20
Patricio Martínez se ha quebrado la cadera.
Hace varios días que lleva en el hospital, ya que fue operado; sin embargo, eso no fue lo peor. Lo dramático fue la confirmación del diagnóstico que acompañó a esa lesión: estaba transitando la primera fase de un cáncer que estaba ramificándose.
Cuando Ezequiel me lo dijo, me quedé muda.
Él lo sospechaba, claro, porque lo que comenzó con una aparente artrosis se convirtió en algo más en poco tiempo. Los dolores intensos en el cuerpo, su extremo cansancio, poco apetito con el consiguiente descenso de peso, debilidad ósea...
Obviamente, ante este panorama, ni Zeke ni yo pudimos hablar con respecto al encuentro sexual que tuvimos. No era lógico mencionarlo en este contexto de tristeza y preocupación.
El lunes, al regresar a mi casa en cuanto él bajó a socorrer a su padre, fui directo a mi habitación. No fui capaz de hacer algo productivo en todo el día, ni siquiera la lista del supermercado.
Mis manos viajaron reiteradas veces a mis labios, rememorando sus besos y mordiscos. Con mis ojos cerrados, trasladé a mi mente las sensaciones surgidas con cada penetración.
El sexo con Ezequiel había sido estupendo; suave, salvaje, amoroso. Todo junto y todo separado.
Me encontré mojada y excitada al pensar en él, en sus tatuajes, en su pelo largo y húmedo pegado a la nuca a causa del sudor del sexo. Su miembro era grande, más ancho que largo y lo suficientemente hábil para hacerme llegar a lo más alto de mi placer personal.
¿Cómo haríamos de aquí en más?¿Cómo mirarnos sin tocarnos?¿O haríamos de cuenta que nada sucedió?¿Cómo encaja Juan Cruz en este asunto?
Estaba distanciada de él y a pesar de algunos mensajes perdidos, no había nada en concreto.
Varias veces lo vi conectado en el MSN y mis dedos picaron por un "¿cómo estás?" sin compromiso.
¿Habría estado saliendo con alguien?¿Sería española o extranjera?
Odiaba encontrarme en este dilema. Amaba a Juan Cruz. Él era el sinónimo de un amor adolescente, pueril, que se gestó a partir del más inocente de los amores: desde la amistad. Éramos una pareja que había sorteado su buena cuota de obstáculos, habíamos crecido juntos y estábamos separados por no poder compatibilizar nuestras vidas.
¿Tendría que haber intentado con mayor ahínco regresar con él?¿Tendría que haberle sido incondicional sin importar las consecuencias? ¿Debería haberlo acompañado a Zaragoza?
En las revistas y programas de chimentos, las historias de modelos y actrices en ascenso que dejaban sus vidas en suspenso y sus carrereas meteóricas de lado por seguir a sus esposos era moneda corriente. Fueron designadas "botineras" y la cuenta iba en alza día tras días.
¿Podría ser yo una de esas mujeres?¿Cuántas lo hacían por sentimiento y cuántas por dinero?
Le debía franqueza, por estos años de pareja.
También estaba Zeke; su amigo y el mío. Con intermitencias, pero siempre estuvo allí para nosotros.
Los sentimientos por Zeke me eran complejos. No estaba familiarizada con la necesidad de verlo a cada hora, con la de arrojarme a sus brazos en cualquier momento o extrañarlo como lo haría una novia.
Ahora mismo, me encontraba con la responsabilidad de asumir que estas últimas semanas en su compañía hicieron florecer a una Coni que no se reía hacía mucho tiempo. Me hicieron desearlo de otro modo; sí, cabe mencionar que tenía una especie de enamoramiento o curiosidad por saber qué hubiera pasado si respondía a ese viejo poema con algún tipo de provocación o si en lugar de besarme fuerte con Juani en mi cumpleaños de quince lo hubiera hecho con él.
¿Y si hubiera cedido aquella madrugada de año nuevo?
Cuando fui a su casa, todo cambió. Al verlo de pie, con su ceño fruncido, sus bíceps saliendo de las mangas de su remera, sus jeans desgastados y su actitud de chico malo, mi piel combustionó.
No hubo cariño fraternal.
Al rechazar el almuerzo, sentí una daga en mi pecho. No esperaba que fuera tan brusco en su respuesta. A punto de marcharme, me pidió disculpas. Sus ojos sinceros me convencieron de que debía avanzar y ver hasta dónde podíamos llegar.
Dudé en provocarlo, vacilé en dar el primer paso de lo que esperaba fueran muchos. La recompensa fueron dos orgasmos alucinantes que me volaron la cabeza.
La idea de perderlo todo en manos de su poca constancia para estar con una misma mujer fue una constante durante estos días en los que nos mantuvimos distanciados por razones de fuerza mayor.
La internación de su padre, su incansable flujo trabajo, mis horarios locos de facultad que hicieron que no solo cursara de noche sino también de tarde, fueron los maléficos ingredientes en esta extraña ensalada de sentimientos y sensaciones.
Es viernes por la mañana, uno de mis días libres de universidad y no pude pegar un ojo en toda la noche.
A como dé lugar, tengo que ir a casa de Zeke antes de que vaya a visitar a su padre a la clínica. La operación fue un éxito, aunque el tratamiento a seguir sea una mierda dolorosa y un padecimiento que no tiene fecha de vencimiento.
Odio que mi amigo esté pasando por esto solo.
Puede que mis padres se hubieran llevado para el orto toda su vida, pero ninguno ha atravesado algo similar; Ezequiel se ha quedado sin mamá y sin su abuela Clemen hace mucho tiempo. Su tía Roxana también está enferma y me consta que el contacto con sus primos es casi nulo.
Paso por la rotisería que está a dos cuadras de su taller y pido los buñuelos de espinaca que tanto le gustan a pesar de ser reacio a comer verdura. Son crujientes, con un centro de queso fresco que se derrite apenas le das un mordisco.
Supongo que con la internación de su padre no ha tenido tiempo de hacerse comidas nutritivas ni elaboradas sino que ha recurrido a frutas al pasar o alguna barrita de cereal de las máquinas del hospital.
Compro unas latitas de Coca – nuestra adicción compartida – y unos flancitos caseros. Saludo a Salomé, la hija de los dueños, y me llevo el almuerzo.
Ensayo un discurso que pone en primer lugar a la salud de su padre, a su bienestar y me dispongo a escuchar la tristeza que de seguro, acompañará la voz de Zeke. Luego, quizás con algo menos de peso sobre sus hombros y azúcar en nuestra sangre, podamos hablar del elefante en la habitación. O en el taller. O donde quiera que comamos.
Probablemente no esté de ánimo para una nueva ronda de sexo. No me negaría si sucede lo contrario.
¡Pará, ninfómana!
Cuando llego al taller me alegra ver que el imbécil de Dardo no está. Hace rato que viene siendo un pelotazo en contra con sus protestas en torno al trabajo y el salario. Estoy segura de que quiere hacerse echar para denunciar a Zeke y a su padre, y demandarlos por un montón de guita que no tienen.
Le insistí a Ezequiel para que lo indemnice junto a una buena patada en el culo, pero repite hasta el cansancio que no es fácil encontrar un laburante como él, con años de experiencia, que "conozca el paño", y sea tan hábil.
Si algo nos dejó la crisis monetaria en Argentina, es montones de gente con ganas de trabajar y aprender de verdad.
Y también, de irse a Europa, como hizo Juani.
Asomo mi cabeza y el silencio es pasmoso. Me tienta gritar preguntando si hay alguien, pero probablemente no me oigan: es un espacio demasiado grande.
No hay ruido de maquinarias de fondo y un tema de AC/DC se escucha tenuemente. Voy hacia la oficina de Zeke y la puerta está cerrada. Los vidrios están cubiertos por unas persianas americanas que bloquean la vista.
Sin embargo, gracias al vidrio de burbujitas que tiene la puerta, distingo sombras.
En lugar de tocar, espío a través de la cerradura; escucho risitas, entre ellas una voz suave que dista de la ronca habitual de mi amigo.
Cierro un ojo y abro el otro, descubriendo a una chica de cabello negro hasta la cintura y vestimenta celeste tocándole el brazo. Él sonríe, un poco nervioso de acuerdo con lo que mi único ojo puede divisar y hablan sobre un número de teléfono.
¿De qué va todo esto?
Enderezo mi espalda y me quedo analizando mis alternativas:
a) ¿Golpeo la puerta y entro como si nada?
b) ¿Espero a que salgan y que la charla fluya una vez que me vea con la bolsita de comida?
c) ¿Me voy derecho a mi casa y me hundo a llorar en la almohada?
Dado que un horrible nudo de lágrimas me ajusta las cuerdas vocales y mi llanto no suele ser silencioso, opto por pegar la vuelta y desmenuzar este asunto en soledad.
Salgo disparada evitando tropezarme con alguna herramienta y apenas atravieso la persiana metálica del taller, rompo en llanto.
Realmente no estaba preparada para enfrentarme a la verdad: que Zeke es un picaflor y que aprovecha cualquier oportunidad para estar con una chica.
Vi poco, no lo niego, y probablemente tendría que charlar seriamente con él antes de enloquecer por completo; lo que es un hecho consumado, es que él jamás se comprometería a formar pareja estable con alguien. Está en su naturaleza, en su ADN, ir por la vida picoteando por todos lados.
Fue así en mi cumpleaños de quince, yéndose a un rincón a besuquearse con Gaby Méndez. Así se comportó las veces que fuimos a bailar, apretando con la hermana de Julieta o con chicas al azar.
Camino en dirección a mi casa y me alegro de que la brisa fresca de marzo esté dándome de lleno en la cara. Los nubarrones en el cielo presagian lluvia, por lo que espero llegar antes que se desate el agua.
Apresurándome durante la última parte del trayecto, llego con la bolsa de buñuelos y las Cocas y meto todo en la heladera sin siquiera tocarlo. Me desplomo sobre la cama y lloro.
Lloro y lloro.
Lloro desilusionada, dolida, sintiendo la cachetada de realidad picándome en la piel.
Zeke fue conmigo como lo es con cualquiera: amable, atractivo, seductor.
No fui especial. No fui la "única" tal como me dijo.
Qué tonta fui al pensar que la tensión sexual acumulada significaba algo más, que quizás podríamos traspasar esa barrera de amistad que por tantos años se mantuvo del lado de la lealtad.
¿Por qué cedí a su encanto?¿Por qué no pude contenerme y seguir siendo su amiga? ¿Por qué nublé mi juicio pensando en los "y si"?
No sé qué hora es cuando me despierto. Me he quedado dormida, sollozando y lamentándome por culpa del idiota de mi amigo.
Me odio por haberme permitido sentir algo más allá de amistad, por haber arruinado las cosas entre nosotros.
Me levanto, me preparo un té con limón y camino arrastrando mis pies descalzos de regreso a mi dormitorio. Tomo asiento en la computadora, chequeando los mails de la facultad, para cuando la ventana del MSN parpadea.
Es Juani.
Mi corazón late a mil por hora y desconozco la causa, o bien, porque son muchas y no puedo identificarlas al dedillo.
¿Es normal sentir que traicioné la confianza de Juan Cruz?¿Es lógico creer que Zeke quería esto tanto como yo pero por motivos distintos?¿Llevará Ezequiel una nómina de todas las chicas con las que se acostó?
Cierro los puños y protesto entre dientes. Lo bueno de que mamá pase los viernes en la casa de Fidel es que hoy puedo gruñir, patalear y protestar sin que nadie me pregunte los motivos.
El mensaje de "¿Hola, Coni, cómo va?" parpadea desde hace veinticinco minutos. Miro la hora; es casi medianoche en España si los cálculos no me fallan.
Mordisqueo mi uña dudando si entablar conversación y, sobre todo, si podré mantenerme callada acerca de lo que pasó en la casa de Zeke. Muevo el mouse y me entrego a lo que pase. De hecho, puede que Juani ni siquiera esté disponible a pesar de lo que diga su avatar.
GypsyRed: Hola.
Listo. Pulso "enter" y muerdo con fiereza mi labio inferior, esperando el sonido de la respuesta. Mientras tanto, continúo leyendo un trabajo práctico sin poder concentrarme.
Siete minutos más tarde, la pestaña del dialogo de Juani tintinea, la abro y encuentro un "hola" como respuesta.
GypsyRed: ¡Hola! ¿Cómo estás? Es muy tarde allá, ¿no?
Sé exactamente cuál es la respuesta.
JuaniV: Sí. Igual no me podía dormir.
GypsyRed: ¿Cómo van los entrenamientos?
JuaniV: Duros, pero vale la pena el esfuerzo. Ya van tres fechas que entro de titular y los periódicos me han puntuado con un 7.
GypsyRed: ¿Periódicos? Ya hablás como gallego. ¡Acá le decimos diario! ¿Te olvidaste ya?
Bromeo como siempre lo hice y espero que sirva para revincularnos. Lo extraño mucho y eso va más allá de mi historia/no historia con Zeke.
JuaniV: Tenés razón. Es la costumbre. Se me pegaron muchos modismos y expresiones. Supongo que es inevitable.
Durante un buen rato hablamos de esas palabras poco o nada utilizadas por estos pagos y que son de uso común en España. Nos divertimos sin chicanas ni pases de factura.
Me cuenta que el domingo jugará nuevamente, que está entusiasmado y que se lleva muy bien con el nuevo entrenador. También, que después de nuestra abrupta ruptura, empezó a ir a terapia.
JuaniV: Comencé pidiendo ayuda a la psicóloga deportiva del club y me sugirió que continuara con una terapeuta por fuera de la institución. Me ha servido de mucho, me ayudó a calmar mi ansiedad, a manejar mi frustración. A entender y aceptar que no todo debe darse como yo quiero ni en los tiempos que estipulo. A disfrutar el aquí y el ahora.
GypsyRed: Eso es muy bueno. Me alegra que hayas pedido ayuda y que realmente te sea útil.
La palabra "escribiendo" se mantiene vigente por varios segundos pero nada termina por saltar a la barra de diálogo. Espero y espero, hasta que finalmente, el texto aparece en la pantalla.
JuaniV: Te extraño muchísimo, Conita.
Ahí están esas tres palabras que temía leer.
Mis dedos bailan sobre las teclas sin saber qué poner, pero me gana de mano.
JuaniV: No estuve con nadie durante este tiempo; no espero que vos me digas lo mismo. Esto es solo una confesión. No podía estar con nadie. Lo sos todo.
Mi corazón se contrae como una pasa de uva.
Él no me pedía que me sincere con él ni que le cuente qué fue de mi vida amorosa durante estos meses. Se trataba de él, de sus sentimientos durante este tiempo, de los fantasmas contra los que batalló.
Era cuestión de confianza.
De que YO confíe en ÉL.
GypsyRed: Yo también te extrañé.
Digo sin mentiras. Sin ignorar mi conflicto interior.
JuaniV: Me mudé. ¿Te lo dijo Zeke?
Parpadeo con la revelación impactándome.
GypsyRed: No. Me contó que habló con vos, pero nada tan importante como esto. ¿Te mudaste a otra pensión?
Tecleo pensando en la razón por la cual nuestro amigo en común no me lo dijo. ¿Fue adrede?
JuaniV: Antes de que te la agarres con él, fui quien le pidió que lo mantuviera en silencio. Yo mismo quería darte la sorpresa cuando fuera un hecho.
Mis preguntas se resuelven rápidamente y respiro profundo.
JuaniV: Y con respecto al sitio, es en un departamento chiquito cerca del estadio. Nada elegante. No tiene mucha luz, pero me lo puedo permitir.
Estaba realmente orgullosa por él; no solo había viajado miles de kilómetros para llevar a cabo su sueño, sino que estaba progresando: admitiendo sus problemas de confianza en sí mismo, de competitividad y mal genio en progreso, buscó un profesional que le diera una mano. Y como si eso fuera poco, ahora se mudaba solo.
GypsyRed: Esa es una gran noticia. ¡¡¡¡Felicitaciones!!!!!
JuaniV: Gracias. Tengo únicamente una mesa redonda y una silla, un colchón tirado en el piso y una heladera que me prestó uno de los muchachos, pero está bueno no compartir el baño.
GypsyRed: No hay nada como un baño para uno solo.
Reímos por un buen rato, mezclando viejas anécdotas y otras nuevas relacionadas a mi día adía en la universidad.
JuaniV: Coni, yo te amo. Lo sigo haciendo. Siempre lo haré. Nunca lo olvides.
Como si un muro de hormigón se me hubiera caído sobre mi cabeza, lo dicho sentencia mi estado de ánimo.
Lágrimas gordas caen sobre mi cara, haciéndome sentir fatal.
JuaniV: Perdonáme si no es lo que esperabas que dijera, pero sos lo más hermoso que me pasó en la vida como para quedármelo para mí solo.
Cubro mi boca con ambas manos, sin poder escribir. Los dedos me tiemblan y la cabeza me late.
JuaniV: ¿Te asusté?
Me recompongo ante mi falta de respuesta; es obvio que necesita que reaccione.
GypsyRed: No, ¿cómo podría asustarme?
JuaniV: Entonces, ¿vos me amás?
Sí, lo amaba. Pero no como antes.
Ya no era el único hombre al que le había dado mi cuerpo y mi corazón. En estos últimos meses, Zeke había tenido la sutil manera de colarse bajo mi piel por completo. Quizás hayamos tenido sexo una sola vez, pero también hizo que mi corazón se sintiera a gusto y lleno de amor.
Debía ser cuidadosa con mis palabras, ya que cualquier punto y coma podía resultar esperanzador y decepcionante en partes iguales.
GypsyRed: Nunca podría dejar de amarte, Juani. Este tiempo alejados me permitió pensar mucho. En tus objetivos y en los míos.
JuaniV: Entiendo que no jugué limpio al ocultarte mi viaje. Y después no me comporté bien al llamarte egoísta. Me arrepiento mucho de lo que dije; estaba dolido y conmocionado por mi lesión. No iba a poder jugar por un par de fechas y sentía que cualquier cosa por fuera del fútbol me distraería de mi verdadero objetivo, ¿sabés?
GypsyRed: Juani...yo...no sé qué decirte.
JuaniV: ¿Y si me das una oportunidad?
Una sonrisa húmeda se abre paso entre mis gimoteos tristes puesto que continuaba siendo el Juan Cruz meloso que me había sabido conquistar con sus comentarios chistosos, su histrionismo. El mismo con el que pasé momentos tan traumáticos como felices.
GypsyRed: ¿Lo puedo pensar?
JuaniV: Claro que sí y te prometo esforzarme mucho para estar siempre que me necesites.
GypsyRed: ¿Siempre?
JuaniV: Estoy dispuesto a negociar el hecho de poder viajar todas las navidades, año nuevos, cumpleaños, pascuas judías y cualquier festejo que exista con tal de verte.
GypsyRed:¿No será mucho? 😉
JuaniV: No cuando lo que está en juego es nuestro futuro.
Una rayo de esperanza se coló en mi pecho. Puede que no todo esté perdido para nosotros. ¿Pero es lo que realmente quiero; mantener una relación a distancia, marcada por la incertidumbre y la confianza ciega?
JuaniV: Tengo que irme a dormir. Mañana me espera un día duro. Ya me concentro para el partido así que no creo que podamos hablar.
GypsyRed: Ya tendremos tiempo de hacerlo.
JuaniV: ¿Me lo prometés?
GypsyRed: No podría decirte que no.
*******************************************
Orto: Culo. Llevarse mal.
Rotisería: tienda de comida para llevar.
Gallego: en Bs.As., es utilizado para describir a cualquier español, no importa su lugar preciso de origen.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro