Misha
La oscuridad me dio la bienvenida cuando abrí los ojos, una que, enseguida, se fue disipando a medida que mis pupilas se agrandaban y mi visión engullía la negrura para garantizarme la capacidad de ver. A mi lado, Glenn dormía con el ceño fruncido y su brazo derecho sobre mi cintura. Su otro brazo me había servido de almohada durante las horas de sueño, las cuales fueron más bien pocas.
Ninguno de los que estábamos en el refugio había podido descansar mínimamente desde que llegamos hacía dos días. Los nervios y la inquietud estaban demasiado a flor de piel y nuestro futuro era demasiado incierto y complicado como para permitirnos dormir a pierna suelta. Que hubiéramos logrado escapar y mantenernos a salvo durante dos larguísimos días no quería decir que el peligro hubiera cesado. El Clan y la familia Linheart iban tras nosotros. Ahora aliados para destruirnos, los Ancianos habrían conectado con los otros clanes para acusarnos de traidores a nuestra especie y por hacer tratos con el licántropo Glenn Linheart a saber con qué embustes.
Y eso, en verdad, era lo que más nos preocupaba a mí y a Konstantin. Porque, dependiendo de cuan convincente fuera la mentira, los aliados que teníamos en los clanes a favor de la paz, se pondrían en nuestra contra. Y de ser así...
Me incorporé y coloqué los pies descalzos en el suelo de roca pulida. A pesar de lo antiguo que era el escondite, estaba bastante bien acondicionado con camas —de colchones duros e incómodos —y varias estancias. Nos habíamos repartido en grupos —no era demasiada buena idea estar separados —al igual que habíamos distribuido diferentes turnos de vigilancia.
Sentí el impulso de sacar mi teléfono y consultar la hora, pero todos los teníamos apagados para que no pudieran rastrearnos. Todos menos Konstantin que, gracias a su rango, contaba con la privacidad y la imposibilidad de que alguien pudiera saber su ubicación a través de su dispositivo si él no lo deseaba. Y Kostya era de los que preferían morir solo en una cuneta que sentirse vigilado.
Había vivido demasiados siglos libremente para hacerse esclavo de la tecnología, o esa era siempre la misma frase que soltaba con una sonrisa cada vez que los Ancianos o los purasangre sacaban a relucir el tema.
Con movimientos sigilosos, aparté el brazo protector de Glenn y salí de la estancia sin que nadie reparara en mí. Unas tenues luces amarillas me dieron la bienvenida una vez salí al corredor. Según Konstantin, en previsión de que en el futuro fuera necesario utilizar aquel lugar, había hecho instalar un gran generador y un cableado eléctrico por operarios humanos.
—No tendría sentido acondicionar con electricidad este lugar a sabiendas del Clan —me había confesado guiñándome un ojo.
Y era cierto, porque Konstantin lo había dejado todo listo para su propio beneficio en el caso de que el Clan lo traicionara. Tal cual como había sucedido.
Recorrí el pasillo sintiendo el frío y la dureza de la piedra mientras seguía su olor. Tal y como me había informado mi sentido del olfato, Kostya estaba solo en una sala que pretendía ser una especie de despacho. El paso del tiempo, empero, había cubierto de polvo y telarañas los estantes, las butacas, las sillas y el gran escritorio. Los libros estaban apolillados y amarillentos, las butacas roídas por ratones u otros animales y la madera, en algunos puntos, había sido carcomida por las termitas.
Entre las sombras —sombras de verdad— estaba Kostya. Una de las habilidades que solía fascinarme de los vampiros más antiguos, sobre todo en los Primeros, era su capacidad para gobernar las sombras a su antojo. Los humanos creen que somos capaces de volar y de transformarnos en murciélagos, pero todo es falso. Una de las pocas cosas que más o menos han sido capaces de adivinar es lo del dominio de las sombras, aunque no todos los vampiros pueden hacerlo. Solamente aquellos que tienen muchísimos años —de tres mil para arriba— son capaces de hacerlo independientemente de si son purasangre o no. Aunque, por razones obvias, solamente he visto a purasangre hacerlo. Ningún vampiro no purasangre ha vivido tanto a lo largo de la historia.
Entré en la estancia dejando la puerta entreabierta y me acerqué a Konstantin. Un brillo salvaje se entreveía entre la espesa oscuridad que lo abrazaba y me detuve frente a él, con el escritorio polvoriento como único elemento de separación entre los dos.
Me mantuve allí, de pie, sin decir nada, a la espera de que él decidiera alejar la oscuridad y mostrarse ante mí. No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que la negrura se apartó de él y se disipó, volviendo a donde quiera que perteneciera. A diferencia de la jovialidad que solía mostrar en su rostro, sus facciones no podían estar más serias, más semejantes a las de un verdadero vampiro con doce mil años en su haber. Soltó su smartphone sobre la mesa y clavó la mirada en mí.
—¿Has contactado con Asher, Erika y Ryô? —le pregunté.
—Si —asintió —. La situación es complicada. Y, al parecer, se ha complicado todavía más.
—¿Qué te han dicho?
Kostya se echó hacia atrás y la silla rechinó peligrosamente, advirtiendo que aquel movimiento no era muy buena idea.
—Que no van a ayudarnos.
Tragué saliva.
—¿Por qué?
—Porque nuestra raza nos ha condenado como traidores —se encogió de hombros —. Se hizo una reunión de urgencia con todos los Ancianos de los clanes y Oksana se lució de lo lindo e hizo una interpretación magistral. Por estas cosas odio tanto las videoconferencias.
—¿Qué les ha contado?
Konstantin soltó una risotada entre divertida y amarga que me puso los pelos de punta. Un brillo rojo apareció en sus ojos negros.
—Que nos habíamos aliado con el cachorro de los Linheart y su manada para llevar a cabo un plan diabólico: eliminar a todos los vampiros purasangre y Ancianos que no están a favor de la paz. Antes, empero, íbamos a ayudarlo a eliminar a los opositores de Glenn y a adueñarnos de los licántropos. Tú has tenido un papel estrella al ser la pareja de Glenn. Parece ser que se armó un gran alboroto, incluso a nuestros aliados no les gustó un pelo. Algo que era previsible.
—¿Previsible? —pregunté con un deje de rabia. Era algo superior a mí el saber que casi todo el mundo, lobos o vampiros, estaban en contra de mi relación con Glenn—. Se supone que están de nuestro lado, del lado de la paz entre especies, ¿por qué deberían ofenderse o enfadarse?
—Porque una cosa es buscar un modus vivendi en el cual no debas ir a la guerra y otro muy distinto es aceptar que nuestras especies pueden mantener relaciones afectivas, Misha. Sabes que todavía hay muchos de los nuestros reacios a mantener contacto con los humanos más allá del estrictamente necesario. Obviamente, con los licántropos reaccionarían igual o peor.
Tenía razón y lo sabía. ¿No había sido yo igual que ellos hasta hacía unos pocos días? ¿No había yo negado mis sentimientos por Glenn, en parte, porque yo mismo había albergado prejuicios? La mentalidad, las costumbres y las forma de pensar eran lo que más costaban cambiar. Y, si quería que los vampiros y los licántropos aceptaran mi relación con Glenn, debería luchar y recorrer un largo camino hasta que los hiciera comprender. Ambos debíamos hacerlo. Porque ahora estábamos ante los únicos que nos aceptaban y era fácil olvidar el mundo que estaba en nuestra contra.
—¿Qué vamos a hacer entonces?
Kostantin suspiró.
—No lo sé, Misha.
Se encogió algo dentro de mí. Era la primera vez que veía a Konstantin Egorov en aquel estado, uno en el que la situación lo superaba. Porque había demasiadas cosas en juego y la partida nos tenía en jaque. Una mala decisión, un movimiento erróneo y sería el final de la partida. Y no había vidas extras para intentarlo de nuevo.
—Lo único que sé es que no nos rendiremos y que lucharemos. ¿Cómo? ¿Cuándo? No lo sé. No puedo saberlo, mucho menos después de...
No me gustó nada aquel silencio, aquella frase inacabada. Me recorrió un escalofrío porque, por mi mente, floreció un pensamiento, uno demasiado funesto hasta para mí.
—Has dicho que nuestra situación se había complicado más —musité colocando ambas manos sobre la mesa e inclinándome hacia Kostya —, ¿qué has querido decir con eso? ¿Ha pasado algo con Louis Linheart?
Konstantin me aguantó la mirada antes de desviarla hacia su teléfono móvil.
—He recibido un mensaje.
—¿De quién?
—De Noel Linheart, el beta de mayor confianza de Louis Linheart.
Noté cómo se me contorsionaban las facciones del rostro.
—Eso quiere decir que...
Kostya asintió.
—Marko Linheart ha matado a su padre y se ha hecho con el control total de la manada. Algunos de los partidarios de Louis y Glenn han muerto, pero unos pocos pudieron escapar y ahora están escondidos.
—¿Cuándo? —quise saber —. ¿Cuándo lo mató?
—Después de nuestra huida. Al parecer, cuando regresó sin su hermanito, decidió quitarse la máscara y dejarse de juegos. No pensé que lo haría tan pronto. Ni yo ni Louis creímos que lo haría antes de acabar con Glenn, pero lo ha hecho. Marko es ahora el nuevo alfa de facto. Seguramente no lo sea todavía de iure. Pero no tardará mucho en oficiar la ceremonia para serlo.
—¿Lo ayudó el Clan?
—Eso parece —pero no estaba mirándome a mí, sino a la puerta.
Fue en ese momento en el que me percaté de que no estábamos solos, que había alguien más tras la puerta que había dejado entreabierta. Como si tuviera vida propia, la hoja se abrió y los ojos dorados como llamas ardientes de Glenn Linheart, destilando rabia y odio, se clavaron en mí.
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