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5🦁

Thomas tenía un maldito presentimiento y eso nunca era bueno, su león ansioso arañando para salir, aun no, se dijo, demasiado temprano para que un león blanco estuviese merodeando por todos lados, pero una vez más, su león era un maldito rebelde y estar entre las cuatro paredes de su habitación no ayudaba demasiado a su claustrofobia momentánea.

Cogió su abrigo y salió a caminar, eso debería relajarle un poco al menos, su teléfono vibró en el bolsillo e hizo que todos sus nervios se crisparan.

— Padre — murmuró reprimiendo un gruñido.

"Tienes que venir aquí"

— ¿Ya tienes a un león que quiera mi puesto?

"Por supuesto, pero tenemos una situación"

— Iré para allá.

Si su padre ya tenía a otro león para el cargo eso estaba más que bien, volvería a Australia y se alejaría de una vez por todas de los malditos problemas.

Llegar tomó más tiempo del requerido, ir caminando hasta las fincas de la manada no era algo inteligente, pero meterse en un auto lo era mucho menos.

Desde hace un tiempo los espacios cerrados lo volvían loco gracias al viaje que le suministraron sus padres con sólo diez años.

Thomas los odiaba, una palabra demasiado macabra para describir lo que sentía por sus padres, se suponía que eran ellos los que debían protegerte, no deshacerse de ti con el primer problema.

Gruñó recordando el confinamiento al que le sometieron en Alemania, esos malditos torturaban hasta el cansancio, sus padres no sabían que casi se vuelve loco en el confinamiento.

Era un lugar tan estrecho que apenas podía mover sus manos, su león casi se rinde y finalmente se quebró, odiaba pensar en ello, que luego de un año y medio de tortura cedió.

Entró sin siquiera anunciarse, el concejo estaba ahí, tres leones menores y una leona de cabello rubio sedoso y ojos marrones, todas sus características eran prácticamente iguales, los únicos leones diferentes en la manada eran él y Jacob.

El Alfa no estaba, pero eso era algo normal, se suponía que el proceso correspondía sólo a betas.

Thomas se acercó ignorando los pelos de punta en la base de su cuello.

— Thomas, ya era hora — dijo su padre con molestia.

Thomas no le dirigió la palabra y secó disimuladamente sus manos húmedas en las perneras del pantalón.

— Bien, empecemos — todos asintieron, su padre se acercó a la única leona en la sala, no podía tener más de su edad y su sonrisa era una mueca de presunción, a Thomas no le gustó nada.

— Karen tomará tu lugar — había algo en ella, Thomas no sabía bien qué, olfateó y captó un tenue olor a tierra mojada, el aroma de Jacob.

Giró la cabeza buscándole, pero por supuesto no estaba allí, era tan débil que un león normal no lo notaría, pero Jacob era su pareja.

¡Maldita sea! Podía olerlo a kilómetros de distancia, simplemente no sabía por qué venía de esta leona.

— No, ella no tomará mi lugar — se escuchó diciendo mucho antes de que su cerebro lo filtrara.

Las palabras se derramaron con rapidez y un pequeño gruñido e inflexión recalcando cada una.

— Thomas, esto no fue lo que dijiste, se supone que cederás tu cargo.

— Lo cederé, pero a ella no — Karen arqueó una ceja, su sonrisa un poco más burlona mientras se acercaba.

— ¿Crees que no puedo tomar tu lugar por ser hembra? — gruñó finalmente.

Thomas se dijo internamente que debía mejorar su mirada amenazadora si planeaba hacerlo retroceder, vio cosas peores a los diez.

— No, simplemente no me gustas.

— ¿Qué?

— Ya te lo dije, yo le cedo el cargo a quien quiera y no serás tu.

La leona gruñó enseñando los colmillos, si no tenía cuidado pronto se convertiría en una pelea por tomar el cargo y Thomas no mentía, no quería ser beta, pero tampoco quería a esta mujer allí.

— Pues te reto a una...

— No, no estás en posición de reclamar mi puesto si aún no lo tengo — replicó, su padre hizo una mueca de antipatía.

— Si no lo quieres no tiene sentido conservarlo — Thomas pensaba lo mismo con respecto a eso, aun así mostró una sonrisa socarrona.

— Padre, entonces supongo que conservaré el cargo.

Thomas salió lo más rápido que sus piernas pudieron llevarlo, pensando en que probablemente terminó de volverse loco, su león rugió al comentario, rasgó su ropa y se echó a correr a toda velocidad.

Esta vez no importaba que alguien le viese.

¡Al carajo con los humanos! Estaba tratando de entrar en razón de alguna forma, pero no había manera de que eso pasara, por lo menos no esa noche.

Sus patas cansadas prácticamente se arrastraron por su piso de madera, la madera crujió a su peso y poco a poco volvió a ser humano.

Sus músculos se agarrotaron por todo el ejercicio así que decidió irse a la cama, sus rodillas tocaron el suave colchón y entonces su cuerpo se detuvo de repente, Thomas giró el cuello, eso pasaba pocas veces, su mente iba por delante en todo momento, pero esta vez fue la última en enterarse del aroma en la habitación, le echó la culpa al cansancio.

— Thomas — dijo Jacob poniéndose de pie del rincón en el que estaba.

Thomas hizo una mueca, tuvo mejores días, Jacob se veía fatal.

— ¿Qué haces aquí? — gruñó colocándose un vaquero.

Como cambia-formas la desnudez era normal, pero teniendo en cuenta como reaccionaban el uno con el otro era mejor tener una capa de tela de por medio.

— Hablé con mi padre, él me dijo todo — Thomas retrocedió, esa frase no se escuchó bien.

— ¿A qué te refieres con todo? — murmuró con un nudo en la garganta.

— Me dijo a donde te envió cuando sucedió todo — Thomas se ahogó en cuanto escuchó las palabras recordando su infierno personalizado, no quería que Jacob supiese sobre eso.

— Vete de aquí

......

Esa voz, Jacob no podía creer que la voz de Thomas pudiese tornarse tan gélida, de repente todos sus movimientos gráciles se tornaron toscos y descoordinados, tumbó la pequeña lámpara en la mesa de noche y se golpeó las rodillas con la cama.

Dio un paso al frente con el objetivo de calmarlo, Thomas lo detuvo con un gesto.

— Yo no sabía nada sobre eso Thomas — gimoteó, Thomas lo fulminó con la mirada.

— Tú me negaste cuando tenías que reconocerme, yo pagué con creces por los dos, por lo que sucedió ese día — Jacob suspiró y cerró los ojos por un momento.

— Yo no te negué, te amo desde que soy un cachorro ¿realmente me crees capaz de negarte? — murmuró lo más bajo posible y le acarició la mejilla, Thomas no tomó bien su gesto y le gruñó.

— No me toques.

— Dijiste que te escribí un mensaje — explicó, Thomas no relajó su postura, pero lo escuchó que fue más de lo que pensó que haría.

— Sí, ¿eso qué?

— No lo hice — dijo.

Thomas pareció confundido por un instante, luego se recompuso.

— Ya... ¿y esperas que simplemente lo crea? ¿crees que soy idiota?

— Yo también recibí un mensaje, fue hiriente y me dijiste que elegías irte para no verme otra vez — Thomas negó y mostró una sonrisa irónica, Jacob hizo una mueca, no le gustaba eso.

— ¿Elegía? Ese es el eufemismo del siglo — Jacob asintió.

— Ahora lo sé, mi padre te envió a Alemania a... — se calló abruptamente al ver su rostro.

Thomas parecía herido más allá de lo físico, sin embargo, gruñó de nuevo.

— Venga ¡dilo! ¿torturarme? ¿Atormentarme? ¿sigo buscando sinónimos? Porque eso fue lo que me hizo tu puñetero padre por tu culpa.

— Desgraciadamente no puedo cambiar eso.

— Y no te pedí que lo hicieras, te pedí que te fueras — protestó Thomas.

Jacob caminó hasta la cama y se sentó cruzando los brazos para hacer su punto.

— No me iré hasta que solucionemos esto.

— No lo vamos a solucionar, el daño está hecho — señaló.

— Y aún cuando sabes que yo no tuve que ver con ello te comportas así — Thomas bufó, como si la conversación se estuviera haciendo demasiado larga.

— ¿Qué esperas exactamente? No sabes todo lo que pasó, pero aun si lo supieras eso no cambia nada — dijo Thomas, sus manos tan apretadas en puños que Jacob podía oler la sangre.

— Lo cambia todo, porque nos hemos estado odiando todo este tiempo por nada, por terceras personas.

— Ya lo sabía, al menos lo imaginé por tu comportamiento, tuve tiempo para pensarlo.

Jacob agradeció estar en la cama, eso sorprendió demasiado, por lo que sólo se escuchó diciendo un ligero:

— ¿Qué?

— Sabía sobre esto, la manada no me quiere cerca de ti, así que me quitaron del medio — explicó Thomas caminando de un lado a otro relajando un poco sus manos.

— ¿Y los dejas ganar?

— Eso es lo que no entiendes, ya ganaron desde hace once años y medio — gruñó.

— ¿Por qué once?

— Un año y medio fue lo que les llevó quebrarme y no estoy dispuesto a pasar por ello una vez más, eso nunca.

Jacob se puso de pie y mojó sus labios antes de hablar, su padre dijo a donde lo envió, pero sólo podía imaginarse lo que pasó ahí, teniendo en cuenta los temblores de Thomas cada vez que lo recordaba entonces era algo bastante malo.

— Ahora estoy yo, yo...

— ¿Sabes siquiera lo que estás diciendo? — negó Thomas, pero eso no lo asustaría, sabía perfectamente lo que quería, o más bien a quien quería, a Thomas y solo a él.

— Si, yo te...

— No lo digas, no quiero escucharlo, para mi tú tienes la culpa, no ellos — un peso extraño se alojó en su pecho y tuvo que suspirar antes de volver a hablar.

— ¿Por qué? Yo no sabía sobre esto.

— Tu empezaste todo — repitió.

— No puedes estar hablando en serio, somos compañeros, por lo que iba a pasar tarde o temprano.

— Vete — ordenó.

Sus ojos se colorearon de dorado puro, las garras y colmillos saltaron a la vista, Thomas tenía una pelea interna con su león y eso a pesar de todo lo hizo un poco feliz.

— Sólo me estás negando por despecho, obviamente tu lado animal no está muy de acuerdo con ello.

— Mi lado animal se puede ir al infierno — dijo Thomas enseñando los colmillos y agarrándolo por el cuello de la camisa — No te quiero cerca de mí, no dejaré que la manada vuelva a joderme.

— No los dejaré.

— No puedes prometerlo — resopló con una sonrisa irónica.

— Si puedo, nadie se atreverá a tocarte, yo seré el jodido Alfa.

— ¿Has perdido la cabeza? Cuando se enteren de esta mierda, que tarde o temprano se sabrá ¿crees que te dejarán ser Alfa? — Jacob alzó la barbilla y sonrió, un gesto para demostrarle que estaba seguro de lo que decía.

— No pueden oponerse si ya lo soy ¿verdad? — Thomas puso los ojos en blanco y lo miró como si fuese un imbécil.

— Ajá, eso no me incluye.

— ¡Dios! — gruñó — Sigues siendo un dolor de cabeza, eso te incluye porque te quiero como mi compañero.

— ¡No! — de repente Thomas lo soltó y se alejó como si hubiese estado demasiado caliente — Eso no va a pasar ¿Un alfa reclamando a otro? Ni de broma.

— Lo digo en serio ¿no te gustaría vivir a mi lado como mi compañero? Nadie más se interpondrá entre nosotros, Thomas, sólo seremos tú y yo.

Ofreció como opción, la verdad es que no sabía cómo lograría hacer algo así teniendo en cuenta lo que le hizo su manada, que ambos eran Alfas, que todo estaba en su contra.

Por supuesto que lo estaba, pensó irónicamente, nada era fácil cuando su padre estaba en el medio, pero por Thomas sería capaz hasta de dejar la manada si eso lo hacía conseguir a su compañero.

Una manada está integrada por aquellos de los que eliges rodearte, que te aceptan y aman tal y como eres.

Jacob y Thomas podían ser su propia manada sin necesidad de otros en la lista, todo lo que hacía falta era el último componente en la fórmula y por alguna razón eso no parecía demasiado fácil ahora mismo viendo la expresión de Thomas.

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