41- El castillo demoníaco
Conforme a lo acordado en la mansión, esa noche Henkikoira se iba a encargar de seguir a los saqueadores de tumbas hacia su base secreta, gracias a su gran olfato él podía seguir a sus enemigos incluso en la más densa oscuridad de la noche, el chico se encontraba sentado sobre una lápida con una fecha de nacimiento en el año dos mil tanto, y una muerte cuarenta años después. Henkikoira observó una sombra moverse a toda prisa llevando sobre sus hombros lo que parecía ser un ataúd.
Henkikoira lo siguió sigilosamente y con una velocidad sobrehumana a aquel individuo que se estaba yendo del cementerio a tan altas horas de la noche, el chico llevaba en su muñeca derecha una bayoneta retráctil por si las cosas se ponían feas al momento de llegar a su destino.
Durante la persecución los dos entraron en un frondoso bosque que estaba lleno de pantano, debajo de su capa roja, Henkikoira sacó una cerbatana con unos dardos impregnados de un fuerte olor a cebolla que eran de las comidas preferidas del chico bicolor.
—Demonios, si no estuvieran tan caras ya me hubiera comprado más de una tonelada — masculló el chico.
Sopló dentro del tubo y lanzó un dardo directo a las piernas del perseguido, durante varios minutos se alejó de él hasta que en determinado punto, bajo la penumbra de la noche acompañado por un viento que hacía danzar los árboles de forma macabra, se acercaron a una catedral abandonada en el bosque, Henkikoira comenzó a aproximarse a aquella edificación de piedra mientras seguía a su objetivo por medio de su olor.
—¿Qué lugar es este? — se preguntó el muchacho mientras abría una puerta de metal.
Tras aquel enorme portón metálico, unas escaleras de piedra descendían a un lugar del cual se desconocía su final. Con su olfato escaneó el lugar en busca de restos vestigiales de su presa, y efectivamente encontró algo adentro, el mismo olor fuerte a cebolla que tenía su dardo lanzado con la cerbatana. Henkikoira se alejó un poco y dejó un marcador de olor bastante tenue para los que tengan un olfato realmente débil pero bastante oloroso para quienes sí tengan un sentido del olfato más desarrollado.
(...)
Ivanna, Ceres y Jack siguieron el rastro guiándose por ese marcador que dejó Henkikoira en una de las paredes de la catedral, como presagio del destino que podría incluso hablarles sin voz de que una nueva pelea se les aproximaba a pasos agigantados pero con un aterrador silencio del que ni un mensaje se puede entender o alguna conclusión que puedan llegar.
Poco a poco una fuerte lluvia comenzó a caer sobre ese bosque, hacia el horizonte y en todo el cielo visible un relámpago iluminó todo el lugar ayudando, en cierto modo, a ver el recorrido que les llevaba a su destino. No demoraron mucho hasta que divisaron la catedral abandonada en la que Henkikoira estaba sobre el tejado sentado afilando una de sus siempre confiables tomahawk.
—Llegaron al fin — comentó el muchacho —cuando seguía a ese tipo, encontré este lugar.
—De alguna forma puedo sentir una extraña energía muy densa — Ceres cerró sus ojos —es muy oscura.
—Sí, también el ambiente se siente muy pesado — murmuró Jack —y huele a muerte.
—Si lográramos entrar encontraremos algo que nos pueda servir para averiguar que es lo que tiene planeado Nibiru y Alaric Windsor — mencionó Ivanna —yo no sé ustedes pero por la memoria de mi manada, yo entraré allí.
Ivanna empezó a descender por las escaleras hacia dentro de la catedral en la cual algo guardaban. La loba una vez adentro vio una especie de salón de entrenamiento cerrado iluminado, a todos les pareció en cierta medida bastante sorpresiva la manera de actuar de aquella chica rubia, los demás ingresaron también dentro de aquella fortaleza acompañando a su aliada, si bien sus objetivos diferían en distintas cosas pero que estaban de acuerdo en algo y era acabar con Nibiru para librar a la gente del mal.
—La energía se siente muy pesada — murmuró Ceres —, además huele a incienso.
—A pesar de que me siento bien, este lugar me da mala espina — comentó Jack y sus ojos brillaron en un rojo carmesí.
Gracias a su aguda visión el vampiro descubrió varios pasillos, habitaciones y escaleras los cuales descendían hasta llegar a lo que parecían ser una ciudad subterránea, sin mucha luz ni mucho aire. Un sitio perfecto para los no-muertos, los mismos a los que estaban enfrentándose ahora mismo, un enemigo realmente poderoso y de macabras ambiciones.
(...)
Debajo de la tierra, sentado sobre un trono estaba un hombre con dos pequeños cuernos y su cara pintada de franjas azules que cubría sólo sus mejillas y parte de su nariz. Su piel pálida y su cabello negro largo lo hacían ver realmente imponente ante sus súbditos.
—Señor Abbadon, han entrado varios individuos en la fortaleza de la Necrópolis — comentó una mujer encapuchada.
—Si gusta podemos encargarnos de ellos — añadió un joven encapuchado.
—Adelante, ya que como Nibiru desea apoderarse de todas las áreas que controlan las criaturas sobrenaturales — empezó a hablar el del trono —él podría recompensarnos si acabamos con esas pestes.
—Cómo ordene, señor.
Los dos se fueron en una nube de humo gris que desapareció ante la vista de Abbadon, todo a su alrededor estaba decorado con calaveras humanas de los que no lograron revivir. Además habían tibias, fémures, cajas torácicas entre otras muchas partes del esqueleto humano que le deban a ese sitio un aire macabro y tétrico.
—Ustedes tres — habló Abbadon —prepárense por si llegan esas pestes.
El hombre de cuernos sirvió un vino rojo como la sangre en una calavera humana y se lo bebió de una sola vez sin siquiera hacer caras. Dentro de aquel castillo el olor era repugnante, penetrante y demasiado para cualquiera que tuviera un olfato realmente desarrollado por lo que Abbadon estaba confiado de esa densa atmósfera. Aquel sujeto observaba tres habitaciones no muy diferentes entre sí los cuales son los lugares en los que se llevaría a cabo, si se da el caso, las batallas entre los aliados de una híbrida entre sirena y lobo contra los líderes de la legión gris.
—¿Pero quién es esa vampira? — inquirió Abbadon observando por su bola de cristal a Arinnia —su esencia es diferente a la de todos, jum... no creo que sea nada malo.
(...)
Arinnia siguió el olor que dejaron Henkikoira y compañía, ella estaba justo frente al enorme portón de metal que conduce directo a unas escaleras las cuales daban directo al primer escenario. Algo nuevo que tenía la mujer vampiro era una espada de hoja negra con detalles en rojo sangre sujeta a su cintura, nadie sabía de dónde la obtuvo ni cómo la obtuvo.
—Aquí debe estar Nibiru — masculló Arinnia y luego vio un cuervo posado en el campanario —sí, prometí que acabaría con la vida de ese tipejo y así lo haré.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro