Capítulo 15. La legión
Despierto con resaca. Mi cuerpo arde y mi mente está difusa. Me veo girado en el suelo. Huelo sangre. Me escaneo con la mirada y lo confirmo. Estoy empapado en ella. Pero hay algo más. Mi mano...
Los dedos nos tienen piel, es el puro hueso.
La observo intrigado.
¿Qué pasó?
No lo recuerdo.
Mi celular suena. Lo saco de la bolsa del pantalón y contesto.
—Hay trabajo —y cuelga. Sé qué es Carl.
Me levanto despacio. Me pesa todo. Estoy pegajoso y bañado en mi bebida favorita. Espero no haber matado a alguien en vía pública.
Los recuerdos pasan por mi mente. Follé como nunca y después ataqué al primero que se me paró en frente.
Estaba drogado.
"Es tu naturaleza, lo entiendo" "Te enseñare que hay otro camino"
Y la voz de la Diosa invade mi cabeza. Frunzo el ceño. Esto no es divertido. No quiero su voz en mi cabeza, no quiero su imagen en cuanto infrinja dolor, no quiero su lastima....
— ¿Quieres ganarte dinero extra?
—No lo necesito. Un chasquido y obtengo lo que quiero.
—Podrás comprarte ropa cara y autos de lujo— chasqueo la lengua. Por mi mente pasa cientos de paquetes de polvo mágico. Ya no tendría que quitarle a Iván, compraría los míos, me compraría carros para las carreras y ropa costosa para las reuniones.
Nunca he comprado algo. ¿Cómo sería? La curiosidad me pica.
—También podrás comprarte mujeres— mujeres para mí solo. Muchas. Muchísimas. —Nadie las buscara, serán para ti nada más. Para que hagas con ellas lo que quieras.
—Ya dime que tengo que hacer—sonrío de lado.
—Aquí está —informa Asmodeus entrando por la puerta de mi habitación.
Un demonio trae encadenada de pies y manos a la cantante. La cual me mira con odio extremo. Ya la quiero tener en mis manos.
—Bien, ahí déjala— me alzo de hombros.
— ¿Seguro? —pregunta levantando ambas cejas.
—Sí —le palmeo el hombro—te llamaré si necesito algo ¿vale?
—vale, pero...—los empujo de la espalda a la puerta. —no hagas estupideces.
—Sí, sí, tu tranquilo. Adiós—cierro la puerta.
Me quedo quieto esperando que se vayan, hasta que escucho los pasos alejarse.
Giro hacia la mujer enfurecida.
—No me mires así —camino lento hacia ella.
— ¿Cómo puedes estar tan tranquilo después de lo que me hiciste? — gruñe enojada.
—oye, que yo no sabía que te ibas a convertir. Debiste aceptar abandonar tu cuerpo y nos hubiéramos ahorrado esto— acaricio su mejilla.
—¡Me arruinaste la vida! ¡estaba a punto de cerrar contrato! —agita la cabeza deshaciéndose de mi tacto.
Estas acabando con mi paciencia...
Me pongo serio. Mis ojos se ponen rojos y mis colmillos salen.
—En primera baja ese tono conmigo —la tomo de la mandíbula y me acerco a ella. —segunda, yo tampoco quería esto.
—Eres un maldito hijo de puta, pero esto no se va a quedar así. Voy a decirle a todo el mundo el monstruo que eres.
Listo. Acabaste con ella.
—No, cuando acabe contigo no vas ni a hablar —sonrío de oreja a oreja.
La paralizo tronando los dedos. Pero no deja de retarme con los ojos. Me exaspera, voy hasta el mueble al lado de mi cama y abro el primer cajón, dentro se encuentran mis instrumentos favoritos; cuchillos, navajas, dagas, herramientas como clavos, pinzas y demás aparatos de "utilería inocente". Solo tomo el cuchillo más largo y el hilo de coser. Regreso hasta ella y se los enseño lamiéndome los labios. Abre los ojos enormes y grita. Su miedo...oh joder.
—Fue mala idea retarme cuando estoy de mal humor y tengo hambre
Dejo el cuchillo en la cama y preparo el hilo para coser. Silbando empiezo a coser su boca.
Siento pequeños pinchazos en los labios, pero no me importa, yo quiero ver y oler sangre. Cuando termino, boto el hilo y tomo el cuchillo. Me le voy encima, tirándola la piso y acuchillando su pequeño cuerpo. La sangre brota y salpica al rededor. Su pecho se extiende y emite ruidos con la garganta suplicándome, con la mirada llorosa. Pronto la habitación se vuelve una escena de película de terror, pero yo estoy extasiado con el resultado.
—Ups, creo que le di a un pulmón— río hasta que me empieza a faltar el aire y las extremidades me dejan de obedecer. Toso varias veces. Mi cuerpo flaquea y caigo a su lado inhalando con dificultad.
"—Lo que le pase a ella te pasara a ti"
¡Oh, mierda! no me acordaba...
—Bueno, esta será tu primera muerte...— y cierro los ojos dejándome llevar.
Al abrir los ojos me encuentro con Lucifer cruzado de brazos, de pie frente a mí. La hechicera está a su lado con unos exóticos ojos de colores.
Vamos, no es para tanto.
—Una maldita semana dormido...—se inclina con los ojos entrecerrados—...bravo Alexander.
Me levanto despacio. Siento el cuerpo pesado. Tengo la ropa empapada de sangre seca. En la cama está la diva, ya recuerdo el nombre: Alicia, se ve demasiado pálida tanto o más como la sabana que la cubre.
—Necesitaba una siesta—Lucifer, abre demasiado los ojos y se van tornando rojo, extremadamente rojo. Está furioso.
—Te voy a....—dice, pero es interrumpido por la hechicera.
—Lo bueno es que lo encontramos ¿no? — me da una pequeña sonrisita.
Ambos se miran y Lucifer suspira. No me creo la "preocupación por su hijo" más bien creo que es porqué sin mí no tendría soldado que hiciera sus trabajos sucios mientras se divierte con Lilith en la tierra. Listo lo dije.
— ¿Qué no tienes trabajo que hacer? —pregunta serio.
Si claro padre, estoy bien.
—Me pondré al corriente. Iré por mi ejército.
—Más te vale.
Me masajeo las cienes. Me duelen. Tengo sabor a sangre en la boca. Quizás la usaron para despertarme más rápido.
— Me tengo que ir. Date prisa —sale de mi habitación y la hechicera lo sigue.
Volví a morir y mi madre...cantando con los emplumados, por eso los odio. A todos, los odio.
Me siento a los pies de la cama. Incluso me siento mareado. Esto de la transformación es una mierda. ¿Cuánto tiempo durará?
De acuerdo, pausare los golpes. Debo estar en mis cinco sentidos mientras aún no atrapo a los cazadores. No quiero sorpresitas.
Abro un portal directo al bosque donde veo que ya ha florecido de nuevo. Arranco las ramas y formo el pentagrama con ellas. Me pongo en frente y muerdo mi muñeca para dejar salir unas gotas de mi sangre justo en medio. Me alejo un poco y comienzo a recitar el conjuro. La tierra tiembla y el cielo se oscurece. Se abren grietas en el suelo. Poco a poco mi ejército sale a la luz. Todos llevan armadura negras y grandes capas oscuras con capucha que les cubre hasta la mitad del rostro. Sus armas cuelgan en sus caderas y en sus espaldas. Poseen garras negras, piel roja, dientes filosos y ojos rojos, inyectados de ira. Y hablando se ira, el mismísimo demonio de la ira, sale junto al demonio de la crueldad y se plantan delante mí.
Mis mejores demonios, mis mejores creaciones.
—¿Qué ordena su majestad? —me hacen reverencia y todas mis legiones los imitan.
Dejo salir a mi pequeño ejército de mis brazos en forma de tinta negra. Toman forma junto a ellos. La bruja, el anciano, el adolescente, el hombre que le temía a las armas, el que trataba de alejarnos con simples trucos y demás pactos recogidos se ubican al frente.
De inmediato siento su poder. Es tan grande que debo esforzarme por controlarlo. De lo contrario, me jodería la cabeza.
Todos mis males se desvanecen. Me siento como nuevo. Con ansias de comerme al mundo.
—Tenemos trabajo. Esperen mis órdenes. —sonrío.
Ira y Cruell me acompañarán siempre. Se plasman en mi piel en forma de tatuajes mientras que mi ejército se vuelve siluetas negras y bajan a mi castillo. Se resguardarán ahí mientras tanto.
—Padre ya tengo mi...
Me detengo en el marco de la puerta. Lucifer está sentado en su trono con la cara metida en el cuello de Lilith y ella encima de él gimiendo mientras se mueve de adelante hacia atrás. Están follando.
Ambos voltean a verme. Se quedan quietos. Mi padre se ha puesto blanco y me mira asombrado mientras que Lilith me guiña un ojo y se pasa la lengua por los labios mirándome seductora. Frunzo el ceño. ¿Qué no se supone que está con mi madre? Ahora entiendo lo de "problemas en el paraíso". Parece que mi padre no sabe que su amante me está coqueteando. Va más de un siglo ¿Cuándo se dará cuenta?
—Belial, sal ahora mismo. —ordena mi padre señalándome la salida.
—Sí, sí...—agito la mano restándole importancia— solo dime ¿Dónde encuentro a los que han herido los cazadores?
—En el reino de Muerte.
Doy la vuelta y abro un portal.
Cuando llego, camino por el camino empedrado, rodeado de cuervos. El cielo está oscuro y truenos lo adornaban. Varias gárgolas guardias se giran hacia mí en posición de ataque, pero en cuanto me reconocen me hacen reverencia.
—Vengo a ver a muerte— informo.
Las gárgolas abren el gran portón y entro.
— ¿Qué haces aquí? —escucho a mis espaldas y giro a ver de quién se trata.
Es Muerte con su guadaña y su oscura capa larga. Viene de la tierra. Cambia poco a poco sus facciones hasta ser la Muerte de carne y hueso. La de apariencia humana.
—Quiero saber dónde se encuentran a los heridos— digo entrando sin más a la sala y me dejo caer en el largo sillón adornado de cráneos.
Ella me sigue sin quitarme su oscura mirada de encima.
—¿has pensado en lo nuestro? —subo los pies al sillón y me recargo en el respaldo. Frunzo el ceño.
—Para nada. —se sienta en su trono frente a mí poniendo la guadaña detrás del respaldo y bajándose la capucha de la capa —Ahora dime.
—Belial...
Chasqueo la lengua.
—Muerte...dime ya. No vengo para hablar del pasado.
Entrecierra los ojos.
—Qué tal si te digo después—se levanta y se acerca a mí. Sonríe acercándose demasiado a mi boca, muevo la cabeza.
—Muerte esto es enserio.
—Vamos...—susurra volviendo a acercarse. Se sienta en mi regazo. —Belial...— se mueve en círculos sobre mi entrepierna. Aprieto los labios. Cambio a mi forma humana. La tomo de la cintura y la pego a mí. Uno nuestros labios.
Es imposible dejarla. Tantos siglos unidos han hecho historia.
Subo su vestido, abre mi pantalón. Estamos a punto. Cuando una voz femenina carraspea.
—Siento interrumpir. —cuando giramos a ver. Morrigan está en la puerta y trae en las manos una bola de cristal que contiene un alma. —pero aún no sé dónde se dejan.
Nos escanea con la mirada. Sus mejillas se encienden cuando se entera.
—Te llevaré —me cierra el pantalón y baja acomodándose el vestido. Me muerdo el labio. Me he quedado caliente.
—¿Te está ayudando? — cuestiono.
—Será mi segunda—responde Muerte arreglándose la ropa.
También me pongo de pie. Veo a Morrigan. Sus ojos brillan y sonríe negando.
Ya entiendo, es la primera vez que ve mi forma humana. Parece que a muchas les gusta. Lo sé, me veo fenomenal. Le sonrío igual. Alzo el mentón orgulloso.
Muerte está distraída peinándose, aunque de todos modos conoce como soy. Va a la puerta
—¿No se te olvida algo? —le pregunto alzando una ceja.
—Lo siento —ríe —Ve al edén, encontraras un arbusto de flores azules. Este cubre las escaleras. Al bajarlas los encontrarás. —sonríe y me manda un beso. Sale de mi vista. Y Morrigan va detrás.
Suelto una pequeña risita.
Abro el portal y voy allá. Todo sigue como antes, es tan verde y lleno de vida que da asco. El aire puro y la tranquilidad me molestan. Busco rápido, como dijo, el arbusto de flores azules y lo muevo para bajar por las escaleras. Los arboles van desapareciendo conforme bajo. Lo primero que veo son unas camas con muchos demonios sobre ellas, heridos. Con cortes, amputaciones y sangrantes. Se me eriza la piel y a la vez me da una furia increíble verlos así. Si no hubiera sido por mi padre, hubiera sacado mi ejército a tiempo y nada de esto estaría pasando. Y no es que no pueda sin ellos, pero atacar lo desconocido sin quienes me cuidan la espalda es arriesgado. Somos inmortales, pero siempre han existido métodos para la desaparición de demonios.
Han venido súcubos e íncubos, brujas y ninfas a ayudar. Los tratan de curar, aunque saben que sus heridas son mortales.
—Su majestad —viene hacia mí un incubo con cara de preocupación. —no es buena idea que esté aquí.
Lo miro mal.
—¿Quién me lo va a prohibir?
—No, no, me refiero a que están molestos con usted.
Suspiro.
—Lo sé, yo estaría igual. Pero... tienen a las Diosas ¿no?
—Ellas solo protegen y sanan a los que más pueden, pero su poder no es ilimitado y estos cazadores están atacando nuestro hogar también.
Cierro las manos en puños.
—Necesito saber todo lo que saben relacionado con los cazadores. —digo apretando los dientes.
—Hablan de armas creadas en el mismísimo cielo. De hombres y mujeres capaces de encerrar demonios en artefactos para volverlos contra nosotros. Tanto, así como el rey Salomón.
—¿Dónde los encuentro? —se queda en silencio viéndome. —¿no me has escuchado?
—Hemos encontrado más, al norte del reino de Jamei. —responde temeroso. —pero recuerde que es peligroso...
—Lo sé.
Los observo una vez más. Sus venas se marcan de un color negro azulado. Arden en fiebre. Deliran. Gritan de dolor. Los que están muy graves o llevan más tiempo se están pintando de un color gris. Su piel se vuelve de piedra, se paralizan sus cuerpos poco a poco y finalmente sus ojos se vuelven blancos totalmente. Están muriendo demasiado rápido. Esto no está bien.
Doy la vuelta y salgo de ahí. Abro un portal al club, detrás de las cajas donde la mercancía es empaquetada para su venta. Recuerdo haber escondido el arma que me dio Carl justo aquí. Debajo del sitio de camiones.
Aquí está. La sostengo en mi mano, es pesada pero pequeña. Parece una pistola cualquiera a excepción que dispara balas con veneno y según dijo Carl el veneno actúa como pegamento por dentro. Une todos los órganos y venas en una masa. Eso explica el dolor.
Esta sería un ejemplo de las armas que usan esos cazadores. Definitivamente están hechas en el cielo. ¿Azazel tendrá algo que ver? No quiero ir a buscarlo y menos subir. El forjó algunas de mis armas, pero después se creía con derecho a ordenarme. Así que dejaremos de hablarnos.
—Con que queriendo robar ¿eh? —Demone entra por la puerta con pose chulesca.
—Es mía, idiota.
Se me seca la boca. Tengo hambre y nauseas. Es raro. Quizás tenga que ver con Alicia.
—¡Hey, se roban las armas! —grita volteando hacia el pasillo.
Ruedo los ojos. Es insoportable. ¿Y si le disparo?
Entran seis hombres corriendo. Apuntan con armas normales y al verme las bajan. Segundos después entra Carl.
—¿Qué está pasando aquí? —alterna la mirada entre Demone y yo.
—Este imbécil está robando. —Demone me señala.
—Carl me la dio —resoplo.
—Demone ya basta. Déjate de tonterías. Hay cosas más importantes — le regaña enfurecido.
—¿¡Que!? ¡desde que este mal nacido llego...—me señala— no haces más que hacerme a un lado! —agita las manos. Haciendo berrinche. Pobre imbécil.
—Será porque pactó conmigo y le doy mejores cosas—sonrío de lado al verlo apretar los dientes. Mira a Carl en busca de afirmación y este asiente con la cabeza.
—Es verdad—afirma Carl cruzándose de brazos.
—Esto no se va a quedar así—pasa por mi lado mirándome enfadado. Nos debatimos en un duelo de miradas.
—Puff, voy a matarlo —susurro. ¿a qué sabrá su sangre? Joder. El hambre aumenta.
—¡Alexander, no! —Carl me detiene la mano. Inconscientemente había apuntado hacia el demonio. —no harás eso. Mi mujer pactó con él.
— ¿Y quién mierda es tu mujer?
—Margaret, creí que ya se había presentado contigo.
MIERDA.
¿Para qué pactaría Margaret? tiene todo ¿no?
—¿Quieres ver que sí? — la adrenalina recorre mi cuerpo. Estoy ansioso. Siento que sudo.
—Basta —pero no puedo contenerme. Aun puedo ver a Demone caminar a lo lejos. Si disparo ahora...—¡Alexander, basta, esa arma no es terrenal!
Eso me hace reaccionar. Bajo el arma de inmediato. Mierda. No debí despertar a mi legión mientras tengo a la Alicia unida. Ambos me descontrolan.
—¿¡Qué carajo te pasa!?—veo el rostro enrojecido de ira de Carl. Sus ojos me ven furiosos, casi echando chispas. Creo que la he jodido. Y yo que quería que hablara con Azazel para que me diera más armas, pero creo que no se podrá después de esto.
—Nada, joder.
Abro un portal y salgo de ahí. Ya veré como hacerle.
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