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39. Bajo las Nubes Flotantes

Doce uvas.

Doce campanadas.

Fuegos artificiales.

Copas de champán chocando entre sí.

Y un beso justo a medianoche.

Esa fue la despedida perfecta para un año que había sido inolvidable. Y la bienvenida a un año que sería mucho mejor.

Después de fin de año, los días transcurrieron rápido. El regreso de Miranda y Parker la primera semana de enero no fue tan tranquilo como ellos hubieran querido. Un par de visitas a Bianca para recompensar la ausencia de su hija durante año nuevo, el regreso de Parker a la universidad justo un día después de haber vuelto de viaje y salir a última hora a comprar vestidos para la graduación de Miranda.

Miranda, quien había estado en una nube de felicidad los últimos días, tan arriba, que se había olvidado por completo de los dos actos de grado que tenía en pocos días. Eran tres, en realidad: una misa, la entrega de medallas y la entrega de su anhelado título. Pero ella no iría a la misa, así que era uno menos. Y para ninguno de los dos restantes tenía que ponerse.

También se había olvidado de otra cosa. Una conversación con Parker que tenía pendiente. Y que se le vino a la mente justo en el momento en que estacionaba el carro en el aparcamiento de la universidad.

—Hay algo que no te he dicho —soltó, volteando a ver a Parker en el instante en que este se quitaba el cinturón de seguridad.

—¿El qué? —la miró con curiosidad.

—Hablé con Karla. Decidimos que empezaríamos de cero, como amigas. Porque eso de que sea mi hermana aún es demasiado para mí y debo tomarme las cosas con calma. Pero es algo y pensé que te gustaría saberlo. Antes de que te la encuentres en el salón de clases y te lo diga ella misma.

—¿Por qué no me lo habías dicho? —La voz de Parker sonó suave y la expresión tranquila en su rostro le hizo saber que no estaba ni un poco molesto por eso.

Miranda se encogió de hombros, bajó las manos del volante y las unió sobre su regazo, mirando a Parker con una media sonrisa.

—Porque no volé tantos kilómetros para decirte que decidí ser buena con ella. Lo hice por ti, y por nosotros. Y cuando me dijiste que no te meterías más en eso, me gustó. Me gustó el hecho de que quisieras perdonarme porque me amas, sin importar todo lo demás, y no porque haya tomado una decisión que tú querías que tomara. Tampoco hablé con ella para que me perdonaras, la verdad. Lo hice más que todo por mí. Para, ya sabes, quitarme ese peso de encima. Es una buena chica, como dijiste, lamento que tuviéramos que pelear así para decidirme a hablar con ella.

Parker asintió con comprensión y su mano buscó la de ella, haciendo que sus dedos se entrelazaran y que una sensación de calidez se instalara en el pecho de Miranda.

—No me lo dijiste porque no querías que mi decisión se basara en si querías o no darle una oportunidad, lo cual tiene sentido porque te presioné demasiado para que lo hicieras. Y me disculpo por eso. Nunca debí hacerlo. Nunca debimos pelear solo porque yo creía que eso era lo mejor para ti. Solo tú sabes que es lo mejor para ti.

—Está bien, a veces es bueno tener un poco de ayuda.

—Me alegra que sean amigas, entonces —Parker sonrió.

Miranda asintió y lo miró fijamente.

—Tenías razón. Tenía que hacer las paces con mi pasado, porque resulta que no se puede disfrutar de lo que tienes al frente si lo que perdiste aún duele —Miranda parpadeó y se relamió los labios—. Me sentí incompleta durante mucho tiempo, cuando Josué se fue una parte de mí lo hizo con él. Y por fin he recuperado ese pedacito que se llevó. Y no voy a sentirme así de nuevo nunca más.

Los dedos de Parker acariciaron los suyos y sus cejas se curvaron un poco hacia arriba.

—¿Acaso hiciste las paces con Josué?

Miranda negó con la cabeza y sonrió, viéndolo con fijeza.

—Hice las pases conmigo misma. Con mi yo del pasado que se sentía pequeña, insegura y culpable. Hablé con Josué, sí, pero jamás para reconciliarme con él. Le pedí que no volviera a acercarse a ninguno de los dos, por ninguna razón. No lo quiero, ni lo necesito de vuelta en mi vida, nunca. No ahora que por fin estoy bien sin él. Y necesito que entiendas eso. Por favor.

Parker tampoco quitó la mirada cuando respondió, sin vacilación.

—Lo entiendo —asintió con seguridad—. Y ya te lo dije, y lo repetiré cuantas veces creas que sea necesario: me importas tú, Miranda. Solo tú. Y tu felicidad y comodidad. A la mierda Josué. Nada vale lo suficiente si eso hace que te alejes de mí.

—Te amo —Miranda sonrió y se quitó el cinturón de seguridad para inclinarse en su dirección y darle un beso en los labios—. Y ahora haré que llegues tarde a clases porque me antojé de tener una conversación profunda justo cuando tienes que ir a trabajar.

Parker sonrió contra sus labios y le dio otro beso pequeño mientras le acomodaba unos mechones de cabello tras la oreja.

—No importa si llego tarde, yo ya me gradué —respondió, guiñándole un ojo a Miranda cuando ella se devolvió al asiento.

—No hagas eso —se echó a reír, dándole un empujón—. Cuando estudiaba, odiaba a los profesores que llegaban tarde. Hacen perder el tiempo a los estudiantes. Así que ve, no te retengo más.

Parker asintió y abrió la puerta del carro, volviéndose una vez más antes de salir.

—No tienes que traerme, ¿lo sabes, verdad? Voy a comprar un auto pronto. Ya no tienes que venir a la universidad, así que no es justo que hagas esto por mí.

—Deja el drama, dormí en tu casa. No iba a dejarte ahí y que lidiaras con el transporte público. Además, tengo que venir a la universidad otras dos veces antes de dejar de hacerlo.

—Suerte escogiendo vestidos —Parker mostró sus hoyuelos—. ¿Irás ahora?

—No, esperaré a las chicas. Ahora mismo me encontraré con mi mamá e iremos a la peluquería.

—Me mandas fotos —Parker salió del auto y cerró la puerta, asomándose por la ventanilla—. Muchas.

—Te llenaré la galería —Miranda se despidió con la mano, sonriendo.

—Te amo —Parker le respondió, sin dejar de sonreír y luego, ella lo observó alejarse.

*****

—Todo muy bonito, pero la verdadera pregunta aquí es ¿cómo es su mamá? De seguro es una señora encopetada de esas que se sientan rectas, casi no comen nada y se limpian las esquinas de la boca con delicadeza —Verónica se enderezó y echó los hombros hacia atrás poniendo una expresión altiva en su pálido rostro, haciendo que las demás se echaran a reír—. Tengo que asumir cosas porque no nos has contado el chisme completo y ya llevas más de una semana aquí.

—Porque no nos habíamos reunido todas y no voy a estar contando lo mismo varias veces. Verónica, qué flojera —Miranda apretó los labios alrededor del pitillo y bebió un sorbo de chicha, sintiendo la leche condensada en el paladar—. Y tampoco debería empezar ahora, porque Natalia no ha llegado. Pero respondiendo a tu pregunta, sí hace lo de la servilleta, aunque eso no quita que sea chevere. Es super tratable. De hecho, lo primero que hizo fue preguntarme por ti, mamá.

Bianca echó la cabeza hacia atrás y alzó las cejas sin poder ocultar la sorpresa.

—¿Ah, sí?

—Pues sí, yo también quedé así.

—Quién lo hubiera imaginado —Bianca las miró alternativamente—, cuando ni siquiera se pasó por la habitación de hospital para que nos conociéramos.

—Bueno, recuerda que ese día peleó con quien era su socio solo para que pudieran operarte. De seguro estuvo muy ocupada. Pero es agradable, lo prometo. Me dio un recorrido por toda su casa en el momento en que Parker le dijo que me apasionaba la arquitectura, me mostró fotos de Parker chiquito y me enseñó todo su álbum de boda. Y hasta me invitó a su renovación de votos.

La feria estaba concurrida y Miranda, su madre, Verónica y Daniela se hallaban sentadas en una de las mesas esperando a Natalia.

—Una boda, me encantan las bodas —Daniela soltó un suspiro mientras miraba un punto fijo frente a ellas, sonrió, mordiendo el pitillo de su bebida—. Necesito que alguna de ustedes se que case para poder ayudarla a planear, es como mi sueño.

—¿Por qué no te casas tú? —Verónica bufó—. Anda a desear el mal a otro lado.

—No tengo con quien casarme —Daniela rodó los ojos, volviendo a mirar a sus amigas.

—Ben —dijeron Verónica y Miranda al unísono, riéndose luego de darse cuenta de que habían hablado al mismo tiempo.

—¿Quién es Ben? —Bianca arrugó el entrecejo, viéndolas con curiosidad.

Daniela se quedó callada, recorriendo la feria con la vista.

—Un chico con el que salía —respondió, evitando la mirada de sus amigas y en cambio, observando a la mujer mayor.

—¿Ya no estás con Ben? —Miranda alzó las cejas y su boca se abrió un poco.

—Nunca nos cuentas nada —continuó Verónica, observándola con los ojos entrecerrados.

—No hay chispa —Daniela apoyó el codo en la mesa y se sostuvo la cabeza con la mano, dándole vueltas con el pitillo al líquido espeso dentro del vaso—. Les prometo que lo intenté, pero era más lo que él sentía por mí que lo que yo sentía por él. Y es agotador intentar quererle como él a mí, porque dejo de ser yo cuando lo hago. No es justo ni para él ni para mí. Creo que lo mejor será que esté sola por un tiempo. Igualmente, la soledad no es tan mala.

—Si quieres mi opinión —Bianca bebió de su propia bebida antes de continuar, agregándole suspenso a la situación—. Es mil veces mejor estar sola que estar con alguien con quien sientes que te pierdes a ti misma. Tengo experiencia con eso.

Miranda y Verónica compartieron una mirada que luego dirigieron hacia la madre de la primera. Daniela la miró también, con una sonrisa en sus labios.

—Eres extraordinaria, Bianca. ¿Lo sabes, no?

—Solo soy mayor. Y como dicen por ahí... más sabe el diablo por viejo que por diablo.

—Siento que lo que iba a decir es una mierda ahora que mi mamá habló —Miranda negó con la cabeza—. Pero tiene razón.

—¿Terminaron ya, cierto? —preguntó Verónica.

—Sí, Verónica, lo dejé. Pero no se los había dicho porque no me apetecía esta conversación. Así que volvamos al tema de las bodas, ¿qué hay de ti? —La mirada de Daniela se posó en Ve—. ¿No quieres casarte con Eric? ¿Él nunca te ha insinuado que quiere hacerlo?

—No me voy a casar. Ni con Eric, ni con nadie. Mi ejemplo de un buen matrimonio está distorsionado gracias a mis padres. No todos los matrimonios son un cuento de hadas como el de tus padres, Dani. Además, recuerda que no soy católica. Y Eric ni siquiera está bautizado. ¿Formaría una familia con él? Sí, lo amo como para querer eso. Pero lo otro es tontería, dos personas pueden amarse y estar juntos sin la necesidad de tener un papel que lo vuelva oficial o algo así.

—Yo nunca me casé con el papá de Alejandro y estuvimos años juntos —comentó Bianca—. Cuando planeamos hacerlo, falleció.

Verónica señaló a Bianca.

—¿Ves? Estuvieron juntos por años y justo cuando hablaron de matrimonio, sucedió algo malo. Sin ofender, Bianca.

Su madre sonrió y negó con la cabeza.

—No hay por qué sentirme ofendida.

—¿Y con Josué? —Miranda la observó. Por fin podía decir su nombre sin que se le revolviera todo por dentro—. ¿Con él te casaste?

—Menos —su madre arrugó la cara y frunció los labios—. Y gracias a Dios que no lo hice. Lo único que tuve que preparar para sacarlo de mi vida fueron sus maletas.

Daniela parpadeó y asintió lentamente.

—Así que la única aquí que cree en cuentos de hadas soy yo. Buenísimo —Los ojos acaramelados de la pelirroja aterrizaron sobre Miranda—. ¿Qué hay de ti? No me dejes sola en esto, te lo ruego.

Miranda se concentró en su vaso.

—Estamos en nuestros veintes, ¿por qué hablamos de matrimonio?

—Porque mencionaste una boda y en serio quiero planear una, perdón por ser la única que le gustan estas cosas. Además, quiero saber. Es un tema de conversación como cualquier otro.

—Sí me casaría con Parker, pero no sé por qué hablamos de esto ahora.

Daniela la señaló.

—Ya lo dijiste. Si algún día te lo pide, sabes que tienes que dejarme planearla.

Miranda sonrío e iba a responder, pero la llegada de Natalia la interrumpió.

—Perdón por llegar tarde —Natalia le quitó el vaso a Miranda y bebió un gran sorbo de chicha—. El metro no me quiere.

—El metro no quiere a nadie —Verónica se rio.

—¿De qué me perdí? —dijo, viéndolas de forma alternativa—. Se callaron de repente.

—Daniela dejó a Benjamín y ahora quiere obligarnos a contraer matrimonio solo por el placer de planificar un evento que dura un día y en el cual se gasta mucho dinero —Verónica presionó el pitillo con los labios y la poca bebida que quedaba hizo ruidos contra el hielo.

—Si lo dices así, hasta suena cruel —Daniela rodó los ojos.

—Te amo —Verónica la lanzó un beso.

—Si así es tu amor, no imagino tu odio —Daniela le mostró el dedo del medio y Ve sonrió.

—¿Dejaste a Ben? —Natalia pareció sorprendida—. ¿Por qué?

—Porque no lo quiere y obviamente eso es mejor a engañarlo y jugar con sus sentimientos y a estar con alguien que no quiere —Miranda se puso de pie—. Vamos por mis vestidos, ya quiero probarme cien para terminar eligiéndolos de color negro de todas formas.

—Ya tienes muchos vestidos negros, Andreina —su madre la riñó—. Si vas a escoger uno negro, olvídate de que lo pagaré.

—¿Por qué no se los hiciste tú? —Natalia miró a Bianca mientras se tomaba el resto de la bebida que Miranda le ofreció.

—No hubo tiempo. Igual iremos a una de las tiendas de la empresa donde trabajo, algún diseño mío tendrán.

—Bueno, en ese caso también me mediré algunos. Mi graduación es en un par de meses, pero ya que estamos —Natalia comenzó a caminar—. Hagámoslo.

—Yo no me gradúo hasta diciembre —dijo Daniela.

—Y yo ya me gradué, niñas —Verónica fingió echarse el cabello hacia atrás de forma presumida, porque lo tenía demasiado corto como para hacerlo de verdad.

Miranda sonrió y las miró, con un poco de nostalgia brillando en sus ojos.

—¿Están conscientes de cuánto aspirábamos estos días cuando éramos unas niñas? Parece mentira que ya estemos tan cerca.

Natalia asintió y una sonrisa se formó en sus labios.

—Parece mentira lo rápido que ha pasado el tiempo.

—Lo bueno es que a pesar de los distintos caminos que tomamos, seguimos unidas —Daniela suspiró con alegría.

—Sí, bueno —Verónica movió las cejas—. Esta relación es para siempre, más les vale que así sea. Porque las elegí como mi familia, y sé que no me equivoqué al hacerlo. Las quiero, chicas. Y a ti te amo, Bianca.

—Y yo estoy orgullosa de ustedes —dijo la madre de Miranda, rodeando a su hija por un brazo y observando a las demás con una sonrisa. Las había visto crecer durante todos esos años, siendo las tres el apoyo de Miranda desde que eran tan solo unas niñas. Y ahora, ella estaba viéndolas convertirse en mujeres.

*****

Había llegado el día tan esperado de toda su vida: su graduación.

Por fin sería arquitecta. Y sabía que eso sería solo el comienzo, pero le emocionaba muchísimo por fin estar ahí sentada, bajo las Nubes de Calder, rodeada de todos sus compañeros de promoción.

El frío del aire acondicionado se colaba por la abertura de la toga negra y le erizaba todos los vellos corporales, o quizás los escalofríos se debían a los nervios y la emoción que se mezclaban en su interior por el hecho de que pronto era su turno de levantarse y subir a la tarima a recibir su título.

Hacía un par de días le habían entregado su medalla, de cinta azul celeste, la cual en ese instante colgaba de su cuello junto con el collar que Parker le había regalado. Inconscientemente, como siempre, sus manos viajaron en busca del dije, apretándolo entre sus dedos para conseguir un poco de calma.

Volteó la cabeza hacia atrás, en busca de Parker, su madre o sus amigas, pero no tenía idea de dónde se habían sentado sus invitados y el Aula Magna estaba demasiado llena y las luces demasiado tenues como para identificarles desde donde estaba ella. Así que se volvió de nuevo hacia el frente justo a tiempo para darse cuenta de que su fila se estaba movilizando para ponerse en pie y formarse en la escaleras de la tarima.

«Bueno, ya casi es mi turno. Cálmate, Miranda, respira profundo.»

Se mordió el labio y se puso en pie, yendo detrás de su compañera con los insectos asesinos revoloteando en su interior. Respiró hondo y cerró los ojos una vez estuvo formada.

Entre nombres y aplausos, el tiempo pareció acelerarse durante la espera, y la chica delante de ella, cuyo nombre era Ana Carrasco, por fin subió a recibir su título.

Seguía ella.

Dios. Seguía ella.

Quería dar saltitos de un lado a otro, o gritar, no sabía que hacer para que sus manos dejaran de temblar como lo hacían. Así que se miró los pies, que estaban enfundados en unas sandalias tornasol muy altas de tacón cuadrado que soltaban destellos de distintos colores dependiendo de la dirección en la que les diera la luz y se concentró los brillitos de colores como si fueran un calmante. Y entonces, escuchó su nombre por toda la sala y el sonido de aplausos que le seguían. Carajo, que buena acústica tenía ese lugar.

Subió las escaleras con el corazón latiéndole a millón y en ese momento, agradeció que la toga no le quedara tan larga, o quizás se hubiera enredado en ella y caído en plena tarima. Con una sonrisa se acercó hasta la mesa donde estaban el decano de la facultad, la directora de la escuela y los padrinos de la promoción, entre estos últimos estaba Emmanuel. Estrechó la mano que cada uno le ofrecía, mientras la felicitaban y ella asentía sonriendo. Emmanuel la felicitó con una gran sonrisa, apretándole la mano por unos segundos más de los que debía. Finalmente, se detuvo frente a la rectora, esta le sonrió y le entregó el título con una mano mientras que le estrechaba la otra, ambas voltearon hacia la cámara y el flash fue todo lo que Miranda vio por unos segundos.

Y cuando bajó de la tarima, la calma por fin se instaló en ella. Apretó el porta títulos en sus manos y se dirigió de nuevo a su asiento. Obtuvo un par de felicitaciones de sus compañeros y amigos que ahora se habían convertido en sus colegas y se tomaron un par de fotos. Miranda sacó su celular de su pequeño bolso de mano para tomar unas propias y la cantidad de llamadas perdidas que tenía la dejaron helada en su asiento.

No eran de un número registrado, pero la habían estado llamando durante la tarde, la última llamada tenía una media hora. ¿Qué se supone que era tan urgente? Tampoco podía devolverles la llamada y pasar un mensaje porque era un teléfono local.

¿Quién podría ser?

De repente, el concurso se le vino a la cabeza. ¿Será que estaban llamándola por los resultados? Aunque aún faltaban días para la fecha oficial en la que anunciarían los que pasaban a la siguiente ronda. Y en caso de que le hubieran adelantado, existía el correo electrónico, ¿no? Encendió los datos del celular y entró a revisar su correo. En efecto, tenía uno, era de la empresa. Pero solo decía que en cuanto pudiera, les devolviera la llamada. Porque... ¿tenían algo importante que hablar con ella?

Miranda leyó el mensaje con el ceño fruncido y se dispuso a responder. Estaba en su graduación, no podía contestar llamadas hasta el final del acto. Y para eso aún faltaba mucho. Redactó un pequeño mensaje algo formal y luego de que se envió, apagó los datos y siguió en lo suyo. Tomaría fotografías para no pensar en qué podían querer hablar con ella los del concurso cuando aún ni habían dado los resultados.

Después de haber estado tan ansiosa por tener su título en mano, el resto de entregas le parecieron lentas en comparación a lo que ella tuvo que esperar para subir, que fue nada porque su apellido comenzaba por la tercera letra del abecedario. Así que el resto del acto fue una repetición de alguien subiendo a la tarima, aplausos en el fondo y uno tras otro fueron pasando hasta que todos estuvieron sentados de nuevo, escuchando el largo y emotivo discurso de la rectora acerca de la generación de relevo, el futuro del país, la visión fresca de mentes nuevas y lo necesario que era que cada uno siguiera creyendo en sus sueños y lo más importante: vencer siempre la sombra, ese era el lema de la universidad, después de todo.

El sonido de aplausos rompió el silencio que se había instalado durante el discurso y luego llegó el momento que Miranda estaba esperando:

Todos los graduandos se pusieron de pie y lanzaron los birretes negros al aire, provocando una lluvia de gorros que vista desde arriba de seguro era espectacular. Miranda gritó y se echó a reír, recibiendo y dando abrazos a quienes habían cruzado con ella ese camino. La melodía de Color esperanza, una canción que ya conocía de memoria, inundó el lugar y le dieron ganas de llorar debido a la letra.

Definitivamente nunca iba a olvidar ese día.

*****

―Coño por fin ―Alejandro se acercó con una sonrisita ladina y le revolvió el cabello, despeinándola a propósito, mientras la acercaba a él para darle un abrazo―. Llevabas como mil años estudiando.

Miranda soltó una carcajada y lo empujó para luego darle un manotazo en el hombro.

―Si hablas paja, fueron solo cinco, lo que dura la carrera ―respondió, pasándose los dedos por el cabello para arreglar lo que había deshecho su hermano.

―Lo sentí como una eternidad ―Alejandro sonrió y le pellizcó una mejilla―. Mi hermanita ya puede construirme una casa. Felicidades por este logro, Andy. Estoy orgulloso de ti.

―Gracias ―Miranda le devolvió la sonrisa, pero volvió a pegarle en la mano para que dejara de apretarle la mejilla.

―A ver, finjan que son unos hermanos amorosos y posen para tomarles una foto ―Bianca, quien ya le había dado muchos abrazos a Miranda, se puso frente a ellos con el celular en mano.

―Yo soy un hermano amoroso ―Alejandro rodeó a Miranda por los hombros y sonrió junto con Miranda para la foto―. Solo que demuestro mi amor de otra manera.

El porta título en forma de tubo de Miranda fue a parar en el costado de su hermano y la fotografía salió con ella golpeándolo mientras sonreía y Alejandro inclinado en una mueca de dolor.

Bianca puso los ojos en blancos y esperó a que se acomodaran para tomar otra.

―Listo.

―Ni se te ocurra subir eso a Facebook ―Alejandro le rogó con la mirada.

―Es mi Facebook, obvio que la voy a subir ―su madre sonrió y llamó a Parker, quien estaba hablando con las chicas, para que se uniera a las fotos.

Parker caminó hasta Miranda y sin previo aviso la tomó por las piernas para cargarla, haciendo que soltara un grito y varias personas voltearan a verla.

―¿Qué haces? ―masculló, mirando a Parker con las mejillas encendidas y agarrándose de su cuello con una mano para no caerse.

―Tu madre quiere una foto, pues tendrá una romántica.

Miranda sonrió y rodó los ojos.

―¿Cómo si estuviéramos recién casados en una película de los ochenta?

―Ay Dios, no ―Parker negó con la cabeza―. Mira a la cámara y alza el título con tu mano libre, yo te miraré a ti.

Miranda asintió.

―Oye, sí es una buena pose.

―Lo sé ―Parker sonrió―. Se me ocurrió viendo pinterest esta mañana.

Miranda se carcajeó y miró hacia la cámara, sosteniendo con una mano el hombro de Parker y levantando el título con la otra. Una vez que su madre tomó la foto, Parker la devolvió al suelo y le dio un beso en los labios. Y todo fue perfecto hasta que sus amigos soltaron risas, ruiditos y silbidos de aprobación que hicieron que el rostro de Miranda se calentara y le diera vergüenza. Bajó la cabeza y la apoyó en el pecho de Parker con la idea de quedarse así hasta que se le pasara, pero la voz de su madre la hizo subir la cabeza.

—¿Me tomarías una con mi hija?

Parker sonrió y agarró el celular de Bianca.

—Por supuesto —alzó el celular y asintió hacia ellas para que posaran y entonces, después de esa foto, pasaron a muchas y todos fueron turnándose. Se tomó varias con las chicas, todas en distintas poses demasiado graciosas para considerarse fotos serias.

Y luego fue el turno de los chicos, que la cargaron de lado haciendo que quedara en horizontal. La foto salió, pero luego de varios intentos fallidos debido a que reírse les quitaba la fuerza para cargarla.

Luego de la sesión fotográfica se alejó hacia un lugar más silencioso y sacó el teléfono de su cartera para devolver por fin la llamada y saber por qué la habían acosado toda la tarde. Prefería hacerlo cuanto antes y no esperar más.

Porque ahora que no tenía música y un acto con el que distraerse, había más espacio para los nervios y las preguntas. Así que, caminando de un lado a otro, con el celular pegado a la oreja y el tono sonando contra su oído, deseó que atendieran la llamada de una buena vez para terminar con eso e irse a comer y a celebrar que ya estaba graduada.

—Buenas tardes, ¿quién habla? —una voz femenina contestó por fin.

Miranda se aclaró la garganta para deshacerse de cualquier tono nervioso que pudiera estar empañando su voz.

—Buenas tardes, habla Miranda Castillo, soy participante del concurso de arquitectura para las residencias estudiantiles ecológicas. Me han estado llamando de este número todo el día y hasta ahora he podido devolver la llamada.

—Ah, señorita Castillo, es usted. Hemos estado esperando su llamada —su tono de voz pasó de ser indiferente a uno más familiar, como si ya hubiera escuchado hablar de ella—. Le pasaré la llamada al señor Palacios, un momento.

Miranda giró sobre su eje y vio que Parker se estaba acercando a ella, tenía cara de que quería decirle algo, pero ella levantó un dedo en señal de que esperara.

—Miranda Castillo —la voz alegre de un hombre sonó del otro lado, pronunciando su nombre como un saludo cordial—. Un placer por fin hablar con usted. Parece que es una mujer muy ocupada.

—Estaba en mi acto de grado, como supondrá, no podía atenderle —contestó Miranda con serenidad, sosteniendo la mirada de Parker, quien ahora la veía con las cejas alzadas.

—En ese caso, felicidades por su graduación. Le habla Álvaro Palacios, jefe de jurados del concurso de arquitectura de residencias ecológicas. Le estaba llamando porque necesito hacerle una propuesta. Una bastante especial.

—¿Qué tipo de propuesta? —Miranda soltó una risa nerviosa que le fue difícil contener.

—Me imagino que sabrá que los resultados de la primera ronda se darán en un par de días, así que espero esté claro que no la llamo para decirle que la pasó.

Miranda sintió que palideció. Parpadeó varias veces, como si así pudiera quitarse la sensación fría que se le metió en los huesos.

—¿Ah, no? ¿Me está llamando para decirme que no pasé? —vio a Parker y él frunció el ceño, movió los labios, preguntando en silencio con quién hablaba, pero ella no le respondió—. No sabía que llamaran a los perdedores. Y menos de forma tan insistente.

El hombre se echó a reír con gracia del otro lado de la línea y Miranda no pudo sentirse más confundida. ¿Por qué tanto rodeo para decir algo?

—No me estoy dando a entender. Nos ha encantado su proyecto, demasiado como para que solo sea una residencia estudiantil que probablemente no obtenga el cuidado y valor que merece. Seamos claros, nosotros somos el medio, pero al final será un edificio controlado por el gobierno y será de carácter público, está difícil que reciba el mantenimiento que debería. Quizás solo los primeros años, pero luego no será así. Así que estuvimos, todos los jueces, de acuerdo en que quizás lo mejor no sea que gane esa licitación, pero puede obtener otra.

Miranda frunció el ceño y los ojos se le salieron un poco de su sitio debido a la sorpresa.

—¿Me está diciendo que me van a ofrecer otro tipo de premio o algo así?

—Nos gustaría ofrecerle un contrato para que su diseño sea un hotel vacacional en Margarita. Un proyecto cien por ciento privado y exclusivo. No hemos abierto las propuestas, pero si acepta, no será necesario. El proyecto sería suyo. Solo tendría que reunirse con nosotros para leer el contrato y escuchar que es exactamente lo que queremos. Y por supuesto, nosotros escucharemos su presentación. Esa que debía dar si pasaba la primera ronda.

—A ver —una sonrisa se formó en sus labios de forma casi incontrolable pero de alguna forma logró tranquilizar el tono de su voz—, tendría que cambiar cosas del proyecto para que se adapte a lo que quieren. Unas residencias hechas para estudiantes no es lo mismo que un hotel. En ese caso, habría que hacer ajustes.

—Exactamente, por eso queremos reunirnos. ¿Acepta?

Miranda respiró profundamente mientras su mirada se deslizaba hacia la de Parker. ¿Iba a hacer un bailecito de celebración ahí en público? No, pero sí quería. ¿Quería saltar y enganchar las piernas alrededor de Parker y besarlo para celebrar? También, pero se contuvo.

Las cosas no habían salido como ella esperaba, no era una llamada para decirle que había pasado a la siguiente ronda del concurso. Pero le estaban ofreciendo algo mejor, un proyecto que si quería iba a ser suyo, sin necesidad de competir. Y eso era mucho decir teniendo en cuenta que acababa de graduarse. Pero tampoco iba a lucir como una desesperada. Tenía que parecer que tenía muchas ofertas.

—Acepto reunirme con ustedes, sí, necesito escuchar lo que quieren para hacerme una idea de cómo podría cambiar el proyecto en caso de que sea un hotel.

—Perfecto —Álvaro contestó—. Haré que le envíen por correo el día, la hora y la dirección de nuestras oficinas.

—Muchas gracias. Tenga buen día —concluyó Miranda, apretando los labios.

—Feliz día —contestó el hombre, antes de colgar.

Cuando el sonido que indicaba el final de la llamada sonó, Miranda alzó los brazos en señal de celebración.

—¿Me vas a decir qué sucede? —Una sonrisa bailó en los labios de Parker.

—Pues, no pasé a la siguiente ronda —hizo una pausa dramática—. ¡PERO TENGO UN CONTRATO! Bueno, aún no lo tengo pero —El abrazo de Parker la interrumpió, haciéndola girar, levantándola unos centímetros del suelo.

—Eres tan buena en lo que haces que te ofrecieron algo solo para ti —dijo, sosteniéndole el rostro con ambas manos y besándola.

Miranda asintió.

—Pellízcame, porque creo que estoy soñando.

Parker sonrió de lado.

—Puedo hacer algo más que pellizcarte, pero no es apto para todo público.

Miranda soltó una carcajada y le dio un empujoncito juguetón en el hombro.

—Vamos de vuelta con los demás. No les digas nada, esperaré a que sea algo seguro para contarlo.

—No tengo problemas para mantenerlo en secreto —Parker asintió—, será divertido que solo yo lo sepa.

—Solo porque estabas aquí, si no, tampoco te lo diría hasta que fuera seguro —Miranda se puso un dedo en la mandíbula de forma pensativa—. Así como tú con tu proyecto. Por cierto, ¿por qué venías con cara de que querías decirme algo?

—Karla me escribió, resulta que la invitaste —Parker alzó las cejas con interés a la vez que bajaba las manos y desabotonaba la toga de Miranda—, pero no pudo llegar porque tenía clases. Me dijo que quería venir igual, pero que ya no sabía si podía.

Miranda se terminó de quitar la toga y se la colgó en un brazo, mientras que con la otra mano tomaba la que Parker le ofrecía para empezar a caminar junto a él.

—¿Y por qué no me escribió a mí?

—Quizás aún le da miedo hablarte.

Miranda lo volvió a empujar mientras rodaba los ojos.

—Dile que sí, que puede venir. Que iremos todos a comer.

—Lo haré —Parker la miró con una sonrisa—. Por cierto, no sé si ya te lo dije, pero ese vestido te queda precioso. Pareces una sirena.

Miranda sonrió y bajó la vista hacia el vestido tornasol de lentejuelas que se ceñía a su cuerpo. Era de manga larga, llegaba hasta la mitad de sus muslos, con un patrón que simulaba escamas en color negro, y toda la espalda descubierta. Y hacía juego perfecto con sus tacones.

—¿Por eso acabas de hacer que me quitara la toga? —lo miró con las cejas alzadas.

—No me malinterpretes, te veías muy bonita con la toga, pero te ves más hermosa sin ella —Parker se acercó a ella hasta que sus labios rozaron su oreja—. Y te verás mejor cuando te quite el vestido.


Hola jeje

Lamento la tardanza en subir este capítulo, pasaban muchas cosas y el no saber como ordenarlas me bloqueó un poco, pero acá está y espero que les haya gustado.

Curiosidad: Las Nubes de Calder o las Nubes Flotantes son unos paneles que están dispuestos de forma decorativa y mejorando la acústica del Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela. Son un ícono en la universidad, y siempre se hace referencia a querer graduarse bajo las nubes de Calder, así que me pareció lindo ponerlo acá en el libro. Si tienen dudas de como son, se las dejé en multimedia. La foto la tomó un amigo, gracias William, por dejarme usarla jsjsjjsj

También tienen la canción que suena al final de la graduación, por si no la conocen.

¿Qué les ha parecido? Ya casi casi llega el final de la historia. No estoy lista, no estoy lista de verdad.

Les deseo un bonito día. Nos leemos en el próximo capítulo, espero que sea pronto.

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