20. Encuentro inesperado
Le había prometido a Miranda que estaría allí. Tenía que hacerlo.
Resopló y abrió la puerta del quirófano, encontrándose con su colega inclinado sobre el lavabo.
—¿Cambiaste de opinión? —Brett no lo miró y siguió enjabonándose las manos y los antebrazos.
Parker miró un momento a la residente que se lavaba a su lado, Dana. Parker recordaba que había sido muy buena alumna en el tiempo que estuvo impartiendo clases después de su accidente, por eso la había escogido. Pero no significaba que quisiera hablar de eso con ella ahí presente.
—García —dijo Brett, llamándola por su apellido—, ve que la paciente esté bien y tranquilízala antes de que le pongan la anestesia.
Ella se enjuagó las manos.
—Sí, doctor.
Cuando Dana entró, Brett lo miró con las cejas alzadas mientras se enjuagaba las manos.
—No voy a operar, Brett.
—¿Porque es la madre de tu novia o porque no confías en ti mismo?
Parker sintió esas palabras como una flecha clavándosele en el pecho. Pero era la verdad. No confiaba en si mismo.
—Es estúpido discutir por esto —él desvió la mirada hacia el interior del quirófano—. No se supone que deba operar si tengo un lazo emocional con el paciente.
—Los dos sabemos que esa no es la razón, Parker.
Él se relamió los labios.
—Iba a entrar para estar presente, pero creo que es mejor si observo de la galería.
—No es a mí a quien estás engañando. Pero como quieras —Brett le dirigió una última mirada y sacó las manos del chorro de agua—. Es tu decisión.
Le dio la espalda y entró al quirófano.
Parker salió y cerró la puerta tras de sí quizás un poco más fuerte de lo debido.
Era un cobarde.
Brett tenía razón, si hubiese sido cualquier otra persona en la camilla, él tampoco habría sido capaz de quedarse.
La excusa era que se trataba de Bianca, si algo salía mal podría deberse a que él estaba nervioso de lastimar a la madre de su pareja.
Pero la realidad era que no lo hacía porque tenía miedo. La realidad era que si algo salía mal sería porque él aun no estaba listo para eso.
¿Pero como saber si estaba listo si no lo intentaba? Y la cuestión era, que le daba pánico intentarlo.
Desde arriba, observó detalladamente cómo su colega llevaba a cabo la operación. Intentaba recordar lo que había leído la noche antes, el procedimiento de esa cirugía estaba fresco en su memoria. Al contrario de muchas cosas que había olvidado debido a su accidente meses atrás.
De vez en cuando, por las noches, algunos recuerdos llegaban a su mente. Había recordado algunas otras cosas de Miranda, había recordado incluso partes de los seminarios a los que había asistido durante el congreso. Pero lo que seguía sin recordar era su accidente, por más que su madre le había dicho que fue su culpa porque estaban discutiendo por teléfono, él no lograba que eso tomara forma dentro de su mente.
El regreso al hospital hacía que pensara en todas esas cosas de nuevo.
Volvió a enfocarse en lo que sucedía abajo, porque lo frustraba pensar en todo eso. Quería dejar de sentirse como lo hacía.
Había visto a Brett hacer cirugías anteriormente. Había trabajado con él muchas veces, consideraba que era muy bueno en lo que hacía, y en ese momento estaba comprobando una vez más que tenía razón.
Al contrario de su padre, quien era cirujano cardiotorácico, a él le había interesado el sistema nervioso. Le parecía un campo muy extenso y muchas veces, sorpresivo. Había llegado con la idea de ser neurocirujano y se había cruzado con Brett, y al contrario de competir, habían trabajado juntos. Brett lo conocía, y se preocupaba por él. Lo que le había dicho un rato antes le había tocado la fibra sensible, más que molestarlo, lo hizo darse cuenta de que estaba en lo cierto.
Eso era lo que siempre había querido ser y echarlo por la borda a esas alturas era algo que no estaba dispuesto a hacer, pero no sabía cómo volver. Y aunque no se sintiera listo, quizás era el momento de intentarlo.
Acababa de reencontrarse con Miranda, y ella era lo mejor que le había pasado en un largo tiempo. Estaba enamorándose de ella, Parker lo sabía. Se le había grabado en el corazón, extremadamente rápido.
Todavía estaba procesando todo lo que Miranda le había contado durante el vuelo. Las cosas que le había dicho lo habían puesto a pensar un montón. Bianca era lo único que ellos tenían, si él hubiera aceptado la propuesta de Brett, cabía la posibilidad de meter la pata en plena cirugía. Y eso jamás iba a perdonárselo.
Volvió su atención a la operación de Bianca, y recitó una oración silenciosa. Todo saldría bien, necesitaba que así fuese. Porque esa mujer que estaba allí abajo era una parte importante de su vida ahora.
*****
La cirugía había sido todo un éxito. Cuando Brett y Parker salieron a decirles que su madre estaba bien y que podían pasar a verla, Miranda sintió que se le iba un peso de la espalda y que el revoltijo de su estomago cesaba.
Según los detalles de Brett, no había existido ninguna complicación por la cual ponerse nervioso durante la intervención. Pero tendrían que esperar como era la recuperación de Bianca los próximos tres días, los cuales eran sumamente importantes para ver como el cerebro y la vista de su madre respondía ante la extirpación del tumor.
En ese momento, ella y su hermano se hallaban en la habitación de su madre, quien se dispuso a dormir luego de que ellos se aseguraran de que estaba completamente bien, quitando la hinchazón en la nariz y la molestia por el taponaje. No conversaron demasiado, pero si lo suficiente como para darse cuenta de que su madre lo único que quería hacer era descansar.
Miranda también se sentía agotada, pero no podía darse el lujo de dormir ya que se encontraba trabajando en el proyecto. Debía terminar cuánto antes el diseño en el que tanto tiempo había invertido. La verdad era que lo tenía casi listo, le faltaban ciertos detalles pero en general iba bien teniendo en cuenta el plazo de entrega.
Cuando estuviera listo, lo enviaría de inmediato para esperar la aprobación del mismo. Si es que lo aprobaban. Esperaba que sí.
Anhelaba que aceptaran el suyo, y quería asegurarse de que todo estuviera perfecto para lograrlo. De tan solo pensar en presentarlo delante de toda esa gente importante, la emoción le erizaba la piel.
Comenzó a agregar las texturas necesarias al diseño, fascinada por cómo todo empezaba a tomar una forma grandiosa. Se sentía orgullosa de lo que estaba haciendo, esperaba que todo el esfuerzo valiera la pena. Y se sentía más feliz porque ahora su madre estaba bien, todas las cosas estaban ordenándose y ella se sentía tranquila, a pesar de todo.
A pesar de todo, porque, aún había algo que estaba molestándola.
Cuando Brett y Parker se habían acercado a Alejandro y a ella, Miranda pudo notar que entre ellos colgaba una ligera tensión. Y decía ligera porque no quería exagerar la situación, pero el entrecejo fruncido de Brett cuando se había despedido de Parker con un asentimiento de cabeza le dejaba entrever a la chica que las cosas entre ambos no estaban bien. ¿Qué había sucedido? Ella no lo sabía debido a que momentos después Parker se había excusado y se había ido también.
Y seguía sin aparecer. Le había dejado un par de mensajes pero él todavía no se molestaba en verlos y ella intentó no pensar demasiado en eso. Parker debía estar con su padre o hablando con Brett. O quizás tenía muchas cosas que solucionar y ya hablarían de eso luego.
Quitó la vista de su portátil para ver a su hermano, quien también se había quedado dormido luego de hacer los papeleos de su madre. Alejandro sin duda era el mejor hermano que pudo haber pedido. Y el único que necesitaba.
Dejó la laptop a un lado, se levantó estirando los brazos y soltó un bostezo. Estaba muy cansada, pero no quería irse de allí. Prefería pasar toda la noche despierta que durmiendo sola en otro lugar, debido a eso, iría a la cafetería a comprarse un café y algo de comer. Y a buscar a Parker, si no se perdía antes en el hospital.
—¿No te has ido aún? —la voz adormilada de su hermano le llegó a los oídos y ella volteó a verlo.
—No quiero dormir sola en un hotel, Ale. Y tampoco quiero dejarlos a ustedes. Así que preferí quedarme —comentó, acercándose a su hermano y ajustándose la chaqueta de Parker mientras metía las manos en los bolsillos.
Él se la quedó viendo un momento y luego asintió.
—¿Y Parker?
Una sensación rara en el centro del estómago volvió a tomar forma.
—No sé dónde está.
—¿No lo has visto desde que mamá salió de la operación? —frunció el ceño.
Ella negó con la cabeza pero forzó una sonrisa para tranquilizarlo.
—No importa. Debe estar con alguien de su familia.
Alejandro la observó con las cejas alzadas pero no dijo nada.
—Iré por un café y algo de comer, ¿quieres que te traiga algo?
—No. Estoy bien, seguiré durmiendo. Tú deberías hacer lo mismo.
—Estoy bien y además tengo un proyecto que terminar.
Él bostezó y sacudió la cabeza.
—Como gustes.
Miranda salió de la habitación mientras parpadeaba para quitarse las ganas de llorar que le habían llegado de pronto. De repente, se sintió muy estúpida.
Intentaba entender a Parker, realmente lo hacía. Intentaba darle su espacio porque se imaginaba lo difícil que debía ser para él estar de vuelta en el hospital, se imaginaba lo frustrante que era no recordar cosas que eran importantes para él y se imaginaba lo doloroso que debía ser sentir que no podías hacer lo que te gustaba nunca más. Ahí estaba, intentando entender todo por lo que él estaba pasando, haciendo lo posible por ayudarlo o al menos escucharlo. Porque para eso estaba ella.
Y lo que no entendía Miranda era el motivo de desaparecer sin dar al menos un aviso.
Suspiró mientras pasaba al lado de un montón de enfermeras caminando de un lado a otro y luego se detuvo ante el ascensor.
Definitivamente los hospitales ahí eran distintos, lo único que Miranda podía igualar era el sentimiento de preocupación y dolor que abundaba en el aire. En la sala de espera había un montón de rostros intranquilos y de ojos llorosos que esperaban ansiosos por una respuesta.
En ese momento, ella estaba agradecida porque la suya había sido una buena respuesta. Otros, desgraciadamente, no corrían con la misma suerte.
Las puertas del ascensor se abrieron, y Mathías Miller se encontraba en el interior.
El hombre le sonrió.
—Brett me dijo que la operación ha sido todo un éxito, ¿cómo se encuentra tu madre?
—Está bien. Aunque ahora está durmiendo, espero que cuando se despierte todo sea como antes —ella suspiró—. Antes de que se enfermara, me refiero.
Mathías se rió y asintió, pero luego frunció el entrecejo.
—¿No deberías estar dormida tú también? Debes llevar más de veinte horas despierta.
—Estoy trabajando en un proyecto, y con todo lo de la operación de mamá tampoco dormí así que...
—Estás aprovechando el insomnio en algo útil —él asintió nuevamente, como si le hubiera sucedido muchas veces. Probablemente sí, era médico.
—Exacto. Ahora mismo iré por algo de comer para seguir al ruedo.
—Yo también iba por algo de comer, ¿qué te parece si te invito un café y charlamos?
Miranda sintió que el estómago se le prensó de los nervios, pero le dedicó una sonrisa al mayor y asintió.
Mientras se dirigía con Mathías hacia la cafetería, notó que todo el mundo le echaba una ojeada antes de saludarlo a él. Y ella no sabía si las miradas furtivas se debían a que iba caminando cómodamente al lado del director del hospital o si era porque su aspecto no encajaba para nada con el del hombre que tenía a su lado. El padre de Parker bien podía ser el jefe de todos allí, pero caminaba con naturalidad y sonreía amablemente a todo el que pasaba, como si fuera un amigo más y ella sintió admiración al instante.
Se sentaron en una pequeña mesa con sus cafés y unas tortas que habían pedido. Miranda no sabía si el hombre iba a bombardearla de preguntas acerca de su hijo. De repente, se imaginó un montón de cosas alocadas tal cual escenas de películas en las que el padre rico ofrece dinero a la pobre chica para que se aleje de su hijo. Sacudió esos pensamientos sin sentido de su cabeza porque en primer lugar, Mathías parecía agradable y en segundo, esas cosas ya no pasaban en la vida real. La falta de sueño estaba haciendo que se montara películas locas en la cabeza.
—Entonces, Miranda, ¿cuál es ese proyecto en el que trabajas?
Soltó un suspiro de alivio en su interior y le comentó acerca de su diseño de arquitectura ecológica.
—Es excelente. Todo suena buenísimo. Me alegra de que mi hijo haya encontrado a alguien con sueños y metas tan grandes como los tuyos —Mathías la miró con cierto brillo en los ojos y ella no pudo evitar preguntarse, de nuevo, dónde estaba Parker en ese momento.
—Muchas gracias, señor —ella le sonrió y bebió un sorbo de su café.
—Qué va, llámame Mathías. O suegro, como prefieras.
Miranda parpadeó.
—No le digas a Parker que te dije eso, se va a avergonzar. Justo como tú.
—Hablando de Parker, ¿lo has visto? —preguntó, en ese momento se sentía aún más avergonzada que antes—. Yo... no lo he visto desde que terminó la operación de mi mamá.
La observó con el entrecejo fruncido.
—Pues yo no lo he visto desde que empezó. Pensé que no había venido a verme por estar contigo. —Se quedó un momento en silencio—. ¿Le has intentado llamar?
Ella asintió.
—¿No contesta? —suspiró y se pasó una mano por el cabello, gesto que Parker imitaba mucho—. Creo saber dónde puede estar.
—¿Podrías llevarme? Este hospital es extremadamente grande y, sin ofender, el ambiente me pone un poco mal.
Él sonrió.
—Claro que sí. Vamos.
*****
Mathias la llevó a un sitio aún peor del hospital, era más silencioso y oscuro. Y vacío.
La condujo por un pasillo largo y luego se detuvieron en una puerta gris que estaba entreabierta y por la cual se escapó el sonido de unas voces.
—No era por Bianca, Parker, y lo sabes. Eso fue lo que me molestó.
Ese era Brett usando un tono de voz que Miranda nunca le había escuchado en las pocas veces que habían tenido una conversación.
Escuchó a Parker maldecir y luego un objeto metálico cayendo al piso. Miró a Mathías pero ninguno parecía dispuesto a abrir la puerta y pasar. Así que escucharon lo que Parker dijo a continuación.
—Es suficiente de esta porquería, Brett. Ya sé que soy un cobarde de mierda. No tienes que repetírmelo. No tienes que venir aquí y decirme cosas que ya sé. Estoy intentándolo, realmente lo hago. Si no, no estuviera aquí tratando de volver a lo que era.
—¿Y crees que esta es la mejor manera? No sirve cuando estás frustrado. Deberías calmarte primero.
—Lo estaría si no hubieras venido aquí a sacarme en cara mi propia mierda.
—Bien.
Miranda iba a quitarse de la puerta cuando Brett la abrió y se quedó congelado mientras alternaba la mirada de ella hacia Mathias.
—Miranda —dijo, aclarándose la garganta.
—Brett —ella lo imitó, en tono incómodo.
—Jefe —Brett deslizó su mirada azulada hacia el padre de Parker—. ¿Deberíamos irnos? Tengo algo que hablar con usted.
Mathías asintió soltando un suspiro.
—Vamos.
Brett asintió y al pasar a su lado, le susurró:
—Por favor, haz que entre en razón.
Cuando los hombres se fueron, Miranda pasó hacia la habitación y el olor putrefacto que inundaba el ambiente la frenó, pero vio a Parker de pie mirándola fijamente con las manos cubiertas por un par de guantes y un bisturí entre sus dedos.
—No deberías estar aquí —dijo él, intentando sonreírle—. Huele a muerto y además, no eres médico.
—No contestaste mis mensajes. —Miranda trató de articular las palabras sin hacer sonidos de arcadas pero no lo logró.
Parker dejó el bisturí sobre la mesa y ella desvió la mirada hacia cadáver abierto que había a su lado. Luego volvió a mirarlo a él. Se quitó los guantes y luego le hizo señas para que lo siguiera fuera de la habitación. Gracias a Dios.
Caminaron en silencio por el pasillo hasta que Parker encontró un baño y entró para lavarse. Al verla que se quedó en la puerta la miró con las cejas alzadas.
—¿No vas a pasar?
—¿No sería raro si nos ven aquí?
—¿No es más raro que nos vean hablar en el pasillo de la morgue?
Ella no podía discutir contra eso así que entró y cerró la puerta tras de si.
Parker terminó de lavarse las manos y fue hasta ella. Le tomó las mejillas con ambas manos y le dio un beso en la frente.
—Me abstendré de abrazarte porque huelo terrible.
Eso a ella ni siquiera le importaba, así que lo rodeó con los brazos durante un momento.
—Estás actuando raro, Parker.
—Lo lamento —susurró él contra su oído.
—¿Por qué no contestaste mis llamadas? —empezó ella—. ¿Cómo vas a irte luego de la operación de mamá? ¿Cómo vas a desaparecerte así cuando más te quiero a mi lado? ¿Y por qué vas a desaparecer cuando más necesitas apoyo? —Las palabras brotaron de su boca sin que ella pudiera detenerlas, quizás con demasiada rudeza. Se separó de él para mirarlo a los ojos y se dio cuenta de que los tenía cristalizados mientras la veía fijamente—. Escuché tu conversación con Brett. ¿Qué está pasando?
—No deberías haber escuchado esa conversación. Mi padre no debió traerte aquí.
—¿Por qué no?
—Porque no quería que me vieras así, Miranda —él sacudió la cabeza—. Volver aquí, ver el hospital, observar la operación de tu madre, escuchar a Brett pidiéndome que lo acompañara y luego escucharlo reñirme por ser un cobarde. Todo eso me revolvió por dentro. No soy ni la mitad de lo que era antes del accidente, y siento que no volveré a serlo. Y es terrible no entender qué carajos pasó. Me es imposible creer que fue un simple accidente porque hay un montón de cosas que no me cuadran. Pero supongo que nunca lo sabré. Estoy empezando a creer que los recuerdos nunca volverán. Y junto con ellos, creo que también se fue la seguridad que tenía en mí mismo.
Miranda no había visto a Parker tan derrotado como en ese momento.
—No puedes pensar así. Sé que es frustrante y que debe ser realmente malo sentir que no puedes hacerlo de nuevo, pero no puedes rendirte antes de intentarlo.
—Tú no lo sabes. No sabes cómo será.
—Y tú tampoco. Así que deja de hablar de fracaso y deja de creer que lo echarás a perder si ni siquiera haz hecho el intento. Este no eres tú, Parker.
—¿Y quién se supone que soy? —él tensó la mandíbula.
Miranda parpadeó y una lágrima se le resbaló por la mejilla.
—Eres más que esto. Eres más que alguien que se va sin avisar solo porque está molesto consigo mismo. Eres más que entristecerte por lo que no puedes hacer. Deja de quejarte y sólo hazlo.
—¿Quejarme? —Parker alzó las cejas, arrugando la frente—. No he querido hablar de esto contigo porque no quería que nuestra relación se basara en lo que solía ser cuando nos conocimos, en quien era, a alguien que ni siquiera recuerdo bien. Ya no recuerdo cómo era todo antes de esto, Miranda.
—Estás equivocado. No permitas que el accidente te arrebate lo que quieres, no dejes que tome más cosas de ti, Parker. Si no regresa tu memoria, pues aprende cosas nuevas. No intentes ser como antes, intenta ser mejor de lo que eras —Miranda no quería discutir en ese momento, así que alzó la mano y le acarició la mejilla—. Tienes que creer en ti porque yo lo hago. Tus padres creen en ti y Brett cree que puedes ser mejor que esto. Yo creo que puedes enfrentar la situación y sacar provecho de ella.
Parker cerró los ojos un momento y cuando los abrió, los tenía llenos de lágrimas.
—Soy un idiota. No debí desquitarme contigo para empezar. Lo siento.
Ella le sonrió.
—Está bien. Y no eres un idiota.
—Lo soy —él asintió, tensando la mandíbula—. Porque rompí mi promesa.
—¿De qué hablas?
Parker resopló.
—No estuve con tu madre en el quirófano. Te prometí que lo estaría, y no pude. Lo siento.
—Pensé que habías visto la cirugía.
—Sí. Desde la galería. No pude entrar, Miranda.
Ella sacudió la cabeza.
—Está bien. Olvídate de eso. En parte fue mi culpa por hacer que lo prometieras, no debí presionarte.
—¿Segura que no estás molesta por eso?
—No. Está bien. Mi mamá está bien —ella le dio un asentimiento para tranquilizarlo—. Es momento de que sigas adelante, Parker. El accidente marcó una etapa de tu vida, pero no dejes que se convierta en ella. Úsalo como un impulso y no como un obstáculo. ¿Me puedes prometer eso?
—Es difícil —él deslizó las manos a lo largo de los hombros de ella, tragando saliva. Y aunque estaba cubierta con su chaqueta, sintió el calor que le provocaba su toque filtrarse por la tela de la prenda—. Supongo que no me lo he tomado muy bien.
—Está bien estar triste —respondió ella, entrelazando sus dedos con los de él cuando sus manos llegaron hasta las de ella—. Pero no debes estarlo por mucho tiempo.
Parker asintió.
—Debería hablar con mi papá. Y pedirle disculpas a Brett, ¿cierto?
—Estoy de acuerdo.
—Gracias por hacerme entrar en razón. Deberías dormir un poco y descansar, y después quizás... ¿comemos juntos?
—Por supuesto —Miranda se colocó en puntillas y lo besó en los labios—. ¿Podemos salir de aquí? El hecho de que este piso sea la morgue me da un poco de miedo.
—Te habías tardado en decirlo.
—¿No será raro que nos vean saliendo a ambos tomados de la mano?
—Si supieras lo común que es, no preguntarías eso.
*****
No durmió demasiado, quizás unas seis horas, pero eran suficientes para ella. Era la misma cantidad de tiempo que solía dormir cuando estaba en la universidad. Pero los muebles de los hospitales no eran tan cómodos como su cama, así que a pesar de dormir las horas suficientes, el cuerpo le dolía como si no hubiera descansado en toda la madrugada.
Por la mañana, Brett llegó para hacer la revisión post-operatoria de su madre. Verificó su visión, sus movimientos y le hizo unas cuantas preguntas.
—Bianca, debo decir que estoy impresionado de lo bien que tu sistema ha reaccionado a la operación. Tus pupilas responden bien, tu presión arterial está en perfecto estado y tú misma no pareces salida de una operación.
—A excepción de los tapones en mi nariz y que estoy conectada a un montón de cosas —respondió su madre con voz un poco nasal.
—Bueno, ese es el procedimiento. Y a pesar de que estás bien, aún tenemos que mantenerte en control unos dos días más. Sólo para estar seguros. Mañana pasaré a retirarte esos tapones y veremos si todo está bien.
Ella asintió y le sonrió.
—Muchas gracias. Eres un encanto.
Brett sonrió y le lanzó una mirada de suficiencia a Alejandro.
—Mamá... —su hermano se aclaró la garganta.
—¿Qué? ¿Estás celoso, cariño? Tú también eres un encanto.
Miranda soltó una pequeña risa y sacudió la cabeza.
Brett sonrió y miró a su madre.
—Gracias, Bianca. Nos vemos luego.
Su madre sacudió la mano restándole importancia.
—No tienes que venir a verme siempre. Eres médico y tienes cosas más importantes que hacer.
—Sí, Brett, deja de coquetear con mi madre y anda a atender a tus otros pacientes. ¿No se supone que estás de guardia hoy? —Alejandro lo miró con las cejas alzadas.
—¿Tienes miedo de que tengas que pedirme la bendición, Alejandro? —Brett se acercó a él con los brazos abiertos y lo rodeó en un abrazo.
—Fuera de aquí, St. James —su hermano se escabulló de las grandes extremidades de Brett y lo fulminó con la mirada haciendo que el moreno estallara en carcajadas.
—Hasta luego, entonces —Desvió la vista hacia Miranda y ella entendió el mensaje, saliendo con él hacia el pasillo—. ¿Hablaste con Parker?
—Sí. Anoche. En este momento debe estar con Mathías, luego probablemente quiera hablar contigo.
—¿Lo hiciste entrar en razón?
—Hice todo lo que pude. Pero creo que por fin sabe qué tiene que hacer.
Brett asintió.
—Bien.
—Hasta pronto.
Ella volvió a la habitación y tomó su bolso.
—Alejandro, ¿sabes si puedo usar los baños de aquí para... asearme? Necesito una ducha.
—Bueno, la habitación tiene un baño por algo.
Miranda observó la puerta marrón que había a la derecha de la habitación.
—Estoy tan cansada que ni siquiera recordaba eso.
Caminó hasta la puerta y la abrió entrando en el pequeño baño de hospital. Estaba bastante limpio y era todo de cerámica blanca. Cerró la puerta con seguro detrás de sí y colocó el bolso encima de la tapa del inodoro y se desvistió lo más rápido que pudo para luego meterse bajo la regadera.
Realmente necesitaba una ducha con agua fría para quitarse el cansancio que sentía encima. No sabía cómo a la gente siempre le gustaban los baños calientes, no lo entendía. Aunque por supuesto en un país con clima helado en ciertas épocas del año, lo entendía. Pero durante esa época en California no hacía frío. El clima era, de hecho, bastante parecido al clima de Caracas. Debían estar a unos veintitantos grados, lo cual estaba bien, porque podía ducharse con agua fría sin ningún problema.
Nunca había viajado a Estados Unidos y le parecía un poco triste estar ahí solo porque su mamá había enfermado de repente. En pocos días se iría de nuevo y dudaba que visitara algún sitio bonito de la ciudad de San Diego. Por lo que, apreciaría si comía con Parker en otro lugar de la ciudad que no fuera la cafetería del hospital.
Luego de ducharse y lavarse el cabello, Miranda salió como nueva y vestida con ropa limpia. Y por supuesto, con la chaqueta de Parker que estaba dudando en devolverle.
—¿Vas a algún lado? —le preguntó su madre.
—Voy a comer con Parker. ¿Estarás bien sin mí? ¿Ya comiste?
—Sí, por supuesto. Mientras te bañabas me trajeron comida sosa de hospital.
Miranda sonrió.
—Ya sabes que no puedes comer nada dulce. Órdenes del médico.
—Las aceptaré solo porque es una belleza. ¿Viste el contraste que hacen sus ojos azules con su piel morena? Exótico.
Alejandro gruñó en su silla. Miranda lo volteó a ver mientras soltaba una carcajada; tenía una hamburguesa en una mano y estaba masticando mientras le lanzaba una mirada disgustada a su madre.
—¿No es muy temprano para comer hamburguesa?
—Ni siquiera tiene gran cosa. Aquí son muy simples —Alejandro habló con la boca llena—. Solo carne, queso, lechuga y pepinillos. Es como si estuviera a dieta también.
—Estoy a punto de botarlo del cuarto solo por comer eso frente a mí —dijo Bianca.
—Pues bien, ya que ambos se alimentaron, puedo ir a comer sin ningún remordimiento. Vuelvo en un rato.
—Dale saludos a Parker.
Miranda asintió, saliendo de la habitación y caminando hacia los ascensores.
Estaba pensando en que ya no había nada que interviniera en ese momento a solas que estaba deseando con Parker hasta que divisó una cara vagamente conocida que venía hacia ella.
Tenía el cabello un poco más largo, pero sin duda era ella.
Alexa llegó por fin adonde estaba Miranda, tenía el semblante mucho más preocupado de lo que ella recordaba pero eran los mismos ojos color avellana que la habían mirado de manera despectiva un tiempo atrás.
—Miranda —Alexa sonaba sorprendida, pero le sonrió de forma genuina—. Jamás pensé que me cruzaría contigo por aquí.
—Yo tampoco pensé que me cruzaría de nuevo contigo, pero aquí estamos.
—¿Sabes? Estaba buscando a Parker porque me enteré que había vuelto y necesito hablar con él —como si fuera noticia que ella lo buscara siempre—. Pero ahora que te veo, creo que es mejor que hable contigo.
—No veo qué tendrías que hablar conmigo. Y yo tengo cosas que hacer así que debería irme.
—No, no. Espera. —ella la miró con expresión suplicante—. Es realmente importante. Y sé que Parker no me escuchará. Pero a ti sí, así que tienes que decirle lo que te contaré.
—Mira —Miranda cambió el peso de un pie a otro—. No sé qué tengas que decirle, pero sea lo que sea, deberías decírselo a él. No a mí. No soy una paloma mensajera, Alexa. Así que lo que tengas que resolver con Parker, es con él. No conmigo.
—Escucha, Miranda. Sé que fui una imbécil durante mucho tiempo, precisamente por eso perdí la confianza de Parker. Y aunque lo nuestro haya terminado, quiero ayudarlo. Y sé que no me debes nada, pero esto es importante. Podrías al menos... ¿ayudarme a decírselo?
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