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Capítulo 2

Sus cuerpos se sentían gélidos por los nervios que incrementaban a medida que sus corazones bombeaban ansiosos. Finalmente estaban allí en frente de las personas a las que habían perseguido todo este tiempo. Ni siquiera los habían visto aún ya que sus cabezas se encontraban inclinadas hacia abajo producto de la rara costumbre de los miembros a bajar la cabeza cada vez que los integrantes de la familia Empirio hacían presencia. Otra clara muestra de que ellos eran tratados como reyes o incluso dioses.

Eso se estaba mostrando ahora que casi todos los presentes a excepción de unos pocos autorizados, bajaban la cabeza ante la presencia de aquellos tres poderosos sujetos. Al parecer aquellos estaba presentes para recibir a los nuevos miembros de su élite y por ello estaban sentados en sus sillas que simpaticamente simulaban tronos por lo lujosa que eran por su supuesto decorado y acolchonado forrado de seda negra.

—Vamos, alcen sus cabezas —anunció uno de los pocos que tenían permitido mantener la cabeza en alto a pesar de la presencia de esos altos mandos—. Aquí está la Santa Trinidad.

—Joder, por fin. Que ya no aguantaba más —se quejó Alessia que se encontraba presionando su mandíbula con rabia mientras aguantaba ese rebaje por parte de esos que consideraba escoria.

—Calla que nos pueden oír —gruñó Gianna con nerviosismo. Sabia que el orgullo de la castaña era demasiado grande como para poder causarles problemas gracias a que no podía soportar demasiado tiempo esos actos que de cierta manera eran necesarios para no ser castigadas por su osadía.

Lo cual ya había sucedido varias veces en el año en donde estuvieron clasificando para entrar a la élite. Porque no solo debías tener habilidad; sino también sumisión a ellos. Ninguna de las tres podía aguantar eso demasiado y aquello las había metido en un buen de problemas pero gracias a la capacidad que las mismas poseían, aunque fuera más a la fuerza, lograron llegar hasta ahí.

No eran las únicas en estar ahí, algunos que otros miembros también habían llegado a clasificar para la élite pero se podían contar con los dedos de los pocos que eran. Y no era de menos, fue complicado llegar hasta ahí siendo que ellas pudieron hacerlo más rápido al tener contactos infiltrados dentro de la familia Empirio que las habían recomendado; más aún así, llegaron a tardar todo un año.

Pero dejando todo eso de lado, las féminas alzaron la mirada finalmente para encarar a esas tan enigmáticas personas. Porque sí, también tenían una tremenda curiosidad por saber quienes eran esas tres personas que llegaban a casi controlar un país entero. Como eran, cual sería la primera impresión... y realmente fue grande.

La imagen era casi fantasiosa hasta se podría decir. Los tres tenían un aspecto muy por el contrario de lo que ellas imaginaban; quizás tres sujetos babosos y gordos que emanaban una pestilencia total. No obstante, la sorpresa fue inminente al verlos directamente.

Uno de ellos, quien tenía el cabello rubio tirando castaño cuyos ojos eran de un azul intenso, sentado en su trono de seda vistiendo un traje sport elegante a medias ya que solo traía el pantalón de vestir y la chaqueta negra, pero su camisa blanca en si se encontraba sola sin ningún tipo de complemento. Dejándola ligeramente desbotonada exponiendo algo de la piel de sus pectorales con un collar que posiblemente era de plata pero simulando ser cadenas. Este se veía ciertamente divertido mirando juguetonamente a los recién llegados con sus manos puestas en el reposamanos, su semblante relajado, con sus piernas cruzadas al igual que las otras trinidades; pero este, como si fuera un niño con juguetes nuevos o un felino apuntando a sus nuevas presas mostró parte de su blanca dentadura con una ligera sonrisa a la par que pasaba su lengua en el hasta acabar en uno de sus, curiosamente, puntiagudos colmillos.

Era indudable que ese daba malas vibras de lo peligroso que se veía.

Por otro lado, había otro muchacho que se encontraba entre ellos. Este también poseía una camisa de vestir negra al igual de un pantalón oscuro sujeto con un cinturón que quedaba exactamente de juego con su vestimenta simple pero extravagante. Sus ojos eran adornados por un color gris profundo cuya mirada hacia estremecer a ciertos presentes. Su cabello era de un castaño oscuro que hacía resaltar su piel pálida y ojos claros. Por su parte solo se mantenía reposando su mejilla en una de sus manos usando su codo de soporte con el reposamanos. Su expresión era de fastidio y total aburrimiento mientras que analizaba con la mirada a todos los presentes.

Y finalmente, un chico de cabellos rubios que eran sostenidos en una coleta. Este poseía iba un poco más elegantes que sus otros compañeros, trayendo consigo un atuendo pulcro de un chaleco oscuro, su corbata perfectamente puesta del mismo tono, camisa blanca y pantalón de vestir negro que de cierta forma lo hacía ver imponente y sublime. Este parecía estar a punto de decir algunas palabras y así fue cuando sus ojos azules se fijaron en su público antes de usar su templada pero autoritaria voz.

—Sean bienvenidos a nuestra familia, puesto que llegaron hasta aquí por sus capacidades y perseverancia —habló sereno sin casi moverse de su lugar—. Por mi parte sigo esperando más de ustedes. Den su sangre, dolor y alma para que sean recibidos en el Imperio Santo por la eternidad.

—Que así sea —soltó el muchacho de ojos grises sentado a su lado resoplando ligeramente con su expresión soberbia pues había alzado el mentón lo suficiente como para notarse con un aire imponente.

—Amén —añadió el rubio de ojos azules cuya sonrisa juguetona no desapareció en ningún momento.

Todos los presentes habían dicho un "Amén" como contestación ante las palabras de los tres líderes. Las tres chicas que se habían quedado atónitas un buen rato por el aspecto de la Santa Trinidad, también respondieron aturdidamente con ese juramento indirecto que se realizó. Algunos de los comandantes de los escuadrones se habían empezado a movilizar dando a entender que la ceremonia posiblemente ya había acabado.

—Parece ser que la reunión de el culto de mierda esté ya terminó —expresó la castaña en un murmullo. Las tres seguían bajando la cabeza de forma sutil, esperando alguna nueva orden.

—Shhh, calla. Te pueden oír —gruñó la rubia quien estaba a un lado de ella. Sus latidos desde que vio al imponente trío de líderes, se había desestabilizado por completo. Y sospechaba que realmente se trataba por el miedo que sintió al sentirse realmente intimidada después de tanto tiempo.

—No lo harán, están lo suficientemente lejos como para no hacerlo —habló disimuladamente, manteniendo en todo momento un tono bajo de voz—. Lo dije por algo, dah.

Gianna puso los ojos en blanco por la irritación y ganas de golpear a su amiga no le faltaron para nada. No obstante, eso sí sería realmente notorio y lo que menos quería era llamar la atención de algún comandante o aún peor; alguno de la Santa Trinidad.

Eso sí sería realmente jodido.

—Como sea, ¿qué haremos ahora? Parece que se van y si ya llegamos hasta aquí no podemos perderlos de vista. Es casi seguro que las de TDP (trata de personas) están en uno de sus escuadrones a no ser que en todos —expresó la rubia alzando ligeramente la mirada para analizar su alrededor, en eso, sin querer sus ojos terminan chocando con otros que desde el primer segundo habían hecho estremecer todo su cuerpo. Unos azules que se comparaban a los de lucifer; sonrió maliciosamente y entre los nervios, la muchacha bajó rápidamente la cabeza esperando que aquel encuentro solo hubiera pasado en su imaginación.

Se mantuvo callada luego de eso, con el corazón en la boca y deseando que no pasara más que eso.

—Si tenemosla la oportunidad, cada una ira en distintos escuadrones —habló la morena quien se había quedado meditando un buen rato justamente sobre ese asunto.

—¿Eso no es arriesgado? —cuestionó Alessia—. Será más difícil comunicarnos y lo demás.

—Sí, pero así acapararemos más terreno —respondió la morena—. No es buena idea tardar tanto, pero tampoco hay que hacer algo arriesgado.

—Un momento.

Todos quedaron helados cuando una voz soltó esas palabras y el silencio se instaló de forma sepulcral en todo el salón. Alzando un poco la mirada, se podrían aclarar sus sospechas y había quedado claro de que una de las tres trinidades había sido el responsable de tal acto.

Por su parte, los otros líderes que seguían sentados también, miraron de reojo a su compañero quien al parecer había tomado una acción repentina que no había sido planeada y eso se notó con el cuestionamiento de uno de ellos.

—¿Qué pretendes, Jason? —interrogó sereno el chico cuyo rubio y sedoso cabello era sostenido por una coleta.

—No te preocupes, Ares —respondió sonriente mientras ni corto ni perezoso se levantaba de su asiento para ir acercándose hacia el grupo de recién llegados.

En cuanto a las chicas, en especial la rubia que sin querer había chocado miradas con él, se sintió desfallecer. Sentía que estaba totalmente jodida y su mente era un caos mientras trataba de darle una explicación que no tuviera que ver con ella en su mente. Trataba de controlarse pero su respiración si querer se iba agitando.

—Pueden alzar sus miradas, no teman —dijo mostrando una sonrisa en la cual no mostraba su blanca dentadura simulando simpatía; simpatía que más bien generaba miedo.

Los ojos de los recién llegados se abrieron con gran sorpresa al ver a un hombre que no habían visto antes pero que tenía el cuerpo realmente maltratado. Su boca llena de sangre sin saber si se trataba porque le habían quitado dientes o lengua, el rostro totalmente desfigurado por los golpes y las ropas que quizás antes eran blancas tintadas totalmente de rojo por su propia sangre. Este se encontraba arrodillado frente a quien se hacía llamar Jason, una de las Trinidades. Las manos de ese hombre estaban atadas y por lo visto ya no tenía siquiera fuerza para hacer algún tipo de esfuerzo por liberarse.

—Este tipo es un espía —soltó de repente en un tono ciertamente animado— y era un miembro de mi escuadrón. Es lamentablemente, no solo... nuestra seguridad —comentó indirectamente mientras miraba de reojo a su compañero de ojos grises que había alzado una de sus cejas ante la insinuación hecha pero volviendo a lo suyo con una sonrisa, volvió a mirar al hombre que estaba de rodillas mientras extendía su mano a un costado para que pocos segundos después uno de sus subordinados le acercara un objeto—, sino que sea un espía. Yo realmente detesto a los espías... siempre tratan de arruinar mis negocios con sus lenguas largas. Bueno, al menos a este ya me encargué de cortarsela —comentó dejando escapar una pequeña carcajada como si fuera un buen chiste que solo él entendía— Pero para asegurarse al cien por ciento... a las ratas se les hay que... cortar la cabeza...

El objeto que resultó ser un tipo de katana, cuyo resplandor se pudo ver después de que la sacara de su respectiva funda. Él admiró por un segunda aquella arma blanca con añoranza y luego procedió a mirar nuevamente a su público.

—Soy realmente piadoso a veces, ¿saben? —comentó llevando una de sus manos para pasar con sus dedos los rubios y suaves cabellos de su cabeza con diversión antes de volver a mirar a su juguete—. Seré rápido, ¿ok?

Las tres chicas no podían creer lo que aquel hombre estaba pensando hacer. ¿Acaso pensaba decapitarlo frente a todos? Pensaban que era una locura e incluso llegaron a esperar que las otras deidades hicieran algo para frenarlo, pero no fue así. Ellos simplemente observaban, con una expresión de cierto rechazo a lo que se acontecía, pero sin hacer realmente algo al respecto.

Eso era más que nada porque querían evitar mostrar en público algún conflicto entre los tres miembros de la familia Empirio. Denegar una decisión de algún líder y que al final esté tampoco obedezca la de otro miembro, solo podría generar algún tipo de problema interno por el desbalance que podía generarse. Es solo por eso que se mantuvieron indiferente a la situación, al menos por el momento.

—Bueno, acabemos con esto, ¿de acuerdo? —avisó el rubio dándole una ligeras palmadas al sujeto frente a él para colocarse a un lado y elevar su katana.

—Joder, realmente lo hará —susurró Alessia presionando con fuerza su mandíbula puesto que su impotencia se iba haciendo cada vez más y más fuerte.

—Mantengan la calma... —habló Evelyn no muy distinta al estado de su amiga castaña.

—Aquí voy —canturreó el rubio, tomándose su tiempo hasta que comenzó a escuchar el sollozo del tipo al cual estaba a punto de degollar—. Vamos, amigo. No soy yo, eres tú —respondió fingiendo inocencia mientras miraba al hombre ladeando ligeramente la cabeza—. Bueno, escucha. Contaré hasta tres para que puedas prepararte mejor, ¿de acuerdo?

—Está demente, solo juega con él —murmulló la morena con rabia.

—Vamos... —volvió a decir alzando nuevamente la katana hacia arriba— ¡Uno!

Los ojos azules del muchacho se abrieron con exaltación cuando bajó la katana a traición mucho antes del tiempo que prometió hacerlo. El ruido seco de la carne golpeada sonó cuando el cuerpo del hombre cayó casi desplomada al suelo. Su sangre comenzó a brotar repentinamente como en un fuga de agua, salpicando las prendas del hombre que sonreía divertido sosteniendo el arma con el que lo habían matado.

Al menos no del todo.

Ciertamente una buena parte del cuello había sido cortada, mostrando incluso el hueso de la columna que se conectaba con el cráneo. La sangre que ya no solamente brotaba de la herida también lo hacía desde la nariz y boca del individuo que se ahogaba con su propio líquido vital pues al parecer, aún no terminaba de fallecer por completo.

—¿Eh? ¿Acaso la katana no tenía un buen filo? Había pedido que lo afilen para mí, joder —habló fingidamente sorprendido mientras ponía uno de sus pues sobre la espalda del hombre para ayudarse a extraer nuevamente su katana—. No hice un corte limpio y sigue vivo, ahora tendré que volver a cortarlo —bufó sarcástico—. Ups...

—Bastardo transtornado —resopló reacio el de ojos grises que se había sacado unos cigarrillos para fumar mientras había presenciado la escena. Puso una de sus manos para proteger la llama de su encendedor de cualquier viento y procedió a darle la primera bocanada a su fuente de nicotina.

En cuanto al otro líder llamado Ares, solo negó ligeramente con la cabeza mientras suspiraba por otra de las escenas que volvía a realizar uno de sus miembros. Por el momento, no había mucho que hacer y eso lo sabía bien.

Y así fue como Jason volvió a blandir su katana para terminar su labor y así cortar totalmente la cabeza de ese hombre que seguramente había agonizado por varios segundos con media cabeza colgando. Cuando la cabeza se separó de su cuerpo, la misma rodó en dirección a los recién llegados siendo que la misma curiosamente cayó mostrando directamente el rostro del hombre quien tenía los ojos abiertos totalmente, haciéndose más espeso el charco de sangre que dejó, así como el fuerte que produjo.

El rostro de casi todos los presentes estaban pálidos por la fría y casi siniestra actitud de uno de los miembros de la Trinidad quien tuvo el pulso casi abominable que sin dudar decapitó a un hombre sin mostrar una pizca de culpa o remordimiento. Estaban en un silencio asfixiante mientras observan con repulsión y atónitos el rostro hecho pedazos del hombre que finalmente había perdido la vida.

—Uf, fue más cansador de lo que pensé —comentó el chico suspirando sonoramente antes de acercarse a la cabeza y poner uno de sus pies sobre ellas—. Y esto es lo que pasa con los espías o cualquier infiltrado... que esté en esta organización.

Por un momento, un frío descomunal reinó en las chicas que se tomaron realmente personal esas palabras. Siendo que por algún motivo, se sentía como si fuera dirigido especialmente para ellas. Todos ahí seguían bajando la cabeza en silencio escuchando las palabras de su líder y este siguió su discurso.

—Esto es lo que les ocurrirá si cometen el mismo error que él y créanme, esto es lo más suave que puedo hacer con gente como él —soltó impasible—. No me fallen, ¿eh? Sean bienvenidos a la Santa Trinidad,  vamos a llevarnos bien, ¿de acuerdo?

Sonrió mostrando una amabilidad que se podría sospechar que carecía, pero pronto como terminó, dejó caer la katana que estaba totalmente cubierta de sangre al igual que él. Al hacerlo, su rostro sonriente se volvió a un rostro de indiferencia en cuestión de segundos antes de girar y volver nuevamente con sus compañeros que, a pesar de tratar de disimularlo, lo miraban con desaprobación.

Pero por suerte, aquello había sido lo único y último que sucedió para ellas.

—Todos vayan a la siguiente sala para asignar sus escuadrones, no pierdan el tiempo —ordenó uno de los comandantes que había tomado el mando en medio se ese perturbador e incómodo silencio. Y como si fuera un llamado de salvación, los integrantes se movieron rápidamente obedeciendo al pedido del mismo.

—Vamos, Gianna —llamó la castaña a su amiga rubia que se había quedado pasmada mirando el cadáver de ese hombre y luego al trío de líderes que se mantenían sentados en sus tronos. Indiferentes, sublimes, soberbios... Ellos eran...

—Ellos son aterradores...

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