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TWO

Todo el trayecto a casa de Luka fue silencioso.

Después de haberle propuesto a la peliazul que fuera a su casa, las dos habían pedido un taxi en la avenida.

Y ahí estaban, frente al apartamento de Luka.

Con algo de inseguridad, sacó de su bolso la llave y la insertó en el cerrojo. Adentro todas las luces estaban apagadas. Se apresuró a entrar y encenderlas. Luego le permitió la entrada a la joven.

Ella caminó al Interior del departamento con lentitud y se sentó en el sofá marrón frente al televisor.

—¿Quieres tomar algo? —preguntó la anfitriona del lugar, cerrando la puerta.

—Sí, lo que sea estará bien —respondió la muchacha, mirando al suelo.

—¿Te parece que sea jugo de naranja?

—Está bien.

Luka se dirigió a la cocina y sirvió dos vasos de jugo de naranja. Mientras lo hacía no podía dejar de pensar en la locura que le estaba ocurriendo.

Todo su día había estado de locos, primero había visto a su marido con otra mujer, luego había ido a un bar (cosa que ya de por sí era rara), una mujer que ni siquiera conocía la había besado y ella tuvo el atrevimiento de invitarla a su casa.

Fuera de lo extraño de tener a una desconocida en su casa a altas horas de la noche, lo que en realidad le desconcertaba era el hecho de haberse atrevido a semejante cosa.

Observó a la peliazul. Ella se veía muy bonita. Cuando la vio sentada en la barra de ese bar y bebiendo alcohol se la imaginó como una mujer acostumbrada a esos lugares, que de seguro tenían fama de zorras.

Pero sentada en el sillón marrón frente al televisor le dio la impresión de ser una mujer elegante y solitaria. Incluso le dio algo de pena, y ni sabía por qué.

Llevo los vasos llenos de jugo de naranja y se sentó al lado de la joven.

—Gracias —agradeció la de coletas, tomando uno de los vasos.

Viéndola desde más cerca y con las luces más claras, la peliazul no parecía ser de su edad, de hecho, se veía mucho más joven que ella.

—Perdón por mi comportamiento de hace rato.

La chica le dio un sorbo a su jugo y desvío la mirada con pena, tratando de ocultar un sonrojo que se estaba comenzando a formar en su rostro.

—No hay problema... —murmuró Luka, también desviando la mirada.

Poco paso hasta que la peliazul se tirara encima de Luka y comenzara a besarla con fiereza. La pelirosa ni tuvo tiempo de reaccionar cuando esa chica ya había comenzado a desamarrar su largo cabello.

La joven besaba a Luka con mucha pasión pero a la vez delicadeza, buscando aunque sea un indicio de desagrado en ella. Pero lo que obtuvo fue todo lo contrario; la mayor tenía los ojos cerrados y su rostro estaba rojo a más no poder. Incluso escuchó ligeros jadeos y suspiros entrecortados de su parte.

Entonces dio rienda suelta a sus caricias y besos. Fue bajando hasta su cuello, lo que estremeció a la mayor, que soltó un jadeo más fuerte. Empezó a tocar sus grandes pechos por encima de su apretada blusa, causando más gemidos y suspiros en Luka.

Por otro lado, Luka no podía parar de pensar en lo bien que se sentía. Aunque se viera tan joven, la chica sabía cómo complacer el cuerpo. Incluso se sentía muy diferente a cuando su marido se lo hacía a ella. Habían pasado más de seis meses en que su marido no la tocaba, y la verdad ya no podía aguantar las ganas que tenía.

Él nunca era muy complaciente en el sexo, cuando lo hacían solo se enfocaba en su propio disfrute y rara vez trataba de hacerla sentir bien. Incluso en su luna de miel solo la desvirgó sin más, y ni siquiera le importó que Luka estuviese llorando del dolor.

Por eso se sentía muy bien. Por fin alguien trataba de darle placer por igual.

Pronto, se dio cuenta de que ya no tenía puestas sus gafas ni su camisa azul. Estaba semidesnuda y la peliazul se hallaba muy entretenida besando su abdomen.

Parecía que estaba en las nubes. Sobrevolando el cielo. Enloqueció por completo cuando sintió las cálidas manos de la peliazul tocar sus senos por debajo del sostén. No pudo ocultar lo mucho que le gustó dejando escapar un gemido tan fuerte que juró los vecinos pudieron oírlo.

—Oh, Dios —murmuró, jadeando de placer.

Ella estaba excitada a más no poder. Ya no podía ocultar las ganas de que le diera atención en su parte baja, que comenzaba a humedecerse.

Miró al techo jadeante y su conciencia, que parecía haberse esfumado de la nada regresó, haciéndola entrar en pánico. En la pared estaba el crucifijo que su madre le había dado. Ese que desde hacía siete años había permanecido colgado con la imagen de Jesús mirándola directamente. Viendo la depravación que estaba cometiendo.

Rápidamente se separó del agarre de la joven, quien se quedó confundida. Luka se puso de pie y se puso las manos en la cabeza con desesperación.

—Lo siento, Dios, lo siento ,—murmuró en repetidas ocasiones.

—Oye... ¿Esta todo en orden? —preguntó la peliazul sentándose en el sofá.

Luka camino unos pasos alrededor de la sala, sintiendo el miedo correrle por las venas.

¿Que demonios le había pasado? Casi se acostaba con una mujer, y peor, estando casada. Aunque creyera que nadie los veía eso solo era una fachada, ya que Dios lo podía ver todo.

Pero... ¿Por qué ella no y él sí? De seguro en ese momento estaba en un motel, haciendo el amor con esa mujer, follándosela con fuerza. Acariciándola y dándole el amor que a ella no le dio.

—No me gustaría hacerlo en la sala —dijo, fingiendo tranquilidad.

Ella caminó hacia su habitación matrimonial. La peliazul la siguió algo confundida de su actitud.

Al llegar a la cama, Luka no aguanto y aventó a la peliazul a la cama. Comenzó a desnudarla con fuerza, tocando el cuerpo de la joven debajo de ella, estremeciéndola.

El sentimiento de culpa se fue transformando poco a poco en ira. En serio odiaba a su marido. Lo odiaba por haberle hecho eso.

Por eso, era su turno de vengarse.








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