30
Miro mi anillo de compromiso mientras me aferro a la barra del carrito de compras del supermercado chino. Los pequeños cristalitos brillan y refractan la luz, haciéndolo lucir más elegante y sofisticado de lo que parece.
Cuando volví de España durante la primera semana de enero lo primero que hice fue mostrárselo a Julieta, mi amiga. Pensé que ella saltaría de felicidad, que gritaríamos como dos locas desatadas y por fin me daría las palabras de aliento que necesitaba para convencerme de que estaba haciendo lo correcto.
Su simple "felicitaciones" me dejó de una pieza.
Ese mismo día, ella se fue a cenar con unas amigas y yo me quedé sola, en nuestro dúplex, preguntándome qué le pasaba. Al día siguiente, reconoció que se sorprendió, que creyó que estaba "apresurándome".
¿Pero qué era lo que tenía que pensar? Ella misma se había mostrado super contenta cuando Juani se arrodilló en nuestra casa. Ella misma me hizo pensar en cuál decisión era la correcta.
No la entiendo.
Escuchar a Juani defendiéndome ante Teresita terminó por consolidar mis sentimientos hacia él. No es que no supiera que lo amaba, pero se la estaba jugando por mí, peleando a capa y espada contra la "reina madre" de su casa.
Ir de compras los sábados es mi normalidad en Buenos Aires, aunque lo que no es normal, es estar en el mercado del barrio de mi mamá, al que solía ir con Zeke cuando Juani estaba en Europa y el pedido de casamiento no estaba en mi cabeza.
Han pasado tres meses de mi regreso y él no sabe, al menos no de mi boca, que tenemos pensado casarnos el próximo año, probablemente cerca de la fecha de cumpleaños de Juan Cruz.
No sé por qué ni siquiera se lo dije.
O mejor dicho, no sé por qué no quiero decírselo. Tiempo presente.
Aparentemente, Juani tampoco abrió su boca, caso contrario Zeke hubiera reaccionado, ¿no?
En la estantería de los lácteos, miro las etiquetas sin leer, perdida en mis divagues mentales y mi inquietud con respecto al tema.
Hoy por la mañana desperté temprano con la intención de ir a casa de mi madre y esperarla con la comida lista. He aprendido varias recetas a partir de mi vida independiente y no he intoxicado a nadie hasta ahora.
De más está decir que no tomó a bien mi decisión de irme a España; si bien estaba de acuerdo con el compromiso, supuso que el casamiento se desarrollaría más adelante.
―Pensé que se casarían una vez que le ofrecieran algo en Argentina―se mostró decepcionada. Fidel, en cambio, fue más reflexivo, confiando en que sabríamos cuál era la mejor decisión para ambos.
―No, pretende ubicarse en un nuevo club de Europa ―Para ese entonces, tragué con el sinsabor de haberme enterado un día antes de viajar a Buenos Aires que se llevaba a las patadas con su entrenador y que su padre le estaba buscando otro club.
Por suerte, la mano mejoró y un equipo como el Espanyol de Barcelona lo llevó a préstamo a sus filas. La semana pasada hizo dos goles y fue ovacionado por los aficionados, consiguiendo que su ánimo mejorara y el técnico lo mire con mejores ojos.
―¿Coni?¿Sos vos? ―mi nombre suena a mis espaldas. Cierro los ojos e inspiro profundo insuflándome paciencia, ya que no tengo ganas de lidiar con la persona que me llama. Giro con una sonrisa fingida y una expresión plástica en la cara que indica sorpresa.
―¿Celeste? ¡Hola! ―nos damos un beso tibio en la mejilla, aunque ella se muestra más efusiva que yo.
―Hace mucho que no nos vemos. ¿Cómo estás?
―Bien, bien. Estaba comprando algunas cosas para cocinar en casa de mi mamá. ¿Vos, en qué andás?
Que no me diga que va a lo de Zeke, que no me diga que va a lo de Zeke...
―Zeke se fue de pesca con los chicos y quería dejarle algo preparado antes de que llegue. Tengo guardia esta noche. ―Mierda.
Sus palabras me indican que volvieron a ser amantes en el transcurso de estas semanas. De seguro, la misma cantidad de semanas que llevo yo ocultándole a quien es (¿o era?) mi amigo, que estoy comprometida con Juani.
―Ah, bien ―la firmeza de mi voz me traiciona y carraspeo, esperando porque no note mi incomodidad ―. ¿Tenés algo en mente? ―Repongo otra de mis sonrisas de cortesía.
―¡Algo con carne seguro! Viste que no concibe no consumir proteínas ―me responde como si fuéramos cómplices o viejas amigas de escuela. No somos ni una cosa ni otra ni me interesa serlo.
Modo perra activado.
―Sí, cuando venía a casa adoraba las milanesas de mi vieja.
―Me imagino. Me contó que fueron muy cercanos ―"Fueron", en tiempo pasado.
Interesante.
Quisiera decirle que seguimos siéndolo, que compartimos secretos que nunca nadie sabrá y que ninguno de los dos podrá olvidar el choque de nuestros cuerpos, el modo en que se ensamblaron aquel mediodía en su casa.
No lo hago, obviamente, ya que el destino nos ha ubicado en puntos distintos en esta larga línea de vida.
Mi sonrisa es débil y la suya brillante. ¿Zeke le habrá contado acerca de nuestro revolcón? Si lo hizo, ¿qué esperaba que sucediera? O por el contrario, ¿por qué no decirlo, si no hay nada de malo? No es como si hubiéramos sido los únicos amigos con derechos, ¿cierto?
―Bueno, sí...uh, creo que es mejor que me apure así mamá no se pone ansiosa por la impuntualidad ―Finjo mirar un reloj que no existe en mi muñeca. Mi mamá ni siquiera sabe que voy a experimentar un almuerzo en su cocina.
―Dale, lo mismo corre para mí. Quiero hacerle un pastel de papas a Zeke y me voy a demorar bastante si no activo desde ahora ―me causa envidia que le cocine, la familiaridad que tienen y cuánto se conocen.
―La mamá de Zeke le cocinaba pastel de papas―Comento casi en un suspiro. Debería haberme mordido la lengua. ¿No era que me tenía que ir?
―Sí, me lo dijo ―Obvio, son pareja después de todo y se comparten cosas de la vida cotidiana.
La despido con un saludo flojo, al pasar, casi de compromiso. A pesar del intercambio y de sus ansias por gestar una conversación más fluida, no estoy de ánimo para que quiera acercárseme.
Pago la cuenta, recibo caramelos en lugar del vuelto en monedas y voy protestando bajito. "No compro nada con caramelos, sino con moneditas de diez centavos", me gruño a mí misma esperando cambiar el humor cuando llegue a casa de mi madre.
***
¿Qué suele pasar cuando uno arranca el día con el pie izquierdo?
Respuesta: todo sale mal de ahí en adelante.
Mi boloñesa quedó ácida y mis fideos pasadísimos. ¿Resultado? Un pegote incomible que tuve que tirar.
―Lo tuyo no es la cocina ―mamá confirma como si hiciera falta. Está luchando con la esponja tratando de quitar el resto de salsa en la sartén.
―Bueno, che, hasta hoy siempre me salió todo re rico ―Este plato era mi "caballito de batalla" y es la primera vez que resultó horrible.
Mamá se ríe y menea la cabeza y unas ganas locas por abrazarla me inundan. Hago un bollo con el mantel de la cocina, lo dejo sobre la mesa y me acerco por detrás, rodeándola a la altura de las costillas, agradeciéndole en silencio que se comió hasta el último de los fideos que se sirvió sin importar cuán feo estaba.
―Hey...¿y eso?¿A qué viene? ―su pregunta es de manual. No somos una familia de abrazos y palabras dulces, más bien de risas fuertes y besos al pasar. Gira sobre sí misma y me agarra de las manos, examinando mi rostro ―. ¿Por qué estás llorando, nena? Si te preocupa, ahora me tomo un Sertal por si me cae mal la comida ―Sonríe mientras que sus dedos levantan mi barbilla buscando una respuesta.
―Te voy a extrañar cuando me vaya lejos. A vos, a Fidel, a Jose y a Milo ―Sorbo mi nariz con angustia anticipada.
―Me costó un poco hacerme a la idea de que te irías, pero mientras estés segura de que es lo que querés, todos vamos a estar bien, ¿entendés?
―No te voy a mentir, a veces tengo más ganas de quedarme que de irme, pero necesito un cambio de aire.
―¿Irte a España, a tantos kilómetros de acá, va a darte eso?
Dudo por un segundo y cierro los ojos hasta que mi aceptación sale en un suspiro ahogado.
―Sí.
―¿Casarte con Juani es lo que realmente deseás?
―No hay un hombre mejor para mí.
―No es lo que te pregunté, tontita ―me toca la punta de la nariz y me lleva a la silla cercana. Hemos tenido nuestras fuertes discusiones, incluso nuestros días de silencio mutuo, pero en estos momentos disfruto a pleno de esta madre cariñosa y oyente.
―Amo a Juani, no tengo dudas de eso.
―¿Entonces?
―Entonces ―largo la respiración de a poquito ―entonces...entonces...me gustaría que estuviera jugando acá. Pero entiendo que luchó mucho por irse al exterior y lograr que un buen club apueste por él. Ahora mismo es titular indiscutido y tiene a los hinchas en el bolsillo. ¿Qué tengo yo? Un trabajo como camarera y un título universitario en trámite que no me garantiza un empleo inmediato ni que sea de mi agrado ―no es la primera vez que lo digo en voz alta, lo que no lo hace menos espantoso ―. Quiero probar suerte en otro lado, acompañar a Juani. Quiero ser su esposa.
Mamá me dedica esa sonrisa agradable que se parece tanto a la mía y me besa los nudillos, serenándome.
―No hay nada más que pensar, Coni. Dejá de torturarte.
―¿Y si me va mal?
―¿Y si te va bien? ―Esta cuota de optimismo de su parte me conmueve; después de su divorcio de papá y su ausencia definitiva en nuestras vidas desde que cumplí 18 años, el romanticismo no forma parte de su vida diaria. Con Fidel, ni siquiera comparten casa, aunque me consta que él muere porque se muden juntos.
―Supongo que esas palabras son las que necesitaba. Gracias.
―No fui la mejor mamá, ni la más amorosa del mundo. Reconozco que cuando me separé de tu padre me volví amargada y resentida. Me vi sola, con dos hijas, en un lugar distinto al que recordaba como mi casa y con cuentas por pagar. Por mucho tiempo renegué con el hecho de ser la única proveedora, hasta que saqué pecho y me dije que tenía que enfrentar la realidad. Tu padre estaba rehaciendo su vida, con otro hijo en camino, y eso me dio más furia pero también, más empuje. Salí al ruedo y encontré a un ser maravilloso como Fidel. Paciente, trabajador. Un buen hombre. Él me convirtió en una mejor mujer. Me hizo ver muchas cosas, entre ellas, que las estaba dejando de lado a ustedes ―para este instante, ambas somos dos mujeres llorosas y contradictorias.
―Mami...mamita...nadie tiene un manual...
―Lo sé, pero no te acompañé como fue debido en su momento.
―Yo ni siquiera sé cómo hubiera reaccionado si mi hija pequeña quedaba embarazada.
Me abalanzo sobre ella y el abrazo es intenso gracias a las palabras dichas y a las que quedan silenciosas flotando entre las dos.
Cuando nos alejamos, arrastramos nuestras lágrimas en simultáneo.
―Nunca dudes de vos y siempre, escucháte. Priorizáte. Quedáte con quien te ame sinceramente, con quien te ayude a volar y no con quien te corte las alas, hija.
―Gracias, gracias.
Intercambiamos pañuelos desechables y nos sonreímos como tontas.
―Ahora, vamos a pedir helado. Necesito sacarme este gusto horrible de la boca. ―le arrojo el repasador y larga una carcajada.
Sin dudas, este almuerzo fue de lo más bizarro del mundo.
***
Esa misma tarde voy a casa de Josefina a visitar a la familia. Facundo está de viaje y ella está sola con mi sobrinito hermoso. Hay un sol brillante y hermoso en lo alto, las nubes apenas se notan en el cielo y la brisa es digna de un día de abril.
Mientras espero porque mi hermana abra, el ruido del escape de una motocicleta rompe mis esquemas. Sé exactamente a quién pertenece ese cacharro.
Mierda, no quería que me viera.
Toco el timbre otra vez, apurando a mi hermana. Me aferro a mi bolso cruzado, aun de espaldas al taller de mi amigo.
¿O ex-amigo dada la falta de conversación durante todo este tiempo?
―Vamos, Jose, abrí la puerta, carajo...―Siseo y no hace falta mirar hacia atrás para sentir la presencia embriagadora de Ezequiel. El perfume de su desodorante, junto al ruido de sus pasos pesados, son inconfundibles.
―No te hagas la distraída que sé que me viste llegar a casa ―el calor de Zeke cubre mi cuerpo por detrás. Su voz rasposa eriza mis vellos.
Trago y me volteo, con la misma sonrisa idiota que le di a su novia más temprano.
―Ho-hola...no...la verdad es que no presté atención. En realidad estoy nerviosa porque mi hermana no atiende el timbre y tengo miedo porque le haya pasado algo ―mi tono es natural ocultando cuán intranquila me pone estar a su lado.
―Me pareció verla con el cochecito a dos cuadras de acá. ―Señala hacia la esquina y, dicho y hecho, ella aparece con mi sobrino en brazos y el carrito siendo empujado con la otra mano.
―Menos mal...―llevo la mano a mi pecho ―. Mmm...gracias...
―¿Por qué?
―Por trasmitirme algo de seguridad, supongo.
Zeke permanece con las manos en los bolsillos delanteros de sus vaqueros desgastados, los mismos que le he visto puesto infinidad de veces en su trabajo. La correa de su mochila cuelga en su hombro y la visera negra con el logo del taller le hace sombra en la frente.
―Me encontré con tu novia. Me dijo que te fuiste de pesca con los chicos.
―Volvimos más temprano porque estaba lloviendo en San Nicolás. Y no pescamos un carajo― Bromea.
No me corrige al llamarla "novia". No me pregunta bajo qué circunstancia nos encontramos ni de qué fue la conversación.
Josefina está cerca y agita su mano con fuerza a medida que se acerca.
Debería esperarla con la boca cerrada, incluso acercarme y tomar al bebé en mis brazos para aliviarle la carga y, sin embargo, no es lo que hago.
―Me comprometí con Juani. ―Largo, sin anestesia y con una culpa gigante.
Zeke parpadea, acaso el único atisbo de gesto que muestra.
―Felicitaciones. ―dice con una mueca difícil de interpretar.
―Gracias.
―De nada ―responde con una máscara gélida y retrocede cuando mi hermana se pone a mi lado.
Jose está ensimismada en su mundo de pañales, oleo calcáreo y leches maternizadas en tanto que yo no puedo siquiera coordinar movimientos. No fue el modo más sutil de contar la noticia a mi amigo -o a quien supo serlo- pero necesitaba quitarme ese peso de encima.
¿Por qué no protestó cuando se lo conté?¿Por qué tuvo que ser tan frío en su tono de voz?
Jose no deja de hablar mientras la sigo hacia el interior de su casa y no es sino que me quedo mirándola como una idiota que me doy cuenta de que me estaba preguntando algo.
―Perdón, no estaba prestándote atención.
―¿En serio? No me había dado cuenta ―su ceja se eleva, sarcástica. Tomo en mis brazos a Milo y ella aprovecha a acomodar en las alacenas la mercadería que acaba de comprar. Cuando termina, me mira con sus ojos analíticos y profundos. Las manos en las caderas son un plus para su postura recia. Me hago la tonta, jugueteando con mi sobrino ―. ¿Qué pasó allá afuera?
―¿Afuera? Nada ¿Por qué? ―sueno un poquitín histérica.
―No intentes mentirme. ¿Qué pasó con Zeke? Vos estabas pálida como un fantasma y él estaba más rígido que los muebles que construye. Ni siquiera se acercó a saludarme con un beso o a acariciar al gordito como hace siempre.
―¿Acaricia a Milo?
―Sí, es bastante cariñoso con él, de hecho. Cosa que me sorprendió, claro, no lo tenía como un blandito. Quizás está preparando el terreno, ¿quién sabe? ―Sube sus hombros sugerentemente y se da la vuelta, sin pensar que acaba de clavarme una horrible daga en mitad de mi pecho.
Me cuestiono si debiera preguntarle cuánto sabe acerca de una futura paternidad o si sabe cuán seria es la relación con Celeste. Me muerdo la lengua, después de todo, ¿qué mejor que Ezequiel finalmente siente cabeza con una chica trabajadora, atenta a sus necesidades y que lo quiere?
El asqueroso vomitito de mi sobrino sobre la toallita en mi hombro me hace un favor, ya que descarrila mi tren de pensamientos y evita que mi hermana pregunte más de la cuenta; pongo el agua a hervir mientras ella lo cambia en su cuarto y abro el paquete de medialunas que compró en la panadería de la vuelta de su casa.
Hablando de todo y nada, de su vida de casada y madre de familia, la tarde pasa entre risas, llantos del bebé y olor a caca. Cuando la noche cae, agarro mi bolso y mi hermana me pregunta si quiero quedarme a dormir.
―Facu no llega hasta mañana al mediodía. ¿Tenés algo que hacer?
―Sinceramente, no.
―¿Pedimos empanadas? ―Agita sus cejas con diversión. Pobre de mi hermana, debe ser la única diversión a la que puede aspirar con un niño pequeño y un marido que viaja al menos dos veces al mes.
―¡Hecho! ―y no dudo en correr hacia la heladera en busca de los imanes con el envío a domicilio.
***
ZekeMZ: ¿Estás ahí? Perdón por lo del otro día. No tuve mi mejor reacción cuando me contaste que te habías comprometido. Supongo que tendría que haberte abrazado y felicitado como corresponde, y no solo haberte disparado una distante palabra.
Las palabras de Ezequiel aparecen después de dos semanas de haberle arrojado la bomba de mi casamiento. Estoy en pijama, a punto de irme a dormir, y esto sin dudas es inesperado.
¿Le respondo como quien no quiere la cosa o profundizo mi sentir? Tampoco es que sepa cuánto más decirle. Caigo en el mal hábito de morderme la uña y finalmente le contesto.
GypsyRed: No tenés que disculparte. Nuestra amistad merecía más que semejante noticia arrojada al viento.
Presiono "enter" y espero. Cuando veo que está escribiendo, me alivia.
ZekeMZ: ¿Por qué no me lo contaste antes? Sé que perdimos contacto, que siempre pasa algo que nos distancia de golpe, pero ¿por qué ocultarlo? Eventualmente Juani podría habérmelo dicho también.
Me alegra que no vea el titubeo de mis dedos sobre el teclado o el sollozo que humedece mis ojos. Remojo mis labios, sopesando una respuesta honesta.
GypsyRed: No sé. Perdón por ser tan desconsiderada.
ZekeMZ: ¿Pensaste que iba a hacerte dudar con lo que te dijera?
GypsyRed: Probablemente...
ZekeMZ: Era cantado que dirías que sí, pero creo que coincidimos en que la noche de tu graduación no era el momento oportuno.
Una triste sonrisa tironea mi piel.
Abro y cierro la boca, buscando la protesta; su lealtad es demasiado grande y no vale la pena discutirla.
GypsyRed: Digamos que no te sorprendió mi noticia si no el tiempo que tardé en contártela.
ZekeMZ: Básicamente.
GypsyRed: Juani te pidió silencio.
ZekeMZ: No, pero antes de que vos aceptes, me había pedido ser el padrino.
Escribo un "¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿qué?????????????" que viola cualquier código de gramática. Me late fuerte el corazón y esta vez quisiera estar frente a Juani y zamarrearlo. ¿Cómo se le ocurre pedirle semejante cosa a Zeke?
ZekeMZ: A juzgar por la exclamación, no es algo con lo que estés a gusto.
Mis hombros se desploman al igual que mi ánimo.
GypsyRed: en absoluto, para qué mentirte.
ZekeMZ: Para tu tranquilidad: me negué de lleno. Me sentí halagado, demasiado, pero ni siquiera soy el mejor amigo de Juani en este momento. Es un rol muy importante como para que sea ocupado por alguien que no ha estado a su lado durante mucho tiempo.
GypsyRed: Coincido, pero Juani es terco y siempre te tuvo aprecio. Pensando en frío, no suena descabellado.
Después de un largo momento de incertidumbre, él toma impulso para escribirme.
ZekeMZ: ¿Ya pusieron fecha?
GypsyRed: Reservamos fecha en el registro civil para el próximo febrero.
ZekeMZ: Waw, la cosa marcha.
GypsyRed: sip...
ZekeMZ: Me alegro por ustedes. Son perfectos el uno para el otro.
GypsyRed: Gracias, me importa mucho tu opinión.
El mutismo se instala nuevamente, poniéndome ansiosa. Sin embargo, a punto de continuar el diálogo, él lo da por finalizado contra mi voluntad.
ZekeMZ: Acaba de llegar Celeste. Voy a abrirle la puerta.
GyspyRed: Debe estar muy cansada, merece atención. Mandále saludos de mi parte.
ZekeMZ: Dale, gracias. Y...¿Coni?
GypsyRed: ¿¿Sí??
ZekeMZ: Siempre voy a ser tu amigo.
Lleno mi pecho de aire y asiento con la cabeza, aprovechando que no me puede ver. Digito un "Gracias" que queda para una próxima sesión, ya que se desconecta antes de que presione "enviar".
Y me voy triste a la cama por eso.
******************
Pastel de papas: Preparación que consiste en una capa de papá pisada con manteca, otra de carne picada bien sazonada y una última capa de puré de papas el cual suele gratinarse.
Sertal: medicación que alivia la indigestión.
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