Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6




Mad no está conmigo en el receso, me ha enviado un mensaje diciendo que tiene que terminar la tarea. Es algo que no esperaba, pero que me viene como anillo al dedo. De otro modo, no habría encontrado un momento para buscar a Alexander. Los folletos en mi mochila pesan más de lo que deberían al ser, en apariencia, simples trozos de papel. Dado que después del receso me toca moverme de salón, es la oportunidad perfecta para cargar con ellos sin llamar la atención.

Alexander está con su grupo de amigos, grupo al que ni de chiste planeo acercarme. Son chicos que me han hecho la vida un poco difícil en primer año y que todavía, de vez en cuando, tienen la energía para seguir molestando. La verdad no entiendo a esas personas, no sé qué ganan y tampoco comprendo ese insano deseo de lastimar. Suspiro y desvío mi camino para sentarme en una banca lo bastante retirada para no llamar la atención, pero que es estratégica para vigilar sus movimientos.

Observo a los chicos a su alrededor, y no puedo evitar pensar en que Alexander no encaja allí. No tiene fama de mujeriego, al menos no todavía, tampoco es presumido ni grosero; en realidad, es todo lo contrario a ellos. Los escaneo y veo con todo el desprecio que mis ojos pueden obsequiar a Lars. Lars ha sido el peor individuo con el que he tenido la desgracia de toparme.

Inició con el principio de las clases. Compartimos un par de ellas y él descubrió cuán difícil para mí era hablar con alguien, así que hizo de ello una burla y cada vez que pude haber hecho amigos, él llegaba y me aplastaba la cabeza llamándome mudita. Lo único que me dio fuerzas para enfrentarme a sus humillaciones fue el hecho de que su reloj disminuía con rapidez cada vez que estaba cerca de mí. Llamé a eso karma.

Olvido mis recuerdos cuando veo que Alexander se aleja. Lo veo mientras él cree que nadie lo hace de verdad, y soy testigo de cómo su antigua sonrisa se borra, de cómo sus ojos cogen un matiz gris y su semblante entero cambia a uno lúgubre. El corazón se me estruja. Tengo que ayudarlo.

Para mi buena suerte, Alexander decide caminar hacia la alberca de su club. Es temprano así que sé que está vacía, lo sigo y me siento tan mal por hacerlo; tan temerosa por ser descubierta como necesitada por darle los folletos que cargo conmigo. Me obligo a continuar. Es lo correcto.

Él entra al gimnasio. Veo la hora en mi celular, en cuestión de segundos la campana sonará y yo podré acceder con el ruido mayor escondiendo mis crímenes. Llega el momento y entro en el segundo exacto en el que Alexander se tira a la pileta, es una entrada perfecta. La flecha que hace bajo el agua es igual de sorprendente.

Lo observo nadar sin que salga a la superficie por unos segundos, luego reacciono y me dirijo a las gradas. Me siento en el primer nivel y abrazo mis rodillas, dispuesta a esperar. Estoy perdiéndome horas de clase y, aunque una parte de mi consciencia insiste en que debería ir, la otra clama que debo esperarlo y crear ese momento privado en el cuál le daré los folletos.

Mi pulso continúa acelerado, tengo miedo... Sin embargo, por primera vez desde que choqué con él, no es por los números en su cabeza, tampoco por ser descubierta, el motivo de mi desazón es uno más oscuro. No quiero que muera, porque mi imaginación activa ya me ha creado cientos de escenarios en los que logra su cometido y, sobre todo, me muestra el dolor y la soledad que podría llegar a experimentar. No quiero eso.

De pronto, caigo en la cuenta de que mi visión está empañada. Me limpio los ojos, y una vez más mi mente indaga en lo que podría la de Alexander pensar. ¿Estará practicando por voluntad? Sé que las competencias están a la vuelta de la esquina. No obstante, por la teoría que tengo, me es imposible no llegar a la interrogante de si disfrutará de nadar, o si quizá lo hace de manera obligada para complacer a alguien; sus padres, por ejemplo.

Mis ojos se anegan de lágrimas, mi corazón lamenta su situación. Furiosa, paso las manos por mis mejillas, no debería afectarme a tal grado. Veo que él sale de la piscina. Se acomoda a la orilla del otro lado del rectángulo, de tal guisa que está frente a mí con una amplia sonrisa. Me ha visto, él se levanta y viene hacia mí.

—Has perdido las últimas horas de clase.

—Tú también —señalo.

Él se encoge de hombros.

—No será difícil ponerme al corriente.

Quisiera interpretar su comentario como petulancia cruda, pero eso sería como negar que hay sangre corriendo por mis venas... Lo que hay en sus palabras empieza a quemarme, suena a resignación. Suena a que no tendrá que hacerlo.

—¿Te gusta nadar? —inquiero a fin de sondearlo.

Él ríe, y el musical sonido se siente como las olas del mar, grave, sinceras y enigmáticas.

—Me gusta el agua.

—No fue lo que pregunté —insisto.

Prefiero quedar como una loca a que en mi consciencia pese que no he podido hacer nada cuando finalmente lo decido. Su antigua sonrisa mengua hasta que sus labios son una delgada línea silenciosa, tiene los ojos fijos en la alberca.

—He de confesarte que... no lo sé.

—Entonces, ¿por qué...?

—Por lo que hace en mí... Me hace sentir solo, pero al mismo tiempo poderoso, y me recuerda mis orígenes, mi propósito.

No tengo palabras para continuar por ese derrotero, he tocado un punto sensible y no estoy dispuesta a empeorarlo. Repaso sus palabras en mi mente, pese a que señala de forma implícita planes al futuro, que bien podría ser un farol, todavía quiero darle los folletos.

—¿Y tú? ¿Qué haces aquí? —pregunta Alexander con nueva inflexión.

Estiro los labios en un intento de sonrisa. No sé cómo abordar el tema.

—Ayer... en la biblioteca escuché sobre el tema que tienes que exponer con Cameron. Por casualidad pasé por centros de ayuda para suicidas y tomé varios folletos —explico mientras los saco de mi mochila—. Subrayé las partes más importantes y también hice esta lista de números de teléfono y los servicios que cada centro ofrece.

Alexander revisa las hojas con cuidado, intentando no mojarlas. Está sorprendido, lo leo en su cara, pronto una pequeña sonrisa nace en sus labios. Qué hermoso se ve cuando sonríe y los orbes ambarinos refulgen como oro recién pulido. De verdad, su belleza es simplemente abrumadora.

—No tenías por qué... —comienza.

—No fue nada, me gusta ayudar.

Una sensación cálida se instala en mi pecho, pero dura muy poco. Se rompe cual las olas en las rocas en cuanto mis ojos se posan en sus números. Todavía 5 días. Supongo que no basta con darle la información, él tiene que decidir. Elegir si morir o vivir. Ay, por la Diosa, por favor que pida ayuda. Mi consciencia me dice que no puedo dejarlo en paz hasta que no vea que sus números ascienden, que la muerte deja de bailar con él.

Solo espero no tener que seguirlo a casa.

—Por favor, prométeme que llamarás. —Es una súplica, una súplica que desconoce, luego corrijo mi tono—. Para tener más información, ya sabes...

Alexander me mira con atención, sus topacios coruscan y sus mejillas se colorean de un suave rojo. Sonríe.

—Claro que sí. Gracias, Karim.

De repente, algo me moja, no por completo, pero hay gotas frías tocando mi piel. Comienzo por asfixiarme cuando me doy cuenta de que me abraza. Mis brazos cuelgan flácidos a los costados, pero reacciono antes de que sea demasiado tarde y lo rodeo también. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro