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Capítulo 2: Felicidad.

Normalmente los primeros días causan ansiedad. En mi caso, yo solo podía sentir felicidad.

Por fin había ingresado a la universidad por la que tanto había luchado. Y aunque estaría lejos de mi familia, siento que es la mejor decisión que he tomado.

Me dirijo al campus donde se dará la bienvenida a los nuevos estudiantes y desde lejos alcanzo ver a Thomas. Viene corriendo hacía mí.

-Por fin te encuentro, te estuve buscando como una hora.

-¡Mi culpa!- Digo haciéndome la inocente- La ciudad es tan grande y confusa.

-Te dije que te quedaras en mi casa. Hay habitaciones de sobra. La tuya está muy lejos de aquí.

-Está bien lo pensaré.- No, en realidad no lo voy a pensar. Su madre me odia con toda su alma y tengo algo que se llama orgullo.

Nos movemos torpemente entre la multitud de personas acumuladas y tomamos asiento en la última fila porque queremos hacer de todo menos escuchar el aburrido discurso de inicio.

Después de unos minutos de las palabras del director, este le concede su sitio al alumno destacado del último año lectivo. Y entonces lo veo.

Miles Caulfield.

Viste un terno negro que resalta el largo de sus piernas y lo ancho de su espalda. Ha crecido desde la última vez que lo vi y sus rasgos se han afinado más. Lo sigo con la mirada y me doy cuenta que Thomas sabe cuanto me afecta otra vez verlo. Yo me enamoré de Miles Caulfield.

Pero, ¿Quién no ha estado enamorado de él? Era como la varicela, a todos nos da alguna vez en la vida.

Él es casi perfecto: Es alto con unas piernas kilométricas, sus ojos son negros intensos, cejas pobladas y su tez blanca y sin imperfecciones. Su voz es muy grave y labios carnosos y si lo anterior no es suficiente, es inteligente. Sin embargo, solo tiene un defecto que le impide llegar a la perfección: no tiene emociones. O, si las tiene, nunca las muestra.

Lo conozco desde hace algunos años. Cuando él estaba por terminar la preparatoria, yo recién la comenzaba. En todo ese tiempo nunca lo vi sonreír, enojarse o llorar. Simplemente estaba ahí. Tenía un grupo de amigos pero solo hablaba con ellos cuando era extremadamente necesario.

La leyenda dice que solo tuvo una novia. La conocía desde que era niño y pasaron toda la escuela juntos.  Hasta que empezaron a salir. Al lugar al que iban, ella siempre se mostraba muy cariñosa, se notaba cuanto lo adoraba, pero él ni siquiera la miraba.  Todo colapsó cuando fue su primera vez, dicen que él no sintió nada y que la chica muy dolida, decidió terminar con alguien que no la amaba. Después de ella, varias mujeres se le insinuaron, algunas incluso le mostraron todo lo que ofrecían pero él nunca titubeo, rechazó a cada una de ellas.

Sabía todo eso pero mi amor por él era más fuerte que la razón, al final de cuenta era joven e inexperta, así que animada por Thomas le confesé lo que sentía. Mala decisión.

****

Tenía miedo, había esperado por este momento desde que lo vi por primera vez. Preparé todo para sorprenderlo. Esperaba que le guste.

-Hola Miles.

Me mira, otra vez sin expresión. Sus ojos que tanto amo son los que también me desgarran por dentro.

-¿Qué quieres niña?- Sé que trata de ser amable pero solo consigue asustarme más. Pienso en irme corriendo. No, ya no hay marcha atrás.

-Toma esto.- Le entrego una carta que he estado haciendo desde hace varias semanas. En ella le cuento todo lo que me hace sentir y por qué lo hago.

Lo lee detenidamente. Sinceramente esperaba que se alegrara o tal vez en el peor de los casos que me rechazara. No estaba preparada para su reacción.

Nada. No sintió ni dijo nada. Solo se fue caminando lentamente mientras desechaba mi carta.

Me dejó destrozada. Nunca más volví a saber de él. Lo único bueno es que ya estaba curada, la varicela solo nos da una vez.

****

Termina de dar su discurso y puedo ver a todas las chicas suspirando por su nuevo descubrimiento. Algunas murmuran con sus amigas, otras le toman fotos y se acomodan el maquillaje para luego hablarle. No saben lo que les espera.

El director nos dice que vayamos cada uno a nuestras facultades y me alegra cuando Miles se va hacia otro lado.

Llego al edificio principal y puedo encontrar jóvenes tan ansiosos como yo por comenzar nuestra carrera. El director de escuela nos da la bienvenida otra vez y nos dice por qué es tan importante lo que haremos en el futuro. Cuando ya está por terminar, un joven viene corriendo hacia él. Trae una bata y guantes quirúrgicos.

-¡¿Miles estudia medicina?!- Me pregunta estupefacto Thomas.

El chico se dirige a nosotros.

-Lo siento por la tardanza, tuve que cambiarme después del discurso.- Dice mirando a la nada.

Todos lo seguimos por el recorrido que nos hace de las instalaciones que utilizaremos. No puedo concentrarme en nada. Tengo tanta mala suerte que estudio lo mismo que ese monstruo sin sentimientos. ¿Será muy tarde para cambiarse de carrera?

-Llamando a la tierra a Eleonor. ¿Estas ahí?- Thomas agita una mano delante de mis ojos.- Ya terminó el recorrido, vamos a clase.

Cada clase es como un martirio, solo me maldigo por habérmelo encontrado. Solo espero no cruzarmelo tanto y que en el mejor de los casos, no se acuerde de mí.

En medio de nuestro horario decidimos saltarnos algunas clases que no parecen tan importantes. Vamos a comer helado. Thomas sabe como consolarme aunque no admita que me siento triste. Compramos mi favorito y cuando terminamos me pregunta:

-¿Te llevo a casa?

-No, gracias. Prefiero caminar, quiero conocer la ciudad.

-Tú te lo pierdes.- Dice mientras sube a su auto.

Lo despido y veo como velozmente se aleja.

Necesito ordenar mis pensamientos y es casi imposible hacerlo con él a mi alrededor. No me malinterpreten, lo quiero pero a veces es demasiado empalagoso.

Disfruto la vista de la ciudad, pero mi corazón solo piensa en una sola persona. Y así pasó horas y horas. Cuando vuelve la razón otra vez a mí me doy cuenta de una cosa: no tengo donde pasar la noche. Al enterarme de que había conseguido una beca para la universidad, no lo pensé dos veces y vine con lo que tenía a la ciudad, mi plan era alquilar una habitación cuando llegara pero por las clases y mi distracción se me había hecho demasiado tarde.

Trato de buscar la estación de tren donde dejé mis cosas pero ya no la encuentro, después de caminar unos minutos más me doy cuenta que estoy completamente perdida. Ni siquiera sé dónde tomar el transporte público. Me dirijo hacia la avenida más cercana para tratar de encontrar alguna ayuda pero todos están tan ocupados como para responderme. Después de varios intentos por fin consigo llegar a la parada, ahora solo falta esperar.

Pasan unos minutos y ya estoy un poco adormilada. Entonces, alguien que no logro distinguir pasa caminando por mi lado. Entra a la autopista y se detiene en medio de ella. Lo van a matar.

-¡No!¡Sal de ahí!- Grito desesperada, no hay respuesta del hombre.

No pienso en nada más y corro a su lado. Por fin veo su rostro: Es Miles Caulfield. Lo empujo hacia afuera y lo único que siento es un fuerte golpe.

~bananatoxica

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