05
Alexei
Enfoqué el techo con molestia, irritado por el dolor de cabeza que cargaba desde hace días. Nunca debí hacerlo, pero supongo que el cuerpo es débil, y ante tal oferta era difícil decir que no. O simplemente soy un capullo, uno cojonudo, que no le importó follarse a una cría como si fuese la mejor de las putas.
Lo peor de todo fue lo mucho que me gustó, joder. No sabía si se debía a ese coño tan estrecho, tal vez a la lujuria que desprendía su inocencia o, quizás, a la necesidad que ambos cargábamos encima. No tenía respuestas para saber por qué no podía sacarlo de mi cabeza, pero me estaba volviendo loco. Me enfadaba, enfurecía, me causaba la necesidad de arrancar cabezas porque quería volver a tenerla postrada frente a mi, abierta de piernas y dispuesta a entregármelo todo.
Y eso no podía ser, no estaba bien. Nunca me había importado cagarla, mi poder me otorga todo lo que quiero y nunca tengo miramientos a la hora de tomar lo que se me antoje. Sin embargo, esto era diferente. Podría ser su padre, mi hija y ella podrían ser hermanas. Me siento como un puto asaltacunas, como un jodido enfermo.
En mi mundo, tanto hombres como mujeres, tienden a estar con personas mucho más jóvenes, con alguien atractivo que les haga tener una buena imagen frente al ojo público. Está claro que el гном causaba de todo menos buena impresión. Aunque es innegable lo buena que está y lo bien que sabe hacerlo para lo joven que es.
Mi polla punzó al recordar su lengua y sus labios, en como me rodeaban y succionaban. Había practica en sus movimientos, pero no tanta como la que tenían las putas. Quizás eso me gustó, no era una profesional, no sabía qué era exactamente lo que me gustaba. Ella experimentó, tanteó y encontró qué hacer para volverme loco.
Gruñí ante la erección que acababa de crecer en mis calzoncillos, sin embargo, no pude resistirme a tomarla entre mi mano con fuerza. La acaricié de arriba abajo con lentitud, recordando exactamente cómo lo había hecho ella, eso me la puso todavía más dura. No era lo mismo, joder, ni siquiera se acercaba al placer que la mano de una mujer es capaz de darte, pero no me importó. Necesitaba hacerlo, sino acabaría llamando a una puta y follándomela como si fuese esa maldita mocosa.
Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás, viendo su cuerpo desnudo, sus labios brillantes y sus lujuriosos ojos. Me lo imaginé todo a detalle y juro que mis bolas se hincharon como nunca. Eso me enfureció, pero no me detuve, por el contrario, comencé a pajearme más rápido, recordando la estrechez y humedad de su coño, en como arropó mi polla con fuerza con cada embestida.
Mis bolas se tensaron, pero antes de poder correrme el maldito sonido de mi móvil estalló en la habitación.
—бля дерьмо.
Lo ignoré y pronto paró, pero a los pocos segundos volvió a sonar, incluso parecía que lo hacía con más fuerza. Me cagué en todo lo cagable antes de tomarlo y enfocar el número desconocido en la pantalla.
—¿Quién es? —espeté, no me molesté en ocultar lo enfadado que estaba.
Y no sabía si se debía a que me había interrumpido, o a que he estado apunto de correrme pensando en esa mocosa.
—¿Durmiendo también eres un amargado?
Esa maldita voz, tan suave e inocente, que escondía tanta perversión. Tragué con fuerza, sintiendo la bilis subir por mi garganta al recordar lo que estaba haciendo hace apenas unos segundos. Me merecía quedarme sin polla, solo por haberla metido en su cuerpo y ahora haber imaginado estar ahí de nuevo. Aún así, la erección no disminuyó, casi pareció crecer con el sonido de su voz.
—¿Quién eres? —no sabía por qué, pero aún excitado de cojones y molesto de narices, quise picarla.
—¿Lo dices en serio? ¿Todavía no has guardado mi maldito número? —la indignación en su voz elevó las comisuras de mis labios. Suspiró — Soy Blanca.
—¿Qué Blanca?
—¡Como que qué Blanca! —la agudez de su chillido me obligó a separar el móvil de la oreja, Dios, que potencia — La adolescente que te follaste en cuatro hace unos días, esa Blanca.
—La adolescente que me follé en cuatro hace unos días se llamaba África.
—¿En serio? Que te den.
Los pitidos siguientes me avisaron que había cortado la llamada. Rodé los ojos ante su sensibilidad, aunque no podía negar lo divertido que me había resultado. Aún así, la duda de por qué me había llamado picó en mi cabeza. ¿Querría que volviese a sacarla de la cárcel? O quizás que vaya a buscarla a una de esas fiestas tan mediocres. En realidad no me importaba, no pensaba ir a ningún lado.
Observé mi polla con indignación, seguía tan dura como al principio y eso parecía la peor de las bromas. Podía llamar a Alexandra, ella siempre estaba disponible para mi, pero antes siquiera de poder planteármelo, el móvil que mantenía en mi mano, volvió a sonar. Esta vez, ese número desconocido quedó grabado en mi retina.
—¿Qué quieres?
—Voy a ignorar el hecho de que has sido un completo capullo e iré al grano —hundí el ceño ante eso, su manera de hablarme me enervaba —. ¿Te estabas tocando pensando en mi?
—¿Qué? —sentí los huevos en mi garganta, junto con una vergüenza que jamás había experimentado — Ni de coña.
—Umm, estaba durmiendo y de repente me ha entrado un calentón que flipas, ¿y sabes quién vino a mi cabeza? Tú, acostado en tu cama y masturbándote. ¿Te la jalabas pensando en lo del otro día? —sentí la sonrisa sobre los labios a pesar de no poder verla, su voz estaba cargada de orgullo y excitación.
Suspiré, completamente perdido. ¿Cómo era posible que lo supiese? No me avergonzaba tocarme, pero que ella supiese que había decidido tenerla en mi cabeza mientras tanto, resultaba tan molesto. Eso solo incrementaría su orgullo, le haría saber que lo del otro día me gustó más de la cuenta y que quiero repetirlo cuanto antes.
—No pasa nada Alexei, yo también me toco pensando en lo del otro día —susurró, arrastrando cada palabra con coquetería.
—¿Qué pretendes, Blanca? ¿Quieres saber si lo hacía? Sí, he estado apunto de correrme pensando que lo hacía en tu boca. ¿Te crees especial por eso? ¿Ya te has montado la película? —una pequeña risa se escuchó del otro lado.
—Lo que pretendo es que eso se vuelva a repetir, te lo dije el otro día y te lo vuelvo a decir hoy, solo quiero follar. No hay ninguna película en mi cabeza, no espero nada de ti que no sea acabar en una cama —la determinación en su voz me quitó un peso de encima que ni siquiera sabía que tenía —. Ahora dime, Alexei, ¿quieres saber qué estoy haciendo?
La manera en la que pronunció mi nombre me hizo gruñir, resultó tan caliente que de mi glande resbaló una pequeña gota. Deseé que su lengua la limpiase.
—¿Qué estás haciendo, собачка?
—Estoy acostada en mi cama, tenía tanto calor que tuve que quitarme la ropa... ahora el aire frío endurece mis pequeños pezones, intento ayudarlos con caricias. ¿Pero sabes lo que sería mejor?
—¿El qué?
—Tú lengua, tus labios rodeando mis pequeños pezones, tus dientes castigándolos y tú cálido aliento calmándolos.
—Tócate, quiero que lo hagas como si fuese yo —exigí, volviendo a pajearme con impaciencia.
—¿Y tú? ¿Podrías tocarte para mi? O tal vez ya lo estés haciendo, ¿es así? —la diversión de su voz se mezclaba con la excitación del momento y solo quise quitársela a azotes.
—Diviértete ahora Blanca, porque cuando te vea te vas a arrepentir de esto.
—¿Si? ¿Qué me vas a hacer?
—Pienso educar esa boca sucia que tienes, arrodillarte frente a mi y follártela hasta que no puedas más, ni siquiera aunque supliques pararé.
—Me encantaría ser educada por ti —susurró, ahogando un gemido que me hizo gruñir de placer.
—Ponte en cuatro —ordené.
La escuché moverse al otro lado de la línea, sonreí por ello.
—¿Lista?
—Ajam —cerré mis ojos, imaginándola en esa posición, tan expuesta y abierta, tan perfecta para ser follada.
—Métete tres dedos, aunque duela hazlo, e imagina que estoy detrás de ti, arremetiendo contra su cuerpo sin control.
—Ahh, me encanta, joder —balbuceó con fuerza, incluso podía escuchar el movimiento de su mano.
Apreté mi polla sin parar de masturbarme y juro que nunca había sentido mis bolas tan tensas como cuando escucho sus gemidos y balbuceos. Saber que lo que estábamos haciendo era tan erróneo me hacía estar aún más caliente, y aunque no debería de estar haciendo esto, no podía dejar de desearla como lo hacía desde que la tuve completamente desnuda frente a mi.
—Ojalá estuvieses follándome tú —reprochó —. Nunca había experimentado tanto placer como la otra noche, necesito tu polla.
No pude evitar reír, halagado por sus palabras pero divertido por la suciedad en ellas.
Sin poder evitarlo tomé el teléfono y, sin siquiera pensarlo, presioné la cámara en medio de la llamada. Inmediatamente su rostro, adornado con una amplia sonrisa y unos ojos brillantes, quedaron frente a mi. Su expresión cambió completarme en cuanto se dio cuenta de el lugar al que enfocaba mi cámara. Se relamió los labios sin ocultar el deseo y tragó con dificultad, incluso su respiración pareció acelerarse.
—¿Hace falta que te diga lo que tienes que hacer? —inquirí, acariciándome con lentitud. Realmente me estaba costando resistirme, pero necesitaba verla, ansiaba apreciarla.
Se carcajeó suavemente antes de acomodar el teléfono en la cama y colocarse de rodillas frente a ella, sus piernas abiertas me dieron una vista perfecta de su coño, pero la oscuridad de la habitación no me permitía ver más allá. Con lentitud pasó sus manos por su abdomen hasta alcanzar sus pechos y estrujarlos antes de volver a arrastrarlas por su vientre plano y alcanzar su entrepierna. Gimió con suavidad, acariciándose superficialmente y haciendo que mis extremidades picasen por tomarla. Las sombras cubrían su cuerpo escasamente iluminado dejándola frente a mis ojos como un pecado mortal.
—En cuatro, собачка.
—Eres muy caliente cuando me hablas así, ¿qué es lo que dices?
—Que te des la vuelta y me dejes ver esa delicia que escondes.
Con socarronería hizo lo que le pedí, pegó su cabeza al colchón y alzó su trasero, quedando completamente expuesta. Aprecié su carne con deseo, su pálido color rosa brillaba en exceso por los jugos de su excitación y solo deseé hundir mi rostro y limpiarla por completo antes de enterrarme en ella.
Su pequeña mano alcanzó su clítoris, jugando con él antes de dejar que finos dedos se colasen en su interior con suma facilidad.
—Otro más, llénate como lo hago yo.
Suspiró profundamente antes de introducir un tercer dedo en la estrechez de su coño. Varios gemidos escaparon de sus labios ante el vaivén que marcó, era rápido y brusco, tal y como yo lo haría y exactamente igual que estaba haciendo yo ahora mismo.
—Oh Alexei —clamó, retorciéndose.
Estaba apunto, podía verlo en sus movimientos, en como su mano libre se hincaba al colchón y sus pies se apretaban con fuerza. Eso me hizo aumentar mis movimientos, sentí mi polla arder bajo mi mano, hincharse y palpitar con fuerza, completamente fuera de sí ante lo que tenía frente a mis ojos. Ver cómo se corría con fuerza fue lo que necesité para venirme como nunca antes, gemí profundo, acompañando sus gimoteos altos y excitantes. Y no me detuve hasta que la última gota abandonó mi cuerpo, dejando todo a mi alrededor hecho un desastre.
—Me encantaría estar ahí —musitó, dejándose caer sobre el colchón.
—Tendrías que estar limpiando todo esto con tu lengua —meneé mi polla una vez más antes de dejarla ir y sentirme jodidamente satisfecho.
Aprecié una sonrisa en sus labios antes de que asintiese lentamente.
Un silencio incómodo se expandió entre ambos, al igual que el otro día, no había nada que decir o hacer tras acabar. Así que no me molesté en despedirme antes de cortar la llamada y lanzar el teléfono hacia cualquier parte.
Suspiré antes de levantarme y dirigirme a la ducha, el agua cálida impactó contra mi cuerpo con suavidad. Busqué relajación, esa calma que después de una buena corrida siempre llega, pero no la obtuve porque esa maldita cría seguía en mi cabeza. Normalmente, después de acostarme con una mujer, la olvido. No borro de mi cabeza lo que pasó, pero ni siquiera me preocupo en volver a pensar en ella hasta que necesito liberarme de nuevo. ¿Por qué con ella era diferente? ¿Necesitaba otra vez su cuerpo?
Desearla no estuvo bien, acostarme con ella fue una auténtica cagada, jugar a las pajas a través del teléfono como un adolescente ha sido una gilipollez. Pero si hay algo por lo que me merezco un jodido puñetazo es por el hecho de seguir necesitándola de este modo, es como si me hubiese vuelto adicto a su cuerpo, a cada curva, cada movimiento, cada gemido que escapa de sus labios.
Quizás necesitaba volver a quedar con una puta, probablemente en cuanto una lengua experta me tomase no volvería en pensar en la cría inexperta. Meneé mi cabeza antes de salir de la ducha y caminar, sin siquiera secarme, hacia la cama. Antes de poder siquiera acostarme el molesto sonido de mi teléfono sonó, no necesité verlo para saber de quién se trataba. Así que lo ignoré y me tiré sobre el colchón, deseando dormir o, por lo menos, deseando dejar de pensar en ella.
Sin embargo, Blanca no estaba por la labor, así que continuó llamando durante los próximos diez minutos en los que me negué a contestar.
—¿Qué coño quieres? —espeté con furia, apretando con tanta fuerza el móvil que pareció crujir. Rodé los ojos por ello, acababa de comprarlo.
—¿Acabas de correrte y sigues con ese humor?
—Blanca, no soy tu amigo, no entiendo qué cojones haces llamándome. ¿Acaso te das cuenta de que podría ser tu padre? ¿Qué coño pretendes? Te dejé bien claro que solo quería acostarme contigo, nada más.
—¡Auuuch! ¿Escuchas eso? No, no, no es mi corazón rompiéndose, es el cansancio que me provocan tus palabras —farfulló, parecía molesta, aunque estaba seguro que no más que yo. No sabía por qué, pero una furia incontrolable estaba comenzando a bullir dentro de mí —. Solo hablemos Alexei, no como pareja, no como amigos, sino como personas adultas que de vez en cuando deciden compartir sus cuerpos.
—No quiero hablar contigo.
—Pues hablo yo, tú solo escucha —suspiré, deseando colgar pero no haciéndolo. Pude sentir su sonrisa al otro lado, estaba seguro que su orgullo había aumentado con creces —. La próxima semana darán una fiesta en casa de Carlos, está al otro lado de la ciudad, cerca del gran lago. Lucía y yo, obviamente, vamos a ir. Beberemos mucho, como siempre y necesitaremos a alguien que nos busque cuando terminemos.
—Olvídate.
—Oh vamos, eres un gran taxista —la dulzura disfrazada en su voz me hizo sonreír.
—No pienso seguir cuidando de vosotras —aseguré, realmente nada seguro de mis palabras.
Últimamente, en contra de todo lo que quería, acababa haciendo todo aquello que juré no hacer jamás. Como, por ejemplo, estar hablando con la mujer con la que me acabo de correr.
—Yo quiero que sigas cuidando de mi, me gusta el final que tiene —canturreó.
—Si, ya, pero no podemos seguir haciendo esto.
—¿Por qué? —reprochó.
—Porque como alguien se entere estaremos en un gran lío, ¿olvidas quién soy?
—Como olvidar que eres el gran Alexei Smirnov, dueño de medio mundo —ignoré el sarcasmo en su voz.
—Tú y yo simplemente no casamos Blanca, eres demasiado joven y vulgar, gritas demasiado y dices lo primero que se te viene a la boca. Me enervas en cuestión de segundos, no te imaginas las ganas que tengo de arrancarte la cabeza.
—¡Eso es una virtud!
—Te aseguro que no.
—¿Sabes lo que hago también en cuestión de segundos? Ponértela dura —cerré los ojos, meneando la cabeza con cansancio. Aunque no se sintió real, no resultó molesto, nada en esta conversación me lo resultaba.
—Hablemos de otra cosa.
—Bien, mi cumpleaños es en dos semanas, ¿qué me vas a regalar?
—¿Debería regalarte algo?
—Obvio, para ese entonces estaremos en una situación muy diferente.
—¿Qué situación? —cuestioné, expectante a la tontería que probablemente soltaría.
—No te lo diré, ya lo verás.
—Te regalaré un vibrador, para que nuestras llamadas sean más divertidas —solté sin pensar, forzándome a dejarme llevar un poco.
¿Había algo de malo en ello? Sí, pero debía intentarlo.
—Ohh, con eso estás dejando claro que habrá más llamadas calientes —la emoción en su voz fue más que notable —. Me parece bien, puedes regalarme un muñeco hinchable como tú.
—Eso es asqueroso.
—Con tu misma cara, tus musculitos, el mismo tamaño de...
—Blanca —amenacé, conteniendo una risa que ella no se molestó en ocultar.
—Alexei —imitó, aún riendo —. Solo es una broma, ¿vale?
Suspiré, enfocando el techo. Sin lugar a duda me había vuelto loco. Estaba en una llamaba con una adolescente a la que deseo follar continuamente y a la que, al mismo tiempo, detesto. Lo peor de todo era comenzar a verla divertida, con sus palabras fuera de lugar y su poca educación. Era una mezcla extraña, sacaba lo peor de mi y, a la vez, encontraba partes que llevaban demasiado tiempo muertas.
—¿Qué tienes pensado estudiar después de éste año? —quise saber, sin saber por qué.
El silencio al otro lado de la línea me hizo creer que la llamaba se había cortado, alejé el móvil y observé la pantalla, cerciorándome de que no había sido así.
—No lo sé —musitó.
—¿Tus padres no quieres que sigas el legado?
—Quizás, pero no me importa. Odio su trabajo, quizás porque llevo toda la vida oyéndolos presumir frente a todos.
—A veces hay que sacrificarse —le dejé saber lo que yo tuve que hacer por mis padres, por ganarme su aprobación y orgullo —. Puede que ahora no lo entiendas, pero en un futuro te darás cuenta de que lo que ellos quieren es lo mejor para la familia.
—Ahora sí que me doy cuenta de la diferencia de edad —bromeó, aunque no sonó para nada divertida —. A mi no me gusta nada Alexei, ni siquiera creo que valga para lo que ellos quieren. Así que, por muchas charlas que me deis, mi respuesta seguirá siendo la misma; no tengo ni idea de lo que quiero ser. De momento solo quiero disfrutar, la vida es demasiado corta para perderla pensando en cosas que no puedo solucionar.
No dije nada, extrañamente entendía sus palabras. Son las mismas que me dije yo hace veinte años cuando mi padre exigía que continuase con el legado. Nunca habría imaginado que años después lo haría desde cero y conseguiría todo lo que él siempre quiso para mí; éxito.
—¿Tú siempre has tenido claro que querías ser empresario?
—No, pero a fin de cuentas es lo que mejor se me da. Comprar, vender, expandir y convencer a la gente de que tengo el control sobre todo para que inviertan es para lo que estoy hecho.
—Todo un éxito, Alexei —susurró. Sentí su voz apagada, y es que con la vitalidad que carga siempre, no era difícil darse cuenta cuando algo se le torcía.
La curiosidad picó en mi cabeza, pero no dije nada. Involucrarme no era lo correcto, nada de esto lo era, pero al menos no iba añadir más mierda al asunto. Sus problemas no me importaban, sus líos me eran indiferentes y su malestar no me afectaba en lo absoluto. Así debía ser siempre, nada de enredos sentimentales con mujeres, mucho menos con una cría.
—Voy a colgar, cuídate —no le di tiempo a contestar, corté la llamada y lancé el móvil con fuerza, consiguiendo exactamente lo que quería, romperlo.
Porque sabía que esto se iba a volver a repetir, y no debía. Había llegado demasiado lejos, hablarle de mí había sido un error. Eso me hacía vulnerable, debilitaba la fortaleza que necesitaba para huir de la prensa y cualquier chisme que estuviesen dispuestos a inventar sobre mí. En este mundo nadie es fiar, todo el que se te acerque lo hace con un fin, normalmente económico.
Estaba seguro que Blanca no era de ese palo, pero necesitaba cualquier excusa para mantenerla alejada. Sino, no sabía cómo podríamos acabar.
✿ ✿ ✿
Y aquí tenéis un capítulo nuevo, no he tenido mucho tiempo pero aquí está.
Alexei es duro de roer... ¿será capaz de dejarse llevar en algún momento?
<3
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