10- Gahlia & Nibiru
El viaje en el enorme galeón era tranquilo, Caronete y Tefnut parecían estar absortos de la realidad mientras la noche comenzaba a acercarse.
Al Centauro le parecía muy extraño y peculiar que una espada que se suponía que solamente era una leyenda entre las criaturas marinas.
—No entiendo... — murmuró el Centauro —hay algo que no me cuadra en todo este asunto
—Suelta la sopa — habló Jack.
—¿Cómo es posible que Dafne haya podido sacar la espada del coral? Se supone que es una leyenda milenaria.
—Y dices que ella no debía sacarla ¿o me equivoco?
La mirada inquisitiva de Jack era firme, Caronete no se esperaba que le preguntaran algo así de directo, en realidad era cierto que ese vampiro y en general la mayoría de miembros de su especie eran conocidos por ser muy directos y hasta crueles.
—Yo no dije eso — expresó molesto el Centauro.
—Lo sé, Dafne la logró sacar para defendernos, aunque me duela admitirlo yo quiero devolverle ese favor — dijo el vampiro con seriedad.
El sonido de los cuervos acercarse a un barco que zozobró en alta mar inundaba el aire el cual comenzaba a hacerse más y más denso.
—Huele a sangre — musitó Dafne desde el palo mayor.
Los ojos de Jack brillaron en un tono carmesí profundo permitiéndole ver más allá de la proa del barco, sin duda a él le encantaba la vista que tenía con esa visión especial que todos los vampiros poseen.
El barco siguió hacia donde hubiera tierra, en el horizonte el sol se asomaba iluminando las calmas aguas del océano.
En el camarote, Dafne despertaba bajo la atenta mirada de Kassia, la sirena sonrió un poco observando a la híbrida de los dos mundos.
—¿Dormí mucho? — Kassia asintió —ayer escuché tu voz en mi cabeza ¿cómo lo hiciste?
—¿Te refieres a esto?
La híbrida se sorprendió porque volvió a escuchar la voz de la joven sirena, se levantó y sin mediar palabra abrazó a Kassia con quien ahora podía comunicarse mejor.
Era bien sabido por todos aquellos que las sirenas perdían su voz cuando estaban en tierra firme o fuera del mar.
—Bien, iré a la cubierta — dijo la híbrida.
Kassia asintió y le entregó la espada que en la tarde Dafne sacó del coral. La híbrida volvió arriba encontrándose con todos y saludando con una sonrisa a cada uno.
Le agradaba estar rodeada de esa gente que tanto quería y admiraba, ahora disfrutaba cada uno de esos momentos en los que estaba.
—Dafne — Tefnut habló desde atrás —luchaste bien, según Caronete tu espada es una leyenda.
—¿Una leyenda? — indagó Dafne confundida.
—Hace mucho tiempo, los más expertos y excelentes herreros del mar crearon esa espada con la magia helada que las sirenas poseen — explicó Caronete —Tú fuiste la primera persona que logró sacar esa espada del coral que la mantenía custodiada y también pudiste conseguir dos gemas — añadió observando el horizonte.
—¿Para qué son esas gemas? — Preguntó la híbrida.
—Según cuentan son para conceder deseos una vez que juntas las trece pero están dispersas por todo el mundo ahora, sorprendentemente, tenemos dos gemas — informó el Centauro macho.
—¿Y la espada? — volvió a preguntar la híbrida —la espada atrajo la gema azul
—Esa joya quiso ayudarte a como diese lugar — murmuró Tefnut
—Y decías que moriría — comentó Jack con burla.
—Cállate la boca — espetó la centaura.
—¡Tierra a la vista! — anunció Ceres desde el palo mayor.
Todos observaron a lo lejos una enorme isla montañosa iluminada por los primeros rayos del sol de esa mañana, ellos no sabían a qué isla llegaron.
—Amo Jack, ¿usted cree que es esa famosa isla llamada Cipango? — preguntó Pancracio acercándose a él.
—No lo sé, lo comprobaremos una vez lleguemos a la costa — contestó Jack.
Cortando el mar se acercó el barco a la costa, anclaron el navío en una playa de arena blanca y cuando todos bajaron observaron un enorme bosque que solamente se veían en climas templados.
—No siento ningún olor reconocible — mencionó Jack.
Caminaron adentrándose en el bosque, Dafne y los demás sostenían algún arma preparándose para luchar con quién fuera necesario.
Debajo de ellos el suelo comenzaba a temblar y presagiaba que quizá un monstruo enorme saldría de las entrañas de la Tierra.
Pero no ocurrió así, el suelo que pisaron ellos se abrió un agujero inmenso llevándoselos, la caída duró un buen rato hasta que unos conductos los separó y el grupo aterrizó en lugares distintos.
(...)
Mientras tanto desde otro lugar, una tenue luz blanquecina iluminaba un cuarto de un castillo al estilo japonés en donde, sentado en el suelo, un hombre de cabello largo y negro vestido con unas botas negras, un pantalón de lana verde oscuro y una chaqueta del mismo color además de llevar en su cabeza un sombrero de ala ancha de color blanco.
—Esos sujetos ya tienen dos de las trece gemas — murmuró el misterioso hombre —Tienen dos alternativas: o mueren ahí dentro o escapan aunque es imposible
Giró su cabeza en dirección a la puerta de entrada de aquel pequeño recinto, en el marco de la puerta se encontraba una mujer de piel pálida y ojos negros, que llevaba puesto un vestido de falda amplia bordado con flores de color blanco y unas sandalias de cuero, los fríos ojos de aquel sujeto se cruzaron con los de esa mujer.
—Gahlia, avísale a Cráneo Negro que hay un gran botín en Cipango por si lo quiere obtener — ordenó el hombre con seriedad.
—Eso haré, y de paso conseguiré otra gema mágica — dijo la tal Gahlia.
El misterioso varón sonrió para sus adentros y vio como Gahlia desapareció casi por arte de magia.
(...)
Por el mar navegaba el barco Bandera Negra dirigido por Arinia y un hombre que permanecía con una máscara de color negra para proteger su piel del sol.
En ese preciso momento apareció Gahlia frente a la tripulación de los vampiros, su mirada se hizo burlona. Arinia presenció esto y no estaba segura de lo que ocurría.
—¿Qué está sucediendo? — inquirió el capitán pirata.
—Cráneo Negro, me manda mi amo Nibiru — informó Gahlia —hay un botín valioso en Cipango.
—No me interesa — respondió él a secas.
—Recuerda quién te salvó de la serpiente de mar... además — sonrió la mujer de ojos negros —puede mandar al mítico Myurtz por ustedes — añadió con una sonrisa burlona.
—Jum... no le faltes al respeto al capitán — gritó Arinia lanzándose contra Gahlia.
Cuando ella iba a impactar su puño contra el rostro de esa misteriosa y siniestra mujer, fue detenida por el dedo índice de Gahlia. Arinia era la vampira más fuerte de esa tripulación, aun bajo la luz del sol, y verse así superada por alguien que detuvo su golpe con un sólo dedo era impensable.
—¿Eso es todo? — cuestionó Gahlia burlona —Qué aburrido
Con su palma de la mano golpeó a la vampiresa tirándola a varios metros de distancia hasta estamparse contra el palo mayor el cual se destruyó.
Gahlia corrió a una enorme velocidad deteniendo el trozo de madera más grande impactara el bote.
—Deben encontrar ese botín valioso en Cipango y entregárselo a Nibiru — ordenó Gahlia ganándose el odio de todos los tripulantes —Adiosito
Gahlia tiró el palo mayor al agua y desapareció de la misma forma como había llegado allí se fue desapareciendo.
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