Y ahí estaba, en su almohadón que fue cama y transporte, tan quieta, en paz, fría, sus orejas de murciélago como yo le decía quedaron erguidas, su barbilla blanca de Papá Noel permanecía suave al tacto, con algunas manchas verdes muy pequeñas que no noté hasta ese momento (me dijeron que tal vez fue por uno de los medicamentos), sus patitas, aquella que ya no apoyaba en el suelo y esa que se mordía, su pelaje negro cortado por su collar violeta con huellas blancas que conservo en una caja y cubierta con su trapo negro, no era el color de la muerte, era su color y estaba lejos de ser un mal augurio. Casi toda. Faltaban esos ojos entre marrón claro y caramelo en los que veía reflejado el cielo, la luna y a mí.

(Extraño mucho ver esos ojos aunque a veces me resultaran turbios como en una foto que tengo en mente ahora. Son perturbadoramente hermosos)

Quería que los abriera pero no lo hacía. Estaba dormida como cualquier otro día, con la diferencia que cuando la acaricié, no despertó. Cayeron lágrimas, me senté en el piso de madera como tantas veces habíamos hecho y tomé una de sus patas junto con su collar que mi mamá le quitó y ahí permanecí por casi 5 horas, sin irme en ningún momento. Desde las 13:00 hasta las 17:00 aproximadamente.

Noches atrás, en ese sillón cama con mi mamá media dormida a mi lado y las lágrimas corriendo a mares yo le dije "Te amo", por primera vez pronuncié esas palabras a un ser vivo (al escribir esto tipié humano porque para mí casi lo era) y entendí su significado, lo sentí. Dije todo y más y aun así creo que no me alcanzaron las palabras. Me despedí porque aunque no lo quisiera sabía lo que se avecinaba y no podía dejar que alguien más se fuera sin haberme despedido.
Yo misma había pedido que se la llevaran porque sabía que estaba sufriendo, antes pedía una cura, en ese momento pedí que se fuera sin dolor y creo que así fue.

La noche del 14 de agosto saque nuestra última foto, sabiendo a medias que podría ser la última. Días antes, un martes 6 de agosto, tuvo su "Última alegría" o como sea que le llamen a ese día en el que el sol brilla y de pronto no todo es tan malo, el dolor ya no agobia y sonríe como no lo había hecho hace tanto. Y así pasó, tal cual. Yo lo presentí. Sabía que era la calma antes de la tormenta. Disfruté ese momento sin saber lo que me esperaba o más bien cuando pasaría y de qué forma se presentaría. Mi mamá confesó que también lo pensó. La acaricié, tomamos sol y por un instante fue como antes.