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04

Blanca

No pude evitar fijarme en las miradas curiosas y sorprendidas de los recepcionistas cuando pasamos, o más bien, cuando Alexei me llevó arrastras frente a ellos. No me contuve y les saque la lengua, que se metiesen su interés y esa manera de juzgarme en silencio por el culo.

—Deja de comportarte como una cría, me dan ganas de estrangularte —farfulló, cerrando los ojos y dejándose caer contra la pared cuando las puertas del ascensor se cerraron.

—Eso puede ser divertido, siempre y cuando pueda volver a respirar, claro.

No dijo nada, su ceño se hundió y parecía estar apunto de explotar. Decidí callar, puede que estuviese hablando más de la cuenta y, sinceramente, acababa de salvarme el culo. Solo tendría que haber esperado hasta mañana, sin embargo, ¿cómo iba a pagar esa multa sin perder ocho meses de alquiler?

Cuando el ascensor se abrió, volvió a tomarme por el brazo y arrastrarme hacia la única puerta que había en esa planta. Todo estaba en completa oscuridad, así que cuando encendió la luz y la habitación quedó frente a mis ojos no fui capaz de ocultar la sorpresa.

—¿Estamos en una suite? —Pregunté en un susurro, dándome cuenta de que solo esta habitación es cinco veces más grande que mi piso al completo.

—Sí.

—Que modesto todo —canturreé, paseándome hasta la cama —. Está deshecha, ¿puedo tumbarme o han pasado cosas?

—Tú duermes ahí —seguí la dirección de su brazo, encontrándome con un sofá empotrado, que si bien era más grande que mi cama, no parecía hecho para dormir en él.

—¿Me traes a una suite y me haces dormir en un sofá?

—Sí —espetó, dándome la espalda y caminando hacia lo que supongo es el baño. Cerró la puerta de un fuerte portazo y segundos después se escuchó el agua caer.

Suspiré, analizando la habitación. Todo estaba en orden, salvo la cama, cuyas sábanas se encontraban arrugadas y descolocadas. No sé por qué, busqué cualquier rastro de ropa femenina, aunque lo único que encontré fue un fuerte perfume en el aire. Cuando entré quise creer que se trataba de algún tipo de ambientador, pero está claro que no es así. Sin saber por qué, mi pecho punzó.

A pesar de que Alexei me haya ayudado, es muy probable que no pueda ni verme y que solo haga esto por caridad. Sin embargo, la esperanza de resultarle aunque sea interesante está ahí, y dudo mucho que después de traerme a una suite con él se vaya.

Cuando la policía irrumpió en la casa no pensé en otra persona que no fuese él, quizás porque sé que su poder es inmenso. Quizás porque quería ser rescatada por él. Quizás porque quería ver si me ignoraba o si era capaz de cancelar sus planes por mi. Está claro que lo último fue lo que pasó, dejó a una mujer por mi.

Sin poder evitarlo comencé a bailar, estaba feliz y el alcohol que había consumido poco tenía que ver. Sé que si Lucía supiese esto estaría más que enfadada conmigo, pero al igual que ella no es capaz de decirme que está pasando unos días con su novia, Verónica, yo no voy a decirle que pasé la noche con su padre y que mis intenciones con él son de todo menos cristianas.

—¿Te has vuelto a drogar? —Su fuerte voz me hizo gritar. Me giré hacia él con la mano en el pecho y el corazón ligeramente acelerado.

—¡No! ¿Crees que soy una adicta? —Inquirí con fingida indignación.

Alexei me contestó, lo sé porque sus labios comenzaron a moverse. Sin embargo, no pude escuchar nada ni entender una mierda de lo que decía cuando me percaté de que no llevaba camiseta. Su pecho, demasiado bien formado para la edad que tiene, estaba húmedo y entre sus abdominales resbalan gotas que deseé secar con mi propia lengua. La V de su cadera indicaba el camino hacia la mayor de las delicias que, por desgracia, se encontraba cubierta con una toalla y unos calzoncillos. ¿Es posible tener un orgasmo visual? No estoy muy segura, pero creo que acabo de correrme.

—Bendita mierda —espeté, mirando con demasiada insistencia la toalla. Quizás, si le ponía esfuerzo, se caería. Lo difícil sería hacer lo mismo con los calzoncillos, esos malditos se sujetan bien.

—¿Qué haces? —Escuché su gruñido, pero no me importó.

—Cállate, que me desconcentras —entrecerré los ojos y puse todas mis fuerzas en ello, pero de nada valió —. Aggg, es imposible.

Indignada me dejé caer hacia atrás, reboté contra la cama y un mayor olor a perfume inundó mis fosas nasales.

—¿Te tiraste a una señora de noventa años? Que horror este olor —meneé la mano frente a mi cara, intentando alejarlo.

—¿Tienes cinco años? Pareces una niña estúpida —espetó molesto.

—¿Y tú? ¿Cuántos años tienes? ¡En internet no sale!

—¿Me has buscado en internet? —Oh genial, ahora podía burlarse de mi.

—Solo por curiosidad, seguro que tú también me has buscado en Instagram.

Negó débilmente, sus labios estaban sellados en una fina línea y su cuerpo duro y mojado. Esa combinación no era buena, solo quería que me follase o follarlo, lo que sea, pero quería cierta parte de su cuerpo dentro de cierta parte del mío.

—Sal de la cama, ya me has jodido bastante.

Rodé los ojos, ignorando su crueldad. Me acomodé sobre la cama boca abajo, es probablemente que con el diminuto vestido que me habían dejado se me viese hasta el alma, pero no me importó.

—Date una ducha y quítate... eso —ordenó, titubeando a la hora de nombrar el vestido que me cubría.

—Si quieres verme desnuda solo dilo.

—¡Ya está bien! —Sin ningún cuidado me tomó del brazo y me levantó, dejándonos cara a cara. No pude evitar la mueca que su poco tacto me provocó —. Haz lo que te digo y deja de buscarme.

Atrapé mi labio, evitando reír. No sabía si estaba mal o qué, pero su repentino ataque de furia me había resultado de todo menos molesto. De hecho, creo que necesitaré ropa interior nueva después de esto. Está claro que tengo algún tipo de problema, ¿cómo me puede excitar su enfado?

Acabé asintiendo, logrando que dejase de ejercer tanta fuerza y me soltase. Sus ojos negros chocaban contra los míos con fuerza, podía ver el enfado a través de ellos, pero también algo más, no sabía el qué, pero Alexei no era solo gruñidos.

Pasé por su lado y me colé en el baño con el corazón latiendo demasiado rápido. Apoyé mi espalda contra la puerta y sonreí, sintiendo como el sudor me empapaba. Un par de suspiros después me deshice del pequeño vestido y de la simple ropa interior que me cubría y me colé en la ducha. Esta, a pesar de estar en una suite de lujo, ni se acercaba a la que el ruso tenía en su casa. Aún así, era cinco veces más grande que mi pequeña ducha y el agua caliente duraba el tiempo suficiente como para duchar a veinte personas, no como la mía, que a los cinco minutos era como estar duchándose entre hielos.

Me tomé el tiempo que me dio la gana, y solo cuando sentía que no podía más con tanto calor, salí. Cubriéndome con un albornoz que me quedaba enorme y se enredaba en mis pies, caminé hasta el espejo. Observé mi reflejo, buscando cualquier rastro de imperfección que Alexei pudiese notar. Rápidamente hallé algunas marcas de antiguos granos en mis mejillas, y una cantidad exagerada de pecas que me hizo formar una mueca. Mi pecho punzó, así que me obligué a resaltar lo que más me gustaba de mi. Inmediatamente enfoqué mis ojos, ese azul cielo que mi abuela me había dado era hermoso, recorrí mi nariz y sonreír al ver lo pequeña y perfilada que era, por último, reparé en mis labios y en su perfecto grosor, además, los cuatros años de aparato me habían otorgado una sonrisa bonita.

Siempre vamos a tener imperfecciones, cosas de nuestro cuerpo que odiemos o nos resulten horribles. Pero no por ello tenemos que odiarnos, por el contrario, debemos aprender a encontrar lo que nos gusta de nosotros mismos y también a querer aquello que nos repele. Es difícil, demasiado. Pero es un trabajo constante y para toda la vida que, si lo hacemos bien, nos puede quitar muchos problemas.

Dejé de idolatrarme cuando caí en la cuenta de que la camiseta de Alexei descansaba sobre el toallero, perfectamente colgada y sin ninguna arruga. Él mismo dijo que me quitase el vestido, ¿eso quiere decir...? Sonreí y no dudé en tomarla y colocarla sobre mi cuerpo. Tuve que volver a ponerme las mismas bragas, pero antes de hacerlo las lavé y sequé con el secador. El sujetador voló por el baño y no me molesté en buscarlo, dormir con él es un horror.

En cuanto la cara y perfecta camisa de Alexei me cubrió, todo mi cuerpo se erizó. Inspiré con fuerza su agradable olor masculino que se mezclaba con algún perfume delicioso. Inevitablemente deseé tener este olor conmigo 24/7, sobretodo en mi casa, más bien en las sábanas de mi cama. Quería impregnarme de él y no perderlo jamás.

Con una amplia sonrisa salí del baño, de inmediato, un aire frío chocó contra mi cuerpo, erizando mi piel y endureciendo mis pezones. Esos que, inevitablemente, parecían transparentarse. No me importó, así que continué caminando hasta estar en la habitación.

Alexei estaba junto a la ventana, su espalda se apoyaba contra la pared, su brazo libre se cruzaba sobre su pecho, y el otro, mantenía entre sus dedos un cigarro. Seguía vestido tal y como lo dejé, por lo que la luz de la luna reflejaba directamente sobre su pecho, creando sombras y brillos que me hipnotizaron. No podía ver su rostro, que miraba hacia el exterior, pues una sombra oscura lo mantenía oculto.

Quise sacar mi móvil y fotografiarlo para llevarlo a un museo y exponerlo como se merece. Pero con mucho esfuerzo logré contener ese picazón de mis dedos por hacerlo. Carraspeé con intención de llamar su atención y funcionó, rápidamente giró el rostro hacia mi. Sus ojos fueron directamente a mis pechos, pude ver como su nuez subió y bajo lentamente. Poco a poco barrió mis piernas desnudas y después enfocó mis ojos. Le esperé con una amplia sonrisa que le hizo arrugar el ceño y darle una profunda calada al cigarro antes de tirarlo.

—Sécate el pelo, así enfermarás —gruñó.

Rodé los ojos y meneé la cabeza.

—No me apetece —crucé los brazos sobre mi pecho y esperé a que se acercase.

Cuando lo hizo tuve que elevar el rostro, no sabía cuánto medía, pero está claro que podría dedicarse al baloncesto tranquilamente. Es tan alto que le llego por medio abdomen, y es que, mi metro cincuenta y ocho no da para más.

—¿Siempre tienes que ser tan molesta?

—¿Y tú tan amargado?

—¿Debo estar feliz contigo aquí?

—¡Sí! ¿Acaso hay mejor compañía que yo?

—¿Hace falta que responda a eso?

—¿Te caigo mal, Alexei? —Pregunté cauta, completamente seria y ciertamente asustada por su respuesta.

—Joder, sí —siseó.

—¿Entonces qué hago aquí? ¿Por qué malgastas tú preciado tiempo yendo a rescatarme? —Su silencio me molestó más de lo que esperé — ¡Responde!

—Mi hija es tu amiga, eso es todo.

—Oh, claro, me ayudas por tu hija, como si te importase lo que ella sienta —espeté, dándome la vuelta y caminando hacia la cama.

—¿Qué crees que haces?

—¡Irme a dormir! —Me colé bajo las sábanas con rapidez, aunque no más que la que tuvo él para quitármelas de encima.

—Sal de la cama, Blanca.

—No pienso dormir en un sofá, ¡no soy un perro!

проклятая девченка! —su fuerte grito rebotó contra las paredes. Por inercia, me encogí sobre el colchón y esperé a que me sacase a rastras, pero no lo hizo.

Se alejó de la cama echo una furia, escuché como la puerta se cerraba con fuerza y entonces, todo se sumió en un profundo silencio. Suspiré, volviendo a cubrirme. Un sabor amargo subió por mi garganta a la vez que mi pecho dolió, caerle mal a Alexei se sintió peor de lo que esperaba.

No sabía por qué me comportaba así con él, cierto es que me lo follaría sin pensar, pero he querido follarme a tantos tíos y nunca he hecho estas cosas. Si les gustaba era un triunfo, si no, no me importaba. Sin embargo, con el ruso, sentía una fuerte necesidad de agradarle. Quería hacerle sonreír, llamar su atención, quería estar en su cabeza, que me desease, que pensase en mi y, sobre todo, quería que me follase hasta no poder más.

Lucía me mataría por esto, sé que se enfadaría, aunque también sé que no sería por siempre. Ella, más que nadie, sabe lo mucho que su padre es deseado, y muy probablemente, intuya que yo no soy la excepción. Y es que es una mierda que sea el padre de mi amiga, que me doble la edad y que sea tan complicado. Es tan sencillo pasar un buen rato con un hombre, ¿por qué él no puede ser como los demás? ¿Por qué tiene que ser tan frío y distante? En cierto punto eso me pone, sin embargo, que no pueda ni verme me quiebra.

Me tensé bajo las sábanas, que cubrían hasta mi propia cabeza, cuando escuché la puerta siendo cerrada. Sus pasos firmes rebotaron en la suite hasta que llegó a la habitación, allí se detuvo y, sin saber por qué, noté como me miraba desde los pies de la cama. Eso me puso nerviosa, en realidad, siempre que sus ojos caían en mi, mi corazón comenzaba a latir de manera errática y mi estómago se descontrolaba. 

Lo escuché suspirar y avanzar hasta el hueco libre de la cama, tardó en mucho en hacerlo, pero finalmente se acostó a mi lado. Poco a poco alejé la sábana de mi cara y, disimuladamente, le observé. Estaba centrado en el techo, con un brazo tras su cabeza y otro sobre su abdomen. Ahora que me daba cuenta, se había ido casi desnudo. Su pecho subía y bajaba lentamente y deseé acostarme sobre él. Sin poder evitarlo recorrí su abdomen hasta llegar a la oscura tela que lo cubría, tragué con dificultad al darme cuenta de que la toalla ya no estaba allí y que, a través del calzoncillo, podía ver un bulto enorme.

Mis mejillas se tiñeron con tan solo imaginarlo, atrapé mi labio con fuerza y subí los ojos, arrepintiéndome en el momento que se cruzaron con los suyos, que me observaban con su común oscuridad y eso extraño que no era capaz de descifrar.

—No hagas eso —demandó con molestia.

—¿El qué?

—Desearme —apreté los labios, pero no pude evitar la pequeña sonrisa —. No está bien Blanca.

—Que te desee no tiene nada de malo... a no ser que tú también lo hagas. ¿Me deseas, Alexei? —Acaricié su nombre con coquetería.

Un creciente orgullo se expandió por mi pecho cuando sus ojos bajaron a mis labios y su respiración pareció volverse pesada.

—¿Recuerdas el beso del otro día? —Jugué, relamiéndome.

—Cállate.

—¿Cuando te vas a dar cuenta de que solo tú serás capaz de conseguir eso? —Con valentía me incorporé y, rápidamente, me subí sobre su cuerpo.

Sus manos se anclaron a mis caderas y me sujetaron con fuerza, impidiendo que nuestras partes se rozasen. Gruñí por eso, pero por mucho que lo intenté no pude, su fuerza es demasiada. Rendida dejé de intentarlo, así que me incliné hacia adelante, colocando mis manos a cada lado de su rostro y aproximándonos lo suficiente como para sentir su respiración sobre mis labios.

—Te diviertes, ¿verdad?

—Me divertiría más si te dejases llevar.

—Esto no es juego Blanca, eres una cría y no sé qué películas te estás montando, pero tienes que parar.

—Lo primero es que no soy una cría–

—Te doblo la edad —gruñó, interrumpiéndome.

Rodé los ojos, aunque me gustó saber que tiene treinta y nueve, todo un papito.

—Y lo segundo, solo quiero follar, ¿qué película me voy a montar?

—Eres amiga de mi hija.

—¿Y?

—Que no está bien, joder.

—Solo hoy —formé un puchero.

Se quedó en silencio, observándome como si me devorase. Pude ver la lucha interna en mi mirada, como el deseo y la integridad se daban de hostias por mi.

—Nada de sentimientos, esa mierda no me va —abrí los ojos sorprendida, pero asentí —. No esperes nada que no sea acabar conmigo en la cama —volví a asentir, esta vez sonriendo —. Y ni se te ocurra hablar de esto con nadie, ¿claro?

—Oh, sí.

Antes siquiera de poder acabar, sus manos tiraron de mi cadera hacia abajo. Gemí sorprendida por la enorme erección que se presionó contra mi coño húmedo, estaba segura de que, a pesar de la tela que nos separaba, podía notarlo. Su mano se ancló a mi melena con fuerza antes de que tirar de mi y unir nuestras bocas. Suspiré sobre sus labios, disfrutando de lo increíble que se sentía.

Al igual que la otra noche, me rodearon con suavidad, dominándome y haciéndome perder la cabeza. No dudé en rozar mi lengua contra sus labios antes de colarme en su interior. La suya me esperaba ansiosa y más que dispuesta a hacerme saber quién manda. Lo besé con ganas, dándolo todo de mi, mientras me restregaba sin parar contra su polla, él ayudaba en eso, sujetando con su mano libre mi cadera e incitándome a ello.

Sus dientes mordisquearon mi labio inferior antes de alejarse y dejarme con ganas de más.

—Quítate esta mierda —con prisa tomó la camisa y prácticamente la arrancó de mi cuerpo, dejando mis pequeños pechos frente a él. El deseo de sus orbes me quemó.

Con un ligero movimiento de cadera por su parte mi pecho quedó sobre su rostro, no sabía qué esperar, hasta que sus grandes manos los rodearon. No esperaba que fuese cuidadoso, así que cuando tomó mis pezones entre sus dedos y tiró de ellos, no pude hacer otra cosa mas que sonreír y ahogar un grito.

—No voy a ser romántico Blanca, lo sabes —asentí, disfrutando de su cálido aliento sobre mi pezón antes de que lo rodease con sus labios, succionando, lamiendo y mordisqueando antes de dejarlo ir —. Solo quiero follarte duro, para que aprendas quién soy —repitió lo mismo con el otro, esta vez ejerciendo más fuerza con los dientes y haciéndome gritar. Con vergüenza me cubrí la boca, pero rápidamente él me lo impidió —. Quiero oírte gritar, lloriquear y gemir.

Con un rápido movimiento volvimos a estar cara a cara. Sus ojos ahora parecían petróleo en llamas, ardiendo por mi.

—Hazme gritar Alexei, no quiero olvidar esta noche nunca.

Una sonrisa tomó sus labios, fue sucia, pervertida y la promesa de que, esta noche, estaría por siempre en mi cabeza. No supe hasta qué punto eso sería bueno, pero dejó de importarme cuando acabé boca abajo y con él detrás de mi.

Quise levantarme, pero sujetó mi cabeza con fuerza contra el colchón mientras que, con su otra mano, elevaba mi trasero. Lo nalgueó con fuerza, apreté los ojos y grité, sintiendo como una corriente iba directamente a mi entrepierna.

—Quédate quieta —ordenó, soltándome.

No podía ver qué hacía, pero en cuanto sentí la caliente y suave piel de su polla contra mi nalga, supe que ahora estaba desnudo y apunto de poner mis ojos en blanco. De un fuerte tirón se deshizo de mis bragas, evité gritar aun sabiendo que eso dejaría marcas sobre mi piel.

—No tengo condones, dime que tomas la píldora —preguntó, aunque más bien fue una afirmación.

Su polla jugó sobre mi entrada, tomando todos mis jugos y extendiéndolos por mi clítoris cuando comenzó a restregarse contra él. Ni siquiera recordaba su pregunta, ahora mismo estaba demasiado excitada para poder hablar. Solo quería sentirlo dentro, completamente.

—Fóllame —demandé —. Tú solo fóllame, Alexei.

De una estocada entró en mi, dejándome sin aliento. Gemí alto y me aferré a las sábanas, era demasiado grande, me había lastimado. Agradecí que se quedase quieto los segundos suficientes como para que me mentalizase de lo que me esperaba.

Comenzó a entrar y salir despacio, sin embargo, no dejó de ser duro. Salía suave y lento, pero entraba con fuerza y dureza. El dolor pasó a segundo plano entonces y rápidamente comencé a sentir el increíble placer repartirse por todo mi interior. Pareció saberlo, ya que sus movimientos pronto se volvieron rápidos y salvajes. Entraba y salía con fuerza, haciéndome gritar y gemir sin control. Nuestros cuerpos creaban un sonido que se repartía por toda la suite y, probablemente, alcanzaba a oírse por todo el pasillo.

Sin pensarlo me incorporé, ayudándome de mis brazos y arqueando mi espalda para mayor placer. Alexei gruñó, pareció molesto y me sujetó del pelo con fuerza, tirando de mi cabeza hacia atrás y obligándome a elevar el rostro. No supe por qué, pero hacerlo de este modo tan sucio y bruto me gustó mucho más, tanto que el orgasmo se formó más rápido que ninguna otra vez.

—Me voy a correr —dije entre jadeos.

Alexei solo gimió, fuerte y profundo. Sus movimientos se volvieron erráticos, y su mano libre se desquitó con mis nalgas. Eso activó algo en mi que nunca había sentido, y antes siquiera de poder prevenirlo, me corrí con fuerza. Mis manos se hincaron contra el colchón, los dedos de mis pies se contrajeron, mis ojos se cerraron y de mi boca escapó un gemido tan alto que todos los del hotel lo debieron escuchar. Alexei no paro de follarme, prologando mi orgasmo y haciéndome tener otro en cuestión de segundos.

—Eso es, собачка —la satisfacción y el orgullo en su voz me hizo sonreír.

—Joder, dios, la puta, increíble...

Sin previo aviso se alejó de mi, lloriqueé por eso.

—Ven aquí —palmeó su muslo cuando se sentó sobre la cama.

No me molesté en levantarme, gateé hasta él y pareció gustarle, ya que sonrió. Me detuve entre sus piernas, observando cómo frotaba su gran polla con su mano, de arriba abajo, haciendo aparecer ese líquido brillante en su punta. Me relamí los labios con deseo, quería probarla.

—Cómetela, toda —la liberó y aún así, quedó completamente erguida frente a mi.

Suspiré, sin poder dejar de estar excitada y, con una necesidad que no sabía que tenía, la tomé entre mi mano. La dura y suave carne pareció palpitar bajo mi palma. Alexei cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, ese simple toque le había hecho contener la respiración y yo solo pude sonreír orgullosa antes de mover mi muñeca y acercar mi boca.

Saqué mi lengua y le di una primera lamida como si fuese una paleta, recorrí todo su tronco hasta llegar a la punta que introduje en mi boca y solté creando un pop. Alexei gruñó ante ello y me tomó del pelo. Elevé los ojos, topándome con su petróleo en llamas.

—Abre la boca y saca la lengua —ordenó bajo, parecía estar conteniéndose.

Hice lo que me pidió, entonces, de un rápido movimiento metió toda su longitud en mi boca. Gemí sorprendida, cerrando los ojos y dejando que controlase la situación. Su polla entraba y salía con rapidez, golpeando mi garganta y obligándome a contener la respiración. Lo sentía palpitar en mi cavidad, tensarse y, de un momento a otro, irse por completo. Lo tragué todo como pude, apretando los ojos y disfrutando como nunca de haber hecho una mamada.

Cuando me dejó ir no pude evitar toser y reír por ello. Alexei respiraba con violencia, completamente serio y sudado. ¿Es que en ningún momento dejaba de estar apetecible?

—Eres un bruto —bromeé, alejándome y dejándome caer a su lado. Alexei río suavemente, haciéndome girar el cuello con violencia en su dirección —. ¿Eso ha sido una risa?

—No —giró el cuello hacia mí, con los labios sellados.

—Oh, sí, ha sido una risa —le señalé con el dedo, completamente emocionada.

Alexei rodó los ojos, farfulló algo en su idioma de invoca demonios y se levantó de la cama para encerrarse en el baño. El agua se escuchó segundos después, fue entonces cuando me permití soltar un pequeño chillido.

¡Lo había conseguido! Me había acostado con Alexei Smirnov. Esta noche, sin duda, lo cambiaría todo.

✿ ✿ ✿

Vaya vaya, que débiles somos ante la carne.

¿Qué os ha parecido el capítulo? A mi, personalmente, me ha encantado escribirlo, jeje.

<3

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