2. Cita submarina
Miranda se encontraba paseando por un mercado que había buscado la noche anterior por internet. Le encantaba la vibra que emanaba aquel lugar, los diversos olores que llegaban a su nariz directo de los puestos de comida, y las hermosas obras de artesanía que vendían por todos lados. Banderines de colores colgaban del techo, la brisa los movía de un lado a otro y debido a la luz de sol que los atravesaba, el lugar se llenaba de diversos matices de colores cálidos.
Se paseó por los alrededores ojeando las tiendas, viendo ropa y de vez en cuando se detenía a charlar con algún lugareño que vendía en el mercado. En uno de los puestos compró una replica en miniatura del Templo de Kukulkán que le había gustado. Todavía no visitaba el Chichén Itzá, pero esperaba poder hacerlo en los días que iba a estar allí. Había ahorrado, se lo merecía. No podía visitar México y no ir a tan hermoso lugar arqueológico. Estudiaba arquitectura, debía ver esa ciudad con sus propios ojos.
También compró una cartera color marrón que estaba decorada con tiras de cuero trenzada. No para ella, no era su gusto. Pero Miranda estaba segura de que a su madre le encantaría.
Después de eso, se sentó en una de las mesas al aire libre de uno de los locales de comida y pidió unos tacos para desayunar. Porque definitivamente tenía que comer.
Ese pensamiento le hizo acordarse del agradable estudiante de medicina que había conocido el día anterior. Después de almorzar, Miranda le pidió su número y le dijo que lo llamaría. Ahora, sentada degustando su comida, no sabía si hacerlo.
Se lo pidió porque consideró que le haría falta un amigo mientras estaba de viaje. Aunque esa mañana no había ido mal, en comparación con la del primer día de su viaje: llorar en la playa y luego haberse desmayado no había sido tan genial como ella pensó que sería su primer día en Cancún. Lo único bueno que sacó de todo eso fue conocer a Parker, quien además de haberla ayudado le había caído extremadamente bien.
Suspiró, sin saber si llamarlo o dejarlo pasar. Paseó su dedo pulgar por la pantalla del teléfono considerando si apretar o no el botón de llamar.
Se cuestionó por qué había sido tan bocona de pedir su número. Él le había gustado, de cierta manera. Era divertido y agradable. Y parecían tener mucho en común. Hacer una amistad con él mientras estaba de viaje podía ayudarla a distraerse un rato. Conversar con alguien nuevo, de cosas nuevas.
‹‹No lo llames. De seguro está ocupado haciendo algo de médicos estudiosos y ni siquiera atenderá›› —se dijo a sí misma para quitarse las ganas que tenía de ponerse en contacto con él.
Dejó de debatir con su yo interior y buscó el contacto de su madre para hacerle una llamada rápida. Por suerte existía el WhatsApp y tenía señal para llamarla.
—¿No se supone que estés nadando en las cristalinas aguas de Cancún? —dijo su madre al atender.
Ella sonrió.
—Pido disculpas por interrumpir mi viaje y llamarte para saber cómo estás.
—Estoy de maravilla. Hoy he diseñado una vitrina de ropa espectacular. Tengo un vestido que te quedará precioso.
—¿Me has guardado uno de los vestidos de la nueva colección? —Miranda no pudo evitar sonreír. Su madre estaba surgiendo como diseñadora de modas y ella no podía estar más feliz de que le estuviera yendo bien.
—¡Por supuesto! Es tuyo, pero con una condición.
—¿Cuál?
—Tienes que modelarlo cuando regreses.
—¡Mamá! —Exclamó entre risas—. Sabes perfectamente que no sirvo para eso. Pero puedo convencer a las chicas de que te ayuden.
—Es que ya ellas están dentro, faltas tú.
—¿Presentarás la colección cuándo?
—Está pautada para después de que regreses, así que no tienes excusa.
—De acuerdo. Lo haré.
—Sabía que lo harías —su madre hizo una pausa—. Y dime mi niña, ¿cómo estás tú?
La pregunta le movió algo en el estómago. Miranda observó sus tacos a medio comer y suspiró.
—Estaré bien pronto. El ambiente aquí... es realmente bueno. Justo en este momento no podría encontrarme mejor.
—Está bien. Eso es bueno. El agua salada siempre ayuda.
—¿Incluso las lágrimas? —aventuró Miranda.
—Ni te atrevas a llorar por ese imbécil —la regañó su madre.
—Es broma, mujer. Te compré una cartera muy a tu estilo.
—No puedes insinuarme que estás llorando y luego cambiar de tema así como así, Miranda Andreina.
Ella rodó los ojos.
—No sé qué mosca te picó para ponerme Andreina de segundo nombre.
—Es bonito.
—No lo es si lo combinas con el Miranda. —replicó—. En fin, no estoy cambiando de tema, y tampoco estoy llorando. ¿Vas a querer foto de la cartera o no?
—¡Por supuesto! Y ahora vas a colgar y vas a disfrutar de tus vacaciones, no te preocupes tanto por mí.
—Te amo, mamá. Nos vemos pronto.
—Yo también te amo. Y disfruta. —luego de eso, colgó.
Después de esa llamada, a la joven se le habían subido por completo los ánimos.
Se terminó de comer los tacos y decidió que llamaría a Parker.
Debía dejar de negarse a sí misma que le había gustado.
Le había gustado su compañía y le había gustado él. Y a pesar de que en sus planes no venía la palabra "compañía" incluida, estaba muy segura de que no le molestaba estar acompañada de cierto chico de ojos azules y lindos hoyuelos.
Por suerte, los planes siempre podían cambiarse. Y ella tenía uno nuevo:
No pensar tanto las cosas. Solo hacerlas.
*****
Eran las doce del mediodía cuando Parker salió de la conferencia y se encontró con sus amigos en el bufet.
Brett St. James lo saludó con un asentimiento de cabeza. Era alto, quizás un metro ochenta, tenía el cabello negro rizado cortado muy bajo y una espesa barba oscura le cubría la mandíbula. Y sus ojos azules contrastaban con su piel morena.
Se pasó la mano por el estómago y gruñó.
—Me siento igual de hambriento a como salgo de las cirugías. Necesito un buen almuerzo antes de entrar allí —habló en inglés. El segundo idioma de Parker.
Brett, Sam y Parker eran amigos desde la escuela de medicina. Brett era un par de años mayor que él y se había graduado primero. Por esa razón, Brett ya se había especializado. Mientras que Sam y él acababan de terminar el último año de como residentes.
Parker les había intentado enseñar su idioma materno desde que empezaron a juntarse, Brett sabía un poco más que Sam, quien por otro lado ya dominaba el chino y el inglés y le costaba un poco más el español.
En el Congreso, los médicos especialistas ponentes hablaban en inglés. Así que cualquiera que se hubiera inscrito, tenía que dominar el idioma.
—Ni que lo digas —respondió Sam. Samuel Li, unos cuantos centímetros más bajo que Brett, más o menos del tamaño de Parker. Era más delgado, tenía el cabello negro liso y los ojos rasgados debido a su ascendencia china—. Considerando la cara que tiene Parker, ha recibido información pesada. ¿Qué me dices, colega?
—Craneotomía con el paciente despierto —respondió Parker, quien también estaba hambriento desde hacía rato—. Operación del Parkinson.
—Me sentiría más emocionado si la conferencia de hoy fuera sobre el reemplazo de válvula aórtica—anunció Sam mientras los tres se acercaban a la mesa repleta de bandejas de comida.
—Pero esa fue la de ayer —recalcó Brett.
Sam asintió.
—Lo sé. Pero fue estupenda, ¿no te lo pareció? Yo estaría dispuesto a escucharla de nuevo.
—Yo estoy en neuro. El reemplazo de válvula fue interesante, sí. Pero ¿operación del Parkinson? —Brett sacudió la cabeza—. ¿Por qué no me inscribí en la mañana junto con Parker?
Él sonrió.
—Porque ambos son unos dormilones —dijo Parker—. Tranquilo, ya la verás en un momento.
El bufet estaba repleto tanto de estudiantes como él y sus colegas, al igual que de especialistas y gente importante pertenecientes a diversas áreas de cirugía. Cuando terminó de servirse la comida, se sentó en una mesa junto con Brett y Sam.
Sam destapó una bolsita de azúcar y la echó en el café mientras hablaba.
—No es que nosotros seamos dormilones, es que tú eres rompegrupo. —dijo él, moviendo el café con una paletica.
—No pueden culparme por querer ir a la playa después de cada conferencia.
Brett esbozó un sonrisita burlona.
—Hablando de ir a la playa, no nos contaste como fue el resto de la tarde con tu paciente desmayada.
—Su chica —sonrió Sam, metiéndose una papa frita en la boca.
—No es mi chica —enfatizó Parker—. Pero, ¿qué más puedo contarles? Sólo fuimos a comer, no pasó nada más —dijo, dándole un mordisco a su hamburguesa.
—Permíteme que te diga esto: ayer llegaste con la sonrisa de un idiota estampada en la cara y te brotaban corazoncitos de los ojos. Parecías una caricatura. Sólo te faltaba la baba saliendo de tu boca.
—Eso es cierto —puntualizó Sam—. No te veía así desde... —se calló y luego asintió—, bueno tú sabes quien.
Parker ignoró su último comentario y siguió comiendo.
—Pues sí es una chica bastante hermosa y es bastante agradable. Y puede que me haya flechado un poco, pero...
—¿Un poco? —lo interrumpió Brett, riendo.
—Bueno. Puede que me haya flechado mucho. Es que de verdad chicos —una sonrisa se le escapó de los labios—, es preciosa. Me gustaría verla de nuevo.
—¿No tienes su número? —preguntó Sam.
La verdad es que no lo tenía. No se lo había pedido porque ella se adelantó a pedir el de él y le había dicho que lo llamaría, así que se dijo que entonces cuando lo llamara, guardaría su número.
—Bueno... —Parker desvió la mirada a su vaso y fingió interesarse en el líquido naranja que había dentro—, la cosa es que no lo tengo —terminó de admitir, rascándose la nuca mientras hacia una mueca.
Brett y Sam rompieron en carcajadas y se miraron mutuamente, después, Brett le puso una mano en el hombro, aún riendo.
—Estuviste con ella un buen rato ¿y no pudiste pedirle el número? Vamos, Parker, ¿me estás jodiendo cierto?
—Ella pidió el mío —dijo Parker—, y dijo que quizás me llamaría.
—¿Quizás? —preguntó Sam, aún sonriendo.
—Exacto —Parker asintió—. Aún no ha llamado. Ahora, dejen de fastidiarme y coman. —Suspiró, pasándose la mano por el cabello y en ese momento su teléfono celular empezó a sonar.
—¡Pero qué cosas! —exclamó Brett riendo—. Debe ser ella, eres un jodido suertudo. Atiende, atiende.
Parker rodó los ojos, mientras sacaba el teléfono de su bolsillo y miraba el número desconocido en la pantalla.
Podía ser ella.
—¿Hola? —atendió. No iba a mentirse, estaba emocionado porque fuera Miranda al otro lado de la línea.
—¿Parker? Soy yo, Miranda —una risa nerviosa sonó del otro lado y él sonrió.
—Hola, Miranda —respondió él, mirando a sus amigos, quienes levantaron los pulgares hacia él en forma de aprobación—. ¿Qué tal?
—Bien, estoy bien. Mucho mejor que ayer a decir verdad —ella se quedó en silencio un momento y luego Parker pudo escuchar un pequeño suspiro—. Por casualidad, ¿estás libre ahora? Estaba pensando en que quiero salir a conocer por aquí pero la verdad es que me gustaría tener compañía, quizás para charlar, ¿te gustaría acompañarme? Aunque si estás estudiando o tienes algo que hacer...
—No —dijo demasiado rápido. Se reprendió internamente y lo volvió a intentar—. Quiero decir, no estoy ocupado. Ya salí de la conferencia que tocaba hoy. Así que sí, estoy libre —respondió, mientras miraba a sus amigos.
Brett y Sam lo miraban fijamente, atentos a todo lo que decía. Quizás intentando entender cada palabra en español.
—Oh, es genial entonces. Aunque quiero ir a muchos sitios, no tengo idea de por dónde comenzar.
—Yo sé de un sitio que puede gustarte —él sonrió—. ¿Sabes nadar?
—Por supuesto.
—Bien. Dame la dirección de donde te estás quedando y pasaré a buscarte ahora mismo.
—Ahora mismo no estoy allí. Estoy de paseo en el mercado. Te mando la dirección por mensaje y un punto de referencia, ¿te parece?
—De acuerdo.
Cortó la llamada y miró a sus amigos.
—Eso es, Parker. Estás volviendo —dijo Brett.
—Sí, Parks, en serio nos alegra que estés empezando a salir con chicas —dijo Sam—. Porque van a salir, ¿no? Yo entendí que quedaron para salir. ¿Qué dices tú, Brett?
Su amigo asintió.
—Sí, lee su lenguaje corporal, Sam. Está ansioso por levantarse de esa silla e irse corriendo de aquí.
—Ustedes están ilusionándose mucho más que yo —dijo Parker, mientras terminaba de comerse lo que le quedaba de hamburguesa—. No estoy empezando a salir con chicas, solo... cállense.
—Yo sólo digo —Brett se encogió de hombros.
—Yo puedo decirte cómo es la operación del Parkinson antes de que entres a la conferencia. Sólo digo —Parker imitó el movimiento de su amigo.
Brett frunció el entrecejo.
—Ni se te ocurra hacerme spoiler de la cirugía, Parker. No es de buen amigo.
—Yo también quiero conseguirme a alguien en la playa —dijo Sam, ignorando la discusión de ambos—, pregúntale si tiene algún amigo que presentarme. Pero que no se desmaye por favor.
—Qué va —Parker se rió—. Vino de viaje sola.
—Qué conveniente para ti —respondió Sam.
*****
Miranda divisó a Parker cerca de la entrada del mercado. Una gorra gris le cubría los rizos rubios y le daba sombra a su rostro. Tenía puesta una camiseta blanca con el símbolo de Linkin Park estampado en negro en la parte de al frente, la prenda se le apretaba un poco en el pecho y en los brazos bronceados resaltando la figura que debía tener por debajo de la ropa, y unos jeans azules un poco desgastados. Alzó la mano y le hizo una seña a modo de saludo a la vez que le sonreía. Miranda trató de imaginárselo con un uniforme azul de médico y una bata blanca por encima. Estaba segura que ese simple conjunto que parecía un pijama le quedaba de muerte.
—Hola —dijo ella sonriendo.
—Hola —le respondió él—. ¿Qué hacías por aquí?
—Estaba de compras. Luego pensé en que tenía que retribuirte la comida de ayer y decidí llamarte.
—No es necesario que me lo retribuyas. Pero no voy a quejarme por el hecho de que me hayas llamado. De hecho, me gusta.
—Está bien. Entonces, ¿qué sitio se te ocurrió?
—Ya lo verás. Vamos al auto.
—¿Al auto?
—Sí. Alquilé uno mientras estoy aquí.
Miranda asintió y lo siguió hasta un Toyota descapotable de color negro. Él le abrió la puerta del copiloto y una vez que ella estuvo dentro, cerró la puerta y rodeó el carro para subirse en el lado del conductor.
—Tengo una curiosidad —dijo él, una vez que estaba dentro del auto.
—¿Cuál?
—¿Y eso que viniste de vacaciones sola?
—Bueno —ella suspiró y se pasó una mano por el cabello, echándoselo a un lado—, quería despejarme y estar sola por unos cuantos días antes de comenzar el nuevo semestre.
—¿Cuánto tiempo estarás aquí?
—Dos semanas ¿y tú?
—No lo sé, tenía pensado quedarme unos días más después de que terminara el congreso.
—¿Puedes permitírtelo? —ella lo miró con las cejas alzadas.
—Es que estoy de vacaciones, pero quise venir al congreso porque me pareció una buena oportunidad.
—¿Y cuántos días faltan para que finalice? —a ella le picó la curiosidad.
—Dos —él asintió—. Luego de que termine, planeo por lo menos relajarme una semana más. También quiero despejarme un poco.
—Ya veo —ella suspiró—. Todavía no me has dicho adónde vamos.
—Es una sorpresa.
—Muy bien. Y dime, ¿dónde vives, Parker?
—Vivo en Estados Unidos.
—Eso ya me lo habías dicho, pero ¿en qué parte?
—San Diego, California.
—Mi hermano también vive en California —apuntó ella—. Pero en San Francisco.
Él sonrió.
—Sam es de San Francisco.
—¿Quién es Sam?
—Es uno de mis colegas.
—Vale, supongo que uno de los que me vio desmayada.
—Sí. Pero tranquila, no te juzga.
—Y dime, Parker, ¿qué trabajo tan importante le ofrecieron a tu padre para que tomaran la decisión de irse?
—Bueno... le ofrecieron el puesto de director del hospital donde trabajo. Al principio no queríamos mudarnos a Estados Unidos, pero cuando le ofrecieron ese puesto, mis padres no lo dudaron. A mí, en cambio, me costó un poco dejar mi colegio y mis amigos de Venezuela.
—¿Qué se siente que tu padre sea tu jefe?
—La verdad es menos sofocante de lo que crees. Me trata como a un igual y no como su único hijo del cual está orgulloso porque decidí ser médico.
Miranda asintió lentamente y un pensamiento le cruzó por la cabeza.
—Supongo que tienes dinero, ¿no? Y disculpa si sueno entrometida, sólo es curiosidad.
Parker le restó importancia con un encogimiento de hombros.
—Sí —asintió—, pero nunca me vas a escuchar presumiendo acerca de eso.
—¿Por qué? —ella alzó las cejas, cada vez estaba más curiosa acerca de él.
—Me gusta más cuando las cosas se logran por esfuerzo propio que por la cantidad de dinero o cosas que posees.
—En eso tienes mucha razón —ella volvió a asentir, con admiración.
Parker asintió también y luego detuvo el auto en un aparcamiento. Estaba tan absorta en la conversación que ni siquiera notó que habían llegado a un gran edificio blanco que se levantaba en forma curva, Miranda estaba segura que si se miraba desde arriba, la construcción describía algo parecido a un paréntesis sobre la superficie del suelo.
—Llegamos —Parker se quitó el cinturón y ella hizo lo mismo, algo sorprendida.
—¿Es esto un hotel? —lo miró incrédula.
—Oh, no lo malinterpretes —Parker sacudió la cabeza y la miró a los ojos—. Verás, me estoy hospedando aquí y el día que llegué vi que tenían un programa turístico para ir a La Isla Mujeres con un montón de actividades, entre ellas el buceo. Así que iremos a bucear.
—¿Por eso me preguntaste si sabía nadar?
Él asintió.
—Jamás en mi vida he buceado —admitió.
—Sólo tienes que relajarte y soltar el cuerpo. Si sabes nadar, será fácil. De cualquier manera no tienes que preocuparte, yo estaré contigo en todo momento. —Parker curvó sus labios en una sonrisa tranquilizadora—. ¿Vamos?
—Vamos.
*****
La fuerte brisa le azotaba el cabello mientras ella se terminaba de poner el equipo de buceo y Parker la esperaba dentro del agua. Eso superaba el plan de no pensar y solo hacerlo. Siempre había tenido curiosidad acerca de bucear, pero nunca se había atrevido. Y ahí se encontraba, con un hombre que había conocido el día anterior a punto de sumergirse en las aguas del Mar Caribe. ¿Lo peor de todo? Le parecía grandioso.
El Arrecife Manchones era espectacular desde arriba, así que Miranda estaba emocionada por verlo de cerca, dentro del agua. Sin pensarlo más, se lanzó al agua.
Cuando se hundió por completo, le costaba creer lo que estaba viendo. Maravillada, sintió que Parker la tomó de la mano y comenzó a guiarla a través del arrecife. Lo que estaba viendo era hermoso, había peces de todos los colores y tamaños que nadaban y daban vueltas alrededor de los corales.
Debajo, con los rayos del sol que se colaban en el agua, todo parecía brillar en un aspecto etéreo e incluso mágico. Detalló los corales, sus formas y colores vivos resaltaban en el azul que tenían de fondo. La manera en que todo lo que había allí parecía una obra de arte le parecía increíble. La naturaleza misma había hecho eso, todo encajaba perfectamente como en una fotografía. Era precioso.
Más allá de los corales y los peces, se alzaban unas esculturas de tamaño real que dejaron a Miranda sin aliento. El encargado del tour había mencionado las esculturas existentes debajo del agua, pues estas formaban parte de un museo subacuático, pero verlas en los folletos no era ni de cerca igual a verlas en persona.
La Evolución Silenciosa se alzaba en todo su esplendor, con más de cuatrocientas esculturas que mostraban a diversas personas, todos mirando en distintas direcciones y en distintas poses. En definitiva, leer el folleto y verlo en persona, eran cosas muy diferentes. Simplemente no tenía palabras para describir lo grandioso de ese lugar.
Otras esculturas también llamaron su atención. Un auto, parecía un Volkswagen Escarabajo, con un niño recostado en el parabrisas. Le causó cierta sensación de soledad, de tristeza, y supuso que eso era lo que quería plasmar el artista al hacerlo.
Miranda volvió su cabeza hacia Parker y lo saludó con una mano, él hizo el mismo gesto y la guió hacia otro sitio donde había más esculturas: unos hombres postrados en la arena con los brazos hacia delante y la cabeza muy gacha, una mina, una granada, un hombre con la cabeza viendo hacia arriba con la piel cubierta con algo que parecían ampollas. Cada una de las estructuras eran preciosas y artísticas. Cada una de ellas daba una sensación distinta.
Miranda no se había dado cuenta de que necesitaba un momento como ese, un sitio como ese, hasta ese instante. Estaba segura de que debajo de la ropa de buceo, tenía la piel de gallina. La felicidad, la tranquilidad y la paz que ese lugar le provocaba... hacía mucho tiempo que no sentía algo como eso. Y todo era gracias a Parker.
*****
Parker se encontraba recostado en una tumbona, con los lentes oscuros puestos mientras intentaba no volver la vista hacia Miranda, quien estaba secándose con una toalla. Tenía un cuerpo escultural. No demasiado delgada, pocos pechos y piernas voluminosas. A Parker le recordaba a la Venus de Botticelli, si Venus tuviera el cabello azul. Era hermosa. Aunque que él ya la había visto en bikini y hasta cargado en brazos mientras usaba uno, no consideraba correcto quedársele viendo por demasiado tiempo. No quería hacerla sentir incómoda clavándole la vista hasta que terminara de vestirse.
Cuando terminó de secarse, se sentó en la cama de playa que estaba a su lado y lo miró sonriendo.
—Eso fue genial, me sentí tan... —ella soltó un suspiro alegre—, fue tan espectacular. —Sacudió la cabeza—. No tengo palabras para describir lo que sentí estando allí. Fue... mágico. Muchas gracias.
Él se quitó los lentes y le devolvió la sonrisa.
—Me alegra que te haya gustado. Disfrutar de ese lugar es una experiencia maravillosa. Yo ya lo había visitado, pero se siente tan irreal que uno tiene que verlo varias veces para asegurarse de que existe.
—La verdad es que sí. —ella asintió con la cabeza—. ¿Quieres comer algo?
—Vayamos a comer algo —dijo él, haciendo ademán de levantarse.
—No, no te levantes. Iré a comprar algo yo y lo traeré.
—¿Segura que no quieres que vaya contigo?
—La verdad es que me sentiría muy mal si no te invito algo, has hecho mucho por mí y bueno, quiero agradecerte así que quédate aquí —ella se pasó un vestido por encima de la cabeza y tomó su cartera para luego irse a paso rápido.
Parker suspiró y sonrió. Decir que se sentía flechado era poco. Sacó su teléfono celular para ver si tenía mensajes nuevos y en definitiva, tenía varias llamadas perdidas de Brett, de Sam y de un número desconocido. Frunció el entrecejo y se preguntó por qué los chicos lo habían llamado tantas veces si sabían dónde estaba y con quién. Y, ¿de quién podría ser ese número desconocido? No le sonaba de nada. Le marcó a Brett y esperó a que le contestara. No tardó demasiado.
—Parker, ¿donde mierda andas que no contestas el celular?
—¿Qué pasa? ¿Qué es tan urgente? Sabes perfectamente en qué ando en este momento.
—No te lo vas a creer —Brett resopló, sonaba exaltado y nervioso—. Mierda, ni sé cómo empezar.
—Entonces pásame a Sam —Parker, enderezándose.
—Sam tampoco sabe cómo decírtelo. Es que... mierda.
—Terminen de decirme qué pasó y ya. Cualquiera de los dos.
—Es que Alexa ha llamado, Parker —soltó su amigo—. Me llamó a mi y también a Sam. A ambos nos preguntó por ti. Nos preguntó donde estábamos y si estábamos contigo. Por supuesto no le dijimos nada. ¿No te ha llamado a ti?
Parker sintió la punzada de enojo en su interior al escuchar el nombre de su ex prometida y apretó la mandíbula, mientras se pasaba una mano por el cabello.
—Tengo unas cuantas llamadas de un número desconocido. Supongo que fue ella. Si vuelve a llamar no le contesten. Ustedes no tienen nada que ver.
—¿Le atenderás tú?
—Por mí puede llamar las veces que quiera. No le contestaré.
—Si sabes que va a hacer lo posible por averiguar donde estás, ¿cierto?
—Lo sé, no me importa —Parker giró la cabeza por donde se había ido Miranda y se dio cuenta de que estaba de regreso—. Les colgaré, nos vemos luego.
Cortó la llamada y observó a Miranda acercarse con una sonrisa y una bolsa en la mano.
—¿Qué sucede? —Dijo ella, cuando le vio la expresión en el rostro y luego bajó la mirada hacia el celular que él tenía en la mano—. ¿Pasó algo malo?
Él negó con la cabeza y sonrió.
—Nada que no pueda arreglarse —miró la bolsa que traía y asintió hacia ella—. Eso fue rápido, ¿qué compraste?
—Tacos —respondió ella, sentándose al frente de él—. ¿Sabías que existen de camarón? Los compré porque necesito probarlos.
—Delicioso —dijo él, mientras tomaba la bebida que ella le ofreció. Y aunque él estaba sonriendo, ella pudo notar que algo había cambiado en el transcurso de tiempo en el que no había estado.
Sintió curiosidad, y se preocupó realmente de que él estuviera pasándolo mal. Dudó en si volver a preguntarle, temiendo verse entrometida. Pero al final, decidió hablar.
—¿De verdad estás bien? —frunció el entrecejo y lo miró fijamente—. Estás algo distraído.
Él negó con la cabeza y suspiró.
—La verdad es que no. Una simple llamada acaba de amargarme un poco la tarde.
—¿Sería muy entrometido de mi parte preguntarte qué pasó?
—Bueno, tengo una ex. Terminamos hace tiempo ya, y justo cuando la supero y comienzo a... —Parker se detuvo y suspiró—. Me ha estado llamando, pero eso no es lo que me enfada. Estuvo llamando a mis amigos y molestándolos toda la tarde.
—¿Y hablaste con ella?
—No hablaré con ella —dijo él, negando con la cabeza—. No arruinará mi día.
—Si te hace sentir mejor —Miranda suspiró—, también terminé hace poco una relación.
—Así que es por eso... —Parker asintió—. Yo no acabo de terminar con ella, terminamos hace meses.
—¿Y por qué sigue buscándote?
—La misma pregunta me hago yo, no tiene nada que lograr con eso.
—¿No volverías con ella? —Miranda alzó las cejas, realmente curiosa.
—Eso no pasará —Parker se rió y sacudió la cabeza—. Dime, ¿tú volverías con el tuyo?
Miranda estaba esperando que le preguntara eso. La verdad es que no. Ni siquiera quería volverlo a ver. Comprendía la decisión de Parker. Sabía que volver con alguien que sólo te había traicionado y herido, era entrar a una especie de círculo vicioso del cual ella no quería ser parte.
—No, no lo haría —respondió por fin, pero sin mirarlo a los ojos, con la cabeza fija en su comida.
—¿Qué fue lo que pasó? —Parker inclinó el cuerpo, acercándose a ella. Le tomó los mechones de cabello que estaban cubriendo su rostro y se los colocó detrás de la oreja.
Miranda retiró la comida de su regazo y alzó la cabeza para encontrarse con los ojos de Parker. Si los miraba por mucho tiempo, sentía que estaba en el mar.
—Fue la primera relación que tuve —respondió por fin. Tal vez, si lo sacaba todo, se sentiría mejor. Tal vez si soltaba todo lo que había estado conteniendo, se sentiría liberada—. Pero es una larga historia, ¿realmente quieres escucharme?
—Me gustaría ayudarte, si puedo, claro. La mejor manera es escuchándote.
—Verás —Miranda tomó una bocanada de aire y luego la soltó—. Cuando era adolescente nunca fui de querer involucrarme con alguien de esa forma. Me refiero a... una relación de verdad ¿sabes? Cuando me interesaba en alguien y no veía interés por parte de esa persona, me sentía tonta e incómoda. Siempre me dio algo de miedo sentir cosas muy fuertes por alguien, me decía a mi misma que si bajaba la guardia, me harían daño de una u otra forma. Pero con él, fue distinto.
—¿Te enamoraste? —Parker la miró con una chispa de reconocimiento en los ojos. Como si la entendiera, como si supiera exactamente cómo se sentía.
—Podría decirse. Él era mi mejor amigo cuando estábamos en la escuela, y siempre hubo algo entre nosotros. Sólo que yo no lo aceptaba, por miedo y porque me repetía que tenía que enfocarme en estudiar. Cuando nos graduamos, se me confesó. Me dijo que le gustaba pero que no me lo había dicho porque tenía miedo a que lo rechazara.
—¿Y por qué te lo dijo todo en ese momento? —Parker alzó las cejas.
—Porque nos habíamos graduado, ya no nos íbamos a ver todos los días. Las cosas iban a cambiar y él tenía miedo de perderme.
Él asintió y Miranda suspiró. No podía creer que estuviese soltándolo todo.
—Cuando se me confesó, me di cuenta de que él también me gustaba, pero yo no quería aceptarlo. Era mi mejor amigo y sabía su historial de chicas y cómo habían terminado cada una de sus relaciones. Pero me dije que sería diferente conmigo, llevábamos mucho tiempo conociéndonos y él siempre se había comportado de maravilla conmigo, así que ¿por qué no intentarlo? —Ella se mordió el labio y soltó una risa seca, no podía creer que se había creído toda esa mentira.
—¿Qué fue lo que te hizo?
—Le dije que sí, y comenzamos a salir. Al principio era solo una relación de adolescentes y era genial porque nunca me había sentido así. Eso sólo el primer año, después las cosas fueron en caída. ¿Sabes el punto al que llegan las relaciones en el que sólo están por estar? Me sentía así, sentía que no crecíamos como pareja. Sentía que él se estaba alejando demasiado y se lo dije, incluso habíamos quedado en que si en algún momento alguno se cansaba, íbamos a terminar. Pero las cosas mejoraron, aunque solo por poco tiempo y luego volvimos a lo mismo. Hasta que me enteré de que tenía otra. Fui demasiado estúpida por no darme cuenta antes —Miranda suspiró frustrada y sacudió la cabeza—. Debí terminarle en el instante en que todo se fue por la borda la primera vez.
Parker murmuró una maldición por lo bajo y la miró.
—Es un desgraciado —Parker negó con la cabeza—. ¿No te dio ninguna explicación?
—No dejé que lo hiciera —ella negó con la cabeza—. Tuvimos esa conversación. Pudo decirme: "Oye, Miranda, me gusta otra chica. Terminemos". Lo hubiese preferido y no hubiese gastado mi tiempo con él. Y estoy molesta conmigo misma por no haber cortado todo de raíz. Estoy molesta conmigo misma por confiar en él. Por entregarle tanto y salir perdiendo.
—No fue tu culpa, Miranda —Él sacudió la cabeza—, simplemente le diste un voto de confianza porque eso hacen las parejas, eso no tiene nada de malo. Lo que él hizo, sí. El perdedor fue él. No tú. No entiendo como alguien podría siquiera pensar en engañarte, eres maravillosa, y si él no pudo ver eso, pues que se joda.
Miranda se mordió el labio inferior y asintió lentamente. Los ojos de él estaban fijos en los de ella y estaba acariciando el dorso de una de sus manos suavemente. Ella sacudió la cabeza, sin saber cómo sentirse.
—¿Todavía lo quieres? —Parker hizo la pregunta que ella llevaba tiempo haciéndose en su cabeza.
—No. —Se sorprendió a si misma con esa respuesta—. Supongo que a una pequeña parte de mí aún le duele porque perdí a un amigo. Pero, ¿amor? —Movió la cabeza de un lado a otro—. Solo una inmensa decepción.
—¿Te digo algo? A mi me sucedió algo parecido. Sólo que ella era mi prometida, la chica que te comenté hace un rato. El día antes de la boda la encontré acostándose con un tipo que yo no tenía ni idea, en mi casa.
Miranda lo miró incrédula, demasiado sorprendida como para hablar. Sobre todo, porque lo decía de una manera simple, tajante. Ella se había sentido asqueada con el engaño de Diego. Para ella era obvio que si tenía otra, seguro se habían acostado ya. Y todavía más obvio porque ya hacía mucho que ella y Diego ni se tocaban, pero si los hubiese visto en el acto, no podía adivinar cuál hubiese sido su reacción.
—Por Dios. No imagino cómo te habrás sentido en ese instante. Debió ser horrible y asqueroso.
—Me sentí destrozado. Pero aún así cancelé todo y me dije a mí mismo que no volvería a caer de esa manera. Ahora estoy bien porque fue hace bastante tiempo ya, como te dije. El problema radica en que después de tanto tiempo, me está buscando y no sé para qué. Pero no le daré el gusto —él se encogió de hombros y la miró—. Sólo quería que supieras que entiendo cómo te sentiste. Llegará un momento en el que te darás cuenta de que esas cosas pasan, y que tienes toda una vida por delante para reconstruir lo que se rompió. Eventualmente, conocerás a alguien mejor.
Miranda sonrió y sacudió la cabeza. Captando un mensaje implícito en lo que acababa de decir.
—¿Podrías estar refiriéndote a nosotros?
—¿Por qué no?
—No lo sé, me acabas de conocer.
—Me gustas. Con lo poco que sé de ti lograste llamar mi atención y me gustaría conocerte más. Es así de simple —Parker se encogió de hombros—. Estoy siendo lo más sincero posible. No voy a cerrarme a oportunidades solo porque me lastimaron una vez. ¿Tú sí?
Ella negó con la cabeza.
—No debería...
—¿Pero?
—Tal vez me gustes también.
—¿Tal vez?
Ella sonrió.
—Correcto. Me gustas.
Miranda vio las comisuras de sus labios se movían hacia arriba y formaban una linda sonrisa que le bastó para que todas las dudas que sentía en ese momento se disiparan.
Lo miró a los ojos y su mente viajó de nuevo al fondo del mar, a las hermosas especies marinas y las grandiosas esculturas que formaban parte del museo subacuático. No había pensado demasiado para sumergirse en esas aguas y una vez allí, se maravilló de todo lo que pudo ver.
Quizás de eso se trataba todo, sumergirse de lleno, hasta el fondo. Sin pensarlo dos veces. Y dejarse sorprender.
—¿Vas a salir corriendo en este momento o vas a dejarte llevar? —Él la miró con cierto brillo en los ojos, como si supiera exactamente lo que ella había estado pensando. La sonrisa que tenía, los hoyuelos marcándosele tiernamente en las mejillas, le impedían a Miranda siquiera pensar en un no como respuesta.
—Dime una cosa —Miranda se acercó a él hasta quedar a pocos centímetros—. ¿Esto podría hacer que creemos expectativas acerca de algo?
—Nunca lo sabremos si no lo intentamos.
—De acuerdo —le dio media sonrisa, luego rompió la poca distancia que los separaba y unió sus labios con los de él. Encajaron perfecto.
Era genial dejarse sorprender.
Pensó en que estaba aventurándose más que alguna otra vez en su vida. Pero dejaría los arrepentimientos, si es que los había, para después. Ahora no tenía tiempo para eso, pues estaba muy ocupada besando a Parker.
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