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Dwanel sujeta por el cuello a Joss. La bruja le sisea, y escupe. Se limpia con desdén y le sonríe mostrando los colmillos, los ojos de la bruja refulgen con furia y su brillo mágico. La tiene sujeta en el aire, sus pies patalean en busca de un suelo, pero él es mucho más alto.

—¿Por qué Karim estaba tan enojada hoy? —repite.

—Jódete.

—No voy a preguntarlo una vez más. —Desenfunda una daga de mango naranja y la coloca en su cuello—. Dime la verdad, y te dejaré sin ninguna herida.

El problema con las brujas es que ellas pueden mentir hasta cierto nivel, y para asegurar la verdad es necesario atarlas con magia, Dwanel lo sabe bien, en el pasado lo habían engañado por haber sido tan ingenuo.

—¿Es un trato? —Joss también requiere asegurarse.

—Lo es.

—Lars la llamó fea.

Su sangre hierve. ¿Cómo se atreve un simple humano a insultar a Karim de tal forma? ¿Cómo permitió Joss que la llamaran así? Y, sobre todo, ¿por qué Alexander no reaccionó y lo mató en el acto? El pasado será oscuro, teñido de sangre y lleno de muerte, pero todo ser mágico tiene honor y orgullo, ese orgullo es representado por Karim, cualquiera que la insulte insulta al Eieno. Eso está penado.

—¿Qué pasó después? —Quiere darle el beneficio de la duda.

—Alexander empleó casi la misma técnica que tú ahora.

—O sea que no hizo nada.

Joss negó. La soltó y la bruja cayó sobre sus pies, pero lo hizo mal y sus rodillas se doblaron, conduciéndola al suelo. Bien, tendría que actuar. Dwanel cobraría la deuda que acababa de crear Lars y que Alexander, en su cobardía y juego cruel, no había actuado.

Abandona la casa de la bruja y se encamina a la escuela. Es de noche, así que más allá de dos veladores no debe haber. Llegar a los registros de los alumnos es fácil, solo tuvo que romper una ventana y un par de cerraduras más. Los veladores son personas mayores, así que duermen gran parte de la noche por lo que no significan amenaza alguna en ningún momento.

Dwanel no los juzga, de hecho, lamenta su situación. El mundo humano carece de buena organización, y eso impacta en cada ámbito de sus vidas, desde la educación hasta el cuidado de los adultos mayores. Puede ser que Eieno carezca de esas máquinas tan avanzadas que poseen, pero jamás se obliga a un anciano a trabajar. Se les respeta, se les agradece su sabiduría, no se les da el trabajo que correspondería a los jóvenes.

Lee la dirección de Lars Sully y da un rápido vistazo a su expediente. De padres divorciados y madre violenta, vivió solo con ella desde a los diez. Expulsado de dos escuelas en la secundaria, no ha tenido un comportamiento ejemplar.

Treinta segundos después, Dwane regresa el expediente a su sitio y abandona el lugar. Primero va a casa de Lars, entra por una ventana abierta y juzgando por el silencio, está solo. Cavila un poco sobre qué hacer, esperar a Lars en su habitación o cerca de su casa. Opta por lo segundo, lo primero podría acarrearle más problemas.

Luego de dos horas, Lars aparece. El olor a alcohol que ostenta es ligero, pero es claro que tomó al menos un par de cervezas. Dwanel lo confronta, sus puños se enrojecen con sangre ajena tan solo unos minutos después.



***



Llama a la puerta de la casa de Alexander, toca el timbre varias veces con ímpetu. El hada macho sale fastidiada, es tarde y no ha sido amable tampoco.

—¿Qué quieres? —pregunta arrastrando las palabras.

—¿La insultaron y no la defendiste? —Dwanel lo empuja al interior, la puerta se cierra—. ¿Permitirás que un humano le alce la voz sin consecuencias?

Alexander reacciona y le devuelve el empujón.

—¿Qué demonios esperabas que hiciera? ¿Qué le arrancara la cabeza en el acto?

Dwanel conecta un golpe en su rostro, Alexander escupe sangre.

—¿Eso te pareció mucho?

—Vete de aquí.

No tiene nada más que hacer allí, así que retrocede.

—Esto fue una advertencia —le dice antes de extender las alas y marcharse volando.

Karim no es bienvenida en ese mundo, los humanos la relegan, su madre misma tampoco muestra mucho interés en el bienestar de su hija, no más allá que brindarle lo necesario para sobrevivir. ¿Será que de algún modo la perciben distinta? ¿Qué le temen como en Eieno? No, imposible. Karim nació del vientre de una hembra humana, es su hija... Suspira. Quizá haya sido solo mala suerte toparse con gente como Lars. Desconoce su pasado, pero espera que sea el único.

No le lleva mucho volver a su hogar. A diferencia de Alexander, Dwane había sido más discreto y buscó una casa menos conspicua en una colonia igual de bajo perfil. Es austera y solitaria, Dwane no está interesado en conocer mejor a esta gente.

Cierra los ojos y su mente viaja al pasado.

Sus ojos son los mismos. Las mismas agujas negras brillan en sus iris, el mismo poder contenido. La mente de Dwanel lo hace revivir recuerdos, y ya no está en esa cama pequeña ni en ese mundo tan seco y ruidoso, está en un páramo con rosas blancas rodeándolos. En ese entonces era Evanna, se llamaba Evanna.

Evanna sonríe antes de beber el vino de su copa, luego la deja a un lado y se recuesta suavemente con la cabeza sobre su brazo. Dwanel la besa y ella corresponde el gesto. Lleva un pesado vestido rojo con motivos negros, el color de su línea, de su familia; es de escote cuadrado, solo de tirantes. Karim siempre usa guantes de encaje negro, en ese momento se los quita y lo toma de la mano. Algo solo permitido entre pareja para los de la familia real.

—Podemos abandonar todo y marcharnos —sugiere Dwanel.

—¿Y que los rumores griten que Evanna huyó ante los disturbios?

—Ya no son solo disturbios, la guerra se aproxima.

—Entonces, que me encuentre en mi casa, no pienso ser una cobarde. Mi familia por siglos ha habitado estos muros, no seré yo quien los abandone, quien mancille el legado familiar.

—Evanna...

Ella se aleja de su toque, la separación casi duele.

—No, Dwanel —corta tajantemente—, he dicho que no. Así que no insistas. —Gira para verlo a los ojos, su mirada lo desarma—. Además, las hadas de fuego estarán de mi lado, ¿no es así?

—Hasta el final.

Esa vez fue la última en la que tuvo un poco de felicidad. 

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