Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

36. Primeras impresiones, segundas oportunidades

Miranda tragó saliva, sintiendo que la borrachera y el sueño se esfumaban ante las palabras de Bianca. Parpadeó para ahuyentar las lágrimas que sintió llegar de repente y se acomodó boca arriba, mirando hacia el techo, hacia las estrellas que alumbraban cuando la habitación estaba oscura, porque no quería ver a su madre a los ojos.

Abrió la boca y solo salió un sollozo. Luego otro, un nudo en su garganta le restringía las palabras y por Dios, estaba harta de llorar, pero no podía dejar de hacerlo.

Se apretó los ojos con las muñecas y lloró sin hacer ruido. Sintió como su estómago se contraía por el llanto y entonces dejó salir un sonido apesadumbrado que detonó el llanto.

Se quitó las muñecas de los ojos y se incorporó, aun llorando, para limpiarse las lágrimas. Sorbió por la nariz varias veces, pasando el dorso de la mano por encima de sus labios para limpiarse los mocos. Cuando consiguió las fuerzas suficientes para enfrentarse a la mirada de su madre, solo encontró comprensión en sus ojos. Cómo si supiera exactamente lo que pasaba por su cabeza, como si no necesitara contarlo para darse cuenta de lo mucho que el tema le afectaba. Pero en lo más profundo de ella, sabía que tenía que contárselo. Había retrasado demasiado esa conversación.

Sí, su madre sabía del rompimiento, pero no estaba enterada de la historia completa. Lo poco que le contó iba sobre que ella y Parker terminaron solo porque sí, porque esas cosas pasaban. No quiso contarle la verdad porque no quería hablar de lo que realmente había sucedido. Le avergonzaba cómo su madre pudiera verla, le avergonzaba hablar de Josué frente a ella porque nunca hablaban de él, no quería regresarlo de nuevo a sus vidas, porque las cosas estaban bien. Estaban, en pasado. Bianca tampoco sabía de la existencia de Karla.

Era mucho lo que no le había dicho, porque no sabía cómo hacerlo.

—Yo... —inspiró aire profundamente y cuando exhaló, salió un suspiro entrecortado—, rompí con Parker porque —se quedó callada y miró hacia arriba antes de volver a hablar—, porque de alguna forma se cruzó con Josué y se enteró de que tiene una hija, que casualmente es su alumna porque la vida me odia y el mundo es un pañuelo. Y él decidió que era buena idea ayudarles, a pesar de todo.

Bajó la vista para leer la expresión de Bianca, quien había palidecido de repente y la miraba como si no estuviera hablando en serio.

—¿Josué tiene otra hija?

Miranda asintió.

—¿La conoces?

Volvió a asentir.

Bianca se quedó en silencio, claramente sin saber qué decir. Genial, la única persona a la que probablemente Miranda iba a hacerle caso, no tenía nada que decirle.

—No soy quien para opinar en esto —su mamá apretó los labios en una fina línea y suspiró—, porque es tu vida y yo hace mucho tiempo que dejé atrás lo que pasó con Josué, pero no sé qué tan atrás lo has dejado tú.

—Al parecer no lo he superado —negó con la cabeza—. Me tumbó cómo no tienes idea enterarme que Parker lo estaba ayudando y es que él es tan insistente en que conozca a esa niña. No sé, quizás la estoy juzgando mal, ella no tiene la culpa de que él sea su padre, no le tocó elegirlo y no es responsable de nada de lo que él haya hecho en el pasado —Miranda se encogió de hombros y miró a Bianca—. Pero ¿por qué él cree que puede arreglar mi pasado, mamá? ¿Por qué cree que necesito establecer una relación con ella para estar bien?

Bianca le dio una pequeña sonrisa con los labios cerrados y estiró la mano para apretar la de ella.

—Es bueno hacer las paces con tu pasado, mi niña. Quizás no tengas que establecer una relación con ella, y no tienes que reconciliarte con Josué, pero debes dejarlo ir. Saber que no fue tu culpa nada de lo que pasó. Si él no quiso volver y ejercer el papel que le correspondía, es su culpa. Y tú no tienes que perdonar si él no muestra arrepentimiento primero. Parker debe entender que, en esta situación, Josué es quien te debe una disculpa.

Miranda reforzó el agarre en la mano de su madre y asintió.

—Esa es la cosa. Parker lo está ayudando porque según él, Josué está arrepentido y quiere enmendar las cosas. Todo explotó porque soy yo la que no quiero ceder. Pero es porque él no lo conoce como nosotras, mamá. ¿Y si no está arrepentido de verdad? ¿Y si solo está fingiendo porque Parker puede ayudarlo económicamente? ¿Por qué, después de dieciocho años, está tan interesado en arreglar las cosas?

Bianca se relamió los labios, sopesando las preguntas de Miranda, se acercó a ella y la rodeó por los hombros con un brazo, acariciando el cabello de Miranda con lentitud.

—No podemos saber eso. Si él de verdad está arrepentido, no puedes saberlo hasta que lo escuches. La cuestión es, ¿tú quieres escucharlo?

—No sé, mamá ―las palabras salieron en un tono cansado, en medio de un suspiro―. Ni siquiera sé si quiero verlo.

—Pongámoslo de otra forma —dijo Bianca—. ¿Hay cosas que te gustaría decirle? Después de todos estos años, ¿no te gustaría expresarle y soltarle a la cara como te sentiste? Quizás sea una oportunidad para liberarte de eso y empezar de nuevo.

Miranda abrió los ojos, internalizando las palabras de su madre, que sin duda sonaban tentadoras. No lo había visto de esa forma, para nada. Tal vez tenía razón, tal vez si le decía a Josué todo lo que se había callado por esos años, se liberaría de la inmensa carga que había llevado por tanto tiempo.

—No lo había pensado de esa forma.

—Es bueno ver el panorama general. No solo él hablará y tú escucharás, si accedes a verlo, él también tiene que escuchar lo que tienes que decir, por más duro que sea. Para variar, que actúe como debió de hacerlo en aquel entonces.

››Tú decides eso, mi niña, nadie más. Parker te quiere, no tengo dudas de eso, pero no puede obligarte a hacer algo que no deseas. Como tu madre, solo quiero que seas feliz, no me gusta verte justo como estás, me parte el corazón ver cómo has estado estos días y sé que sientes lo mismo por él, pero antes de quererlo a él debes quererte a ti misma y saber qué es lo mejor para ti. Y nadie más que tú puede saber eso. Y sé que sabrás tomar la decisión correcta, solo tienes que abrir un poquito tu corazón y hacer respirar a tu cerebro.

Miranda apoyó la cabeza en el hombro de su madre y exhaló fuerte, cerrando los ojos durante un momento.

—Mamá...

—Dime.

—¿Cómo es que no lo odias? ¿No hay un momento en el que te hayas arrepentido de haberlo conocido?

Sintió la respiración de su madre en la cabeza, seguido de un beso en la coronilla.

—Lo odiaba, al principio. Pero no puedo arrepentirme de haberlo conocido, porque sería arrepentirme de haberte tenido y no lo hago. Me hiciste muy feliz, eres mi niña y no imagino mi vida sin ti, Miranda. Sí, Josué fue un desgraciado, pero si tuviera que regresar al pasado seguiría tomando las mismas decisiones que antes porque eso significa que te tendré a ti. Y ahora, solo le deseo lo mejor, que le vaya bien. Pero lejos de mí. Soy creyente de que lo que se hace, se paga, así que no tengo que preocuparme por odiarlo cuando él ya debe de odiarse a sí mismo por las dos.

Miranda alzó la cabeza y observó a su madre.

—Te amo —le dijo—. Gracias por escucharme y no juzgarme.

Bianca la estrechó entre sus brazos y Miranda sintió que la calma la inundó. La tranquilizaba que su mamá la entendiera, la reconfortaba que la abrazara porque se sentía a salvo.

—Soy tu mamá. Entiendo cómo te sientes, y no puedo juzgarte por no querer a alguien que no lo merece. Solo no vuelvas a ocultarme algo que te haga sentir así. Me duele sentir que no confías en mí.

Miranda asintió, separándose para verla a los ojos.

—No lo hice porque no quería mencionarlo. No quería que supieras que Josué había vuelto.

Su madre asintió y le quitó el cabello de la cara.

—Es mejor contármelo y llorar como si no hubiera remedio que retenerlo todo acá —dijo, poniendo un dedo sobre su corazón.

—Ahora lo sé. La verdad, he hablado de esto con todos, pero solo me siento liberada hasta ahora.

Bianca sonrió.

—¿Ya tienes tu decisión?

—Sí. Voy a-

—No me lo digas —Bianca la interrumpió—. Cuéntame cuando lo hayas hecho.

—Aunque no me dijiste nada acerca de Karla.

—¿Quién es Karla?

—La hija de Josué —dijo Miranda—. Quien por cierto, sospecho que tuvo cuando aún estaba contigo.

—Así que por eso te molesta su existencia.

—No me molesta su existencia —Miranda vaciló—. No sé, es como un sentimiento negativo hacia ella que no tiene lógica. Creo que es el hecho de que él haya decidido tener otra hija después de dejarme.

—No te agrada porque crees que tuvo el papá que tú no tuviste ―Asintió Bianca.

―Sí. Y lo peor es que no tiene sentido porque hasta donde me dijo Parker, ella no tocó con mejor suerte. Es estúpido ―Sacudió la cabeza—. ¿Crees que debería darle una oportunidad?

—No lo sé —Bianca negó con la cabeza y se echó el cabello hacia atrás, mirándola con las cejas alzadas—. ¿Tú quieres darle una?

—Mamáaaaa —se quejó Miranda, moviendo el cuerpo con desesperación—. No me hagas esto. En serio no sé qué hacer. Quiero arreglar todo y tomar un vuelo a California para ir a ver a Parker. Pero no puedo hacerlo si no arreglo mi propia mierda.

—No hables así —la riñó Bianca―. Y haz lo que vayas a hacer por ti. No por Parker.

—Perdón. Pero es la verdad.

—Duérmete y descansa, porque borracha y trasnochada no se toman buenas decisiones. Mañana cuando estés mejor, que estoy segura de que así será, verás que las decisiones correctas llegaran solas. Ahora, a dormir.

—Pero ¿y qué pasó con lo de sacarle el colchón a Eric y Vero?

Bianca se puso de pie.

—Ya lo haré yo. Quítate las botas.

Miranda suspiró y se deshizo de las botas, dándoselas a su madre, quien las llevó hasta el armario y sacó varias mantas. Le colocó una encima, en la que Miranda se enrolló como si fuera una hallaca y cerró los ojos, sintiendo como su mamá apagaba la luz y cerraba la puerta.

Fue tanto el cansancio que la embargó, que se olvidó por completo del celular que había quedado en algún lugar de la cama, emitiendo una lucecita que anunciaba un nuevo mensaje.

*****

—Andaaa —Miranda sacudió el hombro de Alejandro como por décima vez en un lapso de cinco minutos—. ¿No me puedes decir?

Alejandro volteó a verla con el ceño fruncido y la taza de café casi pegada a los labios.

—¿Qué te pasa? —dijo su hermano, sacudiéndose de su agarre pero con una sonrisita odiosa en los labios—. Ah, ya sé. ¿Te visitaron los tres espíritus de la navidad durante la noche y decidiste que hoy serías una persona nueva? Porque no veo otra razón por la que quieras saber dónde trabaja Karla.

Verónica escupió su café y se ahogó entre carcajadas a un lado de ellos. Comenzó a reír y a toser a partes iguales y Eric tuvo que comenzar a darle palmadas en la espalda para que se le pasara.

Miranda le dio un golpe en el hombro a Alejandro, pero no pudo evitar reírse ante lo que decía.

—Deja la estupidez. Solo visitan a la gente que odia la navidad y es mala. Y yo no soy ninguna de las dos. Anda, ¿acaso no puedo saber? ¿Está prohibido que me digas?

Alejandro dejó la taza de café sobre la mesa y la miró fijamente.

—Ya, en serio, ¿para qué quieres saber? ¿Irás a atacar a la pobre?

—No, mierda, ¿quién crees que soy?

Alejandro alzó las cejas como si una idea le hubiera cruzado por la mente pero se quedó callado y recibió otro puñetazo por parte de Miranda, pero esta vez mucho más fuerte.

—Pero si no dije nada —habló entre dientes mientras se sobaba el brazo y la fulminaba con la mirada.

—Pero lo pensaste —replicó, cruzándose de brazos y luego descruzándolos y colocándolos sobre la mesa casi de inmediato—. Quiero hablar con ella —dijo suavemente, mirando a Alejandro—. Solamente hablar. No sé, no sé qué le diré.

—Ay ya. Dile —intervino Verónica—. Aprovecha su disposición, que esto es un milagro de navidad.

—¿Quién es Karla? —Preguntó Eric—. Me voy un año y ya estoy completamente perdido. Me siento sin contexto.

Verónica sonrió, sosteniendo su taza de café con ambas manos.

—Es la no hermana de Miranda.

—¿Y cómo es eso?

—Eso es que Miranda aún no la acepta como su hermana aunque tengan la misma sangre —respondió Alejandro.

—Bueno —Verónica tomó un sorbo de su café—, misma sangre no significa familia. Sorry, Ale, pero una cosa no tiene nada que ver con la otra.

―Trabaja en el bar de Fran ―soltó por fin su hermano, dándole una mirada perspicaz―. ¿Feliz?

―Sí, gracias por tu colaboración ―Miranda sonrió, achicando los ojos.

Alejandro probablemente iba a hacer alguno de sus típicos comentarios, pero Emmanuel y su madre salieron de la cocina con los platos servidos del recalentado de la noche anterior, porque no sería un buen veinticinco de diciembre si no comían recalentado.

Una vez que estaban servidos, comenzaron a comer y su familia empezó a hablar de la noche anterior. De cómo Emmanuel y Bianca habían vencido en el dominó porque eran más viejos y tenían más experiencia y en lo mucho que eso había herido el ego de Alejandro.

—Miranda —Verónica se inclinó hacia ella para que la conversación quedara entre las dos—. Al final, ¿qué fue lo que te respondió Parker?

Miranda pegó un brinco en el asiento y miró a su amiga con los ojos muy abiertos.

—No tengo ni idea —respondió, susurrando también, tapándose la boca con una mano. Se había olvidado de eso por completo y de cierta forma la sorprendía, porque no fue la primera cosa que pasó por su mente al despertarse.

Ni siquiera sabía dónde estaba el celular, quizás estuviera en algún lugar de su cama o en el piso. La resaca no la dejó hacer más que levantarse a las doce del mediodía, ir al baño porque sentía que su vejiga iba a reventar y beber café para deshacerse del horrible dolor de cabeza que sentía.

Lo que menos había pensado era en revisar su celular, y ahora que Verónica estaba ahí preguntándoselo, deseaba que pudiera olvidársele de nuevo. Le daba pánico ver su Whatsapp en ese momento.

—¿Y no te da curiosidad? —la tentó Verónica.

Miranda miró su plato y se metió un gran bocado de hallaca en la boca, masticándolo lentamente.

—Sí, pero estoy comiendo. Luego lo veo, no es que esté muy desesperada por ver cómo me dejó en visto —respondió, con la boca semi-llena.

Escuchó a Verónica resoplar.

—¿Cómo estás tan segura de eso?

—Yo que sé. Si me preparo para lo peor es más fácil afrontar decepciones.

—Y... acabó la magia de la navidad.

Miranda se rio de eso y siguió comiendo. Cuando terminaron el almuerzayuno, se fue sola hasta su habitación y rebuscó en la cama en busca del celular. Estaba casi en la orilla, cubierto por la manta, a punto de caerse al piso. La chica no pudo evitar ponerse una mano en el pecho por el alivio y se sentó en la cama, tomando una gran respiración antes de desbloquear el celular.

Tenía varios mensajes de Daniela y Natalia, de Lucas, incluso uno de Diego. Pero no le dio importancia a ninguno, porque el de Parker parecía opacar a los demás. La burbujita verde tenía un número uno, o sea que Parker había respondido a sus mensajes, a todos ellos, con uno solo. Y era una foto.

Abrió el mensaje con cierta vacilación y los latidos de su corazón se ralentizaron al ver que era una foto del mar durante la noche. En calma y con pequeñas luces reflejadas en el agua. Y el mensaje que acompañaba la foto era suficiente.

Lo era todo.

4:15 am — Parker: Yo también te extraño.

Se había muerto, o se había desintegrado, no podía saber cuál de las dos. No sentía su corazón, porque Parker se lo había llevado por completo con ese mensaje.

Se hizo parte de la manta con la que se había arropado la noche anterior y volvió a leer el mensaje, una y otra vez, con una sonrisa estúpida tatuada en el rostro.

*****

—Tenía tiempo sin verte por aquí —comentó Fran con una sonrisa, pasando un trapo sobre la barra antes de colocar una botella de malta enfrente de ella y mirarla a los ojos—. Y, no es que me importe pero, tanto tiempo sin venir y pides una malta, no entiendo.

Miranda hizo girar un poco el taburete y luego lo devolvió a su lugar, sonriéndole de vuelta al que, en un tiempo, había sido compañero de carrera de Alejandro. Al parecer el título de fisioterapia estaba colgado en una pared mientras Fran manejaba el bar que había sido de su papá.

—Ayer pasé casi todo el día en la cama porque lo único que hice el 24 fue beber —respondió, levantando la malta y tomando un sorbo—. Así que me alejaré del alcohol al menos hasta fin de año.

—Bueno, la malta siempre es buena a toda hora. ¿Cómo has estado? ¿Cómo está Alejandro? No lo he visto más por aquí desde que se metió en una pelea.

Excelente. Ya habían entrado en el terreno que Miranda quería pisar y sin necesidad de que ella lo mencionara. Se bebió la malta como hasta la mitad y la dejó sobre la barra, apoyando los codos sobre ella y la barbilla encima de las manos cruzadas.

—Estamos bien, aunque más él que yo ―Y sin darle tiempo a Fran de preguntar, disparó―. De hecho, quería hablarte acerca de esa pelea. Bueno, no de la pelea precisamente... —Miranda paró un momento e intentó calmar los nervios que azotaban su estómago aspirando una buena porción de aire—. ¿Sabes la hija del hombre que Alejandro golpeó?

Fran asintió, entrecerrando los ojos.

—Sí. Karla, ¿qué pasa con ella?

—Bueno, Ale me dijo que trabaja aquí...

—Sí, sí... —Fran frunció el ceño—. ¿Por qué? ¿La conoces?

—Eh —Miranda hizo una pausa y una risa nerviosa se escapó de sus labios—. Podría decirse que sí. El mundo es una hormiga. ¿Crees que... podría hablar con ella? Solo será un momento, te prometo que no la distraeré del trabajo.

Esperaba que sí, el bar tampoco estaba tan lleno. La barra estaba casi que vacía a excepción de ella y unos cuantos hombres desperdigados a lo largo de ella. Pero no eran más de diez personas. Miranda suponía que se debía a que apenas eran las seis de la tarde.

Fran alzó las cejas y torció la boca en un gesto de duda.

—No lo sé —miró hacia atrás en dirección a reloj que colgaba de la pared y luego de vuelta a ella—. Está cerca su hora de descanso, si esperas diez minutos, la dejo hablar contigo. ¿Sabe que viniste? No me dijo nada.

—No, quería que fuera una sorpresa —Miranda bajó los brazos y se rodeó el cuello con ambas manos, paseando la vista por el bar con la idea de ver si Karla se hallaba cerca, pero no la encontró.

—Está en el área de juegos, aunque quizás venga luego de tomar pedidos. Ser camarera es un constante paseo. ¿Quieres algo para esperarla? —el hombre la miró con una ceja arriba.

—Bueno, ¿tienes tequeños? —Fran asintió—. Quiero eso entonces.

—Enseguida —contestó, dándole una palmada a la barra antes de irse.

Miranda se rascó detrás de la oreja y con la otra mano sacó el celular de su cartera. Había dejado algo a la mitad antes de salir de casa y era un buen momento para retomarlo.

Tenía que tomar un vuelo antes de fin de año a California, sí o sí.

Y no conseguía ninguno. Cada vez que intentaba cotizar el viaje, la página la lanzaba error. Se salió y entró en otra página, introdujo las fechas con esperanza de que saliera algo y esperó... nada. No había vuelos.

—Maldita sea —lloriqueó.

Quería morirse. Se sentía como en la película de mi pobre angelito. Otra opción era revisar en una agencia de viajes, pero gastaría dinero en hospedaje y comida que no necesitaría porque si Parker la extrañaba también, era obvio que no la dejaría dormir en un hotel. Sus esperanzas de ir a ver a Parker estaban cayendo por un acantilado sin fin. No le había respondido el mensaje. Porque quería darle una sorpresa y llegar a su puerta tal cual una película de romance cliché. Pero su terquedad le había salido cara y ahora no conseguía un vuelo que la llevara hasta él.

No era de viajar de emergencia, no tenía idea de cómo funcionaba eso. Su viaje a Cancún lo había planeado durante meses antes, cada detalle lo había revisado y hasta había hecho una lista de las cosas que podían salir mal. Pero faltaban cinco días para que acabara el año, ¿cómo se suponía que iba a planear algo así? Ni siquiera era algo que estaba previsto. Para rematar, vivía en Venezuela. Y ella no era Parker para lograr un viaje de un día a otro así como por arte de magia.

Resopló con fuerza y dejó caer la frente sobre la barra, observando la pantalla fijamente como si con el poder de su mirada pudiera hacer que un vuelo disponible saliera de la nada.

Un ruido de platos la hizo levantar la cabeza y cruzó miradas con Fran que la veía como si fuera lo más raro de ese bar.

—¿Qué pasó? ¿Todo bien? —preguntó, arrimando hacia ella el plato de tequeños y un potecito pequeño con salsa tártara.

Miranda tomó uno y lo mojó en la salsa, llevándoselo a la boca, mordiéndolo con rabia.

—No. Necesito estar en California antes de fin de año y no consigo ni un bendito vuelo.

—Eso está un poco jodido. Aunque —dijo, rascándose la barba—, una amiga de mi novia trabaja en una agencia de viajes, podría preguntarle.

—No —Miranda sonrió en forma de agradecimiento y terminó de comerse el tequeño—. Gracias pero, necesito solamente el pasaje.

—Ya —él asintió—. Supongo que tienes donde llegar.

Miranda asintió y volteó la cabeza justo a tiempo para darse cuenta de que Karla se estaba acercando a la barra con una bandeja llena de platos y botellas vacías.

Sus miradas se encontraron por un milisegundo que Miranda aprovechó para estirar los labios en una sonrisa, que probablemente parecía algún gesto incómodo, y cuando alzó la mano para saludarla, Karla desvió la vista y colocó la bandeja sobre la barra, hablándole a Fran como si Miranda no estuviera allí.

Ah.

—Tengo un pedido de dos vasos de sangría y una bandeja de quesos.

—Cuánta elegancia —respondió Fran, tomando la bandeja que ella puso sobre la barra y señaló a Miranda—. Por cierto, tienes visita. Yo me encargo de llevar este pedido —dijo y se alejó, y quizás fue lo mejor que pudo hacer porque el ambiente se había puesto demasiado incómodo muy rápido.

Karla se quedó congelada ante lo que acaba de decir Fran y le dio una rápida mirada a Miranda antes de bajar la cabeza hacia la barra.

—Hola —dijo Miranda, rascando un lado de su cara.

Karla cambió el peso de un pie a otro y pareció muy interesada en la cerámica de la barra.

—Hola —respondió con voz casi inaudible, cabizbaja.

—¿Cómo estás? —lanzó de vuelta. Mierda. ¿Qué carajos estaba haciendo? ¿Por qué era tan rara la situación? ¿Y por qué Karla de pronto actuaba tan callada y cerrada? Por lo poco que había visto de ella parecía una chica parlanchina y alegre.

Karla soltó una risa que parecía más un suspiro que otra cosa y se giró por fin hacia ella, mirándola fijamente, lo que parecía costarle un montón.

—¿Qué deseas? Mira —dijo, parpadeando—, si crees —se interrumpió, tomó el taburete de al lado y se sentó, moviendo la pierna derecha tan rápido que Miranda se desesperó con tan solo verla—... si por alguna razón malinterpretaste mi comportamiento con el profesor el otro día y crees que tengo algo con tu novio, déjame decirte que no es así. Es mi profesor, créeme que nunca haría algo así y él... ni siquiera creo que tenga ojos para otra que no seas tú.

¿Qué?

¿Karla pensaba que estaba ahí porque estaba celosa de ella?

Ni siquiera era algo que había considerado. Había estado tan ocupada preocupándose por el tema de Josué que ni se le pasó por la cabeza esa posibilidad.

—¿Qué? —repitió Miranda, esta vez en voz alta y no pudo evitar reírse—. ¿Crees que estoy celosa de ti?

Eso quizás había sonado diferente a lo que ella había querido decir, pero Karla no pareció darse cuenta. En cambio, parpadeó y entreabrió los labios.

—¿No es eso por lo que te fuiste molesta ese día?

Miranda sonrió, bajando los hombros y negando con la cabeza.

—No. Yo... lo lamento. Me comporté mal ese día e hice y dije cosas de las que me sigo arrepintiendo pero —negó con la cabeza—, definitivamente no fueron porque estuviera celosa de ti. No sé qué tipo de relación tienes con Parker...

—Solo de profesor alumna, lo prometo. Pero a él le gusta ayudar y hace un tiempo pasó algo con mi papá y él lo ayudó. Eso fue todo, lo juro.

Karla hablaba como si Miranda no supiera nada, quizás es lo que creía después de todo. Después del comportamiento de ella.

—Sí. Entiendo, sé lo que pasó, Parker me lo dijo.

—¿Entonces? —Karla frunció el ceño—. ¿Por qué viniste a hablar conmigo?

No sabía cómo sacar el tema, no sabía con qué palabras decírselo para que no se ofendiera, no sabía cómo hablar con ella sin revelar toda su vida personal en el intento.

—¿Cómo decirte? Yo sé que eres hija de Josué —soltó—. Y sé que sabes que él es mi... padre biológico.

—¿Desde cuándo? —la castaña entrecerró los ojos.

—Mmmm —Miranda hizo una pausa—. Desde el día que mi hermano golpeó a tu papá. Ese día fue un completo desastre. Era el cumpleaños de Parker y supe de ti en ese momento.

—¿Entonces por qué luego actuaste como si no me conocieras?

—No considero a Josué mi familia —confesó y la expresión de Karla no se alteró, lo cual ella agradeció—, y por lo tanto, no tenía ganas de conocer la otra familia que formó luego de desentenderse por completo de mí. Llámalo celos o rencor, como sea, siempre he creído que para considerar a alguien de mi familia tenemos que compartir más que un simple lazo de sangre.

—Entiendo —dijo la chica, tragando saliva y bajando la cabeza, como si aquello que acabara de decir le hubiera afectado muchísimo. Después de un momento, la subió de nuevo—. Lamento mucho que mi papá te haya abandonado.

—Tú no tienes por qué disculparte por él. No es tu culpa y es algo que aún me cuesta aceptar. No tengo por qué lanzar el rencor que le tengo a él hacia ti, cuando tú no mereces nada de eso.

—Si te hace sentir mejor —Karla resopló apoyando el codo sobre la barra y sosteniéndose la cabeza con su mano—, conmigo no es que haya sido exactamente un buen padre.

Miranda sintió que sus ojos se cristalizaron y parpadeó rápidamente para ahuyentar las lágrimas, negando con la cabeza.

—Me hace sentir peor, de hecho. Porque la única razón que tenía para no querer saber nada de ti era que tú si hubieras tenido aquello que yo no tuve ―admitió.

Karla sonrió, y su sonrisa fue ácida.

—Mi papá es alcohólico y mi madre drogadicta. Sé de traumas, créeme. No sé ni cómo estoy viva, o cómo fue que no nací con alguna anomalía genética. Quizás mi mamá se drogaba pero tomaba sus vitaminas —su sonrisa se torció y se pasó la lengua por el labio superior.

Miranda sintió como su labio inferior cayó espontáneamente. No sabía qué decir ante eso, pues no quería sonar condescendiente. Y le parecía un tanto extraño el sentido del humor de Karla, pero familiar.

—Mierda, Karla, yo...

—No digas que lo lamentas —la interrumpió, apuntándole con un dedo—. No digas eso porque estás cayéndome bien, por favor.

—Iba a decir que no tenía ni idea.

La chica se encogió de hombros.

—A cada quien le toca una bolsita de mierda con la que cargar cuando llega a este mundo. Por favor, no empieces a sentir lástima por mí en este momento.

―No lo hago ―y era verdad―. Quizás, lo que estoy sintiendo por ti es admiración.

Karla asintió.

―Me crio la hermana de mi mamá, quien por cierto era insufrible, me hacía estudiar aunque yo no quisiera porque nunca entendía nada. Luego nos enteramos de mi dislexia y mi déficit de atención, lo cual me ayudó para saber que no era mi culpa el no entender. Comencé a recibir ayuda y aquí estoy, y aunque aún me cuesta un poco, me gusta pensar que estoy logrando algo. No sé, es bueno saber que no me parezco a ellos.

―¿Por qué me estás contando todo esto? Digo, no es que no quiera saberlo, es solo...

―Deberías saber quién soy, y no quedarte con lo que asumes de mí. Siempre quise saber cómo eras ―Karla sonrió―. Supongo que todos nos hacemos ideas erróneas de la gente.

Miranda sintió su corazón apretarse dentro de su pecho.

―Lo lamento, Karla.

―Está bien, oye ―esbozó una sonrisa divertida―, al menos no pensabas que pudiera tener yo algo con Parker. Tengo problemas paternos, pero no tantos como salir con alguien tan mayor. Él es, quizás, la persona que más me ha ayudado a entender que sí puedo. Pero sigue siendo quien me manda tarea y es muy fastidioso, siempre anda preguntándome cosas molestas.

Miranda sonrió.

—Él tiene eso —asintió—. Dime, ¿en qué quieres especializarte cuando te gradúes de general? ¿Ya lo sabes?

Karla bajó el brazo de la barra y se enderezó, estirando las manos sobre sus rodillas y asintiendo.

—La razón por la que quise entrar en medicina fue porque era la única manera de ser psiquiatra —sonrió y sacudió la cabeza—. Ya sé, pensarás "¿Y esta loca que hace chistes de su mamá piensa ayudar a otros no tan cuerdos?" pero, me gustaría ofrecer un poco de la ayuda que recibí.

—Me parece muy bien —Miranda apretó los labios a la vez que sonreía.

El silencio se instaló entre ellas y ninguna habló durante varios minutos.

―¿Sabes? Mucha gente se molestaría si escucharan algo como lo que me dijiste pero a mí me cayó bien. Valoro la sinceridad, y se siente bien que hayas venido a hablar conmigo. Así que gracias.

―La verdad es que vine a buscarte porque no he sido justa contigo y nunca está de más intentarlo ―Miranda la miró fijamente y extendió su mano en dirección a Karla―. Me gustaría que empezáramos de nuevo. No como hermanas, porque eso es muy difícil para mí en estos momentos y sería demasiado pronto. Pero quizás, como amigas ¿te parece?

Karla observó la mano de Miranda con ojos brillosos. Subió la mirada hacia ella y luego de vuelta a su mano.

—¿Lo dices en serio?

—Claro.

―No lo dices solo porque te acabo de contar mi pésima historia y me tienes lástima, ¿verdad? ―La chica la miró con los ojos entrecerrados pero una sonrisa bailando en la comisura de su boca.

―Te lo iba a decir aunque no me contaras tu pésima historia. —Miranda sonrió—. Pero dejemos de lado a Josué. No hablaremos de él, no lo involucraremos en esto. Que sea algo solo de nosotras dos.

Karla sonrió por completo y estrechó la mano que Miranda le ofrecía.

—Está bien. Amigas.

Le quedan cuatro capítulos a esto, no puedo con mi nostalgia, así que no hay nota larga hoy :')

Espacio para que me digan qué les pareció el cap :3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro