31- El secreto de Ivanna
En la noche, Madame Lillith llevó a los chicos a su mansión. Su objetivo actualmente se iba a centrar en una forma sutil de descubrir qué trama Alaric Windsor en su territorio, la mujer miró a Dafne seriamente y comenzó su andar hacia una biblioteca.
—Dafne, ven conmigo — ordenó ella —y Alexey en tu habitación hay una suficiente dosis de veneno para que puedas controlar tus poderes.
"¿Cómo lo supo?" se preguntó el alguacil sorprendido "¿acaso leyó mi mente?"
—Sí, leo la mente — respondió Lillith con una sonrisa imperceptible.
Los chicos allí presentes suspiraron asombrados por la declaración de aquella mujer, sin duda era algo extraña para todos ellos. La dueña de la mansión guió a la biblioteca. Dafne se sorprendió al ver el enorme lugar al que habían llegado, las estanterías describían una curva respetando el perímetro curvo de la habitación.
—Dime una cosa Dafne — la híbrida la miró confundida —¿cómo se llama tu sitio de origen?
—A costa dos lobos, así la conocía yo antes de que fuera desterrada por la manada — contestó la híbrida algo triste.
—Otra pregunta — Madame Lillith caminó hacia las escaleras de la biblioteca —, ¿cuál crees que sea la razón por la que no han encontrado tantos seres humanos?
—No lo sé, además hay mucho mar a comparación con sitios de tierra firme... es extraño.
—En fin, luego te explicaré el asunto — mencionó la mujer y Dafne quedó con la duda.
La híbrida mantuvo su mirada en todos y cada uno de los libros, luego notó un extraño enjambre de insectos que nunca antes había visto pero Madame Lillith estaba tranquila, eso hizo que ella mantuviera más la calma pues no sintió a Aysel revolcarse cuando hay peligro y horas atrás cuando hablaron le confesó que se sentía tranquila con esa tal Madame.
(...)
Una lluvia comenzó a caer sobre la ciudad capital, ya todos habían cenado y cada uno estaba en su habitación a excepción de una persona integrante del grupo, discretamente Ivanna tomó un paraguas y abrió la puerta sin que nadie se diera cuenta. La lluvia caía con fuerza sobre las calles de la Cathair Geal, algunos militares patrullaban pero ninguno le prestaba la menor atención a Ivanna, ¿quién iba a interesarse en una bella chica rubia a las dos de la mañana? Seguro que ellos no.
Ivanna salió de la parte más rica de la ciudad y se dirigió a un barrio apartado en el que había un extraño monasterio en lo alto de una colina, a su mente le llegaron unas aterradoras, el fuego quemaba la madera de esa pequeña casa mientras que el humo no la dejaba ni respirar bien. Pudo recordar con exactitud el color negro de un sombrero quemándose sin dejar rastro pero los rostros de las demás personas que le acompañaban, no.
—¿Qué pudo haber sido eso? — se preguntó la chica continuando el camino.
Su olfato comenzó a detectar un olor a quemado cuando estaba a escasos metros del monasterio, ella se giró sobre sus talones para encarar al recién llegado, pero no había nada. Incluso su loba interna se sobresaltó, observó de reojo el letrero de aquella misteriosa tumba que quedaba cerca y encontró escrito, en alfabeto cirílico, la palabra Kunnunen y Mustakuu, el nombre de su antigua manada.
—¿Kunnunen? ¿y ese olor a quemado?
—Has de tener demasiadas dudas — comentó una voz gruesa y varonil, Ivanna se dio la vuelta y allí estaba Nibiru, de pie y sin mostrarse exaltado —, ¿quieres saber lo que le pasó a la manada Mustakuu?
—¿Qué tienen que ver Alaric Windsor y un tal Nibiru? — el hombre rio levemente —¿qué es tan gracioso?
—Querida Ivanna, yo soy Nibiru y me gustaría saber la cara que pondrá Dafne y todos tus amigos al descubrir que yo — se señaló con un dedo —, yo fui quien se encargó de destruir todo lo que amaban.
—¿Tú? ¡Eres un maldito! ¡Así que tú destruiste mi aldea! — voceó Ivanna con sus inyectados en ira, pero sus pupilas eran rojas en lugar de amarillas como normalmente lo tendría un lobo.
—Efectivamente, me encargo de limpiar los lugares más propicios para vendérselos a Alaric — comentó con una calma que hacía sentir a Ivanna una indignación creciente —Ah, y por cierto el Bandera Negra destruyó ya sus diez aldeas para cubrir su cuota.
—Eres un malnacido
Ivanna quiso golpearlo pero una extraña barrera se lo impedía, ella salió disparada colina abajo rodando hasta llegar al barrio pobre en donde estaba el monasterio. Nibiru hizo salir de sus hombros un mazo, él se preparó para atacar a la chica y justo cuando iba a golpearla un hacha muy pequeña cortó el mango haciendo caer la cabeza del arma al pavimento y esa hacha quedó incrustada en un árbol que luego de unos minutos cayó al suelo.
Ambos giraron su cabeza encontrándose con un joven de pelo blanco en el frente y con mechones negros que caían por su espalda. Iba vestido con una capa roja, una camisa blanca sosteniendo con unos tirantes el pantalón negro de lana que también portaba y calzando unos zapatos de cuero marrones.
"¿Qué olor es ese?" se preguntó Ivanna.
—Igual puedo crear otras armas — mencionó Nibiru y lanzó a Ivanna contra la montaña.
El hombre pelinegro creó de su cuerpo una lanza de cuatro puntas y se dispuso a lanzársela a la chica pero el recién llegado sacó una espada curva de mango rojo y cortó la lanza de un tajo, justo para que en ese instante un relámpago iluminara el rostro de aquel chico que no parecía superar los 20 años de edad.
—Debo admitir que esa espada tiene un filo asombroso pero no puedes tan siquiera hacerme un rasguño, jovencito — Nibiru se mostró sonriente y orgulloso por sus habilidades especiales.
—En tarvitse kohteliaisuuksiasi — dijo el chico en otro idioma mostrándose algo enfadado pero sin perder nunca la compostura.
Eso impactó a Ivanna que no creyó que alguien hablase la misma lengua que utilizaban en su manada, el joven hizo varios cortes con su espada y abrió un espacio dentro del campo de energía de Nibiru e incluso logró hacerle un pequeño rasguño en el rostro a su contrincante. De repente una nube de gas tóxico inundó el ambiente cegando por breves instantes a Ivanna y al misterioso joven carmesí, luego de esos momentos que parecían eternos los dos chicos recuperaron la vista sólo para encontrarse con que Nibiru desapareció sin dejar rastro.
—Oye, gracias por la ayuda — la chica se levantó con dificultades y miró a su contrario quien permanecía serio y de pie.
—Nunca es buena idea salir a la calle sin un arma con los tiempos que corren — olfateó el aire —loba.
Él se dispuso a irse pero Ivanna lo sostuvo del brazo, ahora que Nibiru le reveló que él había destruido a su manada y a su aldea, quería. No. Debía vengar la muerte de tantos inocentes que murieron injustamente.
—¡Espera! necesito de tu ayuda — el chico se dio la vuelta —, es sobre-
—¿Sobre tu manada? — Ivanna asintió —, ya veo. ¿Quieres que te ayude a deshacerte de Nibiru?
—Sí, eso quiero — exclamó Ivanna con una voz aguda.
—Perfecto, nos veremos en la mansión de Windsor en tres días — la mujer frunció el ceño —, habrá una cena de negocios allí, iremos y les arruinaremos la fiesta.
—Pero no me has dicho tu nombre.
—Henkikoira, así me llamo.
Justo esas palabras retumbaron en su mente, ¿dónde había escuchado ese nombre? ella intentaba hacer memoria pero era imposible recordar ese simple nombre.
(...)
nota del autor: Mustakuu es luna negra en finés, y algunos ya saben que me encanta ponerle pasados trágicos a mis personajes. Y ya vamos llegando a la mitad del libro, esto se pone cada vez más bueno ¡papú!
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