Capítulo 27. Cazadores
—Estarás sola. Tengo cosas que hacer. —alza la cabeza.
Hace un mohín con la boca y me mira suplicante, pero con aire de diversión.
—No me obligues a meterte la polla en la boca.
Se ríe. Me zafo de su agarre y limpio la hilera de sangre que escurre por su cuello. Me lamo el dedo con el que limpie.
—Tendrás que esperarme aquí—me arreglo la ropa.
Niega tomándome del brazo.
—No, voy contigo.
—Te vas a asustar...—ladeo la cabeza sonriendo.
Se queda viéndome un par de segundos más antes de soltarme.
—Si no vengo ni te enteras—Abrahel se detiene en la puerta. —Te busca tu padre.
— ¿Para qué? — me cruzo de brazos.
—Solo dijo "dile que ya están todos reunidos y listos"
Capto a la primera. Le doy un vistazo a Perséfone.
—Quiero que te quedes aquí con ella.
—No, no, no. —retrocede negando.
—Sí. Y tú—me dirijo a Perséfone —te portas bien y no te toques sola—sonrío de lado. Me da un manotazo en el brazo. Sus mejillas se encienden. Camino afuera. Abriré un portal en otra habitación. No quiero que Perséfone salte a él para salirse con la suya.
—¡Espera! — la voz de Abrahel me detiene.
— ¿Quién es ella? —se queda frente a mí.
—Diosa Perséfone, hija de Deméter y es mía—digo subiendo el mentón.
—Huele demasiado a ti.
—Me la folle, ¿por qué? ¿Es demasiado raro que este aquí?
—Raro es que no estés desangrándola.
Bueno le acabo de romper el culo. Literalmente.
—Ah—me alzo de hombros —quizás después. Pero ahora tengo trabajo y necesito que la protejas.
Abre los ojos sorprendida.
— ¿Que? ¿Tú pidiéndome que la proteja? ¿Por qué?
—Luego te explico—camino a la siguiente puerta.
— ¿Y yo que gano? — se cruza de brazos, subiendo un poco sus senos. Ese traje de cuero le queda...Uff espectacular, y más ese escote en "V".
—Te recompensaré después—sonrío de lado y me lanzo al portal.
Voy cambiando mi forma a una más humana. Me acomodo una larga gabardina oscura y mis botas de casco.
Río maquinando un plan.
No puedo dejar pasar la oportunidad. Voy a los cubos: debajo del puente de las almas suicidas corre un lago de fuego en donde los descarnados nadan buscando ayuda y gritando piedad. Se les llama cubos porque después de medio año se encapsulan en un cubo y son llevados a su pena, depende de cada caso pasan por su mayor miedo durante años; luego vuelven aquí por otro medio año.
Ahí veo a Carl, nadando entre ellos. Muchos se amontonan en las orillas pidiendo ayuda. Él me ve y su llanto de detiene.
Le sonrío. Vuelvo a mi forma original unos segundos. Lanzan gritos espavoridos y corren al otro lado. Excepto él quien grita que lo saque. Niego, divertido.
—Fui convaleciente. A los pactos se les deja nadar en el mar de fuego por siglos.
Vuelve al llanto.
—Señor—un demonio de clase media, con cuerpo verde y cola puntiaguda, se inclina frente a mí un momento— su padre lo espera en la sala de reuniones.
—Reúne al ejército, nos iremos en un rato—hablo serio sin quitarle la vista a Carl.
—Si señor—vuelve a inclinarse y se retira casi corriendo.
—Descuida, cuidaré de tu familia—sonrío de oreja a oreja. Me despido moviendo la mano de un lado a otro.
Llego a la sala a la velocidad de la luz. Mi padre, los duques, marqueses, las Diosas, todos están aquí. Poblando las sillas que rodean la mesa en medio. Me siento en mi sitio.
—Belial—habla mi padre.
—Lucifer—respondo.
—¿Todo listo?
—Todo listo.
Salgo topándome a mis legiones de pie con la mirada ardiendo en llamas. Como siempre.
Ordeno a mi pequeño ejército con la bruja de líder que saque todas las armas que están en la habitación de mi castillo y las repartan a los centrales de mis legiones.
—Vámonos.
Silbo y mi caballo llega galopando desde metros adelante. Me subo y mi ejército hace lo mismo con sus caballos.
Está oscureciendo cada vez más...los perros ladran conforme vamos pasando; invisibles a ojos humanos. Caminamos por en medio de los castillos vacíos. Muchos se habían refugiado en el nuestro después de los ataques.
El sur es parte de las zonas más tranquilas, excepto por las desapariciones que hacen esos malnacidos.
Parte de mi ejército me acompaña. Los demás están adelante junto a las legiones de demonios y los ejércitos de mi padre.
Llegamos al puente negro, detrás del castillo Jaimil. Afirmo con la cabeza en dirección a mi bruja que también viene montada en un majestuoso caballo negro y está levanta un muro cristalino de invisibilidad frente a nosotros. Ellos no nos verán, pero nosotros sí.
—Ataquen por adelante. Nosotros iremos atrás—ordeno a mi soldado.
—Sí señor.
—Todos listos para el ataque.
Bajo del caballo negro. Este relincha sacando fuego por las fosas nasales. Le palmeo el hocico. Mi legión me mira en espera de una orden. Me pongo los guantes. Había tomado esa costumbre después de los trabajos con Carl.
Lanzas, arcos, ballestas, cañones y ahora con las armas de Carl; pistolas, rifles, ametralladoras. Esto será una masacre.
Todos se preparan a mis espaldas. Camino lento entre cerrando los ojos para una mejor visión. Buscando el calor de alguna criatura resguardando el lugar que atacaremos.
"¿Están en sus puestos?", le pregunto a Lucifer telepáticamente.
"Nos han visto y se están agrupando para atacarnos"
Sonrío.
"Ese es el plan. Peleen sin piedad."
Entonces escucho gritos de guerra, espadas chocando, huelo sangre.
Cuento tres minutos. Lo necesario para que se distraigan lo suficiente. Saco mi daga y la convierto en una filosa espada.
Tres...dos...uno.
—¡Ataquen! —rugo elevándome en el aire después de desplegar mis alas.
Vuelo sobre el castillo y me abalanzo sobre el primer grupito. El muro es quitado y al ver que los tenemos rodeados se lanzan miradas entre ellos.
Demonios de clase baja, recién llegados, algunos demonios en piel humana, nos igualan en número. Pero eso no es lo peor, sino que escucho gritos sofocadores detrás y al voltear el tipo robusto de piel negra que estaba en el bar aquella vez va señalándolos con la sortija y demonio que se cruzan en su camino es absorbido en cuerpo y energía, desapareciendo.
Va riéndose, va rezando y persignándose como si fuera santo.
Voy por él.
Me abro camino para llegar, pero algo llama mi atención. Una energía angelical está cerca. Mi instinto salta a flote. Lo busco con la mirada. Parece estar al otro lado de los muros del castillo. Voy en su dirección. Derribando y machacando todo a mi paso. Cuidando no toparme con el hombre.
—Así que tú eres el soldadito de papá—habla alguien a mis espaldas.
Un Sátiro en piel de hombre con pantalón de cuero negro, botas y una playera de manga corta que deja ver que está cubierto de tatuajes iguales a los míos sonríe arrogante cruzado de brazos. Lo malo. Es que en si esos tatuajes no son tatuajes, aunque parezcan significan algo: cada uno es la energía de un ser sobrenatural.
Lo que también significa que... estoy jodido.
Porque aparte de matarlos, los retiene en su piel. Un paso en falso y podría acabar siendo prisionero.
El otro los atrapa en la sortija y este los atrapa en su piel.
— ¿No hablas? — dice burlón con el rostro oscurecido.
—No hablo con perdedores—sonrío alzando el mentón. Saco de la funda en mi cadera una pistola y le apunto.
—Mala idea porque pudimos llegar a un acuerdo.
Alza el mentón mirándome con odio. Yo simplemente me quedo quieto. Y en un abrir y cerrar de ojos tengo a dos sabuesos del infierno mordiéndome los brazos. El arma cae de mi mano. Los que tienen las demás armas están ocupados disparando contra los que quieren llegar a las Diosas. Las cuales hacen que caiga lluvia de tierra y rocas hacia ellos, o que el suelo se convierta en arenas movedizas que los retenga.
Chiflo llamando a Cerberus y este sale de un portal y arremete contra ellos furioso fracturándoles los huesos con sus feroces mordidas. Les pego una patada y logro sacármelos de encima. Mi perro los lanza lejos de mí y estos chillan. Mis brazos sangran a borbones, pero no importa, no siento dolor. Entonces me lanzo sobre el Sátiro, caemos y se defiende lanzándome un puñetazo en el ojo, trata de patearme en el abdomen en busca de dejarme sin aire. Me pongo a horcadas sobre sus piernas y arremeto contra él, logrando romperle varias costillas, escuchando tronar sus huesos bajo de mí me hace lamerme los labios. De pronto silva y varios sujetos con sus mismas características salen de entre las sombras. Ordeno a mi ejército atacar y sigo golpeándolo. Quiero tronarle la cabeza y beberme su sangre. Pero alguien rodea mi cuello y me tira hacia atrás. Caigo en el suelo rocoso y me levanto de inmediato. Los miro fijamente, calculando lo que sucederá después. La adrenalina me recorre y las manos me sudan. Quiero sangre empapándome ¡ya!
—Me daré un buen baño con su sangre y reiré sobre sus huesos—rio y ellos gruñen.
Empuño mi espada y me abalanzo sobre el que está más cerca. Se la clavó en la garganta y le pego una patada para hacerlo chocar contra otro y que caigan al piso. Otro me lanza una patada que logro retener y le jalo el pie tumbándolo. Se levanta y me da un puñetazo en el labio. Ahora mi ojo y mi labio punzan.
Pero algo anda mal.
¿Enserio se me iban a aparecer, así como así? ¿Enserio pelean como niñas si han matado demonios y logrado retenerlos?
Le pego una patada en el pecho que hace que vuelva a caer sobre el suelo y cuando cae, aparezco otra daga y se la clavo repetidas veces en el abdomen.
Cuando termino de descargar mi ira. Me quedo quieto analizando las cosas.
Los demás que me rodeaban desaparecieron, solo veo a mis demonios luchar a lo lejos y ganarles sin mayor esfuerzo.
El tipo de piel oscura también ha desaparecido. Y cuando lo encuentro, está en lo más alto del castillo. Lanza por la orilla un cuerpo vestido con una túnica desgastada, rota y llena de polvo. Ahí me encuentro a la energía angelical que llamaba mi atención, encadenado de los brazos para evitar que caiga hasta el piso y solo quede colgando.
Me encuentro con un maltratado y moribundo Azazel.
Fija sus cansados ojos en mí.
—Lo siento...—alcanzo a escuchar entre el escándalo de las armas detonando, que susurra arrastrando las palabras. Arqueo una ceja, confundido. Alza la cara a las cadenas y entonces comprendo todo.
Es su prisionero. Por eso las armas, por eso los movimientos anticipados. Lo observo furioso. No que muy ángel, ¡joder! ¡mira ahora el caos!
"Belial"
Lucifer y yo volteamos a vernos al mismo tiempo. Compartimos miradas un momento.
Un cazador viene a mí, chocamos espadas.
"Ya sabemos dónde está, ahora dile a tu mujer que venga por el"
"Se la llevaran también, ve tu"
Vamos de atrás hacia adelante y viceversa, peleando con las espadas. Parece difícil hasta que se descuida y logro cortarle la cabeza.
"Ve"
"No"
Dos hordas más de demonios contrarios se unen.
"Tienes el poder de la destrucción, úsala ahora"
"¿Y me dices eso justo ahora?"
"Es el momento"
Me concentro. Busco ese poder en mí.
No esta.
Seis contrarios vienen a mí. Desenfundo mi arma y los aniquilo sin más.
Sigo. No lo encuentro.
Dos más. Disparo, caen al piso retorciéndose. Viene a mi mente Alicia.
No puedo. No me concentro.
Y entonces aparece ella, saliendo de un portal. Tranquila y segura. Rodeada de un aura purpura que poco a poco se oscurece cuando surgen al lado Morrigan y Muerte.
Ivory. Mi puta Ivory. Maldita perra.
Espero que lleguen pronto por la sortija. A saber, cuántos ya hay dentro.
Cientos de enemigos se dirigen hacia ellas.
Mierda. Vamos, Belial.
Me concentro mientras cinco corren a mí.
Cuando lo encuentro lo lanzo a ellos. Y una nube de humo nos nubla la vista unos segundos. Todos vemos como ellos se han reducido. Más de la mitad está en el piso con los oídos y la boca sangrando.
¡Joder, eso fue genial!
Me gusta este poder.
Algo escurre por mi oído y me limpio importándome poco. Hasta que lo huelo, es sangre. Un molesto ruido embriaga mis sentidos por unos momentos.
Las energías de un portal abierto me hacen dejar de ponerle atención. No es el momento, debo actuar, eso puede esperar.
Volteo hacia Lucifer, pero el parece muy decidido a salvar a Azazel. Derribando a diestra y siniestra. Estoy seguro que si conservara sus alas eso demonios serian cosa del pasado.
Vuelvo de nuevo y veo dos cabelleras rubias cruzar antes de que el portal se vaya haciendo pequeño. Corro a él y lo atravieso antes de que se cierre.
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