ZERO
"Si un hombre se acuesta con un varón, como se acuesta con una mujer, ambos han cometido una infamia; los dos morirán y serán responsables de su muerte".
-Levítico20:13
-Hermanos, demos gracias a Dios por recibir sus bendiciones. En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo.
-Amén.
-Pueden ir en paz.
Todos los fieles terminaron de persignarse y salieron de la casa de Dios, llenos de gozo por la celebración.
Luka y su esposo salieron tomados del guante, no sin antes despedirse de sus amigos, quienes también eran religiosos.
Afuera de la gran iglesia de la ciudad, como siempre, se encontraba una joven monja con un cartel para apoyar a los niños en el hospital general. Luka siempre acostumbraba dejar unos cuantos centavos, y la joven le agradecía con una sonrisa honesta.
-¿Quieres ir a comer algo, cariño? -preguntó ella.
Él siguió con su mirada fría y se soltó del agarre de su esposa.
-Voy a salir esta noche. No me esperes.
Luka se quedó callada. Su esposo siguió caminando, sin embargo, ella no lo hizo.
-¿Qué pasa? -dijo él, deteniendo el paso.
La mujer miró al suelo, con lágrimas amenazando por salir de sus ojos.
-Mira, te prometo que solo será por hoy, ¿sí? -. Él trató de tranquilizar a su esposa-. Ya no llores, mañana te llevaré a cenar al nuevo restaurante, ¿ok?
Luka asintió limpiándose las lágrimas. Su esposo la volvió a tomar del guante y ambos siguieron su camino de regreso a casa.
-Ya me voy. Descansa.
Él le dio un corto beso en el cachete y salió de la casa.
Los minutos transcurrieron en silencio para Luka. Solo se quedó sentada en el sofá que daba frente a la ventana. El sol ya había desaparecido.
Como su esposo no iba a regresar, no tenía necesidad de hacer la cena.
¿Desde hacía cuándo que su marido salía de casa así?
Él nunca fue un hombre cariñoso, todo lo contrario. Desde su matrimonio siempre mantuvo esa faceta de hombre frío y recto. Eran muy pocas las ocasiones en las que él solía ser acaramelado con ella, pues regularmente lo hacía cuando estaban con familiares o conocidos.
Pero aunque todo pareciera igual, ella sentía que su comportamiento se había vuelto más frío de lo que solía ser.
Nunca le preguntaba a dónde se iba cuando salía en las noches, ya que no era correcto que una mujer cuestionara a su esposo. Eso se lo había dicho su madre.
-Dios, ¿qué debería hacer? -susurró al aire.
Suspiró y subió las escaleras con dirección hacia su cuarto.
La recámara matrimonial estaba muy bien tendida, y los muebles blancos se veían perfectamente pulcros. Ese era el fruto de su trabajo de todos los días: limpiar la casa.
Pero en la cómoda al lado de la cama, en lugar de estar vacía, se encontraba un folleto.
Le Gardine d'le Parole
Buffet estilo italiano
Contempló el folleto por unos minutos. Finalmente se levantó.
._._._._._._._._._._._._._._._._._._._._._._._._
¿Hacía cuánto que no salía de casa sin su marido? Tal vez semanas, incluso meses, cosa que la ponía nerviosa.
Le pagó al taxista y se bajó del auto. Ahí estaba, frente a ese restaurante al que su esposo prometió llevarla. Sola.
Al entrar notó un fuerte aroma a rosas, a licor, a perfume. Era embriagador.
-Disculpe, señorita, ¿tiene reservación? -le preguntó el edecán.
-No.
-Veré si tengo mesas disponibles. Disculpe un momento.
El hombre se fue.
Luka admiró la decoración tan elegante y minimalista el lugar. Incluso pudo sentir algo de libertad.
Su vista vagó entre las mesas. Vió a varias parejas conversar felices, enamoradas. Vió un par de jóvenes bebiendo a escondidas de la copa de sus padres. Incluso vio a un tipo que le tocaba debajo de la falda a su muy probablemente "novia".
Más a lo lejos pudo ver un par de hombres cenando con tranquilidad. Pero los colores se le subieron a la cabeza cuando los vio besarse en la boca.
Luka sintió demasiado asco. En su cabeza, la homosexualidad era una enfermedad, un pecado inigualable. Jamás había visto a dos hombres besarse tan de cerca.
Para alejarse de esa visión, Luka desvió la mirada con irritación y se fijó en el área que daba a unos vitrales.
Pero lo que vio fue incluso peor que lo anterior.
Ahí estaba él, su esposo de hacían más de siete años. Sentado con otra mujer con la que conversaba con alegría, cómo nunca lo hacía con ella. Tomándole de la mano con delicadeza, sin forzarla a nada, una mujer más joven y bonita que ella.
Rápidamente se dio la vuelta y salió del restaurante. No podía creerlo. Su esposo no podía hacerle eso.
¿En qué parte se equivocó? Era una buena esposa. Lo trataba bien y lo respetaba. Nunca le alzó la voz. Nunca se quejó. ¿Entonces por qué?
¿Era su apariencia? Ella creía que no se veía mal. Apesar de tener treinta años no tenía tantas arrugas en el rostro y no había engordado demasiado.
-¿Por qué? -se iba preguntando mientras lloraba.
Caminó sin rumbo por varios minutos, llorando y haciéndose preguntas.
Se detuvo al llegar a una avenida. Se limpió las lágrimas y solo se dejó caer al suelo.
Debió actuar bien. No debió quejarse. No debió de estar celosa. Debió de haber sido una buena esposa.
Cuando acabó de llorar, levantó la vista.
Al otro lado de la avenida se veía un cartel de un establecimiento. Parecía ser un bar.
A pesar de que Luka odiaba esos lugares ya que los consideraba profanos, se levantó y cruzó la calle.
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