24
En un latido, me encuentro en un bosque con un aire a tierra húmeda profundo y penetrante. Sé de inmediato que este bosque no estaba detrás de la casa de mi amiga, así que no pierdo tiempo y doy media vuelta para retroceder y regresar al patio de Mad; sin embargo, cuando me giro todo lo que pueden apreciar mis ojos es más bosque... verde, espeso e infinito. Mi pulso se acelera y viro furiosa hacia el pelirrojo que me observa expectante.
—¿Dónde estamos? —demando, mas un instante después reacciono y comprendo lo que está sucediendo. ¡Me ha drogado! Entonces, lo que he escuchado antes viene a mi ccabeza, la primera vez que te drogas es necesario que alguien te ayude en la experiencia para que no te pierdas o se vuelva un mal recuerdo—. ¿Tú me ayudarás en este viaje?
El pelirrojo abre los ojos sorprendido, pero luego controla su expresión y regresa a la habitual estatua que es.
—¿Qué sabes? —inquiere despacio, analizando cada centímetro de mi rostro.
—Que me drogaste y ahora mismo estoy alucinando.
Su semblante permanece impasible ante mi respuesta. Sin embargo, sé, de alguna extraña forma, que está decepcionado.
—Esto es real.
—Ya, claro y yo soy descendiente de la princesa Anastasia, ¿no?
—¿Quién es Anastasia?
Frunzo el ceño, por muy ajeno que sea a la nobleza rusa, todo el mundo sabe quién fue la princesa Anastasia.
—Nadie —murmuro.
Alora, me tiendo sobre la tierra. No pienso profundizar en la locura que las drogas podrían crear. La humedad se filtra por mi ropa, pero el olor es reconfortante. Mis ojos se entretienen con las copas de los árboles y los eternos troncos que se elevan orgullosos hasta el cielo. Cuando mi mirada se centra en ese pequeño espacio abierto a través del que se filtra el cielo me es imposible no tallarme los párpados, debo estar viendo mal... mas luego recuerdo que he sido drogada y el pequeño susto se va, tiene sentido que el cielo sea malva.
—¿Qué haces?
—Esperar.
—¿Por qué?
—Nunca me dijiste tu nombre —digo en lugar de responder su pregunta.
—Dwane. —Hay una pausa de tres segundos antes de que él continúe—. ¿Qué esperas?
—A que los efectos de la droga se pasen.
—¿Cuál droga?
—No sé.
—¿De qué estás hablando? No te hice nada, solo te...
Me incorporo entre molesta y aburrida, le planto cara y antes de que termine de hablar, mi voz se sobrepone.
—¿Dé qué hablas, tú? —Lo empujo—. ¿Finges que no me has drogado y que este bosque que de súbito apareció en el patio trasero de Mad es real? ¡Por favor!
—No es un bosque.
—Ah, ¿no? ¿Una selva, entonces?
—Es un reino.
Alzo los brazos exasperada. Él también se ha drogado. Estoy a nada de gritar de frustración, cuando de repente él me derrumba en el suelo, y el grito que escapa a mis labios es de sorpresa.
—¿Qué demonios? —exijo.
Él esta sobre mí, su rostro muy cerca del mío, pero sus ojos no me ven, ven hacia arriba.
—Sh...
No tengo nada en contra de ser chitada, algunas veces es necesario cuando estoy por meter la pata, pero ahora mismo no encuentro ninguna razón para serlo. Además, de que he sido tumbada sin ninguna explicación.
Intento empujarlo y me encuentro con una sólida pared. Bufo.
—Sh... —chita por segunda ocasión—. Mira.
Su dedo apunta hacia arriba, así que simplemente elevo la vista. Si bien es cierto que la luz ha disminuido un poco, no encuentro esa una razón válida para someterme. Sin embargo, obedezco luego de dos segundos de cavilación. Mi pulso explota, y mi corazón está frenético. Debí haberlo escuchado antes. Estoy entre querer correr despavorida o quedarme quieta, incluso sin respirar, para no llamar la atención.
Sobre nosotros hay una especie de serpiente enorme que se mueve entre los árboles, se desliza con tal agilidad y sutileza que parece que vuela en lugar de arrastrarse... en ese momento caigo en la cuenta de que sí está volando, de lo contrario estaría a nuestro lado y no sobre nosotros. Pensándolo bien, no quiero que Dwane se quite de encima, si nos va a comer al menos que se lo lleve primero por ser tan irritante y arrastrarme en un viaje de locos. Aunque tal vez, solo tal vez, debo empezar a creer que no es un viaje psicótico. ¿Qué implicaría que esto fuera real y no un mal viaje?
—¿Dónde estamos? —susurro—. ¿Y qué es esa cosa?
—Eso... es el espíritu del bosque. Tolera bestias, iguales... y reinas. Nosotros no somos ninguno de esos así que cállate si no quieres ser comida de dios.
Creo que no estoy alucinandio.
Ayuda.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro