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Capitulo 18. Vínculo (Maratón 2/4)

—Quiero que hables con él. —exijo a su lado.

—Ya lo he intentado y no responde. —comenta Carl.

—Quiero armas. Muchas, más bien, todas las que haya en existencia. —toco varias veces el escritorio. Exigiendo su atención.

—¿Por qué? ¿Qué vas a hacer? —cuestiona curioso. Dándole otra calada al puro.

—No es asunto tuyo. Haz todo lo que puedas. —digo con seguridad.

—Lo volveré a intentar, pero has visto que no contesta—asiento.

—No hay mucho tiempo. Debe estar en algún lado. Vuelve a intentarlo hasta que conteste.

—Está bien, pero...

—Pero nada Carl.

Estaba listo para replicar y yo listo para romperle el cuello. Salgo de la oficina dando grandes zancadas.

Sé que lo volverá a hacer porque apenas me ha visto enojado y se ha resignado a seguir mis órdenes. Lo he visto invocar a Azazel y este no ha contestado ni dado una señal. Esto me huele mal, algo está pasando.

—He encontrado algunas— comenta Iván. Se puede decir que es el único que ha sabido guardar secretos. Le he contado la mayoría, aunque sin demasiados detalles y se ha puesto de mi lado, el lado de la razón. Me enseña fotos en su celular. Son armas como cualquiera.

—Tráelas

—Dame dos días y las tendrás. Tengo que importarlas de Canadá

—Hazlo. Aquí las prepararemos.

Asiente y camina al lado contrario. Alzándose el celular en el bolsillo y volteando a los lados para asegurar que no hay nadie. Nadie más debe saber o se correrán los chismes.

Sigo mi camino. Estoy a punto de llegar a la salida cuando una puerta se abre muy despacio.

—Hola Margaret. —escucho su respiración y sus zapatillas ir a discreción.

—Aww, quería sorprenderte. — volteo atrás. Viene sonriendo hacia mí.

Tampoco caería mal una comida rápida. Ahora tengo que alimentarme solo. Porque primero debo enseñar a Alicia a alimentarse antes de enviarla por el mío. Una de tantas cosas que debo hacerle saber. Siento un extraño nudo en la garganta al recordar a Ivory.

— ¿Tú no trabajas aquí? — le pregunto sonriendo de lado.

—No—responde con los ojos brillantes.

—Deberías— hablo con voz seductora y ella me acaricia el pecho.

Se ríe.

— Conozco a los tipos como tú, solo quieren sexo— se alza de hombros— no te lo voy a negar, me pareces agradable a la vista, pero tengo planes esta noche con otro— y da vuelta dejando que su cabello rubio diera contra mi cara.

—Oh venga, cancélalo, te divertirás más conmigo— continuamos caminando.

— ¿Qué me ofreces? —llegamos a la puerta que da hacia las habitaciones. Alicia se asoma y me miraba recriminándome.

—Hmm sexo, mucho sexo— la acorralo contra la puerta, vuelvo a clavar mi mirada en ella.

— ¿Salvaje? — acaricia desde mi cuello hasta la hebilla de mi cinturón con su larga uña pintada de rojo con matices dorados.

—Oh si— me acerco a sus labios.

—Hecho— lame mis labios y me empuja.

—Un poco más— abre más las piernas y sobo sus suaves nalgas. Me agarro la polla y la introduzco poco a poco. Ella voltea y hace como si me lamiera. Gime cuando me introduzco completamente. La tomo del cabello y embisto con fuerza. Palmeo su culo.

De pronto se hace adelante des uniéndonos y se tira bocarriba.

Veo de reojo a Alicia asomarse por la puerta. Salgo de mi deliciosa prisión y la veo recargada en la puerta viéndome. Sus ojos se inyectan de lujuria al ver lo que hago. Entra despacio, me deja ver como baja la mano hasta su entrepierna y se acaricia.

—Nunca te he enseñado a comer almas ¿verdad? — dejo de embestir a Margaret debajo de mí, la cual me mira sin entender.

Alicia niega sonriendo traviesa.

— ¿Me enseñaras ahora? —saca la mano de su entrepierna y se lame los dedos con una mueca obscena.

Le gusta provocarme en los ratos que no me odia.

—Ven aquí—le hago señas con el dedo índice y camina hasta mí, contoneando las caderas, a paso decidido. Se acerca a la cama, frente a mí y se inclina hasta posar sus manos sobre los senos de Margaret.

—Enséñame—susurra acercándose a mis labios y los lame.

—Quiero follarte—digo sin más.

—¡No! —Margaret se revuelve incomoda al comprender lo que queremos hacer. Trata de levantarse.

—Follame papi—un pinchazo me atraviesa la polla cuando la oigo decir eso en un dulce tono. Embisto lento al sentir todavía una cavidad húmeda y caliente rodeándomela, imaginándomela a ella.

—Margaret vives rodeada de demonios ¿Qué te cuesta? Además, no dejaré que mueras solo necesitamos alimentarnos. —me detengo.

Se queda quieta. Respira agitada. Nos observa. Finalmente suspira.

—Que no duela

—Prometido— le giño un ojo a Alicia.

—Me vas a volver loco— le digo a Alicia. Sujeto las manos de Margaret sobre su abdomen.

—Ya lo estamos— responde y muerde mis labios —demuéstrame como papi—pasa la lengua por sus dientes mirándome con lujuria.

Margaret iba a decir algo, pero Alicia le tapa la boca.

—Duérmela—susurro medio atontado viendo su provocativa imagen enmarcada en ese largo cabello y como se levanta el vestido y no trae nada abajo.

Sabe que me pone bestia verla desnuda y más lo hace.

Sin querer mi agarre aumenta. Margaret empieza a patalear y yo sonrío de oreja a oreja mostrando mis puntiagudos dientes. Giro su cabeza a un lado y ella clava sus dientes en su cuello. Margaret deja salir un alarido doloroso y yo echo la cabeza atrás.

Voy a llegar al maldito orgasmo...

Sangre, sexo y muerte, mi combinación favorita...

Cuando Margaret deja de moverse, Alicia levanta la cara y me mira con la boca llena de sangre. Sus ojos son negros y sonríe mostrando unos largos dientes idénticos a los míos.

—Ábrele la boca—me obedece—huele...acércate—y así lo hice —tranquilízate, siéntela y concéntrate en su alma...suave, dulce...aspírala—se queda unos segundos oliendo y mirándola fijamente, hasta que un casi imperceptible humo blanco sale de la boca Margaret y Alicia lo absorbe. Sonrío orgulloso.

—Esa es mi chica—la jalo del cabello y la obligo a besarme.

Agarrándome de la cabecera de la cama la embisto frenéticamente. Gime viendo la unión del cuerpo de Margaret y el mío.

Quiero acabar, quiero acabar ya.

—No quiero hacerlo—le arrebato la peluca platinada y se la coloco.

—Hazlo.

Hace berrinche pegando con los pies en el suelo. Se pone pesada.

Prácticamente la arrastro al escenario. Sube a fuerza. Le hago señas al presentador. Le presenta como "Dulce". La música comienza y ella baila despacio. Trae puesto un pequeño disfraz de conejita play boy. Evita verlos a los ojos. Me ve y la recrimino con la mirada. Los observa y ve lo fascinados que están. Parece gustarle así que se desenvuelve un poco.

El lugar no está lleno. Pero me conformo con ver a nuestra presa sentado al centro.

Nada mejor que un caído para revelar secretos angelicales.

—¿¡Cuánto tiempo más durará esto?! ¡estoy harta! — grita caminando de un lado a otro.

—Ya te dije. Logra alzar ese tronco...— se lo señalo frente a ella— y gana un palea contra el... —señalo al caído amarrado a su lado— y completarás tu entrenamiento— suelto el humo del cigarrillo. Me recargo en un árbol.

Me acuchilla con la mirada. Vuelve a alzar la mano en dirección al tronco y se concentra. Me entretengo golpeando el árbol en el que estoy recargado con el pie y viendo las hojas caer. Estoy aburrido.

—Listo— volteo a ver como el tronco yace por encima de su cabeza. Sonrío orgulloso, pero de un momento a otro lo lanza hacia mí, me hago a un lado para esquivarlo a tiempo. Ahora ella sonríe.

—Sigue así y no te desharás de mí.

Gruñe y ahora va a desamarrar al ángel caído. Este se levanta y veo sus intenciones de salir corriendo. Aun que no puede, lo tengo atrapado en una capsula con un hechizo.

—Luchen y quien gane se va—esto se pondrá divertido sí o sí. —Alicia, si ganas podrás regresar a tu vida normal llena de contratos con disqueras famosas y tú, ex emplumado, podrás volver a casa como si esto no hubiera pasado.

Este último me mira con el único ojo que le queda sano. Está lleno de moretones al igual que Alicia. Dado que ninguno quería obedecerme tuve que tomar otras acciones.

Después de escucharme. Se ponen frente a frente. Toman posición de ataque. Alicia tira el primer golpe y él lo esquiva. Se lo regresa dándole duro a la mejilla. Le lanza una patada y ella vuela por los aires hasta chocar contra las enredaderas llenas de espinas y cae al piso. Gruño arqueándome un poco.

Debí llevarla mejor al jardín del castillo familiar, mi jardín está lleno de estas enredaras.

Me muerdo el labio. Ya casi no me duele, ya debe faltar poco para que termine su transformación.

El caído le da en un ojo y yo siseo.

—Vamos Alicia, así no saldrás nunca—le pico. Me da un vistazo y entonces hace lo que le enseñe.
Patadas y golpes a diestra y siniestra. No le basta con ver como el caído cae de rodillas. Se le abalanza encima tirándolo al piso, cambia sus uñas por garras y las clava en sus ojos. Este grita tratando de quitársela de encima. Forcejean. Murmura en voz baja las palabras mágicas y el caído se queda quieto, lo ha paralizado.

Observo fascinado como bebe de él y como este va perdiendo el color.

Pero olvidó un detalle y lo nota poco después cuando se hace a un lado y vomita en el pasto. Siento la boca seca y con un horrendo sabor acido.

—Olvidaste revisar que su sangre estuviera limpia. El llevaba tanto tiempo en el club que alguna droga circulaba por su sistema. —le hago saber.

—Joder— vomita una y otra vez. Escupo a un lado.

—Belial...—una conocida voz llama detrás de mí.

Al girar veo a Perséfone y algo dentro de mí se retuerce con un nuevo sentimiento.

—Lo prometido es deuda.

Sonríe. Me tengo que tocar el pecho para cerciorarme que no tenga nada pesado encima porque una presión me quita el aliento.

Ella cumplió su palabra, está aquí.

—Traje esto también— Señala a su lado y va llegando un querubín cargando en el hombro un hombre aparentemente inconsciente hasta que caigo en cuenta de lo que es. —lo envía mi padre.

Es el cuerpo físico que le prometió a Ares.

—Ella es...—señala a Alicia quien está tumbada en la cama.

—Mi convertida—dejo las dagas en la mesa.

—¿Es algo así como tu novia? —rio bajo.

—No—niego.

—Ah

—¿Y por qué está tan golpeada? — se acerca a mí, me toma del mentón y observa mi rostro —tienes los mismos moretones.

—Gafes del oficio— odio dar explicaciones.

Veo a la puerta. Ares recibe gustoso el cuerpo humano. Entra en el enseguida y ve emocionado sus manos, se toca la cara con incredulidad.

Me mira sonriente.

—Aunque tenga mi propio cuerpo, te seguiré apoyando y cuenta conmigo para la batalla. Ahí estaré—alza un brazo haciendo puño como gesto de "victoria"

—Sé que si— le devuelvo el gesto.

—¿Estás de acuerdo que tengo que probarlo? — se señala.

Asiento riendo a carcajadas.

—Y yo tengo el lugar perfecto.—sonrío de oreja a oreja.

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