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15. El cuerpo humano


—No puedo creer que no me lo hayas dicho antes —Miranda le lanzó una mirada de reproche a su hermano y luego volvió la vista hacia el frente.

—En mi defensa, tú no me habías dicho lo de Diego —Alejandro estiró la mano y agarró la lata de refresco frente a él, llevándosela a los labios—. Ni tampoco lo de Parker, te recuerdo.

—Bueno, señor rencoroso, perdóname por no llenarte la cabeza con mis problemas románticos. Y en ese momento te conté lo de Diego.

—Pero no lo otro. Y yo no te conté lo mío por completo, así que estamos a mano.

Miranda volvió la vista de nuevo hacia su hermano.

—¿Estás bien?

Alejandro la miró e hizo una mueca.

—Por Dios, no me mires así, Miranda. Precisamente por eso no te lo había contado, esas miradas de lástima te las puedes guardar, que ya sabes que no me gustan. Estoy bien —miró hacia el frente, señalando la proyección que Miranda tenía reproduciéndose en la pared—. Me gusta la fachada, ¿la dejarás así o es solo una idea? ¿Cómo se te ocurrió lo de la concha marina, por cierto? Se ve genial.

—Me hubiera gustado que me lo contaras antes, hubiese estado para ti y no te habría tratado como te traté.

Alejandro rodó los ojos.

—Y según tú, ¿cómo me trataste? No soy un plato de cristal que va a romperse por no haber tenido un hijo, Miranda. Ya pasó, ya lo superé. Y ni te atrevas a decírselo a mamá. Esto queda aquí, muere aquí. Olvidemos que pasó —Alejandro la miró con sus cejas castañas arqueadas—. Además, ni siquiera iba a decírtelo. Pero después me sentí mal por ocultártelo. Por favor no vayas a ponerte intensa con esto —su hermano sacudió la cabeza—. Mira, ya sé que estás acostumbrada a escuchar los problemas de tus amigas y que se dan bonitos consejos entre todas. Pero, eso no funciona conmigo y lo sabes.

Ella resopló y se estiró para agarrar el recipiente entero de cotufas que descansaba en la mesa de centro, lo colocó en su regazo y se metió un puñado a la boca.

—¿No vas a responderme? —Alejandro la miró de forma interrogante.

Miranda se encogió de hombros.

—Ya dijiste que no querías que te diera bonitos consejos. Así que me los voy a tragar.

Él soltó una carcajada.

—¿Vas a molestarte y vas a ignorar mis preguntas acerca de tu proyecto?

—Cállate. Y agradece estar vestido todo elegante, o ya tendrías la mitad de estas cotufas encima.

Su hermano alzó el dedo índice y se alejó de ella en el sofá.

—Ni se te ocurra llenarme de grasa, que tengo que ir a la entrevista en un rato y no puedo oler a maíz frito y mantequilla.

—¿Pero qué dices? Si hueles a perfume, parece que te bañaste en él.

—Y quiero que siga siendo así, aleja esas cosas grasosas de mi camisa por favor. Y contéstame.

—Lo del techo se me ocurrió porque Parker me regaló este dije con esa forma —señaló el collar que descansaba sobre su clavícula y luego movió el dedo y trazó en el aire la curva de arriba del techo, después trazó la segunda curva que actuaba de alero del edificio—, y pues me inspiró bastante.

—¿Te inspiró un regalo de Parker? —Su hermano se rió y sacudió la cabeza—. Y mis regalos de seguro están llevando polvo.

Miranda puso los ojos en blanco.

—No seas ridículo, he pasado todos estos días armándolos. Si entras a mi habitación, vas a ver que La Torre de Shanghái está armada y descansando sobre mi mesa de estudio formando parte de mi colección. Y, La Casa en la Cascada está decorando mi mesa de noche. Es mi estructura favorita de Wright. Adoro esa casa y espero visitarla algún día.

Los ojos de su hermano brillaron.

—Le puedes decir a Parker que te lleve como regalo de bodas.

—¿De qué boda hablas? Por ahora solo estamos saliendo.

—Oh, pero van a casarse.

Miranda lo miró con las cejas alzadas.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque yo los junté de nuevo, y si no hacen que esto valga la pena, me enojaré con los dos.

Ella se echó hacia atrás y recostó la cabeza del respaldo del sofá.

—Él me hace sentir muy bien. Y tengo miedo de cagarla. Aún no la cago, pero siento que en algún momento lo haré.

—Entonces trata de no hacerlo.

—Tus consejos son oro puro, Alejandro —se mofó ella.

—Lo que digo es, que no dejes que tu historia con Diego arruine esto. Te conozco y sé que tiendes a alejar a la gente cuando las cosas van mal, te encierras en ti misma e intentas ignorar lo que sientes. No lo hagas con Parker. Él también pasó por algo parecido y sabe lo que es un corazón roto. Así que no la cagues, porque lo que ustedes tienen es..., bueno, no se encuentra en todos lados.

—¿Le fuiste con esta misma charla a Parker? —ella lo miró de reojo.

—No. Parker no se confunde, no tiene miedo de que pueda volver a salir herido, porque confía en ti. Pero tú sí. Y sé que en el momento en el que sientas que algo va a salir mal, vas a dar marcha atrás. Y por eso te lo digo.

Miranda se quedó un momento en silencio, sopesando las palabras de su hermano. Quería reclamarle que no estuviera de su lado, pero no podía hacerlo porque sabía que estaba en lo correcto.

—Quiero que seas feliz, ¿qué clase de hermano no quisiera eso? Pero para que seas feliz, tienes que dejar de tener miedo. Y no lo hemos hablado, estoy seguro de que no se lo has dicho a nadie, pero sé que estás aterrada. Lo noto.

Ella tragó saliva. Alejandro estaba en lo cierto. Estaba feliz, pero también estaba aterrada. Lo peor era que no sabía por qué, Parker la hacía feliz. Sin embargo, temía que su felicidad empezara a depender de él y temía, que si se marchaba, se lo llevara todo con él. Pero eso no tenía sentido, Miranda sabía que Parker no era de los que escapaba. Él se quedaba hasta el final. ¿Y ella? Alejandro tenía razón. Ella podía salir corriendo en el momento en que sintiera que todo estaba desplomándose.

—Prometo que no voy a huir —dijo, finalmente.

—Eso tienes que prometérselo a él.

—Gracias —habló con voz queda—, por no juzgarme.

Alejandro soltó una pequeña risa y sacudió la cabeza.

—¿Bromeas? No puedo juzgarte. Yo también huyo, ¿recuerdas? Me regresé porque no podía quedarme más en el sitio que me recordaba lo que había perdido. No soy el indicado para juzgar —su hermano le dedicó una pequeña sonrisa—. Solo te di un consejo.

—Fue un bonito consejo. A mí no me dejaste darte uno.

—Con respecto a lo mío no hay nada que hacer, porque es algo que ya pasó. Tú si estás a tiempo de seguir mi consejo.

—Fue una buena charla —comentó ella.

Alejandro asintió y señaló con la cabeza hacia la proyección de la residencia que estaba diseñando.

—¿Puedo volver a ser estudiante para vivir ahí? —él la miró sonriente, cambiando el tema de forma brusca.

Miranda le devolvió la sonrisa, pero su mente ahora estaba repasando lo que su hermano le había dicho. Y tenía la sensación de que no dejaría de pensar en eso todo el día.

—Me faltan cosas por hacer, pero al menos ya está tomando forma.

—¿Cuándo tienes que entregarlo?

—La primera semana de diciembre.

—Pero, ¿tienes que entregarlo digital o hacer la maqueta?

—Tengo que entregar el proyecto digital, es como plantearles la idea principal, si lo aprueban para la segunda fase, entonces tengo que preparar la maqueta y una presentación.

—¿Y tu tesis cuándo es?

—En diciembre también, pero más allá. Así que básicamente si el diseño aprueba la fase uno en el concurso, ya tendré la presentación porque estoy trabajando en ella para la tesis.

Su hermano asintió.

—Estoy ansioso por ver todo listo —se levantó y vio la hora en su reloj—. Debo irme, tengo la entrevista en dos horas. Si no quiero llegar tarde, más vale que me vaya ahora mismo. El metro es un desastre a mediodía.

Miranda se levantó también.

—¿Qué ruta vas a tomar? Voy a ir a la universidad, si vas en esa dirección entonces puedo darte la cola.

—¿Qué vas a hacer tú en la universidad? Que yo sepa no tienes clases.

—No tengo. Iré a ver a Parker.

—Oh. ¿Ocasión especial? ¿Lo invitarás a lo de mamá el viernes?

—Sí —Miranda suspiró—. No sabía si debía invitarlo pero, no le hará daño a nadie que venga ¿cierto?

—Cierto —Alejandro asintió.

—¿Sabes? Estaba nerviosa. Ahora lo estaré más porque pensaré en nuestra conversación mientras estoy con él. Gracias.

—De nada. Y sí voy en esa dirección, la entrevista es en Chacao. Puedes dejarme en Plaza Venezuela y seré feliz. Así no tendrás que regresarte a la universidad.

—Puedo dejarte en Chacao, no tengo problema —Miranda apagó el proyector y recogió el recipiente de cotufas—. Pero déjame limpiar un poco aquí y limpiarme yo. Huelo a maíz frito y mantequilla.

*****

—No sé por qué están aquí, quizás están aquí porque esta es su vocación. Porque quieren llegar a ser grandes médicos y salvar muchas vidas. O quizás solo están por el dinero —Parker se recostó del escritorio y se cruzó de brazos—. Aunque para que vean dinero todavía faltan muchos años, así que si están aquí por eso y esperan que sea rápido, entonces es mejor que crucen esa puerta y se vayan a otra carrera —recorrió la clase con la vista y luego se enderezó—. Quizás algunos están aquí por obligación, porque sus padres son médicos y ustedes también deben serlo para no ser la decepción de la familia, y si ese es el caso, esto les costará muchísimo.

Parker caminó hacia el pizarrón y se volvió de frente a sus estudiantes.

—Dicho esto, les doy la bienvenida. No es fácil llegar hasta aquí, y tampoco es fácil salir —los alumnos soltaron una risita nerviosa en conjunto y Parker les sonrió—. En esta clase, no solo aprenderán cómo está conformado nuestro cuerpo, cómo cada una de las piezas por las que estamos conformados se ayudan unas a otras para que funcionemos, si no que cada uno de ustedes también actuará como una parte del cuerpo humano. Aprenderán a trabajar en equipo, porque así como el cuerpo humano, no podemos funcionar por separado. Si una pieza se daña, automáticamente otras dejan de cumplir su cometido. Somos como una maquina, aunque capaces de sentir y razonar. Pero igual que una maquina, si algún artefacto sufre un daño, la maquina entera deja de funcionar correctamente. Si la columna de una casa se derrumba, la estructura entera se viene abajo.

››Como médicos, nuestro deber es reparar esa falla antes de que el sistema entero colapse. Pero para eso, debemos conocer el sistema, debemos saber donde está cada órgano, músculo, hueso, nervio o arteria, incluso con los ojos cerrados. Y como médicos, tenemos que aprender a trabajar como un solo cuerpo.

Parker soltó un pequeño suspiro y les dio la espalda, anotando en el pizarrón el primer tema que verían en esa clase:

MIEMBRO SUPERIOR.

Parker estaba nervioso, no lo parecía, pero lo estaba. Estuvo toda la noche anterior preparando la clase, lo que iba a decir y hacer. Llamó a Miranda pasadas las diez, rezando para que no estuviera dormida aún, y le contó lo nervioso que se encontraba. Y ella le había dicho que lo haría excelente, y que iría a visitarlo en su primer día. Él no veía la hora de que acabara la clase y pudiera verla por fin. Y apenas empezaba.

Comenzó a desglosar los temas que verían esa semana, solo los títulos. Lo más irónico y cruel era que hablaría sobre las extremidades superiores, lo cual era todo un reto para él teniendo en cuenta de que una de sus manos estaba en proceso de rehabilitación.

—¿Hay alguno aquí que esté recursando la materia o todos son nuevos? —Parker volvió a observar a la clase y cinco alumnos levantaron la mano, él no sabía si dubitativos o avergonzados. Parker asintió—. Okey, entonces olvídense de lo que hayan visto el año pasado. Quiero que estudien la materia como si estuvieran viéndola por primera vez, no se confíen porque ya la vieron y porque saben algunas cosas que sus otros compañeros no. No voy a tolerar comportamientos de sabelotodo de repitientes, porque si lo supieran todo, no estarían aquí. Enfóquense en aprender lo más que puedan, en ayudarse mutuamente y eso va con todos, porque aquí el trabajo en equipo se evalúa.

Señaló los títulos y subtítulos que había dejado escritos en la pizarra.

—Esto es lo que vamos a ver esta semana. No empezaré hoy, pero por si les interesa venir preparados el miércoles, les recomiendo que lean un poco. Además, les dejaré escrito el porcentaje de cada examen parcial y les voy a explicar como es el método de evaluación.

››Pero hoy, va a ser un día dedicado a conocernos. Así que eso que está en la pizarra pueden copiarlo al final de la clase, les dará tiempo, lo prometo. Ahora quiero que cierren sus cuadernos y se levanten uno por uno, van a decir su nombre, qué les gusta hacer fuera del aula de clases y por qué escogieron esta carrera —los estudiantes hicieron un sonido que Parker ya conocía bien, él mismo lo había hecho en su momento, el sonido que describía perfectamente lo horrible que era levantarse delante de todos y quedarte en blanco porque no sabías qué decir. A los diecisiete, Parker se había hecho la pregunta de por qué todos los profesores hacían semejante maldad. Once años después ahí estaba, haciendo semejante maldad. La verdad es que resultaba bastante satisfactorio, pero quitando eso, realmente era una actividad que permitía que todos rompieran el hielo y se familiarizaran unos con otros, y también para que se desprendieran del miedo de hablar frente a mucha gente. Una buena técnica en una clase que requería trabajo en equipo y que a la vez era muy competitiva.

Él sonrió ante su queja.

—Véanlo como una práctica a lo que haremos durante todo el año —los apremió—. Ustedes van a pararse aquí donde estoy yo, frente a todos sus compañeros y van a exponer casos clínicos y tratamientos, y lo harán sin mi ayuda. Yo estaré sentado en alguno de esos pupitres como si fuera un alumno más, evaluando lo que ustedes hacen en absoluto silencio. ¿Quién quiere empezar?

Una chica castaña de cabello rizado que estaba en la primera fila al lado de la puerta, alzó la mano, Parker la reconoció como una de los repitientes que habían levantado la mano un rato antes. En ese momento, su teléfono comenzó a vibrar en el bolsillo de su pantalón.

Parker asintió hacia la chica.

—¡Bien! Una voluntaria —sacó su teléfono y ojeó la pantalla. Era su madre quien estaba llamando. Guardó el celular y volvió a mirar a la chica—. Adelante.

La chica se levantó y miró alrededor un momento. Luego miró a Parker.

—No me mires a mí, mira a tus compañeros.

Ella suspiró y asintió.

—Soy Karla Arévalo. El año pasado reprobé Anatomía 1 por un mísero punto y aquí estoy, teniendo que hacer esto de nuevo. Así que si quieren un consejo, no reprueben la materia. Me gusta cocinar, eso es lo que hago en mi tiempo libre, aunque aquí no se tiene mucho tiempo libre —todos se rieron, incluido Parker—. La razón por la que escogí estudiar medicina es porque así estaré mucho tiempo preocupada por salvar la vida de la gente y así no tengo que preocuparme en el desastre que es mi propia vida.

Parker se aclaró la garganta y la chica soltó una risa.

—Lo siento, pensé que tenía que ser sincera.

Él parpadeó y asintió, evaluándola durante unos segundos.

—Eh... sí. Supongo que está bien. Gracias, Karla, puedes sentarte. ¿Alguien más es voluntario o tengo que empezar a escoger?

Su teléfono volvió a sonar.

—Disculpen un momento, tengo que atender una llamada.

Cuando salió del salón, Parker se colocó el celular en la oreja y contestó en voz baja.

—¿Qué pasa? Estoy ocupado, mamá —Dijo casi en un susurro. Los pasillos estaban vacíos y en silencio. A esa hora de la mañana, todo el mundo estaba en clase.

—¿Se puede saber por qué ignoras mis llamadas?

—Estoy dando clases y no puedo interrumpir mi clase a cada rato. Dime, ¿qué pasa?

—Cuando termines, llámame. Tenemos que hablar. Y es en serio. Así que más te vale que me llames.

—¿Qué...? ¿De qué estás hablando?

—Es sobre el hospital. Espero que eso sea suficiente para despertar tu interés. Hablamos luego.

Cuando su mamá le colgó, Parker se quedó de pie muy confundido antes de entrar de nuevo al salón.

Por supuesto el resto de la clase, en su mayoría cuando las presentaciones de sus alumnos no lo descolocaban, estuvo pensando en qué podía ser tan urgente y por qué su mamá había hablado en un tono tan preocupado.

Al final de la clase, cuando todos estaban saliendo, Parker llamó a Karla a parte. Lo que había dicho delante de todos le había dejado un poco alarmado.

Ella lo miró con ojos brillantes y se puso una mano en la cintura, cambiando su peso de un pie a otro.

—Ahora voy a recibir el sermón de que lo que dije no está bien y que debería ir a la oficina de Orientación, ¿no es cierto?

Parker suspiró y asintió con la cabeza.

—Mira, no hice esa actividad para evaluarlos psicológicamente. Pero eso que dijiste...

—Fue un chiste —terminó ella y se relamió los labios, luego soltó una risa nerviosa—. Estoy bien, en serio. No es necesario que me recomiende ir a hablar con un consejero. En realidad, ya lo he hecho. No soy nueva aquí, sé cómo funcionan las cosas y entiendo que sea su deber avisar si tiene una alumna que cree que no está capacitada para esto. Pero todos aquí pasamos por una prueba psicológica, así que hay un papel que dice que soy apta para estudiar esto.

—No estoy diciendo que no seas apta —Parker se rascó la barba—. Solo quería... bueno, recomendarte ir con un profesor consejero si tenías problemas, pero ya me dijiste que lo has hecho.

—Toc, toc, toc —unos golpecitos en la puerta abierta hicieron que ambos se volvieran y Parker se encontró con una Miranda sonriente de pie en el umbral. Tenía el cabello corto metido por detrás de las orejas. Con los jeans claros rotos y un suéter negro cuello de tortuga, se veía tan hermosa como siempre—. ¿Interrumpo algo?

—Fue una buena charla —Karla le dio un asentimiento y un saludo militar para luego pasar por el lado de Miranda y salir del salón.

Miranda no quitó la vista del rostro de Parker.

—¿Interrumpí algo importante?

Parker recogió su mochila, colgándosela al hombro y fue hasta ella, saliendo del salón a su lado.

—Creo que ya empecé a inmiscuirme en la vida de mis estudiantes. Y creo que ya me odian. O por lo menos esa que acaba de salir, ya me odia.

Ella sonrió.

—Estaba aquí en el pasillo y vi cuando la mayoría de ellos salió del salón. No se veían aturdidos ni nada por el estilo, así que si quieres mi opinión, creo que les gustas.

Él sacudió la cabeza.

—Apliqué la de "pónganse de pie y preséntense". Me odian.

Miranda estalló en carcajadas.

—Uf, podría odiarte por eso si fueras mi profesor. Siempre detesté hacer eso.

Parker la miró.

—Por suerte no soy tu profesor. Y salgamos rápido de aquí, quiero besarte y no puedo hacerlo frente a toda esta gente o creerán que salgo con una estudiante.

Ambos se echaron a reír y salieron a paso rápido del edificio. Cuando estuvieron fuera, Parker la tomó por la cintura y le dio un largo beso en los labios.

—Tenía ganas de hacer eso desde que dijiste el toc, toc, toc.

Miranda sonrió contra sus labios.

—Todavía pueden verte si de casualidad están asomados del balcón —lo rodeó con los brazos y echó la cabeza hacia atrás para verlo, guiñándole un ojo—. Eso destruiría por completo tu reputación de profesor rudo, ¿o no?

—No me importa. Podría besarte todo el tiempo —Parker sonrió y le dio otro pequeño beso.

—¿Está bien que haya venido hoy? Digo, es tu primer día y quizás los demás profesores querían pasar tiempo contigo o que sé yo, calentar la comida en el microondas del departamento y comer contigo y hablar de cosas de profesores.

Parker la tomó de la mano, comenzando a caminar con ella lejos del edificio.

—De hecho, en un rato tengo que ir al departamento pero es una pequeña reunión que tengo a la una y media. Luego a las dos tengo clases con otra sección, así que quiero aprovechar el tiempo que tengo contigo. ¿Adónde vamos?

—Pues... te voy a llevar a probar la comida del cafetín de Arquitectura. Los patacones de ese cafetín son lo mejor de esta universidad.

—Oh, me vas a dar un recorrido culinario por tu alma máter. Excelente.

—¿Sabes? No lo había pensado, pero ya que lo dices, la próxima compraremos en el cafetín de ingeniería, específicamente batidos. El de durazno es buenísimo. Aquí cada facultad tiene su especialidad en cuanto a comida se trata.

—Lo sé, mi papá me traía aquí de pequeño. Pero lo único que llegué a probar que es leyenda es la chicha de El Reloj.

—Mmmm no lo sé, siento que está sobrevalorada —Miranda sonrió y lo miró por un momento, pensando lo que iba a decir—. Por cierto, el viernes...

El celular de Parker volvió a vibrar en su bolsillo y él echó la cabeza hacia atrás, soltando un gruñido.

—¿Qué sucede?

—Tengo que llamar a mamá. Se supone que iba a llamarla cuando me desocupara, pero ahora estoy contigo y no quiero interrumpir nuestro momento. Y ahora está llamándome.

—Atiende, no me voy a ir de aquí. Quizás es algo importante.

—Creo que lo es —él asintió y sacó el celular de su bolsillo para darse cuenta que quién lo llamaba era su papá—. ¿Aló?

—Quiero que sepas que tu mamá está muy alterada y enojada. Por eso es mejor que hable yo contigo.

La voz de Mathias Miller no sonaba contenta pero tampoco enfadada. Era muy extraño que tanto su madre como su padre lo llamaran el mismo día. En intervalos de tiempo tan cortos. Definitivamente algo estaba pasando.

—Sí, eso ya me lo imaginaba. Estaba a punto de llamarla, ¿qué es lo que pasa?

—Sé que me dijiste que te ibas a quedar allá por un tiempo y hasta te ayudé con la carta de recomendación para que te dieran el trabajo, pero las cosas por aquí no van nada bien, Parker. Han pasado muchas cosas desde hace meses, y no te lo habíamos querido decir por lo del accidente, pero ya es hora de que te enteres.

Parker se detuvo en seco y Miranda le lanzó una mirada interrogativa. Él le hizo un gesto para que esperara y ella asintió.

—¿Qué pasó?

—Hoy Alexa anunció que va a vender su parte de las acciones del hospital. A Bruno casi que le da un infarto en plena reunión y ella se fue sin decir más.

—¿Y por qué eso es algo urgente?

—El hospital está teniendo problemas económicos. No sabemos aún qué tan graves son, pero pronto lo sabremos. Por eso Alexa ha decidido vender sus acciones. Y sé que no planeabas volver en un tiempo, pero te necesitamos aquí. Los abogados requieren la presencia de toda la junta para llegar a un acuerdo en cuánto esté claro en qué punto estamos exactamente y tenemos que estar todos para decidir cómo proceder. Y aunque no te guste, tú eres parte de la junta.

Parker resopló y se quedó un momento en silencio. Sopesando la información que acababa de escuchar de su padre.

—¿O sea que hay una posibilidad de que lo cerremos?

—Todavía no lo sabemos con certeza.

—Acabo de empezar el trabajo, papá.

—Lo sé. Y siento haber avisado justo ahora, pero las cosas van mal.

—Tenías que habérmelo dicho antes, ¿qué importa el accidente?

—Pensé que no te importaba tu puesto en la junta.

—Y sin embargo, estás llamándome porque necesitas que esté allí.

—Sé que no quieres esto, y sé que tu mamá y yo te presionamos demasiado con el tema pero... este hospital no es solo un hospital y tú lo sabes. Es un legado familiar y sabes cuán importante es para tu madre. Incluso para mí. Te necesitamos.

—Sí... lo entiendo. Adiós, papá.

Cuando colgó, se pasó una mano por el cabello y luego la dejó descansando sobre su nuca. Miranda se acercó.

—¿Pasó algo malo?

Parker sacudió la cabeza.

—Solo... problemas administrativos con el hospital. Tengo que ir.

—¿A Estados Unidos? —ella lo miró con ambas cejas arqueadas.

—Sí. Será cosa de un día o dos, espero. Me es imposible ausentarme más tiempo. Maldita sea —suspiró—, cuando pienso que las cosas están comenzando a ir bien, todo se jode.

—¿Seguro que son solo problemas administrativos, Parker? —Miranda frunció el ceño y le acarició el brazo con los dedos.

—Sí —él volvió a tomarla de la mano—. Todo se arreglará. Espero. Vayamos por esos patacones. Y además, creo que ibas a decirme algo antes de que mi papá me llamara, ¿qué cosa era?

Ella abrió la boca un momento y luego lo miró.

—Mi mamá hará una comida en su casa el viernes y quería que me acompañaras, pero si tienes que regresar... o si no quieres ir, lo entenderé.

—Pero no he dicho cuándo me iré.

—Lo sé, pero por tu tono de voz mientras hablabas con tu papá... sé que es algo urgente, Parker. No voy a retenerte aquí con una cena familiar cuando tienes asuntos más importantes.

—La cosa es que aquí también tengo asuntos importantes. Mi papá acaba de ponerme en una pésima situación. No puedo simplemente irme de aquí cuando acaban de comenzar las clases, ¿les daré clase una semana y luego me iré? Absolutamente no.

—Pero tampoco quieres dejar a tus padres plantados —ella asintió, diciendo lo que él no había dicho en voz alta—. Por lo que me contaste el otro día, tus padres siguen queriendo que te hagas cargo del hospital, ¿cierto?

Parker asintió con amargura y resopló.

—Ya veré cómo soluciono esto —rodeó a Miranda por los hombros y la acercó a él, dándole un beso en la frente—. Pero iré a lo de tu madre, ¿por qué no querría ir?

Ella se encogió de hombros.

—No lo sé. ¿No es demasiado pronto para arrastrarte a que conozcas a mi mamá? Quizás sea raro para ti y no quiero incomodarte.

Parker frunció el ceño pero la miró con una sonrisa divertida en los labios.

—No es incómodo. A menos que, claro, tu madre sea intensa y no quieres que pase por eso.

—Mi mamá siempre suele caer mejor que yo.

Parker asintió y la miró con ojos brillantes.

—En ese caso, me anoto. Iré.

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