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Capítulo 12. La diva de negro

Iván me da una chaqueta antes de entrar al club. Nadie debe entrar con sangre en la ropa.

La fuerte música se escucha desde la otra acera. El ambiente es de lo más parecido a las tabernas que hay en el infierno. Y hablando de casa...

—Carl, ¿Dónde consigo una casa?

—¿Casa? ¿para qué? — los guardias nos saludan con un breve asentimiento de cabeza. Caminamos entre la multitud. Esta abarrotado de gente.

—¡Para llegar ahí! -le grito para que me escuche. Me hace señas que lo siga. Subimos a su oficina, los hombres que nos acompañaron se quedan afuera. Yo cierro la puerta, se baja el volumen de la música.

—Yo tengo una casa en el sur. No la ocupo, ve allá. —busca en el cajón de su escritorio. Y saca una llave con una etiqueta donde viene la dirección escrita. Me la da y la guardo en el bolsillo del pantalón. —Era para mi hijo, pero pues...lo mataron.

—¿Quien?

—Ya no importa, ya pagó por lo que hizo, fue hace mucho.

Me alzo de hombros.

—Bueno a festejar —alza su caja de puros y ríe.

—Ahorita armo mi fiesta.

—De acuerdo— le sigo el juego. Voy abajo y busco a Iván. Quiero divertirme yo también. Lo veo como siempre en la barra, bebiendo y esnifando lineas de coca. Voy hacia él. Las chicas no me quitan la mirada de encima.

—Hey — veo entrar a una chica de cabello mitad rojo, mitad negro, con ropa negra y entallada dejando ver sus curvas definidas, unas piernas largas y bonitas, unos ojos brillantes, color miel y unos labios marcados con un tono oscuro que resaltan su piel blanca como la porcelana.

—Hola Alex— la observo unos segundos antes de ver un destello de luz roja en sus ojos. Entonces me doy cuenta que se trata de Lilith.

—Hola nena— sonrío de lado. A Lilith parecen brillarle los ojos. Camina a mí. — ¿Siempre tienes que meterte en cuerpos voluminosos? — me relamo los labios. Saboreándome las imágenes obscenas que se están formando en mi mente.

—hum hum— jadea tocándome por encima del pantalón.

—Ejem, ¿se te olvida que andan cerca los mortales?

—Oh venga Alex, ellos no saben quién soy— dice con voz sensual. Entrecierro los ojos y la escaneo de arriba a abajo.

—¿Y si hay algún metiche espía de mi padre aquí?, si nos descubren follando como animales, ten por seguro que le dirán— hablo en su mismo tono.

—Vaale señor ahora "me interesa lo que digan de mi"— sonríe.

—Vamos a otro lado— la tomo de la mano y pasamos entre la gente. Pasamos cerca de los baños y es justo donde Lilith me empuja. Entramos a los baños.

—Ya aquí— vuelve a mí. Nos devoramos la boca mientras mete las manos debajo de mi playera. Tiene hambre igual que yo. La sed y el hambre nos estaban haciendo perder la cabeza. Suerte que Lilith apareciera o de plano me hubiera lanzado sobre alguna chica.

—Hey, tranquilo Alex— susurra y lame mi oído. Un espasmo me sobresalta. Eso me encanta.

—Vuélveme a hacer eso y te la meto sin que estés preparada— prácticamente le arranco el vestido y le subo la falda, sigo con la blusa.

—Pues hazlo ya— se termina de desnudar y me empuja para que me siente en la tapa del váter. —En la posición que sea, pero ya— se relame los labios y sube en mí.

—A como se entere mi padre, nos mata— susurro besándola.

—Shh no lo invoques. —y cierra el cubículo.

—Que cuentas— llego con Iván y le palmeo el hombro y me siento a su lado. Me señala su vicio. Creo que pronto estaré igual que él. Esnifa una más y echa la cabeza atrás, cierra los ojos, entrando a su mundo.

No hay más palabras. Me preparo dos y esnifo una por una. Espero que me haga efecto mientras me pido una cerveza. Pasan los minutos y la sensación de alivio me va recorriendo.

Alguien toca mi hombro. Seguramente una chica.

Pero no. Cuando gira a ver quién es, unos enfadados ojos cafés me observan.

—Te he visto.

Mi padre me mira enfadado. Ojalá no me haya visto con Lilith.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto tranquilamente.

—¿Cómo que qué hago? ¡pues buscarte, que más! Van tres días que no te veo rondando. Prefieres estar... —y observa el polvo blanco sobre la barra. Se enfurece más. Las venas del cuello y una en la frente se le marcan. —¿Qué mierda estás haciendo? ¡es que...joder! —agita las manos. Sé que se contiene.

Me irrita, la sangre me hierve. ¿Puedo golpearlo?

—Men, aquí hay más— me dice Iván empujando una pequeña bolsita hacia mí y sólo asiento con la cabeza. Mira a mi padre y él lo mira a él. Frunce el ceño.

—¡Esta igual o peor que tú!

Ruedo lo ojos. A dar su sermón por otro lado.

—¡Peor! ¿y sabes qué? ¡pronto estaré igual! ¡A eso voy! —una carcajada sale de mí. Iván se ríe igual. Lo sé, estamos perdidos.

Lucifer hace puños con las manos.

—Oh, ¿me vas a pegar? ¡hazlo! Como le hacías cuando estaba pequeño ¡ándale, hazlo! ya me he vuelvo adicto al dolor. —Digo tranquilo dándole un sorbo a mi cerveza.

Tensa la mandíbula y alza el puño. Pero la voz del presentador llama la atención, lo distrae. Y hace que lo baje poco a poco.

—¡Atención damas y caballeros! Con ustedes la bella y sensual voz de ¡Alicia! —detrás de él se acerca una mujer de piel pálida con rizado cabello castaño, sus gruesos labios rosados captan mi atención, toda ella me llama intensamente. Lleva un ajustado y corto vestido negro con gran escote tanto adelante como en la espalda y botas. Todo lo complementa con unos finos accesorios como esos lentes oscuros que lleva puestos y los collares largos sobre su delicado y apetecible cuello.

Definitivamente la quiero.

No solo ha llamado mi atención, sino también la de todos en el club. Todos le chiflan y gritan piropos bastante subidos de tono que a ella parecen gustarle.

Esta para comerse, y cuando se quita los lentes para dejarlos sobre su cabeza me prende esa mirada azulada de "soy la puta ama de aquí". Me lamo los labios, creo que mi amigo y esa belleza tienen una cita.

La música comienza, pero yo me pierdo en sus hipnotizantes movimientos tan...eróticos. Si fuera hechicera tendría a todos a sus pies. Pero solo es humana, una humana muy apetecible. De solo imaginar esos labios rodeándome la polla...Uff.

—Vamos —Lucifer me toma del brazo y me jala para levantarme del taburete, pero lo rechazo y camino por mi cuenta. Voy hacia el segundo piso, a las oficinas. No hay nadie.

—¿¡cómo pudiste meterte en esto!? —dice apretando los dientes.

—fácil —alzo los hombros —pero ¿de qué te quejas? Eres peor que ellos.

Touché. Se queda callado. Por un momento. Hasta que su piel se comienza a tornar roja y los cuernos brotan de su frente. Sus ojos se pintan rojos y me señala con garras en la mano.

—Es que no es eso, descuidas tus responsabilidades en casa. Ve cuanto trabajo hay y prefieres estar aquí perdiendo el tiempo.

Entonces no me contengo más. También vuelvo a mi forma original haciéndole sabe que estoy furioso.

—Tú me negaste despertar a mi ejército y tú preferiste llamar a Diosas de la guerra antes que a mí así que no te quejes.

—¡Tú no dabas señales de venir!

—¡Estaba ocupado terminando la lista de Muerte!

—Y hablando de ella...

—¡Oh, no me cambies el tema!

—¡Hago lo que se me da la gana! —me toma del cuello y me azota contra la pared. Siento mi cabeza punzar. Pero entonces hago lo mismo. Lo empujo contra la pared próxima.

—¡Escúchame bien...!

—¡No, escúchame tú! ¡a como no regreses y termines tus tareas entonces sí preferiré a las Diosas.

—¡Pues hazlo! ¡siempre es lo mismo! ¡Prefieres a otros antes que a tus hijos!

Y me pega un puñetazo en el pómulo que me deja aturdido un segundo, pero entonces se lo regreso y él por tratar de defenderse me hace volar metros atrás estampándome contra el techo. Caigo destrozando una silla.

—¡Tú no eres nadie para echarme en cara nada!

Pero yo me pierdo completamente. Lo ataco. Importándome poco el caos que hacemos en la oficina. Lo empujo sobre el escritorio y arremeto contra él. Golpes, empujones, más golpes y apuñaladas con las garras no faltan.

Eso hasta que alguien abre la puerta y se queda quieta. Sí, ni más ni menos que la diva de negro. La cual no debería estar viéndonos.

—¿Qué miras? — la reto, dispuesto a irme contra ella, pero sale corriendo y la escucho bajar de prisa las escaleras.

—¡Ve tras ella! —grita Lucifer.

—Yo me encargare de ella. —me limpio la sangre que escurre por mi boca —y te lo repito, sin ejército, no estoy dispuesto a regresar a trabajar como un puto sirviente.

Salgo hasta el pasillo. Nadie más me nota. La busco y la busco y no la encuentro. Entonces voy al rincón más lejano y llamo a Cerbero con un silbido. En cuanto lo tengo enfrente lo pongo a seguirle el rastro. Y me lleva fuera.

Abro un portal y me guía a una casa. Lo dejo ir y entro a donde se escucha el agitado corazón latir asustado.

Está sentada en el sofá temblando y llorando. Me siento en la orilla y ella se frota los brazos murmurando que hace frio.

Sí, es lo que causo cuando paso mucho tiempo fuera de casa.

Me levanto y voy a cerrar las ventanas. Rio y ella voltea asustada hacia donde me encuentro.

Abre los ojos enormes y retrocede.

—e-eres...

—Si—llego frente a ella a la velocidad de la luz y me agacho a su altura. Pues es más baja que yo. Me llega al hombro.

Retrocede con el corazón palpitando a mil. Un sudor frio perla su frente y su sangre...mmm joder, viaja corriendo por su cuerpo al cual no dudo en echar otro vistazo. Grandes senos, pequeña cintura, cadera ancha, largas piernas y se deja ver un redondo trasero. Me muerdo el labio, creo que me correré ya.

—Por favor...—sus ojos azules me miran con miedo. Lo que deseo.

Su miedo...su maldito miedo me hace perder la cabeza. Quiero...quiero matarla y comérmela.

De solo imaginarla me hace babear. Sonrío de oreja a oreja mostrando mis dientes puntiagudos. Abre los ojos enormes.

— ¿Cómo es que puedes verme? —me voy acercando más y más a ella hasta que su perfume inunda mis fosas nasales. Niega chocando contra la pared.

—Por favor no me hagas daño...—me suplica con la mirada—no he dicho nada y te juro que no diré nada...—no la dejo terminar. Saco mi daga y estoy a punto de cortar su garganta, pero se agacha y hecha a correr. Sube las escaleras.

— ¡Lo lamento, pero nadie debe verme y a pesar de no haberte vuelto loca debes morir! —grito desde abajo.

Escucho que azota una puerta. E inmediatamente salgo y rodeo la casa. Busco el sistema de alarma y el de la corriente eléctrica. Los corto y volteo al sentir su aterrorizada mirada desde la ventana del segundo piso. Le hago seña con el dedo de que baje, pero cierra la cortina.

Entro de nuevo y desconecto el teléfono. Subo las escaleras poco a poco enfureciéndome y divirtiéndome a la vez, dejándome llevar, causando un alboroto por toda la casa.

Muevo los dedos y las puertas se azotan, busco la que no se abre. En esa está.

Cuando la encuentro me convierto en humo negro para entrar por la chapa. Una vez dentro la veo asomarse por la ventana, recorriendo la cortina con las manos temblorosas. Regreso a mi forma física y me acerco a ella. Le doy la vuelta y clavo mi daga en su abdomen. Se presiona la herida con la mano mientras se encoge de dolor, pero la adrenalina le recorre tan rápido que brinca a la cama y trata de salir, agito la mano en su dirección y cierro la puerta. Golpea la puerta y mueve desesperadamente la chapa.

—Nooo—grita desgarradoramente. La jalo del cabello y la lanzo a la cama. La giro y vuelvo a clavar la daga repetidas veces. Araña mi cara y golpea hasta que sus fuerzas la empiezan a abandonar y cae al piso. Se arrastra hacia la puerta.

— ¡Ayuda!

Me encantan los gritos, pero pueden oír los vecinos así que la giro hacia mí y corto su garganta. Ella inmediatamente se lleva la mano al cuello e inhala con desesperación dejándome oír los intentos fallidos de gritar. Las lágrimas llegan a sus ojos. Sus ojos poco a poco se van apagando y su ropa se va manchando cada vez más.

Hago su cabeza a un lado y muerdo su cuello. La sangre sale disparada a mi boca y gimo deleitándome. Bebo toda hasta dejarla seca. Le abro el tórax y saco su corazón. Tengo hambre. Me lo como deleitándome con lo rico que está y finalmente la arrastro a la ventana para arrojarla fuera.

Me limpio la boca y salgo por la puerta de atrás.

Regreso al club a terminar el asunto pendiente con mi padre, pero ya no está. Debe estar en casa así que me escondo para abrir un portal.

En cuanto aparezco en mi habitación caigo de rodillas vomitando sangre. Siento que todo me da vueltas.

Carajo ¿Qué está pasándome?

Mis manos...mis garras no son negras, ahora tenían un tono azulado. Siento los labios secos y el cuerpo cansado.

Que me está pasando, joder.

Me siento y recargo en la cama.

— ¡Ivory! ¡tráeme comida! — la llamo.

Cierro los ojos y me aprieto el puente de la nariz. ¿Me estaré enfermando? Imposible, nada de eso me afecta. ¿Será por no comer bien? Posiblemente, me había olvidado de comer "saludablemente"

Segundos después entra mi demonio personal con un humano delgado y suplicante. Me levanto y voy hacia él con la boca haciéndoseme agua. Su miedo, sus gritos...

— ¡No, no por favor! — junta las manos suplicándome. No me importa. Me abalanzo sobre su cuello y bebo como si no hubiera probado bocado en décadas. Cae al piso. Quiero más...

Dejo de lado todo y salgo de mi habitación. Veo a Ivory mirarme confundida. Camino medio ido hasta las almas en pena. Tomo la primera que pasa y la absorbo. Me lamo los labios. Quiero más. Tengo más y más hambre. Cruzo las almas y llego a los cubos, donde se queman los cuerpos. Saco a los recién llegados y los muerdo, deleitándome con la deliciosa sangre. Abro sus pechos y saco sus corazones. Su sangre está en proceso para desaparecer y eso solo me llena un poco, nada como los humanos con sangre y cuerpos calientes, gritos de terror y miradas suplicantes.

— ¡Te espera tu padre en la sala! —grita Ivory. En ese momento la veo como un trozo de carne deliciosa.

Suelto los cuerpos y lamo los labios. Observo los cuerpos desmembrados y la sangre salpicada con confusión. Pareciera como si me acabara de despertar. ¿Yo... lo hice?

— ¡Alexander! —vuelve a gritar. Está a metros de distancia. No se atreve a acercarse.

Camino hasta ella. Me limpia la cara con un pedazo de tela con las manos temblorosas. La servidumbre me hace reverencias al pasar. Voy a la oficina de mi padre. Ni siquiera toco, solo abro el portón y entro. Voy a mi lugar y me acomodo. Todos los marqueses, reyes y duques reunidos en la mesa redonda me observan. Pero mi humor esta por los suelos. Estoy de malas. Solo quiero comer más.

—La reunión era a la primera hora del día—empieza a reclamar a mi lado el pelinegro de ojos tan azules como el mar. Leviatán. Si miras de cerca sus ojos podrás ver pequeñas olas.

Ruedo los ojos y me recargo en el asiento. Lo miro de malas y gruño.

—Cierra la boca Leviatán, no estoy de humor.

—No puede ser que vengas hasta ahora...—comenzó a decir Astaroth, pero salto en mi defensa. Inclinándome hacia delante.

—No puede ser que no sepan controlar a los del oeste ¡hace casi ocho lunas que me tuve que enfrentar a un ejército y todo por sus estupideces!

Todos guardan silencio.

—Belial, no es nuestra culpa, es tu obligación cuidar que todo esté en orden—se escucha la voz de ultratumba de Adremelech.

Lo acuchillo con los ojos rojos y los colmillos de fuera, a la defensiva y enfadado.

Lucifer me mira con advertencia. Casi con un "no la vayas a cagar más"

—Pues entonces de una vez les voy avisando que renuncio al lugar. Esto harto.

Los murmullos, los siseos y las expresiones de sorpresa no se hacen esperar. Lucifer me acribilla con la mirada.

Asmodeus a mi otro lado me da un ligero codazo en el brazo, lo miro enfadado.

"¿qué te pasa?"

Lo ignoro y me levanto dispuesto a irme cuando...

—Belial— su voz seria me recordaba tanto a la voz de mi padre cuando era pequeño y me recriminaba por hacer algo mal. —tengo un trabajo para ti.

—¿Has oído lo que dije? Renuncio.

—Belial —se me acerca Astaroth. —es un favor para mí.

—¿Qué te hace creer que por ser para ti lo haré? —me cruzo de brazos.

—Favor con favor se paga, te deberé una.

Trabajo, trabajo y más trabajo. Solo me quieren para eso. Es que soy el único ¿¡o que!?

Calma, Alexander.

¿Dónde mierda esta Ivory? quiero desquitarme con alguien.

— ¿De qué se trata? — pregunto a Astaroth.

Lucifer rodea la mesa y llega a mi lado. Supongo que no quiere que lo haga quedar mal ante la realeza.

—Una hechicera en un bosque de Grecia, la quiero muerta.

Lucifer desvía la mirada al piso un segundo y ambos se miran.

— ¿Hay algo más que me tengas que decir?

—Su nombre es Sabrim...

Miro a Lucifer. ¿El me habrá hecho algo? No lo admitiría en público, pero me siento fatal.

—Hecho.

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