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31



Desde la partida de Mad, Alexander pasa por mí todos los recesos para desayunar juntos. Es algo que valoro mucho, su compañía hace que duela menos saber que mi mejor amiga ya no está aquí. En ocasiones, aún creo que pasará por mí y un par de veces, de no haber sido por el chico bonito, me habría quedado esperando por ella en el salón.

Como en silencio mientras Alexander intenta distraerme hablando de las competencias y de los nuevos libros que ha leído. Quiero prestarle atención, pero mi mente se distrae y divaga en los últimos hechos, no solo en mi casi asalto sino también en eso que evitó que fuera robada. He intentado darle muchas explicaciones, pero por más que lo intento, la lógica me contradice.

De repente, una voz que conozco bien se hace presente a un lado, toma asiento y como la mesa es cuadrada y tengo enfrente a Alexander, Josselyn se acomoda en el espacio libre. Todos estamos viéndonos. Mis ojos viajan de Josselyn a Lars y viceversa. No puedo evitar pensar en que son la pareja perfecta, son atractivos y tienen el mismo sentido del humor, es decir, confunden la crueldad con lo divertido. Lars me sonríe, es un gesto que no devuelvo.

—Vamos, Karina... —Me toma del hombro—. ¿Ya te olvidaste de los buenos tiempos de primer semestre?

Sacudo mi hombro para quitarme su mano, y no respondo a su pregunta ni me tomo el tiempo de corregirle mi nombre, probablemente solo lo haga para molestarme.

—¡Hey, Alex! —Ahora toma el hombro del susodicho—. ¿Te ha contado Karina que antes nos llevamos muy bien? De maravilla, nos divertíamos mucho juntos...

Aprieto los dientes ante la insinuación de sus palabras, como si algo sucio hubiera pasado entre nosotros. No puedo imaginar algo más repugnante.

—Es Karim —responde Alexander y con una mano se quita a Lars de encima, soy consciente del apretón que le otorga, Lars hace un mohín.

—¿Es cierto que antes tenías un apodo interesante? —interviene Joss.

La boca se me seca. No hay nada de interesante en mi pasado... Sin Mad me doy cuenta de que no solo estoy sin amigas, tampoco tengo el escudo de su presencia.

—Fea... —Lars pronuncia la palabra de forma lenta.

Sin querer, mis ojos viajan a él. Tiene una sonrisa burlona. Mi corazón se agita y no sé qué hacer, si levantarme e irme o fingir que no me duelen sus palabras. Mil pensamientos pasan por mi mente en el espacio de dos latidos. Todavía no llego a ninguna decisión cuando Alexander se levanta, tirando la silla en la que estaba sentado en el proceso. Toma a Lars de la solapa del saco del uniforme y lo levanta por un par de centímetros. Escucho a Joss gritarle que lo suelte, pero no volteo a verla. Mis ojos están concentrados en Alexander y el matón.

—No vuelvas a llamarla así.

—¿O qué? —reta Lars.

Alexander le devuelve la sonrisa, el gesto me causa escalofríos. Se acerca al oído del matón y por lo mismo, no logro escuchar lo que le dice, pero sí soy testigo, no sin estupor, de cómo el gesto de Lars se agria. Lo suelta y Joss empuja a Alexander.

—Esto no se quedará así.

—Joss... —advierte Alexander.

—No, no... —La susodicha toma a Lars de la mano y lo saca de la cafetería—. Estás yendo demasiado lejos.

Entonces, algo hace clic en mi cabeza y que no había pensado antes. Hay intimidad en ese pequeño intercambio de palabras entre Joss y Alexander, hay cercanía, como si compartieran un secreto. Darme cuenta de eso hace que mi corazón se entristezca, pero enciende en mi cabeza todos los focos rojos posibles. Jamás cuestioné el beso que ellos dos tuvieron, tampoco pregunté por qué Joss lo buscaba con asiduidad o qué había tras esas miradas que se dirigían.

No es que piense que Alexander no pueda tener amigas, solo... resulta perturbador que él siendo un ángel, sea amigo de una bruja. Y vale, sí, también despierta en mi sentimientos que no me atrevo a nombrar.

—¿Estás bien? —El chico de ojos dorados vuelve su mirada a mí y me toma de las manos.

Una sensación agradable nace en mi pecho al descubrir que Alexander me ha defendido, que se ha levantado solo por las palabras que Lars me había dirigido. Quiero besarlo, y me inclino hacia él; sin embargo, él se aleja de mí y esa simple acción hace que el dolor que Lars causó regrese. Quema. Quiero irme ahora mismo. No obstante, es gracias a esa negativa que algo más cobra sentido en mi cabeza. Alexander no puso un alto a Josselyn. Hay algo entre ellos dos, lo sé bien, solo que no entiendo la naturaleza del vínculo.

—¿Quién es Josselyn? —pregunto en su lugar.

—¿Qué?

—¿Quién es ella para ti? ¿Qué significa para ti?

—Es una amiga.

No sé cómo, pero sé que esa no es toda la verdad. No es mentira; sin embargo, oculta algo. Quiero saber qué es.

—¿Solo eso?

—No.

Abro la boca para preguntar más, pero él se adelanta, me toma de la mano y me arrastra fuera del comedor. Me doy cuenta conforme nos alejamos de la gente, que a cada paso que doy mi enojo incrementa. Si me ha mentido, juro que lo golpearé con la primera piedra que vea en el suelo... Cuando creo que ya hemos conseguido bastante privacidad, zafo mi muñeca de su agarre y cruzo los brazos.

—¿Qué más? —exijo.

Él se toma su tiempo para responder.

—En el pasado, nosotros fuimos pareja.

—¿En el pasado?

—Sí, pero eso terminó.

—¿Hace cuánto?

De nuevo, él tarda largos segundos para responder.

—Terminó cuando te conocí.

Mi corazón se rompe, eso no tiene mucho. Por eso Josselyn se sentía con el derecho de besarlo, por eso me veía como una amenaza, porque, aunque mis intenciones hayan sido solo salvarlo, ella lo quería. Para ella yo era el enemigo.

—¿Por qué no me lo dijiste?

Él niega y entiendo que no está dispuesto a contarme. Respiro profundo, escucho como mis ilusiones se rompen, cómo mi autoestima vuelve al suelo. No pronuncio palabra, doy media vuelta y decido ir a mi salón a terminar el resto del receso.

Él no intenta seguirme.

Esa tarde la paso en cama viendo películas de acción. Es mi manera de distraerme, no he parado de llorar desde que llegué a casa. No es que me haya puesto el cuerno, pero se siente así cuando me ocultó la verdad porque eso implica que todavía existe algo entre ellos, que todavía protege el vínculo que los une. Si no tuviera importancia, tampoco se habría tardado en responderme tanto cada pregunta que hice.

Llorar me agota y no me doy cuenta de que me quedé dormida hasta que el sonido de piedritas chocando en mi ventana me despierta. Bostezo y voy a ver qué sucede. Mi corazón se acelera al ver a Alexander parado casi al frente de mi ventana. La abro.

—Vete —digo apenas me asomo.

—Por favor, Karim, déjame explicarme.

—¿Para qué? —Mi voz traicionera se rompe.

—Porque no quiero perderte. —Sus ojos brillan, las estrellas refulgen—. Por favor.

Mi ritmo cardiaco se acelera. Niego y cierro la ventana. Abrirle o no abrirle, la encrucijada baila en mi cabeza. Después de muchos minutos, bajo para dejarlo entrar. Parte de mi espera que se haya ido al ver que yo tardaba, parte de mí desea que él todavía espere.

Cuando abro la puerta, mi corazón salta. Bebo su imagen. Hay timidez en sus iris cuando me ven. Lo invito a pasar, pero esta vez nos quedamos en la sala, me acomodo frente a él, ve mi negativa a acercarme, la respeta.

—No te dije porque no quería que lo nuestro se viera afectado, o que tú decidieras alejarte por ella. Joss tiene una personalidad... fuerte.

—¿Iban en la misma escuela? —inquiero, llegaron casi al mismo tiempo, él después de ella.

—No, crecimos en el mismo lugar —responde.

—¿Lo de ustedes ha terminado?

—La parte romántica sí.

—¿Eso qué significa?

Alexander suspira.

—Que es mi amiga, Karim. No quiero perderla, y sin importar con quién esté, merezco tener amigos.

—Y yo no digo que no —me defiendo—, es solo que ella... Joss no me dejará en paz.

—Hablaré con ella —promete.

Hay algo que escuece dentro de mí, algo que me grita que esto no está bien. Sin embargo, al final abro la boca para soltar un sencillo gracias. Pese a que en cierto modo hemos aclarado la situación, lo cierto es que existe entre nosotros todavía tensión.

—¿Estamos bien? —susurra Alexander.

Mis ojos se clavan en los suyos, intentando descifrar lo que siente o piensa. No lo consigo. Sin embargo, sé lo que quiero y sé que me gusta estar con él. Mad se ha ido, y si decido alejarlo me quedaré sola, estaré sin nadie. No seré capaz de soportar tanto dolor.

Ha venido a solucionar las cosas, significa que a él también le importa.

—Lo estamos. —Sonrío.

Sin embargo, las estrellas en sus ojos no parecen brillar enteramente, hay algo todavía que le molesta. Estoy a punto de preguntarle, cuando él se adelanta.

—No te besé aquella tarde por falta de deseo. Detuve tus intenciones porque tu caricia era una recompensa por las palabras que dije, porque protegí tu ego. Yo no quería un beso de tu orgullo, yo quería un beso de tu amor. Y todavía lo quiero.

Sonrío al entender a qué se refiere, cuando me defendió de Lars yo quise besarlo. Mi corazón se acelera, el hielo desaparece, la distancia se acorta y él se acomoda a mi lado para abrazarme. Su calor me reconforta.

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