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13. Recuerdos


Las manos de Parker conocían el cuerpo de Miranda. Y encajaban de forma perfecta en su cintura y en la mano de ella, respectivamente.

Y como si de un milagro se tratara, las piezas del rompecabezas en la cabeza de Parker comenzaban a unirse poco a poco, aún había muchas sueltas, pero por fin algo estaba cobrando sentido. Lo suyo con Miranda estaba cobrando sentido.

Mientras el cuerpo de él y el de Miranda bailaban al ritmo de la música, mientras sus mejillas se rozaban ligeramente, mientras el olor dulce de su perfume impregnaba el pequeño espacio que los separaba, Parker estaba recordando.

Más que recordar, comprendía que lo que sentía no tenía nada de extraño. Era lo correcto. Todavía no sabía como había sido la primera vez que la había visto y eso le irritaba porque quería recordar cada detalle de eso. Pero ahí frente a ella, con sus cuerpos juntos, recordaba como lo había hecho sentir. Recordaba la forma en la que había envuelto su cuerpo con sus manos tantas veces, tanto que si cerraba los ojos estaba seguro de que podía delinear su figura sin mirarla siquiera. Recordaba la forma en la que su risa lo hacía sentir, y recordaba cómo habían bailado aquella noche en el club.

Estaban rodeados de todos los invitados de la fiesta, cada uno bailando con su respectiva pareja, el merengue que sonaba a través de los altavoces: Noches de Fantasía. Y aunque estaban rodeados de otros cuerpos danzantes, él solo sentía que estaban ellos dos.

Por otro lado, hacía tiempo que Parker no bailaba ese estilo de música y le alegraba no estar tan oxidado como creía.

—¿Te digo algo? —Miranda echó un poco la cabeza hacia atrás mirándolo con ojos brillantes y una sonrisa en los labios, a la vez que se pegaba más a él y hacía que ambos dieran vueltas—. Me gusta mucho esta canción. Y la letra... me parece demasiada casualidad que la estemos bailando.

Parker sonrió también y la miró fijamente mientras la alejaba para darle una vuelta.

—¿Crees que sea obra de tus amigas?

—Si así fue, recuérdame agradecerles luego. Quería ponerte la que habíamos bailado en Cancún pero...

Él negó con la cabeza.

—No necesito que recrees lo que hicimos allá. Porque a pesar de que ahora mi mente sea un enredo, puedo recordar lo que siento por ti, ya te lo dije. Lo cual es bastante, y es mucho mejor que nada.

—¿Sabes qué deberías hacer ahora?

—¿Besarte?

Miranda le dio otra sonrisa.

—Lo adivinaste —ella deslizó la mano que tenía en su espalda hasta su cuello y lo acercó un poquito más. Le estaba comiendo la boca con los ojos y eso a él lo estaba provocando muchísimo. Dejaron de bailar y él inclinó la cabeza hasta que sus labios se tocaron.

Cuando ella lo había besado afuera, Parker había sentido un cosquilleo tremendo dentro de él. Había sido un beso tierno y suave, sentimental. Pero este no tenía nada de tierno, y el temía que todos los amigos de ella los estuvieran viendo. Se separó para verle el rostro y ella de nuevo estaba sonriendo.

—Sin duda el que vinieras fue la mejor sorpresa de cumpleaños. Supongo que pronto tendrás que irte de nuevo y...

—No hablemos de eso, porque todavía no sé que voy a hacer al respecto.

A ella se le iluminaron los ojos.

—¿Eso significa que hay alguna posibilidad de que te quedes?

Parker asintió y abrió la boca para decir algo, pero una mano en su hombro hizo que se volviera. El chico que le habían presentado antes estaba allí, y lo miraba reprimiendo una sonrisa.

—Vengo a robarte un momento a la cumpleañera —Lucas le guiñó un ojo y luego su vista fue hacia Miranda—. ¿Me concedes un baile?

Parker no se había dado cuenta de que la canción había terminado y estaba sonando otra.

Él asintió y le dio un último vistazo a Miranda antes de darle su puesto a Lucas.

—No puedo creer que te acabas de comer a alguien frente a mis ojos —Lucas tomó a Miranda de las manos y la miró con una expresión que mezclaba sorpresa con admiración—. Pensé que nunca se separarían y estaba dudando de si tener que intervenir.

Miranda soltó una carcajada mientras seguía los pasos de su amigo.

—¿Qué tiene de malo? —ella se mordió el labio mientras sonreía—. Besa genial.

—¿Hay algo que no me hayas contado? —él arqueó sus espesas cejas negras de forma interrogativa.

—Ya te enterarás.

—¿Tengo que ser el hermano mayor aquí?

Miranda rodó los ojos, pero aún así no dejó de sonreír.

—No te queda el papel de hermano sobreprotector, porque tú eres genial. Eres de esos que encubren a los hermanos menores.

Lucas asintió sonriendo.

—Lo sé. Cuántas cosas no le he cubierto al tonto de Ignacio.

—¿Ves? Eres un hermano mayor cool. Además, ya vi que Parker te cayó bien. Lo noto en tus ojos.

—Espera a que juegue cartas con él, ya te diré si me cae bien o no.

Miranda soltó una carcajada mientras Lucas le hacía dar una vuelta y luego la volvía a tomar de la cintura.

—No puedo creer que una persona pueda caerte bien o mal dependiendo de como juegue cartas.

—No necesariamente cartas, podríamos jugar dominó también. Lo importante es que, si juega con emoción y me insulta mientras le voy ganando, es el indicado. Si no, ni lo pienses.

—Se lo advertiré. Por cierto, ¿por qué no está aquí tu hermano?

—Porque tiene dieciséis y muchos deberes que entregar. Este no es lugar para él.

—A los dieciséis yo me divertía más de lo que me divierto ahora, tú punto es muy malo.

—Y el tuyo es muy bueno. Si no fuera por estas fiestas ocasionales mi vida sería solo trabajar y existir.

Cuando la canción terminó, Miranda estaba exhausta. Bailar merengue era divertido, pero muy cansado. Y hablar mientras bailaba era un esfuerzo extra, así que necesitaba sentarse y algo de beber.

Se acercó al sofá con Lucas y vio a Parker sentado hablando con Alejandro. Parker estaba sonriendo y su hermano intentaba seguirle el rumbo a su conversación, pero Miranda lo conocía lo suficiente para saber que algo lo había molestado.

—Ey —se tumbó a su lado en el sofá—. ¿Por qué esa cara?

Lucas soltó un bufido.

—Y todavía preguntas por qué.

Alejandro observó a Lucas con el ceño fruncido.

—No es por lo que tú crees. Y, estoy bien, Miranda. Me alegra que tu y Parker estén bien.

Miranda cruzó su vista con la de Parker y eso fue suficiente para saber que él también sabía que Alejandro estaba molesto.

—Bueeeno —Lucas se levantó y se frotó las manos cuando escuchó que la música había cambiado a tambor—, buscaré a Natalia, ¿la has visto?

Alejandro negó con la cabeza y se bebió el ron que tenía en su vaso de un solo trago.

Miranda señaló a donde ella y Verónica estaban. En una esquina de la casa donde habían montado su equipo de sonido. Ambas estaban hablando entre risas y la luz de la pantalla de la pequeña laptop les alumbraba la cara mientras, probablemente, armaban una nueva lista de reproducción en Youtube. Lucas asintió y fue hacia ellas.

Por su parte, Miranda no veía a Daniela en ningún sitio.

—Creo que iré a buscar un trago —se levantó y miró a Parker—. ¿Quieres algo? Ya sea comida o bebida.

—Yo sí —se adelantó su hermano y le extendió su vaso vacío—. Por favor.

Miranda lo vio con ojos entrecerrados a la vez que tomaba el vaso en sus manos y luego volvió a mirar a Parker.

—Estoy bien así, Miranda. Gracias —él le sonrió y mostró sus hoyuelos.

Miranda le guiñó un ojo y luego fue hasta la cocina.

Cuando entró, comprendió por qué Alejandro tenía cara de pocos amigos. Y le dieron tantas ganas de reírse que no pudo evitar soltar una sonora carcajada.

Los dos tortolos en su cocina se quedaron quietos.

—¿Saben? —Miranda los observó con ojos brillantes—. No me molesta que se besen, no es un pecado, pero ¿podrían no hacerlo cerca del refrigerador? Me interesa agarrar un poco de hielo.

La cara de Daniela se puso roja inmediatamente y se separó de Ben para darle espacio a Miranda.

Ben se pasó las manos por el cabello oscuro y luego le sonrió.

—¿Vas a prepararte un trago? Si es así, podría preparártelo yo. Un regalo para la cumpleañera.

Miranda pasó delante de él y abrió el refrigerador.

—Podrían hacerme otro regalo: no tener sexo en mi cocina —ella los miró alternativamente—. Por favor.

Daniela se pasó las manos por las trenzas, que estaban ya bastante despeinadas y miró a Ben.

—¿Podrías... esperarme fuera? Iré ahora.

Él asintió y se metió las manos en la sudadera azul marino que tenía.

Cuando se fue, Miranda terminó de sacar la bolsa de hielo y la puso sobre el mesón de la cocina.

—¿Por qué no está disfrazado?

Le echó un vistazo a Daniela mientras echaba hielo en dos vasos frente a ella. Su amiga se comenzó a deshacer las trenzas para volver a hacerlas de nuevo.

—Acababa de salir del trabajo y le dije que pasara por aquí un rato. Llegó hace un rato, estabas bailando con Parker.

—Alejandro los ha visto —dijo ella tranquilamente mientras vertía ron en ambos vasos.

—Lo sé —Daniela la miró y luego abrió mucho los ojos—. ¿Te dijo?

—No fue necesario —Miranda tapó la botella y miró a Daniela a los ojos—. Tiene una cara de amargado que no se la quita nadie. No sabía qué lo había molestado, hasta que entré aquí. En serio, Dani ¿la cocina?

Daniela rodó los ojos.

—Bueno, en primer lugar, Ben me dijo que quería prepararte un supertrago de cumpleaños.

—¿Y el trago dónde está? —Miranda alzó una ceja y luego completó las bebidas con Coca-cola.

—Puede que nos hayamos distraído un poco. Pero ahorita lo llamo para que lo haga delante de ti.

—¿Qué cosa? —Miranda arrugó la nariz pero sonrió—. ¿Distraerse contigo en frente de mí? No, gracias.

Daniela sonrió.

—En segundo lugar, Miranda, él no tiene por qué ponerse así. No tiene ningún derecho de estar celoso. No es problema de él con quién me bese.

—Eso es verdad. Pero hace un rato me has dicho que Alejandro todavía te descoloca, entonces, ¿no lo habrás hecho para ponerlo celoso?

—Sabes más que nadie todo el esfuerzo que he hecho para superar mi historia con tu hermano, lo menos que me interesa es ponerlo celoso. Es descabellado que se moleste cuando fue él quien decidió irse.

—¿Y Ben? ¿Qué pasa con él? Pensé que ibas a dejarle las cosas claras.

—Decidí darme una oportunidad con él. Es un buen chico, y me gusta. Ustedes tenían razón.

Miranda asintió.

—Entonces estás feliz.

Daniela curvó sus labios en una sonrisa.

—Sí.

—Entonces yo también estoy feliz por ti —se acercó a ella y la envolvió en un abrazo—. Pero no estoy feliz que me hayas ocultado que Parker estaba aquí.

—¿Ya hablaron? —Daniela se separó y la miró con ojos brillantes—. Quiero que sepas que me cayó muy bien, lo apruebo totalmente.

—Sí, ya hablamos. Ahora le llevaré este trago a mi hermanito antes de que huya de la fiesta —Miranda tomó los vasos y salió de la cocina junto a Daniela.

—Yo iré a bailar —Daniela se metió al círculo de baile que sus amigos habían hecho y empezó a bailar.

Miranda se acercó al sofá y le extendió el vaso a su hermano.

—Ya sé que te tiene tan amargado, hermanito —bebió de su propio trago.

—Parker, saca a mi hermana a bailar para que me deje tranquilo.

—Al menos agradece el trago, estúpido.

Alejandro sacudió la mano hacia el círculo de baile.

—Ve, goza de tu fiesta en vez de estar aquí sentada importunándome.

Ella rodó los ojos y abrió la boca para decir algo pero la voz de Verónica la interrumpió.

—¿Me pueden explicar por qué están sentados? Todos, de pie, ahora mismo. Quiero verlos a los tres bailando. Porque después de este baile, cantaremos cumpleaños, comeremos torta y luego haremos karaoke.

—Alejandro dice que no tiene pareja de baile —Miranda hizo una mueca burlona mientras miraba a Verónica.

—Yo no he dicho...

—¡Ahora la tienes! —Verónica tomó a Alejandro de ambas manos y lo obligó a ponerse de pie—. No hemos bailado juntos en años, ven, demuéstrame que tu tiempo en Estados Unidos no oxidó tu capacidad de bailar.

Alejandro hizo una mueca que enseguida se transformó en una pequeña sonrisa y siguió a Verónica hasta el círculo de baile.

Miranda observó a Parker, quien la estaba viendo con una sonrisa dibujada en el rostro.

—Vaya, creo que acabas de hacer un milagro con Alejandro.

Ella le sonrió de vuelta y le extendió una mano.

—Lo ha hecho Verónica. Quien, por cierto, ha dicho que no quiere vernos sentados.

Parker le cogió la mano y se levantó.

—¿Vas a bailar con eso en la mano?

Miranda observó el vaso medio lleno que todavía tenía y se lo tomó todo de un solo trago. La garganta le ardió y enseguida se sintió un poco mareada. Dejó el vaso en una mesita que estaba al lado del mueble y se echó a reír cuando vio la expresión de Parker.

—¿Está bien que hagas eso?

—Dímelo tú, eres el médico.

—Los médicos no cuidamos nuestro propio cuerpo, pero respondiendo mi propia pregunta, no está bien que hagas eso.

Ella le sonrió.

—Creo que no. Porque ahora te veo triple —bromeó y le apretó la mano—. Bailemos.

*****

Miranda observó por milésima vez el collar que caía sobre su clavícula, lo tomó entre sus manos y acarició el dije distraídamente. Todavía le parecía increíble lo que había pasado ese día.

Dios, lo había besado. No se había podido contener y lo había besado. Y él le había seguido el beso. Y luego él la había besado otra vez. Y había sido genial.

Inconscientemente, esbozó una sonrisa y se mordió el labio. Lo había extrañado tanto. Había intentado odiarlo, pero con todo eso que él le había dicho, agradecía que Alejandro lo hubiese llevado hasta ella.

Miranda ni sabía qué pasaría a partir de ahí. ¿Saldrían? ¿Cómo se supone que iba a ayudarlo a recordar? Claro que no lo sabía, pero sí que quería averiguarlo. Eso la emocionaba a tales niveles que la ponían nerviosa.

Nunca se imaginó que agradecería tanto a sus amigas por planearle una fiesta. Es decir, Miranda siempre se divertía. Pero esa noche, con la presencia de su hermano y con la presencia de Parker, todo había sido mucho mejor. Tenía que agradecerles. Pero cuando saliera del baño, por supuesto. Cuando se sintiera lista para enfrentarlas.

A ellas y a todas sus preguntas.

Como si le leyeran la mente, una de sus amigas tocó la puerta del baño.

—¿Estás bien, Miranda? —la voz de Daniela le llegó desde fuera. Después de cada fiesta de cumpleaños, ellas se quedaban a dormir.

—Claro. ¿Por qué la duda? —respondió Miranda aún acariciando el dije en forma de concha marina. Estaba ya duchada y vestida pero se rehusaba a salir del baño.

—Bueno, llevas hora y media allí dentro. Quería asegurarme que no te habías ido por el inodoro.

Miranda soltó una risa.

—Salgo ahora mismo, sólo dame un minuto.

—Por favor. Me voy a orinar encima si no sales ya.

Ella rodó los ojos y se levantó, abriendo la puerta dejado pasar a una apurada Daniela.

—Te veo afuera —le dijo, y caminó hacia la sala.

Afuera, sentadas en el piso, estaban Verónica y Natalia en compañía de Lucas, jugando cartas.

—Ronda vista —sonrió Verónica soltando la única carta que le quedaba, la cual se llevó acompañada de otras dos, obteniendo los puntos por llevarse la mesa.

Lucas se rascó la nuca.

—Menos mal que no estamos apostando.

Verónica lo miró.

—¿Quieres apostar?

—Última —dijo Natalia, soltando un gruñido y repartiendo las últimas cartas que quedaban en el mazo.

Miranda suspiró y se sentó en el sofá, sin evitar sonreír. Agradecía que sus amigas estuviesen distraídas jugando Caída, porque eso les llevaría tiempo y no hablarían de ella y Parker. Sobretodo porque Miranda no quería hablar de eso frente a Lucas. Todos eran amigos desde hacía años, y Lucas era como otro hermano para ella. Por lo que hablar de eso con él allí, era como hablarlo con Alejandro. Y no.

Satisfecha por su distracción, sacó su celular del bolsillo de su suéter y revisó los mensajes que tenía. Luego comenzó a ojear las fotos que se habían hecho esa noche para decidir cuál subir.

Se había hecho una con Parker, y le recordó al montón que tenían de su estadía en Cancún. Miranda se había guardado esas fotos para ella sola, y solía verlas de noche cuando quería recordar. Se preguntaba si Parker tenía idea de ellas pero no creía que así fuera, porque probablemente su celular había quedado destrozado con el accidente.

Miranda no quería pensar en todo lo que él tenía que haber pasado después de que se despidieron. No podía imaginarse qué tan terrible tenía que haber sido el accidente para que se fracturara la muñeca y además perdiera parte de sus recuerdos. Ella no quería pensar en el accidente porque estaba segura de que Parker ya se torturaba lo suficiente.

Y ahora que estaba recuperándose y que ella lo había recuperado, no quería que todo girara en torno a ese horrible acontecimiento.

Con eso en mente, y dispuesta a ayudarlo, Miranda abrió su chat de Whatsapp (habían intercambiado números esa noche, de nuevo) y le envió todas las fotos que se habían tomado juntos en México. Y por qué no, también le envió la de esa noche.

Miró las fotos con una sonrisa clavada en el rostro. Brett les había hecho una aquella noche en el club justo después de que terminaran de bailar. Cuando habían ido a Chichén Itzá, se tomaron varias selfies.

Miranda no pudo evitar pensar en que Parker estaba algo cambiado. La seguridad que emanaba de él cuando se conocieron ya no estaba presente y ella sospechaba que se debía al accidente.

—¿Aló? —Lucas chasqueó los dedos delante de ella—. Tierra llamando a Miranda, ¿hay alguien allí?

Miranda parpadeó y subió la mirada hasta la de él, quien estaba de pie frente a ella.

—¿Qué pasa?

—Me voy y antes de eso quería corroborar si todavía estabas ahí —él sonrió con dulzura.

—Pensé que ibas a quedarte a dormir.

—Yo pensé que al menos se quedaría a ayudar —terció Natalia, apareciendo detrás de él y colocando una mano en su hombro.

—Qué va, tengo trabajo en unas horas —sacudió la cabeza—. ¿Estás bien, Miranda?

—Sí, tranquilo —se puso de pie y le dio un abrazo—. Gracias por venir.

Él la rodeó con los brazos durante un momento.

—Si necesitas huir un día de todo esto, llámame —bromeó.

Miranda se echó a reír.

—Nos vemos luego —se despidió y luego se volvió a tumbar en el sofá.

Una vez que estuvieron las cuatro juntas de nuevo. Tres pares de ojos se le quedaron viendo.

—Supongo que esa cara tiene nombre y apellido —Verónica le lanzó una mirada desde el otro lado del sofá.

—Y tiene ojos azules, no te olvides de los ojos azules —agregó Daniela con una sonrisita, sentándose a su lado y dándole una mirada inquisitiva.

Miranda sonrió.

—Hazme un lado que no pienso sentarme en el piso —intervino Natalia, tomando asiento en el espacio que quedaba entre ella y Verónica—. ¿No estás feliz porque lo viste de nuevo?

—Estoy muy feliz —ella asintió.

—¿Entonces por qué tienes esa cara? —Natalia recogió las rodillas hasta su pecho y se las abrazó con ambas manos para luego mirarla.

—Por todo lo que pasó.

—¿Nos vas a contar qué sucedió o todavía no es tiempo? —preguntó Verónica.

Miranda asintió y tras un resoplido, les contó todo.

—Es extraño ¿saben? —ella se mordió el labio, se sentía libre de haberlo soltado todo. Pero le faltaba algo por decir—. Les puedo jurar que esa semana fue una de las mejores de mi vida —sin querer, una sonrisa se le escapó de los labios—. Conocí una parte de mí que no sabía que tenía. Sentí tantas cosas que no había sentido antes. Y cuando estuvimos juntos fue diferente. Realmente diferente. Creo que no te das cuenta qué tan terrible han sido contigo hasta que llega alguien que es tan bueno que piensas cómo es que puede ser así —se le escapó una risa—. Y me asusté mucho porque era demasiado para algo tan rápido. Todo este tiempo he intentado convencerme a mí misma que sólo fue lo que fue en ese momento y ya.

››Pero ahora sé que no lo fue. Verlo de nuevo hizo que me diera cuenta de que esos sentimientos que creí olvidados siempre estuvieron ahí, solo que ahora están saliendo a la superficie, y me da pánico no saber como detenerlos —le lanzó una mirada a Daniela, que estaba observándola en silencio con absoluta comprensión—. Sobre todo cuando no quiero detenerlos. Creo que merecemos otra oportunidad. Y aunque no es seguro que él recuerde todo lo que pasó y aunque no me parezca justo que yo recuerde todo y él no, creo que valdrá la pena hacer recuerdos nuevos. Justo como él me lo dijo. Porque no fue su culpa. No fue culpa de alguien. Sólo fue algo que pasó.

Se sentía liberada. Se sentía ligera porque por primera vez creía que intentarlo de nuevo con alguien sería buena idea. Quería conocer a Parker. Quería conocerlo más allá de todo lo de Cancún. Y se alegraba de que tuviesen una oportunidad de hacerlo.

—Creo que voy a llorar —Daniela sonrió y la rodeó con un brazo—. Es la historia más hermosa que he escuchado en mi vida. Estoy muy feliz por ti, Miranda.

Verónica sonrió también.

—Te dije que el destino es bueno con las personas buenas. Es lo que te mereces. Y él parece un buen chico.

—Es maravilloso.

—Me cayó bien cuando lo acosamos —Natalia soltó una carcajada.

—¿Cómo que lo acosaron? —Miranda abrió los ojos y las miró a todas alternativamente.

—A mí me sacas de ese saco, Nat. Tú y Daniela lo acosaron.

—Explíquenme —rogó Miranda, aún sorprendida y divertida por imaginarse la situación.

—Es que Daniela estaba preguntándole un montón de cosas y él estaba pidiendo auxilio con la mirada. Alejandro lo dejó aquí antes de que llegaras y nos pidió que lo cuidáramos —prosiguió Natalia.

—Y en vez de cuidarlo lo bombardearon con preguntas.

—Fue Daniela. Yo sólo le hice un par de preguntas y lo analicé. Tenía que hacer mi trabajo de Psicóloga.

Miranda volvió la mirada hacia Daniela porque se dio cuenta de que estaba muy callada. Pero ella ya sabía por qué.

—¿Sucede algo, Dani? —Natalia estiró el cuello para verla.

—Esa cara también tiene nombre y apellido —soltó Vero—. ¿No es así?

Daniela soltó una risa y sacudió la cabeza.

—Estoy bien. Alejandro puede irse al carajo.

—Ah, pero yo nunca dije que fuera Alejandro. ¿Ves como te delatas tú solita?

El rostro pecoso de Daniela adquirió rápidamente un tono rojo.

—Me descubriste. Aún estoy pensando en lo que pasó esta noche.

Natalia y Verónica la miraron de forma interrogativa.

—¿Qué fue lo que pasó esta noche que yo no me he enterado? —Verónica se puso una mano en el pecho.

—Alejandro la vio en terapia de besos con Ben en la cocina y se encendió de celos —habló Miranda.

La mandíbula de sus amigas se cayó y ambas rompieron en carcajadas.

—¿Y qué le dijiste tú? —Natalia le dio una mirada que mezclaba sorpresa y diversión.

—¿Qué le voy a decir? —Daniela resopló—. Eso no es su asunto.

—Entonces, ¿qué es lo que pasa? —preguntó Verónica.

Daniela puso mala cara.

—Me siento ridícula. Es tonto que aún piense en lo que pudimos haber sido. Es tonto que después de tanto tiempo me ponga así por algo que ni siquiera pasó. Me siento demasiado estúpida. Es todo.

—Bueno —Verónica arrugó la frente—. Parece que ninguno de los dos se ha superado, si eso te hace sentir mejor.

—No, en absoluto. Lo que me haría sentir mejor es saber que lo superé —Daniela alzó los brazos—. Es ilógico. Ni siquiera estuvimos juntos oficialmente. Alejandro nunca supo lo que quería en cuánto a mí se trataba y yo me comporté como una adolescente estúpida enamorada de alguien mayor, eso fue todo lo que pasó. Estoy en una pelea interna conmigo misma insultándome porque todavía es algo que me afecta. Digo, aceptaría sentirme así si al menos nuestro pasado fuera más significativo. Nunca fuimos novios. Era solo yo siendo... yo.

—Lo dices como si ser tú fuera algo malo —Miranda habló por fin. Le puso una mano en el hombro y la miró a los ojos—. Estoy segura de que Alejandro no quería hacerte daño, y sé que él puede ser demasiado complicado en cuanto a las relaciones se trata. Pero tú tampoco debes culparte, Daniela. Solo fue algo que pasó de esa manera y ya. Quizás si le dices como te sientes, logres dejarlo atrás.

—Estoy de acuerdo con Miranda —Natalia asintió y se subió las gafas—. Lo de ustedes nunca tuvo un final.

—Ni siquiera tuvo un principio, Natalia —recalcó Daniela.

—Lo que quiero decir —replicó la pelinegra—, es que él se fue y tú te quedaste aquí sin decirle que lo querías. Llevas años guardándote lo que sientes por él, fingiendo que lo odias, porque te asusta admitir que aún sientes algo. Y más cuando él parece no sentir nada. Debes ponerle un punto y final a eso si realmente quieres seguir con tu vida y dejar de pensar en eso. Sobretodo si quieres ir en serio con Ben.

—Odio cuando te pones toda consejera. Y odio más cuando tienes razón.

—¿Entonces hablarás con él? —Verónica parpadeó, incrédula.

—Todavía no sé. O sea, ¿qué le puedo decir? —Daniela resopló—. "Alejandro, llevo toda mi vida enamorada de ti a pesar de que tú solo me confundes por qué no sé qué sientes realmente. Un momento parece que no me ves de esa forma y al siguiente te pones celoso porque me beso con alguien que no seas tú. Pero me cansé de eso y ahora quiero superarte y por eso te digo que estoy enamorada de ti".

—Quizás algo menos vergonzoso —Natalia intentó no sonreír.

—Eso no funcionará —Miranda negó con la cabeza.

—Suficiente, me cansé de esta conversación —Daniela se puso de pie—. Iré a tu habitación, Miranda. Dormiré contigo esta noche.

Cuando su amiga desapareció por el pasillo, las tres compartieron una mirada.

—¿Debo ir tras ella? —le preguntó Miranda a sus amigas.

—Nop —Verónica suspiró y echó la cabeza hacia atrás—. Déjala. Ella solita vendrá a nosotras cuando quiera continuar la conversación. Eso es lo que hacemos todas, ¿no?

—Es verdad —Natalia asintió—. Además, la entiendo. Cuesta más superar a alguien con quien no tuviste nada. Te imaginas todo lo que pudiste haber sido con esa persona y es peor. Así que dejémosla tranquila.

—Ahora que Daniela no está, ¿por qué Alejandro no se quedó a dormir? ¿Consiguió taxi hasta San Antonio?

—Le pareció mejor quedarse a dormir en casa de Parker. En la mañana se irá a casa de mamá.

—¿Parker tiene una casa aquí? —Verónica alzó una ceja.

—En la que vivía antes de mudarse.

—Oh, de acuerdo —Verónica asintió y soltó un bostezo, poniéndose de pie—. Ya va a amanecer. Deberíamos irnos a dormir. Después de descansar limpiaremos este desastre.

Media hora después en su habitación, con una muy dormida Daniela a su lado, Miranda no podía dormir. Tenía tantas cosas en la cabeza que le era imposible cerrar los ojos y no pensar en todo eso.

Su teléfono vibró y desprendió una lucecita avisando que tenía un mensaje nuevo. Era Parker. Se sorprendió a ver su nombre en la pantalla, porque asumía que él estaba tan dormido como la pelirroja a su lado.

Leyó el mensaje.

4:58 am – Parker: He visto las fotos un millón de veces. Y agradezco que me las hayas enviado, ahora compartimos algo más.

4:58 am – Parker: Creo que las he visto tanto que por eso he tardado en responder.

Miranda sonrió frente a la pantalla y le respondió.

4:59 am – Pensé que podrían ayudarte y que te gustaría tenerlas

5:00 am – Parker: Creo que recordé algo esta noche.

5:00 am – Qué cosa?

5:01 am – Parker: Qué te parece si lo discutimos esta tarde tomando algo?

Ella se echó a reír mientras veía la pantalla del celular.

5:02 am – Eso suena bien.

5:02 am – Parker: Paso por ti a las 7?

5:03 am – A las 7 está perfecto.

5:03 am – Parker: Qué haces despierta? No puedes dormir?

5:04 am – No, pero debería estar rendida. Tengo mucho que hacer hoy.

5:04 am – Qué hay de ti?

5:05 am – Parker: estoy pensando en ti. Mucho. Si cierro los ojos creo que puedo verte.

5:05 am – Entonces, intenta soñar conmigo.

5:06 am – Parker: Es una buena idea. Pasa bonita noche.

5:06 am – Parker: Más bien, bonita madrugada. Tan bonita como tú.

5:07 am – Descansa, Parker <3

Luego de eso, colocó el celular en la mesita de noche y enterró la cabeza en la almohada intentando no gritar y así no despertar a Daniela.

Pero la sonrisa no se le borró del rostro.



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