31. Lo peor de mí
—Se me había olvidado agradecerte por lo que hiciste por mi papá.
Las cejas de Miranda subieron casi hasta el nacimiento de su cabello con interés. La mirada gélida que le lanzó a Parker, hizo que se le erizara el vello de la nuca.
A pesar de que sus ojos decían lo contrario, los labios de Miranda se curvaron en una sonrisa que temblaba en las comisuras. Su vista se posó en Karla, quien estaba esperando inocentemente su desayuno.
—¿Ah, sí? ¿Y qué hizo por tu papá? —preguntó, con un tono impregnado de desprecio al pronunciar la última palabra.
Parker observó con pánico la mano de Miranda que sostenía el café. Estaba temblando y por alguna razón, Parker tenía el presentimiento de que ella quería apretar el vaso de plástico hasta que todo el café saliera disparado como una fuente de su mano.
Karla se volvió con su desayuno en la mano y se quitó de la fila para dejar que pasara el siguiente, abrió la boca para responder pero Parker agrandó los ojos en una señal de auxilio para que ella no dijera nada.
Por favor, no lo digas. No lo digas. Pensó Parker, desesperado, sentía que las manos habían empezado a sudarle. No era nada malo, al menos lo que Karla sabía. Pero si Miranda iba a enterarse, él se lo diría. Nadie más.
—¿Sabes qué? —dijo Miranda, negando con la cabeza y levantando su mano libre para indicar que parara, aún cuando Karla no había pronunciado palabra—. Olvídalo. Haré que lleguen tarde a clases. Me voy —depositó su mirada apagada sobre Parker y asintió en dirección al café—. Gracias por esto.
Hizo amago de irse, dándose media vuelta, pero Parker la retuvo poniendo suavemente una mano en su antebrazo. Los ojos de Miranda viajaron hacia allí como si su simple toque le quemara y le molestara. Y cuando lo miró de vuelta, sus ojos cafés se habían oscurecido, inundados de una decepción que opacaba el brillo de felicidad que había existido en ellos hacía tan solo unos minutos atrás.
—Miranda —el nombre de la chica que quería salió de sus labios como un ruego—, por favor...
Quería explicarle, tenía que explicarle. Lo menos que quería era que se fuera así cómo si no estuviera desprendiendo enojo por los poros. Miranda se deshizo de su agarre lentamente, sin mirarlo.
—Hablamos después —dijo, y se dio media vuelta, alejándose de él. Y su voz sonó tan bajita que le costó escucharla.
Ver a Miranda alejarse le dolió como si le hubieran clavado algo en el corazón. No estaba bien, y lo sabía. Y era su culpa por querer arreglar la vida de todo el mundo.
Quería salir corriendo tras ella y decirle que no era la gran cosa, pero no podía. Para ella probablemente lo fuera. Conocía lo suficiente a Miranda como para saber que en esos momentos lo mejor era dejarla sola.
—¿De qué me perdí? —Karla se le quedó viendo con una ceja alzada, como en busca de respuestas. Unas que él no iba a darle.
—Nada. A clases —le dijo, asintiendo en dirección al edificio frente a ellos y comenzando a caminar sin volverse para ver si ella le seguía el paso.
*****
Miranda no sabía cómo sentirse: si enojada con Parker por hacer quién sabe qué favores a Josué, enojada con esa chica por hablar de más donde no la habían llamado o enojada consigo misma por tomarse esa frase tan a pecho. Pero más allá del enojo, se sentía triste. Una dolorosa sensación de que algo terrible ocurriría le oprimió el pecho al recordar la expresión de Parker cuando ella se había soltado de su agarre. Y por más que intentara no darle peso a la situación, la presión solo aumentaba y sus pensamientos se resbalaban por un acantilado de suposiciones deprimentes.
Resopló sonoramente a la vez que tomaba asiento en uno de los bancos azules que estaban afuera de la facultad de ingeniería. Confiaba en que el ruido callara el rumbo de sus pensamientos en caso de que la soledad momentánea no le ayudara a ordenarlos. No quería seguir el camino hacia su propia facultad y conseguirse con la felicidad de sus seres queridos que probablemente terminaría apagando gracias a su actitud de mierda.
Quería pensar, o mejor dicho, creer, que Karla estaba agradeciéndole a Parker por la vez que llevó a Josué a su casa y no por otra cosa.
No podía ser por otra cosa. De ninguna manera Parker podía estar haciéndole favores a ese hombre cuando ella claramente le había pedido que no se involucrara.
Era por eso que, cuando Parker había palidecido de forma evidente en el momento en que las palabras de agradecimiento abandonaron los labios de Karla, algo se había derrumbado dentro de ella. Sus esperanzas cayeron al piso y más abajo, junto con el poco buen humor que le quedaba.
Y se había ido.
Porque no quería escuchar explicaciones, ni excusas, ni quería decir nada de lo que pudiera arrepentirse después. Como siempre, alejarse cuando todo se complicaba volvía a ser su método. Después de tanto renegar, igual había heredado algo de Josué: la costumbre de huir.
Apretó los dientes cuando sintió las lágrimas reunirse en sus ojos para hacer su llegada triunfal todas en conjunto. No iba a llorar. No iba a llorar de ninguna manera.
—¿Está reservado este lugar? —Una voz masculina interrumpió sus pensamientos -y sus lágrimas-, haciendo que volteara de golpe, lo que le ocasionó un calambre en el cuello que la hizo agachar la cabeza, maldiciendo por lo bajo.
El señor Moretti se apresuró a ponerse a su lado.
—¿Estás bien?
Miranda intentó dar un asentimiento mientras se sobaba la nuca con los dedos. Después de un momento, tragó saliva y se aclaró la garganta para que la voz no le saliera rota.
—Sí, sí —por supuesto que no, pero no iba a decírselo. Entornó los ojos hacia el hombre cuando se sentó a su lado—. ¿Qué haces por aquí?
—Estaba saliendo de la escuela de civil cuando te vi —señaló con el pulgar a su espalda, donde se ubicaba el edificio amarillo de la escuela de Ingeniería Civil.
—¿Qué hacías ahí? —Miranda comenzó a jugar con el vaso de plástico vacío donde había estado su café, mientras inclinaba el cuello hacia atrás para aliviar los restos de malestar. Era irónico que acababa de hacer una presentación cien por ciento ecológica y hubiera tomado café en un vaso que iría a parar en la basura y cuyo material tardaría demasiado tiempo en degradarse. Que hipócrita.
—No te olvides que también doy clases en ingeniería.
—Oh. ¿Y estabas dando clase ahora? —preguntó, sin mirarlo. En realidad no le interesaba, pero no quería ser maleducada con él.
—No. Fui a buscar mis cosas a la oficina, pensaba llevar a tu madre a casa; pero ella no quiere irse sin ti.
Miranda se puso de pie como si la hubieran disparado del banco con un resorte. No quería que su madre la viera así, pues obviamente Bianca notaría inmediatamente que algo iba mal. Pero tampoco le apetecía que se preocupara por ella.
—No la hagamos esperar más.
—¿Estás bien, Miranda? —Emmanuel repitió la pregunta, la miró fijamente con las cejas alzadas mientras se ponía de pie también.
—Sí, ¿por qué no lo estaría? —se obligó a soltar una risa, pero lo que salió de su garganta fue un sonido pobre más parecido a una risa histérica que a una de felicidad. Estaba dando pasos relativamente rápidos porque no quería alargar una conversación personal con alguien que había sido su profesor hasta hace poco—. Aprobé la tesis. Solo falta mi graduación y comenzar a preocuparme por buscar un trabajo si no gano la licitación del concurso. No podría estar más feliz por eso.
—No suenas muy convencida.
Miranda se encogió de hombros.
—Es recurrente el pensamiento de qué hacer luego de la graduación —volteó a verlo, a punto de hacer una pregunta que realmente le causaba curiosidad—. ¿Cómo hiciste para estudiar dos carreras?
Emmanuel sonrió y se pasó una mano por el cabello.
—No tengo ni idea. Ni siquiera sé cómo sigo teniendo cabello. Debería estar calvo a estas alturas de mi vida.
—¿Y qué pasa con la música? ¿La dejaste por completo?
Miranda se colocó las manos en la espalda mientras doblaban hacia la izquierda por el estacionamiento. La facultad de arquitectura se alzaba a unos pocos metros de distancia.
—Así que tu madre te dijo que estuve en su banda.
Miranda sonrió ante el tono de voz de Emmanuel. Desde su distancia, observó a su madre hablando con Verónica en la entrada de la facultad.
—Por supuesto. Le hice un interrogatorio completo antes de dejarla salir contigo. Antes de saber que eras tú, por supuesto.
—Entonces no fue tan completo.
—Touché —dijo Miranda.
Emmanuel soltó unas carcajadas con las que Miranda dio por terminada la conversación. Terminó de cortar la distancia que le faltaba medio trotando medio caminando, olvidándose que tenía vestido y tacones.
—¿Y eso que están aquí? —Miranda las miró alternativamente—. ¿Y Alejandro?
—Se fue a su trabajo —respondió Verónica.
—¿Dónde estabas tú metida? —dijo Bianca, lanzándole la misma mirada que había usado para regañarla tantas veces cuando era pequeña.
Verónica apretó los labios para evitar reírse y miró hacia otro lado.
Miranda frunció el ceño, sorprendida por el tono de su madre.
—¿Qué pasa?
—Pasa que te desapareces de un momento a otro y ni siquiera tienes la sensatez de contestar tu celular —reclamó su madre.
Su celular... su celular estaba en su bolso, en silencio. Lo menos que quería era discutir con su madre por una estupidez como esa. Así que no le contestaría mal como tenía ganas de hacerlo solo porque no estaba de buen humor.
—Estaba con Parker. Lo acompañé a medicina y fuimos a tomar un café.
La mirada de su madre se suavizó un poco.
—¿Y dónde está? ¿No vendrá con nosotras a casa?
—No lo sé, supongo que sí.
Verónica entrecerró los ojos, viéndola con sospecha. Su madre frunció el ceño.
—¿Supones? —dijo esta última.
—En la tarde, ya sabes, tiene que dar clases hasta el mediodía.
—¿Ustedes vienen con nosotros? —Las interrumpió Emmanuel, refiriéndose a Miranda y a Verónica.
Miranda agradeció esa interrupción internamente y negó con la cabeza.
—No, nos vamos en mi auto. Gracias —le sonrió, le dio un beso a su mamá en la mejilla y se alejó de ellos caminando a paso rápido hacia su auto, no le apetecían preguntas en ese momento. Aunque estaba segura de que Verónica no iba a morderse la lengua durante el camino hasta casa de Bianca.
Abrió la puerta y se sentó en el asiento del conductor mientras le hacía señas a Verónica para que se apurara. La pelimorada se acercó con un gran signo de interrogación en su pálido rostro y Miranda cerró la puerta del conductor mientras su amiga abría la del copiloto.
—¿Se puede saber qué coño te pasa? —preguntó, mientras se acomodaba y se colocaba el cinturón de seguridad. Miranda la imitó sin responderle, luego colocó ambas manos en el volante y lo apretó hasta que los nudillos se le pusieron blancos.
—¿Qué te hace pensar que me pasa algo?
Verónica la miró con los ojos entrecerrados.
—Okey, te permito que no me lo digas solo si prometes no matarnos —Verónica la amenazó con la mirada, apretó los labios durante dos segundos y luego sacudió la cabeza—. ¿Sabes qué? No. Me vas a decir y vas a intentar no matarnos porque también tengo algo que contarte. Y si nos morimos, no te vas a enterar.
Miranda volteó a ver a su amiga con interés.
—¿Qué cosa? —preguntó, aflojando el agarre que tenía sobre el volante, pues comenzaban a dolerle las manos.
Verónica señaló el camino de salida del estacionamiento.
—Tú enfócate en conducir. Lo diré cuando estemos todas juntas porque no voy a echar el mismo cuento varias veces. Pero ya sabes que me tienes que decir.
*****
—Ay, ya termina de decir, que nos tienes en ascuas —comentó la pelirroja, llevándose la botella de cerveza a los labios mientras acariciaba a una muy feliz Ruby que descansaba en su regazo—. Estás peor que Miranda.
Verónica se echó hacia atrás en el sofá y apoyó la cabeza en la mano que tenía sobre el espaldar.
—Jamás. Ella no quiere soltar lo que le pasa, mírenla —la señaló con su propia cerveza—, está como fuera de esta dimensión.
En efecto, el cuerpo de Miranda estaba presente, pero su mente estaba fuera de ahí, en otro lugar y otro tema que no la dejaba concentrarse en el presente.
Natalia dejó de lado su bebida y aplaudió frente al rostro de Miranda una vez y tan fuerte que la susodicha salió de su ensimismamiento y se sobresaltó, dedicándole a su amiga una mala mirada.
—¿Tiene que ver con Parker? —La interrogó Natalia.
—¿Qué cosa? —Miranda inclinó la cabeza.
Sus tres amigas bufaron al unísono.
—Obvio —respondió Daniela en su lugar—. ¿No ves que ella está aquí sentada con nosotras y él está por allá en la esquina con Alejandro?
—¿Y eso qué tiene que ver? —Miranda se inclinó y le quitó la cerveza a Daniela para darle un buen sorbo y luego devolvérsela—. Ustedes son mis amigas y Alejandro es su amigo. El único que tiene aquí. Está bien que hagan cosas de hombres. No tenemos que estar juntos todo el tiempo.
Sus amigas le lanzaron una mirada como si estuviera loca por no querer pasar tiempo con Parker y ella rodó los ojos. Ya se sentía como una loca, no necesitaba escucharlo de alguien más.
—Verónica ya termina de decir lo que vas a decir. De lo mío hablamos después. Ahora mismo ni yo sé qué sucede, así que por favor, deja el misterio.
Verónica suspiró y se inclinó hacia adelante, mirándolas alternativamente a cada una.
—Verán, anoche en la madrugada... Eric me llamó —comentó, jugando con una de las argollas que le colgaban de la oreja—. Me dijo que le renovaron el contrato en la empresa donde trabaja.
Daniela parpadeó.
—¿Y eso es bueno o malo?
Verónica se encogió de hombros, pero sus ojos se desviaron a un punto en concreto del techo.
—Es bueno. Es muy bueno. Pero eso significa que no va a volver. Y es lo mejor para él. Pero no va a volver. Y quizás eso sea malo para mí —Verónica se pasó la mano por una lágrima solitaria que se le deslizaba por la mejilla—. Terminé con él cuando se fue porque sabía, muy dentro de mí, que esto pasaría. Pero seguimos hablando... como si en algún momento fuéramos a volver y eso no sucederá. Y siempre intento no sacar el tema porque pensarlo lejos de mí me duele, y no quiero que me duela porque no quiero depender de él para ser feliz.
Todas callaron ante la confesión de su amiga durante un momento. Miranda se quedó sopesando el significado de sus palabras.
—Pero que te duela su ausencia no quiere decir que dependas de él para ser feliz —dijo Natalia—. Están enamorados, es obvio que te va a doler que esté lejos de ti. Y está bien. Y no puedes esperar a que el dolor se acabe así como si nada.
—¿Cómo saber si sigo enamorada de él? ¿Cómo puedo estar segura de que lo que siento no es solo añoranza hacia algo que ya no existe? —preguntó Verónica.
Natalia se echó a reír.
—Porque lleva un año fuera, lejos de ti y tú todavía piensas en él todos los días y te duele la idea de no volver a verle nunca pero aún así prefieres que esté lejos solo si eso significa que es mejor para él. Lo amas, no tengo dudas de eso.
No era su situación pero Miranda no necesitaba que lo fuera para saber que quizás estaba enamorándose de Parker. O quizás ya lo estaba y era demasiado testaruda para aceptarlo. ¿Si se separaban durante un año, justo el tiempo que Verónica y Eric llevaban sin verse, ella aún seguiría pensando en él? Bueno, había pensado en él cada día de los cuatro meses que estuvieron sin verse cuando apenas lo conocía. ¿Era capaz de dejarlo ir si eso significaba lo mejor para él? La respuesta era sí sin dudarlo.
Levantó la cabeza para mirarlo y se llevó la sorpresa de que él también estaba mirándola desde su posición, entonces quitó la mirada y volvió su atención hacia Verónica. Era egoísta estar pensando en ella y en Parker cuando Verónica estaba tan confusa sentimentalmente.
—¿Nunca le dijiste que lo amabas? —preguntó Miranda—. ¿Ni siquiera cuando se fue?
—Sí. Se lo dije, porque en ese momento lo sentía.
—¿Y ya no lo sientes? —intervino Daniela, quien había estado extrañamente callada, tal vez porque estaba muy ocupada terminándose la cerveza.
—Sí... pero no es como si fuera a servir de algo que lo ame desde aquí.
—¿Y por qué no te vas con él? —Natalia la observó con seriedad.
—Porque tengo una vida aquí... no puedo dejar todo y simplemente correr hacia sus brazos, Natalia. Esto no es una película de romance. Además... él tampoco me lo ha propuesto.
—Pues propónselo tú —dijo Daniela—, no todo tiene que hacerlo el hombre.
Verónica rodó los ojos.
—Él es quien trabaja allá, quien tiene un apartamento allá, no voy a disponer de sus cosas. Él es quien tiene que proponermelo.
Miranda estaba segura de que Daniela quería replicar algo, pero la voz de su madre llamándolas desde la cocina le interrumpió.
Las cuatro se dispersaron, cada una poniéndose de pie. Fue entonces cuando Parker se acercó con ambas manos metidas en los bolsillos de su chaqueta.
—¿Podemos hablar? —la miró con los ojos entornados y podía jurar que el azul mar de sus ojos estaba apagado.
—No es el momento —ella negó con la cabeza, intentando esquivarlo para seguir a sus amigas pero él se lo impidió y ella resopló, mirándolo por encima de las pestañas—. No es el momento, Parker. Mi mamá me está llamando.
Tenerlo tan cerca y verlo tan cabizbajo le atenazaba el corazón. No le gustaba verlo así. Una parte de ella quería echarse a sus brazos y dejar que él la rodeara con los suyos, y la otra seguía muy enojada. Así que eso no pasaría.
Él se encogió de hombros, como si no importara.
—Alejandro puede ir a ayudar, no es necesario que vayas tú.
Miranda se cruzó de brazos. En momentos como ese, detestaba que Parker le sacara una cabeza en estatura, porque tenía que subir la vista para mirarlo y ella no quería que él se diera cuenta de cuántas ganas tenía de llorar en ese momento.
—¿En serio quieres tener esta conversación justo aquí y justo ahora? —dijo, bajito, lo suficiente como para que su voz se mantuviera impasible. Si alzaba más la voz, se le rompería.
La puerta de la casa se abrió y ella vio de reojo como Emmanuel entraba con más cervezas y una bolsa de hielo. Genial, más material para una celebración en la que ella ni siquiera quería estar.
Volvió su vista a Parker, quien se relamió los labios mientras parpadeaba, claramente frustrado.
—No —susurró—. Pero quiero que hablemos, en general. De lo que sea. No soporto que me evites como lo estás haciendo. Entiendo que lo haces porque no quieres que nadie se de cuenta, pero si esa era tu idea, no estás disimulando muy bien.
Ella asintió, rascándose detrás de la oreja.
—Pues resulta, Parker, que a mí no se me da bien disimular.
Él soltó una risa, carente de humor.
—Creo que hoy pude darme cuenta de eso.
Ella echó la cabeza hacia atrás, ¿ese comentario había sonado a crítica o solamente eran ideas suyas?
—La comida ya está —Alejandro apareció de la nada, metiéndose entre los dos, rodeandolos a cada uno por los hombros y prácticamente arrastrandola a ella hasta el comedor. Inclinándose hacia su oreja, llenando su espacio personal de un molesto olor a cerveza, le habló como si estuviese más sobrio que nunca—. Compórtate, Miranda.
Daniela, quien llevaba una bandeja con panes de ajo, miró alrededor frunciendo el ceño mientras depositaba la comida en la mesa.
—Bianca, estamos a mitad de diciembre, ¿por qué no has decorado?
Miranda estaba tan inmersa en su propia burbuja que no se había dado cuenta de ese detalle; su madre siempre decoraba el primer día del mes y por alguna extraña razón no lo había hecho aún.
—No me gusta hacerlo sola —contestó Bianca—, y en vista de que mis hijos han estado ocupados pues no me he animado.
—Podemos hacerlo este fin de semana —Daniela sonrió—. Cocinaré algo para ustedes y podemos poner gaitas, será divertido.
Alejandro se metió una rebanada de pan en la boca.
—Si tú vas a cocinar yo me apunto —dijo su hermano, tragando—. Las empanadas de hoy estaban deliciosas.
Ese comentario le recordó a Miranda que aún tenía las que había tomado para ella y Parker dentro del bolso. Porque a según iban a acompañarlas con el café. Si para el final del día aún estaban buenas, se las comería llorando en su habitación.
Emmanuel asintió.
—¿Tú hiciste esas empanadas? —Daniela asintió, orgullosa—. Sabían a gloria. ¿Dónde aprendiste a cocinar así?
—Mis padres tienen un restaurante —comentó, satisfecha con los cumplidos. Aunque uno de ellos viniera de Alejandro, quizás se debía a que el alcohol ya la estaba poniendo pacífica.
—Todos nos vamos a apuntar si Daniela ofrece comida —dijo Natalia.
—Yo feliz de no cocinar —dijo su madre, sonriendo.
—Yo me apunto por eso y porque Bianca siempre canta en las reuniones y yo quiero escucharla. No te olvides de cantar hoy —Verónica abrió la boca para engullir la pasta que estaba en su tenedor a la vez que le guiñaba un ojo.
—Me gusta esa idea de reunirnos el sábado para decorar —su madre bebió un sorbo de coca-cola y observó a Parker—. Me imagino que ya Miranda te invitó a pasar la navidad con nosotros, pero yo te invito a que vengas y nos ayudes a darle vida a esta casa. Porque ya me siento el grinch. Si no tienes algo más importante que hacer, claro.
Miranda sintió que la comida que acababa de tragar le cayó como plomo en el estómago. Ella no había invitado a Parker a nada, se le había pasado por alto y se sintió tremendamente mal por eso.
Sintió los tres pares de ojos pertenecientes a sus amigas taladrarle la cara.
A su lado, el susodicho sonrió de forma genuina ante la invitación de Bianca. Le lanzó una mirada rápida a Miranda y luego volvió la vista a su madre.
—Me encantaría —respondió—. Pero creo que empezaré con la remodelación de mi casa pronto, así que no le aseguro pero tampoco le niego la invitación.
Su mamá se echó a reír.
—Mi niño, pues con más razón deberías de venir. Así descansas.
Miranda quería estrujarse la cara con las manos y salir de ahí. A pesar de que estaban sentados uno al lado del otro, parecía que ambos estuvieran a kilómetros de distancia. Al menos así lo sentía ella. Y si el resto de los presentes no atisbaba la tensión obvia entre ambos en cualquier momento lo harían.
Podía inventar una excusa terrible, podía decir que le dolía la cabeza y retirarse, pero entonces Bianca iría con ella y no quería tener esa charla. Así que aguantaría la comida, aunque tuviera el presentimiento de que nunca iba a acabarse.
*****
El recuerdo del pasado viernes llevaba repitiendose todo el día en la mente de Parker como un maldito disco rayado. Desde que aquel agradecimiento había salido de los labios de Karla, no había podido parar de pensar en lo sucedido aquel día con Josué.
En el momento en que recibió una llamada del hombre, su parte incrédula se había extrañado por completo al escuchar la voz sobria del hombre al otro lado de la línea.
A pesar de que días antes habían hablado, Parker no esperaba que él tomara una decisión tan pronto, quizás no esperaba en absoluto que se decidiera. Pero la sorpresa fue grata al escuchar a Josué pedirle que lo acompañara a su primera reunión de AA, como apoyo moral. Según las palabras de Josué, nadie le había tenido tanta fe como él. Ni siquiera Karla. Y Parker había accedido, porque le había prometido ayudarle siempre y cuando tomara las decisiones correctas.
Así que habían ido a AA, y luego de haber culminado con éxito su primera reunión, Parker le había invitado al hombre un café. Estaba seguro de que hasta ahí, Karla sabía la historia, porque si no, no le hubiera agradecido nada.
Aquella tarde, la conversación con Josué se había desviado en dirección turbulenta hacia el tema económico, lo que hizo que Parker rememorara el momento en que le había arrojado los billetes a Karla y le había gritado zorra delante de un montón de desconocidos. Parker no era hipócrita, y a pesar de que estaba dispuesto a ayudarle a ser mejor y quizás redimirse con una de sus dos hijas -Karla, porque Miranda no lo quería ver ni en pintura. A pesar de que él quería que ella hiciera las paces con su pasado-, no le iba a aplaudir actitudes de mierda a nadie, así que por supuesto, había hecho el comentario.
"No estoy orgulloso de lo que hice esa noche, no estoy orgulloso de mi pasado, como verás estoy intentando hacerlo bien, por eso fue que te llamé" le había dicho Josué. "Había conseguido un trabajo... un amigo me dio trabajo, confió en mí y yo le robé para comprar alcohol. Sé que estuvo mal, puedes juzgarme todo lo que quieras, no soy ningún santo pero, hijo, quiero hacerlo bien"
Lo siguiente que hizo, con el rostro avergonzado y lágrimas en los ojos, fue pedirle dinero. Y en contra de lo que Miranda le había dicho, con el juicio nublado por las palabras de Josue, Parker se lo dió. Quizás había sido ingenuo al hacerlo, quizás Josué lo iba a utilizar para pagar su vicio en lugar de pagar sus deudas; había actuado estúpidamente y por impulso, pero había esperado que el hombre lo viera como un incentivo para comenzar a rehacer su vida y no para seguir decayendo.
¿Lo peor de todo? No se arrepentía y eso lo hacía sentir tremendamente culpable cada vez que Miranda lo veía. Justo como hacía en ese momento, pidiéndole con la mirada una explicación que él estaba seguro que ella no quería escuchar.
Había sido una buena persona al costo de convertirse en un novio horrible. El hecho de que luego de su acto en contra de los deseos de Miranda, habían tenido su pequeño viaje tranquilo sin que ella tuviera idea de que él estaba ayudando al hombre que la había abandonado, lo confirmaba.
Se sentía culpable y a la vez como si no tuviera que pedir disculpas.
Parker no le veía nada de malo a ayudarlo, el hombre quería recuperarse y eso estaba bien. Lo malo había sido que no se lo había dicho porque sabía que ella no estaría de acuerdo con eso. Porque era como traicionarla.Y por supuesto que no contaba con que Karla le agradeciera por eso en presencia de Miranda.
Sintiéndose del asco, volvió al presente, a la sala de su casa, donde habían llegado después del almuerzo incómodo en casa de Bianca.
La atmósfera se sentía tan densa que Parker sospechaba que podía cortarse el aire en dos.
El silencio no ayudaba tampoco. Ninguno se atrevía a empezar a hablar porque ninguno quería darle paso a aquella discusión que, sospechaba Miranda, no iba a terminar bien.
Tragando el nudo en su garganta que crecía cada vez que rememoraba lo ocurrido esa mañana, Miranda se dignó a ser la primera en hablar. No quería escuchar lo que Parker había estado haciendo a sus espaldas, no quería saber qué clase de favores le hacía a ese señor, pero necesitaba saberlo. Contrario a sus deseos, necesitaba saber por qué lo había hecho.
—Parker —empezó—, no sé... —se cortó, negando con la cabeza—. Ni siquiera sé cómo preguntarte lo que voy a preguntar, yo solo...
—Te lo voy a decir, no tienes que preguntarlo —soltó él, harto de todo.
Ella asintió, caminando hacia el sofá y tomando asiento porque sentía las piernas como gelatina y no en un sentido bonito.
—Te escucho.
Parker se frotó los ojos, buscando las palabras adecuadas para decirle a Miranda lo que había hecho de una forma en la que ella no se lo tomara tan mal.
Se llenó los pulmones de aire y cuando lo soltó, con ello también salió la verdad.
De todas las reacciones que esperaba de Miranda, que le gritara, que llorara, no se esperaba esa que tenía. De todas, era la que le sentaba peor. Parker no sabía si era mejor un puñetazo en el estómago o incluso que le gritara, estaba seguro que cualquier cosa dolía menos que la expresión de decepción que le cubría el cariz.
—¿Por qué lo hiciste Parker? —Miranda lo miró fijamente, tenía una expresión seria, tenaz. Como una muralla de piedra construida para frenar una marea imparable.
—Quería ayudar —fue lo único que salió de su boca, puesto a que ante la mirada de ella, sus argumentos parecían deshacerse mucho antes de salir de sus labios.
Se sentía tan idiota. Era un idiota. Y la había cagado en grande.
—¿Ayudar? —ella soltó una risa seca, carente de humor, haciendo la misma pregunta que él se hacía en su cabeza—. ¿Ayudar a quien? —alzó las cejas, poniéndose de pie—. ¿A Josué? ¿A su hija? Porque desde luego estabas pensando en todo el mundo menos en mí.
—Ahora que lo dices... —Parker asintió—, albergaba la esperanza de que si ayudaba a tu padre a mejorar, tú podrías reconsiderar el reconciliarte con tu pasado.
—¿Reconciliarme con mi pasado? Cuéntame otro chiste —escupió con rencor y luego sonrió con hipocresía—. Mejor di la verdad y admite que si tú le diste el dinero fue para que tu querida alumna no tenga que hacerse cargo de su padre borracho. Porque ella te da tanta lastima que por lo que veo ahora te dedicas a hacerle caridad a gente que no es nada tuyo. Por lo visto, eres la reencarnación de la madre Teresa de Calcuta y yo no lo sabía.
Las palabras de Miranda fueron como veneno saliendo de su boca. No había querido decirlas, estaba segura de que se iba a arrepentir luego, pero en ese momento la rabia le nublaba el juicio.
—Miranda... —Parker pronunció su nombre como una advertencia, pues no quería decir lo que había pensado, porque no quería echarle más leña al fuego. Para eso ya estaba Miranda.
—¿Acaso no lo entiendes? Eso era lo que él quería. El dinero. Y ahora que vio que tú le darás lo que pida, seguirá haciéndolo. Te pedirá más con el cuento de que así Karla no tiene que gastar su poco dinero de la universidad en él. No tienes por qué hacerte cargo de alguien como él. Ni tienes por qué cuidar el dinero de Karla, ya ella verá que hace con él; si es una chica inteligente se alejará de esa granada antes de que explote. Deja de pensar que puedes salvar a todo el mundo, porque no es así. Él tenía que irse sin ese dinero porque no lo merece. No merece que hagas esto.
—¿No merece ayuda? ¿No merece una oportunidad? ¿No la merecemos todos, Miranda?
Ella sacudió la cabeza.
—No —Miranda negó repetidas veces con la cabeza—. No actúes como si fuera lo correcto. No eres su ángel guardián.
—¿Y qué es lo correcto entonces? —Parker alzó la barbilla—. Dímelo, porque no tengo idea cuál es tu idea de lo que es correcto y lo que es erróneo.
Miranda sonrió de forma amarga.
—Admite que solo lo hiciste por ella.
—Ella es tu hermana. Te guste o no lleva tu sangre y no merece que la odies solo porque les tocó el mismo papá.
—Josué no es mi padre y esa niña no es mi hermana —Dijo entre dientes, recalcando cada sílaba con tanta fuerza que le dolió la mandíbula.
—Ni siquiera la conoces. Más allá de lo que viste hoy, no sabes nada de ella, Miranda.
—Al parecer tú la conoces muy bien —respondió ella, alzando las cejas.
Parker no podía creer lo que estaba viendo. La actitud de Miranda, llena de rabia y rencor, era todo lo que él podía ver en ella en ese momento.
Pero tenía que intentarlo.
—Su vida no es fácil, Miranda. Y al contrario de lo que puedas pensar, su relación con Josué no es de ensueño.
Ella lo miró durante un momento, su rostro era una máscara de indiferencia.
—¿Y qué? ¿Debería darme lástima que la hija que tuvo mientras aún estaba con mi madre también haya tocado con la pésima suerte de tenerlo?
—Lo dices como si ella fuera la culpable de que él haya sido un infiel.
Ella alzó los hombros.
—No es mi hermana. Y lo siento por ella si le ha tocado vivir así. Pero ese no es mi problema, Parker. Y ni ella ni Josué son el tuyo. Deberías dejar de meterte.
—Ella quiere saber de ti. ¿Viste como se presentó hoy? Esperaba que tú supieras de ella y la aceptaras, porque tiene la idea de una hermana mayor que realmente no existe.
—Perdoname por no cumplir con sus fantasías. Y sabes... —Miranda abrió la boca como si quisiera decir algo, pero nada salió de ella. Parpadeó y unas lágrimas le saltaron hacia las mejillas. Luego sacudió la cabeza—. No importa lo que te diga, ¿cierto? De igual forma vas a insistir en lo que las demás personas quieren y no importará lo que yo te diga —se dió media vuelta y caminó lejos de él—. Olvídalo, Parker.
El corazón de Parker se encogió al verla así. Ella creía que a él le importaban más los sentimientos de las otras personas en lugar de los de ella. Pero precisamente porque la quería, no podía dejar que viviera para siempre con ese rencor hacia alguien que no le había hecho nada malo. E independientemente de lo que había hecho Josué, era algo que ella tenía que dejar ir si en algún momento quería ser feliz de verdad.
—Es solo que no puedo entender por qué te empeñas en odiar a alguien que ni siquiera te has dado la oportunidad de conocer. Estoy seguro de que ambas se llevarían muy bien. No sé qué idea tengas de ella, pero no es como te la imaginas.
—Y yo no puedo entender qué empeño tienes en que la conozca. No necesito una hermana. Estaba bien sin saber de su existencia —Miranda volteó a verlo y tenía los ojos llorosos y rojos—. No necesito que vengas e intentes arreglar mi vida, Parker. ¡Estoy bien así! Estoy bien dejando atrás todo eso. No necesito revivir mi pasado.
—La cuestión es que no lo has dejado atrás ¿y dices que estás bien? —Parker la miró con incredulidad—. ¿Ignorando toda la tristeza que has acumulado estos años diciéndote a ti misma que estás bien con lo que tu padre le hizo a tu familia? Porque para mí ignorar no es superar, Miranda. Pensé que, de alguna forma, si los ayudaba, te ayudaría a ti también a soltar esa rabia que llevas por dentro. No te miento cuando te digo que me gustaría que hicieras las paces con tu pasado, ¿de qué te sirve albergar tanto rencor hacia alguien que según tú no te importa?
Ella se mordió el labio y comenzó a parpadear, en un intento fallido de detener las lágrimas.
—No necesito que arregles mi situación familiar. No te lo he pedido. Si quieres seguir ayudándolos, hazlo. Pero no creas que te lo voy a aplaudir y mucho menos a agradecer.
—Si es así cómo quieres hacer las cosas, entonces está bien.
—¿Ni siquiera piensas disculparte?
Parker asintió.
—Me voy a disculpar por romper mi promesa de darle dinero y por ocultartelo. Pero no me voy a disculpar por ayudarlo ni por decir todo lo que acabo de decir. Porque hablo en serio. Estás llena de rencor y estás envenenando todo con él.
—Esto es algo en lo que no tenías que meterte. Y creo que si no puedes entender eso... —Miranda sacudió la cabeza—. Entonces es mejor que lo dejemos hasta aquí.
Parker se la quedó viendo por un momento, incrédulo. Esperando que ella dijera que eso que acababa de decir era una broma. Tenía que ser una puta broma.
Al ver que ella sólo lo miraba, la mandíbula se le desencajó, al igual que su corazón.
—¿Realmente estás haciendo esto? ¿Todo lo que hemos pasado se reduce a esta pelea?
—No lo entiendes, Parker —ella negó con la cabeza y caminó hacia la ventana, dándole la espalda.
—Entonces explícame.
Él quería acercarse y abrazarla, pero no estaba seguro de cómo ella reaccionaría a eso.
—Tú no lo entiendes porque creciste con un padre que te ama —ella lo miró de nuevo, con lágrimas en las mejillas — No entiendes lo que se siente esto. Pasé una buena parte de mi vida creyendo que había hecho algo mal, que se había ido por mi culpa. No debí hacerlo porque crecí con una madre que me ama y que me dio todo, pero lo hice. Porque siempre tuve esa sensación, esa espinita que aunque sea pequeña duele porque sigue ahí encajada recordándote que no la puedes sacar porque va a doler peor.
» Mi mamá lo echó de casa, pero él tomó la decisión de nunca volver. Nunca me buscó. Y yo pasé toda mi infancia y parte de mi adolescencia culpándome por sus decisiones. Y cuando por fin tomo mi propia decisión, la de seguir con mi vida porque él no vale la pena, porque importa más mi felicidad, él aparece para echar a perder todo. Y no es justo, Parker.
»Y sé que es tu dinero, sé que puedes hacer lo que quieras con él, pero no tenías por qué hacer lo que hiciste. Como te dije, volverá. Y querrá más porque le diste el camino fácil. Y eso lo involucrará. De hecho, ya se involucró. Y no quiero que esté en medio de nuestra relación. No quiero que un recuerdo tan horrible de mi pasado esté entre nosotros. Y tú acabas de permitirlo. Sé que no fue malintencionado, pero te pedí que no te metieras en esto. Y lo hiciste, y yo no puedo estar contigo si tú estás ayudándolo.
Caminó hasta la mesa donde había dejado sus cosas y las recogió rápidamente, colgándose el bolso al hombro y tomando las llaves del auto.
—¿Te vas a ir así como así? —Miranda ya estaba en la puerta, con la mano en el pomo, como si estuviera midiendo las consecuencias de ese simple acto.
—Ninguno de los dos va a retirar lo dicho —dijo, sin volverse—. Tú quieres salvar a todo el mundo y yo me rehúso a perdonar porque soy una rencorosa de mierda, como me has dejado claro. Y como ninguno va a ceder, es mejor que lo dejemos hasta aquí.
Y con esas palabras, abrió la puerta y se fue, llevándose consigo una parte del corazón de Parker.
¡VOLVÍ!
No estaba muerta, estaba de parranda, que conste que la piñata fui yo :)
Les juro que el capítulo no iba a ser tan largo, pero salió así porque ciertas cosas tenían que ser dichas.
¿Qué les pareció?
Dejen sus amenazas de muerte por aquí →
¿Recuerdan que les dije que les tenía una sorpresa? Pues es un extra de Miranda y Parker en Cancún y se supone que lo subiría antes de este capítulo, pero por alguna razón no he podido terminarlo.
También quiero decirles que me han hecho fanarts de nuestros babys, si no han checado el apartado de multimedia, les recomiendo que vayan y le den amor a los dibujos que están bellísimos.
Yo también hice uno, pero se los muestro después porque hoy respetaré el luto.
Besitos.
PD.: Yo sé que no escuchan las canciones de multimedia, pero escuchen esta ;)
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