16
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¡Hola! Antes de empezar me gustaría mencionar que los capítulos comenzarán a ser un poco más largos, algunos, no todos, según la historia lo requiera.
PD. Lamento no haber actualizado el viernes, estos días han sido complicados para mí. Espero que puedan comprenderlo, gracias. Listooo, ahora sí, vamos con la historia :D
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El lunes, fiel a su nueva costumbre, Alexander pasa por mí en la mañana y es inevitable para mí no abochornarme, si antes me causaba vergüenza, ahora más porque cada vez que nuestros ojos se encuentran mi cabeza me recuerda lo que pasó el sábado anterior. Él y yo dormimos juntos, él supo de mi secreto y él me proporcionó ropa. El origen de lo último continúa siendo un misterio, pero decido enfocarme en el gesto más que en procedencia de las prendas.
—Hola —murmuro y desvío la mirada en cuanto subo al auto.
—Hola. —Hay una enorme sonrisa en sus labios que no puedo devolver.
Mis ojos van de sus enormes manos hasta su rostro, hasta esos ámbares que tienen secuestradas diminutas estrellas y que al parecer desarrollaron el síndrome de Estocolmo porque brillan como si les encantara estar atrapadas en sus iris. Luego, muy a mi pesar, subo hasta sus números, 1 día y cayendo, en cuestión de horas dejará de ser 1 día y serán solo horas.
Alexander detecta mi silencio como ominoso y su sonrisa se pierde como humo de cigarrillo.
—¿Qué sucede?
—Tengo miedo —admito.
Él frunce el ceño y por un segundo su piel refleja vergüenza y el miedo mismo.
—No te haré daño, lo prometo.
Pese a que no entiendo sus palabras, sonrío y me conmueve el hecho de que sea tan tierno para creer que es a él a quien temo.
—No de ti —lo corrijo con suavidad y mis labios hacen una pequeña mueca—, del reloj... ¿y si no puedo? ¿Y si fallo? Oh, Alexander, no quisiera eso...
Su rostro palidece más de lo que de por sí es, parece un fantasma. Sin embargo, se recupera con prontitud y algo similar a la determinación se asienta en sus rasgos.
—¿Cómo? ¿Mis números no han aumentado?
Niego.
—Que yo sepa, los números nunca se modifican de la noche a la mañana —respondo—, y... ni siquiera sé cómo haré para que tu reloj no se pare y continúe funcionando. ¿Y si fracaso, Alexander? ¿Y si no puedo impedir el curso natural de la vida? Jamás lo había intentado... —Mi lengua confiesa todo lo que he callado.
—Karim... —Sus manos envuelven mi rostro y una de ellas aleja un mechón que se ha colado en mi cara—, estoy seguro de que lograremos resolverlo y si no, entonces moriré sabiendo que hubo una chica que hizo hasta lo imposible por salvarme... esa verdad vale oro y será más que suficiente para que mi muerte sea más que llevadera.
Sus ojos brillan, su piel luce tan tersa y sus labios me tientan al estar tan cerca de mí, si cierro los ojos podría imaginar imaginar que él me besa, pero no lo hago y no por falta de deseo, sino por protección, continuar engañándome así sería perjudicial para el futuro, ya sea que viva o muera. De pronto, mis pensamientos se entorpecen al ver que su rostro se acerca poco a poco y él... sus labios descansan en mi frente con tanta suavidad que no estoy segura de realmente sentirlos. Entonces, se aleja y con una extraña mirada me deja ir.
Vamos a la escuela y una vez él estaciona el auto en el lugar correspondiente, yo comienzo a quitarme el cinturón de seguridad, estoy a nada de abrir la portezuela de mi lado cuando veo que él ya la ha abierto. Frunzo el ceño e intento recordar en qué momento escuché su puerta cerrarse y lo vi salir, no lo consigo. Y no importa, tampoco. No voy a opacar el gesto con nimiedades; sin embargo, antes de que pueda empaparme y maravillarme de esa amabilidad extrema en Alexander, en mi campo de visión aparece Cameron... ¿De dónde salió?
Pronto se encuentra al lado de Alexander, y mi antigua puerta, apenas abierta unos centímetros, vuelve a cerrarse por acción de la chica. Ella parece no haberme visto, porque se concentra por completo en Alexander y lo acorrala contra el carro mismo.
Por un instante no sé qué es lo que estoy viendo, y no es hasta que Cameron acerca sus labios tanto a la oreja de Alexander y veo la intimidad del gesto que comprendo de dónde ha provenido tanta confianza. Ellos dos están juntos, no importa si como pareja, como amigos con derechos o qué, el punto es que lo están y eso causa tremendos estragos en mí, vacíos que no debería estar sintiendo.
Mi pecho me asfixia a la par que mi corazón late acelerado ante la desilusión y, aunque mi cabeza dice que lo sano es voltear hacia otro lado, no puedo, y soy testigo de cómo Cameron y Alexander se sumergen en un beso algo más que apasionado hasta que es él quien le pone fin y niega.
No puedo escuchar sus palabras porque son susurros y afuera también hay mucho ruido, pero después de que Alexander ha abierto la boca, Cameron gira hacia mí y sus ojos son de viva y cruda furia. Sé que estoy bien hundida en el fango, si antes no me odiaba ahora lo hace con cada célula de su cuerpo. La chica pone los ojos en blanco y se marcha. Luego, Alexander vuelve abrir la puerta para que yo salga.
—Lo siento —se disculpa.
Hay dolor y fuego mezclados en mí, hielo y furia que se deslizan por mis venas, contaminando mi cuerpo. Lo peor del asunto es que comprendo la razón, pero no debería existir. Él y yo no somos nada, vamos, que ni amigos. Empezamos a hablar porque chocamos por accidente y porque yo fui lo bastante tonta para confesarle mi secreto e intentar ayudarlo.
—¿Por qué? —inquiero con tanta rudeza que él se ve sorprendido.
—No quería que vieras...
—¿Ver qué? —lo interrumpo, más que molesta—. ¿A tu novia y a ti besándose? —Intento que mi voz suene normal, pero detecto una nota de irritación y me odio porque sé que no tengo ningún derecho.
Su cuerpo me obstruye el camino hacia la libertad, así que maniobro para pasar por debajo de su brazo, cosa que no es muy difícil considerando su altura y la mía, y me escabullo de la pequeña prisión, Alexander cierra la puertezuela.
—No te preocupes —murmuro y entonces hay dolor en mis palabras, una vez más me odio—. Tan pronto acabe este asunto y tu reloj vuelva a ser el mismo que el de un adolescente cualquiera, me alejaré para evitar causarte más problemas con tu novia.
No le doy oportunidad de refutar y me alejo con el corazón golpeando mis costillas. Me he portado fatal, me he comportado como si Alexander fuera mío y yo tuviera algún derecho sobre él. No hay cosa más errada. Ni siquiera somos amigos, me repito.
La primera clase y como es normal es al lado de Mad. Ella me ve con ojos curiosos, expectante... No obstante, al ver que yo no abro la boca, ella lo hace.
—¿Y bien? —susurra emocionada—. ¿Me contarás?
—¿Qué cosa? —Finjo demencia.
—Toda la escuela está hablando de ello, Karim, y no es que yo lo haya escuchado, yo lo vi. —Tiene los dedos índices apuntando a sus ojos—. ¡Llegaste con Alexander a la escuela!
Sabía que hablaba de eso, pero entre saberlo y escucharlo hay un gran abismo, ya no podía hacerme la loca y por los minutos previos he estado tentada a pensar que ha sido solo un sueño, pero ahora con Mad reviviéndolo, no puedo hacer más que recordar mi bochornoso comportamiento.
Encuentro difícil contarle cómo es que ha sucedido la cosa, pero mentirle es casi un suplicio. Es mi mejor amiga. Ella debe adivinar mi debate interno porque entonces añade:
—No te atrevas a dejarme con la duda —amenaza con falsa indignación—, después de haberte cubierto con tu mamá el sába... do. —Sus ojos se abren todavía más, y las gemas azules brillan con entendimiento y orgullo—. ¡Pasaste la noche con Alexander!
Y, con esa sencilla declaración dicha un poco más aguda por la emoción, Mad consigue que todo el salón voltee a vernos, incluido el profesor. Por supuesto, ambas nos ganamos una reprimenda y nos piden guardar silencio. El castigo no pasa a mayores dado que Mad siempre ha sido una estudiante modelo y los profesores son un tanto, bastante, indulgentes con ella.
Cuando termina la hora y tenemos que separarnos, ella promete buscarme a la hora del receso. Así que cuando el momento llega, fiel a su palabra me espera en la puerta del salón. Sonríe con amplitud y sus ojos amenazan con no dejarme ir hasta que haya contado todo.
—No es como lo piensas... —inicio.
No le oculto muchos detalles a Mad, tampoco es que los haya salvo la verdadera razón por la cual me convertí en la acosadora de Alexander, así que el relato es un tanto corto, para cuando termino, hay algo de decepción en su rostro.
—Te dije que no era una historia interesante.
—¡Es mucho mejor! Es mágica —responde y sus ojos se iluminan—. Su relación no está basada en libido o atracción física, aunque claro que la hay es más que evidente... pero ese no es el punto, aquí lo importante es que se trata de genuino interés por tu bienestar de su parte.
—Ah, ¿sí? —cuestiono, no veo los hilos de su análisis.
—Él no tiene por qué ayudarte en tu proyecto, que no existe, literalmente, y no tiene nada que ver con que hayan chocado aquel día... Digo, ya hasta han desayunado juntos y todo.
—Eso no significa nada. —Mi voz suena molesta.
Mad frunce el ceño y me mira con ojos curiosos.
—Dime, Karim, ¿qué es lo que realmente te irrita: que la gente piense que están juntos o que no lo estén en absoluto?
Sé la respuesta, pero soy incapaz de pronunciarla, y Mad es lo bastante lista para leerla en mi rostro.
—Eso pensé —dice con una sonrisa.
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