Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

40

Salgo por la puerta y allí lo veo. Juani tiene una ligera barba, algo poco frecuente en él. Lleva los anteojos puestos, dejando de lado los lentes de contacto que usa cuando juega.

Los pasos que me separan hasta la reja – una adquisición casi por obligación a causa de los robos que los vecinos han sufrido estos últimos años – se asemejan a los de la milla verde.

Soy injusta, lo sé y estoy dispuesta a sacar de su miseria a Juani. Él merece a una mujer fiel, honesta, que esté con él ciento por ciento, en cuerpo y corazón.

―Perdón, pero no podía seguir sin saber de vos ―su voz es un gemido de dolor. Quito la llave de la puerta y le abro ―. ¿Puedo pasar? ―pregunta ante mi silencio.

―Sí, sí, claro. ―Los segundos que pasan hasta que ingresa en la vivienda son en completo estrés y análisis de ambas partes.

―Sé que tendría que haber esperado a que me respondieras alguno de los mensajes que te mandé, pero la ansiedad me mataba ―Se muerde el labio y la cantidad de pasos que da hacia adelante son los mismos que los que retrocedo. Choco contra la mesa y él se detiene ―. ¿Esto hice con vos?¿Alejarte tanto que ni siquiera puedo acariciarte? ―su mirada triste me desarma. Muerdo el interior de mi mejilla, evitando llorar como una tonta.

―Nunca fuiste vos, Juani. Siempre se trató de mí ―las palabras encuentran un orificio de salida. Llevo la mano a mi pecho, sintiendo el frenético latir de mi corazón traicionero.

―No, me niego a escuchar el típico "no sos vos, soy yo". No. ―su cabeza se sacude de un lado al otro ―. Somos mejor que eso.

―¿Qué somos, entonces? ―mi labio inferior tiembla, con la culpa como estandarte.

Juani me mira, con la ignorancia de saber todo lo que he ocultado durante este tiempo dentro de mi mente, ignorando el recorrido que los dedos de Ezequiel han trazado sobre mi piel.

―Un matrimonio atravesando una crisis. ―Desliza con facilidad.

―Crisis es una palabra muy pequeña ―Suelto, también con facilidad.

Juani se quita la campera de cuero que tan bien combina con su sweater de cachemira color chocolate y sus jeans claros. Sigue siendo un hombre hermoso, atlético, considerado.

No me gané nada de lo que es.

A continuación arrastra una de las sillas y eleva las cejas preguntando en silencio si puede sentarse. Asiento y lo hace.

―Estas semanas fueron insoportables sin vos a mi lado.

―Juani, esto ya lo escuché y...

Exhibe su palma, silenciándome con educación.

―Por favor, dejá que te diga todo lo que ocurrió durante tu ausencia.

Quiero que se vaya, que deje de retorcerme el puñal en el estómago, pero no lo hace. Cruzo los brazos sobre mi pecho y tomo asiento a dos metros de su silla.

Le toma unas cuantas respiraciones recobrar su discurso, hasta que finalmente sale.

―Pasé por muchas fases durante estos días, todas asociadas con el hecho de no verte y no poder admitir que me habías dejado. Sí, sería temporal, aunque entre vos y yo, sabíamos que era probable que no volvieras a mi lado ―sus labios se fruncen y no se detiene ―: Me devané los sesos preguntándome qué podía hacer para recuperarte y llegué a la conclusión de que estaba siendo ciego, egoísta. De que estaba anteponiendo todo lo que yo quería, ignorando – inconscientemente, claro – lo que vos necesitabas.

Por un momento se me alteran las palpitaciones; supuse que él tendría ánimos de insistirme porque volvamos, prometiéndome lo mismo de siempre. Francamente, no que asumiera que estaba siendo un tanto desatento o arbitrario en su conducta.

Continúa.

―Después de recoger toda tu ropa y querer tirarla por el balcón, pasé dos días durmiendo sobre la montaña que armé ―mi boca forma una "O" involuntaria ―. Patético ¿no? Pero no quería dejarte ir. Y tirar tu ropa no iba a solucionar las cosas, sino un verdadero cambio de actitud.

«Llamé a mi terapeuta, solicitando sesiones urgentes. Hablé con ella todos los días y a cualquier hora; me ha ayudado a ver las cosas desde otra perspectiva. Eso incluye que mi padre dejara representarme una vez que firme contrato con mi nuevo club».

Oh, eso sí que es totalmente inesperado.

―¿Cómo lo tomó tu papá?

―No muy bien ―asume ―, pero entiende que soy un hombre cercano a los treinta y que tomo mis propias decisiones. O algo así ―con esa sonrisa a medias admite que ha sido manipulado por sus padres durante mucho tiempo. Conozco a Bernardo y a Teresita y entiendo el rol de padres protectores, aunque fuera exagerado―. Ya está todo cerrado con el Milan, Coni.

―¿El Milan de Italia? ―mi voz sale chillona.

―Es un contrato muy generoso y aunque sé que soy muy bueno en lo que hago, debo reconocer que me sorprendió mucho la cifra que ofrecieron.

Mis brazos se extienden para abrazarlo de inmediato; él mantiene sus brazos colgando verticalmente, hasta que entiende que esto va más allá de nuestro matrimonio. Esta es la gran oportunidad profesional que ha estado esperando.

―Lo conseguiste. ¡Lo conseguiste!¡Estoy tan orgullosa de vos! ―en cuclillas, rodeo su preciosa cara. Veo en sus ojos el agradecimiento sincero; puede que mis sentimientos hayan mutado con el tiempo, pero sé cuánto se rompió el lomo para obtener un contrato con un club tan importante. Uno con gran historia deportiva y competitivo al ciento por ciento.

―Gracias ―me toma las manos y le da un beso suave a cada una. Me levanto lentamente y regreso a mi silla, acercándola a la suya ―. Fue una negociación ardua, pero en una semana ya tengo que presentarme a entrenar.

―¡Es un notición!

―El departamento que me dieron es precioso. Está bien ubicado y es grande ―sus ojos pardos me miran, adelantándose a sus palabras ―. Es lo suficientemente amplio y cómodo como para proyectar una familia.

Oh, mierda.

Mierda, mierda...¡no, no, no!

Se suponía que no tendría que decir me eso.

Se suponía que él volvería con las mismas promesas que me alejaron de España, se suponía que yo rechazaría su falta de compromiso, que quedaríamos como amigos y que aceptaría que no estábamos hecho el uno para el otro.

Que yo le diría que prefería que nos divorciáramos.

Se suponía que él no estaría derramando su corazón, diciéndome todo lo que yo quería escuchar. Aquello por lo que prácticamente le rogué hace dos semanas.

―P-pero...no querías tener hijos...―Trago con dificultad, en shock.

―No dije que no quería, dije que entendía que lo mejor era esperar unos años más. Te repito: empecé terapia. Me di cuenta de que me casé con vos porque te amo con todo mi ser, que tu felicidad es la mía y que aunque es probable que tardemos en quedar embarazados, quiero intentarlo.

―No, no podemos ―las palabras salen velozmente. Cubro mi boca ante mi exabrupto.

―¿Perdón?

―Lo hacés para que yo vuelva con vos. No porque lo estés deseando de corazón ―Las excusas fluyen, el terror se drena por mis poros ante el nuevo panorama.

―No, ¡te juro que no! ―se desvive por aclarar la situación y me agarra de las manos. Se arrodilla frente a mí, insistiendo ―: Quiero formar una familia con vos. Sin importar cuánto nos tome. Estoy trabajando en mis frustraciones, en cuánto me cuesta admitir mis fallas.

―Vos mismo dijiste que puede que tardemos en concebir, dado que es una posibilidad que atraviesa cualquier pareja. ¿Eso no te frustraría?

―Mmm...existen otros métodos. ¿O no?

―¿Estarías dispuesto a probar otros métodos de no poder conseguirlo naturalmente?

―Claro que sí. Todo con tal de ser padres, ¿no? ―Sus ojos son terroríficamente sinceros. ¿Los míos? Hecho de hielo y desconcierto.

―¿Qué me garantiza que no te arrepientas durante el proceso?

―¿Me escuchaste? Estoy trabajando en eso. ―Muerdo la piel de mi labio, dilucidando su estrategia. Sin embargo, todo me lleva a pensar de que realmente está yendo a todo o nada.

La verdad de sus revelaciones, de su trabajo arduo para ser un mejor esposo y persona me golpean con fuerza.

―No...no esperaba que quisieras tener un bebé.

―¿Cuándo dejaste de confiar en que, equivocado o no, yo siempre te amé y quise lo mejor para los dos?

Cubro mi rostro con ambas manos, la culpa como una hiedra venenosa aferrándose a mis órganos, dejándome sin aire.

―Te amo. Haría lo que sea porque estemos juntos. ―Su declaración no es inesperada, claro que no, pero que haya evaluado tomar este camino sí lo es ―. Sé que me amás. Como también sé que no soy lo único que amás ―¿Es posible que haya descubierto lo que siento por nuestro amigo?¿Que sepa que pasé un fin de semana en la cama de Ezequiel, deleitándome con su cuerpo y con sus manos? ¿Qué estuve gritando su nombre entre gemidos desesperados y chasquido de pieles calientes? ―. Coni, amor, tengo dos pasajes de avión para mañana a la noche. Te lo estoy ofreciendo porque quiero que vengas conmigo a España, que terminemos de empacar y volemos a nuestro nuevo hogar en Italia. Que empecemos una nueva vida, con otras perspectivas.

Nivelo mi mirada en conflicto con una tranquila y confiada.

Mis rodillas flaquean ante este cambio de planes, ante la impensada realidad que me choca como un Scania que va a mil kilómetros/ hora en una autopista.

―Luchemos. No nos dejemos vencer por inoportunos fantasmas. ―Su pedido es descarnado y el doble sentido de sus palabras no dejan de preocuparme.

Él viajó hasta aquí, en clara posición de lucha. ¿Es probable que esto sea producto de su desesperación por recuperarme, un manotazo de ahogado que se esfumará en cuanto esté de regreso a su lado? ¿Es suficiente para que salgamos de la crisis en la que nos encontramos?

Poner un posible niño en la ecuación no es la solución, lo sé por experiencia propia. Mis padres no han sido el mejor ejemplo. Sin embargo, no es ni más ni menos que lo que le pedí: cumplir mi sueño de ser madre, formar una familia con él.

Está jurando que tratará de seguir trabajando en ello, rompiendo mis excusas, destruyendo mi potencial pedido de divorcio.

―Tengo que pensar en todo. Ahora me duele la cabeza...―es todo lo que sale de mis labios, casi pidiéndole permiso. En un susurro o una plegaria, no lo identifico.

―Por supuesto, ¿te traigo un vaso de agua, una aspirina? ―me ayuda a ponerme de pie mientras niego.

―Que mala anfitriona soy. Ni siquiera te ofrecí agua a vos ―mi voz se desploma y su sonrisa es cálida.

La bola de tristeza que se aloja en mi garganta oprime mis cuerdas vocales y debo tragar con esfuerzo. Mis manos con vida propia se dirigen a la cara de Juani.

―Sos tan lindo ―La verdad cae por su propio peso.

―Vos sos hermosa ―Acaricia el cabello que cae cerca de mis orejas y trata de colocarlo detrás de ellas.

―Soy tan mala esposa ―el peso por confesarme me aflige. Él tiene que saber la verdad antes de embarcarnos en una posible reconciliación o en una futura amistad. Abriendo mi boca, necesitando expresarme entre medio de lágrimas e indefinición, mis palabras son sofocadas por un par de dedos largos.

―Shhh, se trata de empezar de nuevo. ―Me acaricia con su voz.

―No, no, yo realmente soy una mala esposa. Necesito contarte que...

―Coni, no importa. No importa. ―Es categórico. Dudo los alcances de su deseo por ignorar cualquier cosa que tenga que decirle.

¿Qué sabe?¿Qué sospecha?¿Es solo mi cabeza jugando estúpidos juegos mentales?

―Mañana a las siete de la tarde tengo que estar en el aeropuerto de Ezeiza.

Sus labios besan mi frente y sus manos todavía están en mi cara. Las mías cuelgan de sus antebrazos, formados por el deporte y el constante entrenamiento.

―Pensálo: vos, yo. Una familia. Un departamento bonito. Una nueva ciudad. Un nuevo comienzo. ―Su aliento caliente baja, tocando mi nariz, terminando en el arco de cupido de mi boca.

Veo el deseo en sus ojos, en la dilatación de sus pupilas. Mi respiración se agita en mi pecho al rememorar nuestro primer beso, nuestra primera experiencia sexual. Nuestro casamiento. Nuestra luna de miel.

Es innegable que he sido más feliz que infeliz a su lado, pero también soy consciente que los tiempos cambian y que los anhelos personales de uno no siempre corren en la misma dirección que los del otro.

Juani está dispuesto a caminar a mi lado. A volar a la par mía.

A intentarlo.

―Te extrañé mucho ―su nuez de Adán sube y baja, su voz es de terciopelo, alimentando mi llama interna.

―Juani...yo...―El sonido muere cuando su boca desciende hacia la mía, sellándola con un beso cariñoso, tierno. Gentil, como es él.

Mi cuerpo cede ante lo conocido. No hay resistencia, no tomo distancia.

Mi corazón golpea en mi pecho alentándome a continuar, resucitando aquella vieja familiaridad que nos llevó al altar.

Puede que la chispa entre nosotros no baste para incendiar el Amazonas, que no haga que mi sangre se convierta en lava...pero Juani es increíble. Por dentro y por fuera, y sería tonto no reconocer cuán buen tipo es.

Un tipo que me ama, que está dispuesto a seguir trabajando por los dos.

Me aferro al cuello de su camisa, pero él se separa ante mi ímpetu. Parpadeo desconcertada, entendiendo que estábamos en concordancia.

―No quiero que las hormonas nublen tu juicio, Coni ―es dulce y considerado. ¿Por qué no puedo sentir el vuelo descontrolado de mariposas en mi interior? ¿Por qué no puedo ser la adolescente cautivada por este precioso hombre, la mujer que confió en que el amor inocente y la costumbre podían serlo todo? ― . No me malinterpretes, me gusta mucho que tengas este tipo de reacción ―a juzgar por su erección rozando mi muslo, se siente algo más que contento ―, pero no es como debemos proceder ―sus ojos , más verdes que marrones ahora mismo, recorren mi mejillas, desarticulado y en conmoción ―. Voy a quedarme en la casa de mis viejos con el celular cargado y prendido toda el día para que me preguntes lo que quieras, para que te saques todas las dudas con respecto a lo que quiero de ahora en más, ¿sí?

―Juani, espero que hayas entendido que no se trataba solo de "un cambio de aire" ―enfatizo, encontrando las palabras que hace un rato me eran esquivas ―. Venir a Buenos Aires se trataba de algo más profundo.

―Lo sé. Y aunque no me lo pediste, estuve coordinado un posible trabajo para vos. Claro, si estás dispuesta a volver conmigo.

―¿Qué? ―lo miro, aturdida.

―El club está incorporando talentos jóvenes en el área de publicidad y marketing. Necesitan gente en sus oficinas y les hablé de vos, de tus estudios. ―Mi boca se entreabre, sopesando las posibilidades de aplicar mi título en algo concreto, real.

―Pe-pero yo no tengo mucha experiencia. Cosas freelance y...

―No te desmerezcas. No lo hagas ―sella mis labios con su dedo ante mi perorata ― . Quedáte tranquila con eso, yo ya les expliqué que habías tenido trabajos sin tanto alcance, pero que contás con un gran potencial. Me dijeron que si estabas de acuerdo, podían concertar una cita con vos. No se comprometieron a aceptarte de una, pero una entrevista es algo, ¿no?

Me cuelgo de su nuca automáticamente y de repente caigo en la cuenta de que nada de todo lo que acaba de suceder en esta media hora estaba en mis planes.

Oh...mis planes.

Confesarle a Juani mi infidelidad.

Admitir que pensaba en un divorcio.

Decirle que veía mi futuro ligado a Buenos Aires y lejos de Europa...

―No hace falta que ya me des una respuesta ya. Tomáte unas horas para pensarlo bien ―Repasa el mechón que situó detrás de mi oreja y me besa la nariz en un gesto que me dobla las rodillas.

Juani realmente parece haberse enfocado en mejorar nuestra relación y de golpe, mi corazón se encoge de rabia y se traduce en un fuerte dolor de estómago.

―Por último, quiero remarcar que siempre deseé tener un bebé con vos. Estaba asustado cuando exteriorizaste lo que te pasaba; desde aquella vez en que perdimos aquel embarazo me quedé un poco...cómo decir...atontado...―Enfatiza el "perdimos", como algo que nos sucedió a ambos.

Siempre se había mantenido apartado de la situación, distanciado emocionalmente, como si el embarazo solo hubiera sido mío y no nuestro.

―Está bien, no tenemos que volvernos locos.

―Lo sé, pero te aseguro que la práctica va a ser entretenida ―su sonrisa es linda y fresca.

Nos tomamos de las manos y jugueteamos con nuestros dedos por unos minutos; su pulgar toca mi alianza, recordando que no es un simple anillo.

Juani me da un último beso en la cabeza y nuestros pies se mueven hacia la puerta de salida. Lo acompaño hasta la reja de adelante y nos despedimos con un gran abrazo.

―Hace frío, entrá rápido. ―Protector, anima.

―Dale. Hablamos.

Juan Cruz gira sobre sus talones y a punto de cruzar la calle, vuelve a mí, ya de regreso al interior de la casa. Me detengo sin esperar la pregunta que me hace después.

―¿Hablaste con Zeke en estos días? ―su tono es despreocupado; yo, sin embrago, desconfío.

―Sí, claro ―respondo con naturalidad, ocultando todo lo sucedido ―. Estuvo ocupado con la entrega de unos muebles; la lluvia de este fin de semana lo postergó todo.

―Ah, ok. Porque pensé en hacerle una visita.

―Te sugiero que lo llames primero. Viste cómo es de estricto con su trabajo―la liviandad en mi tono flaquea, pero mi semblante está bien enmascarado.

―Sí, creo que sé cómo es ―Suspira y, finalmente, cruza hacia la casa de su madre dejándome con demasiado por pensar.

****************************************************

Scania: marca de camiones.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro