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FIVE

-Hola.

Luka caminó a dónde estaba la peliazul, recargada en una jardinera afuera de la prestigiosa empresa de Le Noir. Llevaba un traje beige hecho a su medida, y, aunque costara admitirlo, se veía espectacular.

-Hola. Lamento si te causé problemas -la peliazul también caminó hacia Luka.

Ambas quedaron frente a frente.

-Está bien. Perdón por haber colgado el teléfono de esa forma tan brusca.

-No pasa nada. Al contrario, te agradezco mucho que hayas venido. Ven, pasa.

La peliaqua caminó hacia la puerta de la casa de moda, pero se detuvo al ver que Luka no la seguía.

-¿Pasa algo? -preguntó, volteando a verla.

-¿No te meterás en problemas? Quiero decir, con tus superiores de trabajo -dijo Luka en voz baja.

-No te preocupes. No va a pasar nada. Después de todo, yo soy la jefa.

Con eso bastó para que la pelirosa la siguiera. La fachada de la casa no se comparaba con el interior. Parecía un verdadero palacio. Estaba lleno de muebles finos, estanterías y escaparates. Habían diseños muy lindos, vestidos elegantes y joyería. Habían un par de empleados ordenando, así como clientes que tomaban lo más costoso que encontraban.

-¿Enserio eres la dueña de aquí? -preguntó Luka incrédula.

-¿No lo parezco?

Ambas tomaron el elevador. La peli aqua presionó el botón con el número cuatro y comenzaron a subir.

-Es que... Bueno, no quería ofenderte.

-No me ofende. En realidad muchas personas se sorprenden cuando les digo que soy la dueña de aquí -la peliaqua miró el perfil de Luka-. Supongo que me vi demasiado vulgar la otra vez.

-¡No es eso! Solo me sorprendió un poco. Es muy admirable.

El elevador se detuvo. Salieron de él y caminaron por un par de pasillos repletos de oficinas y empleados llevando papeles o trazos de telas.

Se detuvieron al frente de una oficina. En la entrada estaba grabado en una placa la palabra "Hatsune".

-Esta es mi oficina. Perdona el desorden, pero no me dio tiempo de limpiar.

"Es un verdadero desastre", pensó Luka. El escritorio estaba lleno de papeles y retazos de tela, así como un montón de libros y cuadernos llenos de diseños hermosos. También habían en toda la oficina maniquíes y alfileres. La pelirosa caminó con cuidado para no pincharse un pie.

-¿Quieres tomar algo? -preguntó la peliazul.

-Sí. Un té estará bien.

-Claro. Toma asiento.

Luka vio un sofá y se sentó en él, moviendo un par de telas y peluches.

Mientras esperaba el té, la pelirosa se dedicó a observar la habitación con más detenimiento. Al fondo de la oficina había una mesa llena de tazas de té, algunas incluso se veían llenas, pero a juzgar por el estado de la oficina, tal vez ya llevaban días (si no es que semanas) ahí.

Lo que más le llamó la atención fue encontrarse en una esquina una mesa color rojo bastante pequeña, un estante que le hacía juego lleno de juguetes y libros, y un caballete con pinturas y lienzos. Esa era la única parte de la oficina que se veía ordenada.

-Ya está listo. ¿Sin azúcar? -. La pelirosa asintió.

-Sí -la joven le dio la taza y se sentó en el sofá al lado de Luka.

Luka se quedó un rato observando al suelo, un poco confundida por todo lo que estaba pasando. Ya había dado un paso más con esa mujer. No solo había quedado como un encuentro sexual. Ahora se había involucrado de una forma más personal.

-¿Estás bien? Te vez pálida -. La peliazul instintivamente colocó su mano en la frente de la mayor, quien tembló ante el contacto.

-Estoy bien. Solo me parece raro todo esto.

-¿Por qué?

-Ni siquiera sé tu nombre.

La peliazul de inmediato ofreció su mano.

—Lo siento. Olvidé presentarme. Soy Miku Hatsune.

Luka estrechó su mano con la de Miku y asintió, presentándose también.

La oficina se quedó en silencio. Aún así, ya no se sentía tan incómodo como al principio.

—¿Te gustan los peluches? —preguntó Luka, mirando un osito blanco que estaba sentado a su lado.

—Oh, no. Son de mi hija. A veces me acompaña al trabajo y se trae sus cosas.

Eso fue inesperado. La pelirosa miró la esquina de la oficina, dónde se hallaba la mesita roja. Ahora hacía sentido que estuviese ahí.

Luka no pudo ocultar su sorpresa.

—¿Hay algún problema con eso?

—¿Estás casada? —. La mayor dejó el té en la mesa.

—No.

Miku suspiró y se levantó del sofá. Justo e ese momento, su celular comenzó a vibrar.

—Perdóname, tengo que contestar —dijo la peliazul, mientras contestaba el teléfono. Salió de la oficina, dejando a Luka en soledad.

—Que sorpresa —murmuró, acomodando sus lentes.

Se levantó y comenzó a caminar por la oficina. Ciertamente, Miku no parecía el tipo de mujer que sería una madre. Tal vez se había quedado con la imagen que le dio en el bar.

Observó con detenimiento el lienzo que estaba en el caballete. Había la pintura de una niña al lado del mar. Se veía muy infantil, aunque Luka se asombró de ver la cantidad de detalles que de seguro, la hija de Miku había pintado. Por los trazos tan irregulares, dedujo que no se trataba de una niña mayor a ocho años.

—Disculpa la tardanza —. El sonido de la puerta hizo que Luka se volteara de inmediato. Miku venía entrando con un par de cajas en la mano—. Mi hija se enfermó, así que tengo que ir por ella.

—Está bien, me iré ahora mismo —. La pelirosa caminó al sofá y agarró su teléfono—. Gracias por el té.

Justo cuando iba a salir, la peliazul tomó Luka de la mano, lo que la detuvo.

—De hecho, me gustaría invitarte a comer.

—No puedo ir, tengo un par de cosas que hacer en casa.

—Será rápido, ¿sí?

Luka se quedó mirando los ojos de Miku. Se veían hermosos. No podía resistirse de mirarla. Sin embargo, no quería tener algo más que ver con ella. Si aceptaba la invitación, eventualmente la invitaría a hacer cosas cada vez más personales.

—Enserio no puedo... Yo... En verdad, no puedo hacerlo. No quiero involucrarme de forma tan personal contigo. Lo que pasó anoche solo fue...

—Te entiendo. Estabas frustrada y necesitabas desahogarte con algo, pero no debes ser tan dura contigo misma. Sé muy bien lo que estás sintiendo, yo misma lo he vivido antes. Solo deja de culparte tanto y relájate.

Los ojos de Luka comenzaron a llenarse de lágrimas.

—Tranquila, está bien. No es malo llorar —. Miku la abrazó, rodeando sus hombros.

—Es que no lo entiendo —murmuró la mayor, recargando su frente en el hombro de la peliazul—. En verdad no lo entiendo. Es tan cruel conmigo. Ni siquiera sé porqué me casé con él.

Miku acarició el cabello de Luka. No dijo ni una palabra, solo dejó que llorara todo lo que tuviera que llorar.

Pasaron varios minutos así, hasta que poco a poco el llanto de Luka fue cesando. Miku le ofreció un pañuelo.

—Perdón por hacerte perder el tiempo. Estoy muy sensible todavía.

La menor tomó las manos de Luka, quien la miró todavía con los ojos llorosos.

—Mira, este es el plan: iremos por mi hija y después comeremos en algún restaurante. Durante ese tiempo vas a distraerte y relajarte un rato. Después de hoy, prometo que nunca más te molestaré. Solo será hoy.

Luka se limpió la nariz y miró su celular, que estaba en su regazo. Se levantó del sofá y asintió.

—Entonces vamos.

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