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Capitulo 13. Está muriendo

Reuní al pequeño ejército que formé estas semanas. Máximo son sesenta. Espero ella no tenga un ejército más grande.

Los llevo a la puerta mientras ajusto mi armadura.

—Alexander. —la voz de mi padre me revuelve el estómago. —lleva a Muerte.

Y con eso remataba mi poca paciencia.

—No la llevaré. —aprieto los dientes. Si tengo que llegar sangrando a batalla lo hare.

—Te espera en campo —y desaparece simplemente.

Gruño frustrado. Lo que menos quería.

Una vez llegamos me centro en el objetivo mientras juego con mi espada. Mi ejército espera detrás de mí.

Es un castillo de mármol blanco en medio del bosque. Le calculo a unos tres kilómetros. No tardaríamos en llegar. Lo malo, es que seguía sintiéndome de la mierda. Ahora, la cabeza me punza. No me siento bien, pero tengo que ganar esta batalla.

—Rodeen el castillo —ordeno.

—Sí señor—respondió uno de ellos.

Veo a Muerte avanzar hasta mí. Siento que quiere decirme algo, pero paso de largo simplemente. Sólo me concentro en el encargo. Debo entrar y matarla, cosa fácil, ya había hecho algo así antes, pero esta vez...no contaba más de tres pasos y sentía mi alma salir del cuerpo.

Rodean el casitllo mientras cuento las entradas y salidas. Los posibles lugares para atacar y los puntos débiles.

Ella también tiene su ejército según me contó Astaroth.

Yo no veo ni un alma. Todo está oscuro y solitario. Lo único que escucho es el punzar de mi cabeza y los pasos de mi ejército.

La sacaremos de su escondite.

Extiendo mis alas negras y vuelo hasta la ventana más alta. Buscándola, pero no parece haber nadie.

Mi ejercito entra en el castillo.

Un punzante dolor en la cabeza me hace caer al piso. Escucho como una de mis alas truena y duele al instante. Mierda. Me masajeo las sienes y me levanto. Busco mi espada, pero no está. Y otro dolor punzante me hace doblarme. ¡Joder!

—¿¡Cómo es que tú no mueres y los otros hombres, sí!?—escucho a lo lejos una voz de mujer.

Río y jadeo.

— ¡No soy cualquier hombre!

Pronto una espesa neblina cubre el lugar dejándome perdido, y el dolor no para.

Gruño tratando de levantarme. Pero el cuerpo quiere dejar de obedecerme.

"Ares" Lo llamo "Es una batalla y tenemos que ganar"

" t kerdisoume" responde. (Venceremos)

Su voz casi hace que me explote la cabeza.

Pronto escucho un zumbido en mi oído y caigo inconsciente.

Frente a mí, una mujer está inclinada hacia una mesita de mármol con un montón de hojas verdes encima, de espaldas a mí. Su largo cabello rojo cae en cascada hasta su redondo trasero. Su vestimenta es una simple toga blanca abierta a los lados dejando descubiertas sus piernas. Trae brazaletes y joyas en sus brazos y piernas. No es humana, su aura lo dice.

Estoy ante ella en mi forma original.

Si no es humana no hace falta que me oculte.

— ¿Quién eres? — pregunto en un susurro. Trato de levantarme o tomar mi arma, acabaría el trabajo, pero no puedo ni moverme. Me quejo. Me duele la espalda y estoy empapado en sudor. — ¿dónde estoy?

En ese momento puedo notar a Perséfone a mi lado. Me sonríe y me pone una toalla mojada sobre la frente. Un escalofrío me recorre la columna. ¿Cómo es que salió de mi habitación?

—Has despertado. —me dice, feliz.

A mi otro lado, puedo reconocer a Muerte, temblando y limpiándose las lágrimas negras que salen por sus ojos.

Quiero levantarme y enseguida un horrible mareo me hace cerrar los ojos y quedarme quieto.

— ¿Tú eres Sabrim? —le pregunta ¿mi padre? ¿qué hace aquí? ¿Por qué no puedo moverme?

— ¿Cómo te atreves a entrar así a mi reino? —la mujer voltea la cabeza y su figura se levanta. Sus ojos son verdes y trae una diadema de diamantes azulados. Lo mira con desprecio.

— ¿Qué le pasa? — pregunta mi padre con frialdad. Siento la mano de Muerte acariciarme la mejilla. Quiero gritarle que me suelte. Y me doy cuenta que no puedo volver a abrir los ojos.

¡¿Que me hicieron!? Trato de hacer aparecer mi daga, pero mi mano tiembla. La cabeza me duele horrores y siento la boca seca.

"No, escucha lo que tiene que decir" gruñe la voz de Ares en mi cabeza

"Tengo que matarla"

"No, tienes que escucharla"

"No" vuelvo a intentarlo y nada sucede.

"¡Ares!"

"¡Ella sabe lo que te pasa!"

Todo queda en silencio unos segundos antes de responder:

—Aún no está bien, su ala sigue rota y tiene fiebre— Perséfone me vuelve a poner una tela mojada en la frente.

—y... ¿estará bien?

—Es por su convertida...—dice con una voz sumamente dulce— ella se siente así y su vínculo los hace sentir lo mismo — añade la hechicera acercándose a mí.

"¿Qué?" "no tengo ninguna..."

Tengo un nudo en el estómago que no me deja pensar con claridad. Me siento anestesiado, adormilado. Mi cuerpo no responde como quiero y eso me está empezando a enfadar.

— ¿cómo que convertida? Que yo sepa no tiene...

—Puedo ver una mujer de ojos azules sufrir en sus manos, la mordió y mató. Es ella.

Me quedo en silencio. Pensando. ¿La cantante?

"La hechicera es hija de Astaroth" Ares, por fin suelta la sopa.

"Y la quiere matar, ¿qué tanto tiempo llevas despierto?"

"Luchamos, pero caíste, bueno, caímos, la hechicera salió a pedir paz y te vio, todos se detuvieron, nos subieron a su habitación y me desmayé, después llegó tu padre y despertamos. Pero parece que estuvimos inconscientes tres días"

"¿¡Tres días!?"

"Si"

— ¿Y por qué se está poniendo gris?

¿¡Yo gris!?

—Está muriendo...

¿¡Que!?

Cuando vuelvo a despertar, escucho gritos, unos gritos furiosos y agresivos. Trato de abrir los ojos, pero los parpados me pesan y me siento paralizado. ¿Esto es morir de verdad? Porqué las veces que lo he hecho, no se siente así. Escucho, pero no puedo hacer nada, ni un gruñido ni mover un musculo. Nada que les hiciera saber que estoy despierto.

— ¡Sujétenla! — reconozco la voz de mi padre.

Más gritos y cadenas moviéndose desesperadamente.

¿Qué está pasando?

—Es una Ubour, son vengativos— ¿la hechicera?

"¿Qué no la quería muerta Astaroth?"

"Llegaron a un acuerdo" "Ella tiene que salvarte"

"¿Qué acuerdo?"

"No lo sé, no escuché esa parte"

—Por lo menos ella puede moverse, Belial ya no.

¿Cómo que ya no? ¿Y lo dice así? ¿Dándose por vencido? ¿¡Me está dejando morir!?

— El que convierte muere antes que el convertido.

¡Oh grandioso! Hablan como si ya hubiera muerto.

"¿Por qué te enojas que él se dio por vencido si tú lo hiciste primero?"

"Cállate Ares"

"¡Pues haz algo!"

"Voy a morir, es todo..."

"¡Pero yo no quiero morir!"

"¿Lo recuerdas? Esperaba esto desde hace mucho..."

"..."


¡no Belial, así no se hace! ¡Eres un maldito inútil! —grita mi padre enfurecido mirándome con rabia. Otra vez los insultos. Sujeta el sable y corta la cabeza del hombre al que no quise lastimar. La cabeza rueda a mis pies y yo me quedo en shock. El cuerpo cae primero de rodillas y después se desploma contra el suelo. Enseguida los asistentes se llevan el cuerpo y la cabeza.

Sí, de pequeño me gustaba comer humanos, pero ¡no matarlos ni torturarlos!

¡Así se hace! — señala y se queda mirando el sable ensangrentado.

Yo no....no quiero hacer esto— retrocedo unos pasos. Clava su mirada en mí y segundos después vuelve a mirar el sable.

Te voy a enseñar que me debes de obedecer... — alza el sable en mi dirección.

—Noo papá noo —me tapo con los brazos en un intento de salvarme.

El matarme se había vuelto su des estrés, su costumbre.

¡Solo era un niño! ¡Un pequeño demonio novato!

Tiempo después me mandó al ejército a que me entrenaran mejor. Y aunque sabía que los tratos eran crueles, mi padre se olvidó de mí y mi madre ni sus luces.

¿Qué caso tenía quedarme entonces?

—Si quieren salvarlo hay que alimentarla — vuelvo a escuchar a la hechicera — ¿Lucifer?

¿Está dudando?

Si. Me va a dejar morir...

—Le quedan minutos, tienes que darte prisa.

Mi cuerpo se pieza a entumecer. A mi lado un suave olor a rosas me inunda. ¿Habrán puesto rosas a mis lados?

—Yo lo haré— escucho a mi lado y el olor florar se hice más fuerte. ¿Perséfone?

— ¿Estas segura? -pregunta la hechicera.

—Si.

— ¿Lucifer?

¡Vamos padre, di algo!

—Está bien...— ¿¡solo eso dirás!?

Escucho unos pasos alejarse de mí, después el olor a sangre y luego un ligero siseo.

Todo se queda en silencio. Un escalofrió me recorre.

— ¿Belial? -— me llama mi padre.

No, no quiero regresar. Estoy listo...

—Si me escuchas mueve el dedo índice— vuelve a hablar.

Si ella está ligada a mí. Mátenla.

— ¿Belial? — alguien acaricia mi mejilla.

Empiezo a recuperar el movimiento. Inmediatamente el olor a sangre se hace más fuerte al igual que el de rosas. Las cadenas, los olores, los sonidos de...bichos ¿estábamos en el bosque todavía?, hay pájaros cantando e incluso escucho un corazón latir agitado.

Abro los ojos despacio. Siento el calor del sol entrando por la ventana, lo frio y lo suave del colchón donde me encuentro acostado. Seguimos en la habitación de la hechicera.

Perséfone sentada a mi lado, con la mirada preocupada. Su cuello sangra. Con su mano me acariciaba la cara con suavidad. A mis pies se encuentra Lucifer en su forma original, con expresión seria y los brazos cruzados. En mi cabeza está la hechicera con un pequeño frasco de contenido morado. Detrás de Perséfone está Asmodeus y Leviatán sujetando con cadenas a la cantante, de ahora, ojos rojos y aspecto agresivo. Y a su lado esta Muerte quien viene corriendo hasta a mí.

—¡despertaste! ¡estas vivo! —me llena la cara de besos. Le gruño.

—Basta— mi voz suena bastante ronca.

Veo de reojo como Perséfone baja la mirada. No sé si agradecerle o golpearla por salvarme. Solo sé que algo me presiona el pecho.

— ¿Va a estar bien? -le pregunta mi padre a la hechicera como si yo no estuviera.

—Si— afirma ella.

—Bien. Conoces el trato —le dice. Miro hacía los que sujetan a la fiera, la cantante. Sus ojos me lanzan dagas, veneno. Me odia y creo que yo igual. —llévensela— ordena y da media vuelta para irse.

Adiós a mi intento de tener paz...

Asmodeus me observa y asiente antes de irse junto a los demás.

Muerte se aleja de mí. Se limpia los ojos llorosos. Se sienta a mis pies.

Perséfone y la hechicera se miran.

—No la dañaras ¿verdad? — me pregunta la hechicera señalando a Perséfone —ella te salvó la vida

—A ninguna —tengo la garganta seca. Suspiro pasando saliva. Me quedo viendo al techo. Quiero paz. ¿Acaso es mucho pedir? —pero díganme. ¿Qué ha pasado? Pónganme al corriente porque me quede en que Astaroth te quería muerta.

La hechicera, Sabrim, baja la cabeza con expresión pensativa.

—Me enamoré y eso hizo enojar a mi padre — susurra.

—Brillante idea de tu parte —vuelve a mirarme.

—Tú también lo harás —se pone seria.

—Estás loca.

—Puedo verlo.

—No quiero nada de esas cursilerías.

—Está cerca.

—Entonces la matare también.

Suspira.

— ¿Y qué trato hiciste?

—Mi señora —llega una mujer respirando agitado —debe ver esto.

—Voy— le dice y nos mira —enseguida regreso.

Asentimos y la vemos irse detrás de la mujer.

Me quedo mirando a la nada. Mi única oportunidad de descansar, estaba muy lejos por no decir, extinta.

—Mi amor, ¿necesitas algo? Puedo traerte lo que quieras. —ofrece Muerte.

—No necesito nada.

Perséfone suspira y se levanta dispuesta a irse.

—Muerte necesito hablar con Perséfone —asiente— a solas —añado y su expresión se oscurece. Perséfone se detiene y se queda quieta viéndonos con gesto de confusión.

—La prefieres a ella.

—Muerte, adiós

Y sale, pisando furiosa. Puedo notar como casi asesina a Perséfone con la mirada.

Nos quedamos en silencio de nuevo.

—Acércate— le ordeno. Mientras lo hace cierro los ojos un momento.

Siento que acaricia mi ala. ¿Las tengo desplegadas?

Me fijo, y sí.

—Me gustan — parece tan tranquila acariciando mi ala y eso me relaja tanto que me empiezan a pesar los parpados, pero no los cierro.

Sus delicadas facciones, sus apetitosos labios, su frágil cuerpo, ese delicado cuello ensangrentado y su largo cabello ondulado que contrastaba a la perfección. Es perfecta y delicada, como una maldita rosa y eso me provoca, y bastante. En este instante no parece la Diosa apagada que deje en mi habitación, parece una mujer digna de una corona y una buena follada. La odio por salvarme pero a la vez...le agradezco su dolor porque me ha motivado.

Veo su cuello. Debió de doler. Si la diva es nueva, no sabe dónde morder.

—Ya solo es la sangre. La hechicera me curó —se limpia la sangre con la misma mano. Solo quedan unas pequeñas cicatrices.

Su sangre...huele...deliciosa.

— ¿Tienes hambre verdad? Tus ojos... son...rojos.

—Si —clavo los ojos en los suyos. No quiero ver la sangre o terminaré mordiéndola. —¿por qué lo has hecho? No sé si asesinarte o....no.

Se queda callada, solo acariciando mi ala. Ya no tiembla cuando me acaricia o cuando está cerca de mí. Su compañía me produce calma y eso...eso no está bien.

Alzo mi mano, acaricio su mejilla. Esta fría y suave. Bajo poco a poco hasta sus labios esponjosos y rosados. Tengo la tentación de besarla y no sé por qué.

—Acaríciame así, prefiero tus caricias y besos a tus malos tratos...

—¿Por qué haces esto?, yo prefiero golpearte y follarte, ¿y sigues aquí?

—Es tu naturaleza, lo entiendo. Te enseñare que hay otro camino.

¿Otro camino? ¿torturarla y encerrarla? ¡ja! Y a mi mente llegan los recuerdos de mi yo pequeño encerrado en el valle de las sombras, siendo torturado. Duele... ¿duele? ¿ella sentirá lo mismo?

—Debiste dejarme ir... —clava su mirada en mi con ¿lastima? Odio eso, ¡lo odio! —¿Quién te dejo salir? —un destello de desilusión cruza su mirada. —Me tengo que ir, enviare a Ivory por ti.

Baja la cabeza y asiente despacio, con resignación.

—Creí que...— niega— no importa.

—¿Qué por salvarme te dejaría libre? —Clava la mirada en mi con esperanza.

Me siento despacio. Siento el cuerpo débil y adolorido. Miro mis alas y la veo a ella que continúa acariciando. Se le dibuja una pequeña sonrisa y quita la mano lentamente. Plego mis alas y las oculto. Me bajo de la cama y camino a la ventana. —Vendrá Ivory por ti —Me lanzo abriendo un portal justo abajo.

Dónde está...

Abro todas las puertas, reviso todos los lugares y nada.

Joder.

—¡Ivory! — grito.

Un portal se abre frente a mí y se cierra detrás de ella. Sale la nombrada portando un traje de cuero negro. Se ve magnifica. Si no estuviera lleno, me la comería.

—¿Me puedes decir porque estaba la Diosa con la hechicera? —sus ojos se llenan de pánico.

—Ella, Muerte vino por ella, dijo que tú estabas mal y que necesitabas sangre y...se la llevo con ella...yo no pude detenerla, no supe que hacer, si vi que estabas mal y no quería que...

—Ya cierra la boca.

—Ella tuvo la culpa.

—Dije que ya te calles—la tomo del mentón —Quiero que cuides de ella— le señalo—nadie la puede sacar, ni tocar ni hablar con ella. No quiero que le pase nada ¿comprendes?

Asiente varias veces.

— ¿Que buscas? —volteo. Mi padre está recargado en la puerta. Entro al salón y no hay nadie. Me asomo por el ventanal y solo se ven las almas y la oscuridad de la noche.
Alzo la mano restándole importancia. Encontraré a la cantante y la...

Lucifer no se me despega y eso me empieza a fastidiar. Me pongo frente a él. Si no la encuentro ahora, me desquitaré con quién sea.

—¿Y ahora que necesitas? — le pregunto apretando la mandíbula.

Me mira fijamente, con los brazos cruzados.

—Despierta a tu ejército, toma lo que necesites.

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