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33. ¿Realmente terminó?


Después de que su dedo presionó el timbre, el arrepentimiento que lo invadió le hizo da un paso hacia atrás con nerviosismo. No debía estar ahí, no tenía por qué. Miranda no le había contestado sus mensajes. Donde él le había dicho que quería verla, ni siquiera lo había visto y eso era peor, porque significaba que lo había ignorado.

Y aun así, estaba de pie frente a la puerta de su casa, sosteniendo con tanta fuerza la caja que tenía en sus manos que sus nudillos estaban blancos.

Su lógica le invitaba a irse, era obvio que si Miranda quisiera verlo lo habría buscado, o al menos le habría respondido el mensaje. Pero también existía la posibilidad de que estuviera esperando que él diera el primer paso y era por eso que su corazón le suplicaban quedarse, si había una mínima oportunidad de verla antes de irse, entonces la tomaría. A pesar de que sus pies picaran por salir corriendo.

Ya había presionado el botón, no había vuelta atrás. Si Miranda salía y le insultaba, lo aceptaría. Y si era su día de suerte, no habría nadie en casa y él podía seguir con su vida.

O mejor no averiguar si Miranda estaba. Se volvió, dispuesto a irse por dónde vino, cuando el sonido de la puerta abriéndose le interrumpió su escapada.

Parker apretó los dientes, regresando a su antigua posición. La puerta se abrió de golpe, mostrando a una ajetreada Verónica acomodándose un albornoz a toda prisa. Su mirada gris chocó con la de Parker y abrió los ojos con sorpresa.

Se relamió los labios y esbozó una sonrisa nerviosa, Parker enseguida se preguntó qué había interrumpido. Porque era obvio que había interrumpido algo.

—Oh, hola, Parker —Verónica relajó los labios—. ¿Qué te trae por aquí?

Parker sintió que el corazón se le cayó a los pies. ¿Cuánto más tendría que fingir que no estaba destrozado?

Su expresión debió haber cambiado, porque la de Verónica se transformó en comprensión. Apretó los labios en una fina línea.

—Miranda no está —dijo suavemente, como si intentara no hacerle daño, pero el daño ya estaba hecho—. Está con su mamá. Fuimos ayer y ella se quedó a dormir.

Parker asintió, relajando el agarre que tenía sobre la caja. Parpadeando, le dio una ligera sonrisa a Verónica.

—Está bien... Supongo que es mejor así. ¿Podría dejarte algo para ella?

Los ojos de Verónica se detuvieron sobre la caja que Parker llevaba y su ceño se frunció enseguida.

—¿Qué es eso? —lo señaló con el índice.

Él se aclaró la garganta.

—Es... —su voz se quebró por un momento, lo cual era una estupidez, no tenía sentido. Soltó una risa torpe, sintiéndose el ser más ridículo del planeta y reunió fuerzas para no hablar como si no quisiera echarse a llorar ahí mismo —Es una silla... La que usa para trabajar es muy incómoda. La encargué la mañana de su tesis porque quería regalársela. No haré nada con ella en casa, es suya. Así no estemos juntos, igual la compré para ella.

Verónica negó lentamente con la cabeza, con los labios entreabiertos, como si no pudiera creer la situación por la que estaba pasando.

—Pasa —Estiró el brazo para abrir la puerta por completo y le hizo una seña con la cabeza para que entrara.

―Ve, estaba pensando que podíamos... ―un hombre lleno de tatuajes que iba saliendo del pasillo de la casa mientras se abrochaba los pantalones se calló de golpe en cuanto sus ojos oscuros se cruzaron con los de Parker―. ¿Y tú eres...? Te me haces conocido.

Su tono casual sorprendió a Parker mucho más que su presencia. ¿Miranda no le había dicho que Verónica tenía un novio? ¿Era él? ¿En qué momento había vuelto?

No, no era él. Su rostro también se le hacía conocido y enseguida recordó que lo había visto disfrazado de Freddy Krueger en el cumpleaños de Miranda. Solo que esta vez un piercing negro atravesaba sus fosas nasales y una barba oscura cubría su mandíbula.

―Es él ex... ―Verónica se interrumpió y negó con la cabeza―. Es un amigo.

―Puedes decirlo. No voy a romperme, Verónica ―replicó Parker, dejando la caja en el piso. Se enderezó y extendió su mano hacia el hombre―. Soy Parker. Salí con Miranda un tiempo.

Él tipo asintió y señaló la mano de Parker.

―Sí, claro, un gusto y todo eso. No te voy a dar la mano, no por mala educación, es solo que estuve haciendo cosas sucias hace un rato y... ―un sonrisita se escapó de sus labios, provocando una tremenda incomodidad en Parker y que Verónica le lanzara un golpe en el hombro para que se callara.

Se aclaró la garganta, bajando la mano y alternando la vista entre el tipo y Verónica.

―¿Interrumpo algo?

«Sí, Parker. Es obvio que sí» se reprendió a sí mismo internamente.

Algo le dijo que el hombre iba a hablar, pero Verónica se le adelantó.

―No, para nada. Luis ya se iba ―ella sonrió, cruzándose de brazos y observando al susodicho con las cejas alzadas―. ¿Verdad?

Él alzó las cejas.

―¿Ah, sí?

―Sí —Verónica no lo miró.

―Como sea, iré por mis cosas ―El tal Luis rodó los ojos y se dio la vuelta, caminando lejos de ellos e internándose en el pasillo

Parker miró a Verónica.

―Mi intención no era interrumpir, solo quería dejar esto. Me voy ―hizo amago de caminar a la puerta y Verónica lo detuvo.

―No, no, no ―la chica negó con la cabeza―. Es que no puedes venir a dejar esto e irte así como así. ¿Qué se supone que le diré a Miranda? Va a enloquecer cuando le diga que lo dejaste aquí para ella y me va a matar cuando sepa que lo acepté. No, deberías quedarte aquí y esperarla, soluciona esto con ella ―alzó las manos y dio un paso atrás―. Yo estoy fuera.

Parker se metió las manos en los bolsillos.

―Le dije que quería verla y lo único que hizo fue ignorarme.

―Eso se soluciona. Buscaré mi celular y le diré que venga porque la necesito.

―¿No crees que se enojará más si llega y me ve? Sabrá que le mentiste.

Verónica se encogió de hombros.

―No es mentir, es omitir información.

Parker se rascó la nuca y resopló.

―Yo le omití información y me dejó.

El silencio se instaló entre ellos durante unos segundos, el cual se rompió cuando el sonido de los pasos de Luis llenó el ambiente.

―Entonces... ―miró a Verónica―. No llegues tarde mañana.

―Nunca llego tarde ―replicó ella.

―No sé qué más quieres que diga ―Luis se rascó el cuello, arrugando los labios―. ¿Hasta el próximo polvo?

Verónica rodó los ojos y lo empujó hasta la puerta, Parker bajó la cabeza a la vez que sacaba el celular de su bolsillo para mirarlo en lugar de presenciar la escena que se desarrollaba en la puerta.

Tenía varios mensajes de su madre, otros cuantos de un grupo que tenía con Sam y Brett, y ninguno de Miranda. Qué novedad.

Cuando escuchó la puerta cerrarse, levantó la cabeza y miró a Verónica.

―Escucha, sé que no debería hacerte esto pero te prometo que le diré a Miranda que no te dejé otra opción, que se enoje conmigo si quiere... bueno, más de lo que ya está. Pero no puedo quedarme a esperarla, tengo un vuelo hoy y debo irme.

Verónica parpadeó.

―¿Cómo así? ¿Te vas?

Parker asintió.

―Sí, ya está todo arreglado ―señaló la caja―. ¿Quieres que arme la silla o estarán bien ustedes?

La chica hizo un gesto de la mano para demostrar que no importaba y luego sacudió la cabeza, llevándose una mano al cabello, echándose el flequillo hacia atrás.

―Wow, es que... me sabe mal que te vayas así. Ni siquiera te ofrecí algo de beber ―Verónica parecía compungida.

Parker imitó su gesto de la mano, negando con la cabeza.

―Está bien ―le sonrió―. No planeaba quedarme. En verdad solo vine a traer esto. Pensé que quizás era la excusa perfecta para hablar con ella pero... ni modo. Puedo decir que al menos lo intenté, eso es algo, ¿no?

―¿Y te irás así como así? ―la pobre no sabía que decir y Parker no quería arrastrarla a aquel pozo como había hecho con Alejandro, así que avanzó hasta la puerta, que estaba entreabierta gracias a que así la había dejado Verónica.

―Sí. Como te dije, le escribí, quería disculparme en persona, pero al parecer ella no está lista y yo no quiero obligarla ―Parker volvió a sonreír―. En fin, debo irme. Que pases feliz navidad.

La voz de Verónica sonó bajita, como si ese tema le afectara a un nivel personal, le dio una pequeña sonrisa y se despidió con la mano.

―Feliz navidad, Parker.

****

Las manos le temblaban como nunca antes lo habían hecho; con una intentaba sostener el papel, que se sacudía más de lo que estaba quieto, y con la otra se apretaba los labios, intentando no gritar como tenía ganas de hacer.

Miranda negó con la cabeza, haciendo que las lágrimas suspendidas en su barbilla terminaran de caer sobre el papel, creando pequeños pozos de tinta que volvían borrosas las palabras.

"Esto es una especie de medio al que no estoy acostumbrado, y tengo la ligera impresión de que tú tampoco. Pero no quería decirte todo esto por un mensaje de texto. Tampoco por carta, mi primera opción era decírtelo cara a cara, pero por si acaso no te apetece verme, no me voy a quedar con todo lo que quiero decirte atascado en el pecho. Lo escribo con la esperanza de que no tomes el regalo y lo lances a la basura sin antes haberlo abierto al menos por curiosidad.

No sé si en este momento me odias más o me odias menos, ni siquiera sé qué sientes exactamente por mí justo ahora. Sé que actúe de una forma injusta y me disculpo por eso, y quizás pienses que no tomo en cuenta tus sentimientos, pero lo hago. Y por eso no había querido atosigarte para que habláramos, quiero que tengas tu espacio y el tiempo para pensar que necesites.

Pero no puedo irme sin siquiera haberlo intentado. No estaré en casa, decidí que voy a pasar las fiestas con mi familia, lo necesito, y por eso quería verte hoy.

No es correcto ni mucho menos es lo que quiero, pero no me dejas otra opción. Sabes que mi estilo es decirte las cosas a la cara, porque tus reacciones lo son todo, y me gusta apreciarlas en primera fila. Esta será la única vez, por mi bien, en que haga una confesión a la antigua.

Ya gasté mi primer intento, y este es el último. A partir de aquí, está en tus manos.

Estaré en San Diego lo que queda de mes, espero estas semanas te ayuden a despejarte y a pensar qué es lo que quieres. Y en si me quieres, si quieres lo nuestro lo suficiente como para darnos otra oportunidad.

Porque yo estoy seguro de lo que quiero, Miranda. Y es a ti.

Alejandro me preguntó si te amaba y no le respondí porque esa respuesta es para ti.

Y es un sí. Rotundo.

Estoy enamorado de ti, porque no puedo dejar de quererte ni siquiera cuando actúas de una forma tan irracional como ahora. Y porque estaré en un avión alejándome cuando lo único que quiero es correr hacia ti y decirte todo esto en persona. Pero si lo hago, no vas saber por qué me estoy alejando. Y necesitas darte cuenta por ti misma.

Quiero resolver esto, Miranda, pero de nada vale que las ganas sean solo mías.

Feliz navidad.

Y Feliz año nuevo."

Los ojos llorosos de Miranda se paseaban como locos una y otra vez a lo largo de aquella carta, sin poder terminar de creérselo.

Solo a Parker se le ocurría escribir una carta como esa y dejarla dentro de ese regalo como si nada.

No podía irse así como así, sin siquiera despedirse.

—¿Cómo es que tiene el descaro de dejarme esto e irse así como si nada? — Miranda parpadeó, haciendo que más lágrimas saltaran sobre el papel. Quería gritar, llamarlo y decirle que era un cobarde por no tener la valentía de decirle que la amaba cuando había tenido oportunidad.

Pero eso sería hipocresía de su parte, porque ella tampoco lo había hecho.

—En su defensa, él quería verte y tú no viniste. — respondió Verónica, girando en la nueva silla recién armada como una niña pequeña.

Como había dicho él en su carta, ella tampoco le había dado otra opción. Si tan solo hubiera dejado de lado su orgullo entonces habría tenido una oportunidad de verlo antes de que se fuera.

Y ahora lo único que tenía de él era un pedazo de papel donde había derramado sus palabras porque ella no le había dejado de otra.

Miranda colocó la carta aún lado, apartándola de ella como si le quemara y miró a Verónica a los ojos. Recogió las piernas, abrazándolas y apoyando el mentón en las rodillas.

―¿Por qué no me avisaste que estaba aquí?

Verónica se encogió de hombros. Algo le decía que su respuesta sería como una cachetada. Su amiga movió la cabeza lentamente, como midiendo el peso de sus palabras antes de decirlas.

Miranda no esperaba que suavizara nada, después de todo, no sería Verónica si lo hiciera.

―¿Habrías venido de inmediato de saberlo? Por supuesto que no. Ibas a enojarte conmigo por haberlo dejado pasar y ambos lo sabíamos. Así que, no habrías venido, Miranda. Lo cual es triste, pero ya pasó y no podemos cambiar el pasado.

Miranda negó con la cabeza. Desgraciadamente, no podía cambiar el pasado.

La verdad era que, estaba escondiéndose de Parker.

Esperaba que él fuera lo suficientemente inteligente como para alejarse de ella, porque era un desastre y se autosaboteaba. Y eso había hecho, se había ido, como ella esperaba que lo hiciera. ¿Entonces, por qué la enojaba y entristecía tanto ese hecho?

Quizás era que Parker no se había rendido. Pero ella sí. Tenía tantas ganas de rendirse que la destrozaba, porque no sabía cómo hacer para recuperarlo.

Detestaba que el orgullo la consumiera, y detestaba más que Parker tuviera razón. Una ola de sentimientos contradictorios estaba ahogándola y no entendía por qué se sentía tan en la mierda. Lo único que tenía claro era lo que Parker le había dicho en esa carta, lo cual era lo único que la hacía salir a la superficie y sentir que respiraba aire fresco: Parker la amaba.

¿Lo amaba ella a él?

Había un dicho de mierda que hablaba de que si amabas a alguien había que dejarlo ir, pero, ¿no era mejor luchar porque esa persona se quedara?

Que ambiguo y difícil era el amor.

Dejar ir a veces podía ser el mayor acto de amor hacia una persona, pues obligarla a quedarse podía ser egoísmo. ¿Pero y qué si esa persona quería quedarse?

Había que tener valor para dejar ir, pero quizás se necesitaba más valor para luchar por alguien importante.

Josué la había dejado ir. No había luchado por ella.

Y Miranda estaba harta de cometer los mismos errores que él.

Se secó las lágrimas con rabia y observó a Verónica, su vista nublándose de inmediato nuevamente.

―¿Qué se supone que haga con una declaración de amor en una carta y el hombre que quiero a miles de kilómetros de mí?

―Pensar ―dijo Verónica, con la mirada perdida en algún punto detrás de Miranda―. Pensar en qué carajos es lo que quieres e ir tras eso ―Los ojos de su amiga se posaron sobre los de ella, denotando seriedad―. Ver a Parker hoy me revolvió todo por dentro. Si tan solo le hubieras visto la cara... Realmente quiere arreglarlo, Miranda, y tú te haces la difícil como si Parker hubiera sido el único que la cagó. Te está dando espacio, pero que te lo de ahora no significa que vaya a quedarse sentado esperando por ti toda la vida. Y no digo que esté mal que te tomes un momento, está bien que pienses las cosas, pero no por mucho tiempo. No te voy a dar mi discurso de siempre... sé que estás alejando a Parker porque crees no merecerlo, pero si lo quieres, ¿por qué no haces lo posible por intentar merecerlo?

Miranda arrugó la frente, poniéndose de pie lentamente.

―No me estás diciendo esto en serio... ―negó con la cabeza―. Porque justo ayer hablamos de Eric y ya hoy buscaste acostarte con otro para llenar el vacío que te dejó, ¿y me estás diciendo que luche por Parker? ―una risa sin gracia escapó de los labios de Miranda―. Deberías seguir un poco más tus propios consejos, Verónica.

La aludida sonrió con amargura.

―Te digo la verdad y te pones a la defensiva, pero lo acepto porque tienes razón. Sí, estoy intentando llenar el vacío que Eric me dejó porque a diferencia de Parker, que está intentando con todas sus fuerzas recuperarte, él no lo ha hecho. Simplemente no volverá y yo no voy a perseguirlo cuando ni siquiera ha dado indicios de que me quiere de vuelta a su lado ―Verónica se puso de pie también―. No voy a luchar por alguien que no hace lo mismo por mí. Pero tú tienes eso, y me daría mucha tristeza que debido a tu orgullo lo pierdas. No permitas que te pase lo que a mí.

Miranda quería abofetearse, sentía tanta vergüenza de lo que había dicho. Subió las manos y se frotó los ojos, resoplando con fuerza.

―No fue mi intención decirte eso, Verónica. Discúlpame, yo... no tengo excusas.

Verónica asintió, apretando sus labios en una fina línea durante un momento antes de hablar.

―Sí querías decirlo, y está bien. En una amistad no siempre tienen que decirse cosas bonitas. Entiendo que estás herida, Miranda, pero no sobrepongas eso ante lo que sientes por Parker. El rencor no es bueno, te lo digo yo, y ambas sabemos que tengo experiencia en eso.

Miranda se abrazó a sí misma, negando con la cabeza.

―Ni siquiera sé por dónde empezar.

―Quizás... perdonándote a ti misma.

Los brazos de Verónica rodearon el cuerpo de Miranda, lo cual fue suficiente para que las lágrimas volvieran, empapando los hombros donde ella había depositado su rostro en busca de consuelo.

Pero el momento no duró mucho, porque el timbre de la casa resonó por todos lados, sacándolas a ambas de lugar.

Miranda se separó, arrugando la cara y desviando la vista hacia el reloj que colgaba de la pared, donde las agujas marcaban las once y cuarto de la noche.

―¿Invitaste a las chicas? Es demasiado tarde como para recibir visitas.

Verónica negó con la cabeza, extrañada.

―No. No las invité ―sus ojos se quedaron fijos durante un momento y luego los abrió como si se le hubiera ocurrido una idea loquísima―. Espera, ¿y si es Parker? ¿Y si se arrepintió y volvió? Eso sería muy romántico. Estúpido, pero romántico.

Miranda empezó a negar con la cabeza, pero Verónica la empujó fuera de la habitación sin dejar que hablara.

―Basta, Ve, podría ser un delincuente.

―Piensa positivo ―dijo su amiga, rebosando emoción como si de verdad hubiera una ligera posibilidad que la persona del otro lado de la puerta fuera Parker.

El timbre volvió a sonar y en consecuencia Miranda recibió otro empujón que la acercó más a la puerta.

―¡YA VOY! ―Gritó Verónica, mordiéndose el labio para ocultar una sonrisa. Le dio media vuelta a Miranda para peinar su cabello con las manos y secar su rostro para quitar el resto de lágrimas que quedaban―. No puedo hacer mucho con tus ojos hinchados, pero al menos las mejillas rojas te aportan rubor natural. Ahora ve.

La mente de Miranda estaba nublada debido al llanto y la confusión que le generaba lo que decía Verónica. ¿Qué probabilidades había de que la persona tras la puerta fuera Parker? No estaba segura. A ese punto, no sabía nada. Se sentía como en un trance inducido por todo lo que estaba sucediendo. Era mucho y muy rápido.

Se giró, negando con la cabeza, como si ese gesto le ayudara a despejar su cabeza de la maraña de pensamientos que la acorralaban. Con el corazón vuelto un nudo de sentimientos incomprensibles, se acercó y colocó su mano sobre la manija, tardándose demasiado en abrir la puerta.

¿Y si de verdad era él? ¿Qué le iba a decir? ¿Tendría el valor de saltar a sus brazos y decirle que también lo amaba, dejando atrás todo lo que había pasado?

Lo sabría en cuanto lo viera. Si es que se trataba de él.

Solo por si acaso, obligó a sus labios a curvarse en una sonrisa, y abrió la puerta para encontrarse con una cara conocida.

Que en definitiva no era la de Parker.

Frunció el ceño cuando sus ojos se cruzaron con los del chico frente a ella, incapaz de creerse que estaba ahí.

―¿Eric? 

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