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38. Sonrisas entre suspiros

Decir que estaba sorprendido de ver a Miranda afuera de su apartamento, paseando de un lado a otro y hablando consigo misma mientras sujetaba un ramo de flores en sus manos, era poco.

Parpadeó varias veces, sin poder creerse lo que estaba viendo. Se tomó el tiempo de detallarla, porque ella estaba tan concentrada en lo suyo, que no había reparado en su presencia. Tenía el cabello más largo, o quizás solo era la ilusión que creaban sus raíces castañas con los mechones azules descoloridos que estaban volviéndose verdes. Iba con una chaqueta vinotinto y unos jeans rotos que dejaban mucha piel a la vista, sus botas negras resonaban en la cerámica cuando caminaba. Y lucía dolorosamente hermosa con ese gran ramo de girasoles entre las manos. Sin poder evitarlo, Parker sonrió, acercándose a ella.

―¿Flores? ―fue lo único que dijo, y bastó para que Miranda diera un respingo y se volviera de golpe hacia él; con los ojos abiertos como si no hubiera esperado que Parker apareciera frente al que era su apartamento.

Estaba maquillada, pero aun así, en su mirada se notaba el cansancio.

―Sí, flores ―lo miró un momento, con una pequeña sonrisa de labios cerrados formándose en sus labios y luego se las extendió―. Espero que te gusten los girasoles.

―Gracias ―él las tomó, oliéndolas discretamente y luego ambos se quedaron ahí parados en silencio. Después de unos segundos que parecieron eternos, Parker habló―. ¿Cómo es que... estás aquí?

Ella metió las manos en los bolsillos de su chaqueta y se encogió de hombros, como si no fuera la gran cosa. Que sí lo era.

―Tomé un vuelo de dos escalas solo para verte ―se mordió el labio inferior y medio sonrió―, y Alejandro me dio el número de Brett, así que le dije que vendría y fue a buscarme al aeropuerto y me trajo hasta aquí. Y todo fue muy rápido y muy loco. Y ya ni siquiera sé si estoy soñando porque no he dormido bien, pero espero que no sea un sueño.

―¿Dos escalas? ―Parker sintió que su corazón se agitó.

―Así es.

―¿Llevas mucho rato esperándome?

Miranda asintió.

―En realidad, ni siquiera había llamado a la puerta como para darme cuenta que no estabas. Solo estaba aquí, practicando todo lo que iba a decirte cuando te viera ―se rio―, y puede que lleve media hora haciéndolo. Tengo mucho que decirte.

Él soltó una risa y sacudió la cabeza, pasó a un lado de Miranda, sacando las llaves de su bolsillo.

―Pasa ―Parker se puso de lado y Miranda entró arrastrando la única maleta que había llevado. Una vez cerró la puerta tras él, levantó las flores que aún tenía en sus manos―. Las pondré en agua. Debió ser un vuelo largo y cansado, ¿puedo ofrecerte algo?

Miranda se frotó las manos con inseguridad, mirando alrededor.

—Ya comí, así que solo agua estaría bien.

Parker asintió lentamente y entró en la cocina. No tenía idea de qué estaban haciendo en ese momento. Todo lo que se estaban diciendo era mera cortesía. Ella parecía demasiado frágil en ese momento y él... solo quería estrecharla entre sus brazos. El hecho de que hubiera viajado tan lejos solo porque quería hablar con él en persona, significaba todo.

Colocó las flores en un pequeño jarrón y ahí solo, durante un momento, se permitió soltar una risa. Porque solamente ella era capaz de ese tipo de locuras.

Cuando salió por fin de la cocina, Miranda estaba de espaldas a él, viendo por la ventana. Se acercó a ella y le tendió el vaso con agua.

―Gracias ―Miranda tomó el vaso y sus dedos se rozaron el tiempo suficiente para que Parker volviera a extrañar tocarla. Ella se quedó congelada un momento y luego se bebió toda el agua de golpe, después, volvió a mirar hacia afuera.

―¿Y bien? ―dijo, empezando a odiar el silencio que se estaba instalando entre ellos―. Te escucho.

―¿Eh? ―ella parpadeó, como si no le hubiera dicho hacía un momento que tenía mucho que decirle.

―Acabas de decir que tienes mucho que decirme. Te escucho. Creo que lo merezco.

Miranda tomó una gran bocanada de aire y luego lo miró a los ojos.

―Perdón ―exhaló, y caminó hacia el comedor, colocó el vaso encima y luego lo volvió a mirar, con las cejas unidas―. Perdóname por todo lo que te dije ese día, estaba alterada y muy, muy dolida. Y sé que no es una excusa, sé que no justifica lo que te dije, porque tú solo querías ayudar. Y te disculpaste justo ahí, justo en el momento en que yo necesitaba que lo hicieras, pero no te escuché. Solamente me dejé llevar por lo que yo sentía, ignoré cómo te sentías tú y ―Miranda hizo una pausa en la que dejó de verlo, relamiéndose el labio inferior―, te eché de mi vida. Y la razón por la que lo hice fue porque estaba asustada, tenía miedo de que vieras en qué estabas metiéndote realmente al estar conmigo y que decidieras dejarme porque ¿por qué no hacerlo? Actué de forma exagerada y no te iba a culpar si querías dejarme. Pero te alejé yo porque no podía soportar si te alejabas tú ―Miranda respiró tan profundo que su pecho subió visiblemente.

Una lágrima solitaria cayó por su mejilla y ella se apuró en quitarla. Él quería acercarse y abrazarla, decirle que nunca la dejaría, que todo estaba bien. Pero Miranda estaba tan lejos de él que eso le dio la sensación de que no quería nada de eso en ese momento, no cuando aún tenía cosas por decir.

―Te amo, Parker ―soltó, subiendo la mirada para verlo a los ojos. No titubeó, y la voz no le tembló ni un poco. Lo que si tembló fue algo dentro de él, y su corazón dio un vuelco dentro de su caja torácica―. Lo hago, y lamento haber tardado tanto en decírtelo. Pero quería hacerlo en persona, quería que me vieras mientras te lo decía. Porque ya no pienso alejarme, ni huir. Tampoco te quiero lejos, y soy un fracaso intentando que las cosas mejoren, soy un asco pidiendo disculpas porque no sé hacerlo. Pero quería intentarlo. Porque eres tú. Y vales todos los viajes y escalas y aeropuertos posibles.

Él se acercó un paso, con el corazón latiendo frenéticamente dentro de su pecho. Estudió la expresión de Miranda durante un momento―. Por favor, ¿podrías decirlo de nuevo?

—Pues... Te amo —ella se permitió una sonrisa y otro paso al frente que los acercó un poco más—. Y te lo diré tantas veces como sea necesario si eso hace que me perdones por lo horrible que fui.

Él negó con la cabeza, avanzando hacia ella.

―Te perdoné justo en el instante en el que te vi caminando de un lado a otro afuera de mi casa con un ramo de flores.

Ella soltó una risa y sacudió la cabeza, cubriéndose los ojos como si de pronto le diera vergüenza ese hecho.

―¿En serio? ―dio un último paso que los dejó a pocos centímetros de distancia―. ¿Funcionó?

Miranda sintió que su corazón dio un brinco de felicidad y no pudo evitar la risa de alivio que salió de su boca.

―Estoy enamorado de ti, Miranda. Te amo. Verte aquí fue suficiente para mí.

―Eso es bueno ―Asintió, rodeándole el cuello con ambas manos―, porque no compré boleto de regreso.

Parker se echó a reír, tomando la cintura de ella entre sus manos. Miranda sintió que su toque la quemó, la mató y la devolvió a la vida. Todo al mismo tiempo.

―¿Lo hiciste a propósito?

―Tenía que hacerlo ―ella sonrió, relamiéndose los labios―. Lo mío no son las cartas de amor y ni loca esperaba a que volvieras para decírtelo. El no comprar boleto de vuelta, de alguna forma, me dio la seguridad de que cuando regresara, lo haría contigo. Te quiero conmigo, te quiero en mi vida. Prometo no volver a enloquecer porque intentes ayudarme a arreglar mi desastre.

Se colocó en puntillas para darle un beso, pero Parker se alejó con dificultad, mirando al techo para no distraerse con sus labios.

―Espera. Yo prometo no volver a meterme en asuntos tan delicados como esos. Tenías razón, no debí hacer lo que hice. Me importas tú. Y me importa lo que sientes. Y no puedo obligarte a hacer algo que no quieres. Así que no lo haré de nuevo.

Las manos de Miranda lo obligaron a bajar la cabeza e inevitablemente, la miró. Tenía una sonrisa preciosa en sus labios, y todo lo que él quería era terminar esa conversación y besarla por todo el tiempo que había durado sin hacerlo.

―¿Ya te puedo besar? ―fue lo único que Miranda dijo, a pesar de que en su mirada se notaba que estaba ocultando algo. Pero a Parker no le importó, sonrió y unió su boca a la de ella, dándole un beso lento que detonó fuegos artificiales en el estómago de Miranda. Subió las manos por su nuca y fue a enredar los dedos en unos rizos que ya no estaban.

―Perdón ―balbuceó entre besos―, es la costumbre. Pero te ves guapísimo con tu nuevo corte ―se separó un milisegundo para verlo a la cara―. Así se te ven mejor los ojos.

Parker sonrió y volvió a besarla, metiendo las manos por el interior de su camisa y acariciando la piel de sus caderas.

Miranda soltó un pequeño gemido y volvió a apartarse.

―¿Te confieso algo?

―¿El qué? ―Parker la miró desde su altura, buscando sus labios de nuevo.

―Me estoy cayendo de sueño ―dijo, riéndose y dejándolo con cara de idiota. Se abrazó a él y apoyó la mejilla contra su pecho, cerrando los ojos.

―No hay nada que quiera más en este momento que tengamos sexo en todas partes, pero primero necesito dormir y reponer energías.

Parker se echó a reír y su pecho se sacudió, reconfortando a Miranda. Pasó las manos por su espalda y la acarició lentamente.

―No necesitas decirme que estás cansada, tú cara me lo dice sola.

Miranda se separó de él para verlo con ojos entrecerrados.

―¿Me estás diciendo que me veo fea?

Parker besó su frente.

―No. Estás hermosa, pero luces cansada. Es todo.

—Entonces llévame a la cama.

―Tus deseos son ordenes ―respondió él, alzándola por los mulos. Miranda le rodeó el cuello con los brazos y apoyó la cabeza en su cuello, dándole un beso debajo de la oreja.

El surf con su padre tendría que esperar.

Tenía muchos asuntos pendientes que atender.

****

Miranda salió de la ducha sintiéndose como nueva. Después de tomar una siesta junto a Parker, había decidido bañarse para deshacerse de los restos de agotamiento que le quedaban, además de que lo necesitaba. Se colocó la ropa interior y una camiseta de Parker que olía él y salió del baño sintiendo que caminaba sobre nubes de algodón.

Parker estaba sentado en la cama, con la espalda recostada de la gran cabecera que tenía, sin camisa, y al parecer muy concentrado en un mensaje que estaba escribiendo. Miranda se tomó un momento para detallarlo, solo porque quería hacerlo. Se veía tan atractivo con su nuevo corte, los rizos ya no le tapaban la frente, lo que daba una mejor visión de su rostro y le resaltaba la mirada. La barba rubia estaba perfectamente en su sitio, delineando sus labios de una forma maravillosa, como si exigieran ser besados. Ella quería hacer eso. Mucho.

―¿Todo bien? ―preguntó, en cambio, sentándose frente a él en la cama y acariciando la sabana con los dedos.

Parker desvió la vista hacia ella y le mostró sus hoyuelos. Sus preciosos hoyuelos.

―Sí. Estoy hablando con mi papá. Tenía que estar en casa de mis padres hace como dos horas, papá quería ir a surfear hoy y ahora estoy intentando convencerlo de que vayamos mañana. Estaba un poco molesto hasta que le dije que no fui porque tú llegaste. Así que, ¿trajiste traje de baño? Porque mañana vamos a la playa.

Miranda parpadeó y sacó cuentas mentalmente, el día que había pasado preparándose para el viaje, más, el día que había estado la mayor parte de las horas que lo conformaban montada en un avión. Eso los dejaba en treinta de diciembre, lo que quería decir...

―Pero mañana es víspera de año nuevo.

Él asintió y dejó el celular sobre la mesa de noche, inclinándose hacia ella y deslizando una mano por su pierna desnuda con naturalidad, provocando cosquillas en el vientre de Miranda.

―Sí, así es. Pero que sea treinta y uno de diciembre no quiere decir que no podamos ir a surfear. Quiero decir, estamos en California.

―No sabía que surfearas ―esbozó una sonrisa al imaginar a Parker encima de una tabla de surf mientras la brisa le azotaba el cabello―. Nunca te vi surfear en Cancún.

―La verdad... estoy un poco oxidado. No lo hago desde hace mucho.

Miranda sonrió y lo observó a través de las pestañas.

―¿Suena egoísta de mi parte si te digo que me alegra que te hayas quedado conmigo?

―Para nada ―su voz bajó un poco y sus ojos cayeron hasta los labios de ella―. Por cierto, también tenemos una invitación para ir a cenar esta noche a casa de mis padres, les dije que no sé si querías ir, por lo del vuelo y todo eso...

―¿La cena nos da tiempo de solucionar eso que tenemos pendiente? ―Insinuó la peliazul, moviendo un dedo entre ellos.

Parker sonrió.

―Por supuesto que sí.

―Perfecto. Porque te extrañé demasiado ―susurró Miranda, con la respiración entrecortada, bajando la mirada hasta la mano que Parker aún tenía sobre su muslo. Subía y bajaba los dedos espontáneamente, como si ignorara todo lo que ese toque provocaba en ella. O quizás no lo ignoraba. Quizás sabía lo que estaba haciendo y solo buscaba provocarla.

Y estaba funcionando.

Parker no respondió, lo que la hizo subir la cabeza para mirarlo y darse cuenta de que estaba a milímetros de ella. Sus respiraciones se mezclaron y el suspiro involuntario que escapó de sus labios fue atrapado por los de Parker en el instante que la besó.

Su boca tomó la de ella con una suavidad dolorosa, relamiendo su labio inferior con parsimonia, saboreándola lentamente. Lo había extrañado tanto, que le daban ganas de llorar de felicidad por estar besándolo en ese momento. Parker apretó los dedos en su muslo con una fuerza que contrastaba por completo la delicadeza de sus labios; Miranda entendió el mensaje y se subió a horcajadas sobre él, deslizando las manos por su torso hasta llegar a su cuello.

Parker deslizó sus manos por las piernas de ella, subiendo hasta sus caderas, introduciéndolas dentro de la camiseta, acariciando la piel de su cintura, haciéndola arrimar sus caderas hacia adelante, haciendo que chocaran contra las de él, soltando un pequeño gemido contra sus labios en el proceso.

Los besos de Parker tenían la capacidad de transformarla en agua pura, tambaleante y a punto de derramarse por completo. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, exhalando con fuerza cuando los labios de Parker se deslizaron hasta su mandíbula y descendieron por su cuello, dejando piel erizada por donde fuera que besara. De pronto, la camiseta que Parker le había prestado se había convertido en un estorbo y él mismo estaba quitándosela, para arrojarla por ahí.

Miranda solo sentía. Sentía su corazón latiendo demasiado rápido, sentía los parpados pesados y no precisamente por el cansancio, sentía su centro calentarse y arder mientras ella se derretía por fuera. Sentía a Parker tocándola por todos lados. Se estaba fundiendo en sus brazos y no podía estar más feliz por eso.

Un beso de vuelta en la boca y comenzaron a ir cuesta abajo a partir de ahí. Parker la tumbó de espaldas sobre la cama, viéndola con sus fervientes ojos azules a través de la cortina de pestañas rubias, posando sus labios en el medio de sus pechos mientras descendía con su lengua por el centro de su abdomen. Eso provocó cosquillas en todo su cuerpo, sobre todo en el sitio entre sus piernas y no pudo evitar apoyarlas sobre los hombros de Parker.

Suspiró con fuerza y volvió a mirar a Parker justo en el momento en el que sus dedos frotaron su intimidad por encima de la ropa interior, haciéndola mover las caderas. Lentamente, deslizó la ropa interior fuera de su lugar, a través de sus piernas, para que esta dejara de interponerse entre ellos. Los labios de Parker se posaron sobre su vientre, besando su monte de venus y justo cuando Miranda ya estaba convertida en líquido sobre la cama, su boca bajó un más y su lengua se introdujo en ella, haciéndola subir la mirada mientras se mordía el labio inferior.

Un gemido surgió de su garganta cuando Parker apretó sus dedos alrededor de su muslos y su lengua comenzó a moverse dentro de ella, lamiéndola con una lentitud estremecedora, provocando que su interior se contrajera y se dilatara con cada movimiento que realizaba, exigiendo más de él. Uno de sus dedos acarició su entrepierna con suavidad, provocándole escalofríos por todos lados y haciéndola lloriquear de gusto. Miranda echó la cabeza hacia atrás, gimiendo en el momento que Parker comenzó a frotar la piel sensible de su intimidad con sus dedos y a la vez su lengua causaba un maremoto en su interior. Cerró los ojos y tragó saliva con fuerza, aferrándose a la sábana debajo de ella como si eso fuera su único agarre al mundo normal, porque al lugar donde Parker la estaba llevando sin duda se encontraba fuera de lo ordinario.

Se arqueó, sintiendo como sus músculos se contraían con fuerza, y Parker aprovechó su movimiento para apretar su cadera con una mano y frotar su botón de placer con su lengua mientras introducía sus dedos de forma rítmica dentro de ella, llevándola por el borde de un acantilado, haciéndola enterrar los talones en el colchón con fuerza, con su centro latiendo a la misma velocidad que su corazón, con la respiración agitada y las piernas temblorosas. Miranda gritó, ascendiendo por la montaña del clímax para luego sentir que su ser caía y caía y caía, dejando su cuerpo inmóvil y sudoroso sobre la cama.

Dejó salir una gran exhalación, mientras su pecho subía y bajaba intentando volver a la normalidad. Buscó con las manos a Parker para acariciarle el cabello y él apoyó la barbilla sobre su abdomen, mirándola un momento antes de darle un beso en la piel justo encima del ombligo.

―Yo también te extrañé. Demasiado ―dijo, por fin.

Miranda sonrió y le acarició la nuca con los dedos.

―Me encanta que seas más de acciones que de palabras ―tragó saliva y se relamió los labios antes de volver a hablar, no sabía cómo estaba siendo capaz de formular palabras cuando Parker la había dejado en ese estado―. ¿Es muy pronto para volver a decirte que te amo?

―Dañas el momento cuando preguntas si es muy pronto ―Parker sonrió, trazando un camino de besos de vuelta por su abdomen, hacia arriba, llegando a la altura de Miranda y observándola con sus orbes azules inundados en deseo.

―Así que solo debo decirlo si quiero hacerlo ―Miranda colocó una mano en su pecho y lo empujó hacia un lado, acomodándose encima de él, besándolo en los labios lentamente, bajando con su lengua por el camino que trazaba su mandíbula y depositando un camino de besos desde la base de su cuello hasta su pecho, moviendo sus dedos en caricias leves hasta su abdomen. Sintiendo como su interior pedía, rogaba, por él.

―Exacto ―murmuró Parker, moviendo la cabeza en un vago gesto afirmativo, demasiado concentrado en lo que ella hacía y decía como para pensar en algo más―. De eso se trata.

―¿Me prometes que no te vas a aburrir de escucharlo tanto? ―musitó Miranda en respuesta, con la vista fija en la de Parker y su mano viajando hasta dentro de su mono, palpando con una sonrisa la erección que sobresalía de su bóxer, sacándola de su prisión y acariciándola con los dedos.

―Creo que eso jamás va a pasar ―Parker jadeó cuando ella rodeó su miembro con una de sus manos, comenzando a moverla de arriba abajo con esmero.

―Te amo ―dijo―. Y te necesito dentro de mí.

―Oh... ―Parker exhaló, esbozando una sonrisa encantadora―. Te amo ―contestó, con la voz ahogada por el placer, viendo como ella se sentaba a horcajadas sobre él.

―Miranda... ―Parker se incorporó un poco, apoyándose en los antebrazos para mirarla―, ¿estás segura de que quieres hacerlo así?

―Sí...―asintió con seguridad y luego miró al techo mientras contaba con los dedos en voz baja. La sonrisa se borró de su rostro y luego rezongó―. No, mierda. Creo que estoy en mi último día de ovulación ―aún encima de Parker, barrió la habitación con la mirada, como buscando algo. Se bajó rápidamente y Parker la siguió con la mirada.

Abrió el bolso de mano que había llevado y sacó una caja de condones, tomó un paquete y se acercó de nuevo a él, entregándoselo, con los labios apretados formando una sonrisa que era todo menos inocente, mientras parpadeaba.

―Que bueno que hayas venido preparada ―Parker se sentó, suspirando, mientras abría el paquete y se lo colocaba―. Porque yo no tengo. Si hubiera sabido que venías...

―Eso es bueno ―Miranda volvió a sentarse encima de él―, porque no tienes por qué comprar condones si yo no estoy.

Parker sonrió y sacudió la cabeza, recibiendo los labios de Miranda cuando ella se acercó para darle un beso. Sus lenguas se encontraron y la humedad de Miranda lo recibió, acoplándose a su alrededor de una forma que los hizo gemir a ambos. El beso se volvió más intenso y salvaje y Parker le acarició las caderas, posando las manos sobre la curva de su trasero y empujándola más cerca de él, pero dejando que ella marcara el ritmo. Miranda entreabrió la boca para jadear, enredando sus manos alrededor del cuello de Parker y aumentando el ritmo de sus movimientos con cada sacudida de caderas. El ruido que hacían sus cuerpos al chocar y sus bocas mezclándose y separándose en busca de aliento era lo único que se escuchaba en la habitación.

El sudor hacía que sus cuerpos resbalaran, tenía el cabello pegado a la cara y los párpados entrecerrados a penas le dejaban ver a Parker, pero la visión que tenía de él era exquisita. Se abrazó a él mientras echaba la cabeza hacia atrás y sonrió.

*****

―No sé cómo voy a mirar a tus padres luego de lo que pasó ―Miranda inspiró el aire nocturno con ansias de que eso la calmara, porque los nervios que la angustiaban no eran normales. Cambió el peso de un pie a otro y miró a Parker con la preocupación inundando sus ojos.

―¿Y qué pasó? ―Parker frunció el ceño, balanceando el manojo de llaves de un lado a otro, sin saber que el tintineo la hacía sentirse más ansiosa―. ¿Por qué estás tan nerviosa? A mi papá ya lo conoces y mi mamá no muerde. Y no entiendo a qué te refieres.

Ella lo miró fijamente durante un momento y él le devolvió una mirada confusa como si no tuviera idea de lo que ella estaba hablando. Bastaron unos segundos más para que Miranda se diera cuenta de que él realmente no tenía ni idea.

Aspiró aire y luego lo soltó lentamente antes de hablar.

―Bueno, ya sabes. ¿Acaso ellos no saben que habíamos... roto? Porque si les dijiste te juro que salgo corriendo ahora mismo, entro en el auto y me quedó ahí encerrada toda la noche porque qué vergüenza. Deben de odiarme.

―Ah, eso. No les dije ―Confesó Parker, sacudiendo la cabeza―. No tuve la valentía de hacerlo. Y en caso de que me hayan notado distante, no hicieron preguntas, lo cual agradezco. Quizás asumieron que habíamos peleado, no sé. Te prometo que no te odian. Yo no te odio, ellos no tendrían por qué hacerlo aún si lo supieran.

Miranda asintió, calmándose un poco.

―Bien, eso es un alivio. Porque iba a ser muy incómodo si sí sabían ―replicó, volviéndose de frente a la puerta, preparándose para entrar y expulsando una risita nerviosa que no pudo detener―. Estoy a punto de conocer a la mujer que te trajo al mundo y no tengo ni idea de cómo debería actuar.

―Solo se tú, y relájate ―La voz de Parker sonó suave y relajada, la tomó de la mano y le dio un beso tierno en los nudillos que disipó los nervios que se arremolinaban en su estómago―. Le agradarás.

Miranda sonrió, con las comisuras de sus labios temblando un poco.

―Te voy a creer solo para no pensar en eso.

Parker soltó una risita e introdujo la llave en la cerradura, abriendo la puerta de la casa que ni se había dado la tarea de detallar por fuera porque estaba muy ansiosa como para eso.

Ella pasó primero y se fijó en el interior para ocupar su mente de cosas que sí sabía y la hacían sentir segura. El vestíbulo estaba pintado de blanco perla, iluminado por una fila de ojos de buey de color blanco que le daban un aire moderno y sofisticado; lo primero que se veía eran unas escaleras sin pasamanos de peldaños de madera oscura que llevaban a la segunda planta, curiosamente, debajo de ellas había un pequeño jardín y al otro extremo de la pared, una consola de madera blanca sostenía un jarrón de cristal con flores dentro, y un gran espejo detrás ampliaba el espacio.

Miranda sintió la mano de Parker rozarle la parte baja de la espalda y volteó a verlo.

―Tus padres tienen una casa muy bonita. Por alguna razón imaginaba una decoración antigua.

Parker sonrió y la condujo por el vestíbulo con la mano aún sobre su espalda.

―Quizás porque la de Venezuela te dejó traumatizada ―bromeó Parker―, por suerte los gustos de mi madre han cambiado y ahora sí parece que viviera en este siglo.

Antes de que cruzaran a la izquierda para entrar en lo que Miranda suponía era la sala de estar, una mujer alta e imponente, ataviada en un vestido negro de tubo, los recibió con ojos brillantes.

La madre de Parker caminó hasta ellos con una sonrisa en la cara. Le dio a su hijo un beso en la mejilla y luego se volvió hacia Miranda.

Y lo que hizo la sorprendió por completo.

Se acercó a ella, abrazándola y dándole un beso en la mejilla como si se conocieran de toda la vida. Nada de estrechar la mano como ella pensó que sería, lo cual quizás era algo bueno porque eso significaba que la señora frente a ella no la odiaba.

―Tú debes de ser Miranda ―dijo, cuando se separaron―. Yo soy Alicia, es un gusto conocerte al fin.

Miranda aprovechó a detallarla en ese momento. Era más alta que ella y lo reforzaba con unos tacones altos demasiado elegantes. Su cabello castaño con reflejos rubios estaba suelto y caía en ondas perfectas sobre sus hombros; y sus ojos azules sonreían junto con sus labios. Era hermosa, y podía ver que en esa familia, la belleza se heredaba. Ahora que la conocía, podía comparar el parecido de Parker con ella, que si bien no se podía ver a simple vista, existía.

―Es un placer conocerla ―respondió Miranda, sonriéndole de vuelta.

―Nada de usted, por favor ―recalcó Alicia―. ¿Cómo está tu madre? ¿Está mucho mejor ya?

Miranda deslizó su vista hacia Parker durante un momento y él se encogió de hombros, sonriendo de lado. Lo que menos había esperado era que Alicia le preguntara acerca de su madre a penas la viera y eso la conmovió.

Parpadeó un momento, saliendo de su sorpresa.

―Está muy bien ―asintió―. Gracias. Por preguntar y... bueno, por todo.

Alicia sacudió la cabeza y apretó las manos de Miranda antes de soltárselas.

―Para eso estamos ―aseguró y luego se dio media vuelta, moviendo la mano para indicar que la siguieran―. Vengan a sentarse, a la cena le falta todavía un poco. Y Miranda, estás en tu casa, así que siéntete en la confianza de ponerte cómoda.

Miranda sonrió y deslizó la vista a su alrededor antes de tomar asiento; la sala de estar era muy espaciosa y muy bonita, una mesita de centro de cristal reposaba sobre una gran alfombra oscura aterciopelada y estaba rodeada de un gran sofá de cuero color ostra en forma de L. La diferencia con la casa que tenían en Venezuela era abismal, por supuesto, antes de que Parker decidiera remodelarla.

Se acomodó en el sofá, dejando su bolso de lado, y su vista fue a parar un pequeño portarretrato que descansaba sobre la mesa de centro. Era Parker, de unos trece años, vestido con la chemise azul del liceo, el cabello peinado hacia un lado y sonriendo a la cámara con un diploma en la mano.

Levantó la cabeza para decirle algo acerca de la foto, pero él estaba hablando con su mamá.

―...Y además puse a tu papá a cocinar su receta familiar de pavo, porque si sabe reparar un corazón, sabe cocinar copiar la receta de tu abuela ―Parker se carcajeó y sacudió la cabeza, echándose hacia atrás en el sofá y apoyando el brazo en el espaldar, justo detrás de ella. Alicia volteó a verla a ella―. ¿Te gusta el pavo, Miranda?

―Nunca lo he probado.

―Bueno, esperemos que te guste entonces, y que Mathías no lo queme, porque si no, tendremos que ordenar comida. Traeré algo para picar mientras está en el horno, ¿qué quieres beber, querida?

―No le digas que quieres vino ―intervino Parker, advirtiéndole con la mirada―, porque eso la pone nostálgica y antes de que te des cuentas, habrá sacado todos los álbumes familiares que tiene.

―Oh ―Miranda alzó las cejas con interés y se cruzó de piernas, recostándose del brazo de Parker―. Iba a decir que jugo estaría bien, pero creo que diré que quiero vino.

Alicia le guiñó un ojo y se alejó de ellos camino a la cocina.

―¿De verdad, Andy?

Miranda señaló la foto de Parker, con una sonrisa divertida bailando en la comisura de sus labios.

―Es que esa foto me dejó con ganas de ver más de ti chiquito. ¿Fue en tu graduación de primaria, verdad?

―Ay no puede ser ―masculló Parker, desviándose su mirada hacia la fotografía y tapándose la cara con vergüenza―. ¿Qué hace esa foto ahí?

Miranda quitó la mano que Parker tenía en su cara y le apretó una mejilla con toda la idea de fastidiarlo.

―Pero si te ves lindísimo con tu camisita del liceo, míraateeee ―se rio―, que cuchi te ves con tus rulitos peinados. ¿Qué edad tenías?

―Tenía doce, y ese peinado estaba asqueroso ―Parker le tomó la mano que sostenía su mejilla y la hizo soltar el agarre―. Esa foto fue antes de que me pegara la pubertad.

―No te avergüences, si vieras mi fotos del liceo te reirías también. Ni hablar de mi época de flequillo exagerado.

―Le diré a tu madre que me las muestre ―Parker movió las cejas de arriba abajo.

―Y yo le diré a la tuya, así que estaremos a mano ―contraatacó Miranda.

Parker abrió la boca para responder, pero Alicia y Mathías salieron de la cocina con unas copas, vino, y una bandeja de quesos y embutidos. El padre de Parker dejó la bandeja y el vino sobre la mesa para acercarse a Miranda. Ella se puso de pie y recibió el abrazo del mayor con una sonrisa.

―Miranda ―dijo su nombre como un saludo―, me alegra que por fin vayamos a tener esa cena todos juntos. ¿Cómo estuvo tu vuelo?

―Ajetreado, pero valió la pena ―respondió ella, lanzándole un mirada fugaz a Parker y volviendo a tomar asiento a su lado.

―Nos alegra mucho que estés aquí ―Mathías se sentó en el sofá junto a su esposa, quien estaba sirviendo vino en las copas. Extrañamente, solo había tres. Alicia les extendió una copa a Miranda y a Parker y tomó un sorbo de la suya, recostando la cabeza en el hombro de su marido, que no estaba bebiendo en lo absoluto.

―La verdad es que no esperaba conocerte hasta la renovación de votos ―dijo la mujer―. Parker me dijo que eras una mujer muy ocupada.

Miranda inclinó la cabeza mientras se metía un cuadrito de queso a la boca.

―¿Renovación de votos?

Alicia miró a su hijo.

―¿No le dijiste?

Parker negó con la cabeza y bebió un trago de su vino.

―Estuvimos ocupados con otras... cosas.

―Bueno ―Alicia cruzó las piernas―, Mathías y yo cumplimos treinta años de casados en mayo, y nos gustaría celebrarlo renovando nuestros votos. Y tú por supuesto tienes que venir. ¿Puedes?

Miranda asintió.

―Sí, claro que sí. Me encantaría ―asintió, genuinamente emocionada―. Toda mi vida he esperado a que me inviten a una boda.

Parker rio y la miró alzando una ceja.

―¿Nunca has ido a una?

―Jamás.

―¿Quieres ver fotos de nuestra boda? ―Alicia se inclinó hacia adelante con emoción y Miranda asintió rápidamente―. Eso sí, nada de criticar vestido que en esa época era la moda.

Todos rieron y Alicia se levantó, dejando la copa sobre la mesa y saliendo de la sala.

―¿Y cómo te fue en el proyecto que me comentaste en el hospital, Miranda? ―dijo Mathías, llevándose una galleta salada a los labios―. Ese por el que no dormiste absolutamente nada para enviarlo.

―Bueno, aprobé la tesis. Pero aún no tengo respuesta del concurso de arquitectura. Y la verdad es que estoy intentando no pensar en eso, porque se supone que se contactarán con los que pasen a la siguiente fase ahora en enero y no estoy lista para que me rechacen.

―No te van a rechazar, estarían locos. Y no lo digo porque seas mi novia ―Parker se volvió hacia su papá, como si estuviera a punto de dar un discurso―. Yo estuve en la tesis, papá ―Parker sonrió y sus ojos brillaron―. Y puedo decir que fue algo increíble, digo, no es mi área, pero la ejecución estuvo muy bien hecha y tienen que valorar tu creatividad ―su mirada viajó hasta Miranda y se acercó para darle un beso en la frente, rodeándole los hombros con un brazo―. Soy tu admirador, el número uno, quiero que lo sepas.

Miranda sintió la cara caliente y las mejillas acaloradas. Que le dijera eso era muy bonito, que lo hiciera frente a Mathías la avergonzaba un poco. Aún así, no pudo retener la sonrisa que se formó en sus labios.

―Ese concurso lo ganarás tú, no tengo dudas de eso ―continuó Parker y luego se volvió a su papá―. Lo ganará.

Mathías los vio alternativamente mientras esbozaba una sonrisa.

Miranda le dio un ligero empujoncito a Parker con el hombro.

―¿Qué hay de ti? ¿Tienes algún proyecto del que debas contarnos? Quizás con alguien llamado Julio. ¿No nos puedes dar un pequeño spoiler? Uno chiquito ―Miranda juntó su pulgar e índice, dejando un mínimo espacio entre ellos.

―Así que si estás tramando algo con Julio ―su padre lo señaló con el dedo índice―. En la fiesta de navidad del hospital los vi secreteando. ¿En qué andan ustedes dos?

―¿De qué planes hablan? ―Alicia llegó hasta ellos con un montón de álbumes entre las manos, sentándose a un lado de Miranda, y algo le dijo que no solo le iba a mostrar las fotos de la boda.

Todos miraron a Parker y él abrió los ojos como si no le gustara ser el centro de la conversación. Se llevó la copa a los labios, bebió un sorbo y luego se aclaró la garganta.

―Solo les puedo decir que puede que Julio y yo estemos planificando construir un centro de investigaciones. Pero que no salga de aquí. Aún no es algo que mucha gente sepa, está muy crudo y solo los inversionistas están enterados.

Su madre abrió la boca con indignación

―¿Estás metiéndote en negocios con nuestro socio del hospital y no se te había ocurrido contármelo?

Parker evitó la mirada de su madre mientras se comía un cuadrito de queso con una aceituna.

―No te ofendas pero, hacer negocios con la familia no es lo ideal.

―Ja ―Alicia se enderezó―. Pensaré en eso la próxima vez que me reúna con mi abogado para hablar de mi testamento.

Miranda se tapó la boca para frenar una carcajada y Parker miró a su madre con una sonrisa.

―No te lo dije porque es algo que quiero hacer por mi cuenta.

―Pues yo lo veo muy bien ―Mathías asintió y el sonido de una llamada interrumpió las palabras del hombre. Sacó el celular de su bolsillo y se disculpó con ellos, para luego ponerse de pie e irse afuera.

Alicia le tocó el hombro a Miranda y le mostró el primer álbum, de color blanco decorado con encaje y una foto de los padres de Parker a punto de besarse dentro de un marco ovalado color plata. Cuando Miranda iba a abrir el álbum, el padre de Parker entró de nuevo en la sala como un rayo.

―Lo siento, cariño, de verdad...

Alicia apretó los labios en una fina línea, la mujer no quería dejar ver que estaba un poco desilusionada, pero Miranda lo notó en el momento en que el brillo de sus ojos se atenuó.

―¿Te llamaron del hospital? ―La emoción de su voz también se apagó un poco. Probablemente estuviera intentando no sonar decepcionada para no hacer sentir mal a su esposo, pero Mathías ya se veía apenado.

―Sí, lo siento ―asintió― tengo que ir, llegó un corazón. Nate por fin tendrá su trasplante. Te prometo que intentaré volver pronto.

Su esposa asintió, esbozando una pequeña sonrisa y entonces, el brillo en sus ojos volvió.

―Está bien. Maneja con cuidado. Espero todo vaya bien con el pequeño Nate.

El padre de Parker se acercó para darle un beso a su esposa y se despidió de ellos con tono avergonzado. Y Miranda se preguntó si, en algún momento en el futuro, cuando Parker decidiera retomar su trabajo como cirujano, su vida sería como la de ellos. Si tendrían que interrumpir cenas o cancelar planes por alguna llamada del hospital. Pero arrimó esos pensamientos al fondo de su cabeza porque no quería preocuparse por algo que todavía no pasaba. Y porque estaba segurísima de que quería estar con Parker cuando se sintiera listo para regresar, y sin importar qué, ella iba a apoyarlo.

Como él la apoyaba a ella.

Holaaaaaaaa

¿Cómo se sienten? ¿Les gustó el capítulo? ¿Qué dicen si les digo que faltan dos capítulos solamente? Y el epílogo.

Yo la verdad ahelaba subir este capítulo, lo amo. Espero ustedes lo amen también.

Algo hermoso tiene playlist, y pueden conseguirla en Spotify o en Youtube, como prefieran y les sea de su agrado.

Acá les dejo los links por si quieren ir a escuchar la playlist más random que quizás vean:

Yt: https://youtube.com/playlist?list=PL3jbdn6ItIeCpKtNQ2rLpQ7QZhC4RfN4s

Spotify: https://open.spotify.com/playlist/3MWH0PNZM8vqbB4GT0mLHl?si=4ikX6vfiQKCxcT41wYsqpQ&utm_source=copy-link

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