27- Pacto satánico
Los aviones con ayudas humanitarias llegaron a un aeródromo y algunos barcos acorazados de hierro arribaron al pueblo de la ciudad capital de Cipango, Samir y Shalafy quienes estaban en un balcón de un lujoso hotel no sabían qué estaba sucediendo pero sí estaban al tanto del sismo que sacudió la parte sur del continente.
—Shalafy, ¿sabes qué fue lo que ocurrió en la aldea de pescadores del sur? — indagó Samir.
—El fuego se apaga cada vez que trato de averiguar, tal vez haya ocurrido un tsunami por culpa del terremoto — mencionó Shalafy, algo preocupada —, Samir iremos a averiguar que sucedió.
El hechicero del viento asintió e hizo crecer un ave de papel volando hacia el epicentro del terremoto, algo que les llamó la atención fue la cantidad enorme de soldados que andaban entre las calles y algunos se metían en las casas de las personas algo que le desagradó por completo a la pelirroja.
(...)
En la pista del aeródromo a las afueras de la ciudad el alcalde de la capital recibía las ayudas que Alaric Windsor y un par de nobles de dudosa reputación que celosamente guardaban unas armas bajo sus abrigos de lana grises, el alcalde quien además dirigía sobre toda la nación estaba allí presente por lo que si Windsor decidiera matarlo podría tomar el poder de todo el país que abarcaba la Isla de Cipango.
—Lamento mucho lo que va a suceder aquí, señor alcalde — mencionó Windsor sacando una pistola —, no es nada personal... son solo negocios.
—Pe-pero tú ¿que no se supone que ibas a ayudar a las personas de este país? — preguntó el alcalde que era un hombre de unos cuarenta y cinco años.
Windsor rio entre dientes mostrándose supremamente desinteresado por el destino que llegasen a sufrir los habitantes de Cipango, observó su arma y le puso el seguro para que no se disparara sola, la guardó y se acercó al hombre mayor. Cuando estuvo lo suficientemente cerca sacó una navaja y la clavó en el abdomen del alcalde.
—Escúchame, vejestorio, a mí no me importan sus vidas por mí que se larguen al maldito infierno. Si controlas el miedo del pueblo, lo controlas todo y eso es precisamente lo que haré en este estúpido lugar — unos militares trajeron frente a los ojos del alcalde a unos jóvenes que no debían superar los dieciocho años y los arrodillaron frente a ellos —, el miedo siempre funciona para mantener a raya cualquier intento de rebelión.
Windsor dio la orden y sus hombres acribillaron a los adolescentes vaciándoles el cargador de sus armas y esparciendo su sangre y entrañas por la pista de aterrizaje, el alcalde no podía creérselo. Quien se suponía que ayudaría a los damnificados acababa de asesinar a un grupo de chicos que aún tenían mucho por delante, mientras tanto él comenzó a desangrarse y cayó desplomado al suelo ya sin vida.
—Desháganse de estos inútiles, ya iré a mi nueva casa y díganle a Nibiru que quiero verlo allá — ordenó Alaric Windsor subiéndose a su automóvil.
Los soldados levantaron su mano izquierda con todos sus dedos, menos el pulgar, y dijeron algo en una lengua muerta. Ellos consideraban a Windsor como un gran líder aunque fuera un desalmado y despiadado asesino de inocentes, ellos tomaron los cuerpos ya sin vida de los jóvenes y el alcalde y los tiraron todos al océano manchando de sangre la superficie.
(...)
Windsor observaba que ahora tenía en su poder casi todas sus gemas sabiendo que ahora tenía que pedirle a Nibiru las que él había obtenido, veía con superioridad a los ciudadanos como si de unas simples basuras, él ya empezaba a ganarse un odio que poco a poco se iba entrando en los corazones de los habitantes de Cipango.
Él llegó a la mansión del alcalde y a quien intente interponerse en su camino, lo iba quitando de su camino disparándole y dejando tras de sí un rastro de sangre y cadáveres; ya en su nueva oficina se sentó en el escritorio y esperó un rato hasta que Nibiru llegara; Windsor hizo una jugada maestra aprovechándose de la calamidad y la conmoción que suscitó el simso.
—Bienvenido a mi nuevo hogar, amigo Nibiru — dio la bienvenida Alaric.
—Bastante acogedor — murmuró Nibiru —, ¿era necesario?
—¿El qué? — contraatacó el pelinegro confundido.
—Matar al alcalde, sí, yo sé que ya tienes todo el poder sobre Cipango pero tienes el odio de todos — Nibiru se acercó a la ventana mirando el océano —, no dejes que el poder te ciegue
—Lo sé, encontré seis de las gemas en Britania y Gondwana ¿y tú? — respondió Windsor.
—Tengo cinco, y un grupo de chiquillos entrometidos tienen dos por eso no tengo la misma cantidad que tú — respondió el contrario con calma, era innegable que ambos compartían un aspecto casi idéntico.
—Entonces hagamos esto juntos como en los viejos tiempos — extendió su brazo a su amigo.
—Por supuesto — Nibiru apretó la mano de Alaric formando una alianza inquebrantable.
Minutos más tarde, Alaric Windsor organizó un altar por el que invocaría a algún demonio que le ayudara a incrementar sus fuerzas y volverse invencible, eso igualmente ayudaría a Nibiru a incrementar sus poderes. Sobre el altar, habían velas negras que encendidas por la flama iluminaban un libro que en cuyas hojas están escritos unos conjuros de invocación. El hombre recitó las palabras escritas en una página, pronto las velas se apagaron dando paso a un masa amorfa de colores rojizos y negros entremezclados, Alaric abrió sus ojos y además su boca y ese ente entró por su cavidad oral poseyéndolo y siendo ahora su recipiente tendrá todos los poderes de aquel demonio.
(...)
En otro punto Ailyn quien estaba barriendo su templo en donde un par de cosas de cristal cayeron y se rompieron por la fuerza del terremoto, sintió un escalofrío y vio hacia el horizonte. Algo le decía que también Caronete y Tefnut sabían de algo así pero tenían que guardárselo.
—Señor Caronete — llamó la chica de cabello rizado —, pude sentir una energía muy densa y casi se podría decir que maligna.
—Sacerdotisa, no es "casi" es energía maligna y proviene de la capital — respondió Tefnut con seriedad —, esto no me agrada.
—Ni a mí, la magia negra es muy peligrosa si no se maneja adecuadamente... — mencionó Caronete —, ¿qué estará pasando? ¿acaso alguien hizo un pacto con algún demonio?
La sacerdotisa calló y se mantuvo firme observando a lo lejos la ciudad que también sentido el rigor del sismo. Aunque ellos aún no supieran qué estaba sucediendo con Alaric Windsor y Nibiru, un mal presagio se instaló a vivir en sus corazones, una ola de preocupación por Dafne y sus amigos los invadió.
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