Prefacio
Voy a contarte un secreto, espero que puedas guardarlo. Sé bien que para mantener a salvo un secreto uno no debería andar diciéndolo por allí, pero a veces siento que es demasiado para una sola persona, que es demasiado el peso, por favor, ayúdame con él.
Antes que nada, déjame advertirte. No voy a pretender ser buena persona ni estar totalmente cuerda, lo mío es un problema congénito, que viene desde el tuétano de mis huesos... y que nunca desaparecerá. La verdad no estoy segura si el problema empezó conmigo o si alguno de mis antepasados lo sufrió también, así que no puedo hablarte de su origen, solo lo que me hace pasar.
Como sea, continuaré. Confieso que a veces me gustaría no ser la única y encontrar a más gente como yo. Sin embargo, inmediatamente después de desearlo sufro de accesos de culpa, querer que alguien más padezca lo que yo sería ser cruel. Si bien he dicho no soy buena persona, porque para mí nadie lo es, tampoco me considero la encarnación del mal, de hecho, soy más como una mota de polvo. No afecto a nadie hasta que llega un alérgico.
En fin... como decía, mi problema es tan grande que lo sufro cada vez que veo a alguien, y es que en la parte superior de su cabeza brilla cual letrero de neón los días que le quedan de vida. Siempre son años, lustros o décadas, tanto da. No importa la cantidad, sino lo que significa tener esa información. Podría ser una cuestión fácil de ignorar hasta que te toca ver a tu madre a los ojos y con el conteo regresivo sobre su cabeza. Eso y que al mirarme al espejo no puedo entender los símbolos que flotan sobre la mía, así que no puedo ni siquiera impedir mi propia muerte.
No he hablado de ello con nadie, nadie me creería, y que me tachen de mentirosa podría ser el menor de los problemas. La principal razón por la que prefiero callar y vivir en silencio e impotente es mi temor a que crean que estoy loca porque entonces sí que me encerrarían en el manicomio. Ya he levantado suficientes sospechas acerca de mi cordura, no quiero echarle más leña al fuego.
De niña, cuando no entendía la diferencia entre normal y anormal, me la pasaba hablando sobre el reloj de las personas, sobre los pocos días que le quedaban al abuelo y lo mucho que deberíamos aprovecharlo... Por supuesto, al principio no me tomaron muy en serio, pero cuando mis predicciones dejaron de ser solo predicciones y pasaron a ser realidades, entonces las miradas que me dirigieron ya no eran más de ternura y jocosidad, sino de temor y extrañeza.
Nunca ha sido fácil y tampoco despierta mi curiosidad indagar sobre esto que tengo en mis ojos. Es más, intento no prestar atención, no hay nada de divertido en saber la fecha de la muerte de tu vecino. Claro, eso fue hasta él... ¿o debería decir ellos?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro