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Carta 2: Drogas, drogas, y más jodidas drogas

Owen Rackstall... uno de mis mejores amigos en el pasado, un hombre único a su manera. Me llevaba muy bien con aquel chico, lo había conocido en la secundaria, aunque tenía la mala fama de ser un drogadicto desde los 13 años, pero nunca me había ofrecido ni se había metido conmigo así que no tuve problemas con ser su amigo. Íbamos juntos a algunas fiestas, aunque él entendía yo no era la clase de chico al que le gustaban esas cosas, así que muchas veces venía a mi casa para escuchar música, platicar o simplemente para que él pudiese escapar del terror del divorcio de sus padres y su hermana encarcelada.

Cuando me corrieron de la armada no deseaba volver a casa, no sabía como explicarle lo sucedido a mi padre y, Magaly se había ido de intercambio al otro lado del planeta, así que solo me quedó ir a una estación de teléfono cuando la lluvia comenzó a la media noche, para pedirle ayuda.

[+++]

—¿H-hola? ¿Owx? —dijo con la voz cortada y sollozando.

Owen se sentó rápido al escuchar a su amigo así.

—¡¿Alex?! ¡¿Qué sucede?! ¿Pasó algo?

—Y-yo... ¿Puedes venir por mí al cuartel?

Alexander no terminó la frase cuando Owen ya había salido en su viejo auto. No le importaba que fuese la madrugada, no le importaba el frío ni la lluvia, solo era su amigo necesitándolo y tenía que estar siempre ahí para él.

El peliplatinado lo vio llegar y se subió de inmediato al auto para abrazarlo como si no hubiese un mañana. Owen lo sujetó fuerte, con una mirada triste y preocupada, siempre había admirado al peliplatinado por su perseverancia: era el ejemplo para todo el grupo de amigos y nunca lo había visto llorar.

—Ya estoy aquí, tranquilo. Estás empapado.

Alex apretó a playera del chico y dejó salir todo. Ambos se quedaron así por unos minutos y finalmente el de cabello azabache habló.

—Vamos a mi casa. Quítate esa playera, no quiero que te enfermes.

El peliplatinado siguió sus instrucciones y su amigo se quitó la chaqueta para ponérsela al mayor. Alex le sonrió levemente de vuelta y se sentó correctamente para colocarse el cinturón de seguridad.

—Gracias —dijo apenas audible.

Owen tomó su mano y la apretó, dedicándole una sonrisa reconfortante. El chico arrancó sin decir más, solo se aseguraba de demostrarle a Alexander con un apretón de manos, una sonrisa o un suspiro que estaba ahí para apoyarlo siempre.

Llegaron a casa de Owen, la cual contrastaba demasiado con la de Alex, pero eso nunca le importó porque él jamás había sido un chico interesado o clasista. Aunque no era la mejor casa, lo sentía como el hogar que nunca había tenido.

El lugar estaba húmedo, sucio, el tapiz de la pared se estaba cayendo, la madera del suelo crujía, todo estaba de cabeza y era un lugar sumamente pequeño.

El peliplatinado se quedó parado a la entrada en lo que Owen le traía un cambio de ropa. Finamente entraron a la recámara del hombre, la cual estaba llena de cigarrillos, drogas, ropa tirada por todas partes, la cama estaba destendida, su escritorio estaba lleno de cuadernos, papeles sucios y envases de comida rápida que probablemente llevaban ahí más de tres días.

—Diablos, Alex, si hubiera sabido que ibas a venir, hubiera acomodado un poco el cuarto. —Pateó su ropa debajo de la cama y se aventó a su silla del escritorio.

El muchacho sonrió débilmente y tomó asiento en la cama con la mirada baja.

—¿Me dirás lo que pasó? —preguntó Owen, prendiendo un cigarrillo.

—Me corrieron de la armada.

—¡¿Qué?! ¿Por qué? —exclamó con los ojos bien abiertos y dejó salir el humo—. Eres Alexander Quintana Bossieu, el menos mierda de todos nosotros. ¿Cómo diablos pasó eso?

—Fue Francisco.

Owen suspiró fastidiado, rodó los ojos y negó ante la decepción.

—Definitivamente lo voy a partir la cara a ese hijo de p...

—¡Owx! —lo interrumpió el mayor—. Puso droga en mi almohada y, seguro algo hizo para que revisaran mi cama, pero no me logro explicar la razón. —Se mordió los labios, intentando aguantar el llanto, intentando sostener el nudo en la garganta. —Desde que tuvimos el viaje... En el viaje se comenzó a comportar diferente: era grosero, hiriente y me rompió la nariz los primeros días que llegamos... —dijo con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

—Ah entonces fue él y no la alberca como nos habías dicho a todos.

Alex lo miró bastante serio y asintió.

—Lamento haber mentido, realmente no quería preocupar a los demás. Ahora no quiero ir a casa porque... no sé como explicarle todo esto a mis padres, ellos no saben que soy... lo que sea que soy y no sé lo que sucedería si les cuento la verdadera razón por la que me sacaron de la armada. Mi padre me matará... —Pasó las manos por su rostro con desesperación e indecisión.

El menor pasó las manos por su rostro, dando un suspiro para contener su furia hacia Francisco y se levantó para abrazarlo.

—Sabes que tienes aquí a tu mejor amigo y puedes quedarte todo el tiempo que desees. ¿Okey? —susurró con una gran sonrisa y volvió a su asiento para subir los pies en su escritorio y recargarse en el respaldo. —Entonces ¿tú no le haces a...? —hizo varias señas con las manos.

—Las he probado, pero no, no me drogo... Aunque... ahora no me vendría nada mal. Solo una noche he terminado mal por ellas. —Rio y negó incrédulo. —Ah, Owen... ¿Qué será de nosotros? ¿Hmm? Dos pobres perros... —Finalmente se recostó en la cama.

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Sí, estaba completamente destrozado, más de lo que podía expresar y la verdad es que estaba reprimiendo mis emociones lo más que podía. No quería preocupar a Owen, ya tenía suficientes problemas en su familia, el negocio y la escuela como para que yo le agregara mis problemas. A veces es inevitable preocuparte por los que amas y Owx era de esos que pasaban la barrera de sentimientos y se lo tomaba personal, absorbía las emociones ajenas y se las apropiaba.

Estuve viviendo una semana con él, no me había parado en mi casa en lo absoluto, pero sabía que algún día tendría que hacerlo, así que...

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Alexander miró la puerta bajo la lluvia por unos segundos y finalmente tocó el timbre. Esperó nervioso hasta que una mujer alta abrió la puerta.

—¡H-hijo! —La mujer lo hizo pasar de inmediato. —¡¿Qué sucedió?! ¿Por qué estás afuera a estas horas, bajo la lluvia? No pensé que hoy fuese tu día libre en la armada —dijo con una voz dulce y lo miró con preocupación.

—¿Está papá? —preguntó distraído—. Necesito hablar con ustedes.

—Ugh, sí, está arriba viendo la televisión. Ahorita le digo que baje.

Alex fue a la sala y se sentó sin importarle si mojaba algo, realmente no tenía cabeza para eso.

Alexandra y Alonso bajaron con sus pijamas de seda.

—¡Campeón! ¿Qué pasó? —dijo su padre con emoción para acercarse y darle un cálido abrazo.

El peliplatinado no pudo más y al sentir el calor de su padre se soltó llorando.

—Perdóname, perdóname, perdóname, sé que soy un imbécil —susurraba aferrado a él.

Alonso y Alexandra intercambiaron miradas de confusión y finalmente tomaron asiento para escuchar a su único hijo.

—M-me corrieron de la armada.

Ambos se quedaron sorprendidos y la cara del padre cambió de inmediato a algo más serio.

—Antes que nada, quiero que sepan que fue una trampa por alguien que realmente no me esperaba que pudiese hacer algo así.

El chico les contó toda la historia, omitiendo los deseos por los chicos y su noviazgo con Francisco.

Ambos padres escucharon atentos y lo aceptaron sin juzgarlo. Se levantaron y fueron a sentarse a su lado para abrazarlo.

—¿Sabes? —habló en voz baja su madre—. Cuando eras pequeñito era muy raro que lloraras, siempre fuiste muy orgulloso con eso: si te caías, te levantabas de inmediato y seguías corriendo como si nada. Creo que la última vez que te vi llorar así fue cuando perdiste a Tete ¿Recuerdas? Tenías como seis añitos.

Alex rio y asintió, limpiando sus lágrimas.

—¿Cómo olvidarlo? —comentó con una sonrisa melancólica—, Tete me lo dio Magaly, jamás había amado tanto algo.

Todos rieron y sus padres comenzaron a contar historias de cuando Alex era pequeño y de lo "bien definida" que estaba su personalidad.

—Hijo, estás destinado a grandes cosas, nosotros lo sabemos.

A la media noche Alexander salió de su recámara para pedirle a su padre en señas que lo acompañase al estudio.

—¿Qué sucede? —preguntó el hombre en voz baja cuando cerró la puerta.

—Padre, necesito decirte esto o no podré dormir en toda la noche. Te lo digo aquí porque realmente no quiero preocupar a mamá. —Apretó los puños y soltó un suspiro para armarse de valor. Tal vez todo saldría mal, tal vez su padre lo correría, pero por unos segundos pensó en Owen y finalmente lo sacó. —Me enamoré de un hombre y... el chico que puso las drogas en mi almohada era mi novio.

El padre se quedó callado y finalmente asintió.

—Hablaré con el general, veré si puedo mover algunas influencias para que te regresen, pero tienes que prometerme que no habrá ni una sola palabra de esto a tu madre. No quiero que la mortifiques.

Alexander asintió y le dio un abrazo reconfortante. La reacción de su padre había sido demasiado tranquila para lo que esperaba. Alonso no dijo más, sabía que no podía hacer nada para cambiar los gustos de su hijo y tampoco deseaba hacerlo, no le interesaba lo que hiciera de la cintura para abajo si eso no tenía dinero involucrado.

[+++]

Pasó una semana. Mi padre no logró conseguir que me regresaran, definitivamente estaba vetado, así que tuve que seguir mi vida como un chico más, buscarme algo que me entretuviera, buscar algo que me diera para comer y ya, tal vez seguir las empresas Quintana era lo mío, era mi destino, o eso pensé en ese momento.

Owen y yo fuimos a la misma preparatoria, ahí tenía varios amigos, pero al final solo me sentía bien con Owx, ya no confiaba en nadie ni deseaba entablar una conversación de más de cinco minutos con alguien nuevo.

Ah, amigo, ¿quién diría que terminarías como terminaste? Espero te haya gustado el espectáculo, Owen.

Aunque intentaba mentirme a mí mismo, cada vez me sentía peor.

Cuando Owx se iba con sus amigos me sentía completamente solo, así que comencé a acompañarlo para evitar esa sensación y los malos pensamientos, la realidad es que ambos disfrutábamos la compañía del otro, era como si nuestra amistad creciera a cada segundo que pasábamos y si fuéramos nuestra única compañía genuina.

Era de esperarse; un chico que vivía en el mundo de las drogas y uno roto, pasaban más de 4 horas juntos al día. Terminé en las peores mierdas: marihuana, LSD, éxtasis, cocaína, heroína, Droga Santa.

Mi mejor amiga fue la Droga Santa: una droga que solo requería de una pequeña inhalación, una simple espolvoreada y eso bastaría para mandarte a otro universo. Era una droga de mucho cuidado, ya que si te pasabas por unos cuantos miligramos podías terminar en el hospital y hasta tener un paro cardiaco.

Owen era gay, solo que no lo aceptaba. Había estado con mil chicas, pero nunca con un chico o al menos no que él me haya dicho. Empecé a reconocer sus miradas, su comportamiento, su deseo; notaba absolutamente todo de él, era un hombre interesante y no era tan fácil de leer lo cual fue más retador para mí, creo que eso le daba una chispa a nuestra amistad.

Una noche estábamos en su cuarto y entre las risas, los tragos y la droga, terminamos besándonos. La verdad... me arrepiento de eso por completo, tal vez no estaría en la cárcel si no hubiese sido por esa noche, tal vez si hubiésemos tomado un poco más nadie recordaría lo sucedido, pero no puedo decirlo con la total seguridad. Al final me sentía bien, era mi única persona de confianza y jamás me había abierto así con alguien.

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El de azabache reía y bailaba de una forma bastante extraña hasta que cayó en la cama con la respiración agitada. Alex lo miró de reojo con una gran sonrisa y un poco de polvo en la nariz.

—No te rías —dijo el peliplatinado con las pupilas dilatadas.

—¿No me rio? Bien, está bien, niño bonito. —Owen sonrió divertido, miró al chico unos segundos y acarició sus labios para besarlo con lentitud, esperando saber si su beso sería aceptado o no.

Alexander dio un pequeño gemido de confusión, pero finalmente siguió el beso sin importarle lo demás.

Ahora todo estaba en silencio, solo se podían escuchar las respiraciones aceleradas de ambos hombres. Owx bajó por su cuerpo y abrió desesperadamente sus pantalones, sacando el miembro del muchacho como si de eso dependiese su vida. Lo metió a su boca con torpeza, era la primera vez que hacía algo así.

Alex dio un gemido y apretó su cabello con deseo hasta que la imagen de Francisco apareció en su cabeza.

—¡Para! —gritó con la respiración acelerada—. N-no puedo, lo siento. —Se incorporó y cerró sus pantalones para salir lo antes posible de la recámara.

—¡Alex! Lo siento, no fue mi intención —dijo Owen, saliendo detrás de él con rapidez.

El peliplatinado paró en la puerta y miró al de azabache por encima del hombro.

—Yo lo siento, eres mi mejor amigo, no podemos hacer esto. —Salió y cerró la puerta.

[+++]

Todo iba decayendo: llegaba borracho a casa de mis padres o drogado. Mi papá tardó en darse cuenta, terminó enterándose por mi madre, quien solo notaba mis síntomas de abstinencia cuando no podría ver a Owen.

Pasó un año. Ya no recordaba lo que era vivir sobrio, todo en mí se estaba deteriorando: vivía con ojeras, había perdido músculo, ahora era un chico flaco y el cabello se me estaba cayendo a mechones, hasta que decidí raparme por completo; mis calificaciones estaban decayendo, me había aislado por completo del mundo al grado de no saber de nadie mas que de Owen y Magaly, de ella solo tenía noticias vagas y más por chismes que por sus propias palabras o mensajes.

¿Nunca les ha pasado que sienten que han tocado fondo? ¿Nunca sintieron que no tendrían un futuro y que hicieran lo que hicieran iban a fracasar? Destrozados, vacíos, muertos en vida. Mi pequeña luz era Owen, aunque no era la mejor... no ahora que he visto los resultados, pero fue suficiente para mí en el momento.

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Alexander observaba a la nada con la mirada perdida; dio un suspiro y finalmente se sentó, había pasado toda la tarde llorando. Miró su celular:

📱Owx: Lo siento, no podré ir, necesito hacer una entrega.

📱Alex: No te preocupes, te veo mañana 😁

El chico suspiró y abrió su cajón para poner un poco de Droga Santa en la mesa de noche. Miró el polvo unos segundos y apretó los puños para pararse y dirigirse a su mesa de noche. Sacó la botella de whisky y salió al balcón de su recámara. Le dio un trago a la bebida y sacó un cigarrillo para ver la luna llena por un rato. Finalmente volvió a su cama a media botella, dejó caer su cabeza en la mesa llena de droga y dio un respiro profundo para tirarse a dormir... o al menos eso creyó antes de entrar en paro.

[+++]

Por un momento sentí paz, esa vez no hubo nadie ni nada que me detuviera para irme. El aire fresco me abrazaba; vi un gran campo lleno de sol, los soldados pasaban corriendo con los uniformes llenos de lodo.

"General, necesitamos que firme unos papeles". Recuerdo perfectamente bien la voz del capitán. Una sonrisa se pintó en mi rostro... Jamás había soñado algo tan hermoso. Firmé lo que sea que me habían dado y me levanté para verme en el espejo... Tenía el uniforme del general y todas las medallas posibles en mi pecho, era negro con detalles dorados. Tenía el cabello amarrado y la barba bien marcada, aunque estaba corta. Miré unos segundos más mi reflejo en el espejo y una lágrima cayó por mi rostro.

En medio del paraíso escuché un grito: "¡Necesitamos más adrenalina!". Mi sueño se comenzó a hacer borroso, sentía que me estaban arrancando el corazón, sentía una descarga eléctrica en el pecho. "No.... No, no puede ser. ¡Por favor, no me hagan esto, no me lo arrebaten!" gritaba desesperado, intentando aferrarme a lo que fuese, era mudo, nadie podía escuchar mis súplicas.

Muchos doctores te felicitan por aferrarte a la vida, pero en este caso, yo me aferraba a la muerte, aunque no era solo la muerte, era mi meta, era por lo que realmente deseaba morir, por lo que entregaría cualquier cosa.

Desperté un 3 de septiembre, lo recuerdo a la perfección; mi familia lloraba y mis "amigos" estaban en primera línea esperándome y, si soy sincero, ni siquiera deseaba verlos o saber de ellos.

Me amarraron a la cama para no hacer alguna estupidez, ya que solo gritaba y suplicaba que me dejasen morir.

Me dieron de alta una semana después.

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Alexandra entró a la habitación del chico moribundo.

—Buenos días, cariño. Hoy quise traer personalmente tu desayuno. ¿Cómo te sientes? —Se acercó al muchacho y acarició su cabello apenas creciente, depositándole un beso cálido en la frente.

El muchacho la miró con el rostro lleno de sudor y las ojeras en un color rojo.

—G-gracias, mamá. ¿Sabes cuándo vendrá Owen?

La mujer sonrió y le partió la comida.

—No debe tardar en llegar. Me llamó preocupado hace unos minutos porque había tráfico y no quería llegar tarde, pero no te preocupes, mi vida, no tardará.

Alexander asintió con una ligera sonrisa y sus temblores se comenzaron a calmar.

En cuando Owen llegó Alex bajó corriendo y lo abrazó de golpe.

Alonso miró a su hijo desde el estudio y suspiró con una sonrisa pícara.

Toda la tarde la pasaron de maravilla, la familia comió junta y Alex parecía el chico normal de nuevo, aunque a veces volvían un poco los temblores, al final desaparecían a los segundos en que Owen sujetaba su mano.

[+++]

Cumplí un mes completamente limpio. Me obsesioné por completo con el ejercicio, volví a la esgrima y me conocí mejor. Ahora me tranquilizaba el comer después del ejercicio, aunque tengo que admitir que podía arrasar con la cocina entera sin problemas.

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—¡Alex! —gritó Owen al ver al chico entrar a su casa.

Él le dio un abrazo y entró con un paquete de cervezas.

—Se nota que ganaste músculo, pero igual te ves como una calavera jodida —rio el de azabache.

—Sí, gracias. En realidad, soy la muerte y vengo a asaltar tu refrigerador —rio el rubio y fueron al cuarto de Owen.

Owx sacó una pequeña bolsa con marihuana y sonrió coqueto.

Alex negó con una sonrisa.

—Ya no tengo dinero, lo siento, desde que me fui al hospital me quitaron todo y me cancelaron las tarjetas.

—Es gratis. Es un regalo con la esperanza de que algún día me hagas caso. —Le guiñó el ojo y se la aventó.

El rubio lo meditó unos segundos y aceptó.

—No te prometo nada.

—Con un 1% soy feliz. —le contestó Owen y se aventó a su lado.

[+++]

Y... estaba de vuelta en el juego. Mi rutina era la siguiente:

5:00-5:30 Intentar despertar

5:30-6:30 Ejercicio

6:30-7:30 Bañarme, desayunar... arreglarme

8:00-14:00 Ir a la preparatoria

14:00-15:30 Comer

16:00-18:00 Esgrima

18:00- 20:00 Tareas

20:00- 23:00 Owen

Llegaba a casa bastante tarde. Owen me comenzó a enseñar como ocultar los efectos de la droga y me empezó a surtir de forma gratuita, creyendo que volvería con él.

En esgrima conocí a un nuevo mejor amigo, su nombre era Daniel, era un chico bastante extraño y agradable, él es de esas personas de las que todos deberíamos estar rodeados para hacer de éste un mejor planeta.

Pasó medio año, me sentía de maravilla. Hacía mucho ejercicio, comía bien, comenzaba a olvidar a Francisco, convivía más con mis amigos hasta que...

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—¡Paro cardiaco! Alexander Quintana Bossieu. Diecinueve años.

Alexandra iba llorando, siguiendo el paso acelerado de los camilleros hasta que lo metieron a un cuarto en donde estaba prohibido el paso.

Alonso caminaba de un lado a otro, llamando a Owen.

El celular del muchacho sonaba sobre su escritorio.

Owen estaba bañado en sangre en medio de un callejón de mala muerte.

Uno de los hombres le dio una última patada para terminar de romper sus costillas.

—Tienes cinco días para pagar si no quieres terminar muerto ¡¿Entendido?!

El de azabache gimió y asintió lentamente para darse la vuelta antes de que le escupieran en el rostro.

—Patético. —Todos rieron y se fueron, dejando tirado al hombre.

[+++]

Desaparecí por un tiempo, me mandaron lejos a rehabilitación. Todo transcurría bien, parecía mejorar. Extrañaba mucho a todos, realmente los extrañaba.

Una tarde me llamaron para una visita entre semana, lo cual me parecía extraño, ya que nadie me visitaba en esos días.

[+++]

Sus ojos se iluminaron al ver de nuevo al chico de ojos grises con el cabello platinado.

—¡Alex!

El hombre lo miró fijamente y se dio la vuelta para volver a su habitación, no sin antes ser alcanzado por el pelinegro.

—Alex, por favor, perdón por no venir antes, pero... Tuve algunos problemas con las ventas... y... bueno, te quería traer esto. —Owen le extendió un ramo de flores blancas. —Espero te guste, trae una sorpresa adentro. —Le guiñó el ojo.

Alexander lo tomó y sonrió sarcásticamente para aventarlo al suelo, dejando ver las pequeñas bolsas de droga. El chico enfureció de inmediato y lo pegó contra la pared.

—¡¿Es en serio?! ¡Maldita escoria! ¡Te consideraba mi mejor amigo, sabías que había estado mal y no te importó! —Se acercó al hombre—. Estoy en un maldito lugar para que me limpien y vienes a traer tus malditas porquerías.

Owen rio y lo tomó por el hombro.

—Hombre, relájate. Sí que estar aquí te volvió un completo neurótico.

El peliplatinado lo empujó y lo miró con asco.

—Pensé que Francisco y tú eran diferentes, pero ahora me doy cuenta de que son la misma escoria. ¡Jamás en tu vida te vuelvas a acercar a mí con tus mierdas! ¡¿Entendido?! Este año he muerto dos veces. ¡¿Acaso quieres matarme de nuevo?!

Owx enfureció y tomó las flores.

—Francisco tenía la razón. Ahora entiendo porqué te quería lejos. Me alegra que te haya destruido. —Y salió por la puerta, no sin antes llevarse un buen puñetazo del peliplatinado.

[+++]

Nunca supe que pasó con Owen y no quería saberlo. Dejé de ir a la esgrima por un tiempo. La vida no quería que muriera, tenía que hacer algo aquí, aún tenía una meta, pero no sabía lo que era.

Mi familia estaba decepcionada, mis amigos también lo estaban. Ésta vez tendría que hacer las cosas bien o por lo menos estaba dispuesto a morir en el intento.

Me independicé. Terminé la preparatoria y volví con mis antiguos amigos. Encontré un refugio en las artes y me apasioné tanto con eso que decidí que sería lo que estudiaría.

Era un chico nuevo, mis padres confiaron en mí tras ver que estaba haciendo todo bien. Me alegraba ser mejor que antes y me alegraba más que todos notaran mis cambios.

Ahora medía 1.85, tenía músculo (cuerpo natural del ejercicio), cabello largo que iba de un azabache a un platino, me tatué el pecho, los brazos y unas cuantas cosas más, me pintaba la barba de negro profundo (era corta y exótica), creo que iba bien con mi mandíbula marcada y la barbilla partida. Cuando la adolescencia terminó de golpear, mi voz se definió por completo y extrañamente era definida como la más sexy. Dios, que vergüenza.

Nunca dejé de ser callado. Magaly y yo compramos un perro llamado Storm y ella entró a trabajar a un bar como cantante.

Todo era simplemente perfecto, hasta que entré a trabajar a una cafetería, en la que por desgracia me encontré con Francisco. No lo había visto desde una noche antes de que me corrieran de la armada.

¿Debía decir algo? ¿Debía actuar como si nada hubiese pasado? ¿Debía golpearlo?

[+++]

—Hola —dijo Alex una vez que la cafetería había cerrado.

Francisco lo miró unos segundos. Ya no era el hombre tan fuerte de antes, ahora era débil y oscuro.

—Hola.

Alexander lo miró y todos los recuerdos salieron a flote así que fue directo.

—¿Qué te pasó? ¿Qué fue de ti después de que metiste la droga en mi almohada?

Francisco limpiaba la mesa como si fuese un amigo más con el que hablaba, como si lo que hizo fuera nada.

—Nada, tiempo después me descubrieron en una movida sucia y me corrieron.

Alexander lo observó bastante serio, no sentía alegría ni satisfacción, al contrario, quería saber lo que había sucedido.

—¿Así que no eres doctor? ¿Ahora qué eres?

—Escritor.

Alex asintió.

—Bien, suerte con tu vida.

Y a los minutos ya estaban en el baño. Los gemidos se escuchaban hasta afuera, no les importaba el ruido, no entraría nadie a la cafetería.

[+++]

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