probable que siguiera viéndolo por ahí o cuando fuera invitado a los cumpleaños de Juani y los míos, pero nada será igual.
Adiós Tres Mosqueteros. Adiós a nosotros tres como un bloque unido.
Me siento un poco triste, no solo por no poder meterme a la pileta".
Cierro mi diario y pongo el capuchón a mi lapicera. Miro hacia la pileta. Todos juegan, se salpican y pelean por llegar primero al trampolín. Veo a Juani haciéndole morisquetas al grupo de chicas del otro séptimo y me pregunto si debería decirle que mi primer beso fue con Zeke. Es obvio que Ezequiel no le dijo nada, caso contrario, me hubiera preguntado hasta confesar si era cierto.
―¿Te traigo una coca con hielo? ―la voz de mi amigo, alias "el escurridizo" Ezequiel Martínez, se filtra en medio de mi ensoñación. Giro la cabeza y a pesar de que nos conocemos hace bastante y pasamos juntos la mayor parte del día, lo observo con más detalle.
Lleva una camiseta de Nirvana que ha visto momentos mejores; es negra - o lo fue - y quizás, un talle más chica. Se ajusta a sus brazos, brazos que están teniendo músculos definidos por sus clases de básquet en la sociedad de fomento y porque a veces ayuda a su papá a maniobrar herramientas de trabajo. Su bermuda es blanca y lleva un escudo de un equipo que no conozco.
Pese a que está desarrollándose muy rápido y muy bien, no es eso lo que me llama la atención sino que debajo de esa fina tela hay un bulto grande que sobresale, formando una tienda de campamento.
Mis ojos deben decir más de lo que mi boca dicta, ya que no puedo retirar la vista y mi respiración se entrecorta.
―¿Siempre es así? ―¿Soy tan tonta o me pagan?
―¿Qué cosa? ―el inocente Ezequiel parpadea, ignorando a qué me refiero. Por un momento pienso en dejar el tema y hablar de la inmortalidad del cangrejo, pero su cabeza hace dos más dos, sus ojos conectan con la dirección de los míos y su sonrojo evidencia su conciencia ―. ¡Mierda! ―se pone de espaldas de inmediato y sale corriendo como un velocista olímpico.
Al cabo de cinco minutos regresa a la mesa, esta vez, con unos vaqueros negros que disimulan cualquier reacción fisiológica de su parte.
―Perdón...no sé dónde meterme ―sus mejillas aún se mantienen rojas. Es bonito.
―Tranquilo, supongo que es algo normal a tu edad. Así como yo cargo con esto ―Saco la bolsita de una toallita higiénica del bolsillo de mi jean.
Unos segundos de silencio bastan para que la actitud de Zeke de un giro y sus murallas caigan; suele ser un chico fuerte, no es de expresar sus sentimientos y me molesta que no se permita llorar.
―Quiero abrazarte ―extiende sus brazos y arrastro mi culo hacia él. Hundo mi cabeza en su pecho; he tenido el privilegio de verlo sin camiseta hace unos días y quedé muda. Ahora mismo, estoy oliendo el perfume de su clásico desodorante Axe.
―Te voy a extrañar mucho, ¿por qué tenés que cambiarte de colegio? ―mi labio inferior tiembla y levanto los ojos. Su barbilla se pega contra su cuello en un esfuerzo por mirarme.
Sus brazos son cálidos y me hace una caricia en la espalda, sobre la línea del enganche de mi corpiño.
―Porque quiero hacer algo que me gusta ―la respuesta es clara y contundente. Fácil, podría decirse, y tan básica que pone en duda mi propia elección.
¿Quiero aprender acerca de la economía mundial, sobre cálculos de plazo fijos y esas cosas que hoy por hoy no entiendo? Me disgusta no tener las cosas tan claras como él y haber elegido, simplemente, la opción menos comprometida.
―Te admiro.
―¿Estás loca?
―Estás cambiando todo lo que conocés por lo que realmente querés hacer. ―Sigue manteniendo su agarre en mí y no quiero soltarlo. Sin embargo, de continuar la conversación, será más cómodo que nos alejemos.
Parece leer mi mente porque sus brazos se deslizan por mi cuerpo y sus manos caen hasta tomar las mías.
―Eso no es admirable. Admirable es lo que hace un doctor todos los días, salvando vidas y eso ―sus dedos viajan hacia mi largo flequillo o el intento de él. Lo corté una semana antes de venirme de viaje y me arrepentí al instante.
―¿Vos siempre tenés que arruinar mis elogios? ―le doy un golpecito al brazo y hace una exagerada escena de dolor.
―No era mi intención, sabés que no ―sus agradables ojos marrones se suavizan y mi corazón late muy pero muy fuerte.
Por una fracción de segundo creo que nos vamos a besar y poco me importaría que nos vieran; estamos sentados en un gran salón de comidas compartido con otros grupos de viajeros mientras que los tres padres que nos acompañaron se ubican cerca de la pileta custodiando que ninguno se mande ningún moco.
―Yo también voy a extrañar que nos juntemos a hacer la tarea y que corrijas mis faltas de ortografía. ―Me susurra, friccionando mis hombros con ternura ―. Voy a extrañar mucho, mucho que hagas ruidito cuando tomás la leche en taza.
―¡Eso no es nada a comparación de los eructos de ustedes dos! ―Involucrarlo directamente en una conducta que incluye a Juani lo hace tensar. Lo conozco lo suficiente para percibirlo.
―De todos modos no es que vaya a mudarme lejos o viajar a la Luna ―dice con otro ánimo.
―Lo sé, pero entre nuestros largos horarios y los tuyos, no vamos a tener mucho tiempo de vernos.
―Los fines de semana podemos seguir juntándonos. Poner un día de reunión obligatoria.
―Si es que no tenemos mucho por estudiar, es una buena idea.
―¿Sábados a la noche?
―Hay que ver si Juani no empieza con los entrenamientos más duros. Se está tomando muy en serio esto de ser jugador de fútbol ―respondo con orgullo. Juan Cruz se esmera mucho entrenando y le ha ido muy bien en la última prueba. Parece que el entrenador de la categoría ya decidió tenerlo entre sus filas como titular.
―Entonces, tal vez nos podamos organizar para ir a verlo ―Propone.
Mi sonrisa es tan grande que siento que mis habituales hoyuelos me perforan la carne. Él continua acomodándome el pelo detrás de la espalda, mirándome con cariño.
Yo, en cambio, soy una contradicción andante. Me gusta Ezequiel, mucho. Pero es mi amigo y después de varios días de darle vuelta al asunto de nuestro beso, me di cuenta de que siente que si avanza conmigo, estaría traicionando a Juani. ¿Por qué se siente así? Es algo que no entiendo y me da vergüenza preguntar.
Sí, yo avergonzada de ser tan directa y hacer preguntas disparatadas.
―¡Hey! ¿En qué andan ustedes dos? ―Como llamado por el universo, Juani aparece con el toallón envolviendo sus caderas y sus nuevos abdominales al viento. Le encanta ser el centro de atención y desde que su físico ya va adquiriendo nueva forma, anda mostrándoselo a todo el mundo.
Zeke desliza sus piernas y las pone de un solo lado del extenso banco de madera; ambos estábamos de piernas abiertas, enfrentados, en nuestro propio mundo.
―Estaba diciéndole que lo vamos a extrañar ―respondo ante el silencio de Ezequiel.
―Sí, boludo. ¿Cómo te aguantaste tantas semanas sin decirnos que te ibas a fin de año?
―Estuve triste por lo de la abu Clemen y después se me pasó...no fue fácil decidirlo. Yo tampoco quería dejarlos ―Hago puchero, viendo su desánimo.
Paso mi palma entre sus omoplatos, consolándolo. Juani se sacude el pelo como un perro mojado, salpicándonos y dando por terminado el momento de sensibilidad al que estuvimos expuestos.
―¡Juani! ―Zeke y yo nos quejamos al unísono y caemos en una risa fácil.
Sí, sin dudas, lo vamos a extrañar mucho.
29 de noviembre
Estamos en el micro de vuelta al colegio, donde nos esperan nuestros padres. Vamos cantándole al chofer que apure el motor, pero en realidad, yo no tengo ganas de llegar a casa tan rápido ni terminar mi viaje de egresados.
Juani estuvo sentado a mi lado como una estampilla. Prácticamente, me acompañó al baño. No ignoré que Ezequiel, sentado en la fila de atrás, estuvo todo el viaje hablando con Gaby, la "Reina de la primavera", según la votación del curso en septiembre pasado.
Es como una de las Barbies que tengo en la repisa de mi habitación y con las que cada tanto juego. Sí, mi hermana me dice que ya soy grande, pero me gusta inventar alguna que otra novela con ellas mientras las peino.
Gaby Méndez ya tiene pechos. Como muchos pechos. Y parecen aún más grandes porque es flaquita y alta. Miro instintivamente los míos y digo "meh" en silencio. Mi corpiño con relleno no hace magia, aunque aumenta un poquito mi tamaño.
―Permiso ―pido a mi amigo y no me escucha ―. ¿Me dejás pasar? ―pregunto a Juani, clavado de rodillas en su asiento y mirando hacia atrás.
―¿Adónde vas?
―Al baño, ¿puedo? ―realmente estoy molesta, de muy malhumor.
―Sí, sí, obvio ―Se abre paso quedándose de pie en el pasillo, capturado por uno de los chicos en un debate muy profundo: ¿tetas o culos?
Super interesante.
Bah.
Camino inestable la distancia que me separa hasta la puerta del baño. El cartel superior indica que está ocupado.
"Ojalá no haya un varón haciendo lo segundo", ruego para mí. No hay nada más asqueroso que ser el que sigue en esos casos.
Cruzo una pierna sobre la otra, aguantándome. No sé por qué siempre voy a último momento. Mamá me dice que me puede agarrar algún tipo de infección urinaria.
Muerdo mi labio y miro hacia el techo esperando no orinarme encima; por suerte, los chicos están en cualquiera y nadie puede ver mi ansiedad.
―Uf, menos mal que saliste ―resoplo sin ver quién abre el cubículo, entrando como poseída.
Nada más importa que mi pis.
Ahhhhhhh...
Mis piernas se aflojan cuando mi necesidad fisiológica desaparece.
Después de limpiarme y hacer la descarga de agua, levanto mis pantalones y lavo mis manos en el pequeño lavatorio. Me acomodo la trenza sobre el hombro y al salir, encuentro que Ezequiel está esperándome en la puerta.
―Listo, ya podés pasar ―Llevo la mano a mi pecho, aliviada.
―No necesito entrar de vuelta, soy yo el que te dejé pasar.
―Ni me di cuenta. Estaba muy concentrada en liberarme ―le guiño el ojo, tontamente y él sonríe.
Él siempre me sonríe a pesar de lo infantil que soy.
―Coni, mirá...hay algo que tengo que darte, pero antes ―mete la mano en el bolsillo delantero de sus jeans rotos, haciendo una pausa que confabula contra mi nerviosismo ―, necesito que me prometas que esto será un secreto.
―¿Otro más? ―murmuro mirando hacia el alboroto en la mitad del micro. Nadie parece advertir nuestra charla.
―Vos sabés que soy muy vergonzoso, pero eso no quiere decir que nuestro beso o esto ―agita el papel plegado en su mano ―no sea sincero.
―O sea que el beso te gustó. ―le digo en voz bien bajita.
―Obvio que sí...pero...―se remueve el pelo y no es buena señal.
―Sí, ya sé ―pongo los ojos en blanco ―. Lo que sea que juraste con Juani.
―Él no sospecha nada, ¿no?
―No. Igual últimamente está re pegajoso. ―le digo con naturalidad. Zeke, sin embargo, me mira intrigado ―. ¿Qué?
―Que él está enganchado con vos, Coni. Y no como amigo solamente.
―¿Qué?¿Estás loco? Nah. Para nada. Es una tontera. Es como si vos me dijeras que entre Gaby Méndez y vos no pasó nada ―Listo, lo largué.
Estuve celosa todo el viaje. No sé por qué ni con qué criterio, pero lo hice.
―¿Yo?¿Con Gaby? ―Su rostro se contorsiona como si le hubiera dicho que me voy a Australia a montar canguros.
―Estuvieron cuchicheando todo el viaje. Ella se te tiraba encima y se refregaba sus tetas en los brazos ―Expreso con seguridad, tratando de disimular mi molestia.
―Hablamos, nada más ―se muestra fastidioso y sus labios se hacen una sola línea ―. Creo que fue un error haberte emboscado acá atrás. Perdón. ―De repente gira y encara hacia el pasillo del vehículo, pero soy lo suficientemente rápida y lo agarro por el codo.
―Pará, ¿qué te pasa?
―Nada, Coni. Es tonto de mi parte lo que iba a hacer.
―¿Darme ese papel es tonto? ―Mi mano no se queda quieta y se hunde en el bolsillo trasero de su vaquero, allí donde guardó el papel antes de girar. Es obvio que mi actitud lo toma por sorpresa.
―¿Estás loca? ―Cuida de no levantar la voz.
―¡La tengo! ―Victoriosa y orgullosa por mi hábil maniobra, comienzo a desdoblar la hoja de carpeta rayada para cuando me agarra de las manos.
―No la leas acá. Prometéme, no, mejor juráme que la vas a leer el último día de clases.
―Pero para eso faltan diez días. ¿Cómo voy a aguantarme todo este tiempo?
―Ese es tu asunto, no el mío ―responde con cara de lógica pura.
―No podés hacerme esto, sabés que soy hiper ansiosa...dale...por fa...―Ezequiel se da vuelta y camina de regreso a nuestros asientos, conmigo pisándole los talones ―. No podés hacerme eso...―gruño cerca de su oído para no levantar sospechas.
―No, no puedo ―Sonríe de lado, haciéndome derretir.
Y lo odio.
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Industrial: escuela con orientación técnica. En algunas escuelas, los egresados se reciben con títulos de electromecánica; otros, como Maestro Mayor de Obras ( similar a constructores certificados) tras 6 años.
Dar cabida: darle lugar. Ignorarlo.
Sociedad de fomento: Asociación de bien público sin fines de lucro, en donde suelen realizarse actividades que mejores la calidad de vida de los vecinos.
Corpiño: sostén.
Mandarse un moco: desbandarse, hacer una travesura. Equivaldría a "mandarse alguna cagada"
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