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26. La curiosidad mató al gato


Miranda tenía la música a todo volumen. La voz de Daddy Yankee sonaba desde la sala y ella estaba bailando al ritmo de Con Calma mientras hacía la decoración de la torta con la manga pastelera.

Hacía tanto tiempo que no iba a una fiesta, que aprovechaba cualquier momento libre para sacudir las caderas. Así estuviera sola decorando una torta.

Esperaba que Parker se estuviera divirtiendo así como ella estaba divirtiéndose mientras le hacía su dulce favorito. Una información obtenida gracias a una llamada a Mathías Miller.

Parker se había ido a eso de las seis y pico, lo que le dio tiempo a Miranda de hacer unas cuantas cosas. Primero, se duchó con agua caliente y se sirvió un termo completo del té de jengibre que Parker le había dejado. Luego, utilizó el tiempo que tardaba el bizcocho en hornearse y enfriarse para cortar y pegar algunas piezas de la maqueta.

Aprovechar el tiempo en muchas cosas a la vez era algo que estaba acostumbrada hacer desde que había entrado a la universidad.

Cuando acabó de usar la manga, espolvoreó un poco de canela por encima y llevó la torta lista a su respectivo lugar en la pequeña mesa de centro en la sala donde estaría acompañada por un chocolate caliente y chucherías para pasar la noche.

Al terminar, tomó un momento su celular para ver la hora y también leyó un mensaje que Verónica le había dejado hacía un rato.

Agarró el control remoto, subió el volumen de la siguiente canción en reproducirse, cuya letra la hacía sentirse muy sucia pero era muy pegajosa, y comenzó a ordenar el lugar.

Sus caderas empezaron a moverse provocativamente y su boca repitió la letra de memoria mientras acomodaba el sofá y las mantas que había tomado de su habitación.

Estaba tan inspirada cantando y bailando que cuando sintió unas manos cubrirle los ojos, dio un brinco, empujó al dueño de aquellas manos y gritó de una forma tan aguda que se peguntó de dónde había salido aquel tono si ella estaba ronca.

Parker rompió en carcajadas y la miró con los ojos chispeantes, sacudiendo la cabeza.

Miranda lo miró con los ojos muy abiertos, y resopló mientras decía:

—¿Me quieres matar de un susto? —Se puso una mano en el pecho mientras regulaba su respiración—. ¿O por qué entraste tan silencioso?

—No me escuchaste entrar porque tienes una rumba armada. Tú sola. —Parker señaló el televisor que estaba reproduciendo el vídeo musical de "No me conoce". Miranda se encogió de hombros, cambió su expresión por una sonrisa de oreja a oreja y señaló a Parker cuando repitió una parte de la canción mientras bailaba.

—"Si las miradas matarán, la tuya me hizo el amor..."

Parker parpadeó y la miró de arriba abajo un momento para luego sonreír de lado.

—Veo que estás feliz.

—¿Tú no? —ella se acercó y le rodeó el cuello con los brazos.

Juraría que la mirada de Parker se ensombreció por un momento muy pequeño y luego asintió, volviendo a la normalidad.

—Ahora lo estoy —inclinó la cabeza y la besó en los labios.

Miranda se alejó para verlo bien y frunció el entrecejo.

—¿Está todo bien? ¿Pasó algo que no quieres decirme? Ahora que lo pienso, volviste pronto. Pensé que tardarías más.

—Todo está bien. Preferí regresar temprano para pasar más tiempo contigo —dijo en tono convincente. Le rodeó los hombros con el brazo y recorrió la sala con la vista—. Veo que preparaste algo aquí.

Miranda estaba segura de que sucedía algo pero decidió pasarlo por alto pues no quería arruinar la noche que había planeado. Se frotó las manos y permitió que Parker viera lo que había hecho para él.

Otra cosa que hizo días antes fue guardar un montón de imágenes en Pinterest de noches románticas de pareja que la inspiraran para hacerle algo. Al final, optó por decorar la sala con pequeñas luces blancas que alumbraban todo con un aire romántico y acogedor cuando las demás luces de la sala estaban apagadas.

Decoró la mesita de centro con un pequeño mantel blanco y unas cuantas velas encima. Lo único que desentonaba con el ambiente romántico eran los videos de reggaetón que se reproducían en automático en la pantalla del televisor.

Parker la miró con ojos brillantes.

—¿No hiciste que me fuera para adelantar la maqueta?

—Aproveché la tarde e hice muchas cosas —lo tomó de la mano y lo llevó al sofá—. Incluyendo tu torta favorita —Señaló el dulce con la mirada y sonrió—. Un pajarito me dijo que amas la Tres Leches.

Parker mostró sus hoyuelos cuando observó la torta y luego la miró nuevamente a los ojos.

—¿Tú la hiciste?

—Así es —Miranda se inclinó sobre la mesa, tomó una cucharita y la llenó de un poco de torta para luego ofrecérsela a Parker—. Y espero que te guste. Usé la receta de mi mamá. Pruébala.

Él abrió la boca y dejó que ella le diera de comer. Cuando la probó, sus ojos soltaron un brillo chispeante y se pasó la lengua por el labio inferior para lamer el merengue que había quedado allí.

Parker le dio una mirada tan llena de ternura que sintió la parte inferior del cuerpo como gelatina y se habría caído de no ser porque estaba sentada. La tomó de las mejillas y la besó dulcemente, en serio pudo haberse derretido con ese beso. Pero si lo hacía, no podía hacer con él lo que quería hacer.

Al diablo la gripe, estaba segura de que los labios de Parker curaban tanto como sus manos de cirujano.

—Gracias —susurró Parker cuando se separaron—. No esperaba esto, si te soy sincero. Y... el pastel está riquísimo. Gracias.

Miranda le acarició los rizos rubios.

—No sabía qué comprarte, soy pésima haciendo regalos. Así que pensé que podíamos comer tu dulce favorito mientras veíamos películas que obvio vas a elegir tú.

Parker movió las cejas y sonrió maliciosamente.

—¿Las que yo quiera?

—Es tu cumpleaños. Así que sí, las que quieras.

—Bueno, espero que te guste la sangre y las muertes asquerosas.

Miranda movió las cejas como él había hecho.

—Me agrada la idea. Hice chocolate caliente, aunque no estaba muy segura porque estabas bebiendo y no sé si te haga bien al estómago —le dijo.

Parker negó con la cabeza.

—Si llegué a beber dos rondas de whiskey fue mucho. No quería tomar demasiado porque no quería venir prendido.

—Ya veo —comentó ella, viendo que se había puesto serio de repente. De nuevo—. ¿Los demás también tomaron poco?

Parker inclinó la cabeza.

—Digamos que Alejandro tomó un poco más de la cuenta.

—¿Por qué lo dices?

Él se encogió de hombros.

—Así fue. Entonces —señaló el televisor—, ¿comenzamos?

—Claro que sí —asintió, dándole una sonrisa sin mostrar los dientes.

*****

Miranda veía todo tipo de películas, no se complicaba mucho a la hora de disfrutar algo. Ella juzgaba solo al terminar de verla. Y aunque Destino final nunca había sido su obsesión si a franquicias cinematográficas se refería, había algo atrayente en esas películas que hacía que le gustaran un montón. No sabía si era el hecho del mensaje que ella captaba en ellas acerca de que nadie puede huir de su destino por más malo que sea o porque las muertes eran tan locas que siempre lograban desconcertarla sin importar cuántas veces las viera.

Ver películas sangrientas no era la cosa más romántica del mundo pero, estar al lado de Parker mientras ambos hacían comentarios de vez en cuando y comían torta a la par que alguna muerte sangrienta y extraña ocurría en la pantalla frente a ellos, tenía lo suyo. Era divertido.

Tan divertido, que casi pasó por alto que Parker estaba raro y que a cada rato su celular emitía la típica luz que avisaba que tenía un mensaje nuevo. Él lo ignoraba, por supuesto. Como si le estuviera ocultando algo.

‹‹O quizás porque es educado y no le gusta ver mensajes mientras está haciendo algo contigo. Tan simple como eso››. Se reprendió internamente.

Tenía que ser eso.

Ella no era una loca obsesiva que se preocupaba por los mensajes que pudieran llegarle a su novio, pero la situación le ponía los nervios de punta y no sabía por qué tenía la sensación de que algo estaba pasando.

La única razón por la que lo dejó así fue porque la estaban pasando bien. Si ella no tocaba el tema, él no ponía esa cara extrañamente seria ni la evadía. Mientras ella no preguntara, todo parecía normal y bueno.

Cada tanto, Miranda volteaba a verlo y lo encontraba con la vista fija en la pantalla mientras se llevaba una cucharada de merengue a la boca. Parecía tranquilo y contento, así que eso la frenaba de arruinar el momento.

Si a él no le preocupaban esos mensajes, ella tampoco tenía por qué preocuparse.

Cuando la segunda película terminó, Miranda bostezó, se estiró y apoyó la cabeza en el hombro de Parker.

—La que nos toca ver ahora me hizo agarrarle miedo a las montañas rusas —dijo.

Parker bajó la cabeza y le dio una mirada divertida.

—¿Dejaste de subirte en ellas?

—Claro que no, pero solía hacerme películas cuando subía a una.

Los hombros de Parker se sacudieron cuando se echó a reír.

—¿Y a las escaleras mecánicas? ¿También les agarraste miedo?

—En realidad no me gusta usarlas, si puedo evitarlas lo hago —dijo ella—. Se han visto casos...

—¿Cuáles? —Parker la miró con las cejas alzadas.

—He visto noticias de gente que ha quedado atrapada dentro.

—O sea que... ¿las escaleras mecánicas pueden engullir a alguien? —él parpadeó—. ¿Así como en la película?

Miranda apretó los labios para no reírse de su reacción.

—Bueno, así como engullir literalmente no sé. Por lo que leí, en Estambul ocurrió algo así porque las escaleras estaban fuera de servicio pero la gente con su apuro igual las utilizó —se inclinó, agarró un dorito de la bolsa y se lo llevó a la boca como si hubiera dicho algo casual y luego lo miró de nuevo—. Los bomberos rescataron al herido, por suerte.

Parker la vio con los ojos muy abiertos.

—Pero me imagino que es algo que puede pasar si no reciben mantenimiento, ¿cierto?

Miranda se encogió de hombros.

—Pues sí. Pero si la gente ignora las advertencias no se puede hacer mucho. Yo no suelo usarlas porque por ejemplo las del metro nunca sirven y prefiero bajar y subir a la antigua que caerme por una cosa de esas. Bueno, antes, cuando no tenía auto.

Se puso en pie de un brinco y se sacudió las manos para eliminar los restos de chuchería de sus dedos.

—Iré a buscar agua —le dijo a Parker, señalando detrás de ella con el pulgar—, tanto dulce me dio sed. ¿Quieres un vaso?

—De hecho, sí. Y te iba a pedir prestado el baño, me gustaría usarlo antes de continuar con el maratón. Necesito... una ducha.

Miranda pensó que también necesitaba hacer algo más, teniendo en cuenta lo que habían comido.

—Te lo presto —dijo, con media sonrisa—. Te buscaré una toalla limpia. Y también algo de ropa.

—¿Tienes ropa de hombre aquí? —Parker la miró con curiosidad—. ¿De tu ex?

Miranda ahogó una risa y sacudió la cabeza.

—El novio de Vero dejó algunas cosas aquí antes de irse. Solía quedarse a dormir, creo que Ve aún la tiene.

—¿Verónica tiene novio?

—Es una larga historia. Está fuera del país y cuando se fue decidieron terminar por la distancia y eso... pero siguen hablando así que para mí todavía son algo.

—¿Y crees que me quede su ropa?

Miranda lo analizó por un momento.

—Bueno, si no recuerdo mal, Eric es un poco más alto que tú. Pero creo que sí. La iré a buscar.

Cuando regresó con las cosas, Parker estaba con la vista clavada en el celular escribiendo un mensaje.

Se mordió el interior de la mejilla y esperó a que él subiera la vista para extenderle la ropa y la toalla.

—Aquí tienes. No sé si haya agua caliente, porque por ahora tenemos es agua del tanque. Así que lo más probable es que esté fría.

Parker asintió y dejó el celular en el sofá para luego tomar las cosas entre sus manos.

—Gracias, espero no congelarme ahí dentro.

Ella le dio una sonrisa y lo siguió con la mirada hasta que cerró la puerta del baño. Se quedó ahí parada en medio de la sala como una estúpida viendo el celular sobre el sofá. Pasó de estar de brazos cruzados a cambiar el peso de una pierna a otra y luego a morderse la uña del pulgar.

El aparato estaba ahí tan quieto sobre el sofá, no hacía nada, pero le provocaba muchísima curiosidad.

No. No lo haría.

No lo haría porque Parker lo había dejado sobre el sofá cuando podía habérselo llevado al baño si hubiera querido ocultarle algo.

En cambio, lo dejó sobre el sofá porque confiaba en ella.

Él confiaba en ella y ella tenía que confiar en él. Así que no espiaría su celular porque eso era invasión a la privacidad y ella no era así.

Además, era consciente de que espiar nunca traía nada bueno. Podía ver algo que no le gustara y entonces todo se iría a la mierda.

Resopló y miró de nuevo hacia el baño. Sentía que tenía una vocecita malévola al lado que la incitaba a ver por qué tantos mensajes le llegaban antes de que él saliera del baño.

Maldijo por lo bajo y se sentó en el sofá, en cambio, agarró su propio celular y le escribió a Verónica.

12:17 am – Miranda: Estás despierta?

12:17 am – Vero: No estoy

12:17 am – Vero: No deberías estar haciendo algo más interesante que pasarme mensajes?

Mandó dos emoticonos obscenos.

Ella le envió el mismo emoticón repetido varias veces, que a su parecer, describía muy bien como se sentía.

12:18 am – Miranda: estoy en crisis

12:19 am – Miranda: Parker está raro y justo ahora está en el baño

12:19 am – Miranda: Su celular ha estado sonando y tengo la oportunidad de verlo

12:19 am – Miranda: No debería pero...

12:20 am – Vero: NO.

12:20 am – Vero: NO. NI SE TE OCURRA TOCAR ESE CELULAR.

Miranda volvió a morderse la uña.

12:20 am – Miranda: Tú dices?

12:21 am – Vero: Coño, Miranda

12:21 am – Vero: hazme caso

De reojo, Miranda vio que la pantalla del celular de Parker se encendió y comenzó a vibrar, avisando que alguien estaba llamando. Y cuando observó el nombre, se tranquilizó un poco.

12:22 am – Miranda: es Ale quien llama. Le contestaré y le diré que Parker se está bañando.

12:23 am – Vero: No lo hagas. Después estarás tentada a revisar los mensajes.

12:23 am – Miranda: está bien, lo tengo controlado

Soltó el celular y agarró el de Parker, deslizando el dedo por la pantalla para atender la llamada.

Alejandro ni siquiera la dejó hablar.

—Definitivamente Josué me tiene agotada la paciencia.

—¿Qué? —Miranda arrugó la frente.

—¿Cómo que...—su hermano no terminó la pregunta, y ella escuchó que susurró una grosería antes de volver a hablar—. ¿Miranda?

—Sí —masculló ella—. ¿A quién te refieres cuando dices Josué?

—¿Qué haces con el celular de Parker?

—Se está bañando, y como no paraba de sonar y vi que eras tú quien llamaba, atendí. Responde lo que te pregunté.

La línea se quedó en silencio durante un momento.

—Dile que me llame cuando se desocupe.

—No cuelgues —se apuró a decir ella—. Alejandro... ¿qué pasa?

—¿Has estado de chismosa, Andy?

—¡No! Solo... tengo curiosidad. Llegó actuando muy raro. Y me doy cuenta cuando alguien me oculta algo. Así como ahora mismo sé que tú y Parker andan secreteando. Y si no quieres que me entere entonces no seas tan descarado llamándolo mientras está conmigo.

—Chao, hermanita. Ni se te ocurra leer cosas que no son de tu incumbencia. Deja ese teléfono donde estaba.

Miranda abrió la boca para protestar, pero enseguida la línea quedó muerta y solo escuchó el sonido de su respiración.

Era suficiente. Ya no aguantaba tanto misterio. Se quitó el celular del oído y lo puso frente a sus ojos. Había tres mensajes de Alejandro que Parker tenía sin leer.

El último era el más sospechoso. Deslizó el dedo por la pantalla y desbloqueó el celular. Bien, Parker no tenía contraseña. Lo cual la hizo sentirse aún peor por estar espiando.

Leyó lo suficiente como para sentir que el estómago se le volteaba y revolvía todo lo que se había comido el último par de horas.

Decía algo de una tal Karla, de quien Miranda no tenía ni idea. Y nada más con leer el nombre de Josué, se le erizaron todos los vellos de la nuca.

Sintió una pesadez en su pecho, quería dejar de leer, pero no podía parar.

Verónica tenía razón. No debió haber contestado esa llamada.

Con un nudo en el estómago, apagó la pantalla del celular y lo puso donde estaba. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos, resoplando con frustración.

Después de regañarse internamente varias veces, volvió a escribirle a Verónica.

12:29 am – Miranda: Ve...

12:29 am – Vero: No digas que no te lo dije

12:29 am – Vero: Qué viste?

Miranda fue a enviarle un audio, pero en ese momento se escuchó la puerta del baño y ella alzó la cabeza para ver que Parker había salido de ducharse.

12:30 am – Miranda: te cuento luego.

Parker se estaba secando los rizos rubios con la toalla cuando llegó a la sala, el mono y la camiseta de Eric le quedaban como anillo al dedo. Aunque la camiseta se le apretaba un poco en el pecho y los brazos, pero claro, Eric era mucho más delgado que Parker.

Él le sonrió, pero enseguida cambió la cara cuando vio la expresión que bañaba su rostro. Miranda no sabía exactamente cómo era su cara en esos momentos, pero claro que no era buena.

—¿Qué pasa? —la miró con el ceño fruncido mientras se colgaba la toalla del hombro y se acercaba a ella.

Miranda no respondió. No sabía cómo decirle que había espiado sus mensajes. Negó con la cabeza y no pudo evitar lanzar un vistazo hacia el celular. Parker le siguió la vista y suspiró.

—Te lo iba a decir —le aseguró, moviendo la cabeza de forma afirmativa.

—¿Ah, sí? —lo miró fijamente, con los labios apretados.

—Sí —Parker volvió a asentir y se sentó a su lado en el sofá, tomando el celular entre sus manos y girándolo entre sus dedos antes de volver a hablar—. Sabes que no te mentiría acerca de eso. Pero, Alejandro me dijo que no lo hiciera porque ibas a enojarte. Y pensé que... si no te enterabas, no pasaba nada porque sería solo un día. Y luego te lo diría.

Ella empezó a negar con la cabeza. Tenía mil cosas que quería decir atrapadas en la garganta, pero no salía ninguna.

—De igual forma —él la miró fijamente pero no parecía molesto. Más bien, se veía arrepentido—. No debiste hacer lo que hiciste.

—No tienes qué decírmelo. Me gustaría volver el tiempo atrás y no leer esos mensajes —ella lo vio, mordiéndose el labio—. Deberías bloquear el celular. Y Alejandro no debería llamarte si sabe que estoy contigo. No saben secretear.

Parker alzó las cejas, y una sonrisa comenzó a dibujarse en sus labios.

Miranda lo señaló.

—Ni se te ocurra burlarte de mí, Parker. Estoy haciendo lo posible por no gritar como una posesa. Así que borra esa sonrisita de tu cara —dijo, con los dientes apretados.

—¿Leíste todo? —Parker la miró con semblante preocupado.

—Sí.

—Miranda...

—¿Quién es Karla? —preguntó ella, sin más.

Él la miró por unos segundos, como si sopesara una respuesta muy difícil de decir. Miranda sintió los nervios apoderándose de ella. Se imaginó mil respuestas, menos la que Parker le dio.

—Karla es tu hermana.

—¿Qué?

—Tu hermana. La hija de tu...

—Josué no es mi padre y esa niña no es mi hermana —masculló.

—Ni siquiera la conoces.

—Al parecer tú la conoces muy bien —respondió ella, alzando las cejas.

Parker resopló sonoramente.

—Es... es mi alumna. Tiene... es quizás unos cuatro años menor que tú. Y al contrario de lo que puedas pensar, Miranda, su relación con Josué no es de ensueño. Y ella merece que le des una oportunidad.

Miranda lo observó con indiferencia.

—¿Y qué? ¿Debería darme lástima que la hija que tuvo mientras aún estaba con mi madre también haya tocado con la pésima suerte de tenerlo?

—Lo dices como si ella fuera la culpable de que él haya sido un infiel.

Ella cerró los ojos y los apretó durante un momento. Se sentía como una completa idiota.

—No... no es así. No es su culpa y tienes razón, pero eso no significa que la considere mi familia, Parker. No es mi hermana. Ni siquiera compartimos apellido porque legalmente Josué no es mi familia. Jamás en mi vida la he visto. Y lo siento por ella si le ha tocado vivir así. Pero ese no es mi problema. Y Josué no es el tuyo. Deberías dejar de meterte.

—No estoy metiéndome.

—¿Y qué es lo que estás haciendo entonces? Porque tienes a Josué en tu casa como si fuera responsabilidad tuya que sea un borracho de mierda que se buscó que lo golpearan.

—¿Sabes por qué lo golpeó Alejandro?

—Porque de seguro se lo merecía —Puntualizó ella.

Parker abrió la boca y la cerró enseguida, luego se relamió el labio inferior, asintiendo.

—Sí. Tu hermano se volvió loco golpeándolo porque armó una escena en el bar y estaba a punto de golpear a Karla.

Miranda asintió.

—¿Y quieres que sienta lástima por él o algo así?

—¡No! Dios, no —él la miró confundido—. Alejandro cruzó el límite, Miranda. Se acordó de cuando eso les pasaba a ustedes y casi le destroza la cara. Y si yo no me hubiese metido...

—¡Me importa una mierda lo que le pase a Josué! Y si Alejandro hizo lo que hizo es porque bien merecido lo tiene.

—¡Alejandro pudo haberlo matado a golpes! —Parker se puso en pie y le dio la espalda, resoplando sonoramente y poniendo las manos en la cintura mientras miraba un momento hacia arriba. Luego, se volvió de nuevo hacia ella—. No lo hice por él. Lo hice por tu hermano. ¿Qué tanto sabes de tu padre? Porque yo no sé de qué es capaz tan bien como lo sabes tú. Pero nada le costaría ir a hablar a la policía y hacer que Alejandro pase su tiempo en la cárcel.

››Mira... lo hice porque prefiero ayudarlo y quizás hablar con él para que no diga nada acerca de lo que pasó en el bar —se pasó las manos por el cabello mojado—, si lo vieras... entenderías por qué decidí llevarlo conmigo.

Miranda se levantó del sofá y caminó de un lado a otro antes de detenerse y mirarlo a los ojos.

—No hay nada que pueda pasarle a ese hombre que me haga sentir una pizca de empatía —negó con la cabeza—. Si quieres ayudarlo con la excusa de que ayudas a Alejandro, está bien. Pero ni te atrevas a darle dinero. Porque... va a volver. Y pedirá más. Y se enganchará a ti como una garrapata y si eso pasa, Parker...

—¿Qué?

Miranda negó con la cabeza.

—Solo no lo hagas. Te lo estoy pidiendo como favor.

—Si te digo que sí, que haré lo que me estás pidiendo —Parker juntó las manos como si estuviera rezando—. ¿Podríamos por favor dejar de discutir? Yo no hice esto para que explotaras ni mucho menos porque quería verte molesta, Miranda.

Ella asintió y echó la cabeza hacia atrás, le picaban los ojos, así que se frotó la cara para disminuir las ganas de llorar. No funcionó. Inspiró aire y luego lo soltó en un gran suspiro, pero solo le dieron más ganas de llorar. Definitivamente había cagado la noche con su estupidez.

—Lo sé —lo miró a los ojos—. Y yo no quería discutir, pero... Parker, mencionarme a mi padre es como lanzar leña a una fogata. Yo no... —Parpadeó, y unas lágrimas saltaron hacia sus mejillas—, no quiero tener nada que ver con él. Lo siento.

Parker no dijo nada, no quería presionar a Miranda diciéndole más cosas esa noche. En cambio asintió y se acercó a ella, rodeando su cuerpo en un abrazo.

—Lo siento —susurró.

Miranda asintió contra su pecho, rompiéndose en llanto.

Han pasado 84 años desde que dije que iba a actualizar :v
Les pido disculpas y es que tengo excusas buenas. A parte de las mil crisis y los cincuenta mil bloqueos que me dieron, mi computadora se puso obtusa y no me deja abrir nada sin apagarse 🙃 y además tuve exámenes lo que también me mantuvo alejada de la escritura.


En fin, espero les haya gustado el capítulo. Yo me sentí bien mal porque Miranda estaba superfeliz al comienzo del capítulo y terminó en la shit D:

Pero son cosas que pasan (?

Si por casualidad tienen curiosidad sobre qué fue lo que leyó Miranda en el celular de Parker, les dejaré la conversación. Y además de eso, también les dejo la conversación de Vero y Miranda porque es más entretenido leerla así en multimedia 👀

///

Levante la mano quién quiere pegarle a Alejandro, pueden hacer fila por la izquierda xD

Bueno, no digo más y los dejo pensando qué pasará ahora que Parker hizo lo que hizo y que Miranda sabe quién es su hermana.

Nos leemos luego 👀

✨Bye✨

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