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Capitulo 8. El infierno en la tierra.

Salgo del cuarto de las chicas inservibles. Me siento más relajado. He comido hasta hartarme. Carl me esperó afuera. Me limpio la boca mientras vamos caminando directo al club.

—¿De dónde las sacan? — pregunto.

—Me las traen. Solo pido una y la obtengo enseguida. Y lo mejor es que puedo hacerles lo que quiera —dice como si nada. Tiene poco corazón. Se deja llevar por los instintos y eso me gusta.

Bienvenido al club de los corazones podridos.

—¿De dónde sea?

—Así es.

—¿y solo las usas para prostituirlas? —se detiene y me obliga a hacerlo al obstruir mi camino. Voltea a verme, curioso.

—¿Para qué más? ¿Tienes otras ideas?

—¿Qué si tengo? Uff. He vivido miles de años, he visto de todo. —me cruzo de brazos. —tengo cientos de ideas buenas que te harán millonario. Y a cambio...

—Sí, ya se. Mujeres y comida para ti.

—No solo mujeres, podemos meter hombres y no solo para prostitución, ¿sabes cuantos sádicos pagarían por un pedazo de piel o alguna extremidad? ¿Cuántos pagarían por ver sufrimiento ajeno? ¿por obtener alguno de ellos? —sus ojos brillan. Casi puedo ver el regocijo que pasa su alma. Su oscura alma.

—Tienes grandes ideas. Me agrada— palmea mi hombro. Contento.

—Te iré dando más detalles conforme tenga mi recompensa.

—La tendrás, de eso me encargo.

Estoy harto del infierno, siempre es lo mismo, hago todo y no me llevo los créditos. Mientras no toquen lo mío dejaré que se encarguen ellos, mientras, crearé mi propio infierno en la tierra y mandare a la mierda a mi padre. Seré guardián de mi propia vida.

Salimos al club. No hay nadie más que la mujer que atiende en la barra, la cual limpia todo alejada de nuestras conversaciones. Es temprano. Lo sigo hasta la barra. Pide dos tragos a la camarera y nos sentamos en los taburetes. Saca de su saco unos documentos y me los tiende en la barra.

—Léelos. Son los términos y condiciones.

Me quedo sorprendido. Así que si era de verdad.

Los tomo y comienzo a leer. Me doy el tiempo de leerlo todo. En resumen, dice que me comprometo a guardar la información y ocultar la identidad de los implicados en los "negocios".

Le arrebato la pluma que me da y pongo un simple garabato. Es estúpido esto. Pero inteligente de su parte. Aunque no mucho, porque no me ha pedido ni preguntado nada de su cierre del pacto.

Se los entrego y el los guarda gustoso. Me rio por dentro.

—Ahora si dime todos tus planes. Esta misma noche los pondré en práctica.

La camarera nos trae las bebidas y se marcha por la puerta trasera tras señal de Carl que nos deje solos.

Tres semanas después puedo ver las ganancias llegar. Las habitaciones se han llenado de hombres y mujeres. Ahora hay luces rojas y oscuras adornando los cuartos donde se encuentran las cámaras. La página donde son exhibidos va rindiendo frutos.

Ya no solo disfruto de su energía y sangre, ahora puedo alimentarme de su miedo y desesperación, de su sufrimiento y la violencia que reina cada rincón del club.

Y es así como me gané la confianza del jefe, ahora, mi socio. Fue así como logre inmiscuirme en los negocios. Fue así como podía alimentarme hasta saciarme día y noche.

Podía encargarme de cualquier cosa, incluso acompañar a Carl por mercancía o terminar sus trabajos. Nada me era prohibido, nada tenía límites.

Observo a todos lados mientras calculo la distancia del árbol a la ventana más cercana. Me pongo la daga en la boca y trepo por el árbol. Me balanceo hasta entrar por ella. El hombre está de espaldas hablando por teléfono. En silencio lo arrojo sobre el piso y de un chasquido le borro la boca. Río en voz baja viendo su cara asustada y pálida. Seguro se está cagando de miedo. Me encanta el miedo. Lo paralizo mientras me quito la chaqueta y lamo mis labios al imaginar el sabor de su sangre. No quiero ensuciarme porque tengo que recorrer calles hasta la camioneta, a la vista humana. Me saco la daga de la boca y me acuclillo a su lado, empiezo a apuñalarlo repetidas veces en el pecho. Tiene que morir rápido antes que entre alguien. Veo como se convulsiona, minutos después le saco el corazón escarbando con las garras y me lo como en frente suya. Gimo de gusto echando la cabeza atrás. Saboreándolo.

Tenía hambre.

Vuelvo a la ventana, pero me detengo antes de irme. Su boca. No sería apto para los humanos que su boca desapareciera, pondrían un grito en el cielo...mmm, que se jodan, ya no obedeceré sus reglas.

Me coloco de nuevo la chaqueta y subo el cierre, salgo de igual forma que entre. Corro por las calles hasta donde aguarda la camioneta con Iván dentro. De inmediato arranca.

Iván, un rubio de metro ochenta de sonrisa ladina, es el que consigue tecnología y demás artefactos modernos, además, uno de los que más hablan dentro del grupo y me cae bien, me ha ayudado a comprender y me ha explicado algunas cosas dentro del círculo. No me teme y me ha ayudado a obtener mis caprichos.

—Carl nos tiene otro trabajito—sonríe divertido conduciendo por las calles.

— ¿Cuál? —limpio mi daga con la orilla de la playera y la guardo de nuevo en el tobillo.

—Llegó mercancía nueva y hay que probarla—se lame los labios.

— Hecho.

Dejamos la camionera frente un club y entramos al lugar. Hay pocos hombres bebiendo y viendo a las mujeres que bailan sobre la barra, en el centro de la pista, en tubos alrededor y arriba, encerradas en jaulas. Son pocos y es de día, ya me imagino en la noche. Ha de ser divertido.

Oh, esto lo tiene que ver Asmodeus. Tenemos que venir a follarnos esas criaturas.

— ¿Te gusta la vista? —lo sigo entre las mesas.

—Que si me gusta...—estoy que brinco de la emoción al igual que mi amiguito. Sonrío pícaro mirándolas.

—Cuando terminemos podrás llevarte una—entramos por una puerta detrás de la barra.

— ¿Solo una? —gira la cabeza y rio divertido.

En un pasillo con puertas a los lados. Entramos en la primera y varias chicas encadenadas de las manos a un barandal nos miran con terror. Es una gran habitación, pero sin muebles ni nada más que el barandal donde están encadenadas

—que tenemos aquí...—se acuclillo frente a una. La mujer se encoge con pánico brillando en sus ojos. Me gusta. —Yo quiero esta. ¿Venimos a follarnoslas?

—Yo sí, tu tendrás que destrozarles la cara a los distribuidores, ya no nos sirven—le acaricio la mejilla y ella voltea la cabeza.

— ¿Dónde están?

—Al fondo del pasillo—señala la puerta.

Asiento y voy a la salida no sin antes echarles un ojo. Camino por el pasillo escuchando gemidos y estoy seguro que nalgadas y latigazos en las demás puertas.
Al llegar al fondo, dentro de una habitación también vacía, unos hombres golpean y patean en el piso a otros.

— ¿Son todos? —solo son cinco. ¿No pudieron hacerlo ellos?

—Los demás están en el camión dónde las trajeron—responde uno y levanto al que tenía en el suelo— vamos.

—Dijo el jefe que no te contengas, se lo merecen por pedir aumento de sueldo cuando estaban robando más de la mitad que era para otras cosas— les ponen un pañuelo en la boca y les amarran las manos. Salimos de prisa por el pasillo. En vez de salir por la puerta principal, pasamos por los sanitarios y cruzamos por una bodega hasta una donde hay muchas cajas de cerveza y donde está el camión. Los llevan a la parte trasera y abren. Ahí hay muchísimos más, más de veinte, seguro.

—Ahora si les llegó su hora— suben a los que tenían y los arrojan en medio.

Todos están atados de manos y pies, con un pañuelo en la boca y muy golpeados.

—Todos tuyos— me palmea la espalda—vámonos— les dice a los demás y me dejan solo, con los distribuidores. Son demasiados distribuidores, o, solo que también estén aquí los que las recogen, las drogan, los que las "cuidan" y los que las traen. Todos los implicados, vaya. Sí, no encuentro otra explicación.

Me miran y balbuceaban. Chasqueo la lengua y subo. Cierro la puerta con tranquilidad y voy sacando la daga. Chasqueo los dedos y la flama me alumbra. Sonrío mostrándoles mi forma original.

Me he comido los corazones, les he drenado la sangre y la carne no estaba tan mal. Ahora me saco los restos que se han quedado en mis dientes con un palillo. Me relajo en el sillón de una de las habitaciones. Me he manchado toda la ropa, pero Iván me dio otra y me he cambiado frente a ellas. Había sido una deliciosa comida llena de miedo, dolor y sufrimiento y lo mejor es que me los sirvieron en charola de plata.

Se abre la puerta e Iván asoma la cabeza.

—Ven— solo dice y vuelve a cerrar.

Suspiro y salgo tras él. Me entrega un maletín negro.

—Esta es tu paga, saldré a echar gasolina a la camioneta—me guiño el ojo —tardaré un poco y ya de aquí nos vamos —asiento y se va.

Me siento sobre la mesa y cuento el dinero. Siento las miradas de todas clavadas en mí. No tarda tanto en abrirse la puerta de nuevo y esta vez entra una rubia cuarentona de grandes tetas y un corto vestido gris. Me sonríe y se acerca contoneando las caderas.

— ¿Es verdad que trabajas para Carl? — vaya, he ganado bastante dinero. Cierro el maletín y le prestó atención a la rubia.

—Si—enreda sus brazos en mi cuello y restriega sus exageradas tetas en mí.

—a los trabajadores de Carl les hacemos descuento—lame el lóbulo de mi oreja y siento que me pongo duro.

¿Que? No puedo evitarlo. Un agujero es un agujero.

—Genial. Quiero dos de las que están aquí—me mira confundida.

— ¿dos?

—Estas invitada también—sonrío con arrogancia.

—elígelas...

Salgo de la habitación acomodándome la playera. Recorro el pasillo hasta llegar al centro donde el ambiente está cada vez más tentador.

En la barra está Iván inhalando polvo blanco. Llego hasta él y me siento su lado. Le doy un trago a su cerveza mientras lo veo de reojo echar la cabeza atrás y cerrar los ojos.

— ¡Te estaba esperando pillín! —me mira y grita por el alto volumen de la música

— ¡Ya estoy aquí! —respondo.

— ¡Prueba esto! —señala el polvo y sorbe por la nariz.

— ¿¡Que es!?—suelta una carcajada y el sudor lo cubre.

— ¡hace calor! —se quita el abrigo y me lo deja en las piernas — ¡voy a bailar! — señala la pista. Asiento y le hago señas con la mano de que fuera.

Sigo bebiendo y mirando de reojo el polvo blanco acomodado en líneas sobre una tarjeta negra y una tarjeta blanca a un lado con la que lo acomodó. Sé que es. He visto humanos consumirla, cocaína y muchas otras cosas. Pero nunca había llamado mi atención, hasta ahora que la tengo tan cerca.

Cuando me termino la cerveza pido otra y otra y otra...

Las mujeres llegan como moscas y el polvo sigue esperándome. Iván baila pegado a unas guapas mujeres de poca ropa.

Entonces lo hago. Inhalo y espero impaciente que haga sus efectos...no tarda mucho cuando el corazón se me empieza a acelerar y una gran energía recorre mi sistema. Hasta tomar la botella me parece un reto. Estoy temblando de pies a cabeza y la adrenalina trepa sobre mí. Quiero...quiero... ¡saltar! ¡Golpear! ¡Hacer algo! ¡Moverme! ¡Qué sé yo!

Me pongo de pie y me tambaleo un poco. Observo alrededor. Las mujeres me ven. Me uno al centro donde muchos bailaban y me muevo al compás de la música.

Esto es, es increíble...

—De ahora en adelante mi paga será mitad dinero mitad coca—murmuro.

Escucho a Iván reír y decir "lo mismo digo".

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