Ambos contrincantes, Dafne y aquel sujeto que parecía ser un demonio en toda regla por su manera tan fría de atacar a los habitantes de aquella pequeña aldea, el hombre golpeó el rostro de Dafne rompiéndole el tabique nasal aprovechando que ahora solamente tenía la mitad de sus poderes. Estaba, según ella, indefensa pero su poder como sirena era en muchos aspectos superior a la que un lobo puede manifestar a la luz del día, empuñó el arco nuevamente y tiró una flecha contra el sujeto pero esta iba cargada de una energía de color azul que impactó contra el brazo derecho del demonio abriéndole una grave herida de la que escurría agua salada, repentinamente la flecha se volvió agua y volvió al océano.

—¿Qué clase de ataque fue ese? — Dafne parecía no entender lo que había conseguido hacer con esa flecha.

—¡Sirena estúpida! — voceó él lanzándose contra la joven híbrida.

Apenas la chica podía defenderse de los continuos embates de los puños de aquel tipo de tez roja, otra vez sus ojos cambiaron de color a un celeste claro, casi plateado, llevó su mano al frente y todo lo que había frente a ella se congeló incluyendo al demonio que guiaba la Santa Compaña, Dafne respiraba agitadamente hasta que finalmente se desplomó en el suelo exhausta por el esfuerzo.

(...)

Ella despertó en una cama escuchando los murmullos de algunos aldeanos agradecidos por su sobresaliente hazaña que logró hace un par de minutos, observó por la ventana una neblina de lluvia, tras su primer combate entendió que las sirenas podían manipular no sólo el agua  sino también el hielo y congelar a quien sea cuando estas estuvieran en peligro.

—¡Ya despertaste! — chilló Ceres emocionada —el Alfa del pueblo te agradeció todo lo que hiciste anoche, él quisiera que te quedaras aquí, claro que es tu decisión — agregó ella mostrando una tierna sonrisa.

—Supongo que igual que yo tienes una voz que habla en tu cabeza ¿no?

Ceres quedó pasmada por la pregunta tan directa que la heredera del Alfa de A Costa dos Lobos había dicho, meditó su respuesta un momento aguardando que lo que sea que ella fuera a contestar no le provocara a Dafne cortarle la cabeza a la loba.

—Sí, ¿por qué la pregunta? — Ceres la miró preocupada cuando la híbrida de dos mundos se levantaba de la cama.

—Una voz me dice que mi hogar está en el mar, necesito averiguar más sobre ello — respondió Dafne y luego le sonrió levemente —, aunque lo mejor es que te quedes aquí con tu Alfa y tu manada.

—Muuuh, no haría mucho la diferencia — gruñó la loba.

—Entonces ven conmigo, no me vendría mal un poquito de ayuda — le comentó Dafne —¿me permites llevarme un arco? — inquirió con jovial tono de pregunta.

—No hay problema — respondió Ceres sonriendo.

Dafne soltó una leve sonrisa mirándola, tomó el arco y respiró el aire de esa cabaña con tranquilidad, sus ojos regresaron a su clásico color café, color que se manifestaba cuando no estaba en combate o peligro.

(...) 

Por otro lado de esa inmensa región dos individuos caminaban entre la maleza del bosque, uno de ellos llevaba un báculo por el cual absorbía las almas de sus víctimas mientras otro iba vestido completamente de negro y llevaba una espada con su hoja curva. Salieron de la oscuridad que los cubría permitiendo ver a un hombre de no más de veinticinco años de edad, de cabello negro, largo y lacio, y de tez blanca y pálida característico de los vampiros.

—Ay... espere, amo bonito, no me deje — suplicaba el jorobado.

—Da me prisa, chaparrito, no tenemos todo el día — exclamó el joven aventurero caminando fuera del bosque —debemos encontrar a la híbrida del mar y los lobos — añadió serio.

—Ay, llevamos más de dos semanas buscándola y nada que la hallamos — se quejó el sirviente.

El sirviente del vampiro tenía toda la razón porque lo más seguro era que la híbrida estuviera protegida por su manada que debía velar por su seguridad aun cuando las profecías dijeran cualquier tontería por asustarlo, el olor a sal de una aldea inundó sus fosas nasales pero por culpa de la luz del sol le es imposible tan siquiera utilizar su habilidad de vuelo porque se quemaría hasta reducirse a cenizas.

(...)

Dafne se despidió de todos y partió junto a Ceres en busca de sus raíces de sirena y lobo, ahora estaba acompañada por una chica que haría de su viaje una aventura divertida con las continuas charlas que sostenía con aquella licántropa, no dudó en lo más mínimo en continuar con su travesía. 

Se adentraron al bosque donde cualquier valiente huiría de inmediato con tan sólo observarlo, se decía que por el bosque abundaban vampiros cazadores y valientes, pero ninguna sentía el extraño y peculiar aroma que desprendían esos "monstruos" chupasangres. Así, como Dafne, ellos eran incomprendidos por su reputación de despiadados depredadores.

Sabían que la travesía sería muy complicada y peligrosa por la cantidad de monstruos que podrían encontrarse.

—Siento el aroma a arena de desierto y también a sal... — murmuró Dafne con cierta extrañeza ya que esos dos olores nunca se encontraban cerca.

—Tu olor es a sal de mar y me tranquiliza — respondió la loba con una sonrisa y en los labios de Dafne también se dibujó una pequeña sonrisa así como un leve rubor se apoderó de sus mejillas.

—Qué halago tan especial 

La híbrida no entendía por qué se sonrojó por un simple halago de una chica que llevaba poco más de un día de conocerla, ignoró eso y siguieron su camino sin desviarse o hablar más de lo necesario. Gracias a que ambas poseían habilidades propias de los lobos pudieron arribar a una pequeña aldea en dónde unos sujetos que parecían ser centauros o algo por el estilo. Sujetó con firmeza su arco y una flecha lanzándola contra esas criaturas con la misma energía azul que utilizó para vencer al líder de la Santa Compaña. Una mujer la detuvo con su mano pero de inmediato la soltó pues era un agua a temperaturas muy bajas.

¿Se habían metido en problemas?

Ni ellas lo sabían.