25. Un rostro familiar
—¿Cómo está? —preguntó Parker en cuanto Verónica abrió la puerta de la casa.
La chica se encogió de hombros.
—Está mejor. Pero pasa y vela tú misma —se puso unos lentes oscuros que tenía en la mano y abrió la puerta completamente para que Parker entrara—. A las mujeres de esta casa nos ha dado por sentirnos en la mierda últimamente.
Parker la miró de reojo.
—Yo te veo bien.
Verónica le dio una sonrisa ácida.
—No te creas. Por dentro estoy en crisis total —alzó la mano y le hizo un gesto de despedida—.En fin, me voy a trabajar. Hasta luego —hizo amago de salir y luego se dio la vuelta para verlo de nuevo—. Y feliz cumpleaños, por cierto.
Parker le agradeció y sostuvo la puerta para que ella saliera y luego la cerró detrás de sí. La casa estaba en absoluto silencio. Atravesó la sala y caminó hasta el final del pasillo hacia la habitación de Miranda.
El cuarto estaba a oscuras casi por completo, la cortina estaba cerrada y pasaba poquísima luz a través de la tela, lo que hacía que con solo ver la habitación, a Parker le diera sueño. Sin poder evitarlo soltó un bostezo.
Miranda estaba acostada de lado con un edredón de estampado de tigre que la cubría casi hasta la barbilla. Tenía el cabello recogido en una cola y varios mechones se le soltaban porque eran muy cortos.
Parker se recostó del marco de la puerta y se la quedó viendo.
Miranda alzó la vista y le sostuvo la mirada.
—¿Te vas a quedar ahí todo el día o me vas a saludar? —dijo, con la voz un poco ronca—. ¿Tienes miedo de que te pase la gripe?
Parker sonrió y señaló la tela gruesa que la cubría.
—Estaba disfrutando de la vista.
Miranda sorbió por la nariz.
—Lo lamento.
Él por fin se acercó y le dio un beso en la frente antes de sentarse en la orilla de la cama.
—¿Por qué?
—Te dije que haríamos algo por tu cumpleaños —se aclaró la garganta—, y ahora estoy enferma porque decidí que era buena idea dar un paseo bajo la lluvia.
—No tienes por qué sentirte mal. Normalmente es justo así como paso mi cumpleaños.
—¿Cómo?
—Cuidando enfermos —dijo él, dándole una gran sonrisa.
Miranda le lanzó una mirada de odio y tosió un par de veces antes de darle la espalda, sin responderle. Él, aun sonriendo, se quitó los zapatos y se tumbó junto a ella, abrazándola por la espalda.
—No puedes ignorarme, es mi cumpleaños.
—No te ignoro —ella murmuró y se acomodó para quedar frente a él, hundiendo el rostro en su pecho—. Es solo que estoy ronca, y si hablo de más me quedo sin voz. Pero tú si puedes hablar, extrañaba escuchar tu voz.
Parker apoyó la barbilla en su cabeza y le acarició los mechones sueltos del cabello.
—¿Solo mi voz?
—También tus labios pero no puedo besarte ahora, o te contagiarás.
—Estoy dispuesto a sacrificarme.
Los hombros de Miranda se sacudieron cuando soltó una carcajada. Levantó la cabeza y estampó un pequeño beso en los labios de Parker. Luego, volvió a su anterior posición entre los cálidos brazos de su novio.
Se quedaron un rato en silencio, disfrutando del calor y el confort que el cuerpo del otro les brindaba, hasta que Parker habló suavemente.
—¿Te sientes muy mal?
Miranda alzó la cabeza y lo miró a los ojos.
—Me duele la garganta. Siento que me voy a quedar sin voz en cualquier momento. Y podría soportarlo si mi tesis no fuera en diez días y tuviera que hablar en ella.
Parker arrugó la cara.
—Muy inoportuno tu paseo por la lluvia.
—Eso fue una forma de decirlo. No fue un paseo, realmente fue hacer el camino de la casa de los padres de Verónica hasta el auto. Esos dos minutos fueron suficientes para enfermarme. No puedo creer que Natalia esté perfectamente.
—Hablando de Verónica..., ¿ella está bien?
—No. Las cosas no fueron bien con su papá y ni hablar de su mamá. ¿Por qué lo preguntas?
—Creo que hice un mal comentario hace un rato.
Miranda suspiró.
—No lo sabías. Y yo tampoco te lo dije porque Verónica no necesita más gente que le pregunte si está bien —Miranda soltó un pequeño bostezo—. Déjalo pasar.
—Dale. Pero, volviendo a ti, deberías tomarte algo antes de que la gripe se coma tu voz —Parker le hizo un gesto señalando su garganta.
—Iba a salir a comprar jengibre pero el frío me ha hecho sacar este edredón y quedarme enrollada todo el día.
—Puedo ir yo.
Miranda le dio una sonrisa sin mostrar los dientes.
—No quiero que pases tu día cuidando de mí.
—No es que tenga algo mejor que hacer —bromeó Parker, mostrando sus hoyuelos.
Ella le dio empujón a modo de respuesta pero él volvió a abrazarla, riendo.
—Sé que a lo que te referías es que no quieres separarte de mí pero prometo que iré rápido. Compraré lo que necesito para hacerte un buen té y regresaré en menos de lo que crees —dijo él, besándole la coronilla para separarse de ella y dejar una especie de vacío al levantarse.
Miranda sintió su ausencia enseguida. La parte de su cuerpo que él había estado manteniendo calentita se sintió desolada y fría en cuanto se puso en pie.
—Las llaves están ahí encima de mi escritorio. Mi tarjeta está en mi bolso azul —ella señaló el armario—. Y la clave es...
—No es necesario. Lo pagaré yo —Parker tomó las llaves y se las guardó en el bolsillo de su pantalón oscuro.
—Bueno —se acurrucó más aún—. Como prefieras.
—Ahora mismo vuelvo —se inclinó y esta vez le dio un beso en los labios un poco más largo del que ella le había dado antes. Salió por la puerta de su habitación y desapareció por el pasillo.
Cuando Miranda escuchó la puerta de la casa cerrarse, se estiró y agarró el celular que estaba cargándose sobre su mesa de noche.
Quitó el cable del cargador y buscó el chat de su hermano en Whatsapp para escribirle.
05:29 pm – Miranda: Necesito que me hagas un favor.
Alejandro estaba en línea pero no le contestó enseguida.
05:31 pm – Miranda: ALÓ
05:32 pm – Miranda: CONTESTA
05:33 pm – Miranda: Alejandrooooooooooo
Un minuto después, estaba escribiendo.
05:34 pm – Ale: Coño
05:34 pm – Ale: qué quieres
Miranda separó los labios con indignación y se olvidó de los mensajes, apretó el botón de llamar.
—¿Qué? —contestó Alejandro.
—Se dice hola.
—No veo que me hayas saludado por el chat. ¿Qué pasa?
—Necesito que me hagas un favor.
—¿Ir a la farmacia y comprarte un jarabe? Porque suenas del asco. Parece que te comiste a la niña del exorcista.
—No —dijo ella, a la vez que se aclaraba la garganta—. Necesito que invites a Parker a algún sitio hoy. Es su cumpleaños.
—Lo sé. Lo hice. Pero me dijo que quería pasar el resto del día contigo. Y pues yo no estoy en contra del amor ni nada de eso, pero creo que escogió un mal día para irte a visitar. ¿Por qué quieres deshacerte de él?
—No quiero deshacerme de él —Miranda tosió un par de veces—. Lo cierto es que había planeado algo para hoy pero ya ves que estoy para los perros y no he hecho nada de lo que planeé. Pero tampoco podré hacerlo si él está aquí cuidándome y sin dejar que me levante de la cama. Además no quiero que se entere, es sorpresa.
—¿Así que me estás pidiendo que lo distraiga?
—Sí.
—Está difícil. ¿Sí sabes que es demasiado bueno como para dejarte sola en casa, enferma, e irse a beber conmigo? Ya te digo yo, es casi imposible que lo haga. Además, estoy ocupado.
—¿Haciendo qué? Si tú ni trabajas.
—Lucas me consiguió una entrevista en el Caracas Baseball Club, así que aquí estoy, esperando a pasar.
—¿Estás con él?
—Está dictando un curso de primeros auxilios arriba en La Cachucha.
—Perfecto. Cuando terminen, pueden llamar a Parker y llevarlo a un bar o yo que sé. Pero distráelo, por favor.
—Lo intentaré, pero si dice que no ya no es mi problema.
Miranda sonrió.
—Sí, sí. Dale. Gracias. Y suerte con tu entrevista.
—Prende una velita para que me den el empleo. Lucas me dijo que la paga está buena.
—Obvio que es buena, son los Leones.
—Me tengo que ir, Andy. Llamaré a Parker antes de que me llamen a mí para entrevistarme.
—Convéncelo —dijo Miranda, y colgó.
Miranda se estiró y soltó un bostezo. Odiaba tener gripe, y odiaba que le gustara tanto quedarse en cama ignorando sus responsabilidades. Pero no podía quedarse ahí toda la tarde, a pesar de que el malestar la incitara a ello. Tenía que preparar lo que había planeado para Parker. Además de eso, tenía una maqueta que terminar. Había adelantado un par de cosas antes de que la gripe la tumbara por completo. Pero aún tenía mucho que hacer. Así que tenía que aprovechar los días que quedaban y si le tocaba madrugar, pues ni modo.
Se quitó el grueso edredón de encima y se levantó, pasándose las manos por el cabello para quitarse la cola y peinárselo.
Caminó hasta el armario, cogió la chaqueta de Parker –que aún no le devolvía– y se envolvió con ella.
Recogió un montón de vasos que tenía acumulados en el escritorio y se fue con paso lento hasta la cocina.
Ya se había tomado suficientes días lamentándose de sí misma.
Cuando entró en la cocina, escuchó la puerta de la casa abrirse y luego los pasos de Parker.
—Estoy en la cocina —gritó, y un momento después, entró él cargando más bolsas de las que debería tener.
Miranda lo observó con las cejas alzadas mientras él dejaba las bolsas sobre el mesón.
—¿Cuánto jengibre compraste?
—Puede que también haya comprado otras cosas —Parker recorrió la cocina con los ojos—. Pensaba hacerte el almuerzo y llevártelo a la cama.
Miranda sonrió y negó con la cabeza.
—Definitivamente no debí enfermarme. Eso debería hacerlo yo —ella se acercó y le rodeó el cuello con los brazos.
Parker la observó con ojos brillantes, deteniendo la vista en la chaqueta. Subió una mano hasta su espalda y se la acarició de arriba abajo.
—Si vuelves a decir que es mi cumpleaños me va a dar un tic.
—¿Qué tiene de malo que quiera que la pases bien?
—Estoy bien, en serio. De hecho, podríamos irnos otra vez a la cama y no salir de ahí en todo el día. Eso me haría muy feliz —Parker se acercó y le dio un beso en el cuello, lo siguiente que dijo, lo susurró mientras deslizaba los labios por su oreja—. Estar todo el día acurrucados sin pensar en nada más suena como el mejor plan para mí.
Miranda sintió que todo el vello que cubría su piel se erizó. Soltó un suspiro y sonrió mordiéndose el labio, luego le puso las manos en el pecho para alejarlo y así mirarlo a los ojos.
—No hagas esas cosas. Suenas sexy hasta pidiéndome que solo nos acurruquemos, pero no. Esa cama me está absorbiendo la energía y necesito activarme porque si no, reprobaré la tesis. Decidí que voy a darme una ducha y volver a ser yo.
—¿Entonces no hay cariñitos mientras estamos acurrucados? —Parker la miró con ojos brillantes.
—Te vas a terminar enfermando.
Parker le acunó la cara con ambas manos y la besó en los labios, en la nariz, en ambas mejillas y finalmente le dio un beso en la frente.
—Creo que lo vale —dijo, cuando se separaron—. Pero si tienes que trabajar en la maqueta, lo entiendo.
Miranda sonrió como una adolescente enamorada y se sentó en uno de los taburetes.
—Aunque te dejaré hacerme el almuerzo porque me da curiosidad saber cómo cocinas.
Parker se giró para sacar lo que había comprado de las bolsas y dejó en el mesón una bolsa de harina para cachapas y un envase de queso guayanés. A Miranda le rugió el estómago y él se echó a reír.
—Pero primero el té.
Sacó una bolsita de jengibre y fue directo al lavaplatos para lavarlo. Se arremangó la camisa azul celeste hasta los codos y luego comenzó a abrir gabinetes en busca de ollas y utensilios de cocina.
Miranda lo vio durante un momento. No parecía tener otros planes más que quedarse con ella. Estaba a punto de salir a buscar su celular para preguntarle a Alejandro que había pasado cuando Parker comenzó a hablar mientras rallaba el jengibre.
—Alejandro me llamó mientras estaba en el supermercado.
Ella lo miró con interés.
—¿Qué te dijo?
—Volvió a decirme para ir por unos tragos en la tarde. Al parecer ahora mismo tiene una entrevista pero dijo que después podíamos ir a un bar de un amigo suyo o algo así.
—¿Irás?
Parker la miró por encima del hombro.
—Le había dicho que no. Pero ya que tú tienes que trabajar en tu tesis y yo no quiero interferir, puede que le diga que sí.
Miranda parpadeó.
—Pues ya sabes que si significa que hagas algo divertido por tu cumpleaños, yo estoy de acuerdo. A menos, claro, que quieras ayudarme a cortar cartón y pegar cosas muy chiquitas en una maqueta.
Parker le dio una sonrisa de suficiencia.
—Solo para que lo sepas, sé cortar cosas con cúter sin necesidad de una regla.
Miranda estaba segura de que Parker lo había dicho por decirlo, sin darse cuenta de que por fin volvía a tener tal confianza en sí mismo como para presumir su buen pulso. Ella lo miró sonriente.
—Sé que lo haces impresionante.
—¿Seguimos hablando de cortar cosas?
—Claro —Miranda soltó una risa y se levantó, acercándose a Parker y abrazándolo por la espalda. Aspiró su perfume durante un momento, después se puso de puntillas y le dio un beso en la mejilla—. Ve con Alejandro. Yo trabajaré en la maqueta. Y luego puedes venir cuando hayan terminado y pasamos la noche juntos.
Parker se volvió y le dio un pequeño beso en los labios.
—Me gusta ese plan.
*****
Tragos en un bar con amigos era algo que Parker no sabía que echaba de menos hasta ese momento. Hacía mucho que no lo hacía.
Lucas, el amigo de Miranda que él había conocido en su cumpleaños estaba con ellos. A pesar de que no lo conocía casi, le caía bien. Estaban en un apartado del bar que era una especie de zona de juego, contaba con unas cuantas mesas de dominó y cartas y un par de mesas de billar. Ellos tres estaban en una de estas últimas.
Parker le dio un trago a su whiskey y se inclinó sobre la mesa. Echó un pie hacia atrás y haciendo un anillo para darle equilibrio al taco, lanzó un tiro de lleno.
Alejandro bufó cuando la bola azul entró en la tronera.
—Es un presumido —le dijo a Lucas, dándole un codazo.
Lucas sacudió la cabeza sonriendo mientras se llevaba la cerveza a los labios.
—Por regla, es mi turno de nuevo —dijo Parker, con media sonrisa—. Pero entonces volveré a ganar y nunca será tu turno. Así que, adelante. Lúcete.
Alejandro inclinó la cabeza y sonrió de forma pícara.
—Dios, no me pidas que me luzca que puedo malinterpretarlo.
Lucas se ahogó con la cerveza y tosió un par de veces.
—Tengo novia. Y es tu hermana.
Su amigo se echó a reír.
—Lo siento. Me la pusiste muy fácil —antes de lanzar, se terminó lo que quedaba en su botella y le hizo señas a una camarera que iba pasando con unos vasos vacíos—. Disculpa, ¿podrías traernos otra ronda? Por favor.
La chica asintió sonriendo y su mirada se desvió hacia Parker, abriendo mucho los ojos por un momento. Luego se irguió y siguió su camino.
Parker se quedó un momento analizando la situación. Cuando rebobinó la cara de la chica, también abrió mucho los ojos.
—Parece que viste un fantasma —Le comentó Lucas.
Parker sacudió la cabeza y dio un trago a su bebida.
—No te creerías de dónde conozco a esa chica.
—¿La conoces? —Alejandro lo miró con las cejas alzadas y Parker asintió.
—Es bonita —dijo Lucas y Parker lo miró durante un momento, pensando en si decirle o no.
La camarera llegó con una nueva ronda de tragos y los entregó, ignorando la mirada de Parker. Pero él no dejó de verla de forma interrogativa hasta que ella se volvió de golpe hacia él y lo miró fijamente.
—¿Podría dejar de mirarme así? Que no le debo explicaciones de lo que hago después de clases.
Lucas volvió a atragantarse con su trago por segunda vez ese día.
—¿Clases?
Karla rodó los ojos con fastidio. Parker tuvo que quedársele viendo para asegurarse de que era ella. Pero se veía mayor de lo que era con todo ese delineador negro y maquillaje en el rostro y el conjunto ajustado que llevaba.
—Disculpa, no sabía que trabajaras aquí. Solo estoy sorprendido.
—Por supuesto que no lo sabía —ella pareció calmarse y se encogió de hombros—. El alquiler de mi residencia no se va a pagar solo.
Parker asintió.
—Ya veo.
—Entonces... ¿es tu alumna? —Lucas sonrió divertido.
Karla lo miró entrecerrando los ojos.
—¿Y tú qué?
—Soy Lucas —él se presentó—. Un placer.
Karla le vio la mano extendida y luego volvió a mirarlo.
—¿Sabes que podría ser menor, cierto?
—No estarías trabajando aquí.
—Conozco al dueño.
Alejandro, que había estado callado, intervino.
—¿Conoces a Fran?
Karla asintió.
—Es un buen tipo, pero va a despedirme si me atrapa hablando con los clientes. Disfruten sus bebidas.
Se dio media vuelta y se alejó de ellos.
Alejandro alzó la mano y le metió un manotazo a Lucas en la mejilla.
—¿Qué? —Lucas lo miró con el ceño fruncido mientras se sobaba el cachete.
—Deja de verla —lo riñó Alejandro—. Es un feto. ¿Cierto, Parker?
Parker se encogió de hombros.
—No tengo idea de que edad tiene. Quizás unos dieciocho, diecinueve. No es la primera vez que ve la clase que doy.
Lucas rodó los ojos y señaló con la barbilla hacia donde se había ido.
—No la estoy viendo a ella. Estoy viendo a donde fue. Miren.
Alejandro y Parker siguieron la mirada de Lucas y se encontraron con Karla de pie frente a una mesa repleta de puros hombres de más de cuarenta años. Uno de ellos la estaba viendo de arriba abajo de forma asquerosa mientras ella estaba de espaldas hablando con otro.
El hombre con el que estaba hablando tenía la cabeza llena de canas y una barba de varios días que estaba muy desaliñada. A esa distancia, Parker no podía descifrar qué estaban hablando, pero el hombre hacía gestos que denotaban su enojo. Karla tenía las manos en la cintura y daba golpecitos con el pie derecho en el piso.
—Maldita sea —masculló Alejandro—. Esto no es bueno. Nada bueno.
—¿Qué? —Parker lo miró—. ¿Conoces a ese tipo?
Alejandro asintió y los miró alternativamente.
—Es el papá de Miranda.
Parker abrió los ojos con sorpresa.
—Me estás diciendo que a parte de alcohólico y maltratador, ¿le gustan jóvenes? —estaba tan impresionado con lo que acababa de decir Alejandro que estaba empezando a darle calor. Se llevó una mano hasta el cuello de la camisa y se desabrochó un botón.
—Ay mierda —murmuró Lucas, viendo la situación que ocurría más allá de ellos.
Parker volteó de nuevo para ver lo que sucedía. Si las cosas se salían de control, iba a intervenir. Pero lo que vio lo sorprendió tanto que se quedó clavado en el lugar donde estaba.
Karla se sacó un par de billetes de un lado del top y se los extendió al hombre, diciendo algo. Parecía estar discutiendo. Josué tomó el dinero y lo contó y luego se lo arrojó a la chica encima de mala gana. Echó la silla hacia atrás y se levantó echó una furia.
Parecía que iba a tumbársele encima a Karla, así que Parker dio un paso hacia adelante pero Alejandro le puso una mano para que no pasara.
—Si te metes en esto y Miranda se entera, considérate soltero.
Parker frunció el ceño y estuvo a punto de preguntarle qué tenía que ver, pero los gritos de Josué lo interrumpieron.
—¡Te vistes como una puta! ¡Trabajas casi todo el día en este bar! ¿Y no consigues suficiente dinero?
Karla dio un paso hacia atrás. Y todo el bar pareció ponerse en alerta.
Parker se quitó la mano de Alejandro de encima y caminó hacia donde aquel tipo había montado la escena. Él y Lucas lo siguieron.
—No puedo darte todo el dinero que gano, tengo mis propias deudas —Karla habló con voz amortiguada, como si estuviera reteniendo las ganas de llorar—. Y no soy ninguna prostituta, papá.
Por segunda vez en menos tiempo del que pensó, Parker volvió a quedarse congelado. ¿Papá? Él y Alejandro se miraron mutuamente con los ojos muy abiertos.
—Pues lo pareces —escupió él—, si no, no estuvieras mostrando el culo como lo hacía la zorra de tu madre.
Todo sucedió tan rápido que a Parker le costó asimilarlo. Alejandro se movió a tal velocidad que no lo vio hasta que su puño impactó contra el rostro del hombre. Josué se tambaleó hacia atrás y se tocó la nariz que estaba comenzando a sangrar.
—Hijo de... —Josué lo vio y una chispa de reconocimiento se iluminó en su rostro golpeado.
Antes de que pudiera devolverle el golpe, Alejandro volvió a atacar.
—¡Papá! —Karla ahogó un grito y se echó hacia adelante con la intención de intervenir pero Lucas se le adelantó a Parker y la agarró del hombro, echándola hacia atrás. Karla miró a Parker con los ojos marrones muy abiertos y llenos de confusión.
Él estiró el cuello y miró hacia arriba, suspirando y soltando una retahíla de malas palabras. No tenía ganas de salvar a aquel tipo de la buena tunda de golpes que se estaba llevando, pero Alejandro iba a terminar más jodido aún si lo mataba a puñetazos. Y Parker había hecho un juramento al graduarse de medicina.
Nadie se había metido en la pelea, ni siquiera los amigos de tragos de Josué. Quizás estaban muy borrachos para hacer algo o quizás no les interesaba en lo más mínimo.
Como fuera, Parker se acercó y agarró el puño de Alejandro que estaba en el aire antes de que lo volviera a estampar contra la ya magullada cara del papá de Karla.
Alejandro forcejeó un momento y luego volteó a verlo. Miró a Parker con los ojos muy abiertos y aflojó el puño, dándose cuenta de lo que había hecho.
—Mierda —dijo.
—¿Qué coño está pasando aquí? —una voz masculina que Parker no conocía habló en tono molesto. Parker subió la cabeza y se encontró con un gran hombre de piel oscura de pie frente a ellos con el ceño fruncido y las manos en la cintura.
Parker se echó hacia atrás y Alejandro se levantó, tambaleándose como si hubiera estado en una especie de trance mientras golpeaba a Josué. El susodicho se quedó en el piso. Parker no quería verle el rostro pero no podía dejarlo tirado ahí con la cara llena de sangre. Tenía que acordarse del juramento.
—Papá... —Karla se acercó corriendo y se agachó al lado de Josué. Luego miró a Parker—. ¿Por qué te quedas ahí? ¡Ayúdalo!
—Maldita sea, Alejandro —soltó el hombre que había llegado hacía unos instantes. Debía ser el dueño del local. El amigo de Alejandro—. ¿Qué hiciste?
Alejandro sacudió la cabeza y se llevo la mano al cabello, echándoselo hacia atrás. Tenía los nudillos llenos de sangre.
—No voy a disculparme por romperle la cara a este maldito desgraciado —dijo, mirando a Karla—. Porque se lo merece.
Karla no se lo refutó. En lugar de eso, miró a Fran.
—¿Podrías traer el botiquín? Por favor.
Fran chasqueó la lengua con fastidio.
—Bien. Se acabó el espectáculo —le dijo a la gente—. La sala de juegos se cierra.
Cuando todo el mundo empezó a salir, Fran también lo hizo para ir a buscar el botiquín. Parker y Lucas levantaron a Josué del piso y lo recostaron en una de las sillas mientras soltaba ruidos de dolor. Tenía el labio partido, una herida abierta en el pómulo izquierdo, le salía sangre de la nariz y tenía un ojo entrecerrado por la hinchazón. Alejandro había hecho un tremendo trabajo en muy poco tiempo. El hombre soltó un gemido de dolor cuando Parker le echó la cabeza hacia atrás.
—Bueno —dijo Lucas, observando con detenimiento el desastre que era la cara del hombre—. Muerto no está. Aunque creo que le rompiste la nariz.
—No deberías intervenir, Parker —le dijo Alejandro.
—Creo que ya tú has intervenido bastante por todos, Alejandro.
—¿Crees que iba a quedarme ahí como un idiota viendo como volvía a insultar a una mujer como lo ha hecho toda su puta vida? Sé que Miranda te contó todo. Así que no debe ser sorpresa para ti que este tipo sea un maltratador. ¡Dios! Estaba denigrando a su propia hija frente a un montón de borrachos acosadores.
Parker caminó hasta donde estaba su amigo.
—¿Tú crees que yo no tengo ganas de dejarlo ahí tirado y que se desangre? —le contestó, con la mandíbula apretada—. Podría hacerlo, pero resulta que juré atender a quien lo necesite sin importar qué clase de persona sea. Además de eso, si no le coso esas heridas tendrá que ir a un hospital. Y va a decir que tú le hiciste eso y podrías ir a la cárcel por desfigurarlo, Alejandro. Así que no estoy haciendo esto por él.
—Él es un maltratador y no está en la cárcel por eso —Alejandro señaló a Karla—. Oíste lo que dijo de su madre, te aseguro que le hizo lo mismo que a la mía.
—Alejandro, por favor, detente —le pidió Lucas y Parker comprendió por qué. Karla tenía lágrimas en la cara y ni siquiera parpadeando podía hacer que dejaran de salir.
—Tú no sabes nada de mi familia y no tienes derecho a hablar de eso cuando ni siquiera sabes quién soy —dijo Karla entre dientes, acercándose a ellos con la vista fija en Alejandro—. Y no necesitaba que salieras a defenderme. Sé muy bien cómo lidiar con mi papá. ¿Y qué tiene que ver tu madre en todo esto?
Alejandro se echó a reír de forma odiosa.
—Claro que sí. Lo tenías perfectamente bajo control —él rodó los ojos y se pasó la mano por la barbilla—. Mira, tampoco es que lo haya hecho por ti. Josué y yo teníamos una cuenta pendiente desde hace tiempo y simplemente la saldé.
—¿Maltrató a tu madre? —La expresión de Karla se transformó por completo de enojo a comprensión—. ¿Es eso? Significa que eres... ¿mi hermano? Porque no sabía que tuviera uno.
—No tengo ningún parentesco con ese malnacido. Pero mi hermana sí —dejó de mirarla y recorrió la sala de juegos vacía con la vista—. ¿Dónde se metió Fran con el bendito botiquín?
—¿Su hermana? —Karla miró a Parker en busca de respuestas—. Mi hermana... ¿conoces a mi hermana?
—¿Ya sabías que tienes una hermana? —Parker alzó las cejas.
Karla movió la cabeza en un ligero asentimiento.
—Media hermana. Pero no la conozco. Supongo que tú sí.
—Sí, es... bueno. Es mi novia —Parker se rascó la nuca.
La chica puso cara de estupefacción y abrió la boca para responderle. En ese momento, Fran entró a la sala con el botiquín.
—Disculpa la tardanza, Karla. Tuve que encargarme de los otros tipos con los que andaba tu papá —el hombre avanzó hasta la silla donde estaba Josué y colocó el botiquín sobre la mesa.
—Permíteme —Parker se acercó y sacó alcohol, agua oxigenada y unas cuantas gasas del botiquín. Se echó alcohol en las manos y luego comenzó a limpiar las heridas de Josué con el agua oxigenada.
—Mira, no es que esté justificando lo que acaba de pasar —habló Frank—, pero ya te he dicho que no quiero a tu papá merodeando por aquí. No es la primera escena que arma, aunque sí es la primera que termina en una pelea.
Alejandro se aclaró la garganta.
—Lamento haber empezado una pelea, Fran. Sé que fue algo exagerado, pero me colmó la paciencia.
—Me sorprende tanto de ti —dijo el dueño del local con ironía—. En cuanto ti, Karla. No quiero ver más a Josué por aquí. Si quieres quedar con él para darle su mesada entonces busca otro sitio. Pero si lo vuelvo a ver molestando en mi bar, lo voy a sacar a patadas.
—¿Le das dinero a alguien que te trata así? —Preguntó Lucas, claramente sorprendido.
—No es asunto tuyo si le doy dinero o no. Es mi papá.
Parker le lanzó una mirada a Karla.
—¿Podrías traer agua con hielo y una toalla? —le dijo—. Necesito parar la hemorragia.
Ella asintió y se fue por donde había ido Fran un rato antes.
—¿Por qué le da dinero? —preguntó Lucas.
Fran se encogió de hombros.
—No tengo ni la menor idea. Y tampoco lo entiendo. Hasta donde sé, lo único que hace con ese dinero es emborracharse y gastarlo en juegos. Pero Karla sigue dándole.
—Los misterios de la vida —canturreó Alejandro en tono sarcástico, acercándose al botiquín. Mojó un algodón en agua oxigenada y comenzó a limpiarse los nudillos—. ¿Por qué estás tan callado, Parker?
—Por si no lo ves, estoy curándole el corte que le hiciste.
Su amigo se encogió de hombros y luego se acercó a él, susurrando.
—Una pequeña recomendación: ni se te ocurra decirle a Miranda que ya sabes quien es su media hermana.
—¿Por qué?
—Enloquece cuando intentas hablarle de la otra familia que formó este tipo.
Parker inclinó la cabeza.
—No está muerto y puede escuchar todo lo que dices, Alejandro.
—Está tan borracho que no pudo ni devolverme el golpe que le di. No recordará nada de esto después de dormir y despertar quién sabe dónde.
—¿Miranda enloquece tanto como tú?
Alejandro le dio una palmadita en la espalda.
—No me creas. Si quieres díselo y ve como se pone. Pero luego no digas que no te lo advertí.
—Toma —Karla apareció del otro lado y le extendió una pequeña ponchera con hielo y una toalla. Parker se encargó de inmediato y mojó el paño en el agua fría para luego colocarle la cabeza hacia atrás y ponerlo sobre su frente—. Así que... —su alumna movió los brazos de un lado a otro y luego los cruzó—, es tu novia. ¿Es la chica que fue a buscarte una vez a la facultad?
—Ay Dios —Alejandro resopló y se fue a sentar a una mesa lejana a seguir curándose los nudillos.
—Mira, Karla, no es momento de hablar de esto. Yo creo que deberías quedarte con tu padre esta noche y luego hablaremos con más calma sobre todo lo demás.
—Lo odio —dijo ella, de repente, con los ojos llorosos.
Parker se limitó a observarla. Y Lucas fue quien preguntó.
—¿A tu papá?
—Todo lo que tu amigo dice es verdad. Es un completo desgraciado. Pero me manipula de tal manera que aquí me tiene, dándole dinero y preocupada por él. Lo odio.
Más allá de Karla, Lucas se veía compungido y algo incómodo. Y Fran se había ido a sentar con Alejandro y se encontraban hablando en voz baja.
Parker suspiró y siguió haciendo lo suyo. No sabía qué decirle a Karla. No sabía qué pensar de toda la situación y de lo pequeño que era el mundo.
Miranda no quería saber acerca de su media hermana, se lo había dicho una vez. Y ahí estaba su media hermana, pidiendo algo de información acerca de Miranda. Y Parker no sabía qué decir. Ambas chicas compartían sangre, fuera de eso, no se parecían en nada.
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