Epílogo
Antes de comenzar con la lectura, recomiendo el colocar una música emotiva o instrumental para poder acompañar la lectura.
Ahora sí, espero que disfrutéis del epílogo. ¡Buena lectura a todos/todas!
Sonrió mientras sentía unas manos atar su cabello, recogiéndolo en una coleta ni muy corta ni muy larga que logró alisar parte de su cabello. En un principio, había pensado en dejarse su cabello al natural, pero pronto se percató de que eso solamente lograría incomodarlo durante todo el día, tanto a él como a Bakugou. Otra opción habría sido peinar su cabello como había acostumbrado a hacer durante toda su adolescencia, pero eso haría que la formalidad y la seriedad del momento desapareciera casi al instante que se dejara ver. Por lo tanto, no tuvo más remedio que atar su cabello lo más prolijamente posible para dar más elegancia al asunto.
—Denki, ¿de verdad te has ofrecido a esto por voluntad propia? —dirigió su mirada, brillante, optimista y repleta de cariño, hacia su amigo, un atractivo beta que, a pesar de los años, no había cambiado su carismática personalidad en ningún momento, y este, culminando con el peinado del contrario, se alzó de hombros.
—¿Por qué no debería haberme ofrecido a algo tan importante como esto? Eres mi mejor amigo, no podía dejarte tirado —habló con solemnidad el rubio, acicalando un mechón rebelde que había entre el cabello del otro beta, pero ante la mirada amenazadora de este, no tuvo más remedio que confesar sus verdaderas intenciones—. Bueno, es que si cumplía este trabajo me dejarías ir a la fiesta.
—¡Lo sabía! ¡Eres un interesado, Kaminari Denki! —exclamó mientras cerraba su mano sobre su pecho, intentando fingir una molestia que no estaba sintiendo, consciente desde hacía tiempo de las intenciones de su amigo, pero sabía que este también se había ofrecido de forma honesta sin pensar en los beneficios que aquello le traería. Conocía bien a ese chico, y nunca sería capaz de abandonar sus amistades por intereses.
—Pero también sabes que me hacía ilusión acompañarte en este día, ¿verdad? —Kaminari soltó una suave risa, pasando sus manos de nuevo por el cabello del contrario mientras sonreía de forma melancólica—. Espero que te guste el resultado, sabes que no soy muy bueno peinando a otras personas.
—Lo importante es que lo has intentado, Denki. Sino, simplemente acabaré de peinarme yo, así que no te compliques mucho. ¿Puedes pasarme el perfume? —pidió, girando su cabeza para ver el rostro de Kaminari—. Espera, ¡¿estás llorando?! ¡Denki, no es momento de que te pongas sentimental, por favor!
—Lo siento. —El rubio beta sorbió sus mocos, limpiando las lágrimas de su ojo manteniendo una sonrisa ladina y sincera, pasando a su amigo el dichoso bote de perfume—. Es que... Simplemente me siento muy honrado de poder acompañarte, de haber podido ver cómo Bakugou te hacía feliz durante todo este tiempo. ¡Es inevitable no llorar, Kirishima! ¡¿Tú no estás nervioso?!
—Claro que estoy nervioso, Denki —suspiró el muchacho mientras apretaba sus puños, tensos por las ansias, por el sentimiento de miedo y desconcierto por lo que podría suceder en el futuro tras aquel día, y sus piernas se descruzaron, intentando dejar de temblar de manera inconsciente—. Pero debo mantenerme firme, no puedo largarme a llorar y acabar con todo. Es por eso que intento sonreír, incluso si tengo miedo, porque Bakugou se lo merece, y yo haré todo para darle todo lo que él merezca.
—Mierda, esto es demasiado para mí —murmuró Kaminari mientras apartaba su cuello, frotando su sien con algunas lágrimas cayendo por su rostro todavía—. Sero no tardará mucho en llegar, me dijo que quería asegurarse de conseguir las flores adecuadas. No quería arruinarlo, ya sabes. Esto es demasiado importante como para estropearlo por una mala elección.
—Los dos sabéis que a mí no me importa la decoración. Lo importante es que mis seres queridos estén conmigo —confesó en un hilo de voz Eijirou mientras bajaba la mirada, agarrando con fuerza el bote de fragancia, fragancia a cerezas, un dulce aroma que encandilaría a todos quienes estuviesen allí, en especial a Bakugou, pero sabía que a él no le importaría qué clase de perfume llevara. Porque Bakugou era así, siempre había sido así, y era algo que jamás cambiaría.
—Igualmente, no te queremos decepcionar, y lo sabes bien. Ahora, arréglate, debemos ir yendo o acabaremos con prisas. Y no creo que a nadie le de buena impresión que llegues tarde —apresuró Kaminari, dejando todos los utensilios que había utilizado a la hora de acicalar el cabello azabache de Eijirou, al cual le habían sacado cualquier resto de tintura para la situación que lo meritaba, no sin antes colocar un pequeño broche negro entre un trozo de cabello que no paraba de levantarse, enfadando al rubio por arruinar su trabajo bien hecho.
—¿Crees que ya habrán llegado todos? —cuestionó el otro beta mientras se levantaba de la silla donde había estado esperando a que su cabellera estuviese completamente arreglada—. Desde jóvenes han sido siempre tardíos cada vez que quedábamos para ir al cine o a comer.
—No se perderían de un momento como este. Ten más confianza en ellos, hombre —exclamó mientras codeaba a su amigo, con cuidado de no ensuciar sus prendas de una manera tonta, ya que Kirishima llegaría a matarlo si lo hacía—. Ahora, camina, idiota, no podemos perder más tiempo hablando. Además, ¿cuánto tiempo has estado vistiéndote? ¡Has estado más de media hora en el vestidor!
—¡Pero Denki, debía asegurarme de no ponerme los pantalones al revés o de no pisar mis propios zapatos! ¿Tú sabes lo mucho que me ha costado lustrarlos? —lloriqueó Eijirou, intentando sacar los nervios del momento con esas pequeñas bromas junto a Kaminari, pero en el fondo, deseaba llorar de forma honesta, derramar todas las lágrimas que el terror y la inquietud habían provocado en él.
—Oh no, no hay excusa, Kirishima. Sabes que mientras tú estabas encerrado en el vestidor, yo estaba aterrado en una esquina llorando del pánico —le reprochó el beta, mirándolo con el ceño algo fruncido—. Sé que tu ropa es costosa y no quieres arruinarla, pero la mía también lo es y solamente tardé cinco minutos en prepararme, incluyendo el peinarme y maquillarme.
—¿Maquillarte? ¡Solamente te has borrado las ojeras, no lo incluyas en los cinco minutos! —se quejó Eijirou, mirando cómo los pasillos del hotel en el que había pasado toda la noche alojado comenzaban a ensancharse, llegando finalmente a la recepción del lugar, y, tras un par de minutos, salieron de allí, caminando nerviosos hacia el edificio que lograba entreverse fácilmente entre el resto de rascacielos y bloques de pisos.
Extrañaba a Bakugou. Quería poder oler de nuevo su aroma a pólvora y a caramelo, volverlo a besar, volver a repetirle lo mucho que lo amaba y lo mucho que deseaba el poder continuar a su lado por el resto de su vida.
—Kirishima, ni se te ocurra ponerte a llorar. Tú mismo has sido el que ha dicho que debes mantenerte firme, no me obligues a pegarte para que llores, pero de dolor —murmuró algo molesto Kaminari, pero a medida que se iban acercando al edificio al que habían fijado su vista durante tanto tiempo, su cuerpo también comenzó a temblar y sus nervios también empezaron a hacerse presentes en él, y Eijirou se percató de eso cuando vio las piernas del beta comenzar a temblar como si se trataran de gelatina pura—. ¿Sabes qué? Te doy permiso para que llores si tú me dejas llorar a mí también hasta llegar a la iglesia.
—No llores, Denki, intenta sonreír, ¿de acuerdo? Lo que menos me falta es que tú te pongas a llorar a moco tendido en mitad de la calle. Ya nos están mirando raro como para que empieces a sollozar como si el mundo se fuera a terminar —le reprochó el pelinegro mientras fruncía los labios, agarrando del brazo con miedo a Kaminari—. Todo saldrá bien, ¿verdad? No pasará nada malo, ¿cierto? —preguntó con ansias, entrecerrando sus ojos rubíes, cristalizados todavía por las recientes lágrimas.
—Claro que no pasará nada malo, yo estoy aquí para ayudarte en todo lo que haga falta —le murmuró Kaminari mientras sonreía de lado, permitiendo a Kirishima agarrar su brazo con tanta fuerza que incluso sintió que caería al suelo—. Y Sero tampoco tendrá reparos en ayudarte.
—Lo siento si estoy molestándote mucho con mis inseguridades —se disculpó Eijirou, tragando saliva al darse cuenta de que finalmente estaba frente a la iglesia.
Veía pocos coches aparcados alrededor de la calle, pero podía reconocer la mayoría de ellos, pues todos pertenecían a sus más cercanos amigos. Eran pocos, pero eran los necesarios para poder conllevar lo que estaba a punto de suceder en el interior de aquel edificio.
—No me importa, este día es demasiado importante para ti, no puedo reprocharte nada —masculló Denki mientras comenzaba a acercarse al gran portal de la iglesia, teniendo todavía a Kirishima tomado de su brazo.
—¡No! ¡Todavía no abras! —exclamó atemorizado el de cabello azabache, mirando con ojos repleto de pánico a su amigo, intentando detener aquel inminente día, intentando tranquilizando su ansiosa respiración y sintiendo su corazón martilleando contra su pecho de forma dolorosa—. Yo... Necesito poder tranquilizarme un poco, entonces, podremos entrar. Pero aun no me veo capaz de esto.
—Eijirou, ¿de qué tienes miedo? Sabes que puedes irte a casa en cualquier momento, pero eso significaría abandonar por lo que tanto tiempo has estado luchando. Es normal que tengas miedo, que tengas ganas de llorar, pero eso no tiene nada que ver con lo que debes hacer en estos momentos.
—¿Qué es lo que debo hacer? —preguntó tragando saliva, aferrándose aun más a su amigo beta, observando con terror cómo este comenzaba a abrir el portalón de la iglesia.
—Lo que debes hacer en estos momentos es entrar y afrontar tu destino. Debes vivir el presente, no pensar en lo que sucederá en un par de años —reprochó Kaminari, y entonces, finalmente abrió la gran puerta del lugar, dejando ver su interior y haciendo que Eijirou palideciera todavía más, sintiendo una gran cantidad de miradas sobre él, miradas cristalizadas, repletas de silenciosas lágrimas y rostros repletos de una sensación que el pelinegro no pudo reconocer—. Venga, camina. No debes tener miedo.
Eijirou asintió ante las palabras y comenzó a dar pasos temblorosos, inquietos e inseguros por el interior del edificio sagrado. Su corazón martilleaba, y estaba seguro de que en cualquier momento se desbocaría de su pecho, y las lágrimas de nuevo comenzaban a formarse en sus ojos a la par que observaba a los costados mientras era escoltado por Kaminari. Pero, al darse cuenta de que todos sus amigos estaban allí, el miedo comenzó a volverse un simple atisbo de inseguridad que fue desvaneciéndose en cuestión de segundos.
Y, finalmente, observó al frente, notando esta vez cómo todas sus emociones se desbordaban, sus brazos comenzaron a temblar, incapaces de quedarse quietos, y su rostro comenzó a llenarse de un tono rojizo, de un carmesí suave comparable con el de sus ojos. Allí, en el altar de la iglesia, Katsuki se mostraba complacido, con una sonrisa enorgullecida, envuelto en un caro y hermoso traje negro que acentuaban su belleza, estando acompañado de Ashido, la cual iba enfundada en un corto vestido blanco y observaba con emoción al pelinegro que acababa de ingresar a la iglesia. En sus manos, reposaba un ramo de flores, y la chica observaba de reojo a Hanta Sero, quien estaba en el otro lado del altar, sujetando también un ramo de rosas con una pequeña sonrisa y los ojos levemente cubiertos de lágrimas.
De fondo, una potente música, romántica y demasiado emotiva para el gusto de Katsuki, se escuchaba, siendo tocada en vivo por una antigua compañera de clase, Kyoka Jirou, la única de las invitadas que no estaba sentada en uno de las decenas de bancos donde todo los demás estaban esperando con ansias a que la ceremonia comenzara, llorando y felicitando con sinceridad al chico que poco a poco fue avanzando por el pasillo central de la iglesia, sintiendo que en cualquier momento caería al suelo, desmayado.
Por fin había llegado el momento. Por fin había podido reencontrarse con Katsuki después de aquellos últimos días donde, por culpa de los preparativos y la despedida de solteros, organizada en el hotel donde había pasado la noche Eijirou, no habían podido encontrarse. Pero ahora, habían llegado al momento más importante de sus vidas, se habían reencontrado para poder llegar a hacer lo que habían estado anhelando por toda su adolescencia y parte de su adultez: unirse en matrimonio.
—Venga, hombre, no te arrepientas ahora —susurró Kaminari en su oído, notando la respiración agitada de Kirishima a su lado—. No te preocupes, estás guapísimo, estoy seguro que después de esto Bakugou no dudará en hacerte suyo de todas las maneras posibles.
—¡Kaminari! —reclamó por lo bajo Eijirou, dando un codazo en la espinilla a Kaminari, quien se quejó pero sonrió al saber que había logrado sacar el miedo del cuerpo de Eijirou, quien se dio cuenta de las verdaderas intenciones de Denki con esas palabras—. Gracias, sabía que no había mejor opción para hacer de padrino que tú. Venga, es hora de casarme de una buena vez por todas.
—Entonces, ve más rápido, porque lo digo en serio: Bakugou te está devorando con la mirada.
Eijirou sonrió algo más relajado, dirigiendo su mirada y observando a Katsuki con ojos brillantes, repletos de miles de emociones como el amor y la felicidad, las cuales apagaban cualquier brillo de miedo que pudiese continuar en sus ojos, y sus mejillas comenzaron a tomar un suave e imperceptible tono escarlata, tanto por la vergüenza como por la sonrisa que Katsuki mantenía en su rostro, una sonrisa bella, tranquila y repleta de cariño, una sonrisa que muy pocas veces otras personas habían podido ver pero que Eijirou atesoraba en el fondo de su corazón y que apreciaba cada vez que aparecía en el rostro de su futuro esposo.
Bakugou Katsuki se veía terriblemente apuesto en aquel traje azabache, conservando su cabello al natural, salvaje, como solía describirlo Kirishima, su piel al natural emanando el adictivo olor a pólvora y caramelo que tanto le encantaba a Eijirou, quien había llegado a pasar noches enteras sumergiéndose en aquella fragancia y deseando nunca jamás el dejar de sentirla, y sus ojos brillando en un sinfín de sentimientos que hicieron acelerar el corazón de Eijirou de forma casi dolorosa, haciéndole preguntar al pelinegro el cómo era posible sentir tanto amor por otra persona, el cómo era posible que, a cada día que pasara, sus sentimientos por Bakugou permanecieran intactos, aumentando de forma gradual hasta convertirse en una emoción imposible de controlar. Pero, sin importar cómo era aquello posible, Eijirou estaba dispuesto a dominar aquel amor para entregárselo a Katsuki durante el resto de su vida, y sabía que este también lo haría sin reproches.
Pronto, Eijirou estuvo junto a Katsuki, frente a frente, pero a pesar de las ganas y ansias de besar aquellos labios pertenecientes al atractivo alfa, tuvo que contenerse para no arruinar la ceremonia que estaba a punto de desarrollarse, y sus mejillas volvieron a ruborizarse al notar la mirada de su novio sobre sus labios de igual manera, ansiosos, desesperados por abalanzarse al beta en cualquier momento.
Al parecer, ninguno de los dos era capaz de poder mantenerse mucho tiempo alejados, y aquellos últimos cinco días separados, solamente pudiéndose escuchar a través de llamada telefónica con excepción de la noche donde ambos celebraron en contra de su voluntad la despedida de soltero, habían terminado por enloquecerlos levemente, haciéndoles anhelar el poder volver a juntar sus labios, el susurrarse tontas palabras de amor y poder unirse tanto espiritual como físicamente, el continuar cumpliendo sus sueños juntos, amándose, ayudándose cada vez que alguno estuviese en apuros. No había duda de que se amaban más de lo que se amaban a ellos mismos, pero eso no resultaba ningún problema, porque siempre se hacían cargo de hacer ver al contrario lo mucho que valían, lo maravillosos que eran y lo mucho que deseaban seguir juntos por toda la vida.
—Te ves hermoso, Eijirou... —susurró el alfa con la voz ronca, temblorosa por los nervios y notando cómo los labios de su hermoso beta se entreabrían con timidez y algo de cohibición.
Y no era para menos, pues tanto Katsuki como el resto de invitados concordaban con que Eijirou se veía más que bello, vestido en un traje negro, rozando un tono azul marino por el efecto que hacía la luz al rozar contra la tela, que se marcaba a su musculoso y atractivo cuerpo, cerniéndose a cada uno de sus músculos y llamando la atención de muchos allí, con sus pómulos enrojecidos por completo, contrastando con su piel algo tostada por el Sol y su hermosa cara siendo enmarcada por su cabello oscuro, el cual Katsuki acarició con lentitud, consiguiendo que los latidos del corazón de Kirishima fuesen más rápidos, embelesados por el afecto que Katsuki siempre le demostraba en cualquier momento, ya fuera en público como en privado, y ninguno de ellos se avergonzaba de que la gente a veces hablara de ellos por ser una pareja conformada por un alfa y un beta masculinos, pues la opinión de personas que no les conocían no debía importarles en lo absoluto.
Aun recordaban como si fuera ayer el día en el que revelaron a su grupo de amigos que habían comenzado una relación amorosa formal. Fue un día extraño pero a la vez hermoso, pues a pesar de que creyeron que sus amigos irían en contra de su romance, estos reaccionaron de la forma opuesta. Kaminari, nada más escuchó las palabras de Bakugou diciendo «Kirishima Eijirou es mi jodido novio, y quien no respete eso, puede irse a la mismísima mierda» comenzó a reír, diciendo que ya sospechaba desde hacía tiempo que esos dos acabarían saliendo, al igual que Sero, quien comenzó a saltar por todo el lugar diciendo que él tenía razón, probablemente siendo que había ganado alguna apuesta acerca de la relación de Kirishima y Bakugou.
Por otra parte, Ashido gritó de la emoción, abrazando a sus amigos y deseándoles lo mejor para su futuro, prometiendo a la pareja de que ella siempre estaría allí cuando necesitaran algo. Y la chica había cumplido su palabra, pues ahora estaba ejerciendo de madrina en la boda de ambos chicos, sosteniendo con lágrimas en los ojos las rosas que tanto había costado conseguir para el ramo, acompañando en todo momento al novio.
—Tú te ves aun más apuesto, Katsuki —dijo con la voz rota Eijirou, sin todavía creerse de que estaba allí, en un altar junto al hombre de su vida, y con nervios arregló la manga azabache de su traje.
A la hora de organizar la boda, concretamente a la hora de escoger los vestuarios que ambos chicos utilizarían a la hora de la ceremonia, muchos de sus amigos habían propuesto a Kirishima que su traje debería ser blanco, siendo que, como beta, debería representar a la parte pura e inocente de la relación. Y Kirishima estuvo por escoger su traje de aquel tono de no ser porque, Katsuki, le hizo ver que él también tenía derecho a usar el mismo color de traje que él, argumentando que por más que él fuese beta, merecía ser tratado como un igual, y por ello, tenía el mismo deber de usar el color negro en su traje. Ambos eran hombres, y el género de la jerarquía en el que pertenecían no cambiarían aquello.
Una vez la puerta de la iglesia se cerró con un fuerte ruido, los dos chicos dejaron de mirarse como bobos enamorados y dirigieron sus ojos al Padre, quien les observaba con una pequeña sonrisa al darse cuenta de que, a pesar que los géneros a los que pertenecían no estaban hechos para estar juntos, ambos habían elaborado una relación romántica mucho más sincera que la de muchos alfas y omegas del presente.
—Hoy estamos aquí, junto al altar, para poder unir en santo matrimonio a Bakugou Katsuki y a Kirishima Eijirou —comenzó a dictaminar el Padre, haciendo que todos los invitados que habían actualmente en el lugar callaran de golpe, expectantes, y Kirishima, para deshacerse de los nervios, se dedicó a observar de reojo a los invitados, todos cortesía de su parte, pues Katsuki se había negado rotundamente a invitar a alguien por su cuenta, diciendo que esa ceremonia era de ellos dos, no de sus amigos.
En sí, en la iglesia estaban todos sus compañeros de preparatoria, ya que, a pesar de que no se habían comunicado y hecho amigos de todos, con ellos compartieron sus mejores años de vida, por lo que Eijirou no había podido evitar dar con ellos e invitarles expresamente a su matrimonio, pero los principales invitados se encontraban en las primeras filas de bancos, y estos eran los que más emocionados estaban acerca del asunto.
Por supuesto, los primeros en recibir la noticia de que Kirishima y Bakugou iban a casarse fueron Kaminari Denki, Mina Ashido y Hanta Sero, quienes se ofrecieron a preparar cada uno de los detalles para la boda y quienes aceptaron asistir con la condición de ser ellos los padrinos y la madrina de la boda, a lo que ni Eijirou ni Katsuki tuvieron ningún inconveniente, felices de que sus mejores amigos desde la juventud estuviesen tan predispuestos a asistir al día más importantes de sus vidas. Después de invitar a su antiguo pequeño grupo de amigos, Eijirou buscó a unas cuantas personas en concreto por la ciudad, además de los padres de su novio y los suyos propios, quienes se encargaron también de algunos detalles de la boda y quienes habían aconsejado a sus yernos sobre cómo cuidar a sus hijos y tratarlos de la manera adecuada y quienes, además, estaban sentados también en las primeras filas de los bancos.
Estas personas eran Ochaco Uraraka, quien les facilitó la ubicación de Tsuyu Asui, pues gracias a ella los dos pudieron reunir la suficiente valentía como para finalmente confesar sus sentimiento y empezar una relación romántica, Izuku Midoriya, quien finalmente con el paso del tiempo pudo hacer que Katsuki le aguantara lo suficiente hasta el punto de que el rubio cenizo le llamara amigo y quien les habló acerca de cómo contactar con Shoto Todoroki, y Kyoka Jirou, quien compartía unos ideales bastante parecidos a los de Katsuki y quien se ofreció tanto a interpretar la música de la ceremonia como el invitar a Momo Yaoyorozu, quien también había ido a la misma clase que Katsuki y Eijirou durante la preparatoria.
Después de que el Padre acabara con el primer discurso principal, dirigió miradas compasivas a ambos novios, quienes sonrieron al saber que era hora de contestar preguntas obvias, pero lo que nadie realmente se esperaba era que, cuando el Padre comenzó a dictar la primera pregunta, Katsuki abriera la boca y lo callara con palabras agresivas y algo malsonantes, llegando a intimidar levemente al hombre que estaba a punto de unirlos.
—No hace falta que perdamos tiempo en un jodido interrogatorio del que todos sabemos la respuesta. Sí, Eijirou y yo hemos venido a casarnos libremente, estamos estúpidamente decididos a amarnos y no, no estamos dispuestos a educar a nuestros hijos con la palabra de Dios porque probablemente jamás los tendremos.
El Padre observó con el ceño levemente fruncido al alfa por su gran honestidad, pero ante la mirada suplicante del beta decidió continuar con la ceremonia, omitiendo las preguntas cuyas respuestas Bakugou Katsuki había resumido en tres simples líneas e intentando no replicar ante las risas de los invitados que habían comenzado a sonreír al escuchar la falta de respeto ante la iglesia que había hecho Bakugou. Incluso Eijirou sonrió, feliz de tener a un novio tan maravilloso y único a su manera, sabiendo que este estaba esforzándose por cambiar el repetitivo ritual de casamiento para así tener un mejor recuerdo de este en el futuro.
—Así pues, ya que queréis uniros en santo matrimonio, unid vuestras manos y manifestad vuestro consentimiento ante Dios y su Iglesia —dictaminó el Padre, viendo cómo Eijirou y Katsuki se observaban con afecto.
—Yo, Bakugou Katsuki, te quiero a ti, Kirishima Eijirou, como esposo, y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.
—Yo, Kirishima Eijirou, te quiero a ti, Bakugou Katsuki, como esposo, y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.
Realmente, no hacía falta que ninguno de los dos recitara esas palabras en voz alta, pues de forma inconsciente las cumplían al pie de la letra. Ambos se amaban y permanecían juntos en cualquier momento, por más problemas que pudiesen surgir en su relación, pues a pesar de que la mayoría del tiempo se demostraban su afecto y su cariño por el otro solían discutir de vez en cuando, pero tales discusiones se solucionaban en muy poco tiempo, ya que ambos odiaban estar separados por culpa de su orgullo, y por supuesto que ya se habían entregado hacía tiempo (y muchísimas veces, cabe recalcar) tanto emocional como físicamente.
La primera vez que ambos mantuvieron relaciones juntos fue, por decirlo de alguna manera, un desastre. Ese día, Bakugou Katsuki tenía las hormonas realmente revueltas, emanando sin parar su aroma y atrayendo a cualquier omega que pudiese olerlo, todo eso por culpa de su celo. Fue ahí cuando Eijirou decidió entregarse a él, tanto con el objetivo de poderlo ayudar con el dolor del celo como para demostrarle lo mucho que le amaba, y aunque Katsuki se aseguró de tratarlo lo mejor posible, acariciándolo y preparándolo todo lo que hiciera falta, al final eso no sirvió de nada, pues nada más venirse en el interior de Kirishima, olvidó la existencia de su nudo, el cual se infló en el pelirrojo, el cual al instante sintió un profundo dolor que les obligó a ambos a ir al hospital.
Por fortuna, allí trataron a Kirishima y los doctores les dieron bastantes consejos acerca de cómo podrían volver a mantener relaciones sexuales sin que volviera a suceder aquel desafortunado incidente, recomendando que mantuvieran en todo momento relaciones con protección, era un milagro que ninguno de los dos hubiese acabado tomando una enfermedad por aquel descuido de no colocarse condón, o que, si deseaban mantenerlas sin preservativo, que Katsuki evitara por todos los medios venirse en el interior de Kirishima, pues su cuerpo de beta era incapaz de aceptar el nudo de un alfa.
Katsuki, durante el resto de días, estuvo el doble de atento con Kirishima, pues a pesar de que este no estuviera enfadado con él por el profundo dolor que había dejado en sus caderas e interior, quería disculparse por haberle hecho tanto daño y por no haber sido lo suficientemente precavido con él, y finalmente, tras un par de semanas después, volvieron a intentar mantener relaciones sexuales, esta vez sin la calentura y lujuria que habían sentido en su primera vez por culpa del celo de Bakugou, y esa vez todo salió de la manera correcta, demostrando que se amaban de la forma más carnal existente y logrando satisfacer a ambos, y por más que cada vez que deseaban unirse sexualmente tenían que tomar tantos cuidados, a ninguno de los dos les importaba, pues lo que realmente ansiaban era el poder hacer el amor con las personas que más amaban en el mundo, el poder ver sus rostros enrojecidos, escuchar sus nombres siendo pronunciados por sus labios, hinchados por la sesión de besos que probablemente habrían compartido antes del acto sexual, y el roce de sus cuerpos mientras se susurraban palabras de amor.
Kirishima y Bakugou se observaron con ternura, y uniendo sus manos derechas, retomaron la ceremonia, notando con emoción como poco a poco se acercaban a la fase del ritual final.
—Pueden comenzar con los votos —pronunció el Padre, haciendo que Kirishima y Bakugou asintieran con felicidad, uniendo sus miradas esperanzadas y brillantes para que finalmente Bakugou comenzara a recitar sus votos, los cuales había estado desde hacía años por si se llegaba a presentar aquella oportunidad.
Y, efectivamente, aquella oportunidad se había presentado el mismo día en el que Katsuki decidió que ya era hora de dar un paso adelante en su relación con Eijirou, cansado de tener que presentarse a todos los conocidos de su amado como simplemente su pareja, por no poder pronunciar de forma legal que ambos se pertenecían y que nadie podría separarlos por nada en el mundo. Así, tras diez años después de estar viviendo juntos en una pequeña casa en un extremo de la ciudad, Katsuki se decidió a comprar unas hermosas alianzas para Eijirou, pero estas se mantuvieron ocultas en una caja dorada por poco más de tres meses, siendo que el alfa no sabía cómo podría proponer matrimonio al hombre de su vida.
Eijirou se merecía mucho más que una simple propuesta, porque Eijirou para Katsuki era el ser más hermoso de la faz de la tierra, por lo que se mantuvo día y noche pensando en qué poder organizar para proponer matrimonio al pelirrojo, hasta que finalmente la idea vino a su cabeza, y comenzó a planear todo durante las noches, sin importar que no pudiese descansar correctamente, pues sabía que si lo organizaba por las mañanas, no tendría más remedio que ignorar a Kirishima, y prefería la muerte antes de descuidar a su pareja.
Entonces, terminó con el plan que había estado organizando por tanto tiempo, dejando todo listo en su hogar tras que Kirishima se hubiese ido a trabajar. Por supuesto que ese día Katsuki no pudo ir tampoco a trabajar, pues tenía algo mucho más importante que hacer, y cuando vio la reacción de Eijirou cuando regresó a su hogar, supo que todas las noches de insomnio habían valido la jodida pena. Durante todas aquellas veladas, se había dedicado a recolectar todas las fotografías que tenía junto a Eijirou, juntando y pegando todas, siguiendo un orden cronológico, y formando en la pared del salón principal del hogar con esas fotografías las palabras «cásate conmigo». Y claro que Eijirou aceptó con lágrimas en los ojos, repitiendo una y otra vez a su novio lo mucho que lo amaba y lo mucho que deseaba poder estar a su lado como su esposo.
—Kirishima Eijirou. —Katsuki pronunció el nombre de su amado con solemnidad, acariciando nuevamente su mano—. Nos conocimos gracias a que unos idiotas se atrevieron a insultarlo, a decir que él era débil, insultándolo con la palabra "omega" como si esta realmente fuera ofensiva, pero quiero que todo el mundo sepa una cosa: por más que Kirishima hubiese sido un alfa, un beta o un omega, yo seguiría amándolo, porque si estoy profundamente enamorado de este hombre, es porque él me ha ayudado en todo lo que yo he necesitado, porque ha soportado cada uno de los arrebatos de ira que he tenido sin asustarse, apreciando mi personalidad y mi forma de ser en cada momento, admirándome, porque él desde mucho antes de que yo lo supiera, se había convertido en mi ángel, en mi Sol. Me he enamorado de Eijirou porque es una maravillosa persona, siempre predispuesto a ayudar a los demás, pero por desgracia, él no sabe apreciar lo realmente hermoso física y mentalmente que es, por eso, prometo que estando a su lado le haré ver lo mucho que le importa tanto a mí como al resto de sus amigos. Por lo que, sin importar su género, lo habría amado de forma incondicional, y continuaré amándolo y protegiéndolo hasta que él se canse de mí.
Eijirou aguantó su respiración, sollozando y tambaleándose levemente pero siendo sujetado por Katsuki, quien le sonrió de lado con algunas lágrimas de felicidad cayendo por su mejilla.
—Te amo, Kirishima Eijirou, y no importa que el mundo diga que tú y yo solamente deberíamos ser amigos, ¿porque sabes qué? —Katsuki hizo una pequeña pausa—. Tú eres mi jodido mundo, y sé que a ti también te da igual lo que la gente crea de nosotros, porque lo que realmente cuenta en nuestra relación, es lo mucho que nos amamos. Porque no solamente somos amantes, sino que somos amigos, contamos con nuestra ayuda mutua siempre que lo necesitamos, nos apoyamos en el trabajo y disfrutamos del día a día gracias a estar juntos. Por lo que, Eijirou, déjame tener a mi mundo junto a mí por siempre, por favor.
Las lágrimas cayeron todavía más abundantes por el rostro de Kirishima, y pronto sintió los dedos de su amado limpiárselas con dulzura, y entonces supo que ya era la hora de decir sus votos. Estos, a pesar de que no habían sido tan preparados como los de Bakugou, había procurado que fuesen lo más sinceros y bellos que pudiera, pues lo que importaba no era el tiempo que había invertido en ellos, sino lo honestos que fueran.
—Bakugou Katsuki —dijo con suavidad, manteniendo la mano de Bakugou sobre su rostro con delicadeza—. Cuando te conocí, pensé en ti como mi héroe, como alguien increíblemente decidido, fuerte y genial, fue por eso que quise acoplarme a tu grupo de amigos, y jamás me arrepentiré de haberlo hecho, porque con el tiempo me di cuenta de que no solamente yo pensaba eso de ti, sino que verdaderamente lo eras. Tú me has hecho ver lo hermoso del mundo, lo poco que importa lo que los demás piensen de mí mientras yo sea feliz, tú me has hecho ver que el amor puede surgir en cualquier momento y que puede durar más de lo que uno cree si ambas partes ponen su mayor esfuerzo. Por más que me hayan dicho que debería buscarme a una beta o una omega para formar una familia, yo jamás te dejaré de lado, porque, ¿de qué me sirve tener una familia si eso me aleja de ti? Mientras yo esté a tu lado, no me importa pensar en el futuro, sino en mi presente junto a ti, el cómo aprovechar el máximo de tiempo tu compañía, cómo expresarte todo mi amor de la manera más sincera y profunda posible, así que por favor, permite que me quede contigo el resto de nuestras vidas, y yo me quedaré contigo hasta que la muerte nos separe.
El Padre miró a todos los invitados, dándose cuenta de que todos estaban llorando a moco tendido, inclusive los propios novios, quienes se miraban sabiendo que jamás se habían arrepentido de haberse casado, comprobando lo mucho que se amaban una vez más, y entonces les acercó las alianzas con una pequeña sonrisa en el rostro, pronunciando antes una de las últimas frases y preguntas de la ceremonia por más que ya supiese la respuesta por adelantado.
La música, por su parte, había comenzado a decrecer, sonando de manera más suave y dulce para los oídos de todos los invitados, y en el aire se notaba el dulzón aroma de las rosas de color melocotón que Katsuki había comprado especialmente para la decoración, pues por más que las rosas Juliet fueran una de las más caras que existían, quería hacer que la decoración en el interior de la iglesia fuese inolvidable, y realmente lo había logrado.
—Bakugou Katsuki, ¿quieres recibir a Kirishima Eijirou como esposo, prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?
—Por supuesto que quiero, joder —murmuró Katsuki, impaciente y con la voz rota por las lágrimas de la felicidad, viendo los hermosos ojos de su novio brillando.
—Kirishima Eijirou, ¿quieres recibir a Bakugou Katsuki como esposo, prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?
—Sí, quiero —murmuró con emoción Eijirou, viendo cómo el Padre les otorgaba las alianzas, y pronto, notó cómo Katsuki, con el pulso tembloroso, comenzaba a proceder a colocar el anillo sobre su dedo índice, y él hizo lo mismo con el anillo de su novio, mirándose en todo momento con sus corazones increíblemente agitados.
—Entonces, los declaro marido y esposo —pronunció el Padre, llegando finalmente al momento de la boda que todo el mundo había estado esperando—. Puedes besar al esposo.
Sin esperar un solo segundo, Katsuki tomó a su novio, o mejor dicho, esposo, por sus caderas, observando todas las facciones de su rostro. Facciones hermosas, inolvidables y bellas que no desaparecerían de su mente por más que llegara a perder la memoria, facciones que lograban hacerle ver que la perfección existía en carne y hueso, pero su novio no era solamente bello por fuera, sino que era el humano que le había hecho ver que el mundo no era tan terrible como parecía, que seguían habiendo personas increíblemente hermosas que parecían ángeles encarnados, y él había tenido la fortuna de encontrarse con una de aquellas personas, de haber cruzado su camino con una de ellas y de ahora tener a esa persona a su lado como esposo, como compañero inseparable y como mejor amigo, y nadie le haría cambiar su manera de pensar sobre Eijirou.
Por su parte, Eijirou rodeó a Katsuki por los hombros, repitiendo una y otra vez «te amo» mientras las lágrimas continuaban cayendo por su rostro. No podía dejar de pensar en lo afortunado que había sido al poder conocer a Katsuki, al haber podido hablarle, convertirse en su amigo, compañero inseparable y, ahora mismo en su esposo, sollozando con la sola idea de perderle para siempre, imaginando un futuro oscuro sin la compañía de aquel maravilloso alfa que le había hecho descubrir lo que era el verdadero amor.
Pero, cuando Katsuki comenzó a besarle con suavidad, dominando su boca con profesionalidad y derritiendo su corazón por las caricias que Katsuki daba a su rostro, limpiando sin parar sus lágrimas, supo que jamás lo perdería, y cuando Eijirou susurró de la manera más honesta y suave «te amo» en el interior de los labios de Katsuki, este supo que no, que nadie le haría cambiar su forma de ver a su ángel, a su bello ángel.
FIN
aY DIOS, NO SÉ SI ESCRIBÍ CORRECTAMENTE LA BODA ;_;
Lo siento si la boda no ha sido exactamente como una real, intenté informarme todo lo posible, pero jamás escribí una boda y mucho menos fui a una (bueno, fui a dos, pero eran civiles, así que no podía inspirarme mucho en ellas para hacer este escrito).
De igual manera, espero que os haya gustado el epílogo y la historia en sí.
Se despide, Mar[ina]
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro