34. Reflexiones con olor a cerveza
—Hola para ti también —Eric sonrió de lado y luego inclinó la cabeza hacia adelante, entrecerrando los ojos―. Mmmm... No lo tomes a mal, pero esperaba que fuera Verónica quien abriera la puerta. Escuché su voz antes.
Su mirada se deslizó a espaldas de Miranda, con la chispa de esperanza de que Verónica apareciera tras ella, y eso la hizo sentirse un poco mal por él.
Cambió su peso de un pie a otro, sin saber cómo sentirse con exactitud, ¿era así como Verónica se había sentido esa tarde con la llegada inesperada de Parker? Probablemente sí. Por lo visto, el karma se había encargado de hacer pagar a Miranda demasiado pronto. Miró hacia atrás por instinto, siguiendo la mirada del chico, pero no había ni rastros de Verónica.
—¿Qué haces aquí? —habló por lo bajito, lo que causó que él deslizara la vista nuevamente hacia ella. ¿Acaso Verónica no le había dicho que Eric no iba a volver? Entonces cayó en cuenta de que eso era lo que su amiga pensaba, pero que quizás Eric no le había dicho toda la verdad a su amiga—¿Ve sabe que estás aquí? —lo miró con las cejas alzadas, cruzándose de brazos.
Él negó con la cabeza, haciendo que algunos mechones teñidos de rojo le cayeran sobre la frente, llevándose una de sus manos llenas de tatuajes a la nuca, rascándola con visible nerviosismo.
—Quería darle una sorpresa —Se mordió el labio inferior y luego soltó aire como si lo hubiera retenido por demasiado tiempo—. ¿Crees que se enoje si me ve aquí?
Miranda se llevó la uña del pulgar a los labios y la mordió por un momento. Tenía ganas de reírse de lo hilarante que era la situación. Mientras ella se había creído que era Parker quien tocaba la puerta, él debía estar en un avión a miles de kilómetros de ella en ese momento, y Verónica debía estar en su habitación pensando cosas que no eran. Ahí todos estaban equivocados, o despechados, o tristes. Ella era las tres.
—Por supuesto que se va a enojar —Miranda asintió con seguridad, aun así empujó la puerta tras ella y la abrió por completo para que Eric pasara, pues no iba a dejarlo ahí afuera toda la noche—. Disculpa mi mala educación, pasa. —lo invitó a entrar, forzando una sonrisa que quizás no se veía tan amigable como ella intentó que se viera.
Eric la miró por un momento con el ceño fruncido, como si sospechara que algo le pasaba, pero luego se encogió de hombros, pasando frente a ella
Cuando cerró la puerta y se volvió hacia el recién llegado, Eric la miraba fijamente.
—Sé que esto es incómodo, pero no te he visto en un año, y lo último que recuerdo es que nos llevábamos bien, ¿eso cambió? —extendió los brazos, dándole una sonrisa sincera que Miranda no pudo ignorar—. ¿Hice algo y no me enteré? Porque si es así...
Se le aguaron los ojos casi de inmediato, cosa que ella atribuyó a todo lo que estaba pasando y fue hasta él, abrazándolo durante un momento.
—Lo siento —dijo en cuanto se separó, sorbiéndose la nariz y negando con la cabeza—. Últimamente han pasado muchas cosas... tengo la cabeza a miles de kilómetros de aquí —o mejor dicho, sus pensamientos— y esperaba.... —el resoplido que salió de sus labios la hizo comprender que estaba peor de lo que quería aceptar—, que fuera alguien más ¿sabes? No esperaba que fueras tú tras la puerta. Quería que fuera alguien más. Pero me alegra que hayas vuelto.
Las cejas oscuras de Eric se alzaron con preocupación.
—¿Me perdí de mucho?
Miranda asintió, suspirando.
—Digamos que sí.
La boca de Eric se abrió para decir algo, pero sus palabras fueron interrumpidas cuando sus ojos cayeron sobre el cuerpo de Verónica, quien había salido al pasillo con los ojos tapados, en dirección a la cocina.
Verónica se frenó, aún con la mano sobre los ojos.
—¿Por qué se callan? Continúen en lo suyo, solo salí a buscar agua.
Miranda y Eric se vieron mutuamente por unos segundos y antes de que ella pudiera decir algo, el chico caminó hacia su amiga.
—Soy yo, Ve, volví.
La mano de Verónica bajó lentamente de su cara, haciendo que Miranda se sintiera como una intrusa en el momento en que los ojos grises de su amiga se encontraron con los ojos oscuros de Eric, quien la observaba como si ella fuera lo único presente en todo el universo.
Verónica lo observaba tan fijamente que a Miranda le daba miedo, la expresión tirante de sus labios y la rigidez de su cuerpo no presagiaban nada bueno.
No debía estar mirando, lo más sensato era que se fuera y los dejara solos, pero se habían puesto justo a mitad de la sala. Para irse, tenía que pasar a un lado de ellos, y Miranda no quería acercarse a ese nivel de tensión.
No se decían nada, solo estaban mirándose. ¿Cómo podían mirarse por tanto rato sin decir ni una palabra? La desesperaban muchísimo. El ambiente en la sala se sentía espeso, el aire parecía haberse estancado alrededor y ella sentía un malestar en el estómago de tan solo presenciar algo tan privado. Dio un paso adelante, dispuesta a pasar corriendo a un lado de ellos y encerrarse en su cuarto, pero Eric decidió que era un buen momento para empezar a hablar.
—¿Eso es todo lo que harás? —La decepción inundando su voz—. ¿Mirarme como si quisieras matarme y no me dirás nada?
—¿Y qué quieres que te diga? —La expresión de Verónica no cambió—. ¿Qué esté superfeliz de verte cuando hace poco me dijiste que no volverías? ¿Eso significa que estuve llorando por ti en vano?
—Nunca te dije que no volvería... —Eric se interrumpió y parpadeó, una sonrisa le dividió la cara—. Espera, ¿estuviste llorando por mí?
Verónica puso los ojos en blanco, debió haberle dolido después de tener los ojos fijos en Eric durante tanto rato.
—Me dijiste que te renovaron el contrato —puntualizó Verónica—. Para mí eso claramente significa que ibas a quedarte más tiempo. ¿O si no como ibas a trabajar? —Lo miró con los ojos entrecerrados—. No me vengas con estupideces románticas y ni se te ocurra decirme que renunciaste por mí.
Eric, de todas las cosas que pudo hacer, soltó una carcajada que resonó por toda la sala.
—Sí... —asintió, riéndose—. Renuncié para volver contigo, porque ya no soportaba otro día de mi vida sin ti en ella —recitó, con una sonrisita divertida que hizo que Miranda viera a los lados con ganas de pegarse en la frente.
—No me jodas, Eric —Verónica fue a moverse, pero Eric le bloqueó el paso, eran casi del mismo tamaño, la diferencia entre ellos debía ser poquísima. Así que ella no se dejó intimidar por su altura y le puso una mano en el pecho para empujarlo pero él se adelantó y enredo su mano con la de ella.
En serio quería irse, pero la curiosidad podía más.
—Voy a trabajar desde aquí —soltó—. Trabajaré a remoto, será el mismo sueldo. Trabajo con sistemas, créeme que eso no será un problema. Ahora, ¿ya podemos hablar como se debe?
Verónica no dijo nada, volvió a observarlo como antes, durante un minuto que Miranda sintió eterno y luego, sin previo aviso, lo jaló de la camisa y le plantó un beso en los labios.
¿Qué?
Para el momento en que Eric la agarró de las nalgas y la subió al mesón como si estuvieran solos, Miranda aprovechó que habían liberado el pasillo y echó a correr a su habitación.
Entró como si la hubieran disparado en un cohete, cerrando la puerta y casi saltando por encima de la cama para llegar al armario. No iba a quedarse ahí escuchando como esos dos tenían sexo mientras ella se sumergía en la soledad. Se colocó una sudadera de la universidad por encima de la camisa de pijama, se dejó el mono y se colocó unos zapatos deportivos sin medias.
Tomó las llaves del auto y su celular. Se recostó de la puerta y echó la cabeza hacia atrás, esperando el sonido de la puerta del cuarto contiguo, porque eso significaría que la sala estaba despejada. Se rehusaba a asomarse y volver a encontrarlos en una situación íntima.
Mientras esperaba, su mente ya estaba dándole vueltas a lo que haría. Sabía lo que tenía que hacer, solo tenía que encontrar la valentía para ponerlo en marcha. Salir esa noche le haría bien, tenía que despejar su mente de alguna forma y no podía hacerlo si tenía una porno en la habitación de al lado.
****
Había logrado llegar al auto sin ver lo que no tenía que ver. Hurra por eso. Se colocó el cinturón de seguridad y encendió el auto, su dedo se deslizó hacia la radio y la encendió también, con la esperanza de que la música la ayudara a relajarse un poco. Sacó el celular del bolsillo de su suéter y deslizó el dedo por la pantalla, vacilando un poco antes de buscar el número al que quería llamar.
Lo primero que iba a hacer era hablar con su hermano. Sentía la necesidad rasguñándole el estómago desde dentro, no se había portado bien con él y lo sabía. Después de que él se había ido a casa de Parker, a duras penas Miranda había cruzado palabras con él. Estaba enojada, pero ya no podía estarlo más.
Porque era en momentos como esos, en los que la presencia de Alejandro era reconfortante. No sabía si estaría despierto, pero nada perdía con intentarlo. Presionó el ícono de llamar antes de que pudiera arrepentirse y segundos después, la voz de su hermano se burló de ella del otro lado.
—Vaya, vaya, pero mira quien decidió que ya quiere hablarme —la voz de Alejandro sonaba muy alegre y eso le dijo a Miranda que su hermano estaba bebiendo—. ¿Y ese milagro que me llamas?
Miranda echó la cabeza hacia atrás, haciéndola chocar con el respaldo del asiento.
—¿Dónde estás? ¿Estás bebiendo? ¿Si sabes la hora que es?
La risa de Alejandro resonó por el auricular, mientras que el auto se llenaba de una melodía melancólica que ella conocía de memoria.
—Como las doce y algo más —habló, y se aclaró la garganta—. ¿Algún problema?
—¿Dónde estás? —repitió Miranda, suspirando.
—En casa de Parker —la voz de Alejandro pareció volverse sobria durante los segundos que le demoró decir esa frase.
La chica sintió que su corazón se detuvo por un momento y luego empezó a latir a mayor velocidad, como si hubiera tomado una pausa para recargarse al máximo.
—¿Estás...? —Se aclaró la garganta, porque sentía que se le había ido la voz, a la vez que parpadeaba para ahuyentar las lágrimas—. ¿Estás con Parker?
—No. Parker debe tener el culo cuadrado por el asiento del avión en este momento. Tú sabes que ese es un largo vuelo —Lo dijo como si nada, como si ese hecho a ella no le afectara—. Oye, ¿eso que suena de fondo son Los Mesoneros?
Una lágrima se deslizó por la mejilla de Miranda, y ella ni siquiera se tomó la molestia de limpiarla. La bendita canción estaba siendo muy cruel en ese momento. ¿Cómo es que la letra podía encajar tanto con su situación?
—¿Qué haces en su casa entonces? —preguntó, ignorando la pregunta de Alejandro acerca de la banda que tocaba aquella canción.
—Me pidió que estuviera al pendiente de la remodelación mientras él no está. ¿Para qué quieres saber dónde estoy?
—Voy para allá —Tragó saliva, consciente de que la última vez que puso un pie en esa casa, había puesto fin a su relación con Parker—. Necesito que hablemos.
—¿Ahora? —Alejandro pareció ahogarse con lo que sea que estaba bebiendo y tosió un par de veces.
—Ahora —Colgó, sin darle tiempo a responder. Dejó el celular en el asiento de al lado y sus manos rodearon el volante a la vez que los últimos versos de Pangea calaron hasta en sus huesos.
*****
Estar en casa de Parker sin él ahí, sin que él supiera de su presencia, la hacía sentir como una intrusa. La sensación de que no debía estar ahí se manifestaba mediante escalofríos en la piel, o quizás era el viento; el cual entraba a través de los ventanales nuevos que habían sustituido las pequeñas ventanas que estaban ahí la última vez.
La brisa le azotó el cabello y se abrazó a sí misma, a pesar de que estaba abrigada. Se quedó de pie donde estaba, sin atreverse a dar un paso más mientras deslizaba la vista por la sala de estar. Se sintió mal al recordar que Parker le había mencionado que quería renovar la casa y ella le había ofrecido ayuda. Ahora estaba frente a unas ventanas corredizas nuevas que, si fuera de día, debían dejar entrar muchísima luz. Era una estupidez, pero la ponía triste no haber estado ahí para ayudarlo o al menos ofrecer sugerencias, lo peor de todo era que la casa estaba quedando preciosa. Y Parker no se lo había mencionado, pero claro, cómo se lo iba a mencionar si ella lo había dejado en primer lugar.
Los bidones de pintura descansaban sobre bolsas plásticas y el blanco de algunas paredes se veía como nuevo, aunque todavía había varias sin pintar.
—¿Te vas a sentar o qué? —Alejandro interrumpió el curso de sus pensamientos y ella parpadeó varias veces antes de verlo. Se abrazó más fuerte y fue hasta su lado, tomando asiento en un sofá de cuero negro que no estaba ahí la última vez que había ido.
Un par de botellas de cerveza vacías descansaban en el piso, y otra aún estaba medio llena en una de las manos de Alejandro. El televisor reproducía un partido de futbol del cual Miranda no tenía ni idea.
—¿Por qué tienes la ventana abierta? —fue lo único que salió de su boca.
Alejandro no pareció afectado y se recostó del respaldo del sofá, dándole un largo trago a su cerveza antes de hablar y que su aliento a alcohol la hiciera arrugar la nariz.
—La casa huele mucho a pintura, no voy a ahogarme con ese olor.
—¿Sí? No lo había notado, a mí solo me huele a cerveza.
―Mejor ―él sonrió descaradamente y luego alzó una ceja―. ¿Y bien? ¿Qué querías que habláramos?
—Lamento haberme comportado como una idiota —soltó antes de pensarlo demasiado—. Sé que Parker es tu amigo y que estás en una posición difícil... y sé que yo la cagué así que no hay forma de que no lo apoyes a él.
—No es que no te apoye a ti, ¿lo sabes, no? —Su hermano dejó la cerveza en el piso y se apoyó con los codos sobre las piernas, mirándola con seriedad a pesar de cuánto había bebido—. Parker estaba solo aquí, a diferencia de ti. Solo quería ver que estaba bien... y en cuanto a ti, sé que no hay que presionarte para que sueltes lo que te molesta.
—Lo sé —Asintió, pasando las manos por la tela de su mono—. Lo entiendo. Parker... me dejó escrito algo. Quizás fue una carta... una especie de confesión que no esperaba. Y eso me dejó mucho en lo que pensar.
—¿No lo viste? ¿No hablaron en persona? —Alejandro parpadeó como si no pudiera creérselo, pasándose una mano por la mandíbula.
—No —Bajó la mirada, avergonzada—. Y me arrepiento muchísimo, así que no necesito que me regañes. No quería verlo, pero si hubiera sabido que se iría así...
—Pero no lo hiciste. ¿Saberlo hubiera cambiado algo? ―Levantó la cerveza del piso y bebió otro sorbo antes de volver a mirarla―. Dime una cosa, Miranda, ¿el hecho de perderlo te asusta?
Miranda no respondió. ¿Por qué hablaba tan profundamente y con voz tan clara cuando lo menos que predominaba en él era la sobriedad? No le gustó por dónde iba la conversación, pero sabía que era necesaria. No respondió, era obvio que sí. La asustaba perderlo, pero era estúpido sentir miedo por algo que ella había causado.
—¿Tu rencor hacia Josué es lo suficientemente grande como para arruinar tu relación con Parker para siempre? Ya, en serio, Miranda. ¿Qué te importa más?
Ella lo miró con los ojos cristalizados y las cejas juntas. Sacudió la cabeza y le quitó la cerveza de la mano de un tirón, empinándosela hasta sentir que el frío del líquido le refrescaba la garganta.
—Lo dices como si a ti no te importara lo que hizo ―dijo, cuando sintió que había encontrado de nuevo su voz. Alejandro intentó quitarle la botella, pero ella terminó de beberse lo que quedaba y la colocó en el suelo junto a las demás.
Alejandro rodó los ojos y resopló.
—Sí me importa. Sé que te debiste sentir traicionada, y sé que tampoco estuvo bien que Parker te lo ocultara. No los voy a justificar a ninguno de los dos, ni tampoco te daré razones por las cuales deberías volver con él. Pero esa mierda de alejar personas antes de que ellas se alejen debería de detenerse aquí. —Su hermano hizo una seña con su dedo índice para resaltar aquello último―. ¿De verdad estás dispuesta a dejarlo por eso?
—Tengo miedo —Admitió. Ni siquiera estaba segura de sí lo había dicho lo bastante fuerte como para que él la escuchara.
Por lo visto sí, porque resopló ante su respuesta.
—¿No te da más miedo que pase el tiempo y un día mires atrás y te preguntes que hubiera pasado si tan solo hubieras cedido un poco? No voy a presionarte para que hagas algo que no quieres hacer —él sacudió la cabeza con aire decepcionado—. Haz lo que quieras, pero piensa bien antes de hacerlo. ¿Amas a Parker? Díselo. ¿No lo haces? Díselo. ¿No sabes qué es lo que sientes? Entonces averígualo y actúa, pero hazlo rápido. Porque él no va a esperarte toda la vida y ya dio el primer paso. Y dado cómo funcionan las cosas, te toca a ti dar el siguiente.
—¿Podrías dejar de regañarme como si yo fuera la mala del cuento? —se pasó las manos por el cabello con desesperación, y luego las llevó hasta su rostro, cubriéndoselo con ellas.
—¿No viniste a que habláramos?
—Sí —respondió, quitándose las manos de la cara y exhalando fuertemente—. A hablar. No a escuchar tus regaños.
—Los sientes como regaños porque sabes que tengo razón.
—Sí —apretó los labios, asintiendo—. Lo cual no entiendo, porque en tu vida has tenido una sola relación estable y ni siquiera duró.
—Con esa fue suficiente para no querer tener más por un buen tiempo —bufó Alejandro y su sonrisa duró poco—. Solo soy alguien que la ha cagado lo suficiente como para no querer que tú la cagues de la misma forma. Pero la vida está hecha de mierda, no solo de arcoíris y momentos felices. Fallar ayuda a aprender, y no sería un buen hermano si no dejara que te metas tus coñazos de vez en cuando para que aprendas cómo funcionan las cosas. Pero ya dejé que lo hicieras con Diego, creo que es momento de ayudarte un poquito.
Miranda se permitió una pequeña sonrisa.
—¿Se supone que me estás ayudando?
—¿Acaso todo lo que te acabo de decir no te derritió un poquito ese hielo? —señaló con su índice en dirección al corazón de Miranda.
Ya el hielo había sido completamente derretido con las palabras que Parker había derramado sobre ese pedazo de papel, pero Miranda no quería herir a su hermano, así que solo asintió.
Inconscientemente se llevó las manos al dije de concha de mar que estaba escondido debajo de su sudadera, sacándolo a plena vista para poder acariciarlo. Había sido incapaz de quitárselo, de alguna forma, le era imposible deshacerse de él. Una parte de sus recuerdos con Parker le venían a la mente cada vez que veía la cadena descansar sobre su clavícula. En esos momentos en los que Parker estaba lejos de ella, ese collar era lo único que la hacía sentir cerca de él.
—Te iba a hacer una pregunta —dijo Alejandro, sacándola de sus pensamientos—. Pero viendo lo que acabas de hacer, ya tengo la respuesta.
—¿Qué cosa? —preguntó, como si no supiera a que se refería.
—El collar —lo señaló—, lo sostienes como si fuera un tesoro. Y la verdad, Andy, es que creo que ya sabes lo que tienes que hacer. Solamente estás intentando retrasarlo porque te da miedo cómo vaya a resultar.
Miranda tragó saliva y asintió, sabiendo que su hermano tenía razón. Volteó a verlo, devolviendo el collar al interior de su sudadera.
―¿Tienes más cerveza?
Alejandro sonrió y le revolvió el cabello, poniéndose de pie.
―Sí, pero creo que necesitaremos comprar más.
Hola, hola
Perdonen mi tardanza en actualizar, es la primera vez que tengo tan claro lo que va a pasar en los capítulos que vienen y tenía tanto por organizar que me bloqueé.
Pero ya me organicé y espero que las actualizaciones que faltan vengan más rápido. Es mi deber anunciar que esta historia ya casi llega a su fin, y no sé cómo sentirme al respecto. He tardado muchísimo en llegar hasta este punto y Miranda y Parker me han acompañado por tanto tiempo que me parece mentira que ya no escribiré tanto sobre ellos. Igual no hay de qué preocuparse, puesto que vienen más libros y obviamente van a aparecer, pero igual me pega.
Por cierto, les dejé en multimedia la canción que escucha Miranda en la radio, por si quieren deprimirse como ella.
¿Qué les pareció el capítulo de hoy?
No olviden dejar su estrellita si les gustó.
Me despido dejándoles mucho amor y brillitosss, hasta el próximo cap ✨💖✨💖✨💖✨
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