12
Zeke se queda inmóvil, con la boca entreabierta y rostro de sorpresa.
―Estoy embarazada y obviamente, no fue buscado. Fue un accidente.
―¡Mierda! ―expresa después de un rato de mantenerse en la luna de Valencia.
―Lo mismo dije cuando vi las rayitas del Evatest.
―No puedo creerlo.
―Yo tampoco. Hubo lágrimas, pataleo, millones de regaños de parte de mi madre...
―Waw...felicitaciones...es que...¡Waw! No puedo creerlo ―su sonrisa no sale completa. Está claramente conmocionado y no es para menos.
―Gracias, yo tampoco. ―Me acomodo un mechón de cabello detrás de la oreja para cuando se pone de pie y viene hacia mí dispuesto a abrazarme.
Inspiro profundo, concentrándome en el aroma a chocolate de su remera descuidada, en la cálida sensación de no sentirme juzgada. Extrañaba esto.
―No sé por qué intuyo que Juani no se lo habrá tomado muy bien.
―Nadie con diecisiete años podría, Zeke. Somos dos pendejos inmaduros a los que se les rompió el forro. ―Él traga, probablemente incómodo con el detalle íntimo ―. Perdón por mi crudeza.
―No te hagas problema, pasa.
―¿Te pasó? ―la pregunta sale como un misil antes de que mi cabeza sea capaz de frenarla ―. No respondas, no es necesario. Disculpáme ―mis palabras tropiezan y él se ríe. Bueno, no la cagué del todo.
―No, no me pasó. Pero sé que puede pasar ―Asume.
―La cuestión es que Juani no quiso...no quería...ya sabés...
―¿No quería que lo tuvieras? ―ruge, desorientándome.
―En realidad, no lo dijo explícitamente, pero empezó a enumerar todo lo que aún nos queda por delante y cuánto arruinaría nuestros planes de elegir tenerlo.
―Qué pelotudo ―Arrastra su cabello largo hacia atrás, molesto.
―Zeke, tener un bebé no nos presenta un panorama alentador; estamos terminando la secundaria, yo me quiero anotar en la facultad y él tiene una carrera prometedora como jugador de fútbol. Un hijo no encaja muy bien en esta situación.
―Coni, es un bebé. Es parte de los dos. Aunque haya sido concebido por error, o sin haberlo buscado, pero es tu hijo. Los actos tienen consecuencias y hay que hacerse cargo de eso.
Su discurso carece de bordes suaves. Es real, directo al hueso.
―No todos reaccionan de la misma manera, Zeke. Además, tampoco es que dijera algo descabellado.
Él menea su cabeza, negando, mirando hacia abajo.
―Es tu novio, tu puto novio...―masculla más para sí que para mí. Ignoro qué quiere decir y lo dejo pasar.
―Hoy a la noche tenemos pensado decírselos a sus padres, supongo que por eso estuvo a disgusto todo el día. Ayer vino a casa y no fue el gran orador que suele ser. Me pidió espacio, tiempo para procesarlo. Después de decirle que lo tendría igual, me prometió que estaríamos juntos para afrontarlo todo...―una lágrima escapa de mis ojos ―. Estoy tan cansada de llorar ―reconozco y en un santiamén, Zeke se arrodilla frente a mí.
―Coni, vas a ser una mamá genial. Un poco loca, pero genial. ―su sonrisa es ancha, plena, contagiosa. Mis labios se ensanchan, admirando su sensatez ―. Y quiero que sepas que aquí voy a estar, dispuesto a darte una mano en lo que necesites.
―No podía esperar menos de vos, amigo.
―Claro que no, amiga. ―me besa las manos y a mitad de camino de su elevación completa, me besa la frente ―. Por lo pronto, puedo hacerte la cunita.
―¿En serio?
―Sí. Estuve hablando con papá de hacer muebles infantiles. No está muy seguro de que funcione, pero estuve hojeando unas revistas de España y es lo que se viene. Ya no van más las cuchetas pedorras, los armarios aburridos y cuadrados. La onda es darle diseño.
―Oh, eso es genial.
―¿Queres ver algunos de mis bocetos? Son eso, ideas que aparecen y que todavía no tienen forma definida. Me vendría bien una mirada femenina,
―¡Me encantaría! ―digo con honestidad, descartando preguntarle por la chica con la que se paseaba de la mano el otro día y vamos a su habitación.
Caminando unos pocos metros ya nos encontramos en su santuario. Miro las paredes pintadas de azul oscuro y blanco. Ya no está más el empapelado horrible de margaritas. Tampoco los posters de Robotech o Mazinger Z. Es una habitación masculina, un poco desordenada, pero sin dudas, una habitación muy bonita.
―¿Te gusta cómo quedó? Cambié las cortinas y me deshice del papel de las paredes. Era una mierda aburrida y vieja.
―Por supuesto que sí. Es una habitación con carácter. Sin dudas, se parece a vos.
―¿A mí?
―Sí. Te transmite serenidad. Duro como el azul, que se suaviza ante la luz del blanco.
―Oh, sos todo una poeta.
―Aprendí del mejor ―le guiño el ojo, con la indirecta del viejo poema que me escribió cayendo entre los dos.
―Con respecto a eso ―avanza hasta ponerse delante de mí, casi sin separación entre nosotros. Me intimida su cercanía, pero no me alejo. Por el contrario, me gusta un poco ―, ese poema lo hice pensando en vos. No en otras, no para inflar tu autoestima. No sabía cómo decirte que me gustabas y creí que escribiéndotelo, lo entenderías.
Con que ahí estaba el quid de la cuestión.
―Siéndote sincera, me daba bronca pensar que yo no había provocado esas lindas palabras sino que era una más del montón.
―¿Sí? ―su ceño se frunce y una de sus manos se apoya en mi hombro.
―Por mucho tiempo pensé en la posibilidad de llamarte de vuelta para salir a pasear, para que volviéramos a ser amigos.
―¿Por qué no lo hiciste?
―Por Juani.
―Por Juani. ―Suspira.
―Después de su fractura pasamos mucho tiempo juntos y fue casi un paso cantado el que dimos. Una cosa llevó a la otra y bueno...aquí estamos ―Pongo mis manos en mi barriga plana, logrando el efecto contrario al que quería: alejarlo.
Zeke gira sobre sus talones y va hacia el bonito escritorio con cajones que ocupa la parte baja de su ventana. Toma una carpeta y me la entrega.
―Quiero que los veas y decime qué te parecen.
Ya no hablamos de Juani ni de nuestro noviazgo. Tampoco de que lo vi hace unos días con esa chica de la mano por la calle.
Me hizo bien olvidarme de lo que está por venir en un ratito.
***
A pocos metros de llegar a casa ya puedo distinguir una figura sentada en el porche de enfrente. Es Juani. No pienso detenerme y mendigar su atención; por el contrario, bajo de mi bici sin saludarlo y abro la reja de mi vivienda para cuando unos pesados pasos se escuchan sobre el asfalto sin tráfico.
―Coni, ¡Coni! Perdonáme, soy un tonto...―grita a mis espaldas. Inspiro profundo, sin mirarlo. Junto coraje y me giro hacia él. No le hablo, esperando que desarrolle sus disculpas ―. Me comporté como un idiota. Es que...estoy asustado con lo que vayan a decir mis padres esta noche.
―¿Pensás que yo estoy menos nerviosa?
―No dije eso.
―Pero dejándome afuera de lo que sea que te pasa por la cabeza, parece que dieras por sentado que yo puedo lidiar mejor que vos con toda esta mierda ―largo de corrido, casi sin respirar ―. Este hijo es de los dos y necesito que estés conmigo. Y si no podés, ok, decímelo y ya veré cómo me las arreglo. ―Hablar con Ezequiel me permitió ponerme en primer lugar, pensar en mí, en lo que realmente quiero ― . Las cosas son difíciles para mí también, mi cuerpo es el que está experimentando cambios y no dejará de hacerlo por muchos meses más. Lamento mucho si tus planes de jugador estrella se fueron a la mierda o si tus papitos van a mirarte con decepción.
Sus hombros se desploman, di en el blanco.
―Vos sabés que papá siempre quiso que fuera abogado. Iñaki es un ganso que a duras penas agarra un libro y conmigo en el fútbol, siente que fracasó. Si encima le añadimos que voy a ser padre a esta edad y que mi carrera pende de un hilo, obvio que no va a ser mi gran fan.
―Tus padres te aman. Te apoyaron a pesar de no querer que te dedicaras a un deporte porque respetaron tu decisión. No van a dejar de hablarte, tonto. Sos un buen chico, estudioso, aplicado para entrenar. Lindo...―le acaricio la cara. Está dejándose crecer un poco la barba y le queda realmente genial. ¿Quién podría ignorar cuán bello es mi novio? La pregunta de Ezequiel retumba en mi cabeza y por un momento, pienso en que quizás me esté engañando y por eso se alejó.
―¿Cómo podés verte tan segura de esto? ―Rodea mi cintura con sus manos, atrayéndome hacia su cuerpo. Mis hormonas chocan contra las paredes de mi cuerpo como en un pinball, disparándose de un lado al otro.
―No estoy segura de nada, simplemente, estoy tratando de vivir el día a día y hacerme a la idea que no me voy a anotar a la facu en lo inmediato y de que tendré que buscar algún laburo temporal.
―No creo que te tomen estando embarazada; para cualquier jefe, eso es una pérdida de tiempo y plata.
Frunzo el entrecejo.
―Bu-bueno, pensándolo así, tenés razón. No...no lo había tenido en cuenta...―¿Cómo fui tan inocente?
Juani me da un beso suave en los labios. Pasamos de cero a cien en unos segundos cuando murmura:
―¿Te dijo algo el doctor sobre tener relaciones sexuales?
―No, aunque con mamá a mi lado no era una pregunta que quisiera hacer.
―Es verdad, Isabel da miedo. ―responde y arremete contra mi boca. Frotándome en seco en el porche de mi casa sobre su pierna, la puerta de abre de golpe y Jose grita un "consíganse una maldita pieza", que nos hace romper en carcajadas.
Muy bienvenidas, por cierto.
***
La madre de Juani me recibe bien arreglada y tranquila, como siempre. Supongo que es porque no imagina la bomba que arrojaremos en la cena. deberíamos habernos traido una pastilla de Sertal para que no indigestarnos.
―¡Juan Cruz!¡Llegó Coni! ―Advierte su madre por delante de mí. Aprovecho a saludar al papá de mi novio y al bueno para nada de Iñaki. Menos mal que lo de mi hermana con él fue un revolcón. ¿O él habrá sido el papá de su bebé y lo que me dijo fue un engaño para que no lo juzgue?
El repiqueteo de Juani bajando las escaleras me saca de mis pensamientos, me da un beso en la mejilla y parpadeo; desde que somos novios, siempre me recibe con uno en la boca. Nos vimos hace dos horas y siempre voy a querer más.
Me toma de la mano y vamos en dirección al patio; es una cálida noche y se presta para comer en el exterior.
―Deberías estar lejos de la pileta. Por si quieren ahogarnos ―le digo entre dientes a mi novio.
―Pensé lo mismo. ―Se ríe sin gracia.
―Juani...mmm...espero que no te enojes, pero hoy vi a Eze y bueno, surgió la conversación...―no encuentro las palabras exactas que lo dejen satisfecho. Después de lo que me dijo Zeke acerca de que siempre rivalizaron por mí (inconscientemente, claro), entiendo por qué se alejaron siendo que fueron como carne y uña desde pequeños.
―¿Le contaste a Zeke? ―su mandíbula se contrae, casi rompiéndosele.
―Sabés que es una tumba. Además, es nuestro amigo.
―Era, ya no. Eligió alejarse y no compartir tiempo con nosotros.
―Nosotros también nos alejamos de él, Juani. Las relaciones no son unilaterales. ―frunce la boca y asiente sin demasiado entusiasmo.
―Estoy seguro de que no le cayó para nada bien que estemos de novios ―Desliza, con las manos en los bolsillos, como quien no quiere la cosa.
―¿Por qué le caería mal eso? ―Evito decirle que conozco su opinión al respecto y la atracción juvenil hacia mí. Tampoco considero revelar el poema que me escribió, el cual continúa dentro de mi diario íntimo. Hace mucho que no escribo; la última vez que lo hice describí con pelos y señales cuando Juani y yo tuvimos sexo en la pileta que tenemos a poco menos de tres metros de distancia, una tarde de verano en la que sus padres se fueron al supermercado.
―Nada, por nada. ―sacude al cabeza ―. No puedo creer que nunca te dieras cuenta. Dejémoslo ahí ―Ofuscado me deja sola en el patio para entrar a la cocina nuevamente, con la respuesta atravesada en la garganta.
No haré un escándalo; es lógico que aún está nervioso por todo lo que está por venir, a pesar de que no se siente nada justo que me trate como lo está haciendo.
Regreso a la cocina y agradezco que el olor a salsa no me provoque náuseas; sin dudas, no sería la manera más elegante de dar a conocer mi estado. Tomo unos cuencos con pancitos saborizados, rodajas de salame y pan y llevo todo a la mesa exterior. Continúo enojada con Juani porque no tengo motivos para soportar sus cambiantes estados de ánimo: ya bastante lidio con los míos y con tener que ocultarlo hasta que se me note la barriga. Según cuenta mi madre, no tuvo panza "real" de mí hasta el quinto mes.
Eso sería una ventaja en mi caso, excepto por Natalia y Lore – a quienes les diré en estos días -, ya que pocos me verán embarazada o sabrán qué fue de la parejita estrella del curso.
El hermano y el padre de Juani se ubican en la mesa esperando ser servidos. Esa es una actitud un tanto machista; Teresita siempre está a su disposición y realmente deseo que Juani no sea uno de esos hombres que no hacen nada y desean todo en bandeja.
Será porque mamá tuvo que salir a trabajar apenas nos fuimos de Córdoba o por sus últimas palabras acerca de realizaciones personales, que estoy dispuesta a ser una madre independiente, que estudie y trabaje en la medida de lo posible.
Esta semana estuve armando mi curriculum; tal como me abrió los ojos Juani, probablemente ahora mismo no me tomen, pero quizás pueda dar clases de inglés en casa a chicos que recién arranquen el colegio.
Mis notas siempre fueron sobresalientes, lo cual me dio una buena base para enseñar lo mínimo que necesita un niño de primer grado.
Puedo hacerlo. Puedo hacerlo, me repito, enviando un mensaje al universo. Leí eso en una revista en la sala de espera de la ginecóloga.
A la hora del postre y después de que mis nervios cerraron mi estómago por completo, Juani exige la atención de sus padres. Lo miro fijamente porque creo que ha llegado el momento de la verdad.
―Mamá, papá, hay algo que Constanza y yo tenemos que decirles ―su voz tiembla. Busca mi mano y enreda sus dedos con los míos.
―Si acabás de llamarla Constanza es porque lo que tenés para decirnos es más que importante ―Puede que Teresita sea solo una ama de casa, pero bien podría pasar como un agente encubierto de la SIDE.
Juani y yo nos miramos, una sonrisa tonta y nerviosa nos domina para cuando las palabras no salen de la boca de mi novio.
―Estoy embarazada ―me atrevo a quitar el dispositivo que detona la bomba ante el silencio de Juani.
―¿Perdón? ―su papá se hace el sordo en tanto que Teresita empieza a toser descontroladamente.
La carcajada del imbécil de Iñaki no puede ser más tenebrosa. Se parece a la del video de Michael Jackson, "Thriller".
Rompo el contacto visual con Juani y me enfoco en mis suegros.
―Estoy embarazada. Es bastante reciente ―Confirmo con toda la seguridad que puedo fingir.
La reacción del matrimonio Veraglia obviamente es la que esperaba. Confusión, desaliento. Decepción. No nos felicitan, no nos preguntan si estamos emocionados, tampoco cómo me siento físicamente.
Claro, no somos una pareja consolidada, con un trabajo estable y planes de casamiento. Somos dos pendejos de diecisiete años que no pudieron dejar de coger y un error farmacológico hizo de las suyas.
¿Pero qué les voy a explicar?
―¿Podés cerrar la boca, pelotudo? ―Juani le arroja un vaso de agua en la cara a su hermano, que como si fuera poco, ha comenzado a aplaudir como un lunático.
―¡Juan Cruz! ―Grita su padre. Su madre continua en evidente shock.
―¡Es un idiota! ―replica mi novio. Le aprieto el bíceps pero está como el toro que ve el paño rojo, enceguecido por la actitud de su hermano.
―¡No menos que vos! Al menos sé ponerme un forro ―Le escupe Iñaki, secándose la cara con un repasador violentamente.
Juani amaga con pegarle, pero lo detengo. Bernardo hace lo propio con su hijo mayor.
―Andáte arriba, Iñaki. No es momento de bromas.
Iñaki quiere retrucar, pero el poder monetario que ejerce su padre sobre él es lo suficientemente importante como para desistir de seguir comportándose como un pendejo inútil y acatar sus órdenes.
―Ahora te quiero ver, nene de mamá. ―se burla antes de desaparecer del patio y el puño de Juani se estrella en la mesa, haciendo tintinear la vajilla.
Teresita no se ha expedido hasta entonces. Su rostro es un manto de incomprensión, lamento y resignación. Su esposo la abraza y ella hunde su cara en la camisa de él.
No siento como si, después de todo, hubiéramos dicho que serán abuelos, que hay una nueva vida por celebrar. Se siente como un funeral, una tragedia griega.
―Bien, bueno. ¿Qué van a hacer al respecto? ―pregunta Bernardo, con su traje de exjuez puesto, aunque luzca jeans y una camisa sport.
―Tenerlo ―respondo con convicción.
―Entiendo. ¿Cómo lo van a mantener?¿Adónde van a vivir? ―Bien, directo al grano. Lo imaginable.
―Pensaba pedir laburo en tu estudio. O en el de alguno de tus colegas. Una pasantía rentada o algo así. En el club me dijeron que tenían pensado contratarme, pero hasta que eso no suceda...―Juani encuentra su voz y me alegra que responda por mí. Estoy que tiemblo como una hoja.
―¿Y con respecto al lugar adonde vivir?
―No lo tenemos decidido. Supongo que cuando podamos juntar algo de plata, veremos un departamento. ―es cierto, aun no lo decidimos. Lo que no le he dicho es que el novio de mamá tiene un departamento en Carapachay, un poco lejos de acá, pero que podría ser un buen sitio mientras esperamos que las cosas se acomoden.
―Yo sabía que ibas a traernos problemas...―Teresita habla entre dientes y no para decir algo agradable.
―¿Qué? ―pregunto, confundida.
―Desde que te metiste entre Ezequiel y nuestro hijo, supe que ibas a darnos dolores de cabeza.―Su mirada me asusta.
―¡Mamá!
―Mamá, ¡nada! ¡Carajo!―Jamás he visto a Teresita tan nerviosa y agresiva. Muchos menos, insultante. Sus ojos irradian dagas, su sonrisa es una línea dura. Ahora mismo, parece la bruja de un cuento infantil ―. No te contentaste con ser su amiga, tuviste que ir más allá, ¿no? ¡Presionar y presionar hasta meterte en su cama. ¿Tan poco te valorás, nena? ―parpadeo, boquiabierta, asimilando cada puñalada.
―Teresita, por Dios, es una chica de diecisiete años, no Maquiavelo ―apenas sé quién es Maquiavelo, pero no me importa entrar en detalles ni pedirlos.
―¿En serio, mamá? ―Cuestiona Juani con dolor.
No soy capaz de responder; me pongo de pie, miro a todos los presentes y camino a los tumbos, buscando la puerta de salida, tropezando con todo lo que se cruza en mi camino.
Apenas salgo a la vereda lloro.
Y sigo llorando hasta la madrugada siguiente, no solo porque la cena fue una mierda, sino porque Juani ni siquiera aparece en todo lo que va de la noche.
*************
Sertal: marca de medicamento para aliviar malestares digestivos.
SIDE: Secretaría de Inteligencia de Estado.
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