40. I Sea Love ׀FINAL׀
Lo mejor de extrañar a Miranda era el momento en el que volvían a encontrarse. Cuando por fin podía admirar la forma en la que sonreía al verlo, rodearla de la cintura para besarla, sentir su piel cálida contra la de él. Sus labios. Su cuerpo sobre el de él.
Sin duda, el tiempo pasaba dolorosamente lento cuando no estaban juntos, pero valía cada minuto de espera; porque cuando sucedía, era siempre, como la primera vez.
Miranda ladeó su cabeza en dirección a la de Parker y quitó su mirada del escenario para depositarla sobre él.
―¿Por qué siento que no dejas de verme? ―Miranda habló por lo bajito, solo para él y sonrió―. El escenario está al frente.
Parker le sonrió de vuelta y deslizó su vista a lo largo del rostro de ella, deteniéndose un momento en sus labios y luego de regreso a sus ojos.
―Porque no dejo de verte. Perdón, es que te extrañé mucho. Y además estás más bonita en la vida real que en mi cabeza, que fue donde te mantuve todo este mes.
Miranda sacudió la cabeza mientras se llevaba la copa de champaña a los labios y una risa salía de ellos.
―¿Sabes? ―dijo un momento después―. Cuando dijiste que me extrañabas y que querías verme no pensé que tu idea fuera traerme hasta Alemania, cenar en un castillo con música en vivo, tocada por gente con pelucas gigantes y vestidos pomposos. Mis expectativas con respecto a nuestras citas no van a bajar luego de esto, Parker. Quiero que lo sepas.
Parker no pudo hacer más que reír por lo bajo; aunque la orquesta sonaba tan alto, que dudaba que alguien más aparte de Miranda pudiera escuchar su risa.
Lo primero que hizo después de recibir a Miranda fue decirle que tenían que conseguir ropa adecuada, así que habían ido de compras. Ella no sabía para qué ocasión tenía que vestirse, así que simplemente se arregló con la idea de que irían a un restaurante de lujo, pero cuando llegaron al palacio de Charlottenburg, la impresión la golpeó tanto que Parker fue capaz de notar un par de lágrimas que surcaron su rostro.
La ostentosa arquitectura barroca del palacio fue testigo de los grititos y saltitos que Miranda había articulado en cada pasillo, jardín y esquina que visitaron horas antes de la cena.
Y lo mejor llegó después de que se diera cuenta que más que una cena, la entrada al palacio era una especie de viaje en el tiempo en el que se disfrutaba de un concierto en vivo de la mano de una orquesta vestida para la ocasión: pelucas blancas, ropa abombada y encaje en exceso.
Por supuesto, ellos no estaban vestidos así, pero en el lugar, todo parecía clásico.
―No podía disfrutar yo solo de todo esto ―Parker abarcó el lugar con un pequeño movimiento de la mano―. Después del congreso pensé que sería bueno quedarme hasta que terminaras tu viaje y así comprarte un pasaje. ¿Qué sería de mí viendo la arquitectura de aquí sin que una verdadera experta me explicara todo? Además, tampoco tendría chiste visitarlo sin ti. Aquí hay muchos sitios que te harían feliz, caminar por estas calles solo es tener una vocecita en mi cabeza que grita: ¡Miranda amaría ver esto! Así que le hice caso a esa voz.
Miranda se inclinó más hacia él, con la vista fija en el escenario y le habló al oído.
―Estando en Margarita, en mis tardes libres de reuniones mientras caminaba por la playa, pensaba exactamente lo mismo. Aunque más que pensar en que te gustaría, pensaba en nosotros. Ahora no puedo ir a la playa sin pensar en nosotros. Siento que es nuestro lugar. ¿No lo crees así? ―su mano viajó inconscientemente hacia el dije de concha de mar que descansaba en su pecho, con el terciopelo rojo de su vestido de fondo.
Parker se llevó la copa de champán a los labios mientras recordaba una compra especial que había hecho hacía un par de semanas. Una compra que lo ponía extremadamente nervioso y que, sin duda, también le recordaba a la playa. O como había dicho Miranda, a su lugar.
―Sí, sin duda lo es ―se quedó en silencio durante un momento, tratando de que no se notara que sus pensamientos lo habían puesto nervioso. Cerró los ojos, dejando que la melodía lo envolviera y le brindara la calma que necesitaba. Después de unos segundos, los abrió de nuevo―. ¿Conoces esta pieza?
Miranda apretó los labios y levantó el folleto que tenía frente a ella en la mesa.
―Solo sé que es de Johann Sebastian Bach porque lo dice aquí. No soy de escuchar música clásica, pero creo que lo haré más a menudo a partir de ahora.
―Tiene un efecto de tipo tranquilizante, creo que también lo haré más a menudo.
La peliazul volteó a verlo y sonrió, se acercó a él para dejarle un casto beso en los labios y luego apoyó la cabeza en su hombro.
―Gracias por traerme aquí.
Parker besó su frente, dejando que el silencio entre ellos fuera invadido de nuevo por la melodía de los instrumentos que tocaba la orquesta. Las palabras no fueron necesarias. Simplemente entrelazó sus dedos con los de ella y dejó que su compañía y la música tranquilizaran sus sentidos.
*****
―¿Cómo fue todo en tu primer viaje de negocios? ―Parker se aflojó la corbata frente al espejo mientras Miranda pasaba tras él en dirección a la cama tarareando una de las melodías que se había instalado en su cabeza y no quería salir de ahí.
Aún sentía las extremidades dormidas, como si hubiera estado demasiado tiempo en estado de reposo, sumida en un lugar de ensueño.
Se sentó sobre la gran cama blanca y comenzó a quitarse las sandalias doradas de tacón alto.
El estupor en el que la había dejado el concierto se esfumó ante la pregunta de Parker, porque tenía muchas preocupaciones en su cabeza con respecto al proyecto y sabía que si quería desahogarse, era el momento.
―Todo va viento en popa. Ha habido altibajos en la obra, como en todo, algunos problemas de terreno o retraso de los cargamentos, pero nada fuera de lo normal. Todo demasiado tranquilo. Tan bien, que a veces creo que pasará algo muy malo para equilibrar la situación ―respondió, soltando una risa sarcástica―. Y me prometí a mí misma que no sería tan negativa pero a veces es un poco inevitable no pensarlo. Y te lo digo a ti porque eres tú y sé que me vas a entender. No lo sé, es como una sensación de que en algún momento me van a llamar de la obra y me van a decir que se cayó el techo o algo peor.
Sintió una mano sobre su hombro y se dio cuenta de que Parker se había acercado a ella. Se sentó a su lado, dejando a su derecha sobre la cama una carpeta negra de cuero que la hizo desviar la atención de Parker durante unos segundos. Cuando volvió a mirarlo, sus orbes azules que siempre la calmaban la estaban viendo fijamente.
―Todo va a salir bien, Miranda. Has revisado esos planos un millón de veces. El techo no se va a caer ―Su voz tranquila surtía el mismo efecto que el concierto en el que habían estado.
Pero ella era terca y un poco pesimista.
―¿Qué tal si no los revisé bien? ―Arrugó el entrecejo.
―¿Se te olvida que estuve contigo todas esas noches mientras los revisabas una y otra vez? Todo está bien. Ten un poco más de confianza en ti misma.
―Te juro que de vez en cuando la tengo ―Miranda se permitió sonreír―. Cuando estoy ahí, no me creo que estén construyendo un hotel que yo diseñé, pero a la vez lleva mi marca por todos lados. Es increíble, Parker, en serio. Está quedando precioso. Ya quiero que vengas conmigo a la inauguración.
―No dudo en que esté quedando precioso. Porque tú lo diseñaste ―Parker sonrió y la tomó de las manos―. Todo lo que sale de estas manos es magnífico. Y por eso, quería hacerte una propuesta.
De forma inevitable, los ojos de Miranda viajaron hasta la carpeta negra.
―¿Tiene que ver con eso que trajiste ahí? ―ella lo señaló con los labios―. No pude evitar no darme cuenta de que lo colocaste a un lado estratégicamente cuando te acercaste.
Parker se echó a reír y tomó la carpeta entre sus manos, viendo a Miranda con una ceja alzada.
―No se te escapa nada, ¿no?
Miranda negó con la cabeza.
―¿Qué me vas a proponer? ―preguntó, fingiendo estar en un estado neutral.
Parker le extendió la carpeta. ―Ábrela.
—Bueno —Miranda la tomó y, haciendo caso a lo que Parker decía, deslizó la vista por el contenido escrito en la primera hoja. Cuando terminó de leerla, no estaba segura de cuál era su expresión, de lo que sí estaba segura era que si seguía moviendo la cabeza de un lado a otro en algún momento se le iba a desprender—. No. No. No es posible. De ninguna manera tú estás haciendo esto —Subió la mirada de golpe para encontrarse con los ojos brillantes de Parker mirándola con expectativa—. ¿Esto... es en serio?
—Así es. Fue mi idea, claro está, desde el momento cero. Porque no hay nadie en quien haya pensado primero. Solo en ti. Por eso no te lo había dicho, no hasta que fuera algo seguro. Y ya lo es. ¿Aceptas?
—Bueno... ¡OBVIO! —Miranda sonrió—. ¿Bromeas? A penas tengo seis meses graduada y ya tengo dos proyectos, esto es un sueño, en serio, Parker. No tengo palabras para agradecerte esto.
—Bueno, no tienes que agradecerme nada. Es un negocio, no un favor. Si así lo fuera, no te pagaría. Y... no serán dos hasta que lo hagas oficial —Parker sonrió de medio lado y Miranda tardó unos segundos en captar el mensaje.
—¡Cierto! ¿Tienes un lapicero?
Parker lo sacó del bolsillo de su abrigo y se lo extendió. Ella lo miró con ojos brillantes y una sonrisa ladina.
—Waooo, cuánta preparación, ¿qué más tienes ahí debajo? —Miranda le guiñó un ojo sin esperar respuesta y tomó el bolígrafo, disponiéndose a leer detenidamente el resto de las demás hojas e ir firmándolas.
—Es que sabía que ibas a decir que sí. El pago es muy bueno. En serio. Mucho.
Miranda lo vio de reojo y sonrió. Colocó la carpeta y el lapicero lejos de donde pudieran dañarse y se sentó a horcajadas sobre Parker.
—Gracias por esto —Miranda le llenó el cuello de besos rápidos, acunó sus mejillas con sus manos y las besó también antes de besarlo en los labios con fervor—. Sé que quizás Julio tenía en mente a alguien más. ¿Hiciste esto solo porque soy tu novia?
Parker le rodeó las piernas con ambas manos y apretó la piel que quedaba expuesta debido a las aberturas de su vestido.
—Ya te dije que nada de agradecerme. Es lo que haces y eres buena en ello. Si no te apoyo para que explotes todo ese potencial, ¿qué clase de novio sería? Además, Julio no lo pensó dos veces para decir que sí. En cuanto le mostré La Caracola, no hubo dudas.
—Entonces ahora eres mi jefe, esto es raro, pero de cierta forma me gusta. Y por fin tendrás tu centro de investigaciones, felicitaciones por eso ―Miranda volvió a besarlo y esta vez, se tomó un poco más de tiempo en mover sus labios sobre los de Parker, él siguió su ritmo, haciendo que sus lenguas se acariciaran lentamente.
―Y lo vas a diseñar tú, así que además será una sensación arquitectónica ―Mencionó Parker, antes de volver a besarla y enredar una de sus manos en el cabello de Miranda.
Ella se apretó contra él y echó la cabeza hacia atrás, dejando que los labios de Parker besaran su barbilla y su cuello expuesto.
—Ah —Miranda suspiró y miró hacia el techo—. Esto es perfecto. Por favor, quítame este vestido ya.
Parker se echó a reír y dejó que Miranda se levantara y se volviera de espaldas a él, justo frente al espejo. Él la siguió, colocándose de pie tras ella.
El terciopelo rojo marcaba y acentuaba sus curvas, y las tiras en su espalda que ajustaban el vestido a su cuerpo eran todo un espectáculo que no podía dejar de admirar.
La curva de su cuello lo incitaba a que se inclinara y le besara justo ahí. Y ni hablar de la fina capa de tela cubriéndole los pechos y dejando a la vista un pequeño escote que daba muchísimo espacio a la imaginación. Solo que él no tenía que imaginárselo, porque ya lo había visto. Pero seguía siendo tan tentador como la primera vez. Deslizó las manos más abajo de la cintura de Miranda y se inclinó para recorrerle el cuello con los labios.
—Estás preciosísima.
Miranda arqueó la cabeza hacia atrás y suspiró ante el toque de los labios de él sobre su piel, subió un brazo y enredó los dedos en sus rizos.
―Gracias. Compré el vestido con la idea en mente de cómo sería cuando me lo quitaras.
Parker amortiguó una risa contra el hombro de ella y subió las manos hasta las tiras para empezar a desatarlas pacientemente.
―¿Y cómo te parece que estoy volviendo realidad tu fantasía?
―Tal cual como lo imaginé. Y agradecida de que no las estás rompiendo en el apuro de llevarme desnuda a la cama, porque salió muy caro.
Parker volvió a reírse y dejó un beso en su hombro derecho para seguir con su tarea.
―¿Cómo tuviste paciencia para ponerte esto hoy?
Esta vez fue el turno de Miranda de reírse.
―Solo lo hice.
Cuando Parker terminó de desatar el vestido, se encargó de deslizar la tela fuera del torso de Miranda, para poder besar su piel desnuda.
—Definitivamente eres tan hermosa.
Ella se volvió completamente hacia él, agarrándolo del cuello de la camisa y acercándolo a ella.
—También está guapísimo hoy, doctor Miller. ¿Por qué te quitaste tan pronto la corbata? Eliminaste mi oportunidad de tirar de ella y darte un beso.
Miranda sonrió y acercó su boca a la de él.
Parker adoraba besarla. Los labios de ella se sentían más suaves que el mismo terciopelo. Eran cálidos, y hacían que Parker se olvidara del resto de cosas que los rodeaban. Le hacían querer tenerla mucho más cerca, como si eso fuera posible.
Bajó una mano hasta la abertura lateral que tenía el largo vestido y le acarició el muslo, hasta llegar a su trasero, dándole un ligero apretón que hizo a Miranda suspirar.
Ella deslizó las manos por su pecho y empezó a desabotonarle la camisa negra.
Parker sonrió y deslizó los dedos hacia su entrepierna, echando a un lado la minúscula tela que cubría su intimidad y acariciando su piel cálida, aprovechando la humedad para encajar dos de sus dedos dentro de ella.
Miranda se mordió los labios, ahogando el sonido que empezó a salir de su boca. Parker usó su mano libre para separar su labio inferior de sus dientes.
—Por favor, no hagas eso. Sabes que amo escucharte.
Ella lo miró con ojos brillantes y echó la cabeza hacia atrás, gimiendo y abriendo un poco más las piernas.
Él bajó su mano libre hacia la espalda baja de Miranda y la apretó más contra su cuerpo, a la vez que acercaba los labios a su hombro desnudo.
—Definitivamente creo que no puedo tener suficiente de esto —le rozó la curva del cuello con la nariz a la vez que usaba la mano que tenía en su entrepierna para complacerla—. Me tienes completamente.
Ella apretó el agarre en el cuello de él.
—Y tú me tienes a mí, Parker.
Él siguió acariciándole el rostro con los labios hasta llegar nuevamente a su boca y fundirse por completo en un beso.
Sus lenguas se tocaron, primero con lentitud y luego de forma ansiosa. Como si no pudieran tener suficiente del otro, sus bocas se movían con entusiasmo, y un beso le daba paso a otro más hambriento.
Los gemidos intercalados con el ruido de sus labios chocando, contribuyeron a que la temperatura corporal de ambos subiera, lo que hacía que la ropa se sintiera como demasiada. Miranda se agarró del cuello de Parker para no perder el equilibrio, porque sus piernas eran como gelatina en ese instante.
Su boca se abrió para liberar el clímax al que su cuerpo estaba llegando y Parker la cargó, agarrándola por los muslos, para continuar aquello sobre la cama. Durante toda la noche.
*****
―No sé por qué no lo vi venir ―Miranda subió la vista, con creciente emoción dentro de ella, hacia la gran estructura que se erguía frente a ellos.
Un suspiro de felicidad salió de sus labios, los cuales se curvaron inmediatamente en una sonrisa.
La puerta de Ishtar estaba frente a ella. O mejor dicho, ella estaba frente a la puerta. La emoción no la dejaba pensar bien.
Miranda deslizó su vista por los detalles de la puerta, yendo desde los enormes grabados dorados de animales mitológicos hasta los bordes y el arco donde se apreciaban unas hermosas flores parecidas a las margaritas.
Parpadeó varias veces, sin podérselo creer.
Había visto esa puerta mil veces en fotos, deseando estar ahí para apreciar toda su majestuosidad en persona.
Había hecho una maqueta de esa puerta a los quince años.
Y ahora estaba viéndola en persona. Justo como siempre lo había querido.
Y lo mejor era que no estaba sola, estaba disfrutando de estar allí en compañía de la persona que amaba.
Tomó una gran bocanada de aire y se giró hacia Parker, cada sonido que hacía con sus zapatos, resonaba en el lugar. Y es que, estaban completamente solos en el museo. Lo cual hacía todo más increíble aún.
―Esto es maravilloso, Parker. Gracias por traerme aquí ―el rubio la envolvió en sus brazos en cuanto ella se acercó. Miranda trazó un camino de pequeños besos desde su mandíbula, pasando por su mejilla y finalmente llegando a sus labios, donde se tomó el tiempo de besarlo lentamente. Después de todo, no todos los días besabas a tu novio bajo el umbral de una puerta que llevaba el nombre de una diosa del amor.
―Aunque no tenías que alquilar el museo para nosotros solos ―mencionó al separarse.
Parker sonrió y le acarició el cabello que ya le caía mucho más por debajo de los hombros, guardando unos mechones detrás de su oreja―. No pensé que fuera tan sorpresivo para ti, después de todo, estamos en Alemania, no podíamos estar aquí y no visitarla. Sé que esta fue una de las razones por las que quisiste estudiar arquitectura, sé que es de tus estructuras favoritas en el mundo. Y quise traerte aquí, porque mereces conocer todos estos sitios.
Ella sacudió la cabeza, aun sonriendo. Se acercó de nuevo y tomándolo por ambos lados del rostro, le dio otro beso en los labios.
—Gracias por esto. En serio. Es maravilloso. Tú eres maravilloso —se separó unos centímetros y lo miró a los ojos—. No sabía que te acordabas de eso. Es decir, te lo dije cuando nos conocimos... cómo es que... ¿Cómo es que lo recuerdas?
—Fue una de las tantas cosas que recordé y no te lo dije. Quizás me lo dijiste como algo trivial pero... sé que es importante para ti.
―¿Estás seguro de que no fue mucho dinero?
El pecho de Parker subió un poco cuando respiró profundamente y luego expulsó el aire.
―¿No te vas a dejar de preocupar por eso verdad? ―alzó las cejas con diversión.
Miranda negó con la cabeza.
―Digamos que fue una especie de acuerdo, y que todo estará bien si salimos antes de la hora en que abre el museo. Lo cual es...―Parker miró su reloj―, en una hora y media, así que, tienes todo este tiempo para disfrutar del museo, mi amor.
Miranda sonrió de medio lado y asintió, como si entendiera todo de repente.
—Así que por esto fue que me hiciste madrugar... ―comentó, volviendo a deslizar la vista a su alrededor.
―Te prometí que valdría la pena, ¿no fue así? ―Parker extendió los brazos, los nervios estaban comenzando a fastidiarle, pero le gustaba más verla feliz, así que se llenó de esa sonrisa que ella le regaló como si fuera oxígeno y lo soltó poco a poco.
―Te perdono por casi tumbarme de la cama. Estamos en el museo de Pérgamo, no puedo creer que estemos aquí.
En efecto, estaba ahí.
Y ahora que estaban ahí, no había vuelta atrás.
Parker la tomó de la mano, entrelazando sus dedos con los de ella y dejó que ella lo guiara más cerca de los muros que conformaban la puerta.
—Es... tan mágica y preciosa, ¿no lo crees? —ella contempló la estructura de la puerta con mucha atención.
―Combina con tu cabello.
―También lo hace con el tuyo ―sonrió―. Y con tus ojos. Somos la combinación perfecta de tonalidades. Justo como esta puerta.
Mientras Miranda deslizaba su mirada color café a lo largo de los bordes dorados y de los detalles de la puerta, Parker la contemplaba a ella. Estaba feliz porque ella estaba feliz. Y también estaba nervioso y ansioso. E intentaba que ella no se diera cuenta de eso.
Deslizó su mano libre dentro del bolsillo de la chaqueta y dio un ligero apretón a la pequeña caja de terciopelo que había guardado ahí esa mañana.
No sabía si debía hacerlo en ese momento.
Ese instante en el que se encontraban era producto de muchos otros instantes pequeños en los que se había dado cuenta que en serio quería pasar con ella el resto de su vida. Quizás era demasiado pronto, pero algo dentro de él le decía que era lo correcto.
Llevaban meses viviendo juntos ya, y eran suficientes para saber que no quería separarse de ella. Y que la quería con todas sus virtudes y defectos, a pesar de que dejara las ollas remojando en lugar de lavarlas.
Y en el momento en que, de casualidad había visto un anillo que podía ser perfectamente la representación de su historia, no hubo vuelta atrás.
Antes de conocer a Miranda, no creía mucho en el destino. Pero eso cambió cuando, después de haberla perdido y olvidado, la había vuelto a encontrar.
Y no planeaba perderla ni olvidarla nunca más.
Quería darle ese anillo.
Solo esperaba que ella lo aceptara.
Había preparado un discurso. Pero las palabras que tanto estuvo practicando, se le esfumaron de pronto de la cabeza, porque lo único que tenía en la cabeza en ese momento era ella. Así que no le tocaba de otra más que improvisar.
—Esto es increíble, Parker —Miranda enfocó su vista en él, de pronto, justo en ese momento en que él no sabía qué hacer. Se mordió los labios para intentar esconder la emoción que la embargaba, pero falló y sonrió abiertamente.
Él le sonrió de vuelta, esperando que sus nervios no se reflejaran en su rostro y la asustaran.
Se llenó los pulmones de aire y apretó la caja dentro de su bolsillo.
—Miranda...
—No tienes idea de lo feliz que me has hecho —lo interrumpió ella, volviéndole a plantar un beso en los labios, dejándolo bobo, pero con una perfecta oportunidad para expresarse.
―Tú no tienes idea de lo feliz que me haces cada día, Miranda ―suspiró―. Para mí es un placer traerte aquí. Hay tanto que quiero hacer contigo, hay tanto que no hemos hecho... me gusta pensar que tenemos el resto de nuestras vidas para hacer todo lo que no hemos hecho juntos.
Ella se lo quedo viendo durante un momento.
—Parker... ―Parpadeó, y su labio inferior tembló levemente―, eso es...
—Cuando por fin pude recordar absolutamente todo de cuando nos conocimos, me di cuenta de que me mostraste un lado de ti que nadie había visto, abriste tu corazón a mí y conquistaste el mío sin darte cuenta —Parker sacó la mano del bolsillo de su chaqueta junto con la cajita de terciopelo.
Cuando Miranda se dio cuenta de lo que él tenía en las manos, el corazón comenzó a latirle a mil por hora, y se llevó una mano a la boca como si así pudiera frenar la velocidad de sus latidos.
―...Tenías miedo de lo que podías llegar a sentir y aun así eso no te detuvo. Y te lo agradezco. Eres una chica sensacional, con un gran corazón, con mucho valor e inteligente. Y eres preciosa, y además tienes la mirada más hermosa que he visto. Entonces, ¿cómo no enamorarme de ti? Te amo, Miranda. Y ya te lo he dicho pero quiero seguir diciéndotelo mucho más. Espero que no te canses de eso —Miranda observó boquiabierta como su novio abrió la pequeña caja que tenía en sus manos mostrando un precioso anillo dorado que tenía conchas de mar talladas, las cuales sostenían una piedra azul brillante—. Y me gustaría, me harías el hombre más feliz del mundo si aceptas ser mi esposa.
Ella no quería llorar, pero las lágrimas la desobedecieron y salieron a flote y se resbalaron a lo largo de sus mejillas. Sentía que el corazón se le iba a salir del pecho de la emoción, y que había una especie de fiesta dentro de su estómago.
La verdad era que no necesitaba pensarlo, porque la respuesta brotó de sus labios incluso antes de que pasara por su mente.
—Sí. Sí. Sí. Te amo. Te amo tanto. Por supuesto que sí.
Parker suspiró aliviado y sus hombros se relajaron a la vez que una sonrisa apareció en sus labios. Colocó el delicado anillo en el dedo anular de Miranda y un momento después, la chica saltó a sus brazos, rodeándolo por el cuello para besarlo. Parker la sostuvo al vuelo, enterrando las manos en sus muslos para que no se cayera
—Te amo —le susurró, chocando sus labios con los de ella.
El beso sabía a agua salada debido a las lágrimas que habían mojado los labios de Miranda. A agua salada. Justo a lo que sabía el comienzo de su historia de amor.
—Entonces, ¿este es nuestro final feliz, Parker? ―Miranda alejó un poco su rostro para verlo mejor, pero no se separó de él ni un momento.
—Para nada —Parker negó con la cabeza, sonriendo—. Este es el comienzo de algo hermoso.
Una risa incontrolable salió de sus labios y cuando se iba a inclinar para besarlo nuevamente, el timbre de su celular les arrebató aquel momento.
El primer instinto de Miranda fue ignorarlo, pues no tenía ganas de contestar, pero el timbre que anunciaba la llegada de los mensajes sonó una y otra vez. Miranda se los imaginaba como mensajes golpeándose uno tras otro, así que saltó de los brazos de Parker, aterrizando nuevamente en el mundo real y sacó el celular de su bolsillo para ver qué sucedía y por qué tanta insistencia.
Lo que sus ojos leyeron en la pantalla de su celular, hicieron que estos se cristalizaran de nuevo, y no precisamente de alegría.
Su corazón pasó de dar saltos de felicidad a caerse y detenerse por un mísero segundo. Su cariz cambió por completo y cuando volvió a mirar a Parker con ojos llorosos, él enseguida supo que algo andaba mal.
—¿Qué sucede, Miranda?
Ella negó con la cabeza.
—Es Ve. Tenemos que regresar a casa.
🌊 FIN 🌊
No me maten, pls.
Si lo hacen no sabrán que pasó con Ve.
Lo que obvio se va a saber, pero en su libro. Porque este ya terminó jeje
La verdad quería agregar eso en un epílogo, pero iba a ser mucha palabrería para un suceso que podía escribirse en una línea.
En fin, espacio para que me digan cómo se sienten, qué les pareció, qué esperan para el segundo libro.
Yo me siento vacía. Y feliz, porque este libro merecía un final. Aunque como Parker dijo, creo que es solo el comienzo de esta hermosa saga. Espero les haya gustado, no quiero hablar más porque luego no tendré nada que decir en los agradecimientos.
Lxs amo.
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