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28

Es sábado y es noche de chicas: pizza, Fernet, alguna cervecita y chismes.

Juli, su hermana Tatiana, mi vieja amiga Lorena y yo nos reunimos en lo que suponemos, es un aquelarre moderno. Tatiana todavía no es de mi agrado, pero su hermana vive conmigo así que "agua y ajo" para mí.

Sigue siendo igual de incómodo que pregunte por Zeke siendo que fui clara al decirle que él estaba de novio con Celeste y muy contento con ello. Supongo que es el precio que pago por ser amiga de un semental rudo como Ezequiel.

Lejos quedó la tarde en que me dijo que no amaba todavía a Celeste; mucho más lejos, la tarde en la que estuvimos juntos.

No puedo olvidar nada de lo que pasó entre nosotros.

Mi cerebro recuerda cada toque, cada gemido, cada suspiro. ¿Por qué me castiga así? No lo sé.

Con respecto a Juani, todavía no he tomado una decisión; me quiere a su lado, me necesita alentándolo y siendo su fan número uno.

El que por el contrario parece dejarme de lado, es Zeke. Chateamos muy poco y nos mensajeamos menos; me consta que Celeste sigue entrando y saliendo de su casa y de su vida ya que mi hermana Josefina se mudó la semana pasada a una casa justo enfrente del taller de carpintería.

Puta casualidad.

Una oportunidad salida de la galera los tuvo ofertando a Jose y a Facundo por una vieja propiedad, muy conservada por dentro y por fuera, con tres dormitorios y un lindo jardincito delantero. Tiene trabajo por hacer en lo que respecta al patio trasero, pero nada que una buena intervención con mucho amor no pueda resolver.

Quejumbrosa, con los tobillos hinchados y la vejiga inquieta, está llegando a la recta final de su embarazo. Milo está presionando todos sus órganos y limitando su paciencia.

La última charla en su desvencijada camioneta me tiene inquieta. ¿Será que él es quien quiere algo en serio y ella todo lo contrario? Mentiría si no dijera que me tiene intrigada qué es lo que Celeste puede ofrecerle que lo cautiva tanto como para querer asentarse.

Gruño, molesta.

―El otro día vi a tu amiguito Zeke en el antro de su amigo ―Tatiana saca el tema con un tono irónico para nada alentador.

―Sí, es un habitué. ―respondo, cansada porque lo meta en el medio de la conversación de mujeres.

―¿La novia es rubia y flaquita? ―Waw, esa información me tiene con las antenas bien paradas.

―Mmm, no. Es morocha, curvilínea.

―Es evidente que anda en el mercado de vuelta y no estás al tanto.

―La verdad que hace un tiempo que no hablo con él.

Dos semanas y tres días, si soy precisa.

―Ese chico nunca va a sentar cabeza ―mi amiga Julieta asume en tono firme, sin dejar de mirarme.

Nunca le confesé sobre la tarde de sexo que tuvimos, ni cuán confundida estoy en su presencia, sino tan solo que fuimos un equipo de tres muy unido que se disolvió y se volvió a juntar con el tiempo.

Si soy crítica, ella jamás lo miró con buenos ojos, sosteniendo que está muy pendiente de lo que hago o dejo de hacer, salvándome las papas en cualquier momento y merodeando más de la cuenta. Para Julieta, Ezequiel es un acechador que se esconde en su personaje de buen amigo.

Alego que es porque ella no tiene este tipo de amistad con nadie.

Eso nos valió un pequeña peleíta que solucionamos rápido al evitar el tema Zeke y ya.

―Hay gente que no nace con el sentido del compromiso sentimental en los genes ―Lorena me guiña el ojo. Pongo en blanco los míos y me siento en la obligación defenderlo. ¿Hoy es el día "ataquen a mi amigo"?

―La madre lo abandonó cuando era un nene chiquito, es lógico que tenga algunos temas sentimentales no resueltos con el género femenino. Abandona antes de que lo abandonen, no se gasta en establecer vínculos duraderos para no resultar herido ―Irritada, me meto papas fritas en la boca para no mandarlas a cagar.

―Podría ir a un psicólogo. Pero los detesta ―aporta Tati, muy segura de su información.

―¿Y qué sabes si nunca fue a uno? ―Acuso con la situación pasando de castaño oscuro.

―Una de las veces que salimos me dijo que nunca fue y nunca iría. ¿No sabías eso? ―No sé por qué Tatiana está buscando roña. Por un momento pienso en levantarme del sillón e irme a mi habitación, pero detengo mi impulso e ignoro la provocación sin sentido.

―Sí, obvio ―es una verdad a medias.

Zeke no es de los que pondera la terapia, pero jamás lo he escuchado asegurar tan férreamente que no iría a un profesional de la salud mental en caso de requerirlo.

―Bueno, bueno. Mucho Ezequiel por hoy. ¿Vemos una peli? ―Conciliadora, Lorena disipa la inesperada tensión. En busca de los DVD's que alquiló lee uno a uno los títulos.

Elegimos una comedia, con la esperanza de reírnos sin cuestionar qué pasa en la vida de mi amigo y me siento aliviada.

Cuando Tatiana y Lore se van, Julieta y yo nos quedamos lavando los platos, limpiando el desorden y juntando las botellas vacías.

―Che, no seas tan obvia ―dice por sobre el ruido del agua cayendo.

―¿Por qué lo decís? ―Pliego mi entrecejo, desorientada por el comentario.

―Porque casi le arrancás los ojos a mi hermana cuando te dijo que Zeke parecía estar con otra mina que no era su novia.

―¡Ay, eso no es verdad! ―niego demasiado pronto para mi gusto y odiaría tener que darle la razón ―. Lo que me molesta es que lo difame constantemente. Como no le dio bola a ella, entonces es un cerdo patológico. Quizás Tati no era la indicada y punto; no pasa de página, parece.

―¿Y vos la pasaste? ―Cierro la canilla y me escruta con sus grandes ojos castaños. Trago, esperando no delatarme.

―Zeke es mi amigo. Lo amo, como amigo. ―Sueno firme.

And the Oscar goes to...

―Sí, claro, y yo soy Heidi y vivo en la pradera con mi abuelito ―me arroja el repasador húmedo y se estampa en mi pecho ―. Mirá, Coni, yo no te voy a juzgar. Si querés encamarte con tu amigo, me importa un bledo. Si querés hacer un trío con Juani y Zeke, que dicho sea de paso sería una excelente idea, también te banco en esa ―quiero reírme, pero hablamos de algo serio ―. Lo que no me gustaría es que salgas lastimada de este triángulo―Bajo la cabeza, derrotada por su diagnóstico.

―No existe tal triángulo. ―Mi voz es muy chiquita.

―Sí y lo sabés. ―caigo sentada en la silla y unos segundos después, ella se arrodilla ante mi ―. Amiga, tengo cara de tonta, pero no lo soy. Bueno, no del todo. El asunto es que hace años que te conozco y veo cómo es Zeke alrededor tuyo. No es envidia, bueno, a decir verdad ojalá tuviera en mi vida un chico tan atento a mis necesidades como él ―hace poco se peleó con Dante, su chico de los fines de semana, lo cual hace brotar su sensibilidad ―. La cuestión es que tu relación con Zeke -sea cual sea- está saboteando todo lo lindo y positivo que tenés con Juani.

―¿Vos crees que debería casarme con él?¿Ahora?¿Sin haber trazado un camino o un plan a futuro?

―No, no estoy diciendo eso, estoy diciendo que por estar alerta a los movimientos de Zeke estás perdiéndote de vivir a pleno lo que te ofrece Juani. Hoy por hoy, ¿qué tenes? Un trabajo en un bar y una carrera en suspenso. ―Es tan cierto como triste que no tenga ambiciones de algo más grande.

―Estoy tramitando el título ―el cual, con suerte y viento a favor, lo tendré en poco menos de un año.

―Las dos sabemos que no hace falta tener el título colgado en la pared para decir que sos diseñadora gráfica―ejemplifica sabiamente. Chasquea su lengua y clarifica ―. Coni, lo que quiero decir, es que no tenés por qué meter excusas para decidir si querés o no estar con uno o con el otro. La distancia, tu diploma en curso, tu familia...siempre va a haber algo que te retenga acá en lugar de ir a España. Mi pregunta es, ¿qué te impide estar con Ezequiel, entonces?

Una lágrima empieza a correr por mi mejilla, fría, insípida, reveladora.

Muerdo mi labio con la confesión ardiendo en mi garganta. No se lo he contado a nadie, ni siquiera a Lorena, que es mi costilla, todo por miedo al prejuicio.

―Tuvimos sexo. Hace unos meses. Fue...escandalosamente genial ―asumo y me cubro la cara.

―No me resulta sorpresivo.

―¿No?

―No, Coni. Tengo la oportunidad de verlos a ambos cuando están juntos y en ambientes diferentes y puedo ver cómo se miran, se hablan, se tratan. ¿Lorena lo sabe? ―niego con la cabeza. Me toma de las manos y las acaricia con las suyas.

―Pasó cuando no estaba con Juani. Y yo forcé la situación para que suceda. ―respiro, agitada ―. Yo me había alejado de Juani, llevábamos algunas semanas, más bien meses, sin hablarnos con frecuencia ni tratándonos como novios. Fui al taller de Zeke, subimos a su depto...y pasó.

―Pasó.

―Sí. Íbamos a hablar de lo sucedido después de tener sexo, pero su padre se cayó en el baño, se quebró la cadera y todo se complicó. Esa misma semana volví a su taller convencida de que teníamos que aclarar los tantos y lo vi muy coqueto con Celeste, la que terminó siendo su novia.

―¿Y qué hiciste en ese momento?

―Nada. No intervine. Me llevé la comida conmigo y llegué a casa de mi mamá llorando. No le dije nada; pocos días después él apareció en la facu y me negué a subir en su moto. Le dije que iba a volver con Juani porque él sí estaba dispuesto a luchar por mí.

―Ufff, ahora entiendo al pobre Juani.

―Nunca le dijimos que Ezequiel y yo nos acostamos. No tenía sentido amargarlo ―Aflojo los hombros y limpio las lágrimas que caen sin parar por mi cara ―. Supongo que es lo mejor.

―¿Para quién?

―Para todos. Juani no tiene por qué saber lo que pasó y tampoco creo que a Zeke le importe guardar el secreto un poco más. No es como si hubiéramos vuelto a caer en la tentación.

―Y de presentarse la tentación ―entrecomilla ―, ¿cómo pensás que actuarías esta vez?

El labio me tiembla, en clara respuesta. Mi cabeza está confundida, pero mi cuerpo sabe lo que quiere. Mi silencio es elocuente.

―Lo supuse. Y ahora, ¿cuál sería el dilema?

―No puedo estar con Zeke; él está tratando de ir serio con Celeste, hacer las cosas como corresponde. No quiero entrometerme, no sería más que un obstáculo.

―¿Y con Juani?

―Adoro a Juani. Lo amo. Tenemos mucha historia. Funcionamos bien. Todo se da naturalmente con él.

―¿Y el sexo? ―Hemos hablado de sexo innumerable cantidad de veces y sin embargo logra sonrojarme contra mi voluntad.

―Es amable, tierno. Cuando se pone un poco intenso...uff...eso sí que es bueno.

―O sea que tenemos dos hombres distintos en apariencia, pero muy parecidos en el fondo. Uno – Zeke – con presunto terror al compromiso. El otro- Juani- con una férrea necesidad de compromiso.

―Sí, es una buena forma de simplificarlo.

―Vos, ¿querés o no querés a alguien comprometido, que te trate bien y sea bueno en la cama?

―¿Sos team Juani?

―No, soy team Coni ―me recuerda.

Miro hacia el techo, nuevas lágrimas gestándose en el fondo de mis ojos. Se me hace un nudo en la garganta al sopesar ambas opciones; no hay dudas de que uno solo de ellos responde a lo que quiero, aunque el otro mueve células desconocidas en mí.

―Lo sospechaba―exhala.

―¿Qué cosa?

―Que Juani es tu opción segura y que Zeke es quien te mueve el piso.

***

―¿Estás segura de que no tendrías que haberle dicho que ibas para allá? ―Mamá protesta, visiblemente consternada. Por supuesto que quería que eligiera a Juani, siempre tuvo debilidad por él y, sinceramente, creo que irme a Zaragoza unas semanitas me dará perspectiva.

He ahorrado para un pasaje y no mucho más deseando porque mi novio me de asilo después de todo.

―Mami, no obtuvo el permiso para viajar y va a ser titular este fin de semana. Es obvio que va a estar en su casa ―le respondo con firmeza, aunque tenga mis dudas.

Se supone que Juani no viajaría para las fiestas navideñas, algo que cayó como un baldazo de agua fría incluso para sus padres. Esta vez, ellos no viajan, por lo que tendré a su hijito todito para mí.

―Vos llamáme. No te hagas problema por la plata para el teléfono y no dejes de decirme cómo la estas pasando ―me voy hasta el 3 de enero, pero parece que fuera por años ―. Te voy a extrañar mucho.

―No te preocupes má, voy a estar bien. ―me abraza por quincuagésima vez. Sé que estará entretenida con el bebé de mi hermana, el gordito cachetón que nos tiene a todos babeando, y sus días pasarán volando.

Fidel me desea mucha suerte y me entrega mi mochila, el único equipaje de mano que no despacharé. El resto, ya siguió su ruta a la bodega del avión.

Cuando subo, mi corazón brinca fuerte. Nunca viajé por tanto tiempo; de chicas, fuimos a Disney cuando mis padres aún estaban juntos y me ha quedado un vago recuerdo de las ridículas orejas de Mickey y el castillo que aparece en todas las películas. Después de eso, no volví a salir del país.

Ya no tengo uñas de solo pensar en lo que me encontraré. Espero que Zeke no haya abierto su boca impertinente, aunque suele ser bastante leal en cuanto a secretos se refiere.

Ayer aparecí en su taller pasadas las cinco, con una docena de medialunas. No tocó una a pesar de mi insistencia y, por el contrario, prefirió llenarse la panza con mate.

―Nunca conviví con Juani. Sé que vacacionar no es lo mismo que estar día a día, pero es un acercamiento ―me mentí ―. Quiero darle una sorpresa.

―Vas a hacer un buen trabajo ―su sonrisa falsa me conmovió.

Zeke era duro en su forma de hablar, incluso podría decirse que calificaría de "bruto", con sus modos toscos y su pronunciación arrastrada y rasposa. Sin embargo, era más inteligente y hábil que cualquiera y para nada mentiroso.

Hasta ese momento.

―Vuelvo la primera semana de enero ―Anuncié, sin sentido, mientras él lijaba y lijaba las patas de madera de una silla. Molesta por su falta de atención, me fui de quicio ―¡Podés dejar de laburar y darme bola! ―grité, sorprendiendo a su nuevo empleado.

Zeke abandonó la áspera hoja y se quitó los guantes. Me agarró la mano de forma brusca y me arrastró hacia su oficina, lejos de las miradas indiscretas y los ruidos molestos.

La puerta traqueteo detrás de nosotros.

―¡No podés gritarme así, me escuchás!

―¡Me estabas ignorando!

―No, Coni, no te estaba ignorando. Estaba trabajando. Trabajaba mientras te escuchaba.

―No estabas oyéndome de verdad ―protesté.

Él se rascó la nuca, deambulando por la pequeña salita repleta de papeles y con una compu que se cae a pedazos pero sirve para su fin.

―A ver, ¿qué querés que te diga?¡Ilumináme! ¿Querés que te felicite por irte a ver qué onda con Juani?¿Que festeje que te vas de vacaciones a Europa? ―su voz derramaba bronca y tras un rápido avance, me tuvo acorralada contra una de las estanterías ―. ¿O querés que te diga que estoy celoso porque te vas dos semanas a coger ininterrumpidamente con tu novio? ―sus palabras fueron duras, afiladas...y excitantes.

Era una bestia enfurecida y verlo así, fuera de sus límites, al borde, me hizo cosquillear el cuerpo. La tentación personificada.

El aroma de su desodorante me abrumaba, me derritió las neuronas. Estábamos cerca, muy muy cerca, prácticamente rayando lo indecoroso.

Mis tetas rozaban su pecho sudado; la remera azul de Nirvana, roída y desteñida, se le pegaba a causa del sudor. Sus brazos en jarra y su creciente ira se complementaban, formando un cuadro tan peligroso como deseable.

―¿Lo vas a estar? ―Susurré, apretando sus botones.

En ese instante, Zeke tragó. Su mandíbula hizo un tic que me hizo temer por sus muelas.

―¿Importa?

―¿Y vos te pensás que no me pone celosa que estés con una mina distinta cada vez que vas al bar de tu amigo?

―¿De qué hablás?

―Tatiana, ¿te acordás de la hermana de Juli? Ella te vio hace unas semanas a puro arrumaco con otra chica que no es tu novia.

Él parpadeó, recapitulando.

―¿Y qué si estoy distanciado de ella y busco distracción? ¿Qué hay de malo? Después de todo es asunto mío y de Celeste el acuerdo que tenemos. De nadie más ―aclaró con firmeza, sin desmentir que no puede quedarse con las manos – y eventualmente con la bragueta – quietas.

Odié quedarme sin respuestas, expuesta y vulnerable.

―Por qué mierda no me dejás ser feliz, Coni. ¿Por qué carajos no te permitís serlo de una puta vez y nos dejas en paz a todos? ―sus gritos me dejaron de piedra; lucía fuera de sí.

Se apartó, guareciéndose detrás de su tosco escritorio. Sus puños impactaron contra la madera haciendo un grave "tuuum". Su cenicero de cerámica cayó al piso rompiéndose en mil pedazos. Las cenizas ensuciaron el piso, por lo general con algo de aserrín.

No era justo que me responsabilizara de su propia situación sentimental.

―Andáte Coni, por favor ―se desplomó en su silla y clavó los codos en su escritorio, revolviéndose el cabello. Tras varios suspiros, volvió en sí―. Que tengas un buen viaje y dale mis saludos a Juani ―su resignación apareció como un manto de calma.

Asentí con la cabeza, de pie contra la estantería y activé los pies, confirmando cuán mala fue la idea de verlo.

Abro los ojos y miro las nubes espesas a través de la minúscula ventana mientras el avión hace sus maniobras de despegue. Me aferro a los apoyabrazos y practico una respiración sostenida. La tensión se disipa una vez que ya estamos en el aire.

Ojalá siempre fuera así de fácil.

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Agua y ajo: expresión que responde a "a aguantarse y a joderse"

Roña: mugres, suciedad.

Bancar: darle apoyo.

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