30. La Caracola de Atenea
Nota rápida antes de empezar con el capítulo:
Hola, sé que llevaba mucho rato desparecida y pido perdón. No daré razones porque el capítulo es lo suficientemente largo, solo quiero decir que volveré a actualizar seguido a partir de ahora. Y como notarán, le he puesto título a los capítulos, eso no afecta para nada la lectura pero sentía la necesidad de hacerlo. Les tengo una sorpresa como disculpa por tardar tanto en actualizar.
Espero les guste lo que se viene a continuación <3
¡FELIZ LECTURA!
*****
Parker podía sentir como el resplandor de la pantalla le quemaba la retina, a pesar de que había bajado el brillo a cero. No sabía cómo era posible que aún no usara lentes, pero lo agradecía y a la vez esperaba nunca necesitarlos. Porque no pensaba quedarse como profesor toda su vida, deseaba retomar su trabajo de cirujano en algún momento y no lo haría usando gafas. ¿Cuándo sería eso? Pues esperaba que pronto, porque eso de corregir exámenes en la madrugada ya estaba dejando de gustarle a él, a su vista y a su espalda.
Aunque le gustaba enseñar, no se veía a sí mismo haciéndolo para siempre, al menos no en un salón de clases. Le había tomado cariño, pero al igual que lo suyo no era dirigir un hospital, tampoco lo era estar en un aula. Prefería enseñar en el quirófano, con la vista fija en un cerebro abierto ante él en lugar de una pantalla. Y con las manos sosteniendo sus instrumentos en lugar de un teclado.
Pronto. Solo tenía que organizarse. Empezando por el proyecto que tenía con Julio.
Parker se frotó los ojos con el pulgar y el índice un momento, resoplando por lo bajo. Estiró la espalda, la silla era incomodísima, ¿cómo Miranda podía sentarse ahí durante horas para hacer sus proyectos? Giró la cabeza para alcanzar a verla moviéndose entre las sábanas. El domingo al mediodía habían regresado de su pequeño retiro y ella lo había invitado a quedarse en su casa con la promesa de que le prestaría su laptop para que él corrigiera los casos clínicos que le había asignado a sus alumnos, no era la puntuación definitiva, era más bien una corrección y notas al pie de página para que mejoraran. Levantó su celular y observó la hora: faltaban cinco minutos para que fueran las dos de la mañana. La presentación de Miranda era a las siete, lo que quería decir que tenían que salir de la casa a las seis y por ende levantarse en tres horas. Soltó un bostezo y fijó su vista nuevamente en la pantalla; tenía dos opciones: terminar de corregir y seguir despierto toda la mañana o dejarlo hasta ahí y al menos dormir el resto de horas que quedaban para el gran día. No tenía que pensar mucho, ya sabía la respuesta.
Giró las muñecas mientras se alejaba de la laptop y se levantaba de esa silla demoníaca. Estiró los dedos un par de veces para quitar el entumecimiento, era algo que se había vuelto costumbre luego de las terapias.
Comenzó a desabrocharse la camisa blanca que tenía y cuando iba por el tercer botón, Miranda se levantó de golpe soltando una maldición.
Bajo la tenue luz de fuera que iluminaba la habitación junto con el brillo de la laptop, Parker observó con las cejas alzadas cómo ella se quitaba la cobija sacudiendo las piernas con rapidez y desesperación, como si la misma estuviera enredada y no pudiera sacársela.
—Mierda, mierda, mierda —masculló, con voz aún adormilada y poniéndose por fin de pie—. Voy a llegar tarde.
—Miranda —llamó, susurrando, ya que la habitación de Verónica estaba al lado—. ¿Qué pasa?
—¡Voy a llegar tarde! —gritó y prendió la luz de golpe. Parker entrecerró los ojos enseguida, Miranda lo imitó, sosteniéndose la cabeza con una mano como si le hubiera entrado un fuerte dolor de repente.
Parker se acercó a ella, le acarició ambos lados de la cabeza con los pulgares y buscó su mirada.
—Mira, son las dos de la mañana, no vas a llegar tarde a ningún lado. Cálmate. ¿Por qué te despertaste así de golpe?
Los ojos de Miranda se abrieron bruscamente y al instante los cerró del mismo modo, apretando los párpados, negando con la cabeza.
—Fue una pesadilla. Soñé que me levantaba tarde y no llegaba a la tesis —respondió, resoplando y abriendo los ojos de nuevo, con el tono café de sus iris opacado por la preocupación—. Te juro que el corazón aún me va a mil. Y además me despierto y te encuentro abrochándote la camisa, pensé que ya estabas vistiéndote para irte. ¿Acaso te ibas a ir de nuevo en la madrugada? —el semblante de Miranda cambió enseguida, sus cejas se arquearon en la espera de una respuesta.
Parker se permitió soltar una risita.
—Al contrario. Iba a dormirme, estaba desvistiéndome.
Las cejas de Miranda no bajaron de su sitio.
—¿Y ahora es que estás yéndote a dormir? ¡Tenemos que levantarnos en tres horas!
Él asintió.
—Lo sé. Pero yo estoy acostumbrado a dormir menos —dijo y estiró la mano hasta el interruptor para apagar la luz. Tomó la mano de Miranda, con la intención de llevarla de regreso a la cama—. Pero tú no. Tú sí tienes que dormir. Vamos.
—Espera —ella lo detuvo, su voz había tomado otro matiz, uno sugerente. Le puso la mano libre sobre su pecho—. ¿No ibas a desvestirte?
La sonrisa que Parker intentó no esbozar se hizo visible aún en la oscuridad que los envolvía.
—¿Debería hacerlo o mejor me quedo vestido para evitar que nos desvelemos más de la cuenta?
Miranda pareció meditarlo, palmeó su pecho con la mano que aún tenía sobre él, y comenzó a desabrocharle los botones de la camisa mientras soltaba un bostezo que dejaba saber cuán cansada estaba.
—Te prometo que no cederé ante la tentación —respondió, mientras subía las manos por su pecho desnudo y él terminaba de sacar los brazos de las mangas—. Pero solo porque en serio necesito dormir.
Contrario a lo que decía, las manos de ella viajaron al botón de su pantalón y lo desabrochó en un dos por tres, dejando a Parker en bóxer en un abrir y cerrar de ojos. Fue como magia.
Él parpadeó.
—Básicamente hiciste desaparecer mi ropa. ¿Segura que solo quieres dormir?
Miranda soltó una risa suave y se colocó en puntillas para depositarle un beso en la mejilla.
—Solo te la quité por el simple placer de hacerlo. En un sentido inocente.
Él meditó sus palabras por un segundo y luego se encogió de hombros, siguiéndola hasta la cama.
En cuanto Parker descansó su cabeza sobre una de las almohadas, Miranda apoyó la mejilla en su pecho desnudo y le rodeó la cintura con un brazo, mientras que uno de sus grandes y lindos muslos encontró su camino en medio de sus piernas.
—Creo que ahora dormiré sin pesadillas —dijo ella, en un susurro tan bajito que él probablemente solo pudo escuchar porque ella tenía los labios muy cerca de él. Y, en medio de otro bostezo que lo hizo repetir la acción, Miranda habló con palabras camufladas por el sopor—. ¿Terminaste de corregir los casos clínicos?
Parker subió una mano y comenzó a acariciarle el cabello a Miranda mientras que con la otra se frotó los ojos.
—No. Me faltaron algunos, pero si sigo viendo la pantalla de la laptop, se me van a quemar los ojos. Y los necesito. Por cierto, ¿cómo es que logras hacer algo sentada en esa silla? Iremos cuanto antes a comprarte una que sí sirva.
Miranda no le respondió. Su pecho subía y bajaba de forma lenta y calmada. Pasados unos segundos sin obtener respuesta, Parker entendió que la chica se había dormido.
*****
—¿ESTÁ TODO EL MUNDO VESTIDO? —Verónica entró en la habitación con una sonrisa de oreja a oreja y una mano sobre los ojos para asegurarse de no ver nada que no debiera
Miranda rodó los ojos mientras los dedos de Parker subieron por su espalda junto con el cierre del vestido. Con una sonrisa traviesa que Vero no veía, le contestó.
—No. Parker me está haciendo un striptease como regalo adelantado de graduación.
El susodicho le depositó un beso en el cuello mientras apoyaba cada una de sus manos en los hombros de Miranda y se dedicaba a estudiar la reacción de Verónica con una sonrisa en los labios.
La boca de su amiga se abrió formando una gran O y su mano cayó inmediatamente, destapando su mirada llena de indignación.
—¡Mentirosa!
—¿Por qué te destapaste los ojos? —Miranda alzó las cejas, sonriendo—. ¿Y si hubiese sido verdad?
Verónica se puso las manos en las caderas, presionando los dedos contra el cuero de su chaqueta.
—¿Quién en su sano juicio hace striptease sin música?
—¿Por qué entraste tapándote los ojos entonces? —preguntó Parker en tono divertido, alzando las cejas mientras se pasaba por los hombros su chaqueta negra de cuero. ¿Es que acaso todos iban de cuero como motociclistas menos ella?
Cierto que ella tenía que ir elegante.
Verónica se encogió de hombros.
—Una nunca sabe. Una vez Miranda entró a mi cuarto sin avisar y nos cachó a Eric y a mí en una situación algo obscena.
La mirada atestada de curiosidad de Parker se clavó en Miranda y una sonrisa tirando de las comisuras de sus labios la hizo rodar los ojos.
Se sentó en el borde de la cama y fijó toda su atención en colocarse las sandalias de gamuza vinotinto con brillos en el tacón que había escogido para ese día. Su mamá le había dicho que no se vistiera de negro por una vez y ella decidió que usaría su segundo color favorito para la ropa: el vino. Los zapatos hacían juego con su vestido de tubo que acentuaba y marcaba todas y cada una de sus curvas.
También hacían juego con el rubor que estaba expandiéndose por sus mejillas en ese momento debido a la vergüenza de rememorar aquella ocasión en la que no sabía que Eric estaba en la casa y había entrado al cuarto de Verónica sin tocar. Gran error. Porque sus ojos habían dado directamente con la boca del pelirrojo entre las piernas de su mejor amiga.
Muy incómodo.
—La invité pero no se quiso unir —escuchó decir a Verónica a penas volvió a la realidad.
Alzó la cabeza de golpe, con los ojos muy abiertos, mientras abandonaba el broche de la sandalia que le faltaba por ponerse.
—¡No cuentes eso! ¡Qué vergüenza!
Verónica se echó a reír y Parker se tapó la cara, sacudiendo la cabeza; el sacudir de sus hombros delataba las risas silenciosas que se producían entre sus manos y su rostro.
—Pero es la verdad. ¿Te invité o no te invité?
Miranda apretó los labios y terminó de colocarse la sandalia, poniéndose de pie cuando terminó.
—Sí, lo hiciste, ¿quieres que te agradezca o algo?
Verónica arrugó la nariz. Estaba bastante animada, en comparación con otros días y Miranda se alegraba por eso, pero tampoco le seguiría aquel juego.
—No te arreches que es jodiendo —dijo su amiga—. Además es solo una anécdota de hace mucho tiempo —Verónica le dio un toquecito en la punta de la nariz con uno de sus pálidos dedos—. Ríete. Te saldrán arrugas a temprana edad.
Miranda tomó su bolso de maquillaje y comenzó a sacar lo que necesitaba, ignorando el comentario de las arrugas.
—No hay necesidad de contarsela a Parker —apuntó a Verónica con el delineador—. Y ya, basta de charla. Me tengo que terminar de arreglar.
Verónica señaló a Parker.
—¿Quieres café y más anécdotas vergonzosas de Miranda? Si es así, sígueme. Uf, tengo una buenísima de cuando estábamos en la escuela...
Parker se metió las manos en los bolsillos y respondió con una gran sonrisa a la mirada de advertencia que le arrojó Miranda.
—Lo siento —le respondió, con los hoyuelos marcados de una forma tan linda que ella no podía mirarlo de otra forma que no fuera una enamoradiza—. ¿Café y chismes? No puedo negarme.
Miranda rodó los ojos, sosteniendo con una mano el espejito y con la otra el pincel del delineador.
—Recuerda que yo te doy otra cosa —dijo, mientras comenzaba a deslizar el pincel por uno de sus párpados.
Parker se detuvo de golpe, pensativo. Y ella sonrió con suficiencia.
Verónica se volvió.
—Deja tus amenazas chimbas, Miranda, que con esas miraditas nadie te cree.
Su amiga cruzó la puerta con Parker tras ella antes de que pudiera responderle. Y luego, con un efecto un poco retrasado, Miranda recordó un momento vergonzoso que podía escapársele a Verónica.
—¡PERO NO LE VAYAS A CONTAR LA VEZ DE LA PLAYA! —gritó, con la esperanza de que la escuchara y de que tampoco lo dijera a propósito.
Negando con la cabeza, se enfocó en terminar de arreglarse.
Fingía tranquilidad, y estaba matando los nervios mientras se maquillaba, pero sabía que el verdadero pánico iba a llegar cuando estuviese de pie frente a su tutor de tesis alias novio de su madre y los otros dos jueces que le habían asignado.
Lo mejor que se le pudo haber ocurrido fue hacer el mismo proyecto para su tesis y para el concurso de arquitectura. No se imaginaba cómo hubiera sido en caso de escoger un tema distinto para cada uno.
¿El proyecto era suficiente para pasar la tesis? Miranda estaba segura de que sí, pero eso no le quitaba los nervios que le producía hablar en público.
¿El proyecto era suficiente para ganar la licitación del concurso? Eso no lo sabía. Y estaba nerviosa, pero nada comparado a como se sentía en ese instante.
En Cancún, cuando había pasado esos maravillosos días con Parker, Miranda estuvo segura de que su estómago jamás volvería a sentir como si miles de insectos lucharan en su interior en una batalla a muerte por decidir cuál emoción ganaba primero: si los nervios o el deseo. Y ahora mismo, sabía que aquella película bélica tenía una secuela: los insectos asesinos y el duelo en el pobre estómago de Miranda.
Una vez lista, dedicándose una sonrisa a través del espejo mientras intentaba convencerse de que todo saldría bien, Miranda se guardó unos mechones de cabello tras la oreja. No le había dado tiempo de retocarse el color azul y unas penosas raíces castañas ocupaban demasiado espacio en su cuero cabelludo.
Tomó su cartera y salió a la sala a enfrentarse con la tesis encuadernada, la maqueta, la laptop y los pastelitos de pollo –que Dani había hecho el favor de cocinarle–, los cuales eran para repartir al final de la presentación. Le rugió el estómago apenas los vio, así que quitó la mirada y se enfocó en la maqueta.
—¿No vas a tomar café antes de irnos? —Vero salió de la cocina, ofreciéndole una taza humeante de delicioso café negro.
Miranda apretó los ojos y negó con la cabeza.
—Aleja esa cosa de mí. No voy a ingerir nada hasta que no termine la presentación. Ni siquiera agua.
—¿Por qué? —Verónica frunció el ceño.
—Porque los nervios pueden atacarme por el estómago y si no consumo nada, no estoy en peligro —respondió—. Muy bien, yo llevaré la maqueta en mis piernas para que no le pase nada. Parker, tú conduces y Verónica, irás atrás con la laptop, la tesis y las empanadas.
—Obvio. El perolero para mí.
—¿Tenemos que pasar buscando a alguien? —Parker cogió al vuelo las llaves que Miranda le lanzó.
—No. Daniela y Natalia tienen clases así que ninguna irá —Miranda se inclinó y tomó la maqueta por la base, sosteniéndola como si fuera una bandeja de comida, logrando mantenerla en equilibrio a pesar del peso—. Alejandro me dijo que estaría allá por su cuenta y mi mamá... bueno, adivina.
Parker sonrió.
—¿La van a llevar?
—Sí. El señor Moretti la llevará. De hecho, ya deben estar ahí.
Verónica silbó, tomando la laptop junto a su cargador, montó la tesis encima y la sostuvo con una mano. Con la otra, agarró la bandeja de pastelitos.
—Te ayudo —dijo Parker, haciendo amago de tomar la laptop.
La pelimorado negó con la cabeza.
—Estoy bien. Tú enfócate en abrir todas las puertas que nos separan del interior del carro. Ah, y de cerrarlas también. Con doble llave.
Parker observó a Miranda y ella le respondió con una sonrisa, indicándole que abriera la puerta con un movimiento de cabeza.
Cuando ya estaban fuera, Parker le abrió la puerta del copiloto y se le quedó viendo con curiosidad.
—Oye, Andy, ¿qué pasó en la playa?
Miranda alzó las cejas, entró al carro sin responderle y esperó a que él cerrara la puerta. Lo cual hizo después de suspirar resignado.
*****
Miranda estaba casi segura de que a su corazón le habían salido alas y ahora mismo estaban aleteando a toda velocidad dentro de su pecho, porque así era como se sentía. Los nervios le tenían el estómago al revés y de pronto sintió la necesidad de echarse a reír porque el cosquilleo en su interior no se detenía. Todo eso, sumado al aire acondicionado de la sala, le tenía la piel erizada.
Se obligó a recordar lo que le había dicho Parker: espalda recta, pero postura relajada. Usar las manos a medida que hablara para que no se viera como una estatua recitando un informe. Respiró profundo una sola vez y le hizo señas a Verónica para que reprodujera las diapositivas que estaban proyectándose en la pared blanca tras ella.
Los tres pares de ojos de los jueces se enfocaron en ella y solo en ella.
Bien, Miranda. Es hora de empezar. Tú puedes con esto. Puedes hacerlo. Recitó la vocecita dentro de ella.
Comenzó presentándose para luego exponer la problemática en la que se había basado para crear el proyecto.
—Anualmente, una gran cantidad de estudiantes que viven en el interior del país viajan para estudiar en nuestra universidad. Ser un estudiante del interior en la Gran Caracas significa trabajar para sobrevivir mientras estudias. La situación económica por la que atraviesa el país nos golpea a todos de una forma u otra diariamente y para ellos es todavía peor al momento de dejar a su familia e independizarse debido a su educación. Es por eso que mi proyecto ha sido inspirado por y para ellos.
»Tomando en cuenta también el problema del impacto ambiental, estuve todos estos meses ideando un lugar seguro y económico para nuestros estudiantes que al fin y al cabo, serán el futuro de nuestro país. Entonces, ¿cómo tener un edificio que funcione, que se adapte al entorno y sea de bajo costo en materiales y construcción; todo en uno? La respuesta es... arquitectura sustentable —Miranda se hizo a un lado, mostrando el título tras ella y permitiéndose una sonrisa. Eso había sonado muy bien. Y lo mejor: había modulado.
Solo tenía que seguir así el resto de la presentación.
Podía sentir la mirada de Parker sobre ella, pero no se detuvo a devolvérsela. Tomó una bocanada de aire y apretó el botón que tenía en su mano para cambiar la diapositiva.
—La arquitectura sustentable busca adaptar las estructuras a su entorno y no al revés, como se ha estado haciendo debido al avance de la tecnología. Con un proyecto basado en esto, hay ciertas preguntas que deben hacerse —Miranda se paseó por el espacio que tenía disponible como si fuera una profesora impartiendo clases. Una tremenda seguridad en sí misma la había invadido de repente—. ¿Qué factores climáticos se deben tener en cuenta? ¿Cómo puede reducirse el consumo de energía eléctrica? ¿Qué materiales renovables deben considerarse para la construcción? ¿El diseño del edificio mejora la calidad de vida de sus habitantes?
Miranda señaló la diapositiva, donde se encontraban diversas fotografías de los edificios ecológicos más icónicos del mundo y miró hacia al frente.
—Países como Taiwán, China, Brasil, Alemania, Singapur, Emiratos Árabes, Inglaterra, Estados Unidos y México se han atrevido con este tipo de construcciones. Demostrando que no es necesario abandonar el estilo moderno para ser amigables con nuestro planeta. Alemania fue pionero en esto, construyendo el primer rascacielos ecológico del mundo. Así que, ¿por qué no unirnos a ellos y marcar la diferencia en nuestro país?
Apretó el botón y pasó a la siguiente diapositiva, mostrando por fin el diseño digital de su propio proyecto.
—Es por eso que he diseñado La caracola de Atenea. Su nombre se debe a la forma del edificio y es en honor a la diosa griega de la sabiduría, ya que me pareció conveniente y de acuerdo a la situación. Y como un extra, los griegos fueron figuras importantes en la historia de la arquitectura.
»El conjunto residencial que he diseñado consta de dos edificios cilíndricos que se conectan entre ellos mediante puentes curvos, lo cual le da apariencia de caracola si se observa desde arriba; dando la impresión de girar a cada momento hasta llegar al piso más alto de la construcción, otorgándole dinamismo y sensación de movimiento al apreciarla desde fuera.
Miranda se detuvo a respirar y pasó las diapositivas, donde se podía ver el edificio desde diferentes vistas.
—El techo cierra la estructura en forma de caracola de mar, ideal para ser construido con membranas tensadas; siendo esta una superficie de doble curvatura tiene mayor resistencia a cargas verticales, tales como la lluvia. Dicha forma también da la ventaja de que su espesor pueda ser tan delgado como una cáscara de huevo, lo que minimiza el uso de materiales de construcción.
»La estructura completa del edificio está pensada para ser construida en hempcrete, un material de construcción compuesto de fibras de cáñamo. El hempcrete es bastante denso, lo que le concede inercia térmica y además es carbono negativo, lo que significa que destruye más dióxido de carbono del que se genera durante su producción y distribución.
Miranda se permitió una sonrisa y pasó a la siguiente diapositiva.
—Para el revestimiento lo ideal son paneles de poliuretano. Es resistente a temperaturas extremas y es antihumedad. Es tan ligero que hace su instalación y transporte mucho más fácil, minimizando el tiempo de construcción, el número de obreros y la generación de residuos. Todo esto reduce los costos en más de un cincuenta por ciento. Es aislante térmico, por lo cual, eliminaría la demanda de calefacción y refrigeración, manteniendo una temperatura ideal en el interior de la vivienda sin necesidad de un alto consumo eléctrico.
»He diseñado cada piso en forma de una casa particular con cuatro habitaciones; dos baños, cada uno dispuesto entre dos habitaciones; con el vestíbulo y la cocina en el mismo espacio —Miranda cambió la diapositiva y se hizo a un lado para mostrar la vista en planta de cómo sería cada piso del edificio; una planta circunferencial dividida como una torta de cumpleaños para cuatro comensales, el vestíbulo con cocina incluida en el medio como el centro de todo, sería la parte del pastel que siempre se reserva para más tarde; las cuatro habitaciones distribuidas alrededor del vestíbulo, cada una con un baño en medio—. Cada piso cuenta también con una pequeña terraza, cada habitación tiene salida directa hacia ella. Aparte de ser un espacio para relajarse y ver la ciudad desde lo alto, estará repleta de plantas para devolverle al medio ambiente un poco de lo que nos da. Esta siembra será uno de los requisitos para mantenerse en el edificio, el estudiante tendrá la responsabilidad de mantener las plantas cuidadas y vivas, con la intención de crear más conciencia sobre el medio ambiente. Asimismo, la terraza está pensada para dar salida directa hacia el ascensor y las escaleras respectivas para movilizarse dentro del edificio, del mismo modo con los puentes que interceptan ambos edificios.
»El último piso será una terraza completa como broche de oro a los jardines verticales que se abren camino con las miniterrazas de los pisos anteriores.
Miranda soltó una exhalación disimuladamente y cambió la diapositiva.
—Como pueden ver en el plano de situación, el edificio, a pesar de ser grande y con un diseño algo estrambótico y nunca visto en este país, lo he ubicado donde está la construcción sin terminar de la torre de David. Si tomamos en cuenta lo que este rascacielos hubiera significado para la historia arquitectónica de Venezuela, entonces el concepto de mi diseño encajaría perfecto en el contexto de un diseño futurista. Además, considerando su ubicación cercana a la universidad, es un buen sitio para una residencia estudiantil —volvió a pasar la diapositiva, mostrando el mapa de La Candelaria y sus alrededores—. Como pueden observar, acá estamos nosotros —dijo, señalando el punto que mostraba la ubicación de la universidad—, a tres estaciones en metro. Además, hay sistema de transporte público, hospitales cercanos y tiendas de víveres a la vuelta de la esquina.
Miranda sonrió ampliamente y unió las palmas de sus manos frente a ella.
—Como se habrán dado cuenta, he respondido a todas las interrogantes planteadas al principio. Todas son una respuesta positiva que suma puntos a la idea de hacer más construcciones ecológicas, dejando de lado la idea errónea de que si reciclas y utilizas material renovable, entonces el diseño no cumplirá los estándares de belleza de la arquitectura moderna. Se puede obtener un diseño futurista, bonito y funcional disminuyendo los costos y el uso de material y adaptando nuestras ideas a lo que el planeta necesita.
Estiró la mano, señalando la maqueta de La Caracola de Atenea que estaba frente a ella.
—Si gustan apreciar de cerca el diseño, pueden acercarse para ver mejor todos los detalles. Muchas gracias.
Los aplausos resonaron en la sala tan fuertes que Miranda sintió que se había presentado ante un centenar de personas. Pero en realidad eran solo siete.
La emoción la embargó de una forma abrasadora y sintió los ojos llenos de lágrimas. Se quedó ahí de pie, guardando en su memoria cada expresión en los rostros de sus seres queridos. Su mamá estaba llorando con una gran sonrisa ocupándole la cara, Alejandro tenía su sonrisita de hermano orgulloso y la miraba asintiendo lentamente. Verónica tenía una mano en cada mejilla, sonriendo con la cara rojiza como siempre se le ponía cuando algo la emocionaba.
Y Parker... Parker la miraba como si solo estuviera ella en esa sala, tenía una sonrisa pequeña que le marcaba levemente los hoyuelos, pero denotaba tanta felicidad que la hacía más preciosa aún. Y el brillo de sus ojos la transportó a cuando se habían conocido, llevándola de nuevo hacia su lugar feliz. No importaba cuántas veces Parker la mirara de esa forma, ella siempre se sentía de la misma manera. Incluso mejor. Porque ahora sabía que lo suyo era real, y no un amor fugaz en verano.
Inconscientemente se llevó la mano a la cadena que colgaba de su cuello, aquella que la había inspirado en un comienzo.
Fue entonces cuando la voz de Emmanuel la sacó de su ensoñación.
—Castillo —la llamó por su apellido. Ella lo miró y él estaba serio, pero con actitud relajada. Se quitó los lentes mientras cerraba la tesis impresa y se la pasaba a su colega—. Muy buena tesis, excelente proyecto y maravillosa visión. La ejecución, la funcionalidad y la creatividad las llevaste de la mano y lograste que todo equilibrara muy bien. Te felicito por eso.
—Muy buen planteamiento de la problemática, además —agregó la profesora Martínez, quien también formaba parte del jurado—. Me parece importante eso que nos quisiste mostrar porque muchos estudiantes de fuera vienen con la idea de prepararse en nuestra universidad y muchas veces debido a los gastos de alquileres, comida y servicios, deben dejar los estudios y enfocarse en trabajar. Entonces esto es una muy buena forma de ayudarlos a lograr sus sueños y como tú dices, enseñarles que debemos ser más amigables con la tierra.
Miranda sonrió, asintiendo.
—Yo digo que —habló el tercer jurado, el profesor Sánchez, con una sonrisita de admiración bailando en la comisura de sus labios—, a este punto decirte que aprobaste es solo una formalidad.
Miranda se echó a reír, soltando el aire que había estado conteniendo desde hacía meses mientras esperaba ese momento..
—Gracias.
—Nada que agradecer, esto es fruto de tu esfuerzo —dijo Martínez, poniéndose de pie y yendo hacia ella para darle la mano—. Siéntete orgullosa porque serás una arquitecta fenomenal.
—Tengo entendido que postulaste este proyecto para un concurso, ¿cierto? —dijo Emmanuel, viéndola por encima de las gafas mientras firmaba la tesis. Y cuando ella asintió, él sonrió—. Pues si no te dan la licitación, me sentiré ofendido. Ven, firma.
Y con el aleteo en su corazón, esta vez de felicidad y no de nervios, Miranda colocó su firma sobre el papel
Luego de eso vinieron las felicitaciones de cada uno. Su mamá la abrazó durante tanto tiempo que Alejandro tuvo que quitarla a la fuerza, haciendo reír a Miranda y ganándose una mirada fulminante y luego un abrazo de parte de Bianca.
—Ahora mis dos niños están graduados —Bianca se secó las lágrimas con ligeras palmadas—. Alejandro incluso se graduó dos veces. ¿En qué momento crecieron?
Alejandro y Miranda se echaron a reír.
—Yo tampoco lo sé, solo sé que ser adulto apesta, hermanita. Así que bienvenida —dijo, abriendo los brazos y rodeándola en un abrazo, haciéndola girar en el aire.
Cuando la depositó de vuelta en el piso, los brazos de Verónica no tardaron en rodearla en un nuevo abrazo. Su amiga le depositó un sonoro beso en la mejilla.
—Felicitaciones, M. Te amo, estoy orgullosa de ti. Fue bello. Y entendí. ¡Entendí! Eres brillante. Te amo.
Miranda no pudo evitar reír ante las palabras de Verónica, quien enseguida se separó y la dejó a solas con Parker.
Nuevamente, todo a su alrededor pareció ralentizarse.
—Estoy impresionado. Ya me habías dicho todo esto en la cabaña el fin de semana, pero escucharte decirlo aquí, con todo el material de apoyo ha sido un experiencia extraordinaria, como tú. Felicitaciones, lo hiciste excelente —Tomó las mejillas de Miranda con ambas manos y le plantó un beso en la frente, luego bajó sus labios a la punta de su nariz y por último, le dió un pequeño beso en los labios—. ¿Decías que no sabías hablar en público?
Miranda sonrió y puso los ojos en blanco, mordiéndose el labio inferior.
—Los nervios siempre estuvieron presentes. Pero logré controlarlos porque la emoción por todo lo que creé me pudo. Gracias por los consejos.
Él le restó importancia con movimiento de hombros.
—Como dijo tu profesora, todo el mérito es tuyo. Nada que agradecerme —le colocó un mechón de cabello tras la oreja y luego la miró con ojos brillantes—. Te invito a almorzar después de clases, ¿qué me dices?
Miranda sonrió y luego sus ojos café se desviaron hacia el lugar donde su madre estaba hablando con el señor Moretti. El hombre iba de traje y corbata, con el cabello tan bien peinado hacia atrás que no se le escapaba ni un rizo. Tenía uno de los pastelitos en la mano mientras que le sonreía a su madre en un sentido muy poco profesional. Verónica tenía la bandeja en la mano y se la estaba repartiendo a los demás. Alejandro tenía una en cada mano. Más vale que le guardaran de esos pastelitos.
Sus ojos volvieron a los de Parker, su estómago gruñendo habló primero que ella.
—Mi madre tiene preparado un almuerzo en casa. Y obviamente vendrás después de clases ¿no? —Parker asintió enseguida—. Y ahora mismo tengo hambre pero también quiero salir de aquí. ¿Te parece si tomo algunos pastelitos y vamos por un café antes de que entres a clases?
Parker sonrió.
—Me encanta la idea.
*****
—No teníamos que ir tan lejos. Podíamos tomarnos el café en arquitectura. —Parker observó a Miranda con los ojos entrecerrados mientras caminaban por el campus de la universidad tomados de la mano.
—Quería pasear y alejarme un rato de la facultad. Además de que quise acompañarte, me gusta la idea de que tus estudiantes te vean conmigo y sepan que tienes una novia bonita y cool. Y que no tienen oportunidad porque son todas unos fetos.
Las carcajadas de Parker le hicieron sacudir los hombros y no pudo evitar negar con la cabeza ante aquella declaración.
—¿Lo dices en serio?
—Por supuesto —Miranda intentó no sonreír, pero falló—. ¿Me vas a decir que ninguna te ha hecho ojitos? Que no las culpo, eh. Si tuviera dieciocho y un profesor como tú me diera clases, pues ya querría yo aprender anatomía a solas con él.
Parker inclinó la cabeza con interés.
—Si quieres aprender, con gusto te enseño.
—No digas esas cosas —Miranda lo observó con ojos brillantes—. Luego no me hago responsable de que faltes a clases. Y no me respondiste la pregunta.
Él alzó las cejas confundido.
—¿Qué pregunta?
—Que si no te has fijado si te hacen ojitos.
Él negó con la cabeza.
—No tengo ni la menor idea. Doy mis clases, respondo dudas y me voy, no tengo tiempo de fijarme en esas cosas. Además, tengo novia y eres tú ¿Por qué me fijaría en eso?
Miranda sonrió.
—Me gusta esa respuesta.
Parker le sonrió de vuelta y se acercó a ella para besarla. Ella recibió sus labios con una sonrisa y no tardó en responderle con un ritmo lento, terminando el beso con un pequeño mordisco en su labio inferior. Estaba tan feliz que quería demostrarlo con él de todas las formas posibles.
—Ruego porque ningún alumno haya pasado cerca y haya visto eso. Perdería por completo mi reputación de profesor superserio.
Una carcajada escapó de la boca entreabierta de Miranda.
—Cualquiera cae que eres mister amargado dando clases.
—Digamos que no soy el profe divertido que todos esperan en alguien de mi edad. Pero no se pueden quejar de cómo enseño, porque eso sería difamación.
Se internaron en un pasillo techado donde Miranda alcanzó a ver a varios estudiantes de medicina sentados en los muros hablando y comiendo, con su respectivo uniforme y la bata blanca por encima que nunca podía faltar. ¿Acaso no les daba calor?
—Una pregunta, ¿cuando eras estudiante nunca te quitabas la bata? Aquí usan esa cosa para todo, es como ¡Mírenme, estudio medicina! ¡Mírenme, no duermo! Sì bueno, yo tampoco dormía cuando estudiaba y lo único que me delataba eran mis ojeras y mi mal humor.
Parker se carcajeó y sacudió la cabeza de un lado a otro, rascándose la garganta.
—Sí la llevaba mucho pero en el internado. Y ¿para qué fingir que no me sentía lo máximo usándola? Uno se siente importante.
Miranda chasqueó la lengua con fastidio.
—Bueno pero no van a dejar de sentirse importante por quitarsela diez minutos mientras comen —cruzaron el pasillo que abría paso hacia una de las cafeterías de la escuela de medicina y tal cual como Miranda había dicho, Parker observó a muchos colegas reunidos en las mesas con la mencionada bata blanca cubriendolos a todos. Miranda los observó con las cejas alzadas—. ¿Estás viendo lo que te digo? Stop it. Get some help
Parker no pudo ponerle un freno a las carcajadas que subieron por su garganta en el momento en que esas palabras salieron de la boca de Miranda, así que se llevó la mano a la suya mientras sentía las lágrimas hacerse presente en sus ojos.
La cara de Miranda se puso roja en cuanto escuchó las risas de Parker y apretó los labios en una línea intentando controlar el ataque de risa, pero falló. Lo que hizo que se rieran aún más.
Ambos se acercaron a la fila para pedir el café. Parker secándose las lágrimas y Miranda evitando que el maquillaje se le corriera. Compartieron una mirada divertida y cogieron aire al mismo tiempo con la intención de parar de reír. Miranda expulsó el aire y luego se mordió el labio inferior, manteniendo la sonrisa en su rostro. Parker negó con la cabeza y se acercó a ella, dándole un beso en la mejilla, mientras enlazaba sus dedos con los de ella, acariciando su pulgar con pequeños círculos. Sin dejar de sonreír, levantó la vista y la deslizó a su alrededor con la intención de ver si alguien se estaba fijando en ellos, pero sus ojos se encontraron con los de una castaña que ya conocía.
Su sonrisa menguó lentamente y Miranda se dio cuenta, porque volvió la cabeza en la misma dirección con curiosidad.
Oh no.
Parker ignoró el cúmulo hecho de pánico y nerviosismo que comenzó a instalarse en su estómago y se obligó a sonreír de nuevo como si no pasara nada del otro mundo. Después de todo, Miranda no sabía que esa chica que se acercaba a ellos era su media hermana. Y si tenía suerte y la fila avanzaba rápido, tampoco se enteraría en ese momento.
Karla le sonrió cuando llegó hasta ellos.
—Hola —saludó animadamente. Luego señaló con el pulgar hacia atrás—. Venía a desayunar resignada a llegar tarde a clases, pero resulta que estás aquí. Lo cual es genial, porque no puedes reprocharme si también vas tarde —su mirada reparó en Miranda y luego en sus manos entrelazadas y abrió la boca durante un momento, sopesando lo que significaba eso—. Y estás con tu novia, lo cual es más genial aún porque estarás feliz cuando des la clase.
Miranda la saludó sonriendo, luego miró a Parker con un brillo travieso en los ojos.
La fila avanzó y los tres se movieron.
Parker se quedó callado y notó el apretón de mano que Miranda le otorgó antes de mirarlo con ojos muy abiertos e interrogantes.
—¿No vas a presentarme a tu alumna?
Él abrió la boca para hacerlo, pero Karla se adelantó.
—Soy Karla, es un placer —dijo ella, extendiendo la mano con más emoción de la que su pequeño cuerpo podía soportar y con el semblante lleno de esperanza. De esperanza de que Miranda supiera de su existencia y la reconociera de inmediato en cuanto escuchara su nombre. Y Parker tenía la ligera sospecha de que en su mente se imaginó una mejor reacción que la que tuvo Miranda en la realidad.
La sonrisa de Miranda tembló y se tensó por un momento, pero no se borró. Su novia recuperó enseguida el control de sus acciones y su mano soltó la de Parker para estrechar la de Karla en un movimiento rápido y seco.
—Miranda —dijo ella, soltando la mano de Karla casi enseguida. Y cuando la bajó, no volvió a su posición alrededor de la de él.
Con esa respuesta, la emoción en los ojos de Karla se apagó y la chica soltó un pequeño resoplido.
Parker se rascó la nuca con incomodidad. Bien. Ahora Miranda ya tenía un rostro que ponerle al nombre de Karla. Y Karla debía asumir que Miranda no sabía que eran hijas del mismo papá. Debía de pensar que él aún no se lo había dicho.
¿Qué carajos debía hacer ahora? Ya cada una sabía quién era la otra. Pero la situación se había puesto bastante incómoda y él no sabía qué decir para aligerar el ambiente. Se metió las manos en los bolsillos del pantalón y entrecerró los ojos al notar que Miranda había sacado el celular y tenía la vista clavada en él.
Negó con la cabeza y desvió su mirada hacia Karla.
—¿Qué tal el caso clínico? ¿Cómo vas?
—Pasito a pasito —dijo ella, y avanzó al ritmo de ellos cuando la fila volvió a moverse. Faltaban dos personas para que pudieran pedir los cafés y con suerte salir de ahí antes de que la cosa se pusiera fea—. He estado yendo con la consejera estudiantil como me recomendaste.
Miranda le lanzó una mirada interrogante que no pasó desapercibida para Karla y volvió al celular rápidamente.
—Eso está bien. Es mejor que vayas a tu ritmo. Práctica mucho, léelo todo en voz alta cuántas veces puedas. Mientras más veces lo hagas, mejor. Te darás cuenta de los errores y así no vas a repetirlos, hasta que llegue el momento en que lo dirás bien.
En cuanto dijo esas palabras, cayó en cuenta de que ambas, tanto Miranda como Karla, les daba miedo hablar en público. Aunque por distintas razones.
Miranda alzó la cabeza por segunda vez como si algo le hubiera hecho ruido y lo miró frunciendo el ceño. Abrió la boca con la intención de decir algo pero otra voz femenina la interrumpió.
—¡Siguiente!
Por fin. La fila más larga e incómoda de la historia estaba por terminarse.
Parker se giró y saludó a la muchacha, pidió dos capuccinos grandes y le entregó la tarjeta a la chica para que se los cobrara.
Miranda tenía la vista fija en el mostrador negro. Toda la felicidad que había estado brotando de su ser desde que había aprobado la tesis se había esfumado de ella. Parecía querer escapar de ese lugar cuanto antes. Y eso hizo que el corazón de Parker se apretara.
La muchacha le devolvió la tarjeta a Parker junto con los dos capuchinos, ambos tenían un bonito corazón hecho de leche arriba.
—Disfrutenlos —dijo, sonriendoles
Parker le agradeció, guardó la tarjeta de regreso a su cartera y luego tomó los cafés, dándole uno a Miranda.
Le colocó una mano en la espalda y le lanzó una última mirada a Karla.
—Nos vemos en clase, entonces —le dijo, dispuesto a girar sus pies para irse.
—Oh, espera —Karla le pidió algo a la muchacha de la cafetería y luego volvió a mirar a Parker, dándole una pequeña sonrisa—. Se me había olvidado agradecerte por lo que hiciste por mi papá.
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